Título: Huyendo
Fandom: Chuck Pareja: John Casey x Chuck Bartowski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, algo de violencia
Capítulos: 11 (2 de 11)
Resumen: Al fin han conseguido reproducir el Intersect y de nuevo ordenan a Casey matar a Chuck. Nada interrumpe esta vez, pero... no puede hacerlo, simplemente no puede. Hora de huir.
Aviso: muchos de los lugares que se describen en esta historia son reales (carreteras, restaurantes, hoteles...), pero no así las personas; los personajes secundarios son totalmente inventados.
NOTA: el flash que tiene Chuck en el
primer párrafo es un hecho real acontecido en ese pueblo y puedes
encontrar toda la información aquí:
https://en.wikipedia.org/wiki/Cokeville_Elementary_School_hostage_crisis
Capítulo 2
Eran casi las once de la noche cuando
llegaron a Cokeville, en Wyoming, un pueblo quizás incluso más
pequeño que en el que habían estado desayunando. Al ver el cartel
de bienvenida, Chuck tuvo un flash. Cokeville Elementary School
– 1986 – niños – decenas de niños – profesores –
una pareja: un policía y su esposa – una bomba de gasolina
– ZERO EQUALS INFINITY – explosión accidental –
asesinato-suicidio – informes médicos de heridos en la
explosión.
Sintió retortijones en el estómago,
pero como Casey no se había dado cuenta y no tenía nada que ver con
ellos decidió no comentarlo. Era un terrible episodio, pero ya
estaba en el pasado.
Ni siquiera entraron en el pueblo, en
la carretera principal que pasaba a su lado había un motel en medio
de un terreno baldío y eso era todo lo que necesitaban. Aunque no
parecía el típico motel de mala muerte, era más bien como un
rancho, con las paredes de madera y gruesas columnas de ladrillo gris
para sujetar el amplio tejadillo de la entrada, además de adornos
con temática vaquera, del Oeste y de origen indio como un tótem
junto a una de esas columnas. Un lugar al que irían voluntariamente
a pasar el fin de semana familias y parejas.
Cuando vio el nombre del motel en un
gran y adornado letrero en la entrada, no pudo contener una risilla.
Hideout, escondite.
—¿Qué?—preguntó Casey. Chuck
señaló hacia el cartel. Casey lo vio y frunció el ceño—. Una
palabra y te dejo aquí tirado.
Chuck se echó a reír.
—¿Y nuestra tapadera? ¿La
misma?—preguntó aún riendo mientras se acercaban a la entrada con
sus mochilas a la espalda.
—Mejor será que te mantengas
callado.
—¿Pero y si preguntan?
—Mgh... No sería normal que tío y
sobrino vinieran a un sitio así a pasar la noche. Somos una pareja
de vacaciones, de Denver, y estamos visitando los parques nacionales
y esas cosas.
—¿Pa-pareja?
—Déjame hablar a mí y no habrá
problemas.
Por suerte para ellos aún había luz
en la oficina. Casey le hizo quedarse aparte y él habló con el
encargado. El hombre, de mediana edad y de aspecto muy arreglado, fue
amable, aunque le extrañaba que llegaran a esas horas.
—No hemos encontrado ningún sitio
decente para quedarnos por el camino, estábamos a punto de parar a
un lado de la carretera y dormir en el coche—rio suavemente, una
risa que Chuck nunca le había escuchado, con esa fachada amable que
solo dedicaba a las personas ajenas cuando iba encubierto, incluso
con una mirada un tanto cómplice. El encargado sonrió en respuesta
y hasta se inclinó ligeramente sobre el mostrador. Si pensaba que
Sarah era buena actriz, debería mirarse al espejo. Casey era casi
como un James Bond, estaba seguro de que podía seducir tanto a
hombres como a mujeres si esa era su misión.
Regresó junto a él al poco rato con
una llave en la mano. El encargado había estado encantado de que
pagara en metálico y por adelantado. Salieron del edificio principal
para ir a la habitación. Casey colocó la mano en la parte baja de
su espalda invitándole a salir primero, mostrando un gesto íntimo
ante el encargado para mantener su tapadera, y Chuck intentó no
ponerse tenso.
Entraron en la habitación a pie de
calle, situada en un edificio anexo al principal. Se encontraron con
una pequeña estancia de paredes blancas con una cama de matrimonio
cubierta por una colcha parcheada con aspecto de tela vaquera, una
cómoda negra con una cafetera encima y una mininevera y un
microondas al lado, una mesita redonda con dos sillas y un televisor
en la pared. Intentaba ser acogedora, con unos cuántos adornos en
las paredes con la misma temática que el resto del motel, pero
seguía siendo tan fría e impersonal como cualquier habitación de
hotel.
