Título: Cartas sin enviar
Fandom: Hetalia Pareja: Alemania/Italia/Japón & España/Japón
Autor: KiraH69
Género: Yaoi
Clasificación: +18 Advertencias: lemon
Capítulos: 1
Resumen: Durante la limpieza de Año Nuevo, Italia descubre unas cartas de amor en el armario de Japón. Son cartas que había escrito a hombres de los que se había enamorado a lo largo del tiempo, pero que jamás había llegado a enviar porque el amor entre dos hombres no es algo correcto. O eso piensa Japón, Italia le demostrará lo contrario y una de esas confesiones llegará a su destinatario.
* * * * *
—
¡Japó~n!—la voz cantarina de
Italia sonó en toda la casa—. ¿¡Japón, dónde estás!?
Aquella
gran casa de estilo tradicional tenía un aspecto algo diferente al
habitual. A pesar del frío que hacía todas las puertas estaban
abiertas; las sillas de la cocina estaban amontonadas encima de la
mesa; los pocos adornos que había sobre algunos muebles estaban
recogidos en cajas y los armarios, cómodas y cajoneras que no
estaban empotrados habían sido separados de las paredes; todos los
trastos guardados en armarios estaban ahora apilados fuera de ellos y
en la entrada de la casa había un montón de bolsas de basura
esperando para ser tiradas.
—Oh,
Italia-kun, qué inesperado—contestó con su siempre monótona voz
saliendo al jardín trasero—. Bienvenido, feliz Año Nuevo.
El
joven de negros cabellos estaba ataviado con un delantal blanco y un
pañuelo sobre la cabeza. Las mangas del kimono azul oscuro estaban
atadas con un cordón dejando sus brazos al aire. Enganchado a la
cintura llevaba un plumero y un trapo para el polvo.
—
¡Feliz Año Nuevo Japón! ¿Qué
estás haciendo?—preguntó Italia, quien iba vestido informal,
quitándose los zapatos y entrando sin permiso en la casa.
—Es
la limpieza de Año Nuevo, en mi casa se hace la primera semana del
año—le dijo ya acostumbrado a la intrusión del moreno.
—Parece
muy concienzudo—comentó observando las decenas de cajas llenas de
objetos de todo tipo en una de las salas principales.
—Lo
es, se limpia toda la casa, hasta el último rincón y me deshago de
todo aquello que he acumulado y no necesito—explicó mientras se
quitaba el pañuelo de la cabeza—. ¿Quieres tomar un té?
Inglaterra me ha enviado unas pastas deliciosas.
—No
puedes juntar las palabras Inglaterra y delicioso en la misma
frase—rió Italia ansioso por hurgar en aquellas cajas—. Pero sí,
tengo hambre, tomaré algo. ¡Ah! Pero si te molesto…
—No,
no te preocupes, me tomaré un descanso, llevo en pie trabajando
desde las 5—comenzó a preparar el té que había comprado especial
para esa época.
—
¡Ueh! ¿¡Esa hora
existe!?—exclamó sorprendido. Sus manos ya no podía resistir más,
la curiosidad iba a vencerle, no podía quitarle el ojo a aquellas
misteriosas cajas—. Ah… um… ¿Podría… echar un
vistazo?—preguntó al fin.
—Claro,
adelante.
Y
antes de que pronunciara la última sílaba Italia ya tenía las
manos metidas en las cajas. Comenzó a husmear en cada una de las
cajas y se entusiasmaba con cada pequeña cosa que se encontraba,
desde un antiguo juego de té hasta una máscara de zorro tradicional
de los festivales. Japón no podía evitar sonreír para sí cada vez
que escuchaba los gritos de Italia como si fuera un niño pequeño en
una juguetería. Sin embargo cuando Japón llevó el té y las pastas
a la mesa Italia estaba extrañamente silencioso y concentrado.
—
¿Huh? ¿Qué es tan
interesante?—le preguntó asomándose sobre su hombro.
—Unas
cartas de amor—contestó sin parar de leer.
Había
muchas de ellas en una caja, todas en sobres iguales blancos sin nada
escrito bien ordenadas, aunque algunas de ellas tenían un color
amarillento quizás por su antigüedad. Ya había leído la tercera
carta, todas realmente poéticas y sobretodo melancólicas. Se
preguntaba porqué estaban llenas de tanta tristeza a pesar de ser de
amor.
—Oh,
ya veo, las has encontrado—colocó las tazas de té y lo sirvió,
Italia acudió a la llamada del delicioso aroma.
—
¿Qué son esas cartas?—preguntó
sentándose a la mesa y cogiendo una pasta de nuez.
—Tú
mismo lo has dicho, son unas cartas de amor—contestó tras tomar un
sorbo de té.
—
¿Y quién te las ha enviado?
—No,
te equivocas, las he escrito yo—puede que pareciera la misma de
siempre pero Italia tuvo la sensación de que su voz se estaba
volviendo triste.
