Título: Olor a pintura bajo la luna llena
Fandom: Loveless Pareja: Original x Kio Kaidou
Autor: KiraH69
Género: Yaoi
Clasificación: +18 Advertencias: lemon
Capítulos: 1
Resumen: Llega un nuevo profesor sustituto a la clase de pintura de Kio.
* * * * *
La
razón por la cual comencé a pintar no era porque tuviera talento o
se me diera bien, tampoco porque me gustara especialmente el arte. Lo
que me atraía era el olor de la pintura. Desde que era un niño y
pintaba con los dedos, he disfrutado del olor de la pintura más que
nada. Llegué a amar tanto ese olor que incluso entré a una
universidad de bellas artes con el único objetivo de poder disfrutar
de él cada día. Sin embargo últimamente me estoy planteando la
opción de dejarlo. Mis trabajos no son buenos, apenas estoy en el
primer curso pero cada vez me cuesta más superar los encargos a
pesar de cuánto me esfuerzo. Realmente no tengo un don para esto, no
quiero perder más tiempo con ello si no voy a conseguir nada.
—
¿Kio, qué es ese trabajo? Se
ve terrible—me dijo mi compañero Minami, un joven moreno de pelo
largo, muy atractivo, poco más alto y casi tan delgado como yo;
mirando el cuadro en el que llevaba tres días trabajando y que ya
era una confusión absoluta de colores y formas indefinidas.
—Lo
sé, ni lo mires, voy a tirarlo después—contesté tapándolo con
una sábana y volviendo al cuadro que acababa de comenzar.
Ese
cuadro solo mostraba el cúmulo de pensamientos que se arremolinaban
en mi cabeza. Me resultaba molesto incluso mirarlo.
—
¿Sabéis? Hoy se presentará el
nuevo profesor, le he visto en la sala de profesores—comentó
Minami para toda la sala en general.
—Ya
era hora de que encontraran a un sustituto, llevamos casi dos semanas
sin clases—se quejó otro.
—
¿Y qué te ha parecido? ¿Es
guapo? ¿No será uno de esos viejos desquiciados, no?—preguntó
una de las chicas que pintaba a mi lado.
—Puede
juzgarlo por sí misma, señorita—una voz grave y algo ronca inundó
la sala.
Todos
los alumnos nos giramos al tiempo y observamos al intruso. Lo primero
que nos llamó la atención fue que era increíblemente alto, quizás
nos sacara una cabeza a todos. Eso se debía a que probablemente no
era japonés. Añado el “probable” únicamente porque su japonés
era impecable, pero por su aspecto sin duda no era nativo. Tenía una
marcada mandíbula y unas facciones muy rectas, con una gran nariz.
Sus ojos azules casi transparentes no eran rasgados y tenían unas
largas pestañas. Sobre ellos sus cejas eran muy pobladas y
grisáceas, y se notaban las arrugas en su entrecejo aunque en ese
momento no estaba fruncido. Su cabello corto estaba peinado hacia
atrás; estaba casi blanco ya por la edad, apenas unos pocos mechones
seguían negros en el frente. Su piel estaba curtida pero apenas
tenía arrugas a excepción de las expresivas. Era un hombre de edad
madura pero no se podía saber muy bien cuántos años tenía, aún
se le veía bastante atractivo. Llevaba puesto un traje marrón que
parecía casi más viejo que él, con una corbata color crema que se
aflojó nada más entrar en la sala. Se le notaba incómodo en
aquella ropa, probablemente tan solo la llevaba para verse bien al
presentarse ante los demás profesores.
—Mi
nombre es André Nozomi, seré vuestro profesor de hoy en adelante—se
presentó con aquella potente voz—. Ya que estamos aquí ¿por qué
no os presentáis mostrándome vuestras obras?
Y
así el profesor Nozomi comenzó a pasar lista, examinando
cuidadosamente los cuadros de cada uno aunque estuvieran inacabados.
No decía ni una sola palabra sobre ellos, solamente los miraba
impasible durante unos minutos hasta que pasaba al siguiente. Todos
se quedaban pensando qué le habría parecido, alguno incluso se
atrevía a preguntárselo a la cara, pero él no hacía ni un solo
comentario.
—Lo
siento profesor, acabo de comenzarlo hoy y no tengo ninguno otro
aquí—le dije cuando llegó a mi lado.
No
recordaba haber tenido que levantar tanto la cabeza para mirar a
alguien a la cara desde que era un niño y no había pegado el
estirón. Además estaba extremadamente perfumado, se podía oler
desde dos metros su loción de afeitado.
—
¿Y ese cuadro de ahí?—preguntó
señalando al que había tapado con una sábana.
—Ah…
um… ese…—realmente no quería mostrárselo, le daría una muy
mala impresión de mi arte.
—Muéstramelo—me
ordenó.
—Sí,
profesor Nozomi—no me quedaba de otra, no podía empezar con mal
pie con el nuevo profesor.
Coloqué
el cuadro sobre un caballete y lo destapé. Ni yo mismo era capaz de
mirarlo, me sentía muy avergonzado por aquel desastre. Sin embargo
el profesor se quedó largo rato mirándolo, vi su ceño fruncirse y
continuó al siguiente estudiante. Como ya había supuesto, no le
gustó lo más mínimo aunque no dijera nada.
Durante
el resto de clase seguimos en la sala de pintura, continuando con
nuestros trabajos bajo la atenta y silenciosa mirada del profesor
Nozomi. Al terminar lo primero que hice fue deshacerme del horrible
cuadro.
Al
día siguiente descubrimos el verdadero aspecto del profesor. Iba
completamente despeinado, como recién levantado; llevaba una camisa
blanca con viejas manchas de pintura mal abrochada y arrugada;
también unos pantalones con un par de remiendos. Ya no olía en
absoluto a loción, por el contrario despedía un fuerte olor a
pintura que se percibía incluso desde la segunda fila de asientos
donde yo estaba.
—Tiene
pinta de obseso por el arte—me comentó Minami por lo bajo.
—Pues
me parece bastante atractivo así—le respondí casi
inconscientemente.
—Qué
gustos más raros tienes Kio—rió y disimuló ante la mirada del
profesor.
Sí,
quizás mis gustos no eran los comunes, pero no podía quitarle los
ojos de encima a aquel hombre. Al principio me había parecido algo
vulgar y anticuado, pero ahora con aquella ropa, el aspecto
descuidado y el penetrante y delicioso olor a pintura resultaban muy
atrayentes. Un maduro pintor bohemio.
Las
clases del profesor Nozomi eran bastante interesantes, era un hombre
serio pero se explicaba muy bien y no se entretenía en cosas sin
importancia. Después, mientras todos pintábamos en la sala, él lo
hacía al mismo tiempo. Su concentración cuando comenzaba a pintar
era increíble, no atendía a nada de lo que sucedía a su alrededor,
los alumnos tenían que agitar su hombro para que les atendiera.
