Título: Stanislawa
Fandom: Teen Wolf Pareja: Peter Hale x Stiles Stilinski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: TP Advertencias: ninguna
Capítulos: 1
Resumen: Un nuevo vecino llega al apartamento frente a la puerta de Stiles. Está como un tren y puede que Stiles tenga cierto interés, pero lo que no se espera es que llame a su puerta con un ramo de flores.
—Oh,
uh, gracias. Stiles Stilinski—Peter arqueó una ceja al oír su
nombre. Stiles se arregló nerviosa la falda con su mano libre—.
Um, es diminutivo de Stanislawa.
* * * * *
Cuando
Stiles salió de su apartamento, la puerta del vecino de enfrente
estaba abierta y había un par de hombres cargando cajas dentro. El
piso había estado vacío por dos meses y al parecer al fin lo habían
alquilado. Al llegar abajo, vio a uno de los hombres vestido con el
mono de la empresa de mudanzas hablando con otro hombre que señalaba
hacia unas cajas en el camión. Supuso que ese era su nuevo vecino y,
dios, estaba como un tren.
Hombros anchos y musculosos, las mangas de su jersey recogidas hasta
los codos destacando sus fuertes antebrazos, un cuello al que no le
importaría aferrarse como una sanguijuela, una perilla perfectamente
arreglada y un trasero firme en unos pantalones ilegalmente
ajustados. Se veía algo mayor, quizás cerca de los cuarenta (lo
cual no era problema en absoluto para Stiles), pero no podía
apreciar mucho más desde esa distancia, aunque solo con lo que veía
ya sabía que le gustaba.
No se detuvo a saludar o llegaría tarde a clase, ya tendría tiempo.
Le envió durante su hora libre un mensaje a Scott hablándole de su
nuevo vecino. A pesar de estar en puntas opuestas del país, seguían
hablando como si estuvieran en Beacon Hills. Scott le dijo que no
quería detalles (Stiles se los daría de todos modos, él había
tenido que aguantarlo cuando hablaba las maravillas de Allison y
después de Kira).
Regresó a casa por la tarde tras su trabajo en la biblioteca y
estaba demasiado cansado para molestarse en ser amistoso así que
decidió que hablaría con el vecino al día siguiente aprovechando
que era viernes y no tenía clases.
Por la mañana, comenzó su rutina habitual de los fines de semana.
Se dio una ducha y se depiló las piernas. Se puso el sujetador y las
bragas rosa pálido con un lazo en el frente y algo de encaje. Se
plantó frente a su armario y examinó la ropa al lado izquierdo
hasta que se decidió por un vestido de manga corta vaquero abotonado
por delante, casi como una camisa larga hasta la mitad de sus muslos.
Lo complementó con un cinto negro marcando su cintura y unas
bailarinas negras. Regresó al baño y sacó su estuche de
maquillaje. Escogió algo suave, una línea fina y tono cobrizo para
los ojos, rímel ligero, pintalabios rosa cremoso y un rubor suave.
Se adornó con un pequeño colgante plateado de una snitch dorada con
una perla y una pulsera de cuero trenzado. Finalizó todo con una
peluca del mismo tono que su pelo natural que llegaba por debajo de
sus hombros. Se miró en su espejo de cuerpo completo y sonrió
satisfecha con el resultado.
Salió de la habitación para comenzar su día. Desayunó mientras
pensaba en qué podía preparar porque siempre le gustaba cocinar
algún plato especial en fin de semana. Se decidió por una tarta de
manzana, tenía los ingredientes y tal vez había pensado en preparar
dos para darle una a su nuevo vecino como bienvenida cuando fuera a
hablar con él esa tarde.
Llamaron a la puerta cuando apenas había sacado los ingredientes.
Entró en pánico, no podía ser el vecino para saludar, no podía
recibirlo así. Se quitó el delantal y se acercó silenciosamente a
la puerta. Miró por la mirilla y suspiró aliviada al ver que solo
era la cartera con un paquete, probablemente el vestido que había
pedido el fin de semana anterior.
—Buenos
días—saludó con su mejor voz femenina al abrir la puerta.
—Buenos
días, cielo. Otro paquete para ti—le dijo sonriente. Siempre
compraba por Internet así que ya la conocía de tantos paquetes que
le había llevado.
