Título: Huyendo
Fandom: Chuck Pareja: John Casey x Chuck Bartowski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, algo de violencia
Capítulos: 11 (5 de 11)
Resumen: Al fin han conseguido reproducir el Intersect y de nuevo ordenan a Casey matar a Chuck. Nada interrumpe esta vez, pero... no puede hacerlo, simplemente no puede. Hora de huir.
Aviso: muchos de los lugares que se describen en esta historia son reales (carreteras, restaurantes, hoteles...), pero no así las personas; los personajes secundarios son totalmente inventados.
Capítulo 5
—Despierta.
Chuck, despierta ya—usó un tono más firme y fuerte después de
haberle llamado varias veces sin éxito.
Pero
Chuck seguía sin despertar. Gemía en sueños, agitado y temblando.
Estaba teniendo una pesadilla realmente mala. Alex se había
despertado la primera vez que había pronunciado su nombre. Lo
repetía una y otra vez y parecía muy asustado así que imaginó que
él era la causa de su pesadilla. Cuando colocó una mano en su
hombro para intentar despertarlo, sintió el calor que emitía su
cuerpo. Presionó el dorso de la mano contra su frente, estaba
ardiendo.
—Mierda—gruñó.
Ese no era el mejor momento para un resfriado.
El
joven abrió los ojos y murmuró su nombre, pero Alex sabía que no
le estaba viendo, su mirada estaba empañada por la fiebre.
Necesitaba un médico, pero no podían ir al hospital ya que aún no
tenían las identidades falsas. Abrió la puerta de la habitación y
se asomó al pasillo. Estaba a oscuras, nadie en la recepción.
Normal, eran las dos de la madrugada. Pasó tras el pequeño
mostrador de recepción y buscó por los cajones una guía de
teléfonos. No encontró ninguna así que tuvo que encender el
ordenador y saltarse la seguridad, algo muy fácil para él. Con una
búsqueda rápida en las páginas apropiadas encontró lo que
necesitaba. Usó el teléfono de recepción para llamar y regresó a
la habitación.
Chuck
se había vuelto a dormir o quizás solo era una seminconsciencia
causada por la fiebre. Estaba tiritando, con el rostro cubierto de
sudor y el ceño fruncido, murmurando palabras ininteligibles.
Resultaba doloroso solo verlo. Ajustó las mantas a su alrededor,
pensando que quizás eso le haría sentir más seguro y al menos le
ayudaría a salir de la pesadilla. Por un momento funcionó, un breve
momento hasta que los temblores y los quejidos regresaron. Alex
suspiró. Se tumbó tras él y rodeó su torso con un brazo,
presionándolo suavemente contra él. Chuck se tranquilizó, su
cuerpo pareció relajarse en el abrazo. Eso no le bajaría la fiebre,
pero podría calmar su mente así que Alex lo consintió.
Unos
veinte minutos después tuvo que levantarse incluso si no quería. Se
puso la chaqueta y bajó al portal. Esperó allí en el frío de la
noche hasta que llegó un hombre con sombrero y bufanda que le
cubrían casi todo el rostro. Hizo un leve gesto con la cabeza a modo
de saludo y Alex le dejó pasar. Subieron a la habitación y cerró
la puerta tras ellos. El hombre dejó su maletín a los pies de la
cama y se quitó el sobrero, la bufanda, el abrigo y los guantes. Por
su aspecto nadie adivinaría que no era un médico «normal». Era ya
de avanzada edad, con el pelo canoso y una tupida barba, los ojos
azules con un montón de arrugas a su alrededor. Sin decir nada
comenzó a examinar a Chuck, sacando los utensilios que necesitaba de
su maletín, mientras Alex esperaba frente a la puerta con los brazos
cruzados sobre el pecho.
—Está
deshidratado y diría que no ha comido ni dormido mucho en los
últimos días. ¿Ha sufrido mucho estrés? Imagino que sí, su
cuerpo está exhausto y apuesto a que hoy ha acabado empapado bajo la
lluvia, ¿me equivoco?—tan solo seguía hablando sin esperar a que
Alex respondiera, no lo necesitaba—. No está acostumbrado a este
clima, ninguno de los dos lo estáis, y su organismo está débil, le
ha golpeado fuerte. Con esto debería pasársele la fiebre—sacó un
pequeño frasco de su maletín junto con una aguja. Desinfectó una
zona en el brazo de Chuck con un algodón y alcohol y le pinchó—.
