Título: Nuestro momento predestinado
Fandom: Mentes Criminales Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, violencia
Capítulos: 30 (22 de 30)
Resumen: El gobierno dice que Spencer Reid es el Alma Gemela de Aaron Hotchner, y Aaron siempre ha confiado en el sistema, pero ese chico flacucho con pinta de ayudante de profesor universitario y claros problemas de personalidad no puede ser su Alma Gemela. No le queda otro remedio que casarse con él, pero eso no significa que tenga que aceptarlo como su pareja.
Nota: Atención, esta es una historia dura que involucra a niños que han sido violados y torturados. Estos hechos no se describen en sí, pero sí se habla posteriormente de ellos y también se incluye la muerte de menores.
Capítulo 22
Cuando Alex entró en la habitación,
se encontró a Aaron tumbado en la cama con Spencer tumbado sobre él
casi como una manta. El joven tan solo llevaba un pijama de hospital
mientras que el agente estaba vestido con la camisa y los pantalones
de su traje, ambos arrugados. Aaron le miró con el ceño fruncido,
aunque su expresión era de absoluto agotamiento. Las bolsas bajo sus
ojos estaban muy marcadas y parecía que no había dormido en días,
lo que probablemente era cierto.
—¿Cómo está?—preguntó en voz
baja para no despertar a su jefe.
—Mejor. Algo mejor—o eso esperaba—.
¿Te ha avisado mi equipo?
—García me llamó en cuanto
descubristeis que lo habían secuestrado, me ha mantenido al tanto de
todo lo que pasaba. Yo estaba en un caso, tenía que cerrarlo antes
de venir. Si lo hubiera abandonado Reid me habría despedido.
—Probablemente.
—No va a gustarte lo que te voy a
decir, pero tengo que decírtelo. Si tú eres el origen de su
adicción, quizás no sea lo mejor que tú estés con él.
—No voy a abandonarle—fue casi un
gruñido que vibró por su pecho y Spencer se agitó sobre él con un
suave gemido, pero no se despertó.
—No estará solo, yo voy a ocuparme
de él, pero tu mera presencia podría estar recordándole el motivo
por el que se enganchó y eso no es precisamente algo bueno.
Aaron le miró y miró al joven,
considerando lo que le estaba diciendo. Quizás tenía razón y su
presencia era lo más perjudicial para él. Aaron sabía que no podía
ser objetivo, su único deseo era estar junto a su Alma Gemela y
cuidar de él. Pero, como el propio Spencer había dicho, aún no
sabía si era perjudicial o beneficioso para él.
—Está bien—dijo al fin tras un
largo rato. Se separó poco a poco del joven, procurando no
despertarle—. Mañana a primera hora nuestro avión estará aquí
para llevarle a Washington. Cualquier cosa que necesitéis puedes
llamar a García y ella os lo conseguirá.
Se puso los zapatos, cogió su corbata
y su chaqueta olvidadas en una silla y salió de la habitación sin
girarse a mirar al joven. No estaba seguro de si podría marcharse si
le veía de nuevo. Alex se sorprendió de que se hubiera marchado sin
hacerle ninguna advertencia, aunque no era necesario, sabía muy bien
que su vida estaría arruinada para siempre si no conseguía que
Spencer se recuperara.
Cuando Spencer se despertó unos
minutos después y se encontró solo en la cama, con Alex sentado en
una silla junto a él, no dijo una sola palabra. Se dio la vuelta y
comenzó a llorar en silencio, dando la espalda a su compañero. Solo
quería que el dolor se entumeciera de nuevo.
Al día siguiente, con Spencer apenas
consciente de lo que sucedía a su alrededor, regresaron a Washington
y Alex se instaló en casa de su jefe por lo que serían al menos
unos días. Spencer no dijo una sola palabra en todo el trayecto, en
realidad aún no le había dirigido la palabra desde que llegara al
hospital.
—Tengo que registrar la casa—le
dijo antes de que fuera a su habitación.
Spencer asintió con la cabeza y se
sentó en una silla en la mesa del salón-comedor mientras Alex
recorría el pequeño apartamento con solo lo necesario en busca de
algún alijo oculto. Omitió las estanterías de suelo a techo llenas
de libros, le llevaría horas comprobarlas, mantendría un ojo sobre
ellas. El doctor ni siquiera se molestó en decirle que no había
nada, sabía que su palabra no valía en ese momento. Una vez que dio
el visto bueno, Spencer se dio una ducha, vomitó aunque no había
comido nada y se metió en la cama, llorando y temblando hasta
quedarse dormido.