A
última hora de la tarde, sin darme cuenta, me quedé solo en la sala
de pintura con el profesor.
—Profesor
Nozomi, la universidad va a cerrar ya, debería recoger—le dije
mientras guardaba mis pinturas, pero él no pareció escucharme—.
¡Profesor!
—
¿Huh? ¡Oh, Kaidou! Ya es muy
tarde, deberías irte a casa, la universidad va a cerrar—me dijo
apenas mirándome un segundo.
—Sí…
usted también debería—realmente no me había escuchado lo más
mínimo.
—
¿Siempre te quedas hasta tan
tarde?—me preguntó recogiendo sus bártulos.
—Sí,
casi todos los días—respondí sin saber porqué le estaba
esperando.
—Debe
gustarte mucho pintar.
—La
verdad es que no especialmente. Estaría bien haciendo cualquier otra
cosa— ¿Era adecuado decirle algo como eso a mi profesor obseso del
arte?— Pero amo el olor de la pintura, por eso me quedo tanto
tiempo en esta sala.
—Pero
aun así te esfuerzas bastante en los trabajos, he visto tus notas y
son muy buenas—comentó saliendo ya de la sala—. Aunque esperaré
a ver uno de tus cuadros terminado para dar mi opinión.
Según
caminaba tras él por el pasillo, sentía como si el olor de la sala
nos siguiera. Aquel hombre estaba impregnado de él y lo seguí como
hipnotizado sin darme cuenta, observando su amplia espalda.
—
¿Necesitas algo?—me preguntó
al llegar frente a la sala de profesores.
—
¡Ah! N-no… Hasta mañana
profesor—algo avergonzado me marché a toda velocidad.
Cada
día me quedaba hasta tarde en la sala de pintura con el profesor,
pero nunca hubo una sola conversación. Era completamente invisible
para él, se centraba en su cuadro y yo me convertía en un mero
fantasma. Cada vez me resultaba más molesto, quería que se fijara
en mí pero no sabía cómo hacerlo. Me sentía atraído por aquel
hombre pero no era el tipo de persona que se interesaría en un chico
sin talento como yo. Al contrario de mí, Nozomi realmente tenía un
don, su forma de pintar, la vida y la energía que tenían sus
pinturas eran impresionantes y a veces me quedaba embobado mirándolas
y me olvidaba de continuar con lo mío.
—Profesor
Nozomi—un profesor entró en la sala de pintura ya bastante tarde,
cuando solo quedábamos nosotros dos—. ¿Podría venir un momento a
la sala de profesores? Necesito hablar con usted sobre los proyectos
del año. ¡Profesor Nozomi!
Como
siempre Nozomi no le había escuchado, tuvo que acercarse y darle
unas palmadas en el hombro.
—
¡Oh, profesor Yamamoto!
¿Necesita algo?—le preguntó sorprendido por su presencia.
—Sí…
¿Puede venir a la sala de profesores? Tengo que hablar con
usted—contestó algo molesto.
Por
lo que había visto, el profesor Nozomi no parecía caerle muy bien a
la mayoría de los profesores. Nozomi se quitó la bata blanca, por
llamarle algo ya que estaba llena de manchas de pintura, y acompañó
al profesor Yamamoto. Me quedé solo en la sala de pintura. Ya no
tenía que disimular ni mirar por encima de sus anchos hombros para
poder ver su obra. Me acerqué al cuadro que Nozomi llevaba una
semana pintando, me senté en su taburete con su bata en mi regazo y
me quedé largo rato mirando la fantástica obra de arte. Estaba
embelesado, me sentía en una nube observando los cálidos colores,
con el olor a pintura rodeándome. No entendía porqué mi cuerpo
comenzaba a vibrar de ese modo cuando ni siquiera estaba siendo
tocado por nadie. Acerqué la bata impregnada del hipnótico aroma a
mi nariz y me hundí profundamente en ella. Sin darme cuenta, llevé
la mano a mis pantalones y comencé a frotar mi erección. No tardé
en desabrochar la cremallera y masturbarme duramente, sin quitarle
los ojos de encima al cuadro de Nozomi, aunque en realidad en mi
cabeza su rostro se estaba mezclando con los vivos colores. Y
pensando en él me corrí sacudiéndome sobre el taburete.
—Ah…
Esto es demasiado sucio…—murmuré mirando el semen sobre mis
dedos.
Dejé
la bata sobre el taburete donde la había encontrado y me lavé las
manos en el fregadero. En ese momento Nozomi regresó a la sala y me
sobresalté, esperaba que no hubiera visto lo que acaba de hacer. No
dijo nada, se puso su bata y siguió pintando sin prestarme atención
como siempre, así que supuse que estaba salvo. Me sentía tan
avergonzado por lo que acababa de hacer que era incapaz de mirarle a
los ojos, recogí mis cosas y me marché antes de lo habitual.
A
pesar de lo que había hecho y lo raro que me sentía en presencia
del profesor Nozomi, los días continuaron de forma normal. Su trato
hacia mí no cambió en absoluto, seguía siendo el mismo que hacia
cualquier otro estudiante. Tampoco tenía porqué cambiar, al fin y
al cabo Nozomi no sabía cuáles eran los sentimientos que estaban
naciendo en mi interior por él.
Un
par de días después de mi sucio acto terminé al fin el cuadro en
el que trabajaba y no pude contener el deseo de mostrárselo al
profesor. Cuando logré llamar su atención, sin atreverme a tocarle,
Nozomi se quedó un rato mirando el cuadro con el rostro totalmente
inexpresivo.
—Técnicamente
correcto—dijo al fin con voz monótona.
Se
dio la vuelta y regresó a su trabajo sin comentar nada más.
—
¿C-cómo que técnicamente
correcto? ¿Eso es todo? ¿No va a decir nada más?—eso realmente
me molestó, me había esforzado mucho en ese cuadro y ni siquiera
era capaz de decirme si le gustaba o no.
—
¿Quieres saber sinceramente lo
que me parece?—se giró y se quedó mirándome con su ceño
fruncido desde su exagerada altura.
Tragué
saliva y di un paso hacia atrás, Nozomi me imponía demasiado.
—S-sí…
quiero saber—respondí algo receloso.
—Es
técnicamente correcto pero no vale nada. No tiene fuerza, no tiene
energía, no tiene sentimientos, está muerto. Tus notas son buenas
únicamente porque tus cuadros son técnicamente correctos pero no
hay nada de arte en ellos—fue tan tajante y serio que me quedé sin
palabras, completamente sorprendido. Nozomi se dio la vuelta y
regresó a su cuadro—. El otro era mucho mejor.
