Título: Nuestro momento predestinado
Fandom: Mentes Criminales Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, violencia
Capítulos: 30 (25 de 30)
Resumen: El gobierno dice que Spencer Reid es el Alma Gemela de Aaron Hotchner, y Aaron siempre ha confiado en el sistema, pero ese chico flacucho con pinta de ayudante de profesor universitario y claros problemas de personalidad no puede ser su Alma Gemela. No le queda otro remedio que casarse con él, pero eso no significa que tenga que aceptarlo como su pareja.
Nota: Atención, esta es una historia dura que involucra a niños que han sido violados y torturados. Estos hechos no se describen en sí, pero sí se habla posteriormente de ellos y también se incluye la muerte de menores.
Capítulo 25
Hubo algunas lágrimas más aquella
mañana. Spencer quiso escribir su informe sobre el caso. Sus manos
temblaban sobre el papel. Tuvo que detenerse varias veces, bien para
llorar o para vomitar. Cada segundo se revivía nítidamente en su
cabeza. La sensación de la droga entrando en su sistema era lo peor.
A partir de eso todo estaba más difuso, pero quizás por eso era más
aterrador. Recordaba las alucinaciones con la misma claridad que la
realidad por lo que resultaba difícil distinguir unas de otras.
Aaron intentó convencerle de que no era necesario que lo hiciera en
ese momento, le rompía el corazón ver cuánto sufría
rememorándolo, pero Ethan insistió en que lo mejor era que lo
sacara de su sistema cuanto antes. Quizás tenía razón, pero
simplemente no le gustaba verle así.
Finalmente, cuando el informe estuvo
terminado, aún más extenso de lo habitual, Aaron se sentó a su
lado y le abrazó, dejando que se desahogara en su hombro. Spencer
pasó el resto del día en la cama, mirando al vacío y sin apenas
moverse. Le dejaron porque necesitaba descansar después del estrés
de revivir lo sucedido. Se sintieron aliviados cuando se levantó por
sí mismo a la hora de la cena. Siguió sin decir palabra durante un
rato, pero al menos comió algo.
—¿Peli y palomitas?—sugirió Ethan
después de la cena.
—Con caramelo—añadió Spencer.
—Por descontado.
Ethan tomó el sillón así que ellos
tuvieron que sentarse en el estrecho sofá-cama, cada uno en una
esquina con el bote de palomitas entre ellos. Aunque el apartamento
estaba renovado como todos los de esa planta y la cocina y el baño
eran nuevos, el resto de muebles no lo parecían. Aaron se preguntaba
si se los habría traído de su antiguo apartamento en Chicago o los
habría comprado allí de segunda mano. Sabía que no le importaban
demasiado, la mayor parte del tiempo dormía en el sofá de su
despacho y apenas pisaba el apartamento.
Aaron no le estaba prestando atención
a la película, El quinto elemento, tan solo podía mirar de
reojo a Spencer, con los pies con calcetines desparejados sobre el
sofá y las rodillas contra el pecho, comiendo de vez en cuando una
palomita recubierta de caramelo. Él, por su parte, parecía
concentrado en la película, demasiado concentrado, como si intentara
abstraerse de todo lo que le rodeaba.
—¡¿Huh?!—Spencer se sobresaltó
cuando algo ligero golpeó su cara. De nuevo algo cayó en su cabeza
y esta vez se dio cuenta de que era Ethan tirándole palomitas—.
¿Qué estás haciendo?
—Me molestas—respondió el otro
tirando otra palomita.
—¿Cómo puedo molestarte? No estoy
haciendo nada.
—Exacto—tiró otra palomita, esta
vez a Aaron—. Y tú también me molestas. Normalmente la gente se
acurruca y se mete mano cuando ve una película.
—¿Y no debería ser eso lo que te
molestara?—preguntó Spencer confuso.
—En este caso, no. Quita ese maldito
bote de en medio y acurrúcate con él—le ordenó, tirándole otra
palomita.
—Vale, pero deja ya de desperdiciar
las palomitas.
Spencer colocó el bote en su regazo y
se sentó junto a Aaron. Ethan suspiró frustrado, apenas se estaban
tocando, pero era mejor que nada.
Tras un momento incómodo en el que
Aaron no sabía qué hacer, rodeó la cintura de Spencer con un brazo
y lo atrajo un poco más hacia sí, a lo que el joven no se resistió.
