Título: Nuestro momento predestinado
Fandom: Mentes Criminales Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, violencia
Capítulos: 30 (18 de 30)
Resumen: El gobierno dice que Spencer Reid es el Alma Gemela de Aaron Hotchner, y Aaron siempre ha confiado en el sistema, pero ese chico flacucho con pinta de ayudante de profesor universitario y claros problemas de personalidad no puede ser su Alma Gemela. No le queda otro remedio que casarse con él, pero eso no significa que tenga que aceptarlo como su pareja.
Nota: Atención, esta es una historia dura que involucra a niños que han sido violados y torturados. Estos hechos no se describen en sí, pero sí se habla posteriormente de ellos y también se incluye la muerte de menores.
Capítulo 18
Hotch recibió una llamada mientras iba
de camino al trabajo. No era tan temprano como de costumbre porque
acaban de regresar de un caso la noche anterior y sus subordinados no
llegarían hasta por lo menos una hora más tarde para comenzar con
el papeleo que habían dejado.
—Hotchner—respondió con el manos
libres.
«Hotch, soy Alex. Sé que esto va a
sonar raro, pero soy nuevo en esto y... ¿qué harías si Reid se
colara en una retención de rehenes?».
—Dios, otra vez no—suspiró,
queriendo golpearse la cabeza contra el volante.
«Espera, ¿ha hecho esto antes?».
—En un instituto con un adolescente
con una semiautomática y casi veinte rehenes.
«Oh. Entonces esto no es tan malo. Es
un hombre que tiene a punta de cuchillo a su mujer y su hija. Hemos
llegado y Reid ha comenzado a quitarse ropa y peinarse. Cuando los
policías le han dicho que era mejor que no entrara se ha colado en
la casa ignorándolos».
—Sí, todo eso es lo habitual.
Escucha, mándame la dirección y voy para allá. Por ahora que no
intervenga la policía. Aunque no lo parezca, Reid sabe lo que se
hace. Mantente alerta por si te necesita, pero no actúes si él no
lo pide.
A la primera oportunidad que tuvo dio
un giro de 180 grados y se dirigió de nuevo a Washington.
Media hora antes...
—Connor, estos informes también van
a la base de datos.
Spencer entró en el despacho del
informático y le dejó las carpetas sobre una mesa. A pesar de
llevar solo tres días, ya lo había decorado a su gusto, con posters
en las paredes y figuritas de acción por todas partes, además de
las múltiples pantallas y teclados en la mesa principal.
—Sí, ah, Reid, espera. Mira lo que
he encontrado—en una pantalla comenzaron a aparecer mensajes de
diversas redes sociales y algunas fotografías—. Un tipo está
reteniendo a su mujer y a su hija en su propia casa amenazándolas
con un cuchillo. La cosa empezó en el porche y acabaron entrando. La
policía está de camino.
—¿Tienes la dirección?
—Sí.
—Envíamela y busca toda la
información que puedas sobre esa familia. Comunícamela de
inmediato.
Salió a toda prisa del despacho y
cuando pasó frente al de Mahone tocó en su puerta de pasada con un
«vamos» y entró en el suyo para coger su bolsa y su chaqueta. El
doctor y el agente salieron del centro y se subieron al coche de este
último.
—¿Me vas a decir qué vamos a hacer
allí donde vamos?—preguntó Alex mientras conducía a la dirección
que Reid le había dado.
—Un hombre tiene secuestradas a su
mujer y su hija y amenaza sus vidas.
—¿No debería encargarse la policía
de eso?
—Cuando la policía se encarga de
estos temas tiende a haber muertos y heridos. Yo pretendo evitar
ambos.
—De acuerdo, pero no hagas nada
imprudente—le pidió, aunque sabía que no le haría caso. Aún no
había trabajado mucho con él, pero Satu ya le había dado unas
cuantas advertencias—. Creo que Hotch no estaría muy contento
conmigo si te pasara algo y, bueno, trata con asesinos en serie, creo
que podría matarme y ocultar mi cuerpo sin que nadie lo descubriera
jamás.