Los tres días siguientes Alex intentó
que comiera, le dejaba platos ligeros en el escritorio de su
habitación, pero nunca los tocó. Tan solo bebía de vez en cuando
el agua o la leche que le dejaba. Seguía sin hablar con él, tan
solo le oía hablar durante sus pesadillas, casi constantes. Satu se
pasó un par de veces por allí, pero ni siquiera mostró señales de
reconocer su presencia y la mujer se marchaba llorando ante el
deplorable estado de su jefe y amigo. En lugar de mejorar, su
situación parecía ir degenerando cada vez más y Alex comenzaba a
preocuparse. Spencer no parecía tener siquiera ganas de mejorar. No
era solo por la droga, estaba entrando en una profunda depresión.
—¿Quién eres?—preguntó Alex de
mal humor al hombre plantado frente a la puerta del apartamento de
Spencer con una maleta a su lado. El tipo tendría unos treinta, de
pelo corto y negro y ojos también negros, con piel algo morena y una
densa barba bien cuidada. Vestía una camisa blanca con el botón
superior desabrochado y un traje negro, todo bastante arrugado sin
duda por haber estado sentado durante largas horas.
—Soy Ethan, vengo a ver a Spencer. Tú
debes de ser Alex, ¿no?—le respondió, tendiéndole la mano.
—Reid no puede ver a nadie ahora. ¿Y
cómo sabes quién soy?
—Satu me llamó. Cuando me dijo que
le habían drogado, vine en cuanto pude. Si tú estás encargado de
cuidar de él, supongo que ya sabrás que es exdrogadicto. Yo me
encargué de limpiarle la primera vez. Ahora, si no te importa, estoy
exhausto del viaje y quiero ver a mi amigo—sin esperar invitación,
cruzó la puerta prácticamente empujando a Alex a un lado y buscó
la habitación, dejando la maleta en la entrada.
Vio a Spencer en la cama, hecho un
ovillo y cubierto por una sábana hasta la cabeza. Se quitó la
chaqueta, se acercó a la cama y se tumbó bocarriba, dejando caer
los zapatos al suelo. Spencer abrió los ojos sorprendido y por un
momento miró a su amigo como si no pudiera reconocerlo.
—Te has cortado el pelo.
—Ahora soy un profesional, también
tengo que parecerlo—respondió Ethan, mirando de reojo al joven,
que apenas asomaba por el borde de la sábana.
—Pero te has dejado la barba.
—Me hace más atractivo y masculino.
—¿De verdad estás aquí o eres una
alucinación?
—¿Estás teniendo alucinaciones?
—Puede, no lo sé.
—Bueno, ya trataremos con eso, hay
algo más importante ahora.
—¿Más importante que volverme loco?
—Sí. Ahora mismo parece que te estés
dejando morir. Eso me preocupa más—su tono era tranquilo, como si
estuvieran hablando del tiempo, pero Spencer sabía que realmente
estaba preocupado, si no, no habría dado media vuelta al planeta
para ir a verle.
—No estoy... no es...—apretó las
sábanas entre sus dedos. Quizás tenía razón.
—Cuéntame qué pasó.
—Si estás aquí es que ya lo sabes.
—Quiero oírlo de ti.
Hubo un momento de silencio. Spencer se
estiró, tumbándose bocarriba imitando a su amigo, y se quedó
mirando al techo por un momento.
—Un asesino en serie me secuestró
porque creía que entraba dentro de su victimología, pensaba que
estaba abandonando a mi Alma Gemela. Desperté esposado en un sótano.
Cuando estaba a punto de comenzar a torturarme le dije la verdad y
simpatizó conmigo porque a él también le había abandonado su Alma
Gemela, esa era su excusa para matar. Entonces, para aliviar el
dolor, me inyectó una droga, no quiero saber cual, y después se
inyectó él mismo. Intenté resistirme, pero estaba esposado y fue
imposible. Unas horas después volvió a inyectarme y le convencí
para que me soltara y me dejara inyectarle a él, le dije que le
daría una dosis mejor y me creyó. Le di una sobredosis que le mató.