—
¿Tú? ¿Y para quién
son?—preguntó extrañado.
—Para
aquellas personas de las que me he enamorado a lo largo de mi
vida—contestó.
—Oh…
¿Y por qué no las has enviado?—en su mano cogió una de ellas y
siguió leyendo.
—Porque
todos ellos eran hombres. No sería algo adecuado enviar una carta de
amor a otro hombre—a ningún otro le habría contado aquello, sin
embargo parecía que no le costaba nada decírselo a Italia, quizás
porque parecía un niño inocente incapaz de juzgarle.
A
pesar de los siglos que aquellas cartas llevaban ahí, seguía
sintiéndose doloroso en su pecho recordar a cada uno de los hombres
a los que iban dirigidas. Casi podía leer en su mente las palabras
escritas en ellas. Había expresado en cada una de esas cartas no
solo su amor unilateral y oculto sino también la pena y el dolor que
le habían provocado todos esos amores durante años. Incapaz de
confesarse, avergonzado por sus propios sentimientos, los había
guardado en lo más profundo de su interior sin dejar que nadie los
conociera. Italia había sido el primero en leer aquellas cartas y
por alguna razón no le importaba en aquel momento.
—
¿Y por qué no?—preguntó
Italia con total inocencia.
—Bueno…—
¿Realmente no sabía por qué?—. El amor entre dos hombres es algo
inadecuado e improductivo. No es para nada natural, no debería
existir y sin embargo no puedo evitarlo.
—Pero
eso no es cierto. Mi abuelo Roma me enseñó que también puede ser
algo bueno. Si puedes transmitir tus sentimientos a la otra persona,
si puedes compartir el placer no importa el género de esas personas.
Si son dos mujeres, dos hombres o un hombre y una mujer, no importa
mientras pueda sentirse bien— ¿Cómo podía tener un corazón tan
puro aquel chiquillo?
—
¿Pero cómo podría sentirse
bien dos hombres juntos? Algo platónico quizás, pero sus cuerpos no
pueden ser compatibles—era algo que siempre se había preguntado
pero nunca se había atrevido siquiera a investigar.
—
¡No es así! ¡Se siente
realmente genial!—saltó poniéndose en pie con una gran sonrisa.
—
¿Huh? ¿Qué quieres… decir?
¿Tú…?— ¿Cómo podía saber si se sentía bien o no?
—
¡Sí! Lo he hecho muchas veces
con Alemania. A él tampoco le parecía bien al principio, pero
después de la primera vez cambió de idea—Japón se había quedado
en blanco antes sus palabras—. ¿Sabes? Puede que ahora no se vea
del todo bien por alguna gente en muchos países, pero en la época
de mi abuelo Roma era lo más normal del mundo y a nadie le parecía
mal.
—Lo…
lo dices… ¿en serio?—a pesar de que su rostro seguía casi
inexpresivo estaba realmente aturdido.
—
¡Claro! ¡Te lo
demostraré!—todo contento, el moreno se lanzó sobre él sin
dejarle reaccionar.
Tumbado
sobre el tatami, Japón observó los brillantes ojos entusiasmados de
Italia. No sabía qué iba a hacer, pero viniendo aquel chico no
podía ser nada malo. El rostro del moreno se acercó al suyo y Japón
contuvo el aliento cuando sus labios se juntaron. Un dulce y tierno
beso, superficial, casi infantil, que apenas duró unos segundos.
Cuando se apartó, Italia sonrió ampliamente y Japón sintió
levemente acalorarse su rostro.
—Pe-pero
Italia-kun… Este tipo de cosas… solo se deberían hacer con quien
te gusta—le dijo Japón con voz temblorosa y confusa.
—A
mí Japón me gusta, tanto como Alemania—aquellas palabras que
quizás expresaban tan solo el amor que puede sentir un niño,
conmovieron el corazón de Japón.
—Entonces…
entonces supongo que está bien.
—
¡Ya~pi!—gritó entusiasmado.
Sin
más dilación Italia se quitó la camiseta e intentó desatar
torpemente el delantal de Japón sin éxito alguno.
—Es-espera…
qué estás… tan repentino—intentó detener sus manos pero se
quedó embobado mirando el pálido pecho de Italia sumamente delgado.
—Se
siente mejor con menos ropa; si no, ni siquiera podrás sentir las
caricias—le dijo sin desistir en su intento de desatar el delantal.
—Um…
De acuerdo…—rendido ante la persistencia de Italia y viendo que
aquello tardaría fue él mismo quien desató el delantal y el cordón
que sujetaba las mangas del kimono.
El
moreno arrojó el delantal a un lado y de nuevo se pegó al cuerpo
aún cubierto por la tela azul de Japón. Mientras le besaba de
nuevo, algo más profundamente, sus manos se colaron por el cuello
del kimono abriéndolo y acariciando la piel de porcelana. Cuando la
lengua del moreno lamió los labios de Japón, este correspondió y
abrió su boca dejando que entrara en ella. Todo su cuerpo se estaba
alterando, el moreno le estaba transmitiendo todo su calor frotándose
contra él.
