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Dentro de mí [cap1]


Título: Dentro de mí
Fandom: Teen Wolf         Pareja: Peter Hale x Stiles Stilinski
Autor: KiraH69 
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18          Advertencias: lemon, bestiality, Mpreg
Capítulos: 5 (1 de 5)
Resumen: Mientras la manada disfruta bañándose en un lago, una criatura acuática intenta ahogar a Stiles, pero lo libera y escapa antes de que puedan atraparla. Parece que no van a tener que preocuparse más del tema, pero tendrá consecuencias que nadie espera. Hay algo dentro de Stiles.
Nota: Peter no forma parte de la familia Hale. A Scott lo mordió un alfa salvaje que había matado previamente a Laura. Derek mató más tarde a dicho alfa.


Capítulo 1


Los adolescentes de la manada estaban pasando la tarde en el lago de la reserva. Había música, comida y alcohol (normal y mezclado con acónito). Quizás alguno debería haber pensado en lo recurrente que era una escena como aquella en las películas de terror. Un grupo de adolescentes bañándose despreocupadamente en un lago rodeados de oscuros bosques. Pero, hey, no es como si hubiera monstruos ni psicópatas perturbados en la tranquila ciudad de Beacon Hills. Oh. Espera.
Stiles gritó, pero su grito se transformó en burbujas cuando su cabeza quedó sumergida bajo el agua. Algo tiraba de él, podía sentir una garra envolviendo su tobillo, unas afiladas uñas clavándose en su piel.
¿También en el lago? ¿Es que no había un solo lugar en todo Beacon Hills libre de criaturas sobrenaturales? Y por supuesto que tenía que tocarle a él. Miró hacia abajo mientras era arrastrado más y más profundo, pero no podía ver qué era; el cielo ya estaba iluminado solo por la luz de la luna y el lago era una masa oscura impenetrable. Más burbujas escaparon de su boca. No le quedaba aire. Forcejeó con todas sus fuerzas, sacudiendo su cuerpo desesperado por liberarse. Era inútil, el agarre no cedía y sus pulmones se llenaban de agua. ¿Por qué nadie venía a rescatarlo? ¿Es que los hombres lobo no saben bucear? Ese fue su último pensamiento antes de quedar inconsciente.




Despertó escupiendo agua, sus pulmones y su garganta ardiendo. Su cabeza se sentía como si aún estuviera sumergido y por un momento quiso luchar, defenderse, pero vio el rostro de Scott y se tranquilizó al momento. Oía a los demás a su alrededor, diciendo cosas como «nos has asustado», «creíamos que te perdíamos», pero no prestaba realmente atención.
—¿Qué demonios ha sido eso?—le preguntó a Scott, agarrándose a él para poder levantarse sobre piernas temblorosas.
—No lo sé. Te soltó cuando me vio y solo pude distinguir algo como una aleta y unos ojos azules brillantes.
—¿Pero dónde está? Quiero decir, el lago no es tan grande—tenía apenas cincuenta metros de diámetro y a primera vista no parecía ser tan profundo como para albergar ninguna criatura grande en su interior.
—Debe de ser algo mágico, como esas bolsas sin fondo o algo así. Buceé muchos metros hasta encontrarte y lo que fuera aquello siguió nadando más profundo todavía.
—Genial, ahora tenemos un lago sin fondo o quizás comunica con otra dimensión o con otro mundo, no nos bastaba con el Nemeton—resopló sarcástico, mirando con recelo la superficie aparentemente tranquila del agua.
—Será mejor que nos vayamos y busquemos información en los bestiarios, no podemos dejar esto así, podría atacar a otra persona—dijo Lydia, recogiendo ya su bolso.
