Título: Pastel de calabaza
Fandom: Teen Wolf Pareja: Peter Hale x Stiles Stilinski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, slash
Clasificación: TP Advertencias: ninguna
Capítulos: 1
Resumen: Un niño perdido en el bosque y un lobo que es libre por primera vez. Una cena de Nochebuena años después y un pastel de calabaza.
Nota: Post darach/manada Alfa; pre nogitsune.
Versión en inglés (traducida por mí): Pumpkin Pie
* * * * *
Estaba
corriendo por la reserva y Peter no podía sentirse más feliz. El
lobo no podía sentirse más feliz. Había conseguido por primera vez
la transformación completa y el lobo al fin podía correr con la
libertad que deseaba. Era un enorme animal marrón oscuro por el lomo
y la cabeza, algo anaranjado en los bordes y blanco por el vientre y
el cuello. Era una magnífica criatura incluso si no resultaba tan
intimidante como su hermana.
Sentía
la tierra, la hierva y las hojas caídas bajo sus patas y aceleraba,
forzando su límite. Su morro cortaba a través del aire frío que
agitaba su denso pelaje. La luz de la luna apenas lograba atravesar
los árboles, pero sus ojos veían como si fuera de día. Podía oír
y oler a las criaturas que habitaban el bosque con sentidos más
agudos que los que tenía en su forma humana. Huían de él, del
depredador, pero el lobo no les prestaba atención, tenía otro
objetivo. No sabía hacia dónde se dirigía, le había cedido el
control al lobo y era una agradable sensación. No vagaba sin rumbo,
parecía tener a una meta.
Se
detuvo en seco cuando escuchó un latido acelerado. Por un momento lo
confundió con el latido de algún animalillo, pero entonces escuchó
un sollozo y supo que era humano. Se acercó lentamente, ocultándose
entre los arbustos hasta que vio al pequeño chico caminando en la
oscuridad. Lo siguió en silencio, escuchando de vez en cuando algún
sollozo, pero el niño no se detenía, aunque parecía no tener un
camino fijo en mente, no dejaba de girar a un lado o a otro cada
pocos árboles. Cuando lo vio caer la primera vez, salió de su
escondite sin pensarlo. El niño gritó cuando lo vio y se cayó de
culo cuando apenas se estaba levantando. Peter se detuvo frente a él,
a apenas un par de pasos. El niño se quedó inmóvil con la boca y
los ojos muy abiertos. Había rastros de lágrimas por sus mejillas y
sus ojos estaban rojos de llorar. Se preguntaba cuánto tiempo
llevaba perdido en el bosque y qué hacía en el bosque en primer
lugar, no tendría más de ocho años, quizás incluso menos.
No
quería asustarlo más de lo que ya lo estaba así que se tumbó en
el suelo con la cabeza sobre sus patas y emitió un agudo gemido en
tono de pregunta. El niño se limpió los ojos con el dorso de sus
manos sucias y se sorbió la nariz.
—¿No
vas a comerme?—preguntó el pequeño sorprendentemente tranquilo.
Peter
emitió otro sonido que le hacía parecer más un perro que un lobo.
Era un poco humillante, la verdad, pero no podía dejar a este niño
solo en medio del bosque. El pequeño se acercó de rodillas y llevó
una mano a su cabeza sin apenas dudarlo. Peter le permitió
acariciarle y quizás cerró los ojos cuando los pequeños dedos
rascaron detrás de sus orejas.
—No
das miedo para ser un lobo. Te pareces al perro de la señora Pitts,
¿así que tal vez eres un perro? Aunque no tienes collar. Si no
tienes dueño puedes quedarte con nosotros. A papá no le gustará,
pero no creo que se dé cuenta y mamá no va a salir del hospital así
que si te quedas en casa tampoco lo sabrá. Ahora solo tengo que
encontrar el camino a casa. No es que me haya perdido, solo... uh...
no estoy del todo seguro de dónde estoy. Vale, sí, me he perdido,
no me mires así.
Peter
quería reír, pero no estaba seguro de cómo sonaría en boca del
lobo. Se levantó y presionó con el morro el hombro del chico hasta
que este también se levantó.