Un rato después me sacaron de allí y me llevaron al hospital—sabía
que había muchas cosas que tendría que explicar, Ethan no sabía
nada sobre su Alma Gemela, pero se alegraba de que no le hubiera
interrumpido, tan solo escuchándole como siempre hacía.
—Sales del hospital, pasas unos días
jodido, te recuperas y vuelves al trabajo. Ese eres tú. ¿Por qué
no estás haciendo eso? ¿Por qué ni lo estás intentando?
—No lo sé.
—¿Ese tipo que me ha abierto la
puerta es tu Alma Gemela?
—¿Alex? No, trabaja conmigo. También
es exdrogadicto, pero lleva muchos años limpio. Pensé que era... la
mejor opción.
—¿Es el federal, entonces? ¿El de
la otra vez?
Spencer presionó los labios. Bueno, si
tenía que contarle la historia a alguien, sin duda prefería
contársela a Ethan antes que a aquel psicópata.
—Nos casamos cuando cumplí veinte.
Ese mismo día, al salir del juzgado, se subió a su coche y se
marchó con apenas un «nos veremos», sin intercambiar números ni
nada. Creía que aquello era un error, que no podíamos ser Almas
Gemelas. No volvimos a vernos hasta hace casi un año, cuando
coincidimos por casualidad en un caso en Las Vegas. Unas semanas
después solicitamos la anulación, pero confirmaron que éramos
Almas Gemelas y la denegaron. Aaron finalmente se percató del
vínculo en algún momento y lamenta mucho el daño que me hizo. Ha
intentado compensarlo desde entonces. No espera que le perdone, pero
dice que le basta con estar ahí para ayudarme y ser mi amigo.
—¿Y por qué no está aquí ahora?
—No lo sé. Estaba conmigo en el
hospital. O creo que estaba. A lo mejor solo era una alucinación.
Cuando abrí los ojos un día ya no estaba y no ha vuelto. ¿Por qué
iba a querer estar ahí? Al fin se habrá dado cuenta de que no es
más que malgastar su tiempo—las lágrimas habían comenzado a
deslizarse por sus sienes sin darse cuenta.
—¿Quieres que esté aquí a pesar de
lo que te hizo? ¿A pesar de ser la causa de tu drogadicción?—no
le estaba juzgando, era una pregunta directa.
—Él era en lo único en lo que podía
pensar cuando creía estar a punto de morir. A pesar de los fallos
que cometió, es un buen hombre, una buena persona y un increíble
agente. Quiero perdonarle y me gustaría tener una relación con él,
pero al mismo tiempo aún siento el dolor que me causó—su voz
temblaba entre sollozos, encogiéndose de nuevo sobre sí mismo—. Y
la gente a nuestro alrededor no es de ninguna ayuda, no dejamos de
dar pasos hacia delante y hacia atrás. Pero al menos creía que era
sincero cuando decía que quería estar a mi lado—su voz se rompió
y tan solo pudo llorar.
Ethan quería abrazarlo y consolarlo,
pero sabía que no serviría de nada, no era a él a quien
necesitaba. Si había venido desde la otra punta del planeta, que al
menos fuera para algo útil. Se levantó y salió de la habitación.
—¡Alex!—gritó, permitiéndose
mostrar ahora lo cabreado que estaba. Se lo encontró en la cocina
preparando café con cara de pocos amigos también—. Ese bastardo
del FBI, ¿Aaron? ¿Ha dado alguna excusa de por qué no está aquí?
—Yo le dije que era mejor que no
estuviera. Él es el origen del problema de Reid—respondió
frunciendo el ceño.
—¿Así que el idiota eres tú?
Bueno, los dos. Dame su número, voy a llamarle.
—No creo que sea-
—Me importa una mierda lo que creas.
Dame su número o lo busco en el teléfono de Spencer. Apuesto a que
la contraseña es la misma que cuando vivíamos juntos.
Alex accedió a regañadientes y le dio
su teléfono ya marcando el número de Hotch.
«¿Está todo bien?», preguntó Aaron
como saludo.
—Claro que no está bien, si lo
estuviera yo no habría tenido que venir—respondió molesto.
Aaron se puso de inmediato alerta. Una
voz desconocida viniendo de un número conocido no solía ser buena
señal.