Los demás asintieron. Aquel era un sitio frecuentado por jóvenes como ellos y no podían arriesgarse a tener ninguna víctima. Recogieron sus cosas, incluyendo toda la basura que habían producido, y regresaron a los coches. Quedaron para verse en el loft e investigar al día siguiente, pero esa misma noche Stiles ya estaba sumergido en el bestiario de los Argent. Estaba demasiado alterado como para dormir. Había estado a punto de morir, tan increíblemente cerca, y todo su cuerpo se sentía vibrando intranquilo. No podía quitarse la sensación del agua entrando en sus pulmones, de esa garra alrededor de su tobillo. Había dejado una marca roja en su piel.
Reunió toda la información que pudo sobre criaturas marinas, siendo su prioridad las sirenas ya que parecían ser las más habituales, aunque solían vivir en el mar, no en lagos. Aun así, había muchas criaturas que ahogaban a sus víctimas, no podía reducir la búsqueda sin más información. Tampoco había encontrado nada sobre un lago que comunicara a otro mundo.
Con toda esa información, se dirigió al loft a la mañana siguiente. Era tan temprano que fue el primero en llegar, café en mano porque no había dormido nada. Tan solo Derek y Cora se encontraban allí, el alfa sentado en un sillón con los codos apoyados sobre las rodillas y el ceño fruncido en una expresión de preocupación y/o molestia (su expresión por defecto), mientras que su hermana estaba sentada relajadamente en el sofá con el móvil en la mano.
—¿Por qué no estáis investigando?—preguntó como saludo.
—Buenos días a ti también, Stiles—respondió Cora sin levantar la vista de su móvil.
—Ya has estado haciendo tu propia investigación—le dijo Derek, sabiendo que no habría podido contenerse.
—Sí, pero no he encontrado nada que se ajuste a lo que vio Scott ni sobre un lago sin fondo—dejó su portátil en la mesa de centro y echó el último sorbo a su café.
—Podrías habértelo ahorrado—le dijo Cora y cuando no dijo nada más Stiles gesticuló ampliamente con sus brazos para que continuara.
—¿Y se puede saber por qué?—preguntó finalmente. Era demasiado temprano para esto, necesitaba por lo menos otros dos cafés para aguantar a la sociópata antisocial.
—Porque ya sabemos qué son—respondió y esperó una pausa dramática para añadir—: Pero creo que deberíamos esperar al resto de la manada para contároslo, así no habrá que explicarlo dos veces.
Stiles le tiró su bote vacío de café, pero Cora lo atrapó con la mano sin pestañear. Querría borrarle esa maldita sonrisa perversa de un puñetazo, pero sabía que lo único que acabaría roto sería su mano.
Fue a la cocina para hacerse otro café mientras enviaba mensajes furiosos al resto de la manada para que se apresuraran. Cuando el último de ellos llegó, casi una hora más tarde, todos se repartieron entre los muebles y el suelo como era habitual y miraron expectantes a Derek, su alfa, como si tuviera todas las respuestas. Stiles sabía que no era así, generalmente era él quien tenía que buscar toda la información porque Derek apenas tenía conocimientos sobre otras criaturas e incluso sobre los propios hombres lobo y su sociedad.
—Lo que os atacó ayer era un nunmyo. Podrían ser confundidos con una sirena por su apariencia, pero no tienen nada que ver, ni siquiera son de este mundo. Cuando están en el agua, tienen una aleta caudal como la de los delfines, pero pueden dividirla en dos piernas para caminar por tierra. Su piel es violácea, pelo verde parecido a algas y ojos brillantes azules. Tienen manos con garras bastante afiladas y unos dientes similares a los de un tiburón. Son fuertes y rápidos, incluso en tierra, y se pueden alimentar de cualquier criatura. El ser humano entraría fácilmente en su dieta. Sin embargo, dudo que su intención fuera devorarte.
—¡Intentó ahogarme! ¡Me arrastró hacia el fondo!—exclamó Stiles incrédulo.
—Lo sé, pero debe de haber algún motivo—insistió.
—¿Cómo es que sabes tanto sobre ellos?—era la primera vez que le oía decir tantas palabras seguidas y eso le sorprendía aún más que sus conocimientos.
