Título: Huyendo
Fandom: Chuck Pareja: John Casey x Chuck Bartowski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, algo de violencia
Capítulos: 11 (3 de 11)
Resumen: Al fin han conseguido reproducir el Intersect y de nuevo ordenan a Casey matar a Chuck. Nada interrumpe esta vez, pero... no puede hacerlo, simplemente no puede. Hora de huir.
Aviso: muchos de los lugares que se describen en esta historia son reales (carreteras, restaurantes, hoteles...), pero no así las personas; los personajes secundarios son totalmente inventados.
Capítulo 3
Llegaron al paso fronterizo de noche,
ya casi a las siete. Los coches se acercaban uno por uno en dos
filas. Chuck estaba de los nervios, más histérico a cada metro que
avanzaban, mientras que Alex estaba completamente tranquilo. ¿Cómo
demonios iban a cruzar la frontera sin pasaportes? Llegaron a la
cabina de paso y una preciosa mujer pelirroja se les acercó. Alex
vistió su sonrisa más seductora, que incluso hizo que el corazón
de Chuck palpitara.
—Agente—su voz sonó profunda y
sexy.
—¿Viene por trabajo o por placer,
caballero?—preguntó la mujer con una sonrisa insinuante.
—Creo que eso dependerá de usted,
agente—respondió guiñando un ojo.
¿En serio le ha guiñado un ojo?,
pensó Chuck boquiabierto. Era evidente incluso para él lo que
estaba pasando.
—¿Ese es tu amigo?—preguntó la
mujer, apenas echándole un vistazo a Chuck.
—Sí, dormirá en el motel—respondió,
sacudiendo la mano como si no fuera importante—. ¿Tendré que
pedir una habitación con dos camas?
—Creo que yo tengo algo mucho mejor
para ti—se colocó el pelo tras la oreja y ladeó las caderas,
intentando verse sexy en el uniforme.
—No lo dudo.
—Salgo en quince minutos, espérame
en el bar—susurró y les dejó pasar.
No tuvieron que mostrar ningún
pasaporte ni visado, la agente no los pidió.
—Así que ella era tu... contacto. Y
creo que es bastante literal lo de contacto—se sorprendió
por el tono molesto de su propia voz.
—Sí—respondió secamente. Sabía
que a Chuck no le gustaba utilizar a las personas de ese modo, pero
dada la situación no había otro remedio—. Dormirás en ese motel
de ahí y nos marcharemos por la mañana.
Aparcó frente al pequeño motel de una
planta y apenas diez habitaciones llamado Double Tree, con
paredes de ladrillo oscuro y llamativas puertas verdes.
—¿De verdad tengo que dormir aquí
solo?—preguntó, reticente a salir del coche.
—¿Es que tienes miedo a la
oscuridad, Bartowski?
—Levi—le corrigió.
—Oh, cierto, la costumbre. Y sí,
tienes que quedarte aquí, a no ser que quieras hacer de mirón
mientras me acuesto con ella.
Chuck sintió una punzada en el pecho.
Detestaba a esa mujer y no sabía por qué, ni siquiera la conocía.
Apretó los dientes y los puños y salió del coche dando un portazo.
No quería discutir porque no tenía motivo para hacerlo, pero estaba
enfadado de todos modos. Mientras pedía una habitación en la
ventanilla de la oficina, vio a Alex marcharse con el coche y
desaparecer en la esquina del motel.
Sentado en la pequeña cama de muelles
hundidos, intentó pensar en algún motivo para estar enfadado. No
encontró ninguno lógico, solo manchas de origen cuestionable en la
moqueta bajo sus pies. Echó un vistazo a la cama y no parecía muy
higiénico dormir ahí. Deseó estar en el Hideout Motel,
incluso si eso significaba compartir cama con Alex. En realidad no
habría sido tan malo de no ser por las pesadillas, pero Alex no
tenía la culpa de eso.