—
¿Huh? ¿El otro? ¿Qué…
otro?—no fui capaz de hacer que me respondiera.
Me
quedé mirando mi cuadro, con un profundo dolor en mi pecho. Muchos
me habían dicho que mis cuadros no tenían vida pero nunca me había
afectado de tal modo. Mis piernas temblaban, sentía ganas incluso de
ponerme a llorar. Agarré un bote de pintura blanca y lo lancé con
rabia sobre el cuadro, limpiando la basura que había creado.
—
¡Kio espera! ¿¡Qué estás
haciendo!?—Minami agarró mi brazo para evitar que pudiera seguir
cubriendo el cuadro con una brocha—. No es tan malo, es mucho mejor
que alguno de los míos.
—No
digas chorradas, tus cuadros tienen mucha energía. Pero como ha
dicho el profesor Nozomi, esto no vale nada. Es un desperdicio
manchar un lienzo con él—las palabras apenas salían de mi boca.
Dejé
la brocha y me fui de la sala, sintiendo que me estaba ahogando en
aquel lugar, hundiéndome bajo las miradas de todos salvo del único
que me interesaba. No me detuve hasta salir de la universidad y seguí
caminando para intentar dejar en blanco mi mente. Pero no era fácil,
no podía sacarme de la cabeza las palabras de Nozomi, escuchaba una
y otra vez su voz resonando en mis oídos. Definitivamente le
desagradaba, probablemente aquel hombre juzgaba a las personas por su
arte, si era así para él estaba muerto.
Cuando
me di cuenta ya estaba oscureciendo. No sabía a donde ir, no quería
regresar a casa y tampoco estaba de humor para relacionarme con
nadie. Al final terminé regresando al único lugar que me gustaba.
Me quedé un momento frente a la puerta de la sala de pintura, dudé
en entrar porque Nozomi estaría allí, pero entonces pensé que no
importaría porque no me prestaría atención alguna.
Abrí
la puerta y para mi sorpresa no estaba allí. Su bata estaba sobre el
taburete y sus pinturas listas para usar pero la sala estaba vacía.
Probablemente acabara de salir para algo. Me acerqué a su lugar,
había comenzado un nuevo cuadro pero ya se sentía tan intenso que
mi pecho latía con fuerza. Me puse su bata, que me quedaba muy
grande, y me senté de nuevo en su taburete. Miraba con ojos
empañados en lágrimas aquella pintura. ¿Por qué era incapaz de
contener mis sentimientos en aquel lugar? Envuelto en su aroma, mi
respiración se volvió más pesada y el calor de mi cuerpo aumentaba
a cada segundo. ¿Cómo podía excitarme de ese modo en aquella
situación, después del dolor que me había hecho sentir con unas
simples palabras? Pero aun así todo mi cuerpo seguía agitándose
más de lo normal, hasta que me corrí hundiendo mi rostro en la bata
de Nozomi. Cuando me calmé y observé de nuevo el cuadro, mi corazón
casi se para. Lo había manchado con mi simiente, un gran chorro
había ido a dar a la parte baja.
—
¡M-m-mierda! ¿¡Q-qué
hago!?—entré en pánico, aquello era lo peor de lo peor.
—No
te preocupes, puede limpiarse, o lo comenzaré de nuevo—su voz
grave sonó a mis espaldas.
Del
susto me revolví sobre el taburete y caí al suelo con un gran
estruendo.
—P-p-profesor…
N-nozomi…—mi mandíbula temblaba y hacía vibrar mi voz.
Estaba
tan sorprendido que no sabía cómo reaccionar y hasta mis lágrimas
se habían escondido. Nozomi me miraba arrugando el gesto y se acercó
a mí hasta quedar a mi lado. ¿Qué estaría pensando de mí en
aquel momento? Probablemente sintiera un profundo asco como sentía
yo mismo.
—Si
la primera vez te pareció sucio, ¿por qué lo has repetido,
Kaidou?—me preguntó mirándome con sus fríos ojos.
—
¿Me… me vio?
No
podía ser… ¿Por qué? ¿Por qué no dijo nada si me vio?
—No
es muy prudente hacer algo como eso en un lugar donde puede aparecer
alguien en cualquier momento. Solo se hace algo así si quieres que
te pillen—su expresión era tan severa que se sentía como
puñaladas en mi pecho.
—Y-yo…
no…—arrodillado con la cabeza baja, apretaba con mis manos la
bata que todavía llevaba puesta.
Me
sentía mareado, afligido por la culpa, a punto de colapsar. Mis
lágrimas mojaban el suelo junto a los fluidos de mi sexo.
—Si
plasmaras toda esa pasión en tus cuadros nadie podría superarte.
Como el primero que me mostraste, un cúmulo de sentimientos
abrumadores—me agarró por el cuello de la bata como si fuera un
gato y me levantó dejándome de puntillas—. Kaidou, vamos a pintar
un cuadro.
—
¿Eh? ¿Qué-?
No
sé cómo llegué a aquello pero de pronto me encontré sentado en el
taburete frente a un lienzo en blanco, con las pinturas a mi lado y
completamente desnudo. Mi espalda se apoyaba contra el pecho del
profesor Nozomi, sentía los botones de su camisa y la hebilla de su
cinturón contra mi columna. Sus manos reposaban ligeramente sobre
mis caderas y su aliento acariciaba mi oreja llena de piercings
provocando escalofríos por todo mi cuerpo.
—Comencemos,
pinta un cuadro con todo lo que sientas—me susurró, rozando mi
oreja con sus labios.
—Pe-pero
no… no puedo concentrarme…—mi respiración era agitada, mi
lengua temblaba al pronunciar las palabras.
—No
necesitas concentrarte. Solo plasma todo lo que sientes, toda la
excitación de tu cuerpo en el cuadro. Coge el pincel o usa tus dedos
o tus manos, no importa. No pienses, solo déjate llevar—cogió mi
mano y la llevó hasta los pinceles—. Vamos, muéstrame tus
sentimientos hacia mí y entonces podré corresponderlos.
Fueron
aquellas palabras las que me convencieron. Cogí el primer pincel que
pillé y lo unté en pintura amarilla. Apenas comenzaba a plasmar en
el cuadro una temblorosa línea en la parte inferior, cuando la
lengua del profesor Nozomi recorrió mi cuello hasta mi oreja. Al
tiempo que suspiraba, descendí el pincel hasta el borde del cuadro
en una larga línea curva sin siquiera mirar.
—Eso
es… continúa—me dijo con una suave risa.
Sus
labios besaron mi cuello, mis hombros, mi espalda, con dulzura y
suavidad. Incapaz de pensar qué hacer simplemente dibujaba una línea
tras otra casi en el mismo lugar. Me había conseguido relajar,
dejándome en una nube, solo quería centrarme en aquella anhelada
sensación. Las manos del profesor fueron hasta mi pecho y lo
masajearon con gentileza, frotando y pellizcando mis pezones. Las
líneas se volvieron más gruesas, más profundas y más largas; el
color naranja comenzaba a dominar el cuadro.
