Título: Tú, yo y el Nemeton
Fandom: Teen Wolf Pareja: Peter Hale x Stiles Stilinski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, violencia y todo tipo de parafilias
Capítulos: 13 (4 de 13)
Resumen: AU: las criaturas sobrenaturales son conocidas, pero no están necesariamente integradas en la sociedad. Es todo tan nuevo que las leyes aún no están desarrolladas para ellos y no todas las criaturas son aceptadas entre los humanos.
Con una manada consistente tan solo en su sobrino y él, tras haber vengado el asesinato de su familia por parte de cazadores furtivos, Peter se encuentra con un joven vampiro que trata de mantener en secreto lo que es por el bien de la carrera de su padre, el sheriff. Pero intentar vivir como un humano cuando ya no lo es resulta tarea imposible para Stiles, especialmente cuando el Nemeton se mete de por medio.
Aviso: las escenas de sexo contienen sangre, mordiscos, violencia, bestiality (con hombre lobo) y necrofilia (role play) entre otros, y son potencialmente mortales así que no las repitáis en casa. (Al menos no hay violación, ambas partes consienten a todo).
Capítulo 4
El
sábado por la noche, cuando su padre ya estaba en la cama, Stiles se
puso su sudadera roja y salió de casa silenciosamente como casi cada
noche. Era una criatura nocturna después de todo. Era aburrido estar
encerrado en casa durante tantas horas estando despierto.
Esa
noche sentía un ligero hormigueo sobre su piel y no fue hasta que
salió a la calle cuando se percató de que era noche de luna llena.
No significaba nada para él, solamente ese hormigueo en su piel,
pero se preguntaba cómo sería para el alfa. Estaría corriendo con
su manada bajo la luna así que esta noche no le vería. De todos
modos, estaba hambriento así que iría a cazar igualmente.
No
cogía el jeep porque el ruido despertaría a su padre y porque le
encantaba correr. Era tan rápido que en la noche se convertía en
nada más que una sombra. Podía saltar por los patios traseros de
las casas y nadie se percataba de su presencia, ni siquiera los
perros se ponían a ladrar. Era refrescante y no porque hiciera frío,
el cual no le afectaba lo más mínimo, sino porque solo por la noche
podía ser quien ahora era, no el humano que había muerto seis meses
atrás.
Al
principio había rechazado lo que ahora era, pero no tenía remedio
así que lo mejor era aceptarlo. Incluso habían acabado gustándole
algunas partes. Ahora incluso más.
Cuando
llegó a la reserva, rápidamente sus sentidos lo llevaron hasta un
cervatillo y su madre. Como el depredador que era, se acercó
sigilosamente. Ningún sonido lo delataba y tenía el viento en
contra así que los animales no se percataron de su presencia hasta
que prácticamente estuvo encima de ellos. Su objetivo era el
cervatillo, pero no lo atrapó al momento, lo asustó y dejó que
echara a correr junto a la madre. Stiles corrió tras ellos. Prefería
cansarlos primero para que estuvieran agotados al atraparlos y no
opusieran demasiada resistencia. No era en absoluto difícil
controlarlos incluso si peleaban con todas sus fuerzas, pero prefería
comer con algo de tranquilidad. Cuando recuperaban las fuerzas ya era
demasiado tarde. Bueno, ahora ya
era
demasiado tarde.
Los
animales terminaron separándose cuando el cervatillo se quedó sin
energía. Stiles apenas tuvo que acelerar un poco para atraparlo. El
animal tan solo pataleaba débilmente en sus brazos y jadeaba
exhausto. Stiles miró a su alrededor. No sabía dónde estaba, pero
sí sabía que aquel tocón estaba cerca. No sabía cómo lo sabía,
pero estaba tan seguro de ello como de que era de noche. Cogió al
cervatillo en brazos y se dirigió hacia el claro. Siempre que iba a
cazar terminaba atrapando a su presa cerca de allí y comiendo sobre
el tocón. ¿Por qué no? Era mejor que comer en la hierva húmeda.
Encontró
el claro sin dificultad, sabía
donde estaba, aunque no pudiera racionalizarlo. La luz de la luna
llena justo sobre él lo iluminaba dándole un aspecto casi mágico.