Poco a poco, Spencer se fue relajando. Subió los pies al sofá y se
acomodó contra Aaron, sintiendo como si aquello siempre hubiera sido
así, como si pasaran cada noche abrazados de ese modo en el sofá.
Aaron sentía una gran felicidad por simplemente poder compartir un
momento tan cotidiano con Spencer. El olor dulce de su champú, su
cálido y esbelto cuerpo apoyado contra el suyo, el hermoso perfil de
su rostro, sus ojos brillando con la luz de la pantalla. Inclinó la
cabeza y sintió los suaves cabellos contra su mejilla. Cerró los
ojos, grabando en su mente esas sensaciones. Spencer giró su rostro
y Aaron abrió los ojos. Sus miradas se encontraron. Spencer bajó la
mirada a sus labios y la punta de su lengua asomó brevemente
humedeciendo sus propios labios. Aaron no esperó más y le besó. Un
beso dulce, suave, nada como el de aquella mañana. Sus labios
acariciándose, sus lenguas apenas tanteándose. El calor aumentando
poco a poco en sus cuerpos.
—Mi madre es esquizofrénica—soltó
Spencer de repente rompiendo el beso.
—¡Joder, Spencer! ¿No sabes lo que
es esperar el momento oportuno?—le preguntó Ethan molesto—.
Desde luego este no era el momento oportuno.
—Prefiero que lo sepa antes de ir más
lejos.
—Ahí tienes razón. Bueno, pues me
voy a tomar algo. Más vale que después de hablarlo sigáis con lo
que estabais—apagó la televisión, se puso la chaqueta y los
zapatos, y sin más salió del apartamento.
Aaron estaba confuso, aún podía
sentir los labios de Spencer sobre los suyos, pero estaba claro que
no iba a haber más besos por ahora. El chico se sentó con las
piernas cruzadas sobre el sofá mirando hacia él, abrazándose al
bote de palomitas como un escudo protector. Se veía serio,
preocupado, probablemente pensando que lo que iba a decir le iba a
espantar y ya no le querría. Era absurdo, iba a amarle y a estar con
él pasara lo que pasara, pero no iba a decir nada porque unas
simples palabras no servirían.
—Mi madre es esquizofrénica
paranoide. Mi padre nos abandonó cuando yo tenía diez años a pesar
de que ellos eran Almas Gemelas. Cuidé de ella desde entonces, no
tuve ayuda de nadie, nadie se dio cuenta o no le importó. Mi padre
siguió ingresando una manutención en nuestra cuenta, pero eso
siquiera era una ayuda. Muchos de los días mi madre apenas era
funcional y resultaba muy difícil cuidar de ella. Cuando cumplí los
dieciocho años la ingresé en el Sanatorio Bennington, donde está
ahora mismo. Hace tiempo que no voy a visitarla, desde el caso en Las
Vegas, pero intento escribirle cartas diariamente, es para lo único
para lo que descanso cuando estoy trabajando, aunque no siempre me es
posible.
Era impresionante la velocidad con que
lo había dicho, sin tan quisiera pararse a respirar. Y sin mirarle a
la cara mientras lo decía. Estaba aterrado, ahora moviendo los dedos
nerviosamente sobre el borde del bote de palomitas. Aaron no creía
posible que pudiera sentirse más culpable por haberle abandonado de
lo que ya se sentía, pero sí era posible. Spencer ya tenía traumas
de abandono por culpa del bastardo de su padre y él había
profundizado aún más en esa herida. Era natural que no pudiera
perdonarle tan fácilmente. Incluso si no podía volver a confiar en
nadie, quién podría culparle.
—La quieres mucho, ¿verdad?
—Incluso si para ella el gobierno es
fascista y amenaza con sacarle los ojos a los médicos, es una buena
mujer que me cuidó tan bien como su enfermedad se lo permitía y soy
el hombre que soy ahora gracias a ella. Sí, la quiero
mucho—respondió, mirándole por primera vez.
Aaron sonrió y acarició su mejilla.
Se inclinó para besarle, pero Spencer se apartó.
—La esquizofrenia puede ser
hereditaria. Tengo muchas posibilidades de desarrollar esquizofrenia,
de hecho entre los veinte y los treinta años es la edad de más alto
riesgo.