—Mi madre nos llevó a Laura y a mí a verlos unos meses antes del fuego. Desde hace generaciones los nunmyos que aparecen en este lago tienen un trato con la manada Hale. Su mundo es peligroso, más que el nuestro, y vienen a este lago a tener a sus crías. A cambio de disfrutar de la protección que conlleva tener a sus crías en un lago en territorio custodiado por los Hale, no tienen permitido alimentarse de ningún humano o criatura sobrenatural que se encuentren en este mundo.
Stiles se cruzó de brazos y se reclinó bruscamente contra el respaldo del sofá.
—Dices que tienen este trato con la manada Hale, pero no ha habido manada Hale, ni ninguna otra, en este territorio en seis años. Quizás no saben que hay una nueva manada en la zona y al ver a un grupo de hombres lobo y otras criaturas junto a su lago pensaron que sus crías estaban en peligro y por eso atacaron o simplemente crean que el trato ya no tiene validez y les apeteciera comerse a un tierno humano.
—Lo dudo, no salen del lago así que es probable que no tengan ni idea de lo que ha estado pasando por aquí, pero es una posibilidad. Aun así, sería arriesgado atacar a una persona, humana o no, habiendo tantos hombres lobo alrededor. Aunque hubiera conseguido matarte, saben que acabaríamos cerrando el portal y se quedarían sin su zona segura. Sigo pensando que este... encuentro tenía otra intención.
—Fuera la intención que fuera—intervino Scott—, tenemos que asegurarnos de que no vuelve a suceder o la próxima vez tendremos una víctima mortal.
—Es cierto. Vamos a visitar el lago—Derek se levantó, indicando con la cabeza a sus betas—. Stiles y Lydia, quedaos aquí e investigad.
—Espera, yo también quiero ir—se quejó Stiles, levantándose del sofá.
—Te quedas aquí—le ordenó Derek con su voz alfa, que realmente no afectaba al humano—. Si resulta que quieren pelear, serías un estorbo.
—Vaya, gracias, me siento muy apreciado—resopló sarcástico y se tiró de nuevo sobre el sofá.
No le sorprendía, era lo habitual. El frágil humano debía quedarse en casa para no resultar herido. Incluso Lydia como banshee salía más a menudo con ellos.
Fue inútil de todos modos. Incluso llamando a Deaton para que les ayudara no consiguieron nada, al parecer no había ningún nunmyo en el lago y el portal estaba cerrado. Por lo que les dijo el druida, los únicos que podían abrir o cerrar el portal eran los propios nunmyos así que no podían hacer nada al respecto. Decidieron mantener la zona vigilada, incluyéndola en sus rondas diarias por la ciudad, pero no podían hacer mucho más.
Stiles siguió investigando sobre los nunmyos, recurriendo esta vez a los libros en la cámara acorazada de los Hale. Aun así, la información era escasa. Estas criaturas tan solo venían a nuestro mundo para criar y no solían salir de los lagos ni relacionarse con humanos u otras criaturas más allá de los tratos que hacían con quienes controlaban los territorios donde se encontraban.
No volvieron a saber nada de los nunmyos en la siguiente semana así que los lobos dejaron de preocuparse por ellos y Stiles estuvo a punto también hasta que una mañana despertó y fue corriendo al baño, vaciando su estómago en el retrete. Su cabeza palpitaba y todo su cuerpo dolía. No sería tan extraño si la noche anterior hubieran estado luchando contra la criatura de la semana, pero había sido un día tranquilo, debería estar descansado. Cierto que no solía dormir mucho últimamente, desde que Scott había sido mordido, pero nunca se había despertado sintiéndose tan destrozado. Lo único que se le venía a la cabeza era el nunmyo que había intentado ahogarle. Quizás le había envenenado con sus garras o de algún otro modo –aunque no tenía más marcas en su cuerpo–. No había nada al respecto en los libros, pero la información era demasiado vaga en general así que no podía fiarse de ello.
Fue directamente a ver a Deaton, no estaba en condiciones de ir a clase. Vomitó en su papelera nada más llegar.
