Título: Nuestro momento predestinado
Fandom: Mentes Criminales Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, violencia
Capítulos: 30 (15 de 30)
Resumen: El gobierno dice que Spencer Reid es el Alma Gemela de Aaron Hotchner, y Aaron siempre ha confiado en el sistema, pero ese chico flacucho con pinta de ayudante de profesor universitario y claros problemas de personalidad no puede ser su Alma Gemela. No le queda otro remedio que casarse con él, pero eso no significa que tenga que aceptarlo como su pareja.
Nota: Atención, esta es una historia dura que involucra a niños que han sido violados y torturados. Estos hechos no se describen en sí, pero sí se habla posteriormente de ellos y también se incluye la muerte de menores.
Capítulo 15
—¡¿Quién está ahí?! ¡No quiero
a nadie aquí!—gritó la voz de un chico desde dentro.
—Soy el doctor Spencer Reid, no soy
policía ni de ningún otro cuerpo de seguridad y no voy armado.
—¿Doctor? No necesitamos ningún
médico aquí.
—No, no soy doctor en medicina, tengo
varios doctorados en otras ramas. Solo quiero hablar contigo, Will,
saber por qué estás haciendo esto. ¿Puedo entrar?
—¡No!
—Si no entro yo, entrará un equipo
de los SWAT y te matarán sin hacer preguntas y no podrás explicarle
a nadie por qué estás haciendo esto.
Hubo un silencio en el que pudo
escuchar algunos sollozos.
—Está bien, pero si intentas algo
raro te dispararé. ¡Ve a abrir!—le ordenó probablemente a alguno
de sus compañeros.
—Como te he dicho, estoy desarmado y
sin protección. Solo quiero hablar.
Una joven temblorosa abrió la puerta
para que Reid entrara y volvió a cerrarla tras él, atrancándola
con un par de barras de madera que probablemente servían para los
decorados de las obras. Spencer echó un vistazo a su alrededor. Al
fondo un escenario vacío con las cortinas abiertas, el patio de
butacas con veinte filas de veintidós butacas cada una, un pasillo
no demasiado ancho en medio y justo en el espacio entre la primera
fila y el escenario, dieciséis niños y dos adultos. Estaban
sentados en el suelo, uno al lado del otro, con la espalda contra el
escenario. Will estaba parapetado tras las butacas de la segunda
fila, con su semiautomática apuntando hacia Reid. El doctor respiró
hondo y avanzó por el pasillo con las manos levantadas.
—¡Quieto!—le ordenó Will a mitad
del pasillo. Reid se detuvo casi congelado y esperó mientras el
chico salía de su refugio. Vestía ropa negra, con su pelo largo
rubio también teñido de negro—. ¡Regístrale!—le ordenó a la
misma chica que había abierto la puerta y esta saltó en el sitio
con un pequeño grito de miedo, pero obedeció de inmediato.
Torpemente lo registró y, por
supuesto, no encontró nada.
—Te lo he dicho, estoy desarmado y ni
siquiera llevo chaleco. Solo quiero hablar contigo, Will. Cuéntame
qué ha pasado para que llegues a esto.
—A nadie le importa lo que haya
pasado—replicó con una expresión tan dolida que le rompió el
corazón a Spencer.
—A mí me importa, por eso estoy
aquí.
—No podrías entenderlo.
—¿Estás seguro? ¿Crees que no
podría entender el acoso constante de tus compañeros? Los insultos
cada día al llegar a la escuela hasta el camino de vuelta a casa.
Las humillaciones públicas, las risas, el aislamiento.
—¿Cómo sabes eso?—preguntó
mirándole con algo de miedo.
—Porque lo he vivido y porque he
tratado con muchos chicos que han pasado por lo mismo, puedo
reconocerlo en cuanto lo veo.
—¿Lo has vivido? Eres... eres un
doctor, la gente te respeta.