Mañana estará mejor, dormirá hasta tarde, pero recaerá si no
repone las energías.
—¿Entonces
con que coma y beba será suficiente?
—Yo
diría que lo más importante es que se deshaga del estrés. No será
capaz de comer ni de dormir como debe hasta entonces. Y debería
descansar un par de días.
El
doctor recogió sus cosas y Alex le acompañó al portal.
—Además
de comida decente, nada de comida rápida, cómprele también algunas
vitaminas y... no se lo tome a broma, señor, o la próxima vez
tendrá que llamar a una ambulancia—le advirtió con una mirada muy
seria.
—Entendido—discretamente
le pagó y el hombre se marchó, dejando tan solo entrever sus ojos
bajo las capas de ropa.
Alex
regresó a la habitación y cerró la puerta. Se quitó la chaqueta y
se metió en la cama. Chuck había dejado de temblar, pero su cuerpo
seguía agitado, fruncía el ceño y era evidente que tenía otra
pesadilla. Le abrazó bajo las mantas, dejando que se acurrucara
contra su cuerpo, y poco a poco se relajó. Solo cuando sintió que
ya no estaba en una pesadilla, Alex se permitió dormir él también.
No
fue fácil porque estaba demasiado preocupado, no sabía cómo lidiar
con eso. No era un resfriado ni nada que se pudiera curar con unas
cuantas medicinas; era algo psicológico, culpa del intenso estrés
que sufría por tener que huir y dejar toda su vida y su familia
atrás y... por no poder hablar de ello. Se mordió el labio
inferior, estrechando su abrazo alrededor del chico. Eso había sido
culpa suya, impidiéndole hablar del tema, de sus sentimientos,
impidiéndole desahogarse. Recordó esa tarde cuando Chuck había
intentado tocarle la cara y él le había agarrado el brazo y le
había advertido que no lo hiciera. La expresión herida en su rostro
había sido devastadora y después de eso se había metido en la cama
directamente sin cenar. ¿Cuántas veces había provocado una
reacción así? ¿Hasta qué punto el estado en el que se encontraba
había sido culpa suya? Y ni siquiera se había dado cuenta de lo que
pasaba hasta que ya era demasiado tarde.
Chuck
se despertó envuelto en un intenso calor. Por un lado su cuerpo se
sentía cómodo, agradablemente entumecido, y no quería moverse para
apartar las mantas, pero por otro el calor era casi asfixiante y
estaba sudando. Intentó levantar un brazo para echar a un lado la
manta y se dio cuenta de que no podía, estaba atrapado. Abrió los
ojos por primera vez, pero no vio nada, tenía algo frente a él,
aunque no sabía el qué. Levantó la cabeza y en la tenue luz de la
habitación vio el cuello y la mandíbula de Alex. Muy lentamente su
cerebro procesó que estaba en sus brazos, con el rostro hundido en
su pecho. Lo que sentía a su alrededor no eran solo las mantas, sino
el cálido cuerpo de su compañero abrazándolo estrechamente.
Habría
entrado en pánico si no se sintiera tan confortable. No entendía
por qué estaban en esa posición, pero no iba a cuestionarlo
todavía. Agachó la cabeza y apoyó la frente contra el musculoso
pecho. Unos minutos después el cambio en la respiración de Alex le
dijo que estaba despertándose. No se movió, esperó a ver cuál era
la reacción de su compañero.
—¿Chuck?—su
voz fue apenas un susurro que no le habría despertado si hubiera
estado dormido.
—Hm.
—Anoche
tuviste fiebre, te dio muy fuerte. No dejabas de temblar y apenas
conseguí despertarte, tenías pesadillas o delirios—le explicó
sin aflojar su abrazo. Chuck no recordaba nada de eso, se sentía
cansado y sabía que había tenido unos sueños terribles, pero le
sorprendió saber que había estado con fiebre, aunque lo siguiente
que dijo le sorprendió aún más—. Llamé a un médico y vino a
examinarte, te inyectó algo que te bajó la fiebre.