La mujer le entregó el paquete y le hizo firmar en un móvil. En ese
mismo momento, la puerta de enfrente se abrió y su nuevo vecino
salió con una bolsa en la mano. El corazón de Stiles brincó en su
pecho.
Mierda,
mierda, mierda. No sabía qué
hacer, su mano temblaba al final de su firma y el paquete estuvo a
punto de caer de su agarre.
—Gr-gracias—le
dijo a la cartera, mirando nerviosamente de reojo a su vecino, que no
parecía tener intención de pasar de largo. Sus brillantes ojos
azules estaban fijos en ella y, huh, si antes pensaba que era
atractivo, ahora sobrepasaba todo lo que había visto antes.
Retrocedió tan pronto como le devolvió el lápiz a la mujer y
agarró el borde de la puerta. Con una breve mirada a su vecino
asintió con la cabeza a modo de saludo y cerró la puerta cuando
este daba un paso hacia delante, probablemente para hablar con ella.
Fue corriendo hasta la habitación y cerró la puerta como si eso
sirviera para aislarla de la vergüenza que sentía. Con la espalda
contra la puerta, se deslizó hasta el suelo abrazándose al paquete
que aún llevaba consigo. Su respiración era agitada, estaba a punto
de sufrir un ataque de pánico y los pensamientos que pasaban por su
cabeza no ayudaban en absoluto.
Desde luego que esa no era la forma en que pretendía conocer a su
vecino. Aparte de la cartera, de Scott y de su padre, nadie más
conocía este lado de ella (y la cartera pensaba que era una mujer
porque jamás la había recibido con su aspecto de hombre). Nunca
salía a la calle como mujer, tan solo se atrevía a vestirse así en
casa por miedo a que alguien la descubriera, por miedo al qué
dirían, a las burlas, por miedo a demasiadas cosas. ¿Se habría
dado cuenta de que no era realmente una mujer? ¿Había conseguido
engañarlo? Si lo había conseguido, ¿qué iba a hacer ahora? Tenía
la opción de fingir que había dos personas en esa casa porque era
inevitable que se cruzara con él con su aspecto de hombre, pero
seguramente al verlo como hombre se daría cuenta de que eran la
misma persona y, aun si no fuera así, el engaño acabaría
descubriéndose tarde o temprano y eso sería peor. La otra opción
era explicárselo cuando inevitablemente preguntase, pero no estaba
preparado para eso. Una cosa era Scott, que la había visto vestirse
como una niña y maquillarse desde que era pequeña, o su padre, que
estaba predestinado a encontrarla así vestida en algún momento
(había sido una conversación incómoda y extraña y ambos habían
acabado llorando en brazos del otro); pero otra cosa muy distinta era
un hombre del que no sabía nada y por el que ya se sentía atraída.
Sintió alivio al no oír que llamara a la puerta y poco a poco
consiguió tranquilizarse y evitar el ataque de pánico. Esperó
varios minutos antes de levantarse y salir de la habitación. Respiró
hondo y decidió seguir con su día. Abrió el paquete y sacó el
vestido de tirantes que había pedido en preparación para el verano,
azul oscuro con un precioso estampado de flores rosas. Se lo puso
para comprobar que le quedaba bien y lo dejó en el cesto de la ropa
para lavarlo. Regresó a la cocina y ya no sabía si debía hacer una
tarta para su vecino o evitarlo tanto como le fuera posible. Decidió
hacerla de todos modos, si no era para su vecino siempre podría
llevarla a su grupo de estudio.
Cuando las tartas estaban listas y enfriándose, y después de haber
comido, se fue a la habitación. Se cambió de ropa (una falda roja,
un top blanco y una chaqueta gris) y se cambió el pintalabios por
uno rojo, decidiendo que dejaría el resto del maquillaje así por
ahora. Le gustaba hacer al menos tres cambios de ropa al día,
apropiada para cada momento, incluso si no salía a la calle con
ella. Regresó al salón y se puso con el trabajo que tenía que
entregar esa semana para una de sus clases.
Apenas había avanzado media página cuando llamaron a la puerta.