—Ya
entiendes lo que es plasmar tus sentimientos. Ahora continúa
mostrándomelos—sus dientes mordieron mi cuello y de mi boca escapó
un intenso gemido.
Mis
dedos temblaron y el pincel cayó al suelo. No importaba que cogiera
otro, no podía sostenerlo más. Unté mis propios dedos en pintura
roja y naranja y comencé a deslizarlos por el lienzo de arriba a
abajo, cubriendo incluso los otros trazos que ya había dibujado.
Mientras mi cuello se cubría de marcas de besos, las manos del
profesor Nozomi acariciaron mis muslos y después mi erección ya
húmeda. Escuché la cremallera de su pantalón bajarse y sentí su
miembro duro contra mi espalda; al parecer estaba tan excitado como
yo y me sentí feliz por ello. Las líneas curvas llenaban la mitad
inferior del cuadro y cada vez más alto. Los dedos del profesor
llegaron hasta mi trasero y comenzaron a acariciar por encima mi
entrada. Todo mi cuerpo se agitó, me puse en pie apoyándome contra
el cuadro y el taburete cayó al suelo.
—No
te detengas, sigue pintando—me rodeó con un brazo por el vientre,
separándome del lienzo.
Mis
dedos, empapados en pintura, se movieron sobre el lienzo, marcando
anchas y profundas líneas en ambos laterales al tiempo que el
profesor introducía un dedo en mi interior. Su aliento recorrió mi
espalda, sus labios parecían besar cada centímetro de mi piel. Otro
dedo entró en mí, me abría lentamente pero no podía esperar más,
el deseo ardía en mis entrañas y se mostraba en el cuadro dominado
por el rojo.
—Pro-profe…sor…
deprisa… métala… fólleme ya…—le supliqué apenas pudiendo
respirar, con mis piernas temblando a punto de caerme.
—Bien,
esos sentimientos son fantásticos, no dejes de pintarlos—me dijo
lamiendo mi oreja y todos los pendientes.
Sacó
sus dedos y pronto fueron sustituidos por su miembro. Tan grande, tan
duro y tan caliente… por un momento creí que me volvía loco al
sentirme invadido. Era imposible, no podía entrar, iba a romperme.
Eso fue lo que pensé y lo que tiñó de negro los bordes inferiores
del cuadro, pero pronto estuve completamente lleno con su verga. Mis
manos, empapadas en pintura, se movieron sobre la parte superior del
lienzo, la única que quedaba en blanco, al mismo ritmo que las
embestidas del profesor Nozomi. Cada vez más rápido, más agitado,
las pinceladas de mis manos recubrían el lienzo como las estocadas
del profesor arremetían en mi interior. Mi mente se nublaba, estaba
aturdido, sentía que el suelo desaparecía bajo mis pies y el
maravilloso olor a pintura abrumaba cada fibra de mi ser. Frotando mi
miembro contra el lienzo, acabé corriéndome sobre él, sintiendo
también el cálido semen del profesor derramarse dentro de mí.
—Pro…
fesor…—jadeé, dejándome sostener por él.
—Lo
has hecho bien, Kaidou. Un buen cuadro—levantó mi rostro con su
mano y me dio un profundo beso.
Cuando
nuestros labios se separaron observé sus ojos fríos como el hielo.
Sentía que perforaban mi alma, viendo hasta mis más ocultos
sentimientos y a pesar de lo que habíamos hecho lo seguía sintiendo
distante. ¿Me estaba viendo de verdad? Cogí la mano del profesor,
ya que las mías estaban recubiertas de rojo, y unté sus dedos en
pintura azul, tan clara como sus ojos. Pinté con ellos un círculo
en la parte superior del cuadro. Una gran luna fría, solitaria en el
cielo ardiente.
—Vamos,
van a cerrar pronto, tienes que limpiarte—me dijo llevándome hasta
el lavabo.
Mis
manos, mi pecho, mi rostro e incluso mi miembro estaban cubiertos de
pintura roja. Mientras frotaba mi pecho con la esponja, el profesor
Nozomi recogía las cosas y se marchaba sin volver a mirarme. ¿Qué
había sido aquello? ¿Volvía a ser invisible para él después de
todo lo que acabábamos de hacer?
Al
día siguiente, durante la clase, el comportamiento del profesor
Nozomi fue el mismo de siempre, ni me miró ni me habló. Parecía
que todo lo que había pasado la tarde anterior había sido tan solo
un sueño, pero las marcas en mi cuello, que había cubierto con
maquillaje, me aseguraban todo lo contrario. Era frustrante, todas
las palabras que me había susurrado solo habían servido para pintar
un cuadro y ya no valían nada. Lo busqué, el cuadro que había
pintado con pura pasión, quería ver otra prueba de aquel arrebato
de locura pero no lo encontré por ninguna parte. ¿Dónde demonios
se había metido? Me cabreé cada vez más, era incapaz de ver los
lienzos a medio pintar de los demás, el mío propio completamente
blanco. Me parecía un pozo sin fin en el que me hundiría si me
quedaba mirándolo. Sin dar explicaciones a nadie, salí de la sala
de pintura y me fui a casa para darme una larga ducha y así quitarme
de encima el olor a pintura que me evocaba cada segundo del día
anterior.
—Minami…
¿Puedes venir a mi casa a beber?—cuando las clases terminaron,
llamé por teléfono a mi amigo con la esperanza de tener a alguien
con quien consolarme.
—
¿Huh? ¿Hoy? Pero si mañana
hay clase—respondió extrañado.
—Lo
sé, pero… lo necesito… de verdad lo necesito—le supliqué
esperando no tener que ir a emborracharme con cualquier desconocido.
—Está
bien, de acuerdo. Tranquilo, voy enseguida—esperaba no haberle
preocupado demasiado, tampoco era de vida o muerte.
Al
poco rato Minami llegó a mi casa y nada más entrar por la puerta me
dio un sorpresivo y largo abrazo.
—No
sé qué es lo que te ha pasado, pero te ves muy mal—me dijo
sincero como siempre.
—Bebamos
y te contaré. Supongo que tú no te irás de la lengua, ¿cierto?
—Puedes
confiar en mí, ya lo sabes.
Nos
sentamos en el sofá y abrimos un par de cervezas.
—
¿Y bien, qué es lo que te ha
sucedido? ¿Tiene algo que ver nuestro nuevo profesor?—me preguntó.
—
¿¡Có-cómo lo
sabes!?—pregunté sorprendido.
—Eres
bastante evidente ¿sabes? No le quitas el ojo de encima y te afectó
demasiado lo que te dijo ayer de tu cuadro.