Se sentó en el tocón con el cervatillo en su regazo, su calor
agradable incluso si el frío no le afectaba. No lo pensó dos veces.
La primera vez que lo había hecho le había resultado algo difícil,
psicológicamente. No era fácil matar a Bambi. Pero ahora era casi
una rutina. Hundió sus colmillos en la tierna carne del cuello y
dejó que la sangre fluyera en su boca. Emitió un gemido ahogado por
la piel del animal. No era tan buena como la sangre humana, pero mil
veces mejor que la sangre coagulada de la carnicería –era casi
humillante comer eso–. Sintió el cálido líquido descender por su
garganta y acumularse en su estómago. Se sintió vivo, incluso si no
lo estaba, sintiendo la vida del animal fluir dentro de él. Apretó
el cuerpo del cervatillo contra su pecho, escuchando huesos crujir e
ignorando por completo sus gritos y pataleos.
Cuando
su corazón dejó de latir, Stiles dio el último sorbo y sacó los
colmillos de su cuello. Se relamió los labios y los dientes,
aprovechando hasta la última gota, y solo entonces se percató de
que no estaba solo. Peter estaba al borde de la línea de árboles,
observándolo. Se había acostumbrado a la presencia del hombre lobo
y ahora ya no alertaba sus sentidos como al principio, lo cual podía
ser malo dado lo que ahora sabía sobre él. No le preocupaba
demasiado tampoco, era prácticamente imposible que pudiera matarlo.
—¿No
deberías estar corriendo con tu manada, aullando a la luna?—le
preguntó, acariciando el cuerpo aún cálido del animal.
—¿Quieres
oírme aullar?—se acercó lentamente, con un aspecto totalmente
confiado con su chaqueta de cuero y ese erótico cuello de pico que
dejaba vislumbrar su musculoso torso. Malditos musculados
licántropos.
—Pues
en realidad sí—respondió despreocupado, como si la sangre que
acababa de consumir no estuviera yendo directamente a su entrepierna.
—Quizás
si me das un motivo—y su mirada dejaba claro a qué se refería.
Delante de aquel hombre Stiles podía comprender lo que había
sentido el cervatillo en sus brazos—. ¿También te afecta a ti?
Por
un momento no supo a qué se refería, pero entonces recordó la luna
sobre sus cabezas.
—Oh.
No, no realmente. Puedo sentir... su magia, como un hormigueo en mi
piel, pero no me afecta. ¿Cómo te afecta a ti exactamente? Se habla
mucho de los hombres lobo y la luna llena, pero me pregunto cuánto
de ello es cierto.
Peter
se quedó pensativo por un momento, observando a la luna, llena,
brillante, de un blanco que igualaba la piel del chico.
—Atrae
al lobo a la superficie—respondió, sin poder evitar que sus ojos
brillaran por un instante—. Los que han sido mordidos se vuelven
muy violentos las primeras veces, pueden llegar a matar, pierden por
completo el control hasta que lo dominan. Los nacidos no tenemos
tantos problemas, tan solo durante la adolescencia algunos pierden un
poco el control.
—¿Pero
cómo se siente?
Stiles
no quería la explicación estándar que se daba en los colegios, él
quería entender,
¿y qué mejor que oírlo de boca de un hombre lobo? Peter le miró,
sus ojos estudiándolo cuidadosamente, y pareció agradarle lo que
veía.
—Es
un zumbido constante dentro de mí, el lobo gruñendo junto a mi
oído, pidiendo- exigiendo salir. Mis garras casi perforando la
superficie y mis colmillos intentando forzar su camino. Una intensa
necesidad apenas contenida de echar a correr por los bosques, de
aullar, de cazar. De dejar al lobo tomar el control—su voz era
grave y profunda, casi como un rugido, tan cerca de no ser humana.
Entonces añadió casualmente—: Y tengo que decir que yo tengo un
control perfecto.
No
siempre,
pensó Stiles, pero no iba a mencionar ese tema ahora, con el lobo
tan cerca de la superficie. Podría acabar en un baño de sangre.