—Alex...—susurró, aún sintiéndose
extraño al pensar en él con ese nombre. John Casey sonaba más
patriótico, más propio de un soldado, pero quizás Alexander era
más propio para ese hombre que aún no conocía realmente.
Se echó en la cama sobre la colcha (no
quería abrirla y ver cómo eran las sábanas, no se arriesgaría).
Quizás debería ir a comer algo, no había cenado, pero tenía un
nudo en el estómago y no le apetecía dar vueltas por esas calles ya
de noche y sin coche y acabar en el bar donde Alex iba a reunirse con
esa mujer. Volvió a sentir una punzada en el pecho ante esa idea.
Pasó la noche entre una pesadilla y
otra, pero esta noche las pesadillas no se reducían a ser asesinado
por diversas personas, Alex y la mujer eran protagonistas de otras,
pero no quería pensar en ellas. No sabía qué hora era, no tenía
reloj ni móvil, pero en cuanto hubo algo de claridad en el cielo se
incorporó y se quedó sentado en la cama, esperando a que su
compañero regresara porque volverse a dormir para tener otra
pesadilla no era una opción.
Se frotó los brazos con las manos,
sintiendo un escalofrío. Tenía las extremidades frías, tan solo
llevaba el uniforme del Compra Más con la camisa blanca de manga
corta y una camiseta fina debajo. Habiendo estado casi todo el rato
en el coche no se había percatado del descenso de temperatura, pero
estaban en el norte y había nubes en el cielo que amenazaban con
lluvia. Quizás Alex hubiera metido alguna chaqueta en su mochila,
pero maldijo cuando recordó que la había dejado en el coche.
Lo que pareció una eternidad después,
Alex llamó a su puerta. Chuck quiso preguntar cómo había sabido
cuál era su habitación, pero nada más abrir la puerta el olor a
perfume femenino le golpeó como una nube tóxica y sintió náuseas.
No era realmente tan desagradable, pero Chuck lo sentía así.
—¿Ya nos vamos?—preguntó
secamente sin mirarle a la cara.
—Sí. ¿Quieres desayunar primero?
Tenemos algo más de tres horas hasta Calgary, nos quedaremos allí
un día o dos en lo que conseguimos las nuevas identidades.
—Estoy bien, vámonos—tan solo
quería alejarse de allí tan pronto como fuera posible.
Salió de la habitación sin darle
oportunidad siquiera de entrar y llevó la llave a la oficina. Alex
le estaba mirando con el ceño fruncido cuando se acercó al coche.
—¿Todo bien?—le preguntó algo
preocupado.
—Sí.
De nuevo el aire estaba tenso entre
ellos. Alex estaba seguro de que esta vez era su culpa, de que había
hecho algo mal aunque no estaba seguro de qué había molestado
concretamente al chico. Condujo al norte hacia Calgary mientras las
gotas de lluvia comenzaban a caer sobre el parabrisas. Vio cómo
Chuck se abrazaba a sí mismo, frotándose los antebrazos y las
manos, y subió un poco la calefacción. Viviendo en Los Ángeles no
estaría acostumbrado al frío, sabía que iba a pasarlo mal los
primeros meses en Black Lake, sobre todo porque se acercaba el
invierno.
—¿Qué te molesta?—preguntó
finalmente, dándose cuenta de que Chuck no pensaba decir nada.
—No sé de qué hablas—replicó,
girando la cabeza para mirar por su ventanilla.
—Oye, no eres una chica, si estás
enfadado por algo dilo y lo solucionamos. Aún tenemos mucho camino
por delante y va a ser un infierno si seguimos así—realmente no
sabía cómo tratar con él, hablar de sentimientos y esas tonterías
no era lo suyo.
Chuck permaneció callado por un
momento, quizás intentando buscar la manera de no sonar tan
femenino.
—¿La conocías desde hace tiempo?
—Unos meses—así que se trataba
de eso, pensó, intentando no suspirar irritado.