—Italia-kun…
Me siento… extraño…—su rostro por primera vez comenzaba a
mostrar expresiones levemente vivas.
—Está
bien, deja que las sensaciones te llenen, no luches contra ello—las
mejillas de Italia también se ruborizaban por la excitación.
Italia
se incorporó un poco, desabrochó sus pantalones y se los quitó
quedándose solo con los calzoncillos verdes con rojos tomates. Japón
tragó saliva y desvió la mirada, se dio cuenta de que en la
entrepierna de Italia había una erección, al igual que la suya. El
moreno pudo ver el gran nerviosismo que comenzó a apoderarse de
Japón y para tranquilizarle volvió a darle un dulce beso. Sin duda
parecían gustarle mucho aquellos besos, se volvía muy manso con
ellos. Sin separarse de su boca, abrió con una mano la parte
inferior del kimono y deslizó la mano dentro de él, acariciando
suavemente su pierna. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de
Japón, rodeó los hombros de Italia con sus brazos, intentando
perderse más en aquel delicioso beso.
—
¡Italia! ¡Italia!—la grave
voz de Alemania retumbó en las paredes de la casa, pero pareció que
Japón no pudo escucharle—. ¿Estás aquí Italia? ¿Japón?
—
¡Oh! Parece que Alemania ya me
ha encontrado—comentó el moreno separándose por un segundo.
Fue
solo entonces cuando Japón reaccionó, pero ya era demasiado tarde.
Desde la puerta abierta que daba al jardín, en su uniforme oliva
Alemania les observaba con el ceño fruncido, con aquellos fríos
ojos azules.
—Ah-
em… Ale-Ale…—intentaba encontrar una explicación en su cabeza,
alguna excusa para darle pero era totalmente incapaz de formar una
sola frase.
—
¡Alemania!—Italia parecía no
estar sorprendido lo más mínimo—. Le estoy enseñando a Japón
cómo lo hacen dos hombres. ¿Quieres que le enseñemos juntos?—a
pesar de sus palabras, no había perversión alguna en ellas.
—
¿Eh? ¿Qué?—Japón le miraba
con los ojos como platos sin poder creer aquello.
Sin
duda aquella escena era realmente tentadora. Japón, siempre de
rostro estoico y aspecto arreglado, ahora tenía los negros cabellos
algo revueltos, su rostro se sonrojaba más por momentos y tenía una
expresión de vergüenza y excitación a la vez. Su ropa estaba
desordenada, mostrando desnudas sus piernas y parte de su pecho
completamente pálido. Encima de él estaba Italia con su habitual
sonrisa tan solo vestido con unos calzoncillos que bien conocía él.
Dos hombres pequeños y adorables juntos como dos conejitos listos
para ser atacados por el lobo. Moralmente no podía, pero… ¿Cuándo
se le presentaría otra oportunidad como aquella?
—Supongo
que si es para enseñar a Japón-san… podría participar—contestó
al fin, acercándose lentamente a ellos.
Las
primeras veces que lo había hecho con Italia siempre se había
negado al menos al comienzo, sin embargo ahora su cuerpo ya estaba
condicionado, le era completamente imposible negarse a cualquier
tentación que el moreno le ofreciera. Y en cuanto a Japón… era
inevitable para él desear perturbar aquella serena belleza en la que
siempre se había fijado.
—
¿A-Alemania-san…?—Japón
estaba realmente sorprendido por su respuesta.
—No
te preocupes, seré gentil—le dijo arrodillándose a su lado.
—Te
enseñaremos bien—sonrió Italia.
El
moreno se apartó un poco para dejar que el mayor cogiera a Japón y
lo sentara en su regazo. Aún con el kimono puesto a pesar de estar
desecho, Alemania separó sus blancas piernas y le quitó el
taparrabos dejando al descubierto la erección. Italia se relamió
los labios y se inclinó sobre la entrepierna del mayor.
—Es-espera…
Italia-kun… qué vas a… ¡Nn!—cuando sintió la lengua cálida
del moreno sobre su miembro, todo su cuerpo se sacudió.
—Relájate,
Japón-san, Italia es muy bueno con las felaciones—le susurró
Alemania.
Viendo
el nerviosismo de Japón, el rubio cogió suavemente su rostro y lo
giró para poder besarle. Los labios de Alemania eran más grandes y
algo más ásperos, y su beso era sin duda más experto e intenso. Su
lengua invadió la temblorosa boca, lamiendo cada rincón y
acariciando la lengua de Japón. Mientras, las manos de Italia
acariciaban y frotaban la larga y delgada verga, su lengua la
recorría de abajo arriba como a una piruleta y la metía en su boca
casi por completo. Era sin duda bueno en ello. Japón movía
instintivamente sus caderas intentando entrar más profundo en la
boca del moreno. Se agarraba con fuerza a los pantalones de Alemania
con todo su cuerpo agitándose. Las manos del rubio bajaron un poco
más la parte superior del kimono, dejando al descubierto todo su
pecho y lo acarició suavemente, pellizcando sus pezones endurecidos.