—Uh-
um... Lo-
—No
te disculpes, no es culpa tuya. El médico dijo que probablemente
estaba causado por el estrés y porque tu cuerpo está débil, apenas
has comido en los últimos días y el cambio de clima tampoco ha sido
bueno—hizo una pausa, frunciendo el ceño en una mueca de disgusto
hacia él mismo—. Soy yo quien debería disculparse, es culpa mía.
—¿Qué?
¡No! ¡Claro que-
—Sí
lo es, debería haberte vigilado más, no haber ignorado cuando
dejabas la comida ni... haberte impedido hablar. Sé que lo
necesitas, que es parte de ti. Esta es la peor situación que has
pasado y no has podido hablarlo con nadie, eso solo lo ha empeorado
todo.
—Alex,
yo no te culpo por nada, estás haciendo todo lo que está en tu mano
y más para salvarme la vida. Que mi situación ahora mismo sea un
desastre y me haya pasado factura no es en absoluto culpa tuya,
parece algo casi inevitable, habría estallado tarde o temmnh...!
¿A-Alex?—perdió el hilo de lo que estaba diciendo cuando la mano
de su compañero comenzó a palpar su miembro a través de los
pantalones. No le había soltado, seguía rodeándolo estrechamente
con el otro brazo mientras le tanteaba con su mano libre—. ¿Qu-qué
haces?
—Lo
que dijo el médico—respondió tranquilamente.
—¿El
médico dijo que hicieras esto?—su cuerpo se tensó, pero no
intentó apartarse aunque sabía que Alex se lo permitiría.
—Dijo
que necesitas liberar estrés y esta es una buena manera—deslizó
la mano dentro de los calzoncillos y envolvió el miembro que estaba
despertando rápidamente.
—Ah.
Um. Hay... hay otras formmh... ¡Uhn...!—le resultó imposible
seguir hablando cuando Alex pasó el pulgar sobre el glande en un
giro de muñeca que debería ser ilegal.
—Relájate
y déjame encargarme de esto—susurró en su oído y Chuck suspiró,
estremeciéndose ante la profunda voz.
El
joven obedeció, sintiendo su cuerpo aumentar de temperatura bajo las
ya calientes mantas. Quizás eso no era bueno después de haber
tenido fiebre, pero no le importaba. El cuerpo de Alex también
estaba caliente junto a él. Se aferró a su camiseta con ambas manos
mientras hundía el rostro en su pecho, intentando ahogar los casi
lastimeros gemidos que salían de su boca. La grande y callosa mano
de Alex trabajaba su miembro, primero despacio hasta llevarlo a la
completa erección y cuando tuvo algo de lubricación con el líquido
que brotaba de la punta se permitió hacer trucos que llevaban a
Chuck al límite una y otra vez.
—¡Ngh!
Dios, Alex... Uhng... ¡Ah! ¡Ahí! Nnh... Alex... tan bueno...—entre
gemidos, sacudiendo las caderas embistiendo la mano de su compañero,
no podía dejar de repetir su nombre.
Su
cuerpo se contoneaba contra el de Alex, totalmente inconsciente de la
reacción que estaba provocando en él, del brazo que se estrechó
sobre su espalda juntando aún más sus cuerpos. Sus labios rozaban
la tela de la camiseta y, cuando frotó el frenillo de su miembro,
mordió cerca de la clavícula, ganándose un profundo gruñido que
pudo sentir vibrar en su pecho y le hizo pasar el límite. Echando la
cabeza hacia atrás, se vino en la mano de Alex tan intensamente que
sus piernas temblaban. Su compañero le frotó hasta la última gota,
observando la expresión de abandono y placer en su rostro.
No
debería gustarle tanto esto, definitivamente no estaba bien, pero si
ayudaba aunque fuera un poco a Chuck, entonces no le importaba.
Esperó a que se relajara, sintiendo su miembro ponerse flácido aún
en su mano, y lo movió suavemente hasta tumbarlo boca arriba. Se
apartó e iba a levantarse cuando Chuck le agarró del brazo.
—Es...
espera... Tú también...—dijo aún jadeando.
—Estoy
bien.
—¡No!