—Y crees que si desarrollas la
enfermedad te abandonaré como hizo tu padre—no le conocía, pero
ya odiaba a ese hombre y si tenía la oportunidad le haría pagar por
lo que hizo.
Spencer agachó la cabeza y retrocedió
un poco más.
—No lo sé, pero quizás deberías.
No es una carga que debas llevar, no te lo mereces—su voz era
apenas un murmullo, sus manos temblaban.
Aaron tomó el cubo de palomitas y lo
dejó en el suelo. A pesar de la reticencia de Spencer, le abrazó y
se reclinó en el sofá con el joven tumbado sobre él. Besó sus
cabellos y le estrechó con fuerza entre sus brazos, casi sintiendo
cómo el miedo dejaba su cuerpo poco a poco.
—Sé que mis palabras no servirán de
nada, tengo intención de demostrarlo con mis actos, pero eso llevará
tiempo así que igualmente lo diré. Te amo, Spencer, y, si tú me lo
permites, pasaré el resto de mi vida contigo, ya sea como tu marido
o como tu amigo, tanto si estás sano como si estás enfermo. Si
llegaras a desarrollar la enfermedad, buscaría la mejor manera para
poder ayudarte y cuidar de ti. No voy a abandonarte, Spencer, pase lo
que pase.
Spencer cerró los ojos y se abrazó
más fuerte a él. No podía estar seguro de que fuera a cumplir su
palabra, pero oírle decirlo al menos le hacía sentirse más
tranquilo y seguro. Quería creer en él. No iba a decírselo, pero
hasta el mismo día de su matrimonio se había planteado el no acudir
a la cita. A pesar de las consecuencias legales que eso hubiera
tenido para él, no quería que alguien más tuviera que cargar con
él si llegara a sufrir esquizofrenia. No quería que nadie sufriera
lo que él había sufrido cuidando de su madre. La quería más que a
nadie, pero ir a verla y que ni siquiera le reconociera o incluso que
pensara que había ido a hacerle daño era algo demasiado doloroso.
No quería ver a su Alma Gemela y no ser capaz de reconocerlo. Pero
si tenía que pasar por eso, Aaron era probablemente la persona más
adecuada. La única con la que lo haría.
Permanecieron allí tumbados durante
largo rato, abrazados, sintiendo sus respiraciones casi acompasadas,
a punto de quedarse dormidos hasta que un móvil sonó con un
mensaje.
—Ngh...—gruñó Spencer—. Apuesto
a que es Ethan.
—Será mejor que lo compruebes.
Spencer se levantó reticente y buscó
el móvil en su bolsa.
Ethan » He conocido a alguien. No
vuelvo esta noche. Tened algo de acción vosotros también.
—¿Qué quiere decir con «algo de
acción»?—le preguntó a Aaron mostrándole el mensaje.
—Am... Se refiere a temas
sexuales—miró de reojo a Spencer, atento a su reacción, aunque el
chico no intentó ocultarla.
—¿El sexo es tan importante?—se
dejó caer en el sofá, cogiendo el bote de palomitas—. Para Ethan
lo es, ya lo sé, pero... yo decidí ser virgen porque consideraba
que lo apropiado era esperar a mi Alma Gemela, no le veía el sentido
a un acto tan íntimo con alguien si no iba a ser una relación a
largo plazo ni había verdadero amor. Tampoco estuve nunca demasiado
interesado.
—¿No has hecho nunca nada? ¿Nada,
nada?—preguntó curioso y, sí, algo excitado.
—Si te estás refiriendo a eso que
llaman sexo ligero, no, tampoco he hecho nada de eso. Mi relación
más íntima con una persona es mi amistad con Ethan y lo máximo que
hemos hecho ha sido dormir juntos en la misma cama vestidos cuando no
había otro remedio.
—¿Nunca intentó nada?—estaba
preparado para darle un puñetazo nada más cruzara la puerta de
haber sido así.
—No. Cuando nos conocimos yo solo era
un crío y después siempre respetó mi decisión. A veces se reía,
sin maldad, pero nunca me presionaba. Esta es la primera vez que lo
hace. No me malinterpretes, no es que no quiera hacerlo, lo de esta
mañana estuvo muy bien, pero... para llegar hasta el final, para
intimar más necesito tiempo y confiar—tenía miedo de ser
rechazado si no mostraba tanto entusiasmo como se esperaba de él.