Stiles se quedó petrificada, no había nadie que pudiera llegar sin
avisar y llamar directamente a su puerta, así que tan solo se le
ocurría que pudiera ser una persona. Se acercó lentamente,
intentando no hacer ruido, y, sí, era su vecino al otro lado de la
puerta. Con un ramo de flores.
¿Qué
demonios?
Abrió la puerta sin pensarlo, curiosa por las flores, y no se dio
cuenta de lo que había hecho hasta que el hombre la sonrió. Su
corazón comenzó a acelerarse y no era solo porque un hombre tan
atractivo la estuviera sonriendo, sino porque su intención era
evitarlo en la medida de lo posible.
—Buenas
tardes. Soy Peter Hale, tu nuevo vecino—le dijo entregándole las
flores, un precioso ramo en tonos naranjas y rojos con algún
amarillo y blanco. Tenía varios tipos de flores, de las que tan solo
reconocía los lirios y otras eran parecidas a rosas, pero más
esponjosas (vale, no tenía ni idea de flores, pero podía decir que
era hermoso –y probablemente caro–).
—Oh,
uh, gracias. Stiles Stilinski—Peter arqueó una ceja al oír su
nombre. Stiles se arregló nerviosa la falda con su mano libre—.
Um, es diminutivo de Stanislawa.
—¿Polaca?—preguntó,
esa suave sonrisa en su rostro que no se veía del todo inocente.
—Sí,
por parte de madre, aunque he nacido aquí—no quería hablar más,
era difícil mantener su voz en ese tono y no le gustaba, pero no
podía cerrarle la puerta en la cara después de ese regalo.
—Viajé
hace tiempo por esa parte de Europa, unos lugares preciosos.
Y Stiles no debería de estar ruborizándose porque ese alago no iba
dirigido a ella, pero aun así sus mejillas no parecían estar de
acuerdo.
—Mh-
Sí, um, oh, espera un segundo, he hecho una tarta para ti, dame un
momento—se dio la vuelta y se dirigió a toda prisa a la cocina.
Estaba tan nerviosa. Esto era totalmente nuevo para ella, no solo
presentarse así vestida frente a alguien, sino ser incapaz de
establecer una conversación cuando normalmente no había manera de
callarla. Esos brillantes y penetrantes ojos la impelían a hablar
sin parar, preguntándole sobre él, hablándole sobre ella, pero el
miedo a ser descubierta evitaba que las palabras salieran de su boca.
Dejó el ramo sobre la mesa y cogió una de las tartas. Suspiró
mentalmente aliviada al ver que Peter se había quedado en el pasillo
fuera en lugar de entrar, un vistazo a su salón y se daría cuenta
de que no era realmente una mujer, sus fotos con su padre, Scott y
los demás llenaban paredes y estanterías.
—Espero
que te guste, es de manzana—quizás debería haberle preguntado qué
le gustaba antes de prepararla.
—He
de admitir que cuando la olí al llegar a casa sentí mucha envidia.
No dudo que me gustará si sabe tan bien como huele.
Vale, esto sí que era un alago hacia ella y el rubor se extendía
ahora hacia su cuello. (Y prefería pensar que la insinuación que
había oído allí y que veía en su sonrisa algo más afilada que
antes era solo cosa suya porque no podía ser real). Se dio cuenta de
que no había dicho nada en varios segundos, pero no sabía qué
responder a eso.
—Te
invitaré a tomar algo cuando termine de desempaquetar todo—le dijo
finalmente Peter con un guiño y se dio la vuelta para entrar a su
apartamento.
Stiles cerró la puerta y se quedó paralizada. Eso último sin duda
había sido una insinuación, pero no estaba segura de si era de modo
amistoso o algo más. Realmente no importaba, eso se acabaría en
cuanto descubriera que no era Stanislawa.
Scott intentó animarla, se había percatado de su humor decaído en
su juego semanal de CoD, pero ni siquiera él pudo convencerla de que
todo iría bien. Se aferró a su decisión de evitar a su vecino en
la medida de lo posible y no esperaba volver a verlo en unos cuántos
días ya que estaría ocupado desembalando y organizando la casa. Por
esto mismo, no se lo esperaba cuando el domingo por la tarde llamó a
su puerta.
—Buenas
tardes.