Y
yo que pensaba que sabía disimular. Eché un largo trago de cerveza
y me incliné hacia delante ocultando el rostro entre mis manos.
—Anoche
tuve sexo con el profesor Nozomi. Fue increíble y pensé que por fin
me veía pero… ni siquiera me dijo una palabra después de hacerlo,
no me volvió a mirar. Y ya has visto que su comportamiento hoy ha
sido como el de siempre—le expliqué sintiendo como un puñal cada
palabra que decía.
—Y
crees que para él pudo haber sido solo un rato de sexo—así era
pero ¿tenía que decirlo de ese modo?
—Quizás
no fuera solo sexo, probablemente lo hiciera más por el cuadro. Como
ya sabíamos, es un loco del arte.
—
¿Qué cuadro?
—Um…
Me hizo pintar un cuadro mientras follábamos. No le gustó mi otro
cuadro porque no tenía sentimientos, así que supongo que pensó que
si pintaba excitado podría poner mis sentimientos en el cuadro—le
expliqué, reproduciendo una y otra vez en mi cabeza aquellas
abrumadoras sensaciones.
—
¿Y lo conseguiste? ¿Pusiste
tus sentimientos en el cuadro?
—
¿Es eso lo que te importa?-la
verdad es que no quería admitirlo.
—Tengo
curiosidad. Me gustaría ver ese cuadro pintado durante el sexo.
Sería como ver tu alma. ¿Me lo muestras?—me pidió rodeando mis
hombros con su brazo.
—No
sé dónde está. Anoche, cuando me fui, lo dejé allí y esta mañana
ya no estaba. De todos modos eso me importa más bien poco. Pero lo
que él me dijo…
—
¿Qué te dijo?
—Me
dijo que si le mostraba mis sentimientos podría corresponderlos.
¡Mentiroso! Solo me estaba manipulando—abrí mi segunda cerveza y
bebí la mitad de un trago.
—Bueno,
no le conozco mucho y siendo un pirado del arte nunca se sabe lo que
puede estar pensando, así que creo que lo mejor sería que se lo
preguntaras directamente a él. ¿No crees que sea mejor saberlo
cuanto antes? Puede que solo te haya usado pero quizás también
sienta algo por ti. Ya sabes que este tipo de artista estrafalario no
siempre muestra sus sentimientos tan fácilmente como nosotros, la
gente corriente.
—No
necesito preguntarle nada, su comportamiento después de follarme me
lo dejó todo muy claro. Ahora solo quiero olvidar todo lo que pasó
y deshacerme de estos sentimientos—otro trago más y la cerveza
quedó vacía—. Minami… ¿me consolarías?
Rodeé
su cuello con mis brazos y acerqué mi rostro al suyo, suplicando por
cariño.
—Para
eso estoy aquí—respondió sonriente.
Nuestras
lenguas se acariciaron y nos besamos dulcemente, jugueteando en la
boca del otro. Deslicé mi mano por su pecho, desabrochando su
camisa, mientras Minami levantaba mi camiseta. Al sacármela por la
cabeza aprovechó para inclinarse sobre mi pecho y comenzó a besar
mi pecho y frotar mis pezones que se pusieron duros rápidamente.
—Oye
Minami, ¿puedo metértela yo hoy?—le pregunté suspirando.
—Claro,
podemos hacerlo como quieras—contestó sonriente, succionando uno
de mis pezones.
—Nn…
Gracias Minami—apenas comenzábamos pero ya casi no podía contener
los gemidos.
Minami
era un gran experto con su boca y conocía bastante bien mi cuerpo de
tantas veces que nos habíamos acostado. Enredé mis dedos en sus
sedosos cabellos mientras su boca bajaba poco a poco por mi pecho
hasta llegar al pantalón y desabrochar la cremallera con sus
dientes.
—
¡Waah, es fantástico! Te pones
tan duro solo con unos besos—se relamió los labios observando mi
erección como si fuera a degustar un delicioso manjar.
—No
sé de qué te sorprendes tanto, eres demasiado bueno
besando—contesté algo avergonzado.
—No
me eches la culpa a mí, tú eres demasiado excitable—rio
observando mi rostro sonrojado—. Mira, está palpitando, pidiendo
mi atención.
Besó
la punta de mi miembro y lo lamió de abajo arriba. Lo acarició con
la punta de sus dedos, presionándolo suavemente, y se lo metió en
la boca hasta el fondo de su garganta. Se sintió tan bien ser
envuelto por aquel cálido hueco y ser acariciado por su lengua, que
todo mi cuerpo se estremeció y solté un profundo gemido, moviendo
mis caderas inconscientemente hacia él.
—Es-…
espera Minami. No quiero correrme todavía, primero quiero entrar en
ti—le dije sintiendo que a ese ritmo no tardaría en eyacular.
—Conociéndote
podrías correrte ahora y tener energía de sobra para hacerlo dentro
de mí un par de veces más. Pero está bien, ya que estoy aquí para
consolarte… serviré a sus deseos, mi amo—me dijo divertido.
Dejó
tranquilo mi miembro que ya goteaba y se quitó los pantalones y
calzoncillos sensualmente delante de mí. Observé su verga erecta y
me sentí aún más excitado.
—Seré
yo el sensible, pero tú bien duro que estás—observando embelesado
su atractivo cuerpo, lamía mis dedos recubriéndolos con saliva.
—No
puedo evitarlo, sabes que me excito cuando la chupo.
—No
es ningún problema, ahora deja que te prepare—estaba muy ansioso y
apenas podía esperar.
Agarrándole
de un brazo le tumbé en el sofá y abrí sus piernas. Me incliné
sobre él y lamí su entrada, abriéndola con mis dedos para meter la
lengua dentro.
—
¡Ah! ¡Kio! No lo hagas con tu
lengua o me correré enseguida, es demasiado bueno—gemía con todo
su cuerpo estremeciéndose.
Agarraba
mis cabellos para intentar apartar mi cabeza, pero el placer no le
dejaba fuerza suficiente. Sin retirar mi lengua, metí uno de mis
dedos cubierto de saliva en su interior y lo moví en círculos para
abrirle poco a poco. Pero me costaba soportarlo, estaba ansioso por
entrar en él y la sangre se acumulaba en mis partes bajas.
—Suficiente…
Nn… No necesito más, métela ya—me pidió, levantando sus
piernas con las manos.
—De
acuerdo, pero no te quejes a mí si luego no te puedes sentar—yo
estaba tan aliviado como él de poder continuar.
Cogí
un condón del pantalón de Minami, me lo puse y lo mojé con mi
saliva para lubricarlo. Me incorporé, sujetando sus muslos, y froté
la punta de mi miembro contra su entrada antes de meterlo lentamente.
