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Formando una familia [cap10] FIN


Título: Formando una familia
Fandom: Mentes Criminales         Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69 
Género: Yaoi, Slash, Omevagerso
Clasificación: +18          Advertencias: Lemon, Mpreg
Capítulos: 10 (10 de 10) FIN
Resumen: Hotch va a divorciarse y ha decidido que Reid será su omega, aunque ni siquiera se lo ha comentado.

Capítulo 10

Según se acercaba el final del embarazo, los temores que Spencer había intentado contener todo ese tiempo crecían sin cesar. Había intentado ignorarlos porque sabía que no podía hacer nada al respecto, pero siempre habían estado en el fondo de su mente, impidiéndole ser completamente feliz aun con las mejores noticias. Ni siquiera lo había comentado con la doctora porque sabía lo que iba a decirle y estaba seguro de que nadie sabía más sobre el tema que él mismo. Cada vez que dejaba a Jack en la escuela, regresaba a casa y sacaba los libros que había escondido de Aaron en su habitación para el celo. Los leía una y otra vez a pesar de que ya se los sabía de memoria, pero estos no eran libros sobre embarazo ni bebés.

Tenía la foto de su madre en la mano y lloraba como cada vez que la miraba. Aún no se lo había dicho, ni siquiera se sentía capaz de visitarla porque veía en ella lo que podía ser el futuro de su hijo. Incluso si él había conseguido pasar la edad de riesgo sin que ningún signo de esquizofrenia se manifestara, eso no significaba que su hijo no la desarrollara. Solo podía rogar a un dios en el que no creía para que su hijo se pareciera a Aaron, para que sus genes hubieran quedado completamente sometidos por los del alfa.

De haber podido pensarlo y planearlo, muy probablemente habría decidido no tener hijos, incluso si eso significaba que su alfa no le quisiera. Pero llegó por sorpresa y el aborto no le parecía siquiera una opción. Tan solo, alguna vez, cuando veía la fotografía de su madre, deseaba que las probabilidades en su contra se cumplieran. No ahora, ahora no podría soportar el dolor de perderlo, ahora solo temía por su bebé, por su futuro. Lloraba odiándose a sí mismo por la pesada y peligrosa carga que le había transmitido. Jamás se lo perdonaría si su hijo acababa sufriendo esquizofrenia y lo comprendería si su alfa tampoco le perdonaba.

En algún momento, cuando naciera el bebé, tendría que decirle a su madre que había sido abuela, ¿pero le reconocería siquiera si iba a visitarla? Y algún día tendría que decírselo también a su hijo, tendría que decirle que era posible que sufriera esquizofrenia y su hijo pasaría por la misma angustia que había padecido él año tras año temiendo que la enfermedad se desarrollara, buscando sus síntomas en el más mínimo dolor de cabeza, temiendo perderlo todo antes de haber podido disfrutar de una cuarta parte de su vida. ¿Qué opción tenía para evitarle ese sufrimiento que él tan bien conocía? ¿Ocultárselo y no hablarle jamás de su abuela? Si era como él lo descubriría por su cuenta más pronto que tarde y quizás le odiara por ocultárselo. Pero si podía ahorrarle esa angustia, no le importaba ser él solo quien cargara con ese peso sobre sus hombros de nuevo otros treinta años.

—¿Spencer? ¿Estás en casa?—le llamó Aaron desde la entrada, pero Spencer no pudo oírle desde la habitación. Al no verle en la planta baja, subió las escaleras—. ¿Spencer?

El omega le oyó y se asustó. Intentó guardar apresuradamente los libros en el armario.

—¿Qué estás haciendo?—le preguntó Aaron asomándose justo cuando cerraba la puerta del armario.

—Am... Na-nada, solo... guardaba unas cosas...

—¿Estás llorando?—le preguntó al ver sus ojos rojos e hinchados.

—N-no, no, solo... solo...

Era evidente que estaba mintiendo, no sabía qué decir. Entonces Aaron vio la fotografía de su madre sobre el colchón y comenzó a hacerse una idea. Fue directamente al armario y abrió la puerta sin dejar que el omega se lo impidiera. Allí estaban los libros sobre esquizofrenia, más de una docena. Miró a Spencer, que intentaba secar nuevas lágrimas dándole la espalda. Se acercó a él y le abrazó, simplemente le abrazó por un momento y el omega rompió a llorar contra su pecho.