—Supongo que no crees que esto tenga causas naturales—le dijo el veterinario apartando la papelera.
—Ese nunmyo me hizo algo, estoy seguro. Nunca me he sentido así, yo no me enfermo de este modo—se sentó en la camilla como Deaton le estaba indicando.
—¿Cuáles son tus síntomas?
—Me duele todo en general, pero lo peor es el estómago, he vomitado también en casa esta mañana.
—De acuerdo, túmbate—Deaton le levantó la camiseta y comenzó a palparle el estómago. Stiles observaba su rostro atentamente en espera de alguna reacción, pero se mantenía tan imperturbable como siempre—. Voy a hacerte una ecografía.
Stiles siseó entre los dientes ante el líquido frío sobre su estómago y el transductor comenzó a moverse sobre sus modestos abdominales. No podía ver la pantalla del ecógrafo, pero cuando vio un leve tic en los ojos de Deaton se asustó porque eso tenía que significar algo.
—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué está pasando? ¿Qué ves? ¡Enséñamelo!—preguntó incorporándose sobre sus codos.
—Cálmate, Stiles. Ahora te lo muestro, límpiate—le dijo, entregándole un papel.
Stiles se limpió descuidadamente el lubricante y se sentó en la camilla frente a la pantalla. Pudo ver claramente dos formas ovaladas de unos seis centímetros de largo, una en vertical a la derecha de la imagen y otra en horizontal en el centro un poco más arriba.
—¿Qué es eso?—preguntó con voz tímida porque ya tenía una idea de lo que eran.
—Parecen huevos, en el intestino grueso.
—Oh, dios mío. Dime que puedes sacármelos—ocultó el rostro en sus manos, no podía seguir mirando eso, no quería pensar que esas cosas estaban dentro de él.
—No puedo decírtelo ahora mismo. Tengo que estudiar el caso y hacer más análisis. Voy a sacarte sangre y quiero una muestra de heces y orina. Por ahora puedo darte unas hiervas para intentar aplacar los síntomas, pero nada más.
—¿Unas hiervas? ¿Tengo dos putos huevos dentro de mí y me das unas hiervas?—su voz sonaba histérica, ¿cómo podía no estarlo?
—Stiles, cálmate y respira.
Pero ya era tarde. Las respiraciones eran demasiado rápidas y superficiales, no podía controlarlas. Había dos huevos dentro de él, dos huevos de una criatura. ¿Cómo demonios habían entrado allí? ¿Cómo demonios iban a sacarlos? La voz de Deaton no llegaba a su cerebro y su visión comenzó a oscurecerse en los bordes hasta que perdió el conocimiento.




Abrió los ojos a una sala a oscuras. Por un momento se preguntó dónde estaba o qué hacía allí. Su mano fue directa a su vientre cuando lo recordó. Sintió náuseas, pero respiró hondo y tragó saliva, no quería levantarse en ese momento. Escuchó las voces de algunos miembros de la manada al otro lado de la puerta. No quería enfrentarlos, no tenía energía, pero tampoco tenía alternativa.
Bajó de la camilla y salió de la consulta. Todas las miradas se dirigieron a él. Bueno, si el veterinario ya se lo había contado no tendría que hacerlo él.
—Hey, Scotty, ¿me llevas a casa?
Por suerte su amigo asintió y ninguno de los otros intentó impedirlo, tan solo les vieron marcharse en silencio.
—¿Quieres hablar?—le preguntó Scott a medio camino de su casa.
Stiles negó con la cabeza y Scott no insistió.
Se alegró de que el coche del sheriff no estuviera en la entrada. Aún no sabía si quería contárselo a su padre o no. Noah ya estaba al tanto del mundo sobrenatural, pero a veces era mejor que no supiera ciertas cosas. Sin embargo, si los síntomas de Stiles seguían siendo tan malos, acabaría descubriendo que algo pasaba y se enfadaría más por no habérselo dicho. Con suerte no tendría que decidirlo hoy.