—¿Estás
cachondo? He oído que ese es otro de los... efectos de la luna—dado
que preguntar si era un asesino en serie estaba descartado (al menos
por esta noche), ese era un tema en el que tenía casi igual interés.
Peter sonrió, una sonrisa que era más lupina que humana.
—Sí.
Pero no estoy seguro de si es efecto de la luna o... hay otro
motivo—sonrió, sus dientes justo demasiado afilados para ser
humanos.
Stiles
se levantó, dejando caer el cadáver del cervatillo sin gracia, y
bajó del tocón. Pasó junto a Peter, que le miró con una ceja
levantada, y siguió hacia la línea de árboles.
—¿A
dónde vas?—le preguntó Peter mirándole extrañado.
—Quieres
correr y cazar—y
follar,
aunque eso estaba implícito. Le miró de reojo, su piel más pálida
que nunca bajo la luz de luna. Sus ojos brillaron—, ¿por qué no
me cazas a mí?
Esa
no era una noche para hablar.
Los
ojos de Peter brillaron en respuesta y un gruñido vibró sin permiso
en su garganta. Tenía un control perfecto, lo tenía, pero ese chico
azuzaba al lobo con cada gesto y con cada palabra que salía de su
boca. No puedes provocar a un hombre lobo para que te persiga sin
afrontar las consecuencias.
Stiles
no esperó una respuesta verbal, tenía suficiente con la reacción
del licántropo. Echó a correr entre los árboles y sonrió al
escuchar las pisadas de Peter tras él, su corazón acelerándose. No
tenía la más mínima intención de ponérselo fácil. Iba a jugar
con él, iba a pasárselo bien con el lobo. Al principio guardó las
distancias, manteniéndose solo lo bastante cerca como para que no lo
perdiera de vista, aunque con su sudadera roja no se camuflaba
precisamente entre los árboles. Después comenzó a bajar el ritmo,
dejando cada vez menos distancia entre ellos. Debía tener cuidado,
Peter parecía tener más energía a cada segundo en lugar de
cansarse. Casi podía sentir cómo el lobo estaba cada vez más cerca
de la superficie. Mirándolo de reojo podía ver sus garras
extendidas y pronto su rostro estaba en forma beta, sus colmillos
brillando bajo los destellos de luna que se filtraban entre los
árboles. Peter estaba perdiendo el control y eso le gustaba.
Decidió
tentarle un poco más y comenzó a dejar que se acercara lo bastante
para casi
tocarlo. Sabía que era frustrante para el lobo. Podía oír sus
salvajes rugidos. Cada vez más animal que hombre. Al final no estaba
seguro de si quería follarlo o devorarlo –no estaba demasiado
preocupado por esto último, pero no quería tener que matarlo–. En
un pequeño despiste, Peter se acercó lo suficiente para que sus
garras alcanzaran la sudadera. Stiles escuchó la tela rasgarse y
aceleró. No había llegado a tocar su piel, pero debía ser más
cuidadoso. De lo que ahora estaba seguro era de que no iba a salir
del bosque aquella noche con la ropa intacta.
Ese
momento, estar tan
cerca, provocó algo en el licántropo. Stiles pudo sentirlo. Lo
sintió como una corriente por su cuerpo cuando el hombre lobo
comenzó a transformarse. Casi choca contra un árbol al girarse para
ver el negro pelo brotar por toda su piel, su rostro deformándose,
alargándose, y todo su cuerpo aumentando poco a poco de tamaño.
Quería detenerse y observarlo, pero no podía. No quería detener la
persecución en ese momento. Miró hacia el frente y no volvió a
mirar atrás. Escuchó las costuras de su ropa rasgarse y de repente
un rugido que definitivamente no era humano. Hola, lobo.
Antes
de poder reaccionar, Stiles se encontró rodando por el suelo con una
enorme criatura sobre su espalda. Acabó boca arriba en la fría
hierva, fuertes garras con largos dedos presionando sus hombros
contra el suelo, clavándose en su piel. Un morro negro sobre su
rostro, no tan largo como el de un lobo, con los gruesos y afilados
colmillos sobresaliendo. Un enorme cuerpo negro cubierto de pelo, más
del doble de su tamaño, y unos ojos rojos mirándolo fijamente.
