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Hambre y sed [cap2]



Título: Hambre y sed
Fandom: Teen Wolf         Pareja: Peter Hale x Stiles Stilinski
Autor: KiraH69 
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18          Advertencias: violencia, gore
Capítulos: 3 (2 de 3)
Resumen: Stiles es mordido por una criatura desconocida. Necesita descubrir en qué se está transformando y Peter se ofrece para ayudarle, es el único de la manada que se ofrece. Las cosas resultan peor de lo que imaginaba, pero Peter permanece a su lado, solo Peter.
Steter Week día 5: Stiles es apartado de la manada.


Capítulo 2


Le tomó tres días tener el control necesario sobre su nuevo cuerpo para poder salir a la calle. No era solo su apariencia, que ahora podía transformar en la de su antiguo yo con escasa dificultad, eran también sus sentidos agudizados. No eran exactamente como los de los lobos; su olfato era quizás más agudo y su vista estaba a la altura de la de los hombres lobo; su oído no tanto, pero lo suficiente para no ser humano. Tenía otro sentido que no era humano y que aún no sabía identificar ni controlar del todo; incluso con los ojos cerrados era capaz de distinguir las figuras de Peter y de su padre a su lado como si fuera capaz de verlos, al menos sus siluetas.
Era ya viernes y, a pesar de poder controlar su forma, decidió no ir al instituto todavía porque sabía que eso podría sobrecargar sus sentidos. En su lugar, acompañó a Peter al supermercado. Era sorprendente cómo el lobo prácticamente se había mudado a su casa en esos días, ya tenía varias prendas de ropa en su armario y siempre se encargaba de hacer la comida. Stiles se sentía algo culpable porque estaba allí para ayudarlo, pero Peter se negó con vehemencia cuando le dijo que podía cocinar él.
Esperó unos segundos al salir del coche para acostumbrarse a su nuevo entorno. Había insistido en conducir él e ir en su jeep porque eso le ayudaba a contener la ansiedad. Peter había mirado con recelo aquella trampa con ruedas (como él lo consideraba), pero no se quejó. Ahora estaba a su lado esperando con paciencia a que estuviera listo. Stiles asintió y se agarró a su brazo sin pensarlo, necesitaba algo para mantenerse centrado, para mantener su apariencia humana.
Recorrieron los pasillos del supermercado llenando el carro. Stiles intentaba prestar atención a lo que compraban para no prestar atención a su alrededor. El carro pronto se llenó de carne, no solo por Peter sino porque Stiles había adquirido un gusto repentino por la carne roja (aunque insistió en comprar pavo para su padre). No había mucha gente y estaba agradecido por eso.
Una mujer joven pasó a su lado. Dejó a su paso un delicioso olor y a Stiles se le hizo la boca agua. No pudo evitar seguirla con la mirada hasta que desapareció al final del pasillo.
Reaccionó cuando de repente sintió la mano de Peter apretando su brazo, sus garras pinchando su piel.
—Contrólate—siseó en su oído.
Stiles se dio cuenta de que sus dientes no eran ya humanos y probablemente sus ojos tampoco lo eran. Cerró los ojos y respiró hondo, tomando la mano de Peter en la suya. En unos segundos había recuperado ya su aspecto humano.
—Deberíamos irnos—le susurró al lobo, no queriendo arriesgarse a otro desliz.
Peter asintió y se dirigieron a la caja con su compra.
En la cola frente a ellos había un chico joven, no mucho mayor que Stiles. En cuanto le llego ese olor, el olor que le hacía salivar y que agitaba algo primitivo dentro de él, se giró y enterró el rostro en el cuello de Peter, llenando sus pulmones de su olor familiar y tranquilizador.
—Esperaré en el coche—susurró contra su piel, no lo suficientemente fuerte para que un oído humano lo oyera.
Salió rápidamente de la tienda y se metió en el jeep, mirándose en el espejo retrovisor para asegurarse de que todos sus rasgos eran humanos. Tan solo sus ojos estaban demasiado naranjas, pero no era algo de lo que preocuparse, bien podría achacarlo a lentillas de color.