—Soy doctor a los veinticuatro años
y nada más llegar aquí me han dicho que apenas parezco un mocoso
recién salido del instituto. Y podría decirte cosas peores que me
han llamado en el último año. Fui un genio que se graduó de un
instituto público de Las Vegas a los doce años, ¿crees que allí
era respetado?
En el exterior, Hotch dedicó una de
sus penetrantes miradas a Beckman al oír a Spencer citar sus
palabras. El negociador tragó saliva y retrocedió un paso.
Estaban escuchando todo atentamente,
aunque estaba seguro de que Reid no les daría la más mínima pista
para poder entrar. Hotch se cabreaba por momentos según escuchaba a
Spencer hablar de su infancia porque sabía que todo era verdad. Si
hubiera podido estar allí, si hubiera podido protegerle en aquel
entonces. Pero era inútil pensar ahora en eso, tenía que
concentrarse en protegerle ahora (sí, mandarle al interior de ese
colegio desarmado a enfrentarse a un chico con una semiautomática
era una buena manera de hacerlo). Pero Reid lo estaba consiguiendo,
podía notarlo en la voz del chico. Hablando con él tranquilamente,
el chico explicándole el grave acoso que sufría en el colegio por
parte de todos sus compañeros y los problemas que tenía en casa con
un padre adicto al juego y una madre alcohólica.
Hotch comenzó a sentir empatía por el
chico y finalmente se alegró cuando Reid salió con él desarmado,
habiéndole convencido de que aún tenía un futuro. Se aseguró de
que la policía no lo trataba demasiado mal cuando se lo llevaron
detenido. Aún no habían localizado siquiera a los padres.
Tuvo que usar toda su fuerza de
voluntad para contenerse y no abrazar al genio cuando se acercó a
él. Todo había ido bien, pero aun así había estado aterrado por
su vida. Logró conformarse con apretar su hombro con la mano en un
gesto que podía parecer de colegas hacia los demás. Spencer sonrió
y asintió con la cabeza, aunque él también habría querido
abrazarle, su cuerpo aún temblaba ligeramente. Incluso si estaba
seguro de poder conseguirlo, no era fácil plantarse frente a una
semiautomática.
—Voy a hablar un momento con el
teniente y podremos irnos.
—¿No quieres ocuparte de los niños
que había de rehenes?—le preguntó extrañado.
—Después de todo lo que he dicho ahí
dentro, no creo que sea el más adecuado para eso. Le pediré al
teniente que les consiga la ayuda adecuada.
Se dirigió al centro de mando y fue a
hablar con Davis apartados del resto de agentes que estaban
recogiendo.
—Muchísimas gracias por su ayuda,
doctor Reid. No creo que hubiéramos visto un final tan bueno
siguiendo el plan que teníamos.
—Me alegra haber podido ayudar, pero
puede que no esté tan contento conmigo cuando le cuente esto.
—¿Qué sucede?—preguntó el
teniente poniéndose serio.
—No estoy aquí por petición del
FBI, de hecho no saben que estoy aquí—comenzó a explicarle—. Me
encontraba en las oficinas de Quántico negociando una colaboración
con ellos cuando escuché la noticia por la televisión. Le dije a mi
amigo que me habían pedido que ayudara y por eso me acompañó hasta
aquí, realmente pensando que me lo había pedido el FBI. Si alguien
tiene que cargar con la responsabilidad de esto seré yo, él vino
aquí engañado, ni siquiera está de servicio.
—¿Por qué hizo eso?—por su rostro
imperturbable era imposible saber lo que estaba pensando y eso le
recordó a Hotch.
—Porque he visto demasiados casos
como este terminar en tragedia y sabía que podía evitarlo. No es un
terrorista, solo es un niño que ha sufrido demasiado en su corta
vida y no ha recibido ayuda de nadie.
El teniente Davis se quedó
observándole en silencio por un momento y finalmente suspiró,
habiendo alcanzado una decisión.
—En mi informe constará que usted
llegó interesándose por la situación y le pedimos ayuda dado el
buen trabajo que hizo con los niños de la granja. Ya que todo ha
salido mejor de lo que esperábamos en un principio, no creo que deba
haber ningún problema. Pero le pido que no vuelva a intentar
engañarnos, con su creciente historial de éxitos no será
necesario. Oh, y pásese por la comisaría en cuanto pueda, necesito
su declaración.