—Ho-hola—Stiles
alisaba nerviosamente su falda, sabiendo que estaría llena de
arrugas después de haber estado sentada tanto rato, mientras que
Peter lucía con confianza su ajustado jersey blanco con un cuello de
pico indecentemente bajo.
—Voy
a preparar la cena, me preguntaba si querrías acompañarme. Para
inaugurar la casa, ya he terminado de ordenarlo todo.
Para
inaugurar la casa, claro.
Debería haber dicho eso en voz alta, pero no era capaz, Peter
parecía seguir quitándole las palabras.
—Um,
sí, claro, me encantaría—se dio una colleja mental, parecía
idiota hablando así y probablemente Peter pensaba lo mismo.
—Pásate
dentro de una hora entonces—le dijo con una sonrisa satisfecha en
el rostro y se dio la vuelta.
Stiles cerró la puerta y comenzó a entrar en pánico. Cogió su
ordenador, lo puso sobre la cama y llamó por Skype a Scott. Sabía
que debía de estar relajándose en casa con Kira, pero esto era una
emergencia.
«¿Stiles?»
—Socorro,
necesito ayuda—le dijo mientras abría el armario.
«Vaaale. ¿Cuál es el problema?», preguntó con un suspiro. Menudo
amigo, ya podría asustarse un poco al menos (aunque quizás estaba
demasiado acostumbrado a estas llamadas).
—Peter
me ha invitado a cenar en su casa. Con él.
«Sí, Stiles, imagino que con él. ¿Cuál es el problema? Te gusta,
¿no? Pues ve».
—¡Scott!—gritó
indignada—. Es... Es Peter,
es un dios esculpido en mármol, no has visto su culo.
«Ni quiero verlo».
—Y
yo soy... yo—continuó ignorándolo. Sacando un vestido tras otro
de su armario—. Ni siquiera sabe que soy, ya sabes. No va a salir
bien, no puedo pasar tanto tiempo con él sin que se dé cuenta, no
puedo estar en una cita con él. No, no, ni siquiera es una cita,
solo una cena. ¿Es una cita? Scott, ¿crees que es una cita o- o que
solo me ha invitado como, ya sabes, para conocer a tu vecina?
«Yo no invito a mis vecinos a comer».
—¿Qué
me pongo? ¿Qué ropa se lleva a una cita? O una no-cita ¿Vestido o
falda? ¡Scott, ayúdame!
«Espera un segundo», Scott se levantó y un momento después Kira
se sentó frente al ordenador. «Creo que esto es cosa de chicas así
que te dejo a Kira».
—Gracias,
Scott, eres un amigo—respondió sarcástico—. ¡Kiraaaa!—la
llamó con un gemido lastimero. Se arrodilló frente a la cama para
que la cámara la enfocara.
«Stiles, vas a ir a tu cita y todo saldrá bien», le aseguró con
esa dulce sonrisa suya.
—Pero
él no sabe que soy-
«Una chica encantadora, divertida e inteligente, pero va a
descubrirlo y le vas a encantar».
Stiles no pudo más que sonreír.
—Te
adoro. ¿Y qué puedo ponerme? ¿Qué se lleva a una primera cita?
Aunque ni siquiera sé si es una cita-
«Claro que es una cita. Usa rojo, sin duda es tu color. A ver qué
vestidos tienes».
Stiles se dio la vuelta y cogió los tres vestidos rojos apropiados
que tenía, uno liso, otro a cuadros y otro a rayas (porque, sí, el
rojo es su color y una cuarta parte de su armario era rojo, en ambos
lados).
«El de rayas», le dijo Kira tras un momento. Era elegante pero
juvenil, con tirantes finos, a rallas negras delgadas entre otras más
anchas rojas, rosas y blancas. Tenía un escote palabra de honor con
relleno en el pecho y no tendría que ponerse sujetador. «Lleva
también los stilettos rojos».
—¡No!
Tenemos la misma altura, no quiero parecer más alta que él, sabes
que eso no le gusta a los hombres.
«¿Y estarías interesada en un hombre al que le importa tu
altura?».
—Ahí
tienes un punto. Pero no los stilettos, no tengo práctica con ellos
y no quiero tropezarme. ¿Servirían estos?—le mostró otros
zapatos rojo mate con un tacón de menos de cuatro centímetros y una
línea negra alrededor del borde.