—Um... Cama doble.
—Somos una pareja, no podía pedir
dos camas—respondió sin darle importancia, dejando su mochila
sobre la cama en el lado que daba a la puerta.
—Sí, entiendo, claro.
Chuck dio la vuelta hasta el otro lado,
dejando allí su mochila, y tan solo esperó sin estar muy seguro de
qué hacer. Casey sacó unos calzoncillos de su mochila y se metió
al baño, salió unos segundos después solo con los calzoncillos
puestos (negros, realmente parecía gustarle el negro, o quizás era
cosa de espías). El joven tragó saliva e intentó desviar la mirada
para no parecer irrespetuoso, pero ¡wao! estaba más musculado de lo
que pensaba. El agente abrió la cama y se metió en su lado.
—¡E-espera! Tenemos que hablar.
—Ugh...—realmente no quería,
estaba exhausto.
—No, en serio, necesito que hablemos,
por favor—le suplicó.
Agarró una silla y la colocó delante
de la cama, sentándose frente a él. Casey se incorporó reticente y
esperó a que Chuck empezara. Pero no lo hizo. Con la cabeza gacha
jugó con la tela de sus pantalones, mordiéndose los labios y
frunciendo el ceño. Quizás tenía demasiadas cosas que preguntar y
no sabía por dónde empezar o estaba demasiado abrumado por lo
repentino que resultaba aquello así que le dejó tiempo.
—Esto es una mierda.
Casey arqueó una ceja. Chuck no solía
hablar así.
—¿Por qué me hacen esto a mí?
Me... me he esforzado, he arriesgado mi vida contra tipos armados de
toda clase. Yo no quería el Intersect y aun así les ayudé y ahora
que ya no me necesitan lo mejor que se les ocurre es matarme. ¡No es
justo!
—No, no lo es, por eso estoy aquí.
—Porque al final siempre haces lo
correcto. ¡L-lo digo en serio, no va con segundas!—aclaró,
pensando que su tono tal vez había sonado sarcástico—. Siempre...
siempre intentas seguir las órdenes que te dan, pero si sucede
algo... no sé, cuando lo pienso tú siempre acabas haciendo lo
correcto aunque no cumpla exactamente las órdenes que te dieron. Sé
que eres un buen hombre, no solo un buen agente, y siento todas las
veces que he dicho que no tenías sentimientos y esas cosas. Sé que
los tienes, si no me habrías matado y no te habrías metido en todo
este lío.
—Si todo lo que quieres es hablar de
mis sentimientos, podemos dar la conversación por concluida—hizo
ademán de meterse en la cama de nuevo, pero Chuck le detuvo.
—No, no, por favor. Vale, no
mencionaré más tus sentimientos, eres el hombre de hielo. Por
favor.
Casey simplemente no pudo resistir su
mirada desesperada de cachorrito. Odiaba admitirlo, pero había
cedido más de una vez por su culpa. Se incorporó y esperó de nuevo
a lo que tuviera que decir, dándole tiempo para ordenar sus
pensamientos.
—No podré... no podré hablar con mi
hermana, ¿verdad?
—Es peligroso, para ti y para ella.
Si descubren que puede contactar contigo...
—Lo sé. Lo sé, pero... es tan
difícil. Es mi hermana, es mi familia. Sabes, siempre... hemos
estado juntos. Sé que me buscará, si piensa que he desaparecido sin
ningún motivo se imaginará lo peor y no dejará de buscarme. Lo sé
porque yo también lo haría por ella.
—Intentaré avisarla de algún modo,
pero solo cuando esté completamente seguro de que no nos pone en
riesgo, a ninguno de los tres.
—Gracias. De verdad, gracias—sabía
que no iba a ser fácil y que tardaría un tiempo, pero de algún
modo esa angustia que sentía en su pecho dejó de retorcerse tan
fuerte, creyó de verdad las palabras de su compañero—. ¿Y... a
dónde vamos a ir? Quiero decir, quedan unas nueve o diez horas de
viaje, ¿no? Podríamos llegar a Canadá por la noche. ¿Qué haremos
allí? ¿Es un «ya veremos» o tienes algo planeado?
Casey suspiró, realmente le gustaba
darle vueltas a las preguntas.
—Tengo un sitio seguro, el gobierno
no lo conoce.
—Um... ¿Estás seguro? Quizás si me
dices un nombre o algo pueda averiguar si lo conocen o no.