—No lo dudo, aunque no creo que
escogiera ese método.
Leyó rápidamente la información que
le había enviado Connor. Forcejeando con el cinturón de seguridad,
se quitó la chaqueta, se arremangó la camisa y se arregló cuanto
pudo el pelo, cambiando por último las gafas por las lentillas.
—¿Qué estás haciendo?
—Modificar mi aspecto para que el
sujeto se identifique conmigo y que así esté más predispuesto a
escuchar lo que le digo.
—¿Suele funcionarte este truco?
—Te sorprendería.
Cuando llegaron a la dirección, se
encontraron con varios coches de policía y agentes rodeando una casa
individual de exterior blanco y amplios ventanales en un barrio de
rentas bastante altas. Reid salió de inmediato del coche y se acercó
a quien parecía estar dirigiendo aquello.
—Soy el doctor Reid del CRI—se
presentó, estrechándole la mano al agente.
—Doctor Reid, no hemos llamado a
nadie—le dijo frunciendo el ceño.
—Uno de mis trabajadores se ha
enterado por casualidad y ya que hay una niña implicada me gustaría
colaborar. ¿Puede ponerme al tanto de la situación?
—David Sheen está amenazando a su
hija con un cuchillo, la tiene como rehén, mientras le grita a su
mujer—le explicó algo reticente—. Aún no hemos podido hablar
con él, pero los gritos se oyen desde aquí algunas veces.
—De acuerdo, voy a entrar.
—¿Qué? No, no puede entrar.
Pero Reid no le estaba pidiendo permiso
así que simplemente pasó a su lado y se dirigió a la casa, dejando
a los agentes, incluido Mahone, pasmados.
—Señor Sheen—le llamó, tocando
con los nudillos en la puerta.
—¡¿Quién es?! ¡Lárguese!—gritó
un hombre desde dentro.
—Soy el doctor Reid, solo quiero
arreglar esta situación.
—No necesito que nadie arregle nada
por mí.
—Señor Sheen, tiene a una veintena
de agentes de policía ahí fuera esperando para entrar y acabar con
esto sin importar los daños colaterales. Tiene dos opciones, o
hablar conmigo o morir aquí por culpa de su mujer.
Hubo un momento de silencio y entonces
la puerta se abrió, dejándola en una rendija. Reid entró y se
encontró con una mujer pelirroja en llanto, un hombre con el rostro
contorsionado en un gesto de ira, rodeando con un brazo los hombros
de una niña pelirroja y presionando demasiado cerca la hoja de un
cuchillo de cocina contra la garganta de la pequeña. El hombre
llevaba un traje hecho a medida, estaría en sus treinta y sin duda
era un hombre de éxito, aún con mucho por conseguir.
—Señor Sheen, ¿puede explicarme qué
ha sucedido?—le preguntó con voz tranquila.
—Ayuda...—sollozó la mujer.
—Cállese, estoy hablando con
él—respondió Reid en un tono agresivo y la mujer se encogió
dando un paso hacia atrás.
—Esa puta...—murmuró el hombre—.
Esa puta se está follando a medio vecindario. Mire todo lo que
tiene. Le he dado ropa, le he dado joyas, vive aquí como una reina
sin tener que trabajar, le he dado una vida, amigos. ¡Y ella me lo
paga acostándose con otros hombres y dejándome en ridículo!
—N-no... yo no...
—¡Cállate, puta!—el grito
reverberó como un rugido por toda la casa.
La niña lloraba silenciosamente en
manos de su padre, su rostro enrojecido y con una expresión de puro
terror. Y el filo estaba tan cerca.
—Entiendo, algunas mujeres no saben
apreciar lo que sus maridos les dan, no saben ocupar el lugar que les
corresponde. Pero, señor Sheen, como le he dicho ahí fuera hay una
veintena de policías queriendo acabar con esto de una vez y la
prensa no tardará en llegar. Si finalmente entran, usted será visto
como un monstruo y ella se quedará con el papel de víctima, la
gente tendrá lástima por ella. Pero si arreglamos esto ahora, ella
tendrá la humillación pública que se ha ganado por puta y usted
recuperará su vida con el honor que se merece.