Quería hacerlo con Aaron, había fantaseado con él como nunca había
fantaseado con nadie, pero no podía simplemente desnudarse y hacerlo
en ese momento.
—Spencer, no espero que lo hagamos
ahora, ni siquiera esperaba lo de esta mañana. No necesito
desesperadamente el sexo. No puedo decir que no esté interesado,
pero no es una prioridad. Mi única prioridad ahora es que te
recuperes y afianzar nuestra relación poco a poco. Ya te lo he
dicho, si solo puedo ser tu amigo el resto de mi vida, estoy conforme
con ello. Aceptaré cualquier cosa que estés dispuesto a darme y con
la que te sientas cómodo.
Spencer suspiró. ¿Cómo podía decir
siempre lo que necesitaba oír? El hombre que tenía delante y que
dejaba su propia vida para ayudarle a él desde luego no tenía nada
que ver con el hombre que lo abandonó años atrás. No podía verle
como la misma persona.
Se inclinó y le dio un fugaz beso,
sintiendo sus mejillas ruborizarse.
—Los besos están bien—murmuró con
una sonrisa jugando en sus labios.
—Sí—Aaron sonrió de oreja a oreja
mostrando sus hoyuelos—. Los besos están bien.
Recogieron el salón y se prepararon
para irse a dormir. Esta vez no quedó espacio entre ellos en la
cama, Spencer se acurrucó en brazos de Aaron y durmieron ocupando
menos de la mitad de la cama con un dulce beso de buenas noches.
Aunque el día había sido una montaña rusa de emociones, ese era un
buen final y las pesadillas, incluso si las hubo, no llegaron a
perturbar su sueño.
Se sentía taaaan relajado, tan cálido
y relajado. Realmente necesitaba dormir así más a menudo. Las
mañanas serían más fáciles si pudiera dormir así cada día.
Sentía un aliento en su nuca, una mano rodeando su vientre y un
amplio pecho contra su espalda. Era extraño porque nunca había
despertado así, pero al mismo tiempo era agradable, se sentía
cuidado y protegido. Se movió hacia atrás buscando sumergirse más
en aquel abrazo, pero entonces sintió algo duro contra su trasero y
un gruñido resonó en su oído al tiempo que Aaron le agarraba por
la cadera sujetándolo a cierta distancia.
—Oh—le costó un poco, aún estaba
medio dormido, pero se dio cuenta de lo que pasaba.
—Sí, esto... no es voluntario, de
verdad—se disculpó, manteniendo la mitad inferior de su cuerpo
apartada de Spencer.
—No te preocupes, es normal que
nuestros cuerpos reaccionen el uno al otro—hizo una rápida
comprobación y, sí—, yo estoy igual, no es nada extraño.
—Solo... no quiero que te sientas
sexualmente acosado.
Spencer intentó contener una risa,
pero no pudo.
—¿Por una erección matutina? No te
preocupes, estoy bien—giró la cabeza para mirarle y la expresión
avergonzada de Aaron era simplemente adorable.
Movió hacia atrás su trasero y lo
presionó contra la erección del agente.
—¡Ngh! Spence...—le agarró más
fuerte por la cadera, intentando mantenerlo quieto.
—Es bastante divertido verte perder
así el control.
—No me provoques—le advirtió muy
seriamente.
—Vas a tener que aliviar eso de algún
modo y yo también.
Aaron se le quedó mirando por un
momento. Eso era una invitación en toda regla, pero no estaba seguro
de si era lo correcto... hasta que Spencer volvió a presionar su
trasero contra él con una sonrisa traviesa en el rostro.
—Eres muy descarado por la mañana.
—Aún estoy medio dormido y también
cachondo, mi cerebro no procesa la vergüenza—se estiró con un
bostezo, juntando su cuerpo aún más a Aaron.
—Desde luego—incluso su lengua se
volvía vulgar. Le gustaba bastante ese Spencer, la verdad—. ¿Puedo
intentar algo? Si no te sientes cómodo...
—Adelante. Te lo diré si no me
gusta.
Aaron lo tumbó boca abajo y se tumbó
sobre él, cubriéndolo como una manta, con las piernas enmarcando
las del joven y la erección presionando contra su trasero.
—¿Está bien esto?—le preguntó
algo inseguro.
—Mm...—Spencer suspiró y asintió
con la cabeza. Levantó su trasero y ambos gimieron al tiempo.
Parecía estar bien.