«De acuerdo, sirven. Y ponte pintauñas rojo», asintió satisfecha.
—¿Y
maquillaje? ¿Pintalabios rojo?
«No, si vas a comer mejor no. Usa un gloss rosa y por lo demás,
bueno, sabes maquillarte mejor que yo. Resalta tus ojos y no podrá
apartar la mirada».
—Oh~
Te adoro—le lanzó un beso—. Ahora, voy a prepararme. Tengo menos
de una hora para la cita. ¡Tengo una cita!
«¡Cuéntamelo todo luego!».
Con algunos minutos de retraso, Stiles llamó a la puerta de su
primera cita. Esperaba que Peter no se molestara por llegar algo
tarde, después de todo había sido él el que la había avisado con
apenas una hora de antelación.
Cuando abrió la puerta, no pareció en absoluto molesto. Estaba
sonriendo, como si no hubiera estado seguro de que aparecería, y su
mirada la recorrió para nada sutilmente casi como si quisiera
devorarla. Stiles se estremeció y sintió calor en su rostro.
—Me
alegra que hayas venido, estás espectacular—le dijo y sonaba
sincero, no un cumplido por obligación.
—Gra-gracias—esta
vez no tuvo que fingir la voz aguda, estaba tan nerviosa que le salió
sola.
Peter se apartó de la puerta para dejarla pasar y una vez dentro
colocó una mano en la parte baja de su espalda para acompañarla
hacia el comedor. Por supuesto que eso no era necesario, pero Stiles
tampoco hizo intento de apartarlo, incluso si se puso tensa. Por
suerte, pronto se distrajo observando el interior de la casa. Todo
estaba ya perfectamente colocado, ni una caja a la vista. En el salón
había un enorme sofá azul oscuro que parecía perfecto para pasar
horas acurrucado frente al televisor (una gran pantalla plana último
modelo) y...
—¡Oh,
dios mío! ¿Cuántos libros tienes?—se apartó de Peter e hizo una
línea directa hacia las estanterías de suelo a techo que recubrían
la mayor parte de las paredes del salón.
Comenzó a examinar los lomos, sus dedos flotando por encima de
ellos. En la estantería en la que estaba había libros de historia,
no solo estadounidense sino de todo el mundo, biografías de
personajes históricos y libros sobre guerras. Cuando pasó a la
siguiente estantería encontró libros sobre mitología de todas
partes del mundo y no pudo evitar que prácticamente un gemido
saliera de su boca. Esto era aún mejor que la biblioteca en la que
trabajaba.
—La
cena se va a enfriar, prometo que después podrás inspeccionar mis
libros todo lo que quieras—le dijo Peter casi al oído, una de sus
manos en su cintura.
—¿A
qué te dedicas? Quiero decir, ¿quién tiene tiempo para leer todo
eso? ¿O están ahí solo de adorno?—preguntó mientras permitía
que la llevara hacia la mesa.
—No
están de adorno. No he leído todos completos, muchos son libros de
referencia, aunque esos la mayoría están en mi despacho.
—Espera,
¿que hay más?
Peter sonrió y Stiles podríatalvezquizás estar un poco enamorada.
Se sentaron a la mesa y Peter sirvió una quiche de verduras con una
ensalada.
—No
sabía si serías vegetariana así que no quise arriesgarme. Debería
haber preguntado de todos modos.
—No
lo soy, no te preocupes. Me gusta la verdura y debería comer mejor
de lo que lo hago así que esto está bien.
—Por
la deliciosa tarta que he devorado diría que sabes cocinar muy bien.
Stiles no pudo contener una sonrisa.
—Sé
cocinar, pero entre las clases y el trabajo apenas tengo tiempo. En
casa cocinaba más porque también lo hacía para mi padre, que
necesita comer saludable para su corazón, pero aquí pillo algo
rápido que no me dé trabajo y la mayor parte del tiempo ni siquiera
como en casa. Tan solo cocino los fines de semana, aunque es algo que
me encanta, siempre hago algo especial.
Presionó los labios cuando se dio cuenta de que había comenzado a
divagar. Estaba tan nerviosa al principio que no lo había creído
posible, pero se estaba relajando por momentos y a Peter no parecía
molestarle.