Los gemidos de Japón estaban llenando la habitación y deleitaban
los oídos de ambos compañeros.
—Italia,
haz que se corra, es bueno que se corra ahora para que se relaje—le
ordenó Alemania viendo sofocado y llegar al límite a Japón.
—Sí~—con
una gran sonrisa Italia metió todo el miembro en su boca sin dejar
de acariciarlo con la lengua, acariciando con sus manos los
testículos y la zona de alrededor.
En
apenas unos segundos, Japón pudo correrse con una sacudida en la
boca del moreno, hundiéndose en el pecho de Alemania. Quedó hecho
un ovillo entre las piernas del rubio, con su pequeño cuerpo
tembloroso y jadeante. Italia saboreaba el blanco néctar sin
derramar una sola gota y Alemania no podía dejar de observar aquella
pequeña figura adorable como un gatito negro.
—Alemania…
no hemos acabado, ¿verdad?—preguntó Italia nervioso, su miembro
todavía no había sido atendido.
—Claro
que no, pero tendrás que esperar un poco más para aliviar
eso—desabrochó su pantalón, se había puesto duro tan solo
observando a aquellos dos—. Por ahora ayúdame a despertar un poco
más esto—le dijo señalando su miembro—. Tú también,
Japón-san.
—
¡Yei~!—exclamó, encantado de
ver el falo de Alemania. Se arrodilló junto a Japón y dio una larga
lamida al miembro—. Vamos Japón, tú también.
Un
tierno beso de sabor extraño pareció despertar a la bella casi
durmiente. Japón tragó saliva al ver junto a él la verga
palpitante. Quiso apartarse, pero el brazo de Italia rodeó su
cintura y lo atrajo a él.
—Hagámoslo
juntos, ¿vale?—le dijo con su infantil sonrisa a la que el mayor
no pudo resistirse.
Japón
observó con qué gula Italia saboreaba el falo, con una gran
expresión de deseo en su rostro y él mismo comenzó a sentir deseos
de hacerlo. Se acercó lentamente, al principio el fuerte olor le
echó para atrás pero después se decidió y lamió apenas con la
punta de su lengua el glande. Era un extraño sabor pero no le
resultó del todo desagradable. Como si aquello fuera un delicioso
manjar, Japón besó y lamió el miembro, sintiéndose cada vez más
excitado y viendo cómo crecía cada vez más.
—Japón,
¿lo ves? Cada vez está más duro y también gotea—Italia parecía
maravillado por aquel falo enorme.
—Y
pronto eso estará dentro de ti—le dijo al mayor con la respiración
algo pesada.
Levantó su kimono y dejó al
descubierto el trasero blanco. Acarició su redondeada forma con la
mano y furtivamente llevó un dedo hasta su entrada. Todo el cuerpo
de Japón se sacudió sorprendido e intentó separarse.
—Calma,
tengo que hacerlo o después te dolerá. No pienses en ello,
concéntrate en lo que estás haciendo ahora—le dijo Alemania,
sujetando con la otra mano su cabeza contra la verga.
—Hazle
caso, al principio será raro pero después se sentirá muy
bien—sonrió Italia lamiendo su mejilla ruborizada.
Japón
ya no podía oponerse a ellos, aturdido tan solo se dejaba llevar por
el ritmo que le marcaban. Un dedo entró lentamente en él, girando
en su interior, abriendo cada vez más su entrada. Era extraño tener
aquello jugando con su trasero, pero era una sensación que enseguida
comenzó a disfrutar. Al mismo tiempo, Alemania dilataba con su otra
mano la entrada de Italia que movía sus caderas como si ya lo
estuviera penetrando. En ambos ya entraban dos dedos y fácilmente un
tercero.
—Alemania…
Alemania… Tu pene ya está… Mételo ya...—suplicaba Italia sin
poder contener ya más su deseo.
—Sí,
ya es momento—apartó el rostro acalorado de Japón y le levantó—.
Pero no voy a meterlo en ti.
—
¿¡Hah!? ¿Por qué? ¡Yo
quiero tenerlo dentro!—se quejó molesto, frustrado con ganas
incluso de ponerse a llorar.
—Recuerda
que esta es una clase para Japón-san—cogió a Japón de espaldas a
él y le dejó de rodillas sobre sí, con el falo frotando su
trasero—. Pero no te preocupes, pronto tendrás algo dentro, solo
aguanta unos minutos más.
—Um…
Bueno… Si es por Japón, vale—accedió conmovido por el rostro
abrumado del mayor.