«¿Y quién eres tú? ¿Dónde está
Alex?».
—Soy Ethan. No sé si Spencer te
habrá hablado de mí, pero soy su mejor amigo. En cuanto a Alex,
está aquí conmigo. Y ahora, no me importa lo que estés haciendo,
no me importa en qué caso estés, mueve tu maldito culo de federal y
ven aquí ahora mismo.
«No sé si es-».
—¡Si no vienes ahora mismo te juro
que iré yo y acabarán deteniéndome por agresión a un federal!
Hubo un breve silencio al otro lado de
la línea que le puso de los nervios.
«Estaré en menos de una hora»,
respondió finalmente y colgó.
Fue poco más de media hora. Alex
estaba seguro de que había usado la sirena.
—Así que tú eres el bastardo—le
saludó Ethan.
—¿Spencer me ha llamado
así?—preguntó extrañado.
—Claro que no, el chico te admira más
de lo que estoy seguro te mereces—ni siquiera intentaba disimular
el desprecio que sentía en ese momento por el agente.
Aaron no pudo replicar a eso, tenía
toda la razón. Ethan no era como se lo había imaginado. Lo cierto
es que en su cabeza había sido un chico muy parecido a Spencer, con
la apariencia típica de un friki informático, pero este hombre no
tenía nada que ver con eso. A decir verdad, le recordaba bastante a
David, tanto por su aspecto como por la forma de entrometerse en la
vida de otros sin ninguna vergüenza. Aunque en este caso parecía
ayudar.
—¿Cómo está?
—Mal. Muy mal. Ni siquiera está
intentando recuperarse. No podrá superarlo a este ritmo.
—Yo fui el origen de-
—Otra vez esa tontería no. Tu
abandono fue la causa de su drogadicción, sí, asúmelo, pero
también es la causa de su dolor. Tu ausencia es la que le hace daño
ahora que se ha acostumbrado a tenerte cerca y cree que podría haber
algo entre vosotros en el futuro. Cree que le estás abandonando de
nuevo.
—Eso no es cierto, no es mi
intención-
—Yo no necesito explicaciones. Si
realmente tienes intención de compensarle por lo que le has hecho,
no sé a qué esperas para ir a cuidarlo.
No necesitó que se lo repitiera, Aaron
pasó junto a ellos y fue a la habitación. Su corazón se retorció
de dolor cuando vio a Spencer en la cama, pálido, sollozando y
abrazándose a sí mismo, con una de sus manos rascando nerviosamente
el interior de su codo donde estaban las marcas de pinchazos. Y él
era la causa última de todo aquello.
Se acercó a la cama y se inclinó
sobre él, dudando por un momento antes de apoyar una mano en sus
cabellos.
—Spencer—susurró.
El joven abrió los ojos, rojos e
hinchados de llorar, y le miró como si estuviera viendo un fantasma.
—No es una alucinación—dijo Ethan
desde la puerta.
Spencer volvió a mirarle y esta vez su
rostro estaba lleno de un increíble alivio y casi felicidad.
—Aaron...—salió como una plegaria
de sus labios hinchados.
—Shhh. Está bien, estoy aquí, mi
amor.
Las temblorosas manos se aferraron a su
chaqueta. Aaron se tumbó en la cama y tomó al joven en sus brazos,
estrechándolo con fuerza. Sabía que su palabra no valía nada así
que no iba a prometérselo, pero no iba a volver a dejar su lado si
no era el propio Spencer quien se lo pedía.
Spencer lloró largo rato, sintiéndose
más liberado que nunca cuando lo hacía en brazos de Aaron. El dolor
se entumecía y un sentimiento cálido lo envolvía. La necesidad, el
ansia, era algo distante y mudo. No podía pensar en ese momento en
por qué no había estado allí antes, por qué estaba allí ahora.
No le importaba. Sentía que su cuerpo y su mente lo necesitaban más
que ninguna droga.
😍😍😍😍q buen capítulo, graciassss ss ss. X escribir Vesta historia me encanta. Saludos y ánimo. Espero el próximo.
ResponderEliminarExijo otro capítulo!!!!
ResponderEliminarEstuvo tan emocionante, ya deje mi comentario en fb, pero ojala nos traigas otra actualización rápido o que ya llegue el sábado Jajaja
Gracias por el capitulo! Besos