—Te quiero—le susurró, acariciando sus cabellos. Spencer sollozó y se aferró a su chaqueta—. Estoy aquí contigo. Habla conmigo, Spencer.

—Tengo miedo. Estoy aterrado—le dijo apenas audible.

Aaron le llevó hasta la cama y se sentaron juntos sin soltarse.

—Dime por qué—le animó suavemente.

—No quiero... no quiero que nuestro hijo tenga esquizofrenia. Aunque yo no la haya desarrollado nuestro hijo sí podría tenerla. Y aunque no la llegue a tener no quiero que pase años preocupándose cada día por si pudiera tenerla como me ha sucedido a mí, no quiero que nuestro hijo cargue con eso y no sé qué hacer. No le he hablado a mi madre del embarazo porque no sé si quiero que nuestro hijo la conozca. Si la conoce descubrirá que es posible que padezca esquizofrenia en el futuro y tal vez sería mejor si no lo supiera—su voz se rompía, apenas era capaz de respirar en algunos momentos, no lograba ordenar sus pensamientos, pero su alfa tan solo le abrazaba y escuchaba pacientemente—. Aaron, no sé qué hacer, he intentado aclararme durante todos estos meses, llegar a una conclusión de qué sería lo mejor, pero no he conseguido nada por muchos libros y estudios que he consultado. Tengo miedo porque no quiero hacer sufrir a nuestro hijo, no quiero que esté enfermo por mi culpa.

—Nuestro hijo sufrirá como todas las personas, pero estoy seguro de que nunca jamás será por tu culpa. Tiene mucha suerte de tenerte como madre, cuidarás de él como nadie más podría hacerlo.

—Lo siento, lo siento, Aaron. No quiero decepcionarte, si no fuera por mí tu hijo sería perfecto.

—Para, Spencer, no digas eso. Escúchame—levantó su rostro y le obligó a mirarle—. Te quiero, te amo con todo mi corazón y nunca me decepcionarás. Nuestro hijo ya es perfecto porque es tuyo y mío. No tienes que cargar con esto solo porque ahora me tienes a mí. Hagamos lo que hagamos, lo decidiremos juntos y pase lo que pase, lo afrontaremos juntos. Hablaremos largo y tendido el tiempo que haga falta para tomar una decisión y si llega a sufrir esquizofrenia nos tendrá a los dos a su lado y cuidaremos de él, juntos. Pero lo haremos todo paso a paso, cuando llegue el momento. Son cosas inevitables que tendremos que afrontar, pero no tenemos que agobiarnos con eso ahora, hay muchas otras cosas con las que agobiarnos en estos momentos.

—No quería hacer tu vida más difícil, lo siento.

—¿Pero qué dices?—tomó su rostro con una mano y presionó la frente contra la suya—. Has convertido esta casa en un hogar, has conseguido que mi relación con Jack sea mejor que nunca, te has convertido en una verdadera madre para Jack y le haces sentir querido. Y vas a darme un hijo. Nunca había sido tan feliz antes.

Le dio un profundo beso y, aunque las dudas y la preocupación permanecían en su interior, Spencer sintió una cálida calma envolverlo.

—Vamos a la habitación. Llamaré al equipo, les diré que no puedo ir.

—¿Eh? Ah, espera, qué... ¿Qué estás haciendo aquí?—apenas ahora se percataba de que no era siquiera mediodía.

—Tenemos un caso en Alaska, tenía que coger ropa de abrigo.

—¡Oh! Entonces tienes que darte prisa. Eres el jefe, no les puedes hacer esperar. Ya te he hecho perder mucho tiempo.

—Hey, hey—le rodeó con los brazos cuando intentó levantarse—. Esto no ha sido perder el tiempo y no les importará esperar unos minutos. Además, creo que debería quedarme-

—No. No vas a abandonar un caso por mí. Ni hablar—le dijo tajante y se levantó apoyándose en él.

—Está bien—suspiró, sabiendo que no lograría convencerle de lo contrario.