En pocos minutos Hotch llegó a la casa
y salió de su coche para encontrarse con Mahone.
—¿Sigue dentro?—le preguntó con
una mano muy cerca de su pistola, tan solo preparado por si era
necesario.
—Sí, lleva un rato. ¿Crees que lo
tiene controlado?
—Podría darnos a todos una lección
o dos de cómo negociar. Sabe manipular a la gente usando solo la
palabra.
—¿No debería ser eso algo malo?
—En malas manos, sí; en las suyas,
salva vidas. ¿Y eso?—preguntó, ojeando la pistola en la cadera de
Mahone.
—Ahora soy el agente Mahone
del CRI. Reid ha conseguido que el personal que llegue de otros
cuerpos de seguridad mantenga sus armas e incluso pueda realizar
arrestos. Se está negociando cuál será nuestro nivel respecto a
otras agencias.
—Como te he dicho, sabe cómo
negociar.
En ese momento la puerta de la casa se
abrió y una mujer pelirroja salió con una niña en brazos y echó a
correr por el jardín hasta los coches de policía. Un paramédico se
les acercó de inmediato y un agente las acompañó hasta la
ambulancia. Un minuto después Reid salía por la puerta con los
brazos en alto.
—¡No disparen! ¡Está
desarmado!—les anunció y se echó a un lado para dejar salir a
David Sheen, también con las manos en alto.
Cuatro agentes de policía se acercaron
apuntándole con sus armas y le obligaron a echarse al suelo y le
esposaron.
—¡Doctor! ¡Doctor!—el señor
Sheen llamaba a Reid, mirando a su alrededor como si no entendiera
qué estaba pasando, pero Reid le ignoró y se dirigió a la
ambulancia.
—Señora Sheen, lamento mucho todo lo
que he dicho ahí dentro—le dijo de inmediato a la llorosa mujer—.
Quiero que sepa que todo ha sido para conseguir que su marido se
entregara sin oponer resistencia.
La mujer se abrazó a él y sollozó
aún más fuerte mientras le daba las gracias. La pequeña se
abrazaba a su madre, enterrando el rostro en su espalda mientras Reid
le acariciaba tiernamente la cabeza.
—Escuche—le dijo cuando se calmó
un poco—, si los paramédicos consideran que no necesitan ir a un
hospital, me gustaría que vinieran conmigo al CRI.
—¿CRI?—preguntó confusa.
—Centro de Recuperación Infantil.
Tratamos con niños que han sufrido traumas graves. Usted y su hija
pueden quedarse allí unos días hasta que se recuperen y arreglemos
la situación.
—¿Pero qué voy a hacer ahora?—le
preguntó desesperada entre llantos.
—No se preocupe, van a superar esto,
se lo prometo. Tendrá a todo mi equipo trabajando para que así
sea—le aseguró con una mirada firme—. Agente, ¿pueden llevarlas
al CRI?
—Necesitamos tomarles declaración—le
dijo el jefe de la operación.
—Pueden hacerlo en el centro cuando
se encuentren mejor, tenemos instalaciones pensadas para ello.
El hombre le miró por un momento y
asintió con la cabeza.
—De acuerdo, las llevaremos en uno de
nuestros coches.
—Bien, allí mis compañeros les
atenderán de inmediato. No se preocupe, señora Sheen, estarán
bien, se lo prometo.
—Solo Maddie, por favor.
—Maddie. Y tú eres Elizabeth,
¿verdad?—le preguntó sonriendo a la pequeña.
Esta asintió con la cabeza, las
mejillas aún húmedas por las lágrimas y abrazándose a su madre.
—Vamos a cuidar de vosotras, no os
preocupéis.