—Por supuesto, muchas gracias
teniente.
Se despidieron y Spencer regresó
aliviado junto a Hotch.
—¿Todo bien?—preguntó Aaron,
temiendo que por la expresión que había visto en el teniente
hubiera algún problema.
—Todo bien, ¿vamos a casa?
Iba a preguntar de nuevo, pero al
escucharle decir «a casa» como si fuera su propia casa, perdió la
noción de todo.
—Ah... Sí, claro.
Esa fantasía no duró mucho, esa misma
tarde fueron a entregar el extenso y minucioso informe de Spencer
sobre el caso («Tengo memoria eidética», había dicho para
justificar su excesiva longitud. Aaron dio gracias por no ser su
jefe) y de ahí condujeron directamente al aeropuerto. Spencer evitó
la incómoda despedida prácticamente volando del coche tras un
rápido agradecimiento. La casa se sintió demasiado vacía cuando
regresó, incluso si siempre había estado así antes.
Tres semanas más tarde, tiempo en el
que no había sabido nada de Spencer, Aaron recibió un mensaje
cuando acababa de despertar en un motel de Oklahoma.
Spencer » Estamos en DC
definitivamente. ¿Quieres venir a ver mi nueva oficina?
Maldijo para sus adentros y tal vez no
tan para sus adentros por la mirada que recibió de su compañero de
habitación sentado en la cama de al lado. Para una vez que le
contactaba y tenía que estar a más de tres horas en avión y en
medio de un caso. Si hubiera estado en Washington o Quántico, no le
habría importado lo poco digno que hubiera sido dejar todo lo que
estuviera haciendo en ese mismo momento para ir a verle como un
perrito faldero. Le echaba de menos cada día y era increíblemente
doloroso.
Hotch » Estoy en Oklahoma en un
caso. Te aviso cuando regrese y te invito a cenar.
Respondió de inmediato. Esta vez no le
dio vueltas al mensaje, quería verle y quería charlar un rato con
él (quería mucho más, pero sabía que eso era lo único a lo que
podía aspirar) y las cenas entre ellos eran lo bastante habituales
como para que no se sintiera incómodo.
Definitivamente. Eso significaba
que ahora podría verle a menudo, que ya no pasarían semanas sin
saber nada el uno del otro. Spencer no era de las personas que les
gustaba pasar horas hablando por teléfono, no con él al menos. Le
había visto escribir cartas, pero tampoco creía que estuviera
dispuesto a cartearse con él, así que el único modo de estar en
contacto era verse en persona y ahora podría hacerlo.
—¿Me sería difícil adivinar de
quién era el mensaje?—preguntó David con una petulante sonrisa.
Aaron se dio cuenta de que estaba
sonriendo como un tonto a la pantalla de su móvil, releyendo el
mensaje de Spencer hasta que quedara grabado en sus retinas.
—Spencer está ya definitivamente en
Washington, al parecer ya tiene incluso su oficina—sin duda tenía
que aprender a disimular esa sonrisa tonta. No tenía práctica,
nunca había sonreído así.
—Felicidades, sigue así y a lo mejor
cuando tengas noventa años consigas acostarte con él—le dijo
sarcástico.
—¡Dave! No puedo presionarle, sabes
que le hice daño, más del que imaginas.
—Y la ironía es que eres tú mismo
como su Alma Gemela la única persona que puede sanar sus heridas. No
estoy diciendo que le fuerces, pero dejar que se vuelva a Chicago y
no ponerte en contacto con él ni una sola vez en semanas no es una
buena forma de avanzar.
—Bueno, ahora estará en Washington,
será más fácil vernos—sabía que tenía razón así que no podía
replicarle.
—Por supuesto, tenéis ambos unos
horarios tan estables.
—Deja de ser sarcástico a primera
hora de la mañana. Ni siquiera he tomado café.