—
¡Oh! Kio… qué duro está…
qué caliente…—jadeaba Minami, aferrándose a los cojines del
sofá.
—Tú
también estás caliente… Uhn… Y muy apretado… casi no puedo
moverme—su interior era tan estrecho que sentía aprisionado mi
falo y apenas lograba entrar.
—Está
bien… hazlo a la fuerza… ¡Mm! No te preocupes… por mí—su
rostro sonrojado y excitado se veía realmente sexy enmarcado en los
cabellos oscuros.
No
podía hacer lo que me pedía, no quería causarle más dolor del
necesario. Me incliné sobre su pecho y le besé desde el cuello
hasta los pezones rosáceos, acariciando al tiempo su erección,
esperando que así pudiera relajarse. Poco a poco sus paredes me
abrieron paso, hasta que pude meter dentro todo mi miembro. Los
movimientos de mis caderas comenzaron lentos, pero era tal la
excitación de ambos que pronto la velocidad se volvió salvaje.
—Kio…
Kio… Frota mi polla… ¡Ah…! Voy a correrme—me pidió,
rodeando mi cuello con sus brazos.
—Yo
también… Hagámoslo juntos…—suspiré, ardiendo hasta la
médula.
Masturbé
a Minami duramente entre tanto que mis estocadas agobiaban su
interior. En seguida Minami se corrió sobre mi mano y su interior se
apretó, provocando que yo también me corriera. Jadeando y con
nuestros cuerpos todavía temblando, me quedé tumbado sobre él,
apoyando la cabeza en su pecho, hasta calmarnos. Minami me abrazó
con las fuerzas que le quedaban y jugueteó con mis cabellos como
tanto le gustaba.
—Ey,
¿no vas a sacarla?—me preguntó con una suave voz.
—
¿Te molesta?—pregunté sin
moverme.
—No,
en absoluto. Pero se está poniendo dura de nuevo, ¿tienes energía
para otra ronda?—podía sentir contra mi vientre que la suya estaba
también reaccionando.
—Quizás…
pero debería cambiarme de condón, este va a reventar—aunque era
molesto tener que salir de su interior en ese momento.
—Pues
que reviente, no te perdonaré si la sacas ahora.
Un
rato después estábamos tumbados en mi cama, descansando.
—Creo
que voy a dejar las clases—comenté de la nada.
—
¿Por el profesor?—preguntó
girándose hacia mí.
—No,
no solo por él. Desde el principio no estaba seguro de dedicarme a
esto. No tengo un don para la pintura, ni siquiera me atrae el arte.
Solamente comencé con esto por…
—El
olor a pintura—terminó la frase en mi lugar—. Lo sé, sé cuánto
lo amas.
—Así
es. Esa era la única razón y ahora ni siquiera existe. Ese olor
solo me recuerda una y otra vez lo que hice con el profesor. Es
deprimente, no quiero percibirlo de nuevo.
—Bueno…—se
hizo un pequeño silencio—. Realmente no puedo decirte si debes o
no continuar. Es una decisión que debes tomar tú, pero espero que
lo pienses bien y dejes de lado el tema del profesor. Esto tiene que
ver con tu futuro, no solo con tu presente.
—Podría
echar a perder una gran carrera o… perder unos cuántos años de mi
vida estudiando algo para lo que no valgo.
Ambas
cosas sonaban demasiado mal, ¿cómo podría escoger entre ellas?
—
¿Qué estudiarías si lo
dejaras?
—No
sé… literatura quizás, eso se me da bien—aunque nada me atraía
especialmente.
—Juju,
no te veo tras un libro—rió, llevándose los brazos tras la
cabeza.
—Ya…
ni yo.
Decidí
dejar de ir a clases durante unos días para poder pensar claramente
en mi futuro. Aquello no era solo a causa del profesor, él solo fue
la chispa que iluminó la duda que permanecía en mi cabeza. No
estaba dotado para la pintura. Como el propio Nozomi había dicho,
mis cuadros no tenían vida. ¿De qué servía estudiar arte si mis
cuadros jamás podrían venderse, si a nadie llegarían a gustarle?
Pero tampoco sabía a qué otra cosa podría dedicarme, no había
nada que me atrajera especialmente.
Y
esto fue lo que sucedió en la universidad (según Minami) una semana
más tarde.
Era
por la tarde, apenas quedaba el profesor y tres alumnos más en la
sala de pintura. El profesor Nozomi estaba concentrado en su cuadro.
Llevaba ya bastante rato sin mover su pincel, simplemente observando
fijamente el cuadro. Entonces se dio la vuelta y comenzó a buscar a
su alrededor.
—
¿Dónde está Kaidou?—preguntó
a los demás.
—Profesor
Nozomi…—Minami se acercó a él y le miró con no muy buena
cara—. Hace ya una semana que Kio no viene a clase, está pensando
en dejar la universidad.
—
¿Dejarlo? ¿Por qué iba a
hacer eso?—parecía que realmente estaba extrañado.
—Bueno…
no cree que tenga un don para la pintura. Sus cuadros, como usted
dijo, no tienen vida y realmente nunca le ha interesado el arte. De
todos modos creo que esto se lo debería preguntar a él, todavía no
sé cuál ha sido su decisión o si la ha tomado ya—contestó
regresando a su trabajo.
—Llámale,
que venga ahora mismo—le ordenó, agarrándole del brazo.
—No
sé porqué iba a hacer eso. No creo que Kio quiera verlo cuando
usted ha sido la causa de todo esto—Minami estaba realmente
cabreado con él.
—Deja
esas estupideces, quiero verlo—le dijo con un rostro aterrador.
—No
voy a permitir que haga más daño a mi amigo, olvídese de él y
búsquese otro juguete para follar—le gruñó lo suficientemente
bajo como para que los demás estudiantes no escucharan.
Después
de aquello, el profesor dejó la sala sin tan siquiera recoger sus
cosas. Minami trató de llamarme para avisarme de aquello, pero en
aquel momento yo estaba algo ocupado con mis propias cosas y había
apagado mi teléfono móvil.
El
sonido de la música hacía de aquel lugar un sitio imposible para
hablar, pero tampoco se iba allí para eso. Las luces multicolores
del bar no lo iluminaban precisamente bien y los hombres parecían
más atractivos de lo que en realidad eran. Aunque eso también podía
ser debido al suministro continuo de alcohol.
De
entre todos los hombres que llenaban el bar, me percaté de la mirada
seductora de un joven de pelo negro y en punta, con una ajustada
camiseta sin mangas. Mantuvimos alrededor de un cuarto de hora aquel
flirteo, hasta que el chico se decidió y se separó de sus amigos
para acercarse a mí con aire arrogante, cosa que le permitía su
atractivo.
—
¿Eres habitual aquí?—me
preguntó, apoyándose en la barra.