No tuvo otro remedio que hacerlo cuando su padre lo encontró vomitando en el baño a la mañana siguiente.
—Dos huevos.
—Sí.
—Y esa sirena o lo que sea... ¿por qué?
—No tengo ni idea. No hay suficiente información sobre ellos para suponer un motivo.
Noah suspiró y apoyó el rostro en las manos con una expresión cansada.
—Por qué siempre a ti.
Stiles se encogió de hombros. No tenía respuesta para eso.
—¿Qué se puede hacer?
—Aún no lo sé. Deaton va a estudiar el caso. Con suerte se podrán extraer cuanto antes.
—¿Si no se pudiera?—preguntó temiendo la respuesta.
—Prefiero no pensar en eso. Ya he tenido pesadillas esta noche—y habían sido horribles, demasiado parecidas a algunas escenas de Alien.
Iré contigo la próxima vez que vayas a ver a Deaton.
Stiles asintió. No tenía energías para discutir, ahora solo quería concentrarse en ser capaz de comerse la tostada que tenía en el plato.
Al día siguiente llegó a la clínica veterinaria junto a Noah. Cuando regresó a casa, apenas era capaz de recordar lo que había sucedido durante la visita. Tenía en su cabeza los gritos de su padre hacia el veterinario, las réplicas insensiblemente frías de Deaton y una frase grabada a fuego: No se pueden extraer.
Noah le subió una sopa caliente antes de irse a trabajar a su turno de tarde. Stiles se quedó tumbado en la cama mientras la sopa se enfriaba hasta que se quedó dormido en algún momento.
No le quedaba otro remedio así que acabó por aceptarlo. Intentar extraerlos pondría en riesgo su vida, la mejor opción era esperar a que salieran de forma natural, si es que eso era posible. Las hiervas que Deaton le había dado ayudaron algo con los desagradables síntomas, aunque aún le costaba comer y acababa devolviéndolo todo muy a menudo –esto ahora podía ser también algo psicológico y no solo físico–. También estaba cansado la mayor parte del tiempo y mientras estaba en casa pasaba casi todas las horas durmiendo. Seguía acudiendo a clase, pero había dejado el equipo de lacrosse; no solo por el agotamiento si no por el miedo de que algún golpe perturbara los huevos y pudieran romperse y rasgar su interior o algo así.
Un par de semanas tras el descubrimiento de los huevos, Stiles estaba de nuevo en la camilla con el ecógrafo examinando su vientre para mantener un control sobre su estado. Cuando vio un leve tic en los párpados del veterinario, estuvo a punto de entrar en pánico de no ser por la mano de Scott que se mantenía firme sobre su hombro.
¿Qué pasa? Y no te pongas misterioso porque no estoy para esas mierdas—le advirtió.
Han aumentado de tamaño—respondió directamente.
¿Huh?
Los huevos no aumentan de tamaño—replicó Scott confuso.
Cabe la posibilidad de que no sean exactamente huevos, o no como los conocemos nosotros, sino una especie de placenta muy gruesa. Si ese fuera el caso, puede que se estén alimentando a través de ella.
Oh, dios mío. ¿Me están comiendo por dentro?—preguntó con casi un sollozo.
No, no. Me refiero a que se alimentarían de lo que tú comes, como lo haría un bebé normal.
O una tenia.
Sí, eso sería más exacto.
¡Genial!—exclamó, ahora sí con lágrimas empañando sus ojos y su respiración amenazando con llevarlo a otro ataque de pánico—. No solo tengo huevos en mi interior sino que además son unos parásitos. ¿Qué más puede sucederme? Mierda. No debí decir eso. Siempre que se dice eso sucede algo más.
Stiles, Stiles, vamos, respira conmigo—le dijo Scott, forzándolo a mirarle.
Tardó varios minutos en sacarlo fuera de la zona de peligro de un ataque de pánico y para entonces Stiles estaba simplemente exhausto. Scott lo llevó a casa y no pudo más que echarse a dormir, las pesadillas poblando diariamente su sueño y hoy más que ayer.

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