Peter regresó al poco rato cargado con las bolsas y las metió detrás antes de subirse delante junto a él.
—¿Qué ha sido eso?—le preguntó mirándolo preocupado.
—No lo sé. De verdad, no tengo ni idea—se frotó el rostro con las manos y respiró hondo. El olor mezclado de ambos en el coche lograba tranquilizarlo—. Su olor era... esa gente, no sé...—Peter colocó una mano sobre su hombro y fue capaz de respirar, dándose cuenta de que había estado a punto de hiperventilar—. Olían bien, muy bien, como... como... no lo sé.
—¿Querías acostarte con ellos?
—No, no creo que fuera eso—negó con la cabeza, pero no podía asegurar nada, se sentía confuso—. ¿Crees que soy algo así como un íncubo?
—¿Te sientes atraído hacia mí del mismo modo?—le preguntó Peter. Stiles le miró con el ceño fruncido y negó con la cabeza—. Entonces, no—respondió con una sonrisa burlona.
Stiles resopló, de repente relajado, y le golpeó juguetonamente en el brazo, sonriendo al ver que el lobo sentía el golpe (una mayor fuerza era otra parte de su nueva naturaleza).
—Vamos a casa. Tendremos que investigar esto—puso en marcha el jeep y salió del aparcamiento.




Apenas habían terminado de guardar la compra cuando Stiles recibió una llamada de Scott. No había enviado más que un par de mensajes en esos días preguntando cómo estaba y ni Stiles ni Peter se sorprendieron cuando la primera llamada trataba sobre una criatura y no sobre él.
—¿Lo has oído?—le preguntó a Peter cuando colgó. Este asintió.
—¿Vas a ayudarles?—el lobo le miraba con una expresión molesta que no intentaba disimular.
—Bueno-
—No digas que tienes que hacerlo porque no es así, ya tienes suficiente con lo tuyo—cruzó los brazos frente al pecho, retándolo a que le contradijera.
—Son mi manada, mis amigos—lo decía intentando creerlo él mismo.
—¿Seguro? Porque yo no los veo aquí en el momento que más los necesitas—podía oler la tristeza emanando del chico, sabía que decirlo en voz alta le hacía daño, incluso si ambos eran conscientes de ello.
—Te tengo a ti—y era cierto, pero lo más sorprendente era que no lo cuestionaba, sabía que tenía a Peter a su lado por increíble que fuera—. Sabes que serían totalmente inútiles aquí en estos momentos.
—Eso no es excusa—prácticamente rugió. ¿Cuándo había llegado a preocuparse tanto por el chico?
Stiles suspiró. Sabía que no tenía la razón, que no podía usar la lógica para ganar esta batalla. Se acercó al lobo y se inclinó para acariciar su mejilla con la propia, marcándolo con su olor.
—Vamos a investigar.
Peter lo siguió hasta su habitación sin más réplica.




La criatura resultó ser un waheela, un enorme lobo blanco canadiense que se dedicaba a arrancarle la cabeza a las personas, literalmente. Stiles fue capaz de trazar su camino desde Canadá hasta Beacon Hills a través de las muertes que había dejado a su paso.
—¿Qué asuntos tiene un lobo canadiense con una ciudad californiana?—Stiles resopló apartándose de su ordenador.
—Supongo que la fuerza del Nemeton se extiende más allá de lo que esperábamos—respondió Peter recostado en su cama con uno de los libros entre las manos, aunque había regresado a la investigación sobre Stiles desde hacía rato.
—Tenemos que detenerlo.
—¿Quieres ir?—preguntó Peter cerrando el libro de golpe.
—Los agentes de mi padre están ahí fuera buscando a esta criatura, están en peligro—se levantó de la silla y se tumbó en la cama junto a Peter, apoyando la cabeza en su hombro.
Peter suspiró, sabiendo que no iba a lograr que cambiara de opinión. Rodeó su cintura con un brazo y lo acercó más a su cuerpo, sintiendo su piel fría a través de la ropa.