Pero era terriblemente cierto. En
cuanto el avión aterrizó en Quántico dos días después, envió un
mensaje.
Hotch » Acabo de regresar.
¿Quedamos para comer?
Y la respuesta fue como un puñetazo al
estómago.
Spencer » Estoy en un caso en
Kansas. Te aviso cuando regrese.
Solo rogaba para que cuando regresara
no estuviera él en otro caso. No fue hasta nueve días después (no
es que los estuviera contando) cuando recibió otro mensaje.
Spencer » Ya estoy en casa. ¿Estás
aquí?
Él había tenido un caso, pero ya
había regresado. No le sorprendía que los casos de Spencer duraran
mucho más que los suyos, él no se iba cuando los malos estaban
entre rejas.
Hotch » Sí, ¿quedamos esta noche?
Spencer » A las 7, así te enseño
el centro. Te envío la dirección.
Estaba tan ansioso que llegó a las
seis y media. Esperó un rato en el coche, pero eso le hizo sentir
como un acosador y seguro que resultaba sospechoso en un lugar así
por lo que finalmente salió y se dirigió al edificio de tres
plantas, de ladrillo rojo. Eran probablemente unas antiguas viviendas
reformadas. Estaba rodeado por calles, ningún otro edificio pegado a
él. Las ventanas tenían cristales especiales por los que no se
podía ver el interior. Junto a la puerta de entrada, de cristal
biselado y hierro, había una discreta placa que rezaba «Centro de
Recuperación Infantil». Llamó al timbre y al momento sonó el
zumbido que le dejaba pasar. Había un agente de policía armado nada
más entrar para encargarse de la seguridad. Eso le gustaba, aunque
estaba seguro de que a Spencer no. A la izquierda estaba la
recepción, con una joven de pelo corto tras ella, había una puerta
junto a la recepción con la señal de baños y otra puerta
acristalada en la pared opuesta que daba a una sala de espera. Al
fondo había unas puertas dobles con un sistema de seguridad para
poder pasar. El edificio era antiguo, pero parecían haberlo montado
muy bien para que fuera totalmente seguro.
—Soy Aaron Hotchner, venía a ver al
doctor Reid—le dijo a la mujer de recepción, con una
identificación colgada de la solapa de su chaqueta con su foto, su
nombre y las siglas CRI.
—Le esperaba para las siete, le
avisaré de que ya está aquí, espere un segundo—le dijo con una
sonrisa y de nuevo Aaron se sintió un poco avergonzado por llegar
tan pronto.
En apenas un minuto Spencer aparecía
por las puertas de seguridad, con la camisa blanca arremangada y el
chaleco marcando su esbelta figura. El pelo le había crecido un poco
y le hacía aún más joven, enmarcando sus perfectos pómulos.
—¡Aaron, pasa!—le dijo sonriente,
manteniendo la puerta abierta.
El corazón de Aaron latía con fuerza.
Al fin le veía de nuevo tras más de un mes, demasiado tiempo para
estar alejado de él. Esa radiante sonrisa, esos preciosos ojos, esa
increíble vitalidad. Quería acercarse a él, rodearle con sus
brazos y besarle intensamente. Quería tantas cosas. Pero se controló
con una voluntad sobrehumana y consiguió dejarlo en una sonrisa y en
colocar una mano en su espalda cuando las puertas se cerraron tras
ellos.
—¿Cómo has estado? Imagino que
habrás tenido mucho trabajo preparando todo esto.
—Bueno, Satu se ha encargado de la
mayor parte. Yo tuve un caso antes de trasladarnos y este último al
poco de llegar así que no he sido de mucha utilidad por aquí—le
dijo hablando a una velocidad un poco mayor de la habitual y moviendo
sus manos también más de lo normal—. Mira, en esta planta tenemos
los despachos y salas de reuniones, cualquier cosa a la que padres u
otros visitantes puedan tener que acceder. Y también tenemos salas
preparadas para trabajar en casos. ¿Quieres tomar un café? Esta es
la sala de descanso.