Era reticente a marcharse después del estado en que se había encontrado a su omega, pero sabía que Spencer se sentiría aún peor si creía que descuidaba su trabajo por él. Sin embargo, desde ahora tendría que vigilarlo más de cerca. Según se acercaba el final del embarazo el estrés psicológico aumentaba y tenía miedo de que acabara con una depresión postparto. Spencer era fuerte, había sufrido mucho a lo largo de su vida desde que era pequeño y lo había soportado todo él solo, pero ahora era más vulnerable que nunca porque se había abierto como omega y había dejado caer sus defensas. Se había entregado a él. Ahora le tocaba a Aaron cuidar de su omega.

—Ten mucho cuidado, la última vez que estuvimos en Alaska la cosa se puso peligrosa, allí todo el mundo caza.

Le dio un termo con café. Tenían café en el avión, pero sabía que le gustaba más el de casa e iba a ser un viaje largo.

—Tendré cuidado, te llamaré cuando lleguemos.

Se dieron un beso de despedida y Aaron se marchó en su coche. Spencer aún estaba observando la calle ya vacía cuando se dobló con un quejido de dolor.

—No, no, no, ahora no—nunca lo había sentido antes, pero supo qué era al instante—. Tu papá se va a Alaska, ¿no puedes esperar?

No sintió ningún dolor por varios minutos así que imaginó que había sido una falsa alarma. Después de todo, aún quedaban dos semanas para la fecha y era normal sufrir falsas contracciones los últimos días. Se sentó en el sofá con el teléfono a mano. Apretó el cojín con fuerza ante otra contracción. Entonces pensó en Jack. ¿Qué haría si se ponía de parto en ese momento? El equipo se había marchado, incluida García, con lo que no tenía a nadie con quien dejarlo ni que pudiera ir a recogerle a la escuela. Llamó a un taxi aprovechando que aún las contracciones eran muy espaciadas y fue a su colegio. Le explicó la situación a la directora y esta hizo salir a Jack de su clase.

—¿Mamá? ¿Qué pasa?—preguntó el pequeño preocupado cuando le vio justo en medio de una contracción.

—Cariño, creo que tu hermanito quiere salir ya. Vamos al hospital, ¿vale?—le dijo intentando sonreír.

El pequeño asintió con la cabeza algo sorprendido. Subieron al taxi, que seguía esperando fuera, y llegaron al hospital. Las contracciones continuaban de forma irregular, a ratos se detenían y después volvían con más fuerza. Pasó horas y horas en esas condiciones. Dio paseos por el hospital con Jack y jugó con él en una sala de juegos para niños. Según avanzaba la tarde, las contracciones se volvieron más frecuentes e intensas y ya no pudo siquiera caminar. Entonces llamó Hotch.

«Hola, ya hemos llegado. ¿Cómo estás?».

—Bien, tranquilo. ¿Hace mucho frío por allí?

«Está nevando sin parar. Vamos a ir a un pueblo así que es probable que no tengamos cobertura, intentaré volver a llamar cuanto antes, pero es posible que no pueda hasta que volvamos al aeropuerto».

—No te preocupes, no pasa nada. Tened cuidado.

«Lo tendremos. Te quiero».

—Te quiero.

Colgó rápidamente y gritó de dolor.

—Spencer, deberías decirle a tu alfa que estás de parto—le dijo su doctora, que había ido a vigilarlo.

—Está en Alaska, en un caso—respondió con voz jadeante—. Cuando se lo diga querrá venir y son unas siete horas de vuelo. Para cuando llegue, el bebé ya habrá nacido y habrá abandonado un caso y algunas personas podrían morir por ello. No marcará ninguna diferencia respecto a mí o al bebé que se lo diga ahora o espere a cuando regrese y, sin embargo, podría haber vidas en juego.

—Eres un cabezota, pero es admirable que pienses primero en los demás.

—Ya no trabajo con ellos, pero me preocupan igualmente. Si hay un asesino cazando, todo lo demás puede esperar... ¡Nngh!

—Bueno, este bebé no tiene ninguna intención de esperar. Estás a punto.

* * * * *

«Spencer, ya estamos aquí, vamos a aterrizar en cinco minutos», le llamó pronto por la mañana dos días después de haberse marchado a Alaska. «Siento no haber llamado anoche, pero ya era de madrugada aquí cuando despegamos y no quería despertarte».

—No te preocupes, no pasa nada. ¿Ha ido todo bien?

«Sí, lo hemos cogido y salvamos a una chica. Ha ido bien. Voy para casa ahora, cuando llegue te lo cuento».