—Bien,
entonces ayúdale a relajarse mientras entro en él—le dijo el
rubio.
—
¿En… trar?—las voces de
ambos eran solo susurros en su cabeza, no encontraba la lógica a
nada de lo que decían.
—Tranquilo,
solo relájate.
La
punta del miembro comenzó a penetrar su entrada y todo el cuerpo de
Japón se tensó. Italia se acercó rápidamente y lamió como un
gatito las tetillas del mayor. Japón se agarró a sus hombros y
cabellos sin poder soportar aquella extraña sensación que en
principio solo fue dolorosa. Poco a poco el miembro fue entrando más
en él y sin darse cuenta movía sus caderas intentando que fuera más
profundo. La lengua de Italia sobre su clavícula y después su
cuello le hacía estremecer y suspirar entre los intensos gemidos.
—
¿Lo sientes? Ya ha entrado casi
por completo—le dijo Alemania acariciando con los dedos el lugar
donde sus cuerpos se fundían—. Pero antes de empezar a moverme…
Italia también necesita que se la metan, ¿lo harás por mí?
Si
hubiera sido cualquier otra persona se habría puesto celoso y le
habría molestado, pero si era aquel lindo Japón quien entraba en el
moreno, sin duda disfrutaría viéndolo. Italia lanzó por los aires
los calzoncillos que ya tenía por las rodillas, se puso a cuatro
mostrándoles su entrada dilatada y, sin que Japón pudiera decir
nada, Alemania lo llevó hasta él sin salir de su interior. Él
mismo guió su miembro y le hizo penetrar al moreno y en apenas un
par de movimientos estuvo completamente dentro. Tan cálido y tan
apretado, era un lugar realmente increíble, se sentía a punto de
desmayarse. Instintivamente Japón se agarró a las caderas de Italia
y se movió despacio sintiendo su miembro aprisionado en el suave
interior. Su miembro no era tan grande como el de Alemania, era casi
la mitad, pero sin embargo para Italia se sentía increíblemente
bien.
—Oh,
qué bien, lo haces por ti mismo—sonrió Alemania besando sus
pálidos hombros.
Al
moverse para penetrar a Italia, Japón también hacía que el miembro
de Alemania se moviera en su interior.
—Unh…
Oh… Q-qué es…—Japón no comprendía aquellas sensaciones tan
intensas y aplastantes.
—Tranquilo,
muévete a tu ritmo, como te guste—le susurró el rubio acariciando
su pecho.
Cada
vez más rápido Japón entraba y salía del ardiente interior y se
empalaba en la verga de Alemania. Sus gemidos y jadeos inundaban la
habitación, cada vez más agitado a punto de volverse loco.
—Ah…
Japón… más…—gemía Italia bajo él con el rostro sonrojado—.
Hazlo más duro… Japón… Nn…
El
mayor se movió con fuerza, embistiendo fuertemente a Italia al mismo
tiempo que el falo de Alemania llenaba todo su interior. La mano del
rubio acarició la verga de Italia y apenas necesitó un roce para
que derramara toda la simiente sobre el tatami. Su interior se
contrajo, apretando fuertemente el miembro de Japón, que se corrió
dentro de él. Viendo que se detenía, Alemania agarró las caderas
de Japón y le embistió fuertemente hasta correrse en su trasero.
Japón se quedó jadeante tumbado junto a Italia en la misma
situación que él. Alemania se relamió los labios, estaba todavía
demasiado excitado como para detenerse y la sexy escena frente a él
no ayudaba mucho.
—Italia,
¿tienes energía para continuar?—le preguntó arrodillándose
sobre él como un gran tigre sobre su presa.
—
¡Sí, Alemania!—parecía que
se había reanimado con sus palabras.
Italia
abrió sus piernas, sujetándolas con las manos contra el pecho, y se
dispuso a recibir la verga de Alemania. El rubio sonrió y no pudo
resistirse. Penetró la entrada ya dilatada y de una sola embestida
consiguió meterla por completo. Un profundo gemido salió de la
garganta del moreno, sobresaltando a Japón. Les observó a su lado y
no pudo evitar excitarse observando el rostro cada vez más sonrojado
de Italia que parecía extasiado.
—Hey
Italia, parece que Japón-san vuelve a tener ganas—le dijo viendo
la nueva erección del mayor.
Entendiendo
lo que quería, Italia se dio la vuelta sin sacar el falo de su
interior y se puso entre las piernas de Japón.
—
¿Puedo entrar?—le preguntó
con una gran sonrisa.
—Ah…
um… Sí…—todavía avergonzado, Japón agachó la cabeza
intentando ocultar sus ojos con el flequillo pero no podía disimular
su excitación.
Italia
no dudó. Comenzó a penetrar despacio el interior algo dolorido,
pero en comparación a la gran verga de Alemania, la suya entró
fácilmente sin hacerle tanto daño. Sin embargo las estocadas
comenzaron brutales desde el principio, era Alemania quien llevaba el
control. Embestía a Italia con fuerza e incluso Japón podía
sentirlo con la misma intensidad.