—Al menos prométeme que no harás ninguna estupidez como dejarlo marchar después de todo lo que ha hecho solo porque Scott te lo pida.
Stiles apretó los labios. Presionó el rostro contra el cuello de Peter e inspiró profundamente, el olor familiar del lobo relajándolo.
—Sabes que Scott no es mi alfa, ¿verdad?—le dijo con apenas un susurro. No había querido siquiera admitírselo a sí mismo.
Peter estrechó su abrazo, sus labios acariciando sus cabellos.
—¿Puedes sentir los lazos con la manada o algún otro?
—Dos fuertes—no necesitaba decir cuáles—, y otros cuatro frágiles, casi fantasmas.




Aquella noche se dirigieron a la reserva para encontrarse con el resto de la manada. Fueron corriendo porque era más fácil y Stiles quería probar sus nuevas habilidades. Resultó ser un desastre. Sus extremidades eran más rápidas, no había duda, pero parecía un pato sobre tierra. No dejaba de tropezarse, de caer y no era capaz de mantener el ritmo del hombre lobo, aunque este nunca lo dejaba atrás. Cuando Peter se cansó de verlo caer, se lo echó al hombro como si fuera un saco de patatas sin escuchar sus protestas. Ya llevaba una mochila con varias botellas de agua en caso de que fueran necesarias, pero el peso extra realmente no era un problema y no lo ralentizaba más que las caídas constantes del chico.
De repente, escucharon un rugido y Peter se detuvo en seco. Dejó a Stiles en el suelo y ambos, espalda contra espalda, miraron a su alrededor.
—Está cerca, puedo olerlo—murmuró Stiles.
No tan cerca, pensó Peter porque él todavía no podía olerlo.
—Guía el camino.
Stiles echó a andar entre los árboles, lento pero seguro del camino que llevaba. Escucharon otro rugido, esta vez más cerca, y Peter ya pudo percibir su olor. Seguido escucharon un aullido, una llamada. Era un miembro de la manada avisando al resto.
—Derek—le informó Peter.
Aceleraron el ritmo y llegaron frente a una pared de rocas donde Derek tenía acorralado al waheela. Era un enorme lobo, casi tan grande como un oso, de un blanco ártico y con una cabeza demasiado grande para su cuerpo. La criatura les rugió a su llegada, su boca llena de aterradores colmillos.
Un momento después llegó Scott junto con Isaac y casi seguidos Erica y Boyd. La criatura estaba más nerviosa a cada uno de ellos que aparecía. Scott se adelantó un paso e hizo brillar sus ojos de alfa. El waheela gruñó amenazador centrándose en él.
—¿Puedes hablar? ¿Puedes entenderme?—le preguntó.
No hubo respuesta verbal, pero la criatura asintió con la cabeza. Peter miró boquiabierto al chico, ¿realmente pretendía hablar con el monstruo?
—No queremos pelear—por supuesto que pretendía hablar con el monstruo—. No queremos matarte. Si te marchas ahora y prometes que no le harás daño a nadie más, te dejaremos ir.
Peter vio movimiento en la periferia de su visión y dirigió la mirada hacia Stiles. El chico estaba preparando sus garras, más largas que antes, y había perdido su apariencia humana, aunque ninguno de los lobos se había percatado de ello todavía. Su piel se estaba oscureciendo, ya no era blanca sino de un verde casi negro y su nariz y sus orejas se habían aplanado hasta casi desaparecer. Le recordaba un poco a la kanima y no podía evitar preguntarse si habría algún cambio más debajo de su ropa.
Sin que sus ojos apenas pudieran seguirlo, Stiles se lanzó de repente contra el waheela. Hubo un rugido que acabó en un quejido y, antes de que nadie supiera qué estaba pasando, la enorme bestia acabó en el suelo, la sangre manchando su blanco pelaje al igual que las garras de Stiles, la apariencia del chico de regreso a su nuevo aspecto habitual.