Los agentes de policía llevaron a
madre e hija a uno de los coches mientras Reid regresaba con Hotch y
Mahone. Se quedó estupefacto cuando de repente se encontró en un
fuerte abrazo, el masculino olor del aftershave de Aaron
abrumando sus sentidos.
—¿A-Aaron? ¿Qué haces
aquí?—librándose nerviosamente del abrazo. Sabía que su rostro
ya estaba ruborizado.
—Es aterrador cuando haces estas
cosas, ¿sabes? Intento mantenerme frío y profesional, pero me lo
pones muy difícil. Eso podría haber acabado muy mal.
Spencer se quedó sorprendido por la
gran preocupación que mostraba en su rostro. Bueno, no tanto
sorprendido porque ya sabía que se preocupaba por él, pero era
inesperado que lo mostrara tan evidentemente en público.
—No ha sido peor que el secuestro en
el instituto.
—Este no era un crío con el que
pudieras empatizar—replicó.
—Ahí tienes razón, es un cerdo
misógino que llevará años maltratando al menos psicológicamente a
su mujer. He sentido náuseas con todo lo que he tenido que decir
para que creyera que estaba de su parte—se apartó un poco de él,
poniendo algo de distancia y acercándose a Alex, que se apoyaba
contra el coche con los brazos cruzados, observando la escena algo
asombrado—. Pero no has respondido a mi pregunta. ¿Qué haces
aquí?
—Soy culpable de eso—respondió
Alex—. Te vi entrar ahí desarmado y desprotegido y no sabía qué
hacer. Le llamé a él ya que tiene más experiencia contigo, pero
por lo que parece esto es algo habitual.
—No diría tanto como habitual, pero
en estos casos simplemente tienes que dejarme hacer mi trabajo y
asegurarte de que no haya interferencias de... ajenos—le explicó,
echando un vistazo hacia la policía.
—Entendido. Aunque si vas a poner tu
vida en riesgo, por lo menos podrías llevar un chaleco antibalas.
—Os gustan demasiado esos chalecos—le
dijo Spencer frunciendo el ceño.
—¿Tal vez porque nos han salvado la
vida más de una vez?—replicó, Aaron asintiendo a su lado.
—Esto no es una redada ni un tiroteo
improvisado, es una negociación y si quiere matarme lo hará con o
sin chaleco. Para mí, el chaleco no es más que una barrera
psicológica entre mi objetivo y yo. Por cierto, tenemos que
conseguir una sirena, hemos tardado demasiado en llegar.
—Me pondré a ello.
—¿Y cómo os habéis enterado de
esto, ya que estamos? No os han llamado, ¿no?—les preguntó
Aaron—. ¿Habéis pinchado la radio de la policía?
—Mejor, ahora tengo a mi propia
García. Es un genio de los ordenadores y tiene controladas las redes
sociales—dijo con orgullo—. Ya había un montón de mensajes,
vídeos y fotografías en Internet mucho antes de que la policía
siquiera se enterara de lo que estaba pasando.
—¿El chico que nos ayudó con la
fotografía en Minneapolis?
—El mismo, Connor Temple. Lleva tres
días trabajando con nosotros y ya está preparando nuestra propia
base de datos y una página web. Tengo que decir que no soy muy amigo
de la tecnología así que su ayuda me vendrá bien.
Los dos agentes se le quedaron mirando
fijamente.
—¿Qué?
—Eres un genio. ¿No deberías ser
también un friki de los ordenadores?—preguntó Alex.
—Me gustan las cosas en papel,
gracias. Además, leer en una pantalla reduce notablemente mi
velocidad, lo cual resulta frustrante. ¿Nos vamos? Tengo trabajo que
hacer.
—Te veo esta noche—le dijo Aaron.
—Estaré ocupado con el caso.
—No era una pregunta. Ocupado o no,
tienes que cenar—replicó tajante.
—Entendido.
jajajajajaja ooohh amo a nuestro querido Spencer jajajajaj a el nadie lo manda, wooow sufri un mini inrfato tambien pero bueno ese es su trabajo y lo amo, Aaron sigui asi estas avanzando poco a poco..!!
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