Título: Huyendo
Fandom: Chuck Pareja: John Casey x Chuck Bartowski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, algo de violencia
Capítulos: 11 (1 de 11)
Resumen: Al fin han conseguido reproducir el Intersect y de nuevo ordenan a Casey matar a Chuck. Nada interrumpe esta vez, pero... no puede hacerlo, simplemente no puede. Hora de huir.
Aviso: muchos de los lugares que se describen en esta historia son reales (carreteras, restaurantes, hoteles...), pero no así las personas; los personajes secundarios son totalmente inventados.
Capítulo 1
«Agente Casey, la operación ha sido
un éxito», le informó Beckman con una orgullosa sonrisa. «Hemos
conseguido introducir el Intersect en diez de nuestros agentes
entrenados por lo que el civil Charles Bartowski ya no es necesario.
Es hora de que finalice su misión».
—Entendido, General.
El monitor se apagó. Casey tragó
saliva. Sabía que este momento iba a llegar, en esta ocasión no
habría interrupciones, los nuevos Intersect ya estaban en marcha.
Subió a su habitación, se quitó la ropa del Compra Más y se puso
un polo, unos pantalones y una chaqueta, todo en negro. Se colocó la
pistola en el pantalón y un cargador en el bolsillo. Se echó su
mochila de emergencia al hombro, apagó las cámaras de la casa de
Chuck y salió del apartamento, echando una última mirada
apesadumbrada a su bonsai.
Entró en la habitación de Chuck por
la ventana.
—¡Casey! ¿Un caso? Oh, ahora no, me
iba a meter ya en la cama—se quejó con excesiva pereza. Apenas se
acababa de quitar la camisa.
—Vístete, tenemos prisa—sacó una
mochila de su armario y metió algo de ropa.
—¿Qué haces? ¿A dónde
vamos?—preguntó confuso.
—Calla y obedece.
Y Chuck lo hizo. Cuando estuvo vestido,
Casey le agarró del brazo y lo arrastró hacia la ventana. Se detuvo
por un segundo y le quitó el reloj.
—¿Casey?—Chuck le miró confuso.
Casey no respondió, los músculos de
su mandíbula se tensaron. Empujó a Chuck fuera de la casa y lo
llevó consigo al coche. Arrancó sin decir una palabra y se pusieron
en marcha.
—¿Y Sarah? ¿Qué tenemos que hacer?
¿De qué va esta vez?—aunque ya sentía que no era una misión
normal, algo iba mal. No entendía por qué le había quitado el
reloj y su compañero no decía una sola palabra—. ¿Casey? Estás
empezando a asustarme. ¿Qué está pasando?
Casey suspiró. No dejaba de mirar por
los espejos retrovisores para asegurarse de que no eran seguidos.
—Esto no es una misión, Bartowski,
estamos huyendo.
—¿Hu-huyendo? ¿De quién?—bueno,
esa no era la primera vez que tenían que huir, aunque ahora se
sentía diferente.
—De todos.
Chuck le miró palideciendo, quedando
mudo por un instante.
—¿Qué quieres decir con eso?
Casey le miró de reojo. Por supuesto
que querría una explicación larga y detallada.
—El gobierno ha conseguido introducir
con éxito el Intersect en diez agentes entrenados.
—¡Oh! ¡Pero eso es genial! Así ya
no tendré que- Um, sí, continúa—cerró la boca ante la mirada
amenazante del agente.
—Eso significa que ya no eres
necesario para las misiones. Ahora solo eres un problema. Un chico
sin ninguna clase de entrenamiento con todo el conocimiento del
gobierno en su cabeza. Una gran amenaza si eres capturado por el
enemigo. Por eso mis órdenes son matarte.
—Vas a-...—no pudo terminar la
frase, se puso tan nervioso de repente que le salió un gallo.
Casey frunció el ceño.