Por un momento pareció que los hombres lobo no reconocían a su compañero porque estuvieron a punto de atacarlo hasta que se dieron cuenta de que era él. Stiles ni siquiera les prestaba atención, observando sus propias garras cubiertas de sangre.
—¿Stiles?—Scott le miró con el ceño fruncido como si intentara descubrir si realmente era su amigo. Las expresiones en el resto no eran mejores. Si se hubieran molestado siquiera en ir a visitarlo no estarían tan sorprendidos—. ¿Por qué has hecho eso?—fue lo primero que dijo el alfa.
—Porque ibas a dejarlo marchar—respondió Stiles simplemente.
—Nosotros no hacemos eso, no matamos—replicó Scott con una expresión herida en el rostro, como si lo acabaran de traicionar.
—Bueno, él sí. Más de media docena de camino hacia aquí—permanecía sereno, intentaba no verse afectado, pero Peter podía sentir cuánto le molestaba aquello.
—Iba a marcharse de aquí, iba a prometer no hacer daño a nadie más—la voz de Scott era casi un rugido, sus ojos brillando intensos.
—Y eso, por supuesto, lo redime de sus catorce víctimas inocentes, sin contar las que haya dejado a lo largo de los años en su lugar de origen.
—¡Stiles-!
—¡Scott!—su voz, con un indescriptible tono que no era humano, vibró en el interior de todos ellos. Todos los lobos se vieron forzados a agachar la cabeza e incluso Scott no fue capaz de mantenerle la mirada—. No voy a discutir contigo porque sé que siempre te dejarás llevar por el corazón. Eres noble y lo aprecio, pero ahora que tengo la capacidad para llevar a cabo acciones y no solo aconsejar, haré lo que considere apropiado para la seguridad de esta ciudad y no tendré sobre mi conciencia las muertes de personas que podría haber evitado matando a estas criaturas en lugar de dejarlas ir a alimentarse en la próxima ciudad. Si no te gusta, bueno, haz lo que consideres apropiado.
Sin esperar una respuesta, Stiles se dio la vuelta, dándole la espalda en un gesto claro de desafío, no te tengo miedo, y regresó junto a Peter. El lobo le ofreció un pañuelo y Stiles se limpió meticulosamente las manos. Ninguno de los otros lobos se les acercó así que emprendieron su camino de vuelta a casa.
Stiles no podía dejar de limpiar sus manos de una forma casi obsesiva. Necesitaba que la sangre desapareciera, necesitaba perderla de vista. No se arrepentía de lo que había hecho, pero... esa sangre... Cuando había visto sus propias manos cubiertas de sangre su primer impulso había sido lamerlas. Aún había podido sentir el calor del cuerpo del lobo a su lado y quiso abrirlo en canal y alimentarse de él. De no ser por la distracción que le proporcionó Scott lo habría hecho.
Peter lo detuvo con una mano sobre su hombro. Podía sentir su ansiedad, podía ver que aún no era él mismo. Dejó la mochila en el suelo y sacó una de las botellas de agua. Vertió el agua sobre las manos de Stiles mientras este terminaba de limpiarlas. Vació la botella y cuando no hubo más rastros de sangre Stiles pudo relajarse.
—Bebe—le dijo ofreciéndole otra botella.
Bebió más de la mitad de ella y vertió el resto sobre su rostro. Peter le dio la última y la vació sobre su cuerpo, empapando su ropa y sintiendo un gran alivio por la humedad. Ahora solo quería regresar a casa y pasar el resto de la noche sumergido en la bañera.
—Está roto—dijo simplemente cuando emprendieron la marcha de nuevo.
No necesitó decirle que hablaba del vínculo con Scott.




Desde aquella noche, Peter le miraba de forma diferente. No podía decir exactamente qué era, pero había algo, quizás admiración o algo parecido. Le daba un poco de vergüenza, la verdad; no creía merecerlo. No podía dejar de pensar en la sangre en sus manos, en el cuerpo caliente del waheela, en el delicioso olor de los lobos de la manada.