—Am... Claro, pero creo que tú ya
has tomado suficiente café—le dijo, viéndole servirse ya una taza
en la pequeña cocina. Estaba realmente hiperactivo.
—Puede, es posible. Estoy tan
emocionado con esto. Llevo años queriendo algo así, soñando con
ello y planeándolo en mi cabeza. Y aquí lo tengo y puedo manejarlo
como yo considere apropiado, no tengo restricciones de nadie.
Aaron le quitó la taza de las manos
cuando estaba a punto de beber.
—Me alegro muchísimo por ti,
Spencer, pero necesitas calmarte o va a darte un ataque. No más café
por hoy—Spencer hizo un mohín, pero Aaron no se echó para atrás—.
El FBI te debe de haber dado un buen presupuesto para conseguir todo
eso.
Entonces el joven puso esa sonrisa de
«sé algo muy jugoso que tú no sabes» y Aaron le miró con
curiosidad.
—Tenemos un presupuesto propio. No
dependemos de ninguna agencia, directamente del gobierno.
—¿Lo dices en serio?—estaba
realmente sorprendido.
—Completamente. Todas las agencias
que quieran nuestra colaboración tendrán que aportar cierta
cantidad anual a nuestros fondos, pero tenemos un presupuesto propio
que nos permitiría funcionar aun sin eso.
—No negarías tu colaboración a
nadie aun si no aportara al presupuesto—le dijo arqueando una ceja.
—Claro que no, pero eso ellos no
tienen por qué saberlo por ahora—respondió con una sonrisa
traviesa que quedaba simplemente perfecta en su rostro.
—¿Cómo has conseguido algo así en
tan poco tiempo?
—Soy un genio. Unos halagos
apropiados por aquí unas amenazas sutiles por allá y una buena
propuesta. Una vez que se han fijado en mí, el resto ha sido pan
comido.
—Has nacido para ser político—le
dijo sonriente ante la simpleza con que lo ponía.
—Oh, no, por favor, me siento muy
sucio cada vez que salgo de una de esas reuniones, lo detesto. Pero
merece la pena por conseguir esto. Cuando te vi en el juzgado pensé
que lo conseguiría mucho antes teniendo a mi Alma Gemela en el FBI,
pero pensaba conseguirlo de todos modos aun si me llevaba más
tiempo.
—¿Ibas a utilizarme?
—¿Por el bien de los niños?
Claro—respondió sinceramente y sin ninguna vergüenza.
Aaron le miró por un segundo y se echó
a reír. Se dio cuenta de que no le habría importado en absoluto que
Spencer le utilizara, incluso lo habría permitido.
—Eres maravilloso—acarició su pelo
con una mano y le dio un beso en la mejilla.
Pasaron varios segundos hasta que se
dio cuenta de lo que había hecho por la expresión estupefacta del
joven.
—Ah... Lo... Lo siento—no,
realmente no lo sentía, había sido completamente natural y solo
quería repetirlo.
—U-um... Está bien... ¿Por qué no
seguimos con la visita?—su rostro se estaba poniendo más rojo por
momentos, tan adorable.
—Sí, claro—intentó ocultar su
sonrisa.
Dejaron la sala de descanso y subieron
a un ascensor para el que se necesitaban las huellas dactilares para
pulsar los botones que accedían a las otras dos plantas.
—Tenéis una gran seguridad
aquí—observó sorprendido, intentando romper el repentino silencio
que había provocado. Al menos Spencer ya no estaba hiperactivo.
—Cortesía de nuestros amigos de
Seguridad Nacional—las puertas del ascensor se abrieron y salieron
a un amplio pasillo con dibujos infantiles en las paredes—.
Normalmente nadie más que el personal autorizado y los padres o
profesionales requeridos, siempre acompañados, pueden entrar en esta
planta, pero aún no hay ningún niño así que no hay problema. Aquí
están las salas de juego, de estudio, biblioteca, comedor... todo lo
que necesiten para el día a día, además de unas salas preparadas
para encuentros con los padres o, si fuera necesario, con agentes de
policía o cualquier agencia.