Stiles podría haber tenido un orgasmo en ese mismo momento.
Seguramente se habría desmallado del miedo de haber sido aún
humano, pero el miedo parecía haber desaparecido junto con el dolor
y parte de sus otros sentidos tras haberse transformado.
—Joder...—levantó
las caderas buscando fricción contra la erección que ahora estaba
aprisionada en sus pantalones. El lobo, el alfa, gruñía sobre él,
amenazante. Stiles podía oler su enfado, pero también su
excitación—. ¡Peter, fóllame, joder!—suplicó casi
desesperado.
Le
agarró por el abundante pelo de su cabeza y lo agachó hasta que
pudo lamer y besar sus labios contraídos en un gruñido. Peter –o
el lobo– pareció confuso por un momento. Desde luego esa no era la
reacción que se esperaba, pero enseguida olvidó su enfado y el olor
de su excitación se intensificó. El gruñido constante pasó a ser
más profundo, vibrando por su cuerpo sin amenaza tras él. No podía
besarle, no con ese morro, así que lamió su cuello desde la base
hasta su mejilla con su alargada lengua. Stiles gimió, la saliva tan
caliente sobre su piel, y rodeó su cintura con una pierna.
El
lobo realmente no necesitaba que lo animara más. Con un simple
movimiento de su garra rasgó su sudadera y camiseta, dejando su
torso desnudo. Los ojos de Peter brillaron. Tan pálido y cubierto de
lunares como su rostro. Era delgado, el músculo apenas marcado, pero
sabía por instinto que incluso en su forma alfa no era rival para
él. Lo recorrió con su lengua desde el ombligo hasta la clavícula.
El cuerpo de Stiles se sacudió, sus propias garras, más pequeñas
que las de un hombre lobo, se clavaron en los hombros de la criatura.
—Oh,
dios mío... ¡Más!—su súplica mezclándose con exigencia.
Empujó
los hombros de Peter forzándole a bajar hacia sus pantalones. Con
otro giro de muñeca corrieron la misma suerte que el resto de su
ropa. Peter sonrió (o lo más cerca que podía estar de sonreír en
esa forma) al ver que el chico iba sin ropa interior. Su miembro
erecto y rosado descansaba sobre su vientre rodeado por la fina mata
de vello negro de su pubis. Hundió su hocico en la unión del muslo
con su entrepierna e inspiró profundamente. Ahí fue capaz de
percibir su olor tan puro como podía ser. Mezclado con su esencia de
vampiro estaba el olor único de Stiles. Un olor que literalmente le
hizo babear.
Quizás
fue su necesitado gemido lo que le hizo compadecerse de él, pero
Stiles no estaba en posición de mantener ninguna clase de orgullo.
Se contoneó cuando Peter lamió lentamente su erección desde las
bolas hasta la punta. Dios......
Esa era una sensación increíble, su lengua tan grande y húmeda,
sus garras sujetándolo por los muslos, clavándose en su piel.
Quería correrse, quería... joder, si tan solo pudiera-
—¡Uwaaah!—prácticamente
gritó cuando Peter lo lamió de nuevo y sus caderas se sacudieron.
Peter siguió lamiéndolo mientras su cuerpo se tensaba y temblaba.
Sentía como si descargas eléctricas recorrieran sus huesos y
momentos después se relajó, su cuerpo inerte sobre la hierva, y se
sintió satisfecho—. Qué...—miró hacia abajo. Su miembro seguía
erecto y no, no había semen en su vientre ni en la boca del lobo.
Comenzó a reír, no pudo contenerse—. ¿Acabo de tener un orgasmo
seco? No sabía que podía hacer eso.
El
lobo le miró con una expresión que Stiles podía jurar que le
estaba llamando idiota de un modo casi cariñoso. Se inclinó sobre
él y resopló sobre su rostro. Stiles pudo sentir la erección del
lobo contra su pierna.
—No
te preocupes lobo siniestro, tengo energía para seguir toda la
noche—tomó su rostro entre las manos y lamió sus grandes
colmillos.