Pasaron la cena conociéndose, sin apenas un segundo de silencio.
Stiles se sorprendió al descubrir que tenían más en común de lo
que esperaba. Peter había trabajado como historiador en Sudamérica
y ahora acababan de contratarlo como conservador en el museo, por eso
se había mudado. Por su parte, Stiles estudiaba Mitología y ya
había decidido que las estanterías de Peter serían su nueva
biblioteca mientras que Peter le había ofrecido entrada libre al
museo siempre que quisiera. De este modo, comenzaron a hablar y a
discutir de temas como si se conocieran desde hacía meses, con la
cena terminada hacía horas y sentados en el sofá sin apenas haberse
percatado de llegar hasta ahí.
—Ya
es más de la una—comentó Peter de repente con sorpresa y con algo
de remordimiento por no tener más tiempo.
Stiles miró confusa el reloj en la pared.
—Oh.
Mañana tengo clase—a las ocho. Sí, era una de las idiotas que
cogía una clase a las ocho, cuatro días a la semana. Se levantó y
se dirigió a la puerta algo reticente.
—Lo
siento, no quería entretenerte tanto tiempo—Peter le abrió la
puerta y la acompañó los dos pasos hasta la suya.
—No,
no, me ha encantado, no me importa—le aseguró y era cierto, tan
solo tenía conversaciones de este tipo con Lydia y ni siquiera ella
la aguantaba durante tanto tiempo.
—Me
alegro—sonrió y se quedó mirándola con unos ojos intensos. Por
un momento Stiles pensó que iba a besarla. Era el momento ideal y
podía sentir la tensión entre ellos, una fuerza magnética que
prácticamente los atraía. No lo hizo, tan solo acarició su brazo
de una forma aún menos íntima que cualquier gesto que le hubiera
dedicado aquella noche y se apartó—. Buenas noches.
—Buenas
noches—respondió como si estuviera sin aliento. Entró en casa y
cerró la puerta tras de sí.
Casi en automático se fue a la habitación, se quitó la ropa, la
peluca y entró al baño para quitarse el maquillaje. Según las
capas iban desapareciendo, Stiles se alegró de que no le hubiera
besado. No podía iniciar una relación con alguien que no sabía
cómo era, con alguien a quien le ocultaba una parte tan esencial de
sí mismo. Sabía que Peter le odiaría y se sentiría engañado si
seguía adelante sin decírselo y tendría toda la razón, pero no
podía decírselo porque significaría el fin de esto, no más cenas,
no más charlas eternas con alguien capaz de seguir su hilo de
pensamiento, no más gestos íntimos, apenas roces que le hacían
sentir electricidad por todo su cuerpo. Iba a descubrirlo tarde o
temprano cuando se encontrara con él con el género con el que había
nacido, pero quizás pudiera tener otro fin de semana más si tenía
suerte esta semana y conseguía evitarlo.
Ignoró los mensajes de Scott y Kira que encontró en su móvil, se
fue a la cama y pasó horas despierto, su almohada húmeda con
lágrimas, hasta que el cansancio le hizo dormir por apenas tres
horas antes de tener que levantarse.
Llegó a casa al día siguiente más tarde de lo habitual esperando
no encontrarse con Peter y suspiró aliviado cuando cerró la puerta
tras de sí. Ignoró las llamadas y mensajes de Scott, Kira y Lydia
(¿Cuándo le había dado permiso a Scott de hablarle a Lydia sobre
esto? No estaba listo para enfrentarse a ella), diciendo tan solo en
un mensaje que estaba bien cuando comenzaron a preocuparse.
Al día siguiente hizo lo mismo, se marchó a su clase de las ocho y
no regresó hasta ya tarde aunque habría podido llegar mucho antes.
Cuando llegó frente a su puerta, se encontró una bolsa de papel
sobre su felpudo. La miró con el ceño fruncido, pero cogió la
bolsa y se metió en casa antes de que Peter saliera (probablemente
no iba a hacerlo, pero no quería arriesgarse). Abrió la bolsa y se
encontró primero una nota.
»
No quiero molestarte, te dejo esto para que tengas una cena
sana y espero que el libro te sea útil. Que pases una buena semana.