—Japón…
tan caliente… apretado…—jadeaba el moreno, maravillado por
aquella sensación que experimentaba por primera vez.
—Italia-kun… Italia-kun…
Nn…—Japón se aferraba con fuerza a sus hombros, enterrando la
cabeza en su cuello.
«Oh,
Dios… Son demasiado… adorables los dos…»,
pensaba el rubio
cada vez más apasionado.
—Me
corro… me corro otra vez…—gemía Italia frotándose más contra
el cuerpo de Japón.
No
era el único que llegaba su límite. El miembro del mayor se estaba
frotando contra el vientre de Italia y cuando éste se apretó contra
él corriéndose y derramando todo el semen caliente en sus entrañas,
Japón también se vino manchando sus estómagos. Sus gemidos
volvieron loco al rubio y ambos se sintieron aplastados cuando
Alemania les embistió con fuerza eyaculando dentro del moreno.
Cuando
Japón despertó tras caer agotado, se sintió calmado, pero
enseguida comenzó a recordar. El calor de sus cuerpos, sus fluidos
mezclándose, los jadeos y gemidos llenando sus oídos, las caricias
y los besos que nunca antes había experimentado. Su rostro se puso
rojo en un instante, sintió vergüenza y al mismo tiempo felicidad.
—Japón-san,
¿ya has despertado?—Alemania se acercó a él y se sentó a su
lado—. Lo siento, ha sido demasiado duro para tu primera vez.
—Nn…
No, está bien…—su voz fue apenas un murmullo.
Se
incorporó despacio, un punzante dolor en su trasero y sus caderas le
hizo doblarse. Tenía su kimono puesto por encima y también el
delantal. Alemania se acercó más y dejó que se apoyara en él.
Hubo un largo silencio, ninguno de los dos sabía qué decir y ambos
se sentían bastante avergonzados.
—
¡Oh! ¡Es para España!—se
escuchó la voz de Italia al otro lado de la habitación.
—Italia,
te he dicho que dejes de fisgar en las cosas de Japón-san—gruñó
mosqueado Alemania.
—No
importa, puede mirar lo que quiera—la cabeza del mayor aún daba
vueltas.
—Japón,
esta carta es la última que has escrito, ¿verdad? Es de hace muy
poco—el moreno se acercó a ellos enseñándole una carta como
todas las demás.
—Sí,
así es—contestó con aquella triste melancolía en su voz.
—Es
la más bonita de todas y es para España. ¿Japón, estás enamorado
de España?—le preguntó realmente entusiasmado con los ojos
brillantes.
—Bueno,
yo… Sí, desde hace unos años siento esto por él—era inútil
mentir, tenía ganas incluso de llorar.
—
¿Y por qué no se lo
dices?—como siempre el moreno realmente inocente.
—No
puedo decirle ese tipo de cosas, además no sería correspondido y
sería más doloroso confirmarlo—contestó encogiéndose un poco
más.
—Nunca
lo sabrás con certeza si no se lo preguntas—no se esperaba
aquellas palabras de Alemania, que le miraba con una comprensiva
sonrisa, o eso suponía que era.
—
¡Cierto! Además estoy seguro
de que a España podrías gustarle. A él no le importará que seas
un hombre—le dijo con su gran sonrisa.
—Pe-pero…
aunque eso no le importe no significa que vaya a gustarle—apenas
susurró, muy pesimista.
—Así
es, ¿pero y si te correspondiera? ¿No serías feliz haciendo esto
con él?—le preguntó Alemania acariciando sus cabellos.
—Esto…
con España…—su rostro se sonrojó al imaginarlo—. Yo… yo…
¡le preguntaré!
Había
estado reuniendo valor para ir durante una semana y al fin se había
decidido. Japón, observado desde lejos por Italia y Alemania, se fue
a la casa de España.
—
¡Oh! ¡Japón! Qué inesperado.
Adelante, adelante—con su amable sonrisa, España no dudó un
segundo en dejarle pasar a su casa—. ¿Quieres tomar algo? Me han
regalado un orujo perfecto para este frío.
Le
acompañó hasta el salón y le ofreció asiento en un sofá mientras
sacaba la botella de aguardiente del mueble-bar.
«Bueno,
no me vendrá mal algo de alcohol para desinhibirme»,
pensó Japón cada
vez más nervioso.
—También
tengo unos churros recientes, ¿te apetecen?—preguntó sirviendo un
par de chupitos.
—N-no,
está bien así—habría sido incapaz de tragar nada—. Ah… Sí,
esto es un regalo por el Año Nuevo, siento no habértelo traído
antes.
—
¡Muchas gracias! No te
preocupes, te lo agradezco—cogió la caja dejándola en la mesa y
le dio un abrazo de agradecimiento con el que Japón se puso tenso y
sus piernas temblorosas.