—Am... No estamos en casa, estamos en el hospital.

«¡¿Estás bien?!», exclamó, sobresaltando a sus compañeros.

—Sí, sí, tranquilo, estamos bien. Trae al equipo contigo, tienen que conocer a alguien.

Aaron estaba boquiabierto, no podía ser. El equipo al completo se dirigió al hospital a toda velocidad, utilizando las sirenas de los coches. Cuando entraron en la habitación que les había indicado Spencer, encontraron a este en la cama, con Jack sentado a su lado y un bebé en brazos.

—Dios mío—murmuró Aaron, acercándose incrédulo—. ¿Por qué no me avisaste?

—¿Quieres cogerla en brazos?—sabía que tendrían una pelea por no avisarle antes, pero eso sería más tarde.

—Es...

—Una niña.

Aaron tomó a la pequeña en brazos de forma reverencial y la miró como si fuera lo más preciado del mundo. Tenía finos cabellos negros, unos brillantes ojos castaños y rosadas mejillas. Solo con verla se sabía que era una niña sana. Aaron se sintió enamorado al instante de su pequeña. El omega sonrió al ver la felicidad en su rostro, nunca había visto una expresión tan serena en él.

—¿Cómo te encuentras?—le preguntó J. J., entrando con el resto del equipo.

—Bien, en cuanto venga la doctora me dará el alta—respondió sonriente.

—Espera. ¿El alta? ¿Cuándo ha nacido?—preguntó Aaron confundido.

—Um... Antes de ayer por la noche.

—¿Qué?—intentó no gritar, pero no podía creerlo, su hija ya tenía más de día y medio. Miró a la pequeña y se tranquilizó al instante—. ¿Está bien?

—Sí, ha nacido dos semanas antes de tiempo, pero está perfectamente sana.

—Ahora tendréis que buscarle un nombre—comentó Morgan, turnándose con los demás para ver de cerca a la niña.

—Tenemos varios pensados, ya lo hablaremos.

—¡Vaya! ¿Qué es todo esto?—la doctora se quedó sorprendida al entrar en la habitación.

—Es nuestra familia, acaban de llegar—respondió Spencer.

—Pues vais a tener que esperar fuera mientras le hago un reconocimiento a la mamá.

—¿Puedo quedarme?—preguntó Hotch.

—Claro.

Los miembros de la Unidad salieron, llevándose también a Jack. Aaron acunaba a la niña en sus brazos, pendiente al mismo tiempo del reconocimiento que le estaba haciendo la doctora a su omega.

—Muy bien, está todo perfecto. Cuando recojas tus cosas firma el alta en el mostrador y podrás marcharte a casa con tu pequeña.

—Muchas gracias, doctora.

—Ha sido un placer. Y no faltes a los reconocimientos, ¿de acuerdo?

—Sí, doctora.

La mujer salió y Jack se coló por la puerta antes de que se cerrara.

—¿Podemos irnos a casa?—preguntó, sentándose en la cama junto a Spencer.

—Sí, enseguida recogemos las cosas.

Aaron dejó a la pequeña en los brazos de su omega y los contempló. Su hijo jugaba con las manos de la pequeña, intentando que le agarrara el dedo, y Spencer mostraba la más dulce sonrisa que había visto nunca.

—¿Qué te parece tu hermanita?—le preguntó Spencer, rodeándolo con su brazo libre.

—Me gusta, parece una muñeca.

—Sí, es preciosa—levantó la cabeza y sonrió a su alfa, que les miraba ensimismado—. Quiero que mi madre la conozca.

—Por supuesto. Iremos cuando quieras.


Acarició su rostro y el omega entrecerró los ojos. Había necesitado tanto a su alfa, había estado tan desesperado por tenerlo a su lado en esos momentos tan difíciles... pero saber que estaba salvando vidas le había dado fuerzas para resistir y ya no importaba porque ahora estaban los cuatro juntos y era feliz. Sus temores aún permanecían ahí, nunca desaparecerían. Habría decisiones que tomar, momentos difíciles que superar, pero no parecía una carga tan pesada cuando la compartía con su alfa. Sabía que estaría siempre ahí para él, aun si era desde la otra punta del país capturando asesinos siempre lo sentiría a su lado.

FIN

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