Dudó por un momento, pero de todos
modos iba a descubrirlo en unos días.
—Black Lake—esperó un momento para
ver si Chuck entornaba los ojos en esa expresión que ponía cuando
le llegaba un flash—. ¿Algo?
—No, nada.
—Es un pequeño pueblo, unos mil
habitantes, al norte de Saskatchewan. Otros dos días de viaje
después de que crucemos la frontera, si el tiempo es bueno. Nadie
podrá encontrarnos allí.
—¿Cómo lo conoces? ¿Y cómo es
posible que el gobierno no sepa nada?
—Hah... Oye, no son horas para hablar
de esto, ya habrá tiempo. Preferiría dormir ahora si no te importa.
—Oh, claro, perdona.
Mientras Casey se metía en la cama,
Chuck dejó la silla de nuevo en su sitio. Se quedó por un momento
agarrando el respaldo, tan fuerte que sus manos temblaban y sus
nudillos se ponían blancos. Aún había algo de lo que quería
hablar, pero quizás le daba miedo la respuesta.
—Ya sabías desde hace tiempo que
ibas a tener que matarme.
No era una pregunta. Casey apretó los
dientes y se levantó de la cama, pero siguió dándole la espalda,
al igual que hacía Chuck. No se sentía con fuerza para encararle en
ese momento, de hecho se sentía algo avergonzado por no habérselo
dicho antes, por no haber hecho nada hasta que ya era demasiado
tarde.
—Desde el principio.
Chuck tragó saliva. Así que le habían
estado utilizando desde el principio sabiendo que al final ordenarían
su muerte. De hecho le habían convencido para que él mismo se
pusiera la cuerda al cuello ayudándoles a conseguir nuevos
Intersect.
—¿Y desde cuándo tienes esta huida
planeada?
—Desde la primera vez que me
ordenaron matarte.
—¿La primera vez?—preguntó
confuso.
—Esa vez que estuvimos a punto de
conseguir nuevos Intersect, pero resultó ser un virus y todo
explotó. Cuando Walker entró en tu casa para avisarte yo estaba
allí, preparado para matarte.
—¿Lo habrías hecho, si Sarah no me
hubiera informado de que había fallado?
Hubo un silencio, un silencio que fue
respuesta suficiente, pero Chuck tenía que oírlo.
—Sí. Pero eso fue antes de que me
diera cuenta de lo aliviado que me sentí al no tener que hacerlo. En
ese momento supe que no podría hacerlo la siguiente vez, por eso
comencé a buscar un plan alternativo.
Chuck suspiró. Casey no supo qué
significaba, si estaba molesto porque había estado dispuesto a
matarle o si se alegraba porque ya no era capaz de hacerlo. No
preguntó. El joven dejó la silla y se fue a su lado de la cama, se
quitó las zapatillas y el cinturón y se metió bajo las sábanas
vestido. Eso no era buena señal, ni siquiera había preguntado por
algo de comer y eso que no habían cenado. Pero la situación era
difícil y sabía que dijera lo que dijera no arreglaría nada. Se
metió también en la cama y se quedó dormido antes de lo que
esperaba, había estado demasiadas horas conduciendo sin haber
siquiera dormido la noche anterior.
Sintió un cuerpo caliente contra su
espalda al despertar en la penumbra de la habitación. Giró la
cabeza y vio a Chuck acurrucado a su lado, profundamente dormido
pegado a él, aún vestido. Podía sentir su aliento en la columna.
Por un instante su corazón latió demasiado fuerte. Apartó la
mirada, no podía permitirse esa reacción. Se levantó, escuchando
un gruñido del chico ante el movimiento del colchón, pero no
despertó. Se dio una ducha y se afeitó, se cambió de camisa y
recogió todo antes de despertar a Chuck.
—Mmgh... ¿Qué hora es?—se quejó
cuando levantó la persiana.
—Hora de marcharnos, date prisa.
Se estiró y se levantó perezoso. Se
miró en el espejo de baño. Tenía mala cara, se había despertado
demasiadas veces durante la noche, siempre justo antes de que alguien
le matara en una de sus múltiples pesadillas (casi siempre Casey,
aunque no el único). Recordó la leyenda que decía que si mueres en
un sueño mueres en la realidad. Si eso fuera cierto había estado a
punto de morir demasiadas veces esa noche. Se lavó la cara y se
frotó la barbilla, decidiendo que no le hacía falta afeitarse
todavía. No tardó mucho ya que estaba vestido y se reunió con su
compañero en la puerta.
—Vamos a desayunar a ese restaurante
de enfrente.