—¿Vas
a llevarme a casa? Los perros pueden seguir rastros, podrías seguir
el rastro hasta mi casa, aunque nunca has estado allí, pero también
podrías seguir mi olor hasta allí-
Peter
ladró y el niño se sobresaltó, pero no se asustó.
—Sí,
sé que hablo demasiado, todos me lo dicen. Nunca pensé que hasta un
perro me lo diría.
Esta
vez no pudo evitar resoplar una risa, ignorando que le estuviera
llamando perro, y le dio un suave empujón por la espalda para que
echara a andar. El niño se agarró al abundante pelo de su cuello y
caminó a su lado. El miedo se iba disipando de su olor según
caminaban, dejando paso a un ligero tinte de fascinación,
seguramente por él, y a una profunda y permanente tristeza, como
aquella de quienes lloran la pérdida de un familiar. Entre toda su
verborrea le había oído decir que su madre estaba en el hospital.
Por un momento pensó que sería una enfermera o doctora, pero al
parecer no. Y el niño ya la estaba llorando incluso antes de que
muriera. Cuando lo vio estremecerse de frío se acercó un poco más
a él intentando transmitirle su calor.
El
pequeño no dejó de hablar durante todo el camino, sobre el colegio,
sobre su amigo Scott (y parecía que era su único amigo), sobre
libros y datos aleatorios que había leído en alguna parte. Peter no
tuvo un segundo para aburrirse con él y el lobo también parecía
contento de pasar su primera noche de «libertad»
a su lado. Siguió el rastro de su olor hasta que llegaron a una
pequeña casa unifamiliar.
—¡Ahí
es!—el chico echó a correr emocionado hacia la casa. Cuando se dio
cuenta de que el lobo no lo seguía, se detuvo y se dio la vuelta—.
¡Vamos!
En
contra de su buen juicio, Peter lo siguió. En realidad estaba algo
preocupado, no oía ningún latido dentro de la casa, tampoco había
gente fuera ni coches de policía como se esperaría con un niño
desaparecido. Nadie se había dado cuenta de que el chico no estaba.
Se sorprendió de cuánto enfadaba eso a su lobo.
Entraron
por la puerta trasera directamente a la cocina y el pequeño se
dirigió al frigorífico y sacó una botella de leche y una tableta
de chocolate.
—Pero
los perros no pueden comer chocolate... um...—murmuró para sí.
Dejó la tableta y sacó un táper en su lugar.
Sacó
un cuenco de uno de los armarios de la parte baja y se subió a una
silla para sacar un vaso y un plato de arriba. Dejó todo en el suelo
y llenó el vaso y el cuenco de leche, ofreciéndole este último al
lobo. Abrió el táper y Peter casi babeó ante el delicioso olor a
pastel de calabaza. Colocó un trozo grande en el plato y lo situó
junto al cuenco de leche mientras que él comenzaba a comer
directamente del táper.
—Vamos,
come. Mamá hizo este pastel hace cuatro días, pero aún está
bueno—dio un mordisco y siguió hablando con la boca llena—. No
sé si podrá hacer otro así que aprovecha.
Peter
miró el pastel y después al chico. Sabiendo que era tal vez la
última comida cocinada por su madre que disfrutaba, se sentía un
poco mal quitándosela, pero esta era la forma del chico de
agradecerle y seguramente se molestaría si no lo aceptaba así que
comenzó a comer. No pudo contener un indigno gemido cuando dio el
primer bocado. Estaba delicioso, de los mejores que había probado
nunca incluso si la masa estaba algo blanda por estar en el
frigorífico y se había quedado un poco seco tras tantos días.
Relamió incluso las migas que habían quedado incluso en el plato y
al levantar la mirada encontró la expresión contenta del chico. Se
resignó a perder su orgullo y bebió un poco de leche del cuenco.
Después
de que el chico terminara su parte, metió todo en el fregadero y lo
lavó arrodillado sobre la silla. Cuando bajó, secándose las manos,
miró al lobo y después a la puerta hacia el jardín, su expresión
decayendo.
—¿Te
quedarías a dormir esta noche?—preguntó mirándole esperanzado.