—El hecho de que estés vivo y
sentado a mi lado debería dejarte claro que no voy a matarte—Chuck
suspiró aliviado ante su respuesta—. Te he dicho que estamos
huyendo, mi objetivo es ponerte-
—Espera—interrumpió. Casey le miró
molesto para hacerle callar—. No, espera, ¿quieres decir que estás
desobedeciendo órdenes del gobierno? ¿Por mí? ¿Por qué?
Un gruñido reverberó en la garganta
de Casey. Escuchar en voz alta lo que estaba haciendo era incluso
doloroso. Pero ya había tomado su decisión, hacía tiempo en
realidad, y no iba a cambiar de idea.
—No tienes entrenamiento alguno, solo
eres un civil y aun así has cumplido con todas las órdenes que se
te han dado, has realizado misiones poniendo en riesgo tu vida por el
bien del país porque a un bastardo se le ocurrió enviarte el
Intersect. Eres un verdadero patriota, no mereces ser asesinado.
Además, me has salvado la vida en alguna ocasión, te lo debo.
—Tú también me la has salvado a mí,
muchas veces.
—Pero ese era mi trabajo, el tuyo no.
—¿En-entonces cómo va esto?
¿Desaparecemos una temporada hasta que las cosas se calmen?
—No funciona así—aunque por el
temblor en la voz de Chuck él ya lo sabía—. Tenemos que
desaparecer, para siempre. Romper todos los lazos que nos unen a
nuestra vida actual en este mismo momento.
—Ellie...
—Lo siento.
—Nada de lo siento, no puedo dejar a
mi hermana de este modo. Cu-cuando no regrese se preocupará, llamará
a la policía, me buscará. No puedo... no puedo hacerle eso, es mi
única familia.
Estaba a punto de entrar en pánico,
Casey temió que lo echara todo a perder.
—Está bien, está bien. Veré qué
puedo arreglar para que te comuniques con ella, pero primero tenemos
que desaparecer.
—Vale, vale, vale... vale...—siguió
repitiéndolo para sí mismo como un mantra para tranquilizarse.
De algún modo pareció conseguirlo.
Ver la calma que mantenía su compañero le ayudaba. Casey, el frío
e implacable espía, estaba intentando salvarle la vida en lugar de
matarle, que sería lo más fácil para él. Se veía preocupado (lo
que no era nada raro cuando tenía que ver con él), pero parecía
tenerlo todo bajo control, sabía lo que hacía.
—¿Entonces qué? ¿Vamos a
México?—preguntó tras un rato, viendo que se dirigían hacia el
sur.
—No, a Canadá.
—Oh. Pues entonces me temo que tengo
que decirte que vas en dirección contraria—quizás en realidad no
sabía lo que hacía.
—Calla y déjamelo a mí—respondió
secamente.
—Uh-uhm... vale, pero... ¿puedo
preguntar por qué Canadá? Quiero decir, estamos a un paso de
México, lo más lógico sería-
—Lo más lógico es ir a un lugar
seguro. México es demasiado peligroso contigo.
Chuck hizo una mueca. ¿Cómo que
México no era seguro con él? Pero por primera vez no dijo nada, en
ese momento lo único en lo que podía pensar era en su hermana. No
quería abandonarla. Sabía cómo se sentiría, ese sentimiento que
él también había experimentado y que tanto dolía. Ojalá pudiera
regresar y decirle que se iba durante un tiempo, para buscarse a sí
mismo o algo así, que volvería, que se mantendrían en contacto,
aunque supiera que no era cierto. Sabía, en el fondo, por todo lo
que había visto y sufrido durante esos meses como Intersect, que si
el gobierno o el enemigo averiguaban que su hermana sabía dónde
estaba o cómo contactar con él, ella sería la primera en correr
peligro. Era escoger entre lo malo y lo peor, pero prefería que
Ellie siguiera sana y salva, incluso si le hacía daño
emocionalmente.