Chuck tan solo asintió con la cabeza y
cruzaron la carretera hacia un local llamado Blondie’s Diner,
unos pocos metros antes del motel, con la fachada de piedra y madera.
Como casi todos los restaurantes o establecimientos que habían visto
de camino, parecía una casa transformada en negocio. Apenas acababan
de abrir, eran solo las siete de la mañana, pero ya había un
cliente sentado en una mesa. Una mujer rubia bien entrada en los
cuarenta aunque aún bastante atractiva los saludó y los llevó a
una mesa.
—¿De visita? ¿Se hospedan en el
Hideout?—les preguntó sonriente.
Casey esperó a que Chuck soltara su
nerviosa respuesta exagerada, pero tan solo respondió con un breve
«hm».
—Estamos visitando los parques de la
zona. Solo nos hemos quedado esta noche, ya nos marchamos—le
explicó Casey sonriente, consiguiendo que ignorara el comportamiento
de su compañero.
—Van a disfrutarlos mucho, yo ya he
recorrido la mayoría de parques y esta es una buena época para
verlos, están preciosos y aún no hay mucha gente. Les dejo para que
echen un vistazo a la carta.
Cuando la mujer se puso a hablar con el
otro cliente, Casey se volvió hacia el chico.
—Hey, ¿qué te pasa? ¿Has olvidado
cómo actuar?—aunque nunca había sabido hacerlo muy bien, pero
sabía que ese no era el problema.
—No quería estropear nuestra
tapadera—respondió secamente, sin levantar la vista de la carta.
Era evidente que no se trataba de eso,
que estaba enfadado por lo que habían hablado la noche anterior,
pero no podía hacer nada al respecto. Cuando tan solo se pidió una
tortilla para desayunar, Casey se preocupó un poco más.
—¿Quieres conducir el próximo
tramo?—le ofreció.
—Hm, claro—respondió apenas
audible, dando demasiadas vueltas a un trozo de tortilla con el
tenedor. Debería estar hambriento, no habían comido nada desde el
bocadillo en la gasolinera, pero sentía un nudo en la garganta que
no le dejaba comer.
Terminaron de desayunar sin que Casey
tuviera que pedirle que se callara ni una sola vez, de hecho no habló
en absoluto. Regresaron al coche y se pusieron en marcha hacia el
norte. Nunca imaginó que echaría de menos la estúpida charla del
chico. Sentía una molesta opresión en el pecho. Dejar a su familia,
sus amigos, toda su vida atrás, ya estaba sufriendo bastante como
para que encima él le hiciera sufrir todavía más, pero no sabía
cómo solucionarlo, no le habían entrenado para eso.
Cerca de las dos de la tarde, sin
detenerse de camino, llegaron a un pueblo llamado Townsend, junto al
río Misuri, con una gran tienda de suministros marítimos justo a la
entrada. Los últimos treinta kilómetros la carretera había estado
rodeada de verdes campos de cultivo. Estos cultivos se extendían a
lo largo de toda la ribera del río, pero eran más abundantes en
esta zona donde el río se ensanchaba formando casi un lago. Era un
cambio agradable después de pasar la mayor parte del viaje entre
desiertos.
Entraron en el primer restaurante que
encontraron en la carretera principal, Full Belli Deli, con
comida rápida en unas bandejas de plástico que se llevaron y
comieron en el parque que había justo detrás. Después de tanto
tiempo en el coche necesitaban algo de aire fresco.
—Faltan casi cuatro horas, llegaremos
sobre las siete.
—Mm. ¿Y en la frontera?—preguntó
sin mostrar mucho interés, dando vueltas con el tenedor de plástico
a aquella especie de relleno de burrito.
—Tengo un contacto allí, podremos
pasar sin problema.
Chuck tan solo asintió distraídamente.
Casey gruñó en el fondo de su garganta. No le gustaba esta
situación y por algún motivo sentía que necesitaba hacer algo.
—Escucha, sé que estás cabreado
conmigo y tienes todo el derecho. Sé que debería disculparme, pero
esas cosas no se me dan bien así que ¿por qué no me dices lo que
tengo que hacer o decir para que volvamos a la normalidad?
Y Chuck le miró como si no entendiera
de qué estaba hablando.
—¿Por qué iba a estar cabreado
contigo?—preguntó confuso.
—Porque... iba a matarte—era tan
evidente.
—No lo hiciste.
—Pero iba a hacerlo.
—Pero no lo hiciste y llevas
planeando mi huida desde entonces, ¿cómo podría estar cabreado?