—N-n-n-no
es… nada… solo un detalle…—hasta su voz estaba agitada y le
costaba cada vez más disimular.
—Lo
agradezco, me hace feliz viniendo de ti—aquellos grandes y verdes
ojos parecían no ocultar nada y Japón temía hacerse falsas
esperanzas—. ¿Cómo va todo en tu casa?
—Bien…
todo está bien… yo…—no sabía cómo decir aquello, las
palabras no querían salir de su boca.
Cogió
el chupito y se lo bebió de un solo sorbo, esperando que le ayudara.
Comenzó a toser ásperamente. ¿Cómo podía ser aquello tan fuerte?
—Lo
siento, ha sido demasiado para ti—España se sentó a su lado y
acarició su espalda reconfortante—. ¿Te encuentras bien? ¿Sucede
algo?—preguntó extrañado.
—Estoy
bien… yo…—su garganta quemaba, había sido peor el remedio que
la enfermedad.
—Estás
extraño, Japón. ¿Ha pasado algo?—preguntó preocupado.
Su
corazón dio un vuelco cuando Japón levantó el rostro y vio sus
ojos llorosos.
—No…
solo…—Japón se agarró sin darse cuenta a la camisa blanca y
enterró el rostro en su pecho—. Me… gusta…
Su
voz fue tan débil que España no pudo entender la última palabra.
—Japón,
¿qué has dicho? Si no hablas más alto no podré entenderte—le
dijo levantando su rostro cada vez más rojo—. ¿Estás enfermo?
¿Tienes fiebre?
Despejó
su frente y la juntó a la suya para comprobar su temperatura y sin
duda estaba más caliente de lo normal. Con su rostro tan cerca la
cabeza de Japón comenzó a dar vueltas, se sintió mareado y
abrumado, su corazón latía cada vez más fuerte y temía que España
pudiera escucharlo.
—Vamos,
será mejor que te recuestes, te llevaré a mi cama—le dijo
levantándose.
Le
sujetó por los brazos y le ayudó a levantarse. Japón se tambaleó
y se abrazó con fuerza a España ocultando el rostro en su pecho.
Temblando de pies a cabeza, sus manos se agarraban con fuerza a su
espalda.
—Me
gustas… ¡España-san, me gustas!—ya no podía soportarlo más,
tenía que sacar aquellas aterradoras sensaciones de su cuerpo y
resolver de una vez sus dudas, ya fuera para bien o para mal.
—Japón…—España
se le quedó mirando sorprendido sin poder reaccionar.
—L-lo
siento… Yo solo quería que supieras… No tienes que decir
nada…—balbuceó a punto de estallar en lágrimas.
Japón
se fue a apartar de él, pero cuando España vio su rostro
normalmente sereno desbordando sentimientos no pudo hacer otra cosa
que lanzarse sobre él. Cayó con él sobre el sofá, sus oscuros
ojos le miraron sorprendido y él solo sonrió. Acarició su mejilla
y le besó dulcemente durante un largo tiempo.
—Te
quiero, Japón. Te quiero mucho—le dijo cuando se separaron con una
sincera mirada esmeralda.
—Q-qué…—aquello
le había pillado totalmente por sorpresa.
—Desde
que nos conocimos la primera vez me interesaste y cada vez me has
gustado más y más cuanto más te conocía. Pero no creía estar a
tu nivel para atreverme siquiera a confesarme, por eso siempre me he
esforzado para estar algún día a tu altura—secó con sus dedos
las lágrimas que comenzaron a derramarse por sus sonrojadas
mejillas—. Me has dejado atónito, no esperaba que te hubieras
fijado siquiera en mí.
—Yo
desde… desde hace tiempo siento esto… por ti— ¿Qué era aquel
fuerte sentimiento que crecía cada vez más en su pecho?
—Me
hace tan feliz—sonrió el moreno emocionado.
Le
besó de nuevo, esta vez más intensamente. Las manos de España se
deslizaron por el blanco uniforme de Japón y fue desabrochándolo
sin que este se percatara apenas de ello. Su lengua bajó por su
barbilla hasta el pálido cuello y comenzó a besarlo y succionarlo
suavemente, dejando a su paso rojas marcas sin importarle si se
verían o no. Todo el cuerpo de Japón se agitaba debajo de él, era
increíblemente sensible a cualquier mínimo contacto. Le subió la
camiseta interior y su lengua siguió descendiendo por su pecho,
entreteniéndose en cada rincón, jugando con los rosados pezones y
con su ombligo, hasta que llegó al pantalón. Le acarició por
encima de la tela mientras desabrochaba la cremallera y el cinturón.
Japón era incapaz de articular palabra, no podía creer que aquello
con lo que llevaba tanto tiempo soñando se cumpliera tan fácilmente.
Un dulce gemido salió de su boca cuando sintió los labios de España
besar el glande.