Durante el fin de semana siguieron con su entrenamiento. Peter lo acompañaba en pequeños paseos cerca de su casa, Stiles aferrándose a su brazo como si su vida dependiera de ello (y quizás así era, su constante presencia a su lado era lo único que le permitía mantener su apariencia humana cuando una persona con un olor especialmente delicioso pasaba a su lado). Todas las personas olían bien, pero unas más que otras. No tenía nada que ver con el sexo, era más como pasar frente a platos de comida. Cuando se percató de esto y de lo que significaba, pasó dos horas agarrado a la taza del váter vomitando. Peter seguía allí, dándole agua y acariciando su espalda incluso si no le decía por qué se encontraba así.
El lunes llegó y Stiles sabía que no estaba preparado para entrar en un edificio lleno de gente. No sabía si algún día lo estaría. Comenzó a mirar cursos en línea y a informarse de qué tenía que hacer para terminar el instituto sin ir a clase. A su padre no le gustaba la idea e insistió en que siguiera intentándolo un poco más antes de darse por vencido. Aceptó porque él tampoco quería rendirse.
—Vamos—le dijo Peter aquel jueves, tendiéndole una mano para que se levantara de la cama, donde acababa de acoplarse después del desayuno para seguir investigando con su ordenador.
—Aún no... Aún no puedo ir—ni siquiera quería pensar en ir al instituto, sentía (oía) su corazón acelerarse ante la idea.
—No al colegio, te voy a llevar a otro sitio—respondió poniendo los ojos en blanco.
—¿A dónde?—preguntó extrañado, tomando su mano igualmente.
Peter sonrió, pero no respondió. Había estado algo extraño esa semana, saliendo de la casa por un par de horas para «hacer recados» y mensajeándose con alguien en su teléfono. No había dicho nada porque no era asunto suyo, pero tenía curiosidad.
—¿A dónde vamos?—le preguntó cuando se subió a su coche, un sedán negro discreto pero cómodo. Un coche que no recordarías aun si lo vieras dos veces.
—Lo verás en unos minutos.
Stiles no se molestó en preguntar más porque sabía que no respondería.
Pronto se dio cuenta de que se dirigían hacia la parte rica de la ciudad. Pensó que tal vez lo llevaba a casa de Lydia y se preguntó por qué haría algo así, no estaba preparado, no quería ver a nadie. Peter colocó una mano sobre su pierna, probablemente percatándose de la velocidad de sus latidos, pero Stiles no se tranquilizó hasta que giraron en otra dirección. Se detuvieron no mucho más tarde frente a una de esas enormes casas con un muro alto y una puerta de metal rodeando el jardín delantero.
—¿Dónde estamos?—preguntó después de recurrir a sus sentidos y no oír nada dentro.
—En mi casa—respondió simplemente abriendo la puerta con su propio móvil sin salir del coche.
La puerta se deslizó hacia un lado y condujo el coche hacia el interior. Stiles le miraba con la boca abierta, esto no era lo que se esperaba cuando pensaba en dónde viviría Peter. Sabía que no vivía en una cueva ni en un sistema de túneles (como prácticamente había vivido Derek en su tiempo), pero se esperaba más un apartamento en el centro o una pequeña casa discreta en las afueras, cerca de la reserva. Esta mansión era tan impresionante si no más que la de la familia Martin. Salió del coche antes incluso de que se detuviera del todo y se dirigió hacia la puerta de la casa. Se giró cuando escuchó unas llaves y las cogió al vuelo sin problema. Peter le sonreía desde el otro lado del coche.
Nada más abrir la puerta se dio cuenta de que esta no era la casa de Peter o al menos nunca había vivido allí. No olía a él, en realidad no olía a nadie, tal vez a gente de mudanza que había pasado allí unos minutos, pero nada más. Era una casa recién comprada y eso lo dejó algo aturdido. Peter llegó tras él y lo acompañó hacia el interior con una mano en su espalda.
—Dime que no has matado al dueño.