—Solo
vengo cuando busco compañía—contesté metiéndome un último
trago de alcohol.
Esperaba
no tener que dar muchos rodeos, ambos buscábamos lo mismo y no tenía
ganas de charlar mucho sobre trivialidades. ¿Para qué dar rodeos si
íbamos a acabar en el mismo lugar?
—
¿Y yo te parezco una buena
compañía para esta noche?—tan buena como cualquier otra.
—Eso
te lo diré al amanecer—sonreí seductor.
Deslicé
la punta de mis dedos por su pecho y aquello fue el final de la
conversación. Salimos rápidamente del bar y nos dirigimos a mi
casa. Aquel tipo no sería adecuado para una amistad ni para una
relación, se le veía demasiado engreído como para poder
soportarle; pero tenía lo único necesario para una noche de
diversión: un buen cuerpo.
Llegamos
rápidos a mi apartamento, ambos parecíamos ansiosos. No dejaba de
sobar mis nalgas como si estuviera tanteando el terreno. Mientras
abría la puerta y la cruzaba, escuché el grito de sorpresa de mi
acompañante.
—
¡Vi-viejo! ¿¡Quién coño
eres!?
—Largo
mocoso.
Allí
estaba, el profesor Nozomi con una tenebrosa expresión que realmente
asustaba. Empujó a mi acompañante lejos de la puerta y, sin darme
tiempo a reaccionar, entró en mi apartamento empujándome dentro
también y cerrando la puerta tras de sí.
—Pro-profesor
Nozomi… ¿Qué está-?—no pude acabar de hablar, me empujó
contra pared en la misma entrada y ahogó mis palabras con su boca.
Invadió
mi boca con su lengua, sujetando mis brazos contra la pared para que
no pudiera apartarle. Quise resistirme pero fue inútil, pronto me
dejé llevar por aquel pasional y húmedo beso. Un par de minutos
después, el profesor apartó su boca de mí y yo me quedé jadeando,
con hilos de saliva deslizándose por mi barbilla y a punto de caer
al suelo. Quise decirle algo pero me había dejado sin habla. De
pronto, el profesor me agarró por la camiseta y me arrastró hasta
el baño.
—Es-espera…
¿Por qué… aquí?—no sabía qué pretendía hacer.
De
un tirón me quitó la camiseta y bajó mis pantalones hasta dejarme
completamente desnudo.
—No
sé con cuántos tipos extraños has follado estos días o incluso
esta noche, así que voy a limpiarte antes de hacerlo—me dijo
abriendo el grifo de la ducha.
El
agua fría cayó sobre mí y poco a poco se fue templando. Echó un
chorro de gel sobre la esponja y comenzó a frotar mi cuerpo
concienzudamente.
—No
estoy sucio… me ducho después de hacerlo…—le dije intentando
sostenerme sobre la resbaladiza pared.
—Aun
así, ahora hueles a otros hombres, a muchos. Y prefiero no pensar
dónde te habrá tocado ese tipo—parecía realmente enfadado, me
estaba asustando bastante pero no podía hacer nada—. Voy a limpiar
cada parte de ti antes de hacerte el amor.
Sus
manos frotaban mi cuello y descendían por mi pecho, cubriéndome con
jabón. Su fría mirada se clavaba en mí, los cabellos blancos caían
por su frente y su camisa blanca manchada de pintura se volvía
transparente, dejando visibles sus pezones. Se veía tan sexy que no
podía quitarle los ojos de encima. Tras lavar hasta el último
rincón de piel de mi miembro erecto, Nozomi me empujó contra el
suelo y levantó mis caderas. Enchufó la ducha directa a mi trasero
y comenzó a frotarlo con la esponja y con sus dedos, por fuera y por
dentro. Mis gemidos resonaron en los azulejos del baño
incontenibles. Sus dedos moviéndose agitados en mi interior junto al
agua caliente, limpiando incluso aquel sucio lugar, me estaban
volviendo loco. Cuando los sacó, creí que era para sustituirlos por
algo aún mejor, pero no fue así. Cogió una toalla y me la echó
por encima, secándome con ella.
—
¿Pro… profesor?—estaba tan
excitado que no entendía porqué no continuaba.
Cubierto
solo con la toalla, me cogió en brazos al estilo princesa y me llevó
hasta la habitación, encharcando el suelo a nuestro paso. Me tiró
sin delicadeza alguna en la cama y se arrodilló sobre mí como una
fiera a punto de devorar a su presa. Su mirada helaba mi aliento y me
sentía cada vez más pequeño bajo él, como si la luna me mirara
indiferente desde el cielo.
—N-no…
Pare… No quiero esto—le dije tartamudeando, empujándole
inútilmente.
—
¿No quieres tener sexo? Creo
que esta parte no opina lo mismo—acarició con la punta de los
dedos mi miembro erecto.
—
¡No!… ¡No quiero!… No de
este modo…—las lágrimas comenzaban a desbordarse por mis ojos.
—
¿Quieres hacerlo en otro lugar?
¿En el sofá o en la mesa?—parecía no entender en absoluto
aquello.
—No
me refiero a eso. No quiero solo sexo—me sentía ridículo diciendo
eso.
—
¿Por qué? Ibas a hacerlo con
ese tipo que, probablemente, solo conozcas de unas horas. ¿Por qué
no puedes hacerlo conmigo?—parecía enfurecerse más por momentos.
—
¡Porque es doloroso! Que me use
solo para sexo, sin tener en cuenta mis sentimientos, hace que mi
pecho duela y no puedo soportarlo. Si solo quiere desahogarse vaya
con otro chico—ojalá no lo hiciera, no soportaría verlo con otro
chico, pero yo no podía continuar con aquello.
—Qué
estupidez. Soy un profesor, ¿crees que me arriesgaría
relacionándome con un alumno si no estuviera enamorado y si no
supiera que soy correspondido?—dijo totalmente serio.
Mi
corazón dio un vuelco. ¿Había oído bien? ¿A pesar de mirarme con
esa frialdad y tratarme indiferentemente, tenía sentimientos hacia
mí?
—Pe…
pero… ni me miró… Después de hacerlo se fue sin más y por la
mañana… parecía que ni existía para usted… ¿Por qué?—estaba
tan aturdido que todo comenzaba a parecerme solo una ilusión.
—Estaba
inspirado así que fui a casa a terminar un trabajo que llevaba
tiempo a medias. Y por la mañana… bueno, simplemente no presto
atención a la gente a mi alrededor cuando estoy trabajando—contestó
como si fuera lo más normal del mundo—. Sin embargo tú eres el
único en el que he estado pensando todo el tiempo. No hay nadie más
en mi cabeza.
