Título: Casa encantada
Fandom: Teen Wolf Pareja: Peter Hale/Stiles Stilinski
Autor: KiraH69
Género: Slash, Yaoi
Clasificación: TP Advertencias: ninguna
Capítulos: 1
Resumen: Stiles quiere visitar casas encantadas. Peter tiene que ir con él.
Peter
estaba sentado en su sofá con el último libro que había adquirido
entre las manos y tan solo la luz de la mesita auxiliar encendida.
Supo que el silencio se acabaría tan pronto como el jeep
aparcó frente al edificio así que colocó una marca entre las
páginas aunque siguió con el libro en las manos. Su atención ya no
estaba en el texto sino en los familiares latidos que se aproximaban.
La puerta se abrió y fue como si una tormenta estallara.
—¡Ya
estoy en casa!—canturreó desde la entrada.
Sus
pasos resonaron en el parqué y el joven se plantó frente a él,
dejando caer una mochila al suelo.
—Quiero
visitar casas encantadas—anunció.
Peter
levantó la mirada por primera vez. Se encontró primero con la
detestable camiseta que había escogido hoy y después con su rostro
emocionado.
—¿Quieres
decir... mansiones abandonadas de las que los niños cuentan
historias para asustarse entre ellos?
—¡No!
Mira, me refiero más a casas habitadas que sufren sucesos
paranormales. Como las de los Warren o ese programa documental donde
dos personas van a casas a investigar qué atormenta a las
familias—explicó moviendo efusivamente sus brazos.
—¿Stiles,
a qué viene esto?—preguntó tentativo. Esto no podía haber salido
de la nada, nunca era así.
—Vale,
puede que mi seminario se cancelara y en su lugar haya hecho una
maratón de los Warren y después haya visto ese programa mientras
buscaba información en internet—confesó mirando al techo y
terminó con una sonrisa culpable.
—Te
das cuenta de que todo eso es ficción, ¿verdad?—le preguntó
incrédulo. No era extraño que Stiles apareciera con absurdas
teorías que, por lo general, acababan siendo ciertas, pero esto era
absolutamente ridículo (aunque era un alivio que por una vez no se
tratara de un monstruo sediento de sangre).
—Claro,
las películas pueden serlo y tal vez el programa ese también, pero
sabemos que los fantasmas existen de verdad.
—No,
no existen—replicó secamente.
—Lo
dice el hombre lobo que fue un fantasma durante semanas—puso los
ojos en blanco como si Peter estuviera siendo particularmente denso.
—No
es lo mismo, no era un fantasma.
—Estabas
muerto y solo Lydia, una banshee, podía verte—le dijo
boquiabierto.
—Era
diferente—agitó una mano desestimándolo.
—Ya,
y tu licantropía es solo un problema de exceso de pelo—replicó
sarcástico—. El caso es que esos sitios existen, he encontrado a
gente pidiendo ayuda—abrió su mochila y sacó unas cuantas hojas,
agitándolas en el aire—y quiero ir a investigarlos. ¿Quién mejor
que nosotros para hacerlo?
—Espera,
¿por qué acabas de incluirme?—al fin cerró el libro y le miró
arqueando una ceja.
—Porque
no dejarías ir solo a un sitio potencialmente peligroso a tu adorado
esposo. ¿Verdad?—respondió con una expresión angelical (o lo
intentó).
—...
—Peteeeer.
Peter
abrió de nuevo el libro y lo ignoró, su tono de súplica infantil
no funcionaba con él. Escuchó un resoplido y vio por el rabillo del
ojo cómo se movía alrededor del sofá hasta su espalda. A
continuación, sintió unos brazos alrededor de su cuello, los dedos
jugando con el pico de su jersey.
—Peteeer.
Y
eso, esa sexy voz en su oído, su cálido aliento y sus labios tan
cerca de su piel... eso era su perdición.
—No
pienso soportar llantinas—le advirtió, pero era demasiado débil
como para surtir efecto.
Así
es como Peter se encontró dos días más tarde en una casa ajena con
una señora de ochenta años que lloraba mientras les contaba que su
marido fallecido acechaba su casa. (No había nada sobrenatural allí,
solo una casa vieja y un maldito mapache habitando en el ático).