Peter
realmente debería marcharse. Ni siquiera debería haber entrado. Sin
embargo, aquel niño iba a quedarse solo en casa después de haber
estado perdido por quién sabe cuánto tiempo. Y, además, Peter
estaba seguro de que no se había perdido porque sí, algo había
sucedido que lo había llevado a adentrarse en el bosque para
escapar.
Avanzó
pasando junto al chico hacia el interior de la casa. El pequeño se
abrazó a su cuello por un momento con un pequeño grito contento.
Había algunos adornos de navidad en el pasillo y veía más en el
salón, pero eran muy escasos, ni siquiera tenían árbol. No había
nada en la planta de arriba ni en la habitación del niño. Este se
quitó su ropa fría y sucia de tierra y se puso un pijama de Batman
mientras Peter se metía en la cama deshecha. El pequeño se tumbó a
su lado, echó la colcha sobre ellos y se abrazó a él. No tardó en
dormirse con el rostro hundido en su pelaje y Peter no pudo evitar
quedarse dormido también con el sonido relajante de sus latidos aún
más rápidos de lo habitual en una persona.
Alivió
al chico cuando llegaron las pesadillas (y no le sorprendió que las
tuviera) y dejó la casa en la mañana antes de que despertara. Aún
no había nadie más en la casa. No fue hasta horas más tarde que se
dio cuenta de que ni siquiera sabía el nombre del niño.
Stiles
abrió el frigorífico y comprobó los ingredientes que tenía.
Apuntó un par de cosas más en la lista y salió de casa. Llevaba
tiempo planeando la cena de Nochebuena porque no iba a ser igual que
las que habían celebrado en los últimos años.
Normalmente
eran tan solo el sheriff, Scott, Melissa y él. Esta vez Isaac
también se uniría porque estaba viviendo con los McCall. Entonces,
pensó en Derek, solo en ese frío e impersonal loft tras haber
enviado a Cora a Sudamérica, y Peter no sería de ayuda, flotando a
su alrededor casi como el fantasma de las navidades pasadas. Le envió
un mensaje invitándolo que no le dejaba opción a negarse. Tardó
más en decidir si debía invitar también a Peter, pero desde que
había regresado a la vida no se había portado mal del todo e
incluso había luchado a su lado contra la manada de alfas y la
darach así que pensó que incluso el Grinch se merecía una
invitación por navidad (no confiaba en que acudiera y tampoco iba a
forzarle). Se arrepintió cuando recibió su mensaje de respuesta:
«Allí
estaré, cariño».
Pensó
en invitar a Chris y Allison, pero esa desde luego no era una buena
opción teniendo a Derek y a Peter allí. No quería tener que
limpiar sangre de las paredes y la decisión era fácil entre unos y
otros sin importar lo que Scott dijera. Invitó a Lydia también,
pero la banshee ya tenía planes para esa noche.
Por
tanto, serían tres más a la mesa así que tenía que hacer algo más
de comida que de costumbre. Se decidió por preparar más platos en
lugar de hacer más cantidad de los que preparaba habitualmente (a
excepción del pavo que sí tendría que ser más grande) y tenía
que tener en cuenta que los nuevos invitados eran todos lobos (Scott
incluido) y comían el doble que una persona normal. Gruñó al darse
cuenta de que esta cena iba a salir más cara de lo habitual.
Llegó
al supermercado, que rebosaba espíritu navideño. Un villancico
sonando por los altavoces, las cajeras con gorros de Papá Noel y la
tienda decorada de arriba abajo con adornos navideños. Se sentía
bien algo de normalidad y alegría después del año que habían
sufrido. Comenzó a llenar el carro con los artículos de su lista.
Podía ver la cuenta final crecer en su cabeza así que pasaba largos
minutos escogiendo cada producto, sopesando precio y calidad.
—No
creo que sea tan difícil escoger unos guisantes.
Stiles
se sobresaltó al oír de repente la voz de Peter justo tras él y
estuvo a punto de caer ambas latas al suelo.
—¡Por
dios, no hagas eso!—siseó entre dientes.