—Es-España…
no…—Japón se aferró con fuerza al cojín del sofá, creía
poder correrse con el mínimo roce.
—Relájate,
solo siente lo que hago—le dijo sonriente España, lamiendo desde
la base hasta la punta.
—No…
Yo también… quiero hacerlo…—le pidió ansioso.
—
¡Oh! De acuerdo…—le miró
sorprendido y después sonrió agradado.
Se
levantó y se puso sobre Japón. Volvió a centrarse en el miembro
delgado, metiéndolo casi por completo en su boca, mientras Japón
observaba el bulto en la entrepierna de España. Muy nervioso tragó
saliva y desabrochó con sus dientes el pantalón. Ansioso lamió el
falo y lo besó, ¿cómo podía sentir semejante deseo por el miembro
de otro hombre? Sus caderas se agitaron cuando sintió el dedo de
España acariciar su entrada. El moreno dejó caer su saliva sobre el
orificio e introdujo un dedo en él. Con el falo en su boca, Japón
no pudo gemir y lo agradeció porque habría sido demasiado
vergonzoso.
—Nn…
Es… paña… ya estoy… listo… rápido—jadeó cuando ya un
segundo dedo se movía libremente en su interior.
—De
acuerdo, yo tampoco puedo aguantar más—la excitación se podía
ver en su rostro. Se levantó y cogió a Japón, sentándole ya
completamente desnudo sobre sí—. Me gustaría ver cómo lo haces
tú mismo, ¿podrías?
—
¿Eh? Mm… Bu-bueno…—contestó
avergonzado, sonrojándose hasta las orejas, pero lo deseaba
demasiado como para negarse.
Sujetó
con la punta de sus dedos el miembro de España y lo guio hasta su
entrada mientras el moreno lo observaba recostado, deleitándose con
la increíble vista. Comenzó a empalarse él mismo, bajando cada vez
más sobre la verga palpitante. España le ofreció sus manos y Japón
se entrelazó con ellas sosteniéndose para poder continuar.
—Japón…
He soñado tanto con tenerte en mis brazos—respiraba más
pesadamente.
—
¿España, por qué… por qué
te gusto?—preguntó Japón sin poder entenderlo todavía.
—Porque
eres lindo, realmente lindo en todos los sentidos—contestó con una
gran sonrisa.
—
¿Solo por mi aspecto?—estaba
algo decepcionado.
—No,
no es lindo solo tu rostro, también es linda tu forma de actuar, tu
forma de hablar, tu forma de pensar, me parecen lindas tus
expresiones aunque todos dicen que no muestras tus emociones, pero yo
siempre puedo ver cuando estás triste o contento, cuanto estás
enfadado o emocionado. Cada parte de ti es linda, por eso me
gustas—parecía realmente sincero.
—España…—Japón
sintió unas terribles ganas de llorar, pero esta vez de felicidad, y
se abrazó con fuerza al moreno.
—Ya
es suficiente, está arreglado así que vámonos—Alemania agarró
del cuello de la chaqueta a Italia, quien observaba atentamente por
la ventana de la casa de España.
—
¡Jo~! Yo quiero seguir viendo,
todavía no han acabado—se quejó siendo arrastrado por el rubio.
—Eres
un pervertido, no se debe mirar a otros mientras lo hacen—le dijo
molesto.
—Pero
Abuelo Roma me dijo que era bueno ver hacer el amor a dos personas
que se quieren porque es una expresión de sus sentimientos más
puros y si esos sentimientos se comparten llevaran la felicidad a
quien los reciba—explicó casi recitando sus palabras.
—En
pocas palabras, así es como se justifica un mirón—sentenció
alejándose de la casa llena de amor.
FIN
puedo llorar ooohhh es demasiado para mi pobre corazón de verdad..!!!
ResponderEliminartengo algo muy importante que decirte y de verdad por favor tomalo en cuenta: AMO, NO REAMO TU HISTORIA DEL TU YO Y EL MENETON OH ALGO ASI LA REAMO POR QUE DE VEDAD SACAS EL LADO ANIMAL DE LO SPERSONAJES SACAS LA VERDADERA FORMA DE SER DE LOS PERSONAJE SI NO LA HE COMENTADO POR ACA PERO HE DEJADO ALGUNOS COEMNTARIOS EN WATTPAT POR QUE ALLI ME SALE MAS FACIL LEERLA PERO ESA HISTORIA ES REBUENA DE VERDAD SIGUELA ESPERO CON ANCIAS CADA CAPITULO..!!!! ♥♥♥♥♥♥
¡Muchísimas gracias!
EliminarEstoy recibiendo muy pocos comentarios y likes, muchos menos en comparación con otros trabajos, así que solo puedo pensar que no está gustando tanto como otros. Pero no te preocupes, como todos los fanfics que publico ya está finalizado así que no lo abandonaré.
Amooo!!! me encantan las historias de este tipo!!
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