Reunió
todas sus fuerzas para incorporarse y empujar a Alex contra la cama.
Se sentó a horcajadas sobre sus muslos y esperó un momento mientras
recuperaba energías. Ahora fuera de las mantas sintió un escalofrío
ante el aire no tan cálido de la habitación y su cuerpo tembló un
momento. Alex frotó uno de sus brazos con una mano, sin saber dónde
limpiarse la otra, cubierta de semen.
—No
deberías coger frío—le dijo, aun sintiendo que estaba quizás
demasiado caliente.
—Estaré
bien.
Alcanzó
una manta y se la echó sobre los hombros. Tomó la mano de Alex y la
limpió en su camiseta, que total también estaba manchada. Alex
sintió su miembro palpitar. Su erección era más que evidente en
los pantalones y terriblemente dolorosa.
—No
tienes que hacerlo—le dijo cuando empezó a desabrocharle.
—¿Sigue
en pie lo de no tocarte?—sus manos se detuvieron, sintió miedo por
un momento.
—No—nunca
debió decir eso.
—Entonces
voy a hacerlo. No soy tonto, me he dado cuenta de cómo me
miras—desabrochó sus pantalones y el bulto se hizo más notable en
los calzoncillos negros—. Lo... lo que acabas de hacer y esto
son pruebas más que suficientes. ¿Vas a negarlo?
—No—ya
no tenía sentido hacerlo y sentía curiosidad por saber por qué aún
no había salido corriendo—. ¿Qué piensas al respecto?
—Mm...
No lo sé, ya estoy bastante confuso con todo el tema de la huida, no
quiero pensar en esto ahora, solo... quiero hacer lo que me apetece
hacer, sin darle vueltas al asunto. ¿Te... te parece bien eso?
Alex
sonrió, una auténtica sonrisa, sincera e incluso afectuosa. Chuck
se quedó mirándole atónito.
—Sí,
me parece bien.
En
realidad no se esperaba eso, como mínimo había imaginado que
pasarían horas hablando de sentimientos, de la situación y demás,
y él lo habría permitido porque sabía que Chuck lo necesitaba,
pero tenía que admitir que estaba aliviado de no tener que hacerlo
porque ni siquiera él tenía claro cuáles eran sus sentimientos ni
qué hacer al respecto.
—Ah...
v-vale, entonces...—bajó la mirada y liberó del todo la erección
de su compañero. Tragó saliva y se lamió los labios
inconscientemente. Era tan grande y gruesa, de un color oscuro y
rojizo, con la vena que la recorría desde la base hasta casi la
punta palpitando—. S-solo con mis manos, pero... um... espero que
sea suficiente.
Alex
soltó un gruñido involuntario y Chuck se le quedó mirando como un
ciervo ante los faros de un coche. Sintió calor en sus mejillas.
Llevaba demasiado tiempo pensando en esto, demasiadas veces ignorando
el bulto en sus pantalones o aliviándose a solas cuando era
insostenible. ¿Que si sería suficiente con sus manos? Podría
correrse solo mirándole.
Se
reacomodó en su posición, colocando las manos tras la cabeza para
darle a entender que podía empezar. Sintió sus piernas contraerse
alrededor de sus muslos. Estaba nervioso, probablemente nunca había
tocado a otro hombre, pero Alex sería paciente en esta ocasión,
solo por tener esas esbeltas e hipnóticas manos en su verga merecía
la pena.
Chuck
inspiró hondo y adelantó la mano.
—Ci-cierra
los ojos—le pidió antes de tocarle, sintiendo su penetrante
mirada.
—No.
Si no quieres hacerlo no lo hagas, pero si lo haces no voy a dejar de
mirar—en eso no iba a ceder, no iba a desperdiciar esa oportunidad.
El
chico tragó de nuevo, con la boca y la garganta secas de los
nervios. Dos de sus dedos tocaron el falo y lo acariciaron apenas
rozándolo con la yema. Sintió el calor y lo duro que estaba. Se
movió inquieto en su asiento, restregándose un poco contra los
muslos de Alex. Entonces dejó de vacilar y envolvió el miembro con
su mano. El leve suspiro de Alex le dio un poco más de confianza.