Cuando
se dio la vuelta, Peter se le quedó mirando con una expresión
mezcla de sorpresa y espanto. Bueno, más exactamente estaba mirando
su suéter. Una cosa horrenda a rayas verdes y rojas con pequeñas
naves espaciales y cascos blancos alternándose en cada fila y un
casco negro de Darth Vader en el pecho.
—¿Dónde
están tu flanela a cuadros?—preguntó porque eso era mejor que lo
que estaba viendo.
—¡Hey!
¡No te metas con mi suéter de Star Wars! Scotty me lo regaló el
año pasado y ni siquiera ha visto las películas, es un gran mérito.
Peter
sacudió la cabeza y decidió ignorarlo por mucho que atentara contra
su sentido de la moda.
—¿Esto
es lo que vas a usar para la cena? No podías haber escogido nada más
barato—le dijo echando un vistazo al carro.
—Mis
disculpas, pero algunos no somos ricos herederos. Tengo que preparar
una cena para siete, cuatro de los cuales comen el doble que un ser
humano normal. Debo tener cuidado con el presupuesto.
Peter
puso los ojos en blanco como si acabara de decir la cosa más
ridícula del mundo. Metió la mano en su bolsillo y sacó su
cartera.
—No
voy a aceptar tu dinero.
—No
es mí
dinero, es el dinero de la manada—sacó una tarjeta y se la
ofreció—. Es un fondo para cuando la manada necesite algo y, ya
que todos en esta cena son parte de la manada directa o
indirectamente, es un buen momento para utilizarlo.
—¿Un
fondo para la manada? ¿En serio tenemos algo así?—preguntó
mirando la tarjeta con la boca abierta.
—Por
supuesto. No puedo creer que Derek no te haya dado tu propia tarjeta,
me encargaré de eso. Entiendo que no se lo mencione a los demás,
pero tú eres responsable. También puedes utilizarla cuando tengas
que arreglar el jeep después de algún encuentro con una criatura,
lo que creo que sucede bastante a menudo. Quédate esa tarjeta hasta
que te consiga la tuya. El pin es tu cumpleaños.
—Mi
cum- ¿Por qué el pin es mi cumpleaños?
Peter se encogió de hombros y
dejó ambas latas de guisantes en la estantería.
—Mejor
frescos.
Cogió
el carro (el de Stiles), colocando su propia cesta dentro, y echó a
andar por el pasillo. Sin pretenderlo, Stiles acabó haciendo la
compra con Peter, quien le obligaba a olvidarse del precio y a
fijarse en la calidad de los productos. Discutían sobre qué
gelatina debían comprar o qué harina era mejor, como si aquello
fuera lo más normal del mundo. Stiles sentía que había entrado en
un universo paralelo y le costaba sacudirse el aturdimiento de
encima. Terminó comprando más de lo que tenía planeando y Peter le
ayudó a cargarlo todo en el coche antes de subirse a su jeep. Peter
se subió a su jeep.
—¿Qué
estás haciendo?—le preguntó desde detrás del volante.
—Tienes
que hacer mucha comida, creo que te echaré una mano.
—Quieres
envenenar la comida, ¿verdad?—no lo pensaba realmente, pero esto
era sospechoso de todos modos.
—No,
Stiles, no voy a envenenar la comida—respondió como si Stiles
estuviera siendo especialmente denso—. Pero soy un gran cocinero,
si se me permite decirlo, y antes cocinaba a menudo para la manada en
estas reuniones.
—Eres
tan modesto—decidió quedarse con esa parte de la frase porque la
otra estaba demasiado cerca de temas sentimentales para su gusto. No
era habitual oír hablar al lobo de su familia antes del incendio.
Aun así, Stiles atesoraba estas pequeñas perlas de conocimiento
cada vez que se le escapaban a uno de los Hale.
Arrancó el coche y se dirigió
a casa. Cuando llegaron, dejó que Peter cargara la mayor parte de
las bolsas porque, bueno, él era el que tenía la superfuerza y se
había ofrecido. Peter miró sorprendido los adornos de navidad que
llenaban la casa, desde una corona en la puerta, guirnaldas sobre los
cuadros, un gran árbol en una esquina del salón coloridamente
decorado (no como esos pretenciosos árboles de catálogo) y hasta
adornos colgando de las lámparas. Lo único que faltaba era el
muérdago, lo cual era un alivio.