Se detuvieron apenas un par de horas
después a las afueras de San Diego, a solo quince minutos de
Tijuana. Aún no era medianoche y en la zona en la que estaban había
poco alumbrado y poco tránsito, quizás algunos tipos peligrosos
aquí y allá, pero eso era justo lo que Casey estaba buscando. Se
sintió tentado de cruzar la frontera, si estuviera él solo lo
haría, podría desaparecer fácilmente en México, pero con Chuck
eso no era posible, sabía que la CIA los capturaría enseguida.
—Coge tu mochila—le ordenó,
saliendo del coche. No lo cerró con llave.
Se acercó a otro coche, un Ford Galaxy
del 92 negro que no parecía estar en las mejores condiciones, pero
que les serviría por ahora y, además, estaba bastante seguro de que
nadie iba a denunciar su robo en una zona como esa. Chuck vio con
algo de sorpresa cómo sacaba un alambre de su mochila y abría la
puerta con él deslizándolo entre el cristal de la ventanilla.
—¿Ahora vamos a robar un coche?
—Y puede que no sea el último. Sube.
Dejando su Crown Victoria allí,
esperando con dolor que alguien lo robara y le apeteciera darse una
vuelta por México, se marcharon en el Galaxy de vuelta hacia el
norte, pero por otra carretera.
—Hah...—Chuck suspiró, quizás
algo aliviado cuando vio que entraban en la Interestatal 8 hacia el
este, lo que significaba que realmente no irían a México, a él
tampoco le gustaba la idea—. Bueno, Canadá, ¿eh? ¿Tienes algún
sitio pensando? ¿Alguna base secreta o algo así? Con todos los
bosques y zonas despobladas que hay no será difícil ocultarse
allí—esperó un momento a que Casey respondiera, pero no dijo
nada—. Vamos hombre, tenemos unas 20 horas de coche hasta Canadá.
Eso si pudieras conducir esas 20 horas seguidas. No puedes, ¿verdad?
Bueno, siempre podemos turnarnos, claro. Cuando lo necesites solo
dime y tomaré el relevo. Pero de todos modos tenemos muchas horas
que matar, no puedes pasarte todo el trayecto callado, se nos hará
eterno.
—En primer lugar—interrumpió
cuando Chuck estaba a punto de seguir hablando él solo—, serán
más bien 30 horas ya que tendremos que dar un rodeo para evitar las
grandes ciudades. Y en segundo lugar, si no te callas ahora mismo me
replantearé mi idea de salvarte. Tenemos un largo camino por
delante, puedes hacerlo callado de copiloto o puedo meterte en el
maletero y ahí podrás hablar todo lo que te dé la gana.
Chuck cerró la boca y tragó saliva,
sentía que la amenaza iba bastante en serio. Casey no estaba de buen
humor, lo que era comprensible dada la situación, así que lo mejor
era no forzar nada por ahora. Se reacomodó en el asiento mirando
hacia delante y apretó los labios. Casey asintió con la cabeza en
aprobación.
Unas siete horas después se detuvieron
en Ash Fork, Arizona. Era un pequeño pueblo con nueve calles y otras
tantas avenidas. Vieron un pequeño hotel de dos plantas a la entrada
del pueblo, pero no se detuvieron.
—Um... Ya sé que es de mañana, pero
como no hemos dormido podríamos descansar ahí unas horas—sugirió
Chuck. Casey le miró de reojo—. Vale, yo sí he echado unas
cabezaditas, pero tú no, te vendría bien dormir un rato.
—El próximo tramo conducirás tú,
¿conforme?
—Mgh...
—No vamos a descansar tan pronto,
estamos demasiado cerca aún. Llenaré el depósito y comeremos algo,
nada más.
Atravesaron el pueblo hasta la otra
punta, llenaron el depósito en la gasolinera y aparcaron el coche
junto a un pequeño edificio justo en frente, del tamaño de una casa
de una sola planta en medio de un descampado. En el aparcamiento de
la parte frontal había dos grandes carteles con el nombre «Ranch
House Cafe» y un pequeño letrero de neón con la palabra OPEN,
donde solo estaba iluminada la última letra. De todos modos, con la
media docena de vehículos aparcados (cinco camionetas y un camión),
sabían que estaba abierto.