Peter
Miró en el interior de la bolsa y se encontró un táper con algo
que llevaba queso gratinado por encima y otro con ensalada además de
un libro sobre el trabajo que tenía que hacer para la semana
siguiente y que le había mencionado en su cita.
Dolía porque sabía que esto no duraría y porque Peter era atento y
dulce y no dolería tanto perderlo si no lo fuera. Le gustaba, le
gustaba de verdad. Sabía que en poco tiempo podría llegar a
gustarle más incluso de lo que le había gustado Lydia y no creía
que con Peter pudiera llegar a olvidar esos sentimientos y a tener
simplemente una amistad. No podría conformarse con eso. Peter
tampoco lo querría una vez que descubriera que lo había engañado.
No fue capaz de cenar esa noche, pero se llevó los canelones a la
universidad para comer al día siguiente. Estaban deliciosos, Peter
era tan buen cocinero como él.
El jueves llegó a casa algo más temprano porque estaba exhausto de
pasar casi quince horas todos los días fuera de casa. Las puertas
del ascensor se abrieron justo cuando Peter entraba en su
apartamento. Stiles se quedó paralizado, su corazón queriendo
salirse por su boca y un sudor frío rompiendo por su espalda. Sentía
náuseas y no sabía qué hacer. Tal vez esperar a que las puertas se
cerraran y subir a otro piso fingiendo que se había equivocado,
quizás llamar a la puerta de otro vecino fingiendo que los estaba
visitando. La mirada de Peter reconociéndolo no le dejó otro
remedio que avanzar, su cuerpo tenso y sus manos sudando. Si seguía
respirando como lo hacía acabaría desmayándose allí mismo.
De repente, Peter sonrió, la misma sonrisa que le había dedicado
durante su cita, y Stiles lo miró confuso. ¿Quizás no lo había
reconocido?
—Me
alegra que hayas llegado pronto hoy. Iba a prepararte algo de cena,
¿pero te apetecería cenar conmigo? A no ser que prefieras descansar
después de esta semana.
Stiles abrió la boca y la cerró de nuevo. No sabía qué decir.
¿Sabía que era la misma chica con la que había cenado? ¿Y no le
importaba?
—Ah...
S-sí. Cena está bien, solo dame, uh...
—¿Media
hora?—sugirió y Stiles frunció el ceño—. ¿Una hora?—preguntó
levantando una ceja con algo de estupor.
—Sí,
eso... eso está bien, una hora—se dio la vuelta y abrió la puerta
con sus dedos temblando nerviosamente.
Cerró la puerta tras de sí y sacó a toda prisa su móvil. Scott
respondió al cuarto tono y Stiles no podía estar más alterado.
—ScottyScottyScottyScotty.
«Stiles, ¿estás bi-».
—Peter
quiere otra cita conmigo, o cenar, no sé si es una cita, Peter
quiere cenar conmigo, otra vez, y sabe lo que soy, me ha visto como
chico y me ha reconocido, quiero decir, no es que sea tan difícil,
pero parece que no le importa, me ha sonreído y me ha invitado a su
casa, quiere cenar conmigo y el otro día me hizo canelones y me dejó
un libro frente a mi puerta, y no sé si en aquel momento ya sabía
lo que soy o si lo acaba de descubrir ahora, pero si lo acaba de
descubrir, mira, acabo de llegar y me lo he encontrado al salir del
ascensor, y no ha parecido sorprendido y si lo estaba es muy buen
actor, no sé cómo ha podido descubrirlo porque no me lo he cruzado
antes o tal vez es que simplemente no le importa porque no tiene
ninguna intención romántica hacia mí-
«¡¡Stiles!!», gritó Scott y no por primera vez. Stiles había
soltado todo aquello a semejante velocidad y sin detenerse una sola
vez que no sabía cómo podía seguir respirando. «Stiles,
tranquilízate, respira, todo va a estar bien».
—Sí.
Vale—Stiles respiró hondo varias veces y se sentó un segundo
antes de volver a levantarse—. Peter quiere otra cena conmigo y me
lo ha pedido mientras soy chico.
«Te ha pedido cenar otra vez, ¡eso es genial, Stiles! Vas a ir,
¿no?».
—Sí.