Stiles colocó pegadas en las
puertas de los armarios superiores las recetas que iba a cocinar hoy
(la mayoría las haría al día siguiente para que estuvieran
recientes, como el pavo, pero otras podían estar hechas el día
previo) y preparó los utensilios. Fue sorprendentemente fácil
cocinar junto a Peter, se movían alrededor del otro como si llevaran
años haciéndolo y el lobo le enseñó algunos trucos de cocina que
desconocía. Cocinar siempre era entretenido para él, pero hacerlo
mientras intercambiaba comentarios y sarcasmo con el lobo era aún
mejor.
Para cuando terminaron era ya
tarde y cenaron juntos un poco de cada plato que habían cocinado.
—¿Me
estoy convirtiendo en la mamá de la manada?—preguntó y sonrió
cuando Peter estuvo a punto de atragantarse.
—¿Disculpa?
—Ya
sabes. La persona que cocina y cuida de todos, como una madre—explicó
moviendo el tenedor alrededor.
—No
hay... No, Stiles, no existe la «mamá
de la manada»,
no sé de dónde has sacado eso—respondió suspirando con el mismo
cansancio que cada vez que mencionaba algo sacado de los fanfics que
leía.
—¿Por
qué no? No me molesta ese papel. Me gusta cocinar y siempre me estoy
preocupando por todos.
—¿Incluso
si tú eres el que se mete en más líos?
—Eso
no está probado. Además, ¿quién más podría serlo? Scott
quemaría unos huevos fritos, Derek apenas es capaz de cuidar de sí
mismo y Isaac arrastra demasiados traumas con lo de su padre. Creo
que yo me quedo con ese papel y tú serías el papá.
Uno.
Dos. Tres.
—Quiero
decir, no que tú y yo- No me refiero a eso, solo que tú, bueno, tú
eres el que sabe cosas y- Olvídalo, no existe la mamá de la
manada—se metió una gran cucharada en la boca para dejar de
hablar, sus mejillas de un intenso rojo.
Peter
estaba intentando contener la risa, pero sus hombros temblaban con
ella.
Cuando
terminaron de cenar limpiaron todo y Peter se despidió.
—Vendré
pronto mañana para echarte una mano—se inclinó y rozó la mejilla
contra la suya en un gesto evidente para marcarlo con su olor.
Stiles
estaba tan sorprendido que no pudo decir nada antes de que Peter
saliera y cerrara la puerta tras de sí. Sentía el calor que había
dejado en su mejilla extenderse por todo su rostro.
Dejó
un plato preparado para su padre por si quería cenar cuando llegara
y se metió en la cama, pensando en lo extraño que era sentir casi
reconfortante la presencia de Peter en la cocina, lo fácil que era
hablar con él, lo agradable que eran los breves momentos en que se
tocaban, una mano en su espalda, sus brazos rozándose, sus dedos
tocándose al ir a coger algo. Había sido tan natural. Le sorprendió
esperar con ganas que llegara al día siguiente para continuar.
Al
día siguiente apenas tuvo tiempo de despedirse de su padre antes de
que este saliera de casa para su turno de mañana. El sheriff no
había descansado ni ocho horas, pero quería estar libre para la
cena. Un par de minutos después de que se marchara, llamaron a la
puerta trasera y allí estaba Peter.
—¿Estabas
esperando a que mi padre se fuera?
—No
quería recibir amenazas de muerte ya desde primera hora.
Stiles
lo miró de arriba abajo. Eran las siete y media y el tipo estaba
perfectamente vestido y arreglado como siempre. Stiles bostezó y
pasó una mano por su pelo de almohada mientras se rascaba la barriga
bajo su camiseta de dormir.
—Te
odio. ¿Cómo puedes verte tan bien a estas horas? Eso no es legal—le
dijo sirviéndose una taza de café.
—Vaya,
gracias.
—¿Por
qué?
—Porque
crees que me veo bien.
Desde
luego Stiles tendría que cerrar la boca mientras su filtro
cerebro-boca aún estaba desactivado.