Aaron enlazó sus manos con las de
Spencer, con cuidado de no hacerle daño en sus muñecas aún
vendadas por los cortes de las esposas, y comenzó a moverse
lentamente, frotando su erección entre las nalgas del chico, ambos
aún vestidos. Podía imaginar cómo sería eso con sus cuerpos
desnudos, de hecho lo había imaginado muchas veces, pero en sus
fantasías estaba dentro de Spencer, tan estrecho y caliente.
—Tu culo es tan perfecto—susurró
en su oído sin pensarlo.
—Uhn...—Spencer gimió y movió sus
caderas contra el colchón.
—Ah, lo siento.
—N-no, sigue...
—Oh, ¿te gusta que hable sucio?
—Tu voz... Me gusta tu voz—ese tono
aún más grave y profundo de lo habitual por la excitación recorría
su cuerpo como si lo acariciara por dentro. Estaba bastante seguro de
que podía correrse solo escuchándolo.
—Me alegro porque podría pasarme
todo el día hablando de todo lo que me gusta de ti, de cuánto adoro
tus esbeltas manos, la forma en que las agitas cuando te emocionas
hablando y cómo recorres las hojas con esos finos dedos cuando lees.
Cuántas veces las he imaginado frotando mi polla cuando me
masturbaba.
—¡Ngh!—Spencer gimió y levantó
las caderas restregándose contra Aaron.
Aaron soltó un gruñido casi gutural y
embistió contra él, presionándolo contra el colchón. Era pura
fricción, pero ambos ya estaban goteando en sus pantalones.
—Y tus labios... No sabes cuánto me
cuesta no mirarte a los labios cuando hablas. Tan carnosos y rosas...
No dejo de pensar en besarte y en lo bien que se verían alrededor de
mi polla—el joven gimió y Aaron embistió de nuevo contra él como
si lo estuviera penetrando. Ya no estaba pensando, solo quería
hacerle sentir bien y estaba soltando sus pensamientos libremente—.
Quiero correrme en tu caliente y húmeda boca, con tus obscenos
labios succionando alrededor de mi polla, rojos e hinchados, con tu
precioso rostro ruborizado. Aunque correrme sobre tu rostro es tan
tentador, sobre estos perfectos pómulos—le besó en la mejilla—,
salpicando tus adorables gafas.
—Aaron...—era una súplica, estaba
tan cerca.
—Córrete para mí, solo con mi
voz—embistió más fuerte, disfrutando los incesantes gemidos del
joven—. Eres hermoso, Spence, no sabes cuánto. Mírate, eres la
lascivia personificada, simplemente no lo has descubierto todavía.
Puedes decir lo que quieras sobre el sexo, pero yo conseguiría que
lo desearas, que lo necesitaras cada día. Hundiría mi polla dentro
de ti, hasta el fondo, hasta que no tenerla dentro te hiciera sentir
demasiado vacío y la echaras de menos a cada momento. Hasta que me
suplicaras por más, abriéndote para mí.
Spencer se estremeció, sus caderas
sacudiéndose, su cuerpo tensándose y liberando esa tensión de
forma más intensa que nunca con un largo y profundo gemido. Y Aaron
no pudo resistir esa dulce voz, la maravillosa expresión de Spencer
al llegar al orgasmo. Se corrió presionando contra su trasero con
unas últimas embestidas.
Se quedaron jadeando, recuperando el
aliento, inmóviles por un momento. Aaron intentó levantarse, pero
en cuanto Spencer sintió el frío en su espalda llevó la mano hacia
atrás y le atrajo de nuevo. Le gustaba el peso de Aaron sobre él.
—Deberíamos levantarnos y
limpiarnos—le dijo Aaron sonriente.
—Un minuto...—murmuró somnoliento,
extremadamente relajado y dispuesto a quedarse dormido de nuevo.
—Es agradable dormir juntos—le dijo
besando su cuello y su mejilla, el suave cabello acariciando su
rostro.
—Es agradable despertar juntos—no
le gustaban las mañanas, mucho menos antes de su café, pero ahora
las veía con otros ojos.
Aaron sonrió, eso no podía haberle
hecho más feliz.
—Vamos, esto comenzará a sentirse
incómodo enseguida. Nos hemos corrido en nuestros pantalones como
unos adolescentes.
—Yo soy casi adolescente, tú no
tienes excusa.
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