—¿Cuál será nuestra
tapadera?—preguntó Chuck antes de salir del coche.
Casey le miró algo sorprendido,
parecía que el chico había aprendido algo durante su tiempo como
espía.
—Somos tío y sobrino. Trabajamos en
Los Ángeles y nos dirigimos a Albuquerque para celebrar el
cumpleaños de tu padre, mi hermano.
—¿Y de qué trabajamos?
—Tú eres un friki de los ordenadores
y yo soy obrero de la construcción.
—Sabes, sería un detalle de tu parte
que dejaras de llamarme friki, dada la situación. Si... si quieres,
claro—reculó ante la mirada agresiva de Casey.
Entraron en el edificio de madera, con
un porche al estilo del viejo Oeste y el cartel de la ruta 66 junto a
la puerta. Algunas cabezas se giraron para mirarles, pero después de
ver a Casey volvían a apartar la mirada. Incluso si ellos también
eran hombres grandes y fuertes, la mayoría con sombrero de vaquero,
el agente tenía cara de pocos amigos. Fueron hasta el fondo, a una
mesa apartada.
—Bienvenidos, tengan la carta—les
ofreció una mujer bajita algo entrada en carnes con una gran
sonrisa—. ¿De vacaciones?
—A Albuquerque, al cumpleaños de mi
padre, su hermano, él es mi tío—dijo señalando a Casey mientras
seguía hablando nerviosamente a una velocidad en absoluto natural—.
No nos parecemos en nada, ¿verdad? Nos lo dicen a menudo, yo he
salido a mi madre. Estos rizos son de ella, bueno, no de ella, claro,
quiero decir que se parecen a los de ella.
Casey le interrumpió aclarándose la
garganta.
—Sándwich de huevo con jamón y un
café—le dijo a la camarera, que miraba a Chuck como si acabara de
salir de un psiquiátrico.
—Cla-claro, ¿y usted?—preguntó
con algo de miedo a que comenzara de nuevo a hablar sin sentido.
—Ah, um, un 2+2+2, tostadas
francesas, un gofre con fresas y nata y un café—pidió Chuck con
un breve vistazo a la carta.
—Bien, enseguida lo traigo todo.
Casey se quedó mirando a Chuck por un
momento y este sintió sus mejillas ruborizarse de la vergüenza.
—Sin duda has mejorado mucho tu
actuación—comentó sarcástico, sonriendo porque la camarera les
miraba desde la barra—. Por suerte solo cree que estás loco.
—Lo siento...—realmente lo
intentaba, pero no podía evitar ponerse nervioso—. Bu-bueno, ¿y
cuál es el gran plan? ¿Cómo vamos a cruzar la frontera? Para
cuando lleguemos allí, si conseguimos llegar, seguro que el gobierno
nos estará buscando por todo el país, no solo México.
—Ahora no—le interrumpió antes de
que continuara, justo cuando la camarera se acercaba con sus cafés.
Chuck esperó a que se alejara de
nuevo.
—No puedo hablar en el coche y
tampoco puedo hablar fuera del coche. No puedes mantenerme callado
durante todo el viaje.
—Déjame intentarlo.
Chuck gruñó, pero lo dejó pasar
porque por primera vez vio un atisbo de sonrisa en el rostro de su
compañero, o quizás solo había sido una ilusión. No tuvo más
ganas de hablar cuando llegó su desayuno: el gofre, las tostadas
francesas y un plato con dos huevos, dos tortitas y dos tiras de
beicon. No se dio cuenta de lo hambriento que estaba hasta que vio
toda la comida, no había cenado aquella noche.