—Eso
no, yo no he... Es demasiado pronto para esto, necesito cafeína—tomó
un largo sorbo a su café cargado de azúcar y se sirvió otra taza.
—Necesitas
un desayuno de verdad. ¿Por qué no vas a ducharte mientras lo
preparo?
—¿Vas
a convertirte en la mamá de la manada?—chocó su hombro contra el
de Peter con una risa adormilada y tardó varios segundos en darse
cuenta de lo que había hecho, su rostro poniéndose rojo y su
corazón acelerándose—. Voy a ducharme.
Escuchó
una suave risa detrás de él, pero no se detuvo.
Tras
el desayuno (y Peter podía hacerle el desayuno siempre que quisiera.
Gracias a dios que no
he dicho eso en voz alta,
su filtro ya estaba en funcionamiento), se pusieron manos a la obra
con el resto de platos para la cena.
Horas más tarde, en el comedor
adornado de arriba abajo para la ocasión y con un villancico de
fondo, la mesa estaba llena de comida y todos estaban sentados a su
alrededor, Noah a la cabeza, Stiles a su izquierda, seguido de Scott
y Isaac, Peter a su derecha (porque sabían que Stiles y él iban a
comenzar discutir entre ellos en cualquier momento y no tenía
sentido que lo hicieran desde la otra punta de la mesa así que
siempre se sentaban así cuando se reunía la manada), seguido de
Derek y Melissa.
Tanto lobos como humanos
devoraron la comida –suerte que había cocinado más de lo que
tenía planeado– mientras la conversación fluía con sorprendente
facilidad tras los primeros minutos. Era divertido ver cómo Melissa
forzaba frases completas por parte de Derek y este no parecía
molesto por ello.
Cuando terminaron los platos
principales, Peter y Stiles recogieron lo que quedaba, dejándolo en
la cocina para meterlo en táperes después, y llevaron los postres
con el café y algún licor (Peter había llevado uno especial
mezclado con acónito para los lobos).
—Hijo,
ha sido una cena fantástica—le dijo su padre con unas palmadas en
el hombro—. No sé cómo te las has arreglado para hacer todo esto.
—Peter
me ha ayudado con todo así que me ha llevado menos tiempo del que
esperaba—respondió sonriente mientras cortaba el pastel de
calabaza y lo repartía—. Aunque creo que el año que viene
empezaré dos días antes. Normalmente quedan sobras para dos o tres
días después de estas cenas, pero apenas habéis dejado suficiente
para mañana.
Scott y Isaac se ruborizaron un
poco, ninguno había esperado comer tanto, pero no habían podido
detenerse. A Stiles realmente no le importaba, se sentía contento de
compartir con todos esta noche y de hacerles feliz con su cocina.
Jamás había pasado una Nochebuena con tanta gente.
Después de servir a todos, dio
un bocado a su porción de pastel y murmuró satisfecho con el
resultado, una suave sonrisa extendiéndose por su rostro acompañada
de recuerdos de su infancia. Se alegró al ver la sonrisa algo
melancólica en el rostro de su padre.
—Está
tan delicioso como el de tu madre—comentó Peter.
Stiles se quedó congelado al
igual que Noah.
—Cómo...
Cómo sabes...—su mano estaba temblando y su voz no quería salir
por el nudo en su garganta.
—¿No
lo recuerdas? ¿Cuando te perdiste en el bosque?—le dijo el lobo
con una expresión casi tierna en el rostro que jamás había visto
en él.
Stiles soltó un sollozo
ahogado, sus ojos humedeciéndose. El lobo. Aquel lobo que lo había
acompañado a casa y que había dormido con él, haciéndole compañía
en uno de los peores días de su vida después de que su madre
ingresara definitivamente en el hospital. Al despertar pensó que no
había sido más que un producto de su imaginación, un amigo
imaginario para ayudarle a pasar esos momentos. Las pesadillas no
desaparecieron, pero el lobo de vez en cuando estaba a su lado en
ellas y nunca volvieron a ser tan terribles.