Peter
tuvo que recordarse que no era un felino para no comenzar a
ronronear. Le agarró por las caderas y le dio la vuelta, levantando
su trasero en el aire.
—¿Qué
vas a-? ¡Oh, joder!—Stiles gimió profundamente cuando sintió la
lengua recorrer su raja de abajo arriba hasta la base de su columna—.
Sí, eso- eso es... Dios... ¡Nnh...!—volvió a gemir cuando la
sintió de nuevo, su cuerpo derritiéndose como si fuera de goma.
Estaba
sin palabras, era demasiado bueno. Quería un nuevo orgasmo aunque
apenas acaba de disfrutar uno y estaba seguro de que podría
conseguirlo si seguía con eso. Entonces sintió un soplo de aire en
su húmedo trasero y un sonido que casi parecía el jadeo de un
perro.
—¿Te
estás riendo? No lo hagas, es siniestro—le dijo, avergonzado por
el poco control que tenía en ese momento de sus reacciones. El lobo
se incorporó y resopló en su nuca—. ¿Qué? ¿Ya? Oh, yo ya he
tenido mi parte, ¿no? ¿Hn?—Peter lo agarró por las caderas y
restregó su verga contra su trasero. Stiles miró sobre su hombro y
un agudo quejido salió entre sus labios—. Eres... enorme. ¡Joder!
¡Sí!—al parecer todo se hacía más grande al transformarse.
De
nuevo ese extraño sonido que parecía una risa gutural y la punta
del exageradamente grande falo presionó contra su entrada.
—Sísísísísí,
rómpeme, Peter—y Peter obedeció.
Lo
penetró de una embestida y sintió y olió la sangre cuando sus
paredes se desgarraron alrededor de su verga. Stiles gimió,
totalmente abrumado por la sensación que no podía llamar dolor, que
era una presión que no podía llamar del todo placer, pero que se
asemejaba bastante. Algo que probablemente un humano no podía
sentir. Peter no esperó a que se acostumbrara, comenzó a embestir
como una bestia, desgarrando aún más su interior. El lobo tenía
casi completo control de él y sabía que se podía dejar llevar
porque aquel era Stiles, porque cualquier daño que le causara no
duraría más que unos minutos como mucho. Nunca había sentido
semejante libertad. Podía dejar suelta esa parte que todos los
hombres lobo temían. Y se sentía bien.
La
sangre lubricaba sus movimientos, el interior adaptándose poco a
poco a él. Sabía que era enorme y sabía que Stiles nunca volvería
a sentirse tan lleno. Lo había estropeado para cualquier otro y eso
le gustaba. Sus garras se hundían en la carne de las caderas del
chico y sus dientes rasgaban la piel de sus hombros. Quería marcar
su cuerpo aun si sabía que desaparecía casi tan rápido como lo
hacía. Estaba perdiendo la cabeza y era glorioso. Otro tipo de
locura.
Cuando
el nudo en la base de su miembro comenzó a hincharse, Stiles estuvo
a punto de entrar en pánico. Su interior no podía estirarse más,
era imposible, no podría, iba a romperse de verdad. Entonces, Peter
mordió su cuello, hundiendo los colmillos en su carne, y Stiles se
relajó por completo. El nudo se hinchó en su interior hasta un
punto en que habría matado a un humano por desangramiento. Él solo
se sentía lleno, completo.
Sus
colmillos dolían terriblemente con un dolor ahora conocido. Agarró
uno de los brazos de Peter y lo llevó hasta su boca. Hundió sus
colmillos en el musculoso antebrazo y la sangre brotó en su boca
como un estallido. Tan deliciosa. Su cuerpo se contoneó bajo la
enorme criatura, arqueando hermosamente la espalda. Su interior se
contrajo y lo sintió dentro de sí cuando Peter se corrió con unas
últimas sacudidas. Incluso con su mente nublada por su propio
orgasmo, pudo sentir el cálido líquido fluir dentro de él,
llenarlo a rebosar, y no quería estar vacío nunca más.
El
intenso aullido del lobo vibró por todo el bosque y por el cuerpo de
Stiles. La luna debía de estar orgullosa de él.
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