Comenzó a frotarlo lentamente, sin apretar demasiado porque no había
ninguna lubricación y no quería hacerle daño. De tener la boca
seca pasó a sentir cómo se le acumulaba la saliva. Apretó los
dientes. Sentía el deseo de chuparlo, pero aún no estaba preparado
para eso. En su lugar, se inclinó levemente sobre él y abrió la
boca, dejando que la saliva se derramara sobre el miembro. Eso sería
suficiente como lubricante.
Alex
no pudo resistirlo, gruñó profundamente en su garganta y le agarró
por los muslos, acercándolo un poco más a su entrepierna. Chuck se
sorprendió, pero cuando fue consciente de la reacción que había
provocado en él sonrió. Siguió masturbándole con más confianza,
atreviéndose a pasar los dedos sobre el glande, presionando sobre el
orificio y raspando muy suavemente con la uña del pulgar el
frenillo. Consiguió con eso último que Alex dijera su nombre
con un tono que jamás había usado así que se lo anotó en la
cabeza para la próxima vez (si es que había próxima vez).
No le llevó mucho más arrastrar al
habitualmente frío y duro agente al límite. Trabajándole con dos
manos porque una era del todo insuficiente para abarcarle, vio sus
abdominales contraerse con la camiseta levantada por encima del
ombligo. Sintió los dedos hundirse en sus muslos y pensó que aun
con el pantalón dejarían marca, y tal vez lo esperaba. A pesar de
tenerlo sentado en sus piernas, Alex embistió en sus manos un par de
veces, levantándolo con su movimiento, y finalmente se corrió con
un profundo gruñido, salpicando hasta su camiseta.
Chuck se quedó por un momento atónito
mientras Alex recuperaba el aliento. Había sentido esas embestidas
casi como si hubieran ido dirigidas a él, era consciente como nunca
de la fuerza del cuerpo que tenía debajo de él. Sintió un
hormigueo en la entrepierna. Exhaló tembloroso el aire que no se
había dado cuenta que estaba conteniendo y se limpió las manos casi
entumecidas en la camiseta de Alex ya que tendría que lavarla de
todos modos. Bajó de encima de su compañero y de la cama y se metió
al baño. Se miró en el espejo, su rostro todo ruborizado y
aturdido. Su cabeza daba vueltas, pero había decidido no cuestionar
lo que sentía ni lo que deseaba, no por ahora, y lo iba a cumplir.
Se dio una ducha, sintiendo todo su
cuerpo pegajoso y sudado, probablemente por la fiebre de anoche. Dejó
su ropa en un rincón para que Alex se encargara de ella porque él
realmente no tenía fuerzas para hacerlo y salió del baño solo con
unos calzoncillos limpios, los últimos calzoncillos limpios que le
quedaban. Sintió los ojos de su compañero, vistiéndose a un lado
de la habitación, sobre él hasta que se metió en la cama, pero no
le importó. Le habría gustado cambiar también las sábanas, aunque
sabía que no iba a ser posible. Se cubrió con las mantas y se quedó
estirado boca abajo en medio de la cama.
—No me queda rompa limpia y tengo
hambre—le informó, con el rostro girado hacia él, pero con los
ojos cerrados.
—¿Vas a comportarte como un niño
mimado?
—¿Vas a permitírmelo?—abrió un
ojo y le miró con una pequeña sonrisa.
—Por ahora—gruñó, forcejeando por
no responder con otra sonrisa—. Voy a comprarte algo de comer,
después iré a lavar la ropa y a comprar nueva. Vuelvo en unos
minutos, no salgas.
Chuck no tenía intención de salir, ni
siquiera de levantarse de la cama si no era extremadamente necesario.
Estaba exhausto, pero su cuerpo se sentía relajado. No estaba seguro
de si estaba relajado porque estaba demasiado cansado como para estar
tenso o si la estrategia de Alex había surtido efecto. Daba igual,
lo importante es que por unos minutos se quedó dormido y no soñó,
ni bueno ni malo.
Waaaaaaaaaaaaa. Muy bueno. Yo era una niña obediente estudiando para un examen. Ingreso a la página y ... Hojas volaron tenis ojitos leyeron este genial capítulo. Quiero más...más. Gracias eres genial.
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