Casey no tardó en terminarse su
sándwich y tuvo que esperar con otra taza de café a que Chuck se
terminara los tres platos. ¿Cómo podía comer tanto y estar tan
flacucho? Comenzó a mover una pierna inquieto, quería volver a la
carretera para poder concentrarse en algo y dejar de pensar en lo
ridículo que era echar por tierra toda su carrera para salvar a ese
friki.
—¿Terminaste?—preguntó impaciente
mientras Chuck rebañaba la nata del plato de gofre con el último
trozo de tortita.
—Mm, sí—vació el último sorbo de
café y se levantó detrás de Casey. Pidió una Coca Cola y pagaron
en efectivo antes de marcharse.
Casey le miró con el ceño fruncido
mientras tomaba un sorbo de su refresco antes de subirse al coche.
—¿Qué? Apenas he dormido, necesito
cafeína para no quedarme dormido al volante. No querrás tener un
accidente, ¿verdad?
—Si es una posibilidad preferiría no
dejarte conducir.
—Tarde, ya me lo has ofrecido—se
montó tras el volante antes de que cambiara de idea—. ¿Y bien,
por dónde voy?
—Sigue por la I-40 y toma la salida
de la 64 en dirección al Gran Cañón.
—¿Vamos al Gran Cañón?
—No vamos a ver el Gran Cañón.
—Vale, vale, tampoco iba a
pedirlo—bueno, quizás sí.
—En cuanto llegues a la 180 la tomas
en dirección este. ES-TE. No vamos al Gran Cañón. Y después sigue
por la 89 norte y la 160 este.
—¡Sí, señor!
Arrancó el coche y se puso en marcha,
siguiendo las indicaciones que le había dado Casey.
—Ahora que lo pienso—comenzó una
vez que se incorporó a la carretera principal—, no te he visto
mirar ningún mapa. ¿Es que ya tenías planeada esta ruta?
Casey permaneció en silencio por un
momento, un brevísimo instante que bien podría haber sido de duda
al responder o por molestia, Chuck no estaba seguro.
—Si no te importa me gustaría
intentar dormir un rato. ¿Podrás mantenerte callado durante la
próxima hora por lo menos?—preguntó, evitando responderle, aunque
sabía que no lo olvidaría.
—Oh, claro, perdona.
Cerró la boca y se esforzó por no
molestar a su compañero. En realidad estaba sorprendido de que Casey
se durmiera en su presencia. O quizás no estaba dormido y solo
mantenía los ojos cerrados para descansar, pero aun así era
sorprendente. Normalmente siempre permanecía en alerta al 100 % a su
alrededor, tal vez porque el peligro le seguía a donde quiera que
fuera o tal vez porque no consideraba que pudiera servir de ayuda si
alguien atacaba, probablemente ni se diera cuenta del ataque hasta
que los tuvieran encima. Pero ahora había bajado la guardia un poco,
solo un poco, y Chuck sonrió al pensar en ello.
Casey estuvo a punto de decirle que
borrara esa sonrisa. Sabía que estaba sonriendo aunque no le mirara,
podía sentirlo, pero el silencio era agradable y el cansancio y el
estrés pudieron con él y tal vez se quedó dormido durante cinco o
diez minutos.
Apenas llevaban un par de horas más de
viaje cuando Chuck comenzó a moverse inquieto en el asiento. Había
bebido demasiado y ni siquiera había ido al baño en ese
restaurante. Miró de reojo a su compañero, tenía los ojos cerrados
y respiraba tranquilamente, quizás estaba dormido. No quería
despertarlo así que intentó aguantar, pero era más insoportable a
cada segundo.
—¿Qué pasa?—preguntó Casey sin
que Chuck hubiera dicho nada.
—Ah. Um... yo... Necesitaría ir al
baño.
—Para a un lado y hazlo en la cuneta.
—¿Qué? ¿En serio? Quiero decir,
hay un pueblo a un par de minutos.
—No vamos a parar en ningún pueblo.
Eres un hombre, no creo que necesites sentarte para mear.