Solo puedo agradecértelo.
Casey le miró por un instante con la
boca entreabierta. No lo comprendía, estaba seguro de que se
enfadaría con él por eso, pero no parecía importarle en absoluto.
Agradecérselo. Era tan ridículo agradecérselo a la persona
que iba a ser tu asesino. Pero así era Chuck. Gracias a eso Casey
pudo sentir su pecho un poco más ligero.
—¿Entonces por qué estás así
desde que te lo conté?
—Porque... el gobierno ha estado
utilizándome desde el principio sabiendo que finalmente me matarían.
Me siento... traicionado por mi propio gobierno, por quienes deberían
velar por mi seguridad—tragó saliva y dejó a un lado la bandeja
con su comida apenas sin tocar. Parpadeó, intentando contener las
lágrimas que amenazaban por escapar—. Todo este tiempo me he
estado esforzado a pesar de todo el peligro. Solo quería ayudar,
incluso poniendo mi vida en juego, y resulta que en realidad les
estaba ayudando a conseguir lo que necesitaban para poder matarme. He
ayudado en mi propio asesinato, es tan ridículo.
Casey podía escuchar las lágrimas en
su voz incluso si no se derramaban por sus ojos. Apoyó una mano en
su hombro en un gesto que no era propio de él, tan solo intentando
reconfortarle. Él no lo había visto de ese modo hasta entonces,
pero era realmente irónico y una broma de mal gusto. Entonces Chuck
levantó la cabeza y le miró a los ojos, y el corazón de Casey dio
un vuelco. Con los ojos húmedos, la mirada que el chico le dedicaba
no era de odio ni enfado, en absoluto; era cálida, amistosa, incluso
intentaba sonreír por mucho que le costara en ese momento. Casey
sintió un impulso que sabía que no debía sentir así que se
contuvo.
—Casey, en serio, no te odio ni nada
parecido, solo estabas haciendo tu trabajo y... por algún motivo que
aún no comprendo decidiste que merecía la pena echar por la borda
toda tu carrera para que yo viva. Creo que te he juzgado mal todo
este tiempo y me disculpo por ello. Me gustaría conocer al John
Casey de verdad, al que me está salvando la vida, no al agente que
se encargaba de mantenerme vigilado.
Maldito crío hablando de sentimientos
y haciéndole pensar que él también los tiene. Gruñó, lo que
traducido quería decir que era una tontería de chicas, y se apartó
intentando romper esa especie de intimidad que se había formado
entre ellos.
—Alex.
—¿Huh?
—Mi nombre real, Alexander Coburn.
Puedes empezar por ahí, John Casey ya no existe.
Y ahí estaba, esa expresión que ponía
cada vez que tenía un flash. Chuck quedó desorientado por un
momento hasta que volvió a mirar a su compañero.
—¿Un flash?—preguntó, algo
preocupado.
—Um, sí, algunos informes y eso,
nada relevante—sonrió, quitándole importancia.
Intentó olvidar lo que había visto, o
al menos ignorarlo ya que olvidarlo era imposible. No quería saber
nada que Casey- Alex no quisiera decirle.
—De acuerdo, vamos—tiró su bandeja
ya vacía al cubo de basura y se dirigió al coche.
—Oh, um, entonces... ¿Alex?—Chuck
se apresuró en seguirle. Estaba sorprendido y algo emocionado porque
le hubiera dicho su nombre real.
Subieron al coche y se pusieron en
marcha, conduciendo Alex esta vez.
—Así que Alex, ¿eh? Alexander, me
gusta, te pega—tenía un ligero rubor en las mejillas, nervioso por
llamarle por su nombre real. Alex puso los ojos en blanco, intentando
parecer molesto, pero en realidad le agradaba que volviera a hablar—.
Oh, ¿quizás debería llamarte Coburn?
—No, no uses mi apellido. Cuando
lleguemos a Canadá conseguiremos identidades nuevas, por ahora solo
Alex. Y tú solo Chuck.
—¿Y si alguien pregunta nuestros
apellidos?
—Mm... Yo seré Baldwin. Elige. Y no
sirve Carmichael.
—¿Baldwin como Alec Baldwin? Será
fácil de recordar—rio y Alex sintió que llevaba meses sin oírle
reír. Chuck se paró a pensar durante varios segundos, barajando
diferentes posibilidades—. ¿Levi?
—De acuerdo—no preguntó, pero
tenía curiosidad por saber por qué ese apellido.
El resto del viaje siguió en silencio,
pero ya no se sentía tan incómodo, el aire se había relajado entre
ellos.
Continuará...
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