Estaba
tan sorprendido que ninguna palabra fue capaz de salir de mi boca, en
cambio me puse a reír a carcajadas. Me daba cuenta de lo estúpido
que había sido. El profesor Nozomi era un artista loco, no podía
esperar que actuara como el resto de las personas. Simplemente debí
haberle preguntado directamente y no dar nada por sentado.
—
¿Y ahora qué? ¿He dicho algo
gracioso?—me preguntó molesto.
—No,
es que…—me costaba parar de reír pero no quería enfadarle más—.
¿Profesor Nozomi, cuáles son sus sentimientos por mí?
—
¿No lo he dicho ya? Te amo.
Quiero que seas mi amante y mi musa. Pero a mí no me van cosas como
tener citas o prestar atención continua a algo que no sean mis
cuadros—por un momento creí ver en su rostro que temía mi
respuesta pero probablemente fuera solo una alucinación.
—Con
saber sus sentimientos es suficiente, profesor. No puedo esperar más
de un loco del arte—reí animado—. Yo también le amo.
Con
aquello Nozomi ya no pudo aguantar más. Se inclinó sobre mí y
devoró con ansiedad mis labios, apenas dejándome respirar. Su
cuerpo se pegaba al mío, con la ropa todavía empapada, presionando
su entrepierna erecta contra la mía. Desabroché su camisa, para que
no siguiera goteando sobre mí, y la lancé lejos de la cama. Su boca
paseó por todo mi cuello hasta los pezones, dejando senderos de
saliva a su paso. Escuché el sonido de una cremallera bajarse y su
miembro goteante se frotó contra el mío.
—Quería
jugar un poco más pero realmente ya no aguanto, me has excitado
demasiado Kaidou—me dijo acalorado
Puso
mis piernas por encima de sus hombros y comenzó a penetrar mi
agujero ya algo aflojado desde la ducha.
—Profe-…
sor… Nn… ¡Más! Más rápido… por favor…—yo era el más
ansioso de los dos, quería ser llenado por completo y me había
hecho esperar demasiado.
—Llámame
André, aquí no soy tu profesor, Kaidou—me dijo.
—Kio…
llámame Kio…—jadeé. Usando todo el peso de su cuerpo, André
hundió su verga profundamente en mí—. ¡Ah! ¡Tan grande! Está
toda dentro…—gemía, maravillado por su fantástico tamaño que
encajaba perfectamente conmigo.
Acaricié
con la punta de mis dedos el lugar donde ambos nos uníamos mientras
André comenzaba a moverse. El olor a pintura, que seguía emanando
de su cuerpo a pesar de la ducha, llenaba mi habitación y embriagaba
mis sentidos. Sin duda no podía dejar de amar ese maravilloso aroma.
No podía apartar la mirada de sus ojos, que por alguna razón me
observaban con mayor calidez que nunca o quizás es que ardían de
pasión. Fuera como fuera, la luna llena se veía sumamente bella
pero aun así lejana en el cielo.
—André…
André…—alcé mis manos hacia él, buscando que me abrazara.
—Eres
tan hermoso… Estoy deseando retratarte en mis cuadros—se inclinó
sobre mí, dejando mis piernas a sus costados, y me besó
tiernamente.
Rodeé
su amplia espalda con mis brazos, apretando mis piernas alrededor de
sus caderas y juntando nuestros cuerpos todavía más. Las embestidas
se volvieron más intensas, el húmedo sonido de nuestras pieles
chocando, los chirridos de la cama y mis lascivos gemidos llenaron la
habitación. Sentí que todo ello se fundía, mezclando unos sentidos
con otros, con mi cuerpo a punto de derretirse. Y, no sé cuánto
tiempo después, ambos culminamos en un orgasmo al tiempo, derramado
las simientes en el cuerpo del otro.
Los
brazos de André me envolvieron y me dejó reposar sobre su pecho
hasta que recuperé la noción de todo. Me incorporé y le observé
un momento, Nozomi contemplaba el techo de mi habitación pero sabía
que sus ojos miraban otro lugar en su mente.
—André,
quieres ir a pintar, ¿verdad?—le pregunté sonriente.
—Mm…
Sí… pero si no te parece bien…—me conmovió que se estuviera
preocupando por mis sentimientos, pero sus ganas eran más que
evidentes.
—Adelante,
puedes ir. Ahora que sé tus sentimientos ya no me siento
inseguro—contesté, recostándome contra el respaldo de la cama.
—Kio,
eres fantástico—me dio un rápido e intenso beso y se levantó a
toda velocidad.
No
tardó un minuto en ponerse la ropa todavía mojada y salir por la
puerta como una exhalación. Pero para mi sorpresa, entró de nuevo
en la habitación, apenas asomando la cabeza.
—Toma,
esta es la llave de mi apartamento. Puedes ir cuando quieras, pásate
un rato mañana ya que es libre—me dijo lanzándome la llave y
desapareció.
Me
quedé algo aturdido pero tan feliz que no podía dejar de sonreír.
Al
día siguiente, cuando conseguí la dirección del profesor ya que se
había olvidado de dármela, fui a visitar el apartamento del doctor.
Antes de usar mi llave, llamé por simple educación pero nadie
contestó, así que entré directamente. Busqué por aquel enorme,
enorme apartamento lleno de cuadros, no solo colgados en las paredes
sino también por el suelo. Al fin encontré a André, pintando un
cuadro en una luminosa sala con un olor más intenso aún que el de
la universidad. Pero lo que más me sorprendió de todo fue que en
una de aquellas paredes, justo frente a él, estaba el cuadro que
habíamos pintado juntos.
—André…
¿Por qué este cuadro…?—me acerqué a él y parecí
sorprenderle.
—
¡Oh, Kio, bienvenido!—dejó
los pinceles y se puso tras de mí, rodeando mi cintura con los
brazos.
—
¿Por qué tienes este cuadro
colgado?—le pregunté, intentando resistirme a sus besos juguetones
en mi oreja.
—Es
hermoso y muy intenso, puedo ver en él toda tu pasión. Por eso
ahora lo uso de inspiración—respondió, abrazándome fuertemente—.
Ah, sí, olvídate de dejar las clases, el lunes volverás a ellas.
—
¿Eh? Pe-pero yo realmente
no…—no me dejó hablar más, calló mis palabras con su boca,
haciendo incluso temblar mis piernas por el intenso beso.
—Cuando
aprendas a plasmar tus sentimientos en los cuadros como hiciste en
ese, estarás a la altura de cualquier profesional, Kio. No voy a
dejar que tu talento se pierda, yo quiero ver más de tus cuadros—me
dijo completamente serio.
—Mm…
Está bien, profesor Nozomi. Mientras me des clases como la de la
otra vez, continuaré pintando cuadros—contesté, fundiéndome con
su boca y su cuerpo, envuelto en el penetrante olor a pintura.
¿Cómo
podría resistirme a la persuasiva luna llena?
FIN
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