Sí, es genial—realmente lo era y ahora una sonrisa se extendía
por sus labios tan grande que era casi dolorosa—. Oh, dios, tengo
que prepararme, solo tengo una hora.
«¿Solo?», preguntó, probablemente con la misma expresión que
había puesto Peter.
—Cállate,
Scott. Te llamo luego.
Lanzó el teléfono sobre la cama y se fue a duchar.
Una hora más tarde llamaba nerviosa a la puerta de Peter,
colocándose inquieta la falda de flores que tal vez era un poco
demasiado corta. Debería haber escogido otra, pero esta le gustaba
mucho y hacía su cintura más estrecha y-
Peter
abrió la puerta con una sonrisa y la miró con los mismos ojos
penetrantes que en su primera cita/cena. Realmente tengo
que saber qué es esto.
—Pasa—le
dijo apartándose de la puerta.
Stiles entró y vio de reojo cómo la mirada de Peter recorría su
cuerpo también por detrás. Sentía sus mejillas calientes, pero ya
era la sensación habitual alrededor de Peter.
—¿Te
gustaron los canelones?—le preguntó, guiándola con una mano en la
base de su espalda incluso si no era necesario.
—Me
encantaron. Me los llevé a la universidad y todos me miraban con
envidia—y había golpeado más de una mano que había intentado
colarse.
—Me
alegro—separó la silla de la mesa para que se sentara y Stiles
sintió un hormigueo en el estómago ante ese gesto—. Me gustaría
cocinar para ti. Quiero decir, de vez en cuando, si te parece
bien—Peter sonaba por primera vez inseguro y Stiles le miró
extrañada, pero Peter cambió de tema antes de que pudiera
responder—. Espero que te guste el pescado, he hecho salmón al
horno.
Peter desapareció en la cocina y regresó poco después con dos
platos en las manos. Pasaron la cena comiendo casi en silencio,
breves comentarios sobre cómo había ido la semana. Stiles no podía
evitar estar tensa y no sabía cómo abordar el tema. Por suerte,
Peter no intentaba forzar la conversación, tal vez percatándose de
su humor.
Cuando terminaron la cena y se sentaron en el sofá llegó a su
límite y ya no pudo contenerse más.
—¿No
te importa?—soltó de la nada, sentada al borde del cojín con las
manos retorciendo nerviosamente el borde de la falda.
—¿Hm?—Peter
la miró sin saber qué le estaba preguntando.
—Que
yo, uh...—señaló con la mano hacia sí misma de arriba abajo—.
¿Cómo lo supiste? No me habías visto como...—se mordió el
labio, ni siquiera quería decirlo porque esa persona no era
realmente ella y en esta forma prefería ignorar su existencia.
—Sí
te había visto, el día que llegué—se acercó un poco más y tomó
una de sus manos entre las suyas. Stiles se relajó casi al momento y
se acomodó en el sofá, su rodilla tocando la de Peter—. Saliste
del edificio mientras estaba hablando con el jefe de la mudanza. No
pude evitar fijarme en ti.
Oh.
Ni siquiera se le había ocurrido que podría haberla visto aquel
día, mucho menos reconocerla con su ropa femenina después de un
rápido vistazo.
—Y
no te importa—no era una pregunta, si estaba allí era porque no le
importaba, pero aún no podía creerlo.
—Si
no ha quedado claro todavía, me gustas, Stiles. Que seas hombre o
mujer o el género con el que te identifiques me es indiferente. Eres
inteligente, divertida, sarcástica y preciosa. Nunca había
disfrutado charlando con alguien tanto como en nuestra cita y espero
poder repetirlo muchas veces.
—Así
que era una cita—¡Sí!
Peter rio y acarició su mejilla con el dorso de los dedos. Stiles
sintió el calor fluir por su cuerpo desde ese punto.
—Sí,
era una cita y esta otra, espero.
Stiles sonrió, un brillante sentimiento palpitando en su pecho.
Peter sonrió en respuesta, sus ojos cálidos y tiernos sobre Stiles.
Fue simplemente natural inclinarse y juntar sus labios, un beso dulce
y lento.
—Tu
también me gustas—le dijo Stiles y Peter volvió a besarla.
Stiles pensó en qué vestido debería ponerse para ir al cine en su
tercera cita con Peter.
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