Chuck tragó saliva. No le gustaba
mucho la idea de hacerlo en medio de una carretera por la que pasaban
coches (no muchos, pero los suficientes para hacerle sentir
avergonzado). Finalmente detuvo el coche, salió y dio la vuelta
hasta la cuneta. Echó un vistazo a la ventanilla del copiloto, Casey
seguía descansando con los ojos cerrados.
Terminó tan rápido como pudo, pero
cuando se dio la vuelta Casey ya estaba en el asiento del conductor.
—O-oye.
—Yo conduzco.
—Pero-
—Calla y sube.
Chuck sabía que no tenía opción de
ganar así que subió al asiento del copiloto. Maldijo para sí
mismo, seguramente estaba molesto por haber tenido que detenerse tan
pronto.
No se detuvieron de nuevo hasta las
tres de la tarde en una gasolinera. Estaban en medio de la nada, sin
importar a dónde miraran lo único que veían era un páramo casi
desierto, con pequeños arbustos de un verde oscuro salpicando aquí
y allá como única vida. En realidad era bastante impresionante, el
cielo moteado de nubes parecía inmenso y el horizonte más lejano de
lo habitual. Tenía la sensación de que podían conducir horas y
horas sin escapar de aquel desierto. Casey salió de la gasolinera y
le sacó de sus pensamientos.
—¿Esta es la comida?—preguntó,
mirando con el gesto torcido al cuestionable bocadillo que había
dejado sobre el capó del coche para él.
—Me da igual si te lo comes o no,
pero eso es todo lo que hay—él se estaba comiendo un bocadillo
igual al suyo así que Chuck supuso que pedir aunque fuera un bar de
carretera no era una opción.
Comieron junto al coche y se pusieron
en marcha, asegurándose esta vez de ir primero al baño.
—A estas alturas Sarah ya debe de
haberse dado cuenta de que no estamos—intentaba seguir callado,
pero comenzaba a ser demasiado, tenía muchas cosas sobre las que
quería hablar y preguntar.
—Hace horas seguramente, pero no sabe
que tengo órdenes de matarte así que es probable que aún no haya
dado la alarma.
—Me habría gustado
avisarle—realmente se sentía mal por marcharse sin decirle nada,
al menos que estaba bien, que se estaba poniendo a salvo.
—Te prometo que habrías preferido
morir a lo que la CIA tendrá preparado para ti.
—Sarah no habría hecho eso.
—Oh, claro, la dulce y maravillosa
Sarah Walker—dijo sarcástico, casi escupiendo su nombre—. Siento
informarte de que es una agente de la CIA, sigue órdenes.
—¿Como tú?
—Tengo que admitir que es mejor
agente que yo, por mucho que me duela. Sabe bien cómo jugar su
papel, cómo engañar a la gente para que la vean como a alguien
bondadosa e inofensiva cuando en realidad sería capaz de matarte o
torturarte en el segundo en que le dieran la orden. Es una espía de
primera.
—Hablas casi como si estuvieras
celoso. No creo que Sarah sea así, es realmente sincera cuando se
preocupa, tiene sentimientos. De hecho, habría esperado que me
salvara antes ella que tú.
Casey no respondió a ese comentario,
ni siquiera con un gruñido, su vista permaneció fija en la
carretera y no movió ni un músculo, pero Chuck supo que le había
herido con sus palabras y se sintió realmente mal por ello.
—L-lo siento, no quería decir...
t-tú eres... tú también-
—Basta. Guarda silencio y déjame
conducir, lo estabas haciendo muy bien hasta ahora.
Chuck se calló y agachó la cabeza,
casi encogiéndose sobre el asiento. Casey sabía que lo lamentaba y
que cualquier idea que pudiera tener sobre que era un hombre frío y
sin emociones la habría fomentado él mismo, pero no se sentía con
ganas de hablar de sentimientos ahora mismo (ni nunca si era
posible), prefería el silencio aun si era incómodo como en ese
momento.
Continuará...
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