Aquello le recordó bastante al centro
donde había cuidado de los niños de la granja. Pudo ver las amplias
salas, unas decoradas para niños pequeños, otras más juveniles,
todo perfectamente pensado, no esperaba menos de Spencer. En algunas
había personal trabajando, terminando de prepararlo todo, y les
saludaron con una sonrisa. Tras verlo todo, tomaron el ascensor de
nuevo hasta el último piso, con las mismas decoraciones infantiles.
—Aquí están las habitaciones. Las
hay individuales y compartidas, dependiendo de las necesidades que
tengan, y también hay unas especiales por si el padre o la madre
tuviera que dormir con ellos. Esta planta está todavía más
restringida que la segunda, muy poco personal podrá acceder aquí
por la seguridad de los niños.
—Lo tienes todo pensado.
—Por supuesto. También tenemos una
par de plantas en el edificio de enfrente con los pisos reformados
para trabajadores y para los padres que pudieran necesitarlas ya que
no podrán quedarse aquí a dormir salvo extrema necesidad.
—Déjame adivinar, tú vives ahí.
—Puede. Aunque tengo la sensación de
que se va a convertir igualmente en mi almacén. Es probable que
duerma la mayor parte del tiempo en el sofá de mi despacho, he
comprado uno cómodo con ese propósito.
—Mentiría si dijera que me
sorprende. Mientras duermas, me conformo. Ahora solo falta que comas
bien.
—Lo intentaré. Aún es pronto para
cenar, ¿quieres que demos una vuelta? Quiero conocer mejor la zona y
encontrar una buena librería.
—No puedo creer que tengas tiempo
para leer con todo el trabajo que haces.
—Siempre hay tiempo para
leer—respondió como si acabara decir lo más ridículo del mundo.
Pasó por su despacho y se puso la
chaqueta, cogiendo también su inseparable bolsa de cuero. Durante un
caso, un detective novato había llevado una bolsa muy similar y
Aaron no había podido evitar pensar en Spencer cada vez que le veía
aunque no se parecían en nada (su Spencer era mucho más atractivo,
por supuesto).
Salieron del CRI y caminaron
tranquilamente por las calles de alrededor, una zona tranquila de la
ciudad. Aaron tenía que controlar sus manos para no rodearle la
cintura con su brazo en un descuido. Estaba simplemente feliz de
poder pasar el rato con Spencer y parecía que el beso no había
estropeado del todo los ánimos.
—¿Seguiréis haciendo el mismo
trabajo que hacías antes?
—Sí, si cualquier departamento de
policía de cualquier parte del país o cualquier agencia necesita
nuestra ayuda, un miembro de mi equipo o yo mismo, dependiendo de la
gravedad, acudirá al caso. Yo mismo contrataré e instruiré a mis
trabajadores. Si los niños necesitaran un tratamiento a largo plazo
o no se pudiera localizar a sus familiares se les traería aquí y
permanecerían el tiempo necesario en el centro. Y, por cierto, el
FBI nos prestará sus aviones en caso de que haya que traer a los
niños.
—Ese sí que ha sido un buen punto.
—De lo que más me gusta, mucho mejor
que traerlos en un avión comercial. Aún queda mucho trabajo que
hacer para ponernos realmente en funcionamiento, sobre todo a nivel
de personal. Quiero asegurarme de que todos están bien cualificados
así que requerirán cierto tiempo de formación.
El móvil de Spencer comenzó a sonar y
lo sacó de la bolsa.
—Dime.
«Tenemos un caso».
woooow esto fue mucho mas suave fue como ver a un Spencer mas fuerte y un Aaron mas enamorado..!!!
ResponderEliminarme encanto..!!!
Me ha encantado!!!!
ResponderEliminarOjala las cosas sigan así, ya vamos mejorando ����
Es genial que Spencer habrá poco a poco su corazón y por la parte del sexo, no te preocupes, me encanta como va la historia
Besos!