Se levantó casi volcando la
silla y dio la vuelta a la mesa por detrás de su padre,
prácticamente lanzándose sobre Peter. Rodeó sus hombros con los
brazos, abrazándolo con fuerza, y hundió el rostro en su cuello
sollozando silenciosamente. Las manos de Peter acariciaban su espalda
y sus cabellos consolándolo mientras el resto de invitados
permanecían en silencio.
Cuando fue capaz de
controlarse, se levantó y regresó a su sitio sin una palabra. Se
limpió el rostro con la servilleta y respiró hondo enderezando la
espalda.
—Vale,
suficientes lágrimas por hoy, vamos a terminar de cenar—y siguió
comiendo con decisión su trozo de pastel.
Nadie preguntó nada, aunque
sabía que su padre lo haría cuando estuvieran solos. Lo entendería
en cuanto se lo explicara y habría más lágrimas.
Después de cenar, los
invitados comenzaron a marcharse hasta que solo quedó Noah viendo la
televisión en el salón, permitiéndoles un momento de privacidad a
Peter y a Stiles mientras estos recogían la cocina.
—¿Por
qué no me lo has dicho antes?—le preguntó mientras guardaba las
sobras.
—Tu
olor era diferente en aquel entonces, no supe que eras tú hasta que
vine aquí y para entonces yo ya formaba parte de tus pesadillas.
Stiles se limpió las manos y
dejó el trapo en la encimera con una expresión decidida en el
rostro. Tomó la mano de Peter y lo llevó a su habitación. Se
arrodilló junto a la cama y sacó una caja de debajo. Había varios
objetos dentro, todos valiosos para él, y entre ellos un lobo de
peluche marrón y blanco. Lo cogió con cariño y lo abrazó. Peter
lo observaba sin palabras.
—No
imaginas lo importante que fue aquella noche para mí. Cómo lloré
los días siguientes hasta que mi padre me compró este lobo y cómo
lo abrazaba cada noche hasta quedarme dormido. Lo tenía en mi regazo
cuando mi madre murió—su voz rota era apenas audible incluso para
el hombre lobo y había lágrimas fluyendo silenciosas por sus
mejillas.
—También
fue una noche importante para mí. Fue la primera vez que conseguía
transformarme en lobo, la primera vez que corría libremente en esa
forma—se acercó un paso y otro más hasta que pudo colocar las
manos sobre sus brazos, dejándole saber que estaba ahí si lo
necesitaba.
—Y
tuviste que pasarla con un niño perdido—intentó reír, pero solo
fue un sollozo.
—La
pasé donde tenía que pasarla. Dejé libre a mi lobo, dejé que él
me guiara y me llevó hasta ti. Igual que me sentí atraído hacia ti
esa fatídica noche años después, aun cuando terminé mordiendo a
la persona equivocada—y cuánto se arrepentía de ello, pero al
mismo tiempo sabía que hoy no habría cenado con Stiles y su familia
si le hubiera mordido a él—. Era feliz cuidando de ti.
Stiles apretó con fuerza al
peluche en sus brazos y se dejó caer contra el pecho de Peter, los
brazos de este rodeándolo al momento. Se sentía seguro del mismo
modo que se había sentido aquella noche con el lobo velando su
sueño, su corazón tranquilizándose en más de un sentido, sus
lágrimas cesando y su respiración llenando sus pulmones como se
suponía que debía hacer.
—Voy
a preguntarte algo y si dices que no, no pasará nada, todo seguirá
igual—le dijo Peter con voz suave acariciando sus cabellos.
—Sí—respondió
Stiles sin dudarlo.
—Aún
no sabes qué voy a preguntarte.
—¿Quieres
salir conmigo? ¿Una cita?—replicó sin apartar la cabeza de su
hombro.
Peter
rio y lo estrechó en su abrazo, frotando su rostro contra su cuello
e inspirando no tan disimuladamente en su olor,
calabazacanelatormentalibrosmío.
—Mi
chico listo.
Necesito un Peter en mi vida!! sin la parte psicótica y asesina pero un peter al fin
ResponderEliminarNenenenenne yo quiero un peter completo con todo
EliminarSi no pues que chiste no? UwU
EliminarQue bonita historia!
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