—No he matado al dueño. Está legalmente comprada sin ningún asunto oscuro de por medio—no se molestó en ocultar que la acababa de comprar porque por supuesto que iba a darse cuenta, incluso si no hubiera tenido su nuevo olfato.
—¿Por qué?—preguntó observando a su alrededor. No se sentía acogedora, parecía sacada de una revista de decoración, pero eso podía arreglarse. El espacio era enorme y ya podía imaginar las estanterías cubriendo las paredes (no que esa fuera su casa para decorarla a su gusto).
—Pensé que te gustaría darte un baño en condiciones.
Stiles se detuvo en seco y le miró con grandes ojos brillantes. Abrió la boca para decir algo, pero no sabía el qué. Se había quedado sin palabras quizás por primera vez en su vida. Peter había comprado esa casa para que Stiles pudiera bañarse en la piscina. Seguía sin entender el porqué. Peter se inclinó y se frotó con su mejilla en ese gesto ya tan familiar para ambos. Stiles suspiró y prácticamente se derritió en su abrazo.
Peter lo apartó tras un momento, le dio la vuelta y lo dirigió hacia unas puertas de cristal que se abrían a una piscina interior. Stiles podía nadar en su forma natural sin tener que preocuparse porque nadie lo viera desde casas vecinas y por lo que podía oler el agua no tenía cloro ni ningún químico que lo molestara. Se sumergió sin pensarlo, la necesidad y el deseo de estar en el agua demasiado fuertes para resistir, como el canto de una sirena. Aún estaba vestido, pero no le importaba. Se quitó la ropa mientras nadaba por el fondo, porque era capaz de nadar, por primera vez. Sintió un hormigueo en su espalda y una aleta dorsal se levantó como si fuera una vela, sostenida por una afilada espina. En algún momento se dio cuenta de que no podía separar sus piernas, se habían unido y ahora formaban una cola que podía mover de un lado a otro como un pez y no como un cetáceo. Era lógico dado que también tenía agallas, pero la mayoría de sirenas que había estado investigando parecían ser mamíferos con colas más parecidas a las de delfines que a las de los peces (aunque ya sabía que no era una sirena).
Emergió del agua a los pies de Peter, quien no se había movido de allí incluso si probablemente ya había pasado más de una hora.
—Podemos descartar unas cuántas posibilidades con esto—le dijo sacudiendo su cola, los brazos apoyados en el borde de la piscina.
—Eres hermoso—le dijo totalmente serio con su intensa mirada fija en él.
Stiles emitió un agudo gemido de sorpresa y sintió sus mejillas arder, él mismo podía ver que estaban brillando. Se apartó del borde y volvió a sumergirse alejándose del lobo. Había podido oír sus latidos estables. No estaba mintiendo, no estaba bromeando, lo decía en serio. Estaba un poco (muy) feliz y su corazón latía con fuerza en su pecho, pero aún no era capaz de afrontar estos sentimientos. Tendría que hacerlo pronto, Peter le había comprado una casa.
La próxima vez que salió del agua fue por el olor a comida. Se sentó en la orilla de la piscina y se concentró hasta que logró recuperar sus piernas, la aleta dorsal también se ocultó al igual que la membrana interdigital. Encontró un juego de ropa sobre una banqueta y se vistió sin molestarse en secarse.

Pasó el resto del día entre la piscina y el ordenador (no al mismo tiempo porque esa no era una buena combinación). El sheriff llegó por la tarde y tuvo una pequeña discusión con Peter sobre la casa que terminó tan pronto como Peter mencionó que Stiles no podía vivir en una bañera. No fue hasta la hora de dormir, cuando Noah ya se había marchado, que Stiles se percató de la cama junto a la piscina, una de esas enormes que se ven en las piscinas de los hoteles de lujo, tan grande como una cama de matrimonio e igual de cómoda. Incluso si había espacio de sobra para no tener que tocarse, Stiles durmió pegado a Peter como lo había hecho en la cama de su habitación y en mitad de la noche, cuando lo necesitó, regresó al agua.

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