—Entonces no te has... acostado con
ella para que nos dejara pasar—le costó decir esa palabra y apenas
fue un susurro.
—No he dicho eso.
—Pero si la conoces desde hace
meses...—frunció el ceño confuso.
—También llevo planeando esto meses.
—¿Entonces no es una relación de
verdad, solo la estabas utilizando?—no lograba comprenderlo o tal
vez simplemente no quería.
—¿Qué preferirías?—le miró un
instante, serio, con esa expresión que conseguía que las cosas
dejaran de dar vueltas en su cabeza y se concentra, antes de regresar
su atención a la carretera.
—N-no lo sé, no lo entiendo, no
estoy seguro... pero quiero saber la verdad.
Entonces tendría que decirle la
verdad, incluso si con esa verdad conseguía que le odiara o le
despreciara, porque él tampoco estaba seguro de qué estaba pasando.
—Era una parte importante del plan,
imprescindible para cruzar la frontera. He estado en contacto con
ella los últimos meses, desarrollando nuestra relación para poder
cruzar a Canadá como lo hemos hecho. Solo la he utilizado, pero para
ella es solo sexo y amistad, nada serio, no le he roto el corazón.
—No te gusta—murmuró casi
inaudible.
—No particularmente, solo era un
objetivo fácil.
Chuck se sintió aliviado, la presión
en su pecho se suavizó, y entonces se puso aún más tenso cuando se
dio cuenta. No debería ser así, su reacción no era normal, tendría
que estar enfadado porque hubiera utilizado a una mujer de ese modo.
¿Qué le estaba pasando?
—¿Estás enfadado?—le preguntó,
en realidad incapaz de leer la confusa expresión en su rostro.
—¡Ah! N-no... no sé, yo... am... No
estoy enfadado contigo, en todo caso debería disculparme porque
tengas que hacer algo así por mi culpa. Es solo que... tengo
demasiadas cosas en la cabeza, no me entiendo ni a mí mismo—rio
nerviosamente, a pesar de que en realidad sentía ganas de llorar
simplemente por el estrés.
—No es tu culpa.
—¿Eh?
—Nunca pienses que nada de esto es
por tu culpa, no lo es. Tú no has hecho nada para provocarlo, solo
te has visto arrastrado por los demás—le dijo tajante, no tenía
ninguna duda sobre ello, por eso estaba ahí.
—Mm... Gracias—se tranquilizó, aún
sin comprender nada, pero Alex conseguía apaciguar la locura que
bullía en su cabeza.
Eran sobre las diez y media cuando
llegaron a Calgary y el cielo estaba completamente encapotado. Casi
parecía de noche por culpa de las nubes, aunque no llovía en ese
momento. Se detuvieron en un desguace de coches a las afueras. Alex
le hizo bajar del coche, coger su mochila y esperar fuera. Chuck se
puso rápidamente un par de chaquetas (ninguna de ellas era muy
gruesa) ya que estaban a apenas dos grados y dio gracias porque a
Alex se le ocurriera meterlas en la mochila. Su compañero habló un
par de minutos con el encargado y salió del desguace sin el coche.
—Podías haberme dejado despedirme de
ella, hemos pasado más de dos días juntos sin apenas
separarnos—sonrió y se alegró de ver que Alex, aunque intentara
disimularlo, también sonreía—. ¿Ahora qué? ¿Robamos otro?
—No por ahora, de momento a pie.
—¿En serio? ¿Con el frío que hace?
¡Voy a congelarme! Prefería la calefacción del coche.
—No te quejes, nenaza, camina y se te
pasará el frío—se burló, cruzando ya la carretera hacia la otra
acera.
—Pero, um... ¿tenemos algún sitio
al que ir? ¿Tienes algo planeado o improvisamos?—se dio prisa en
seguirle, con los brazos encogidos contra el pecho.
—¿Tú qué crees?—le preguntó con
esa sonrisa engreída que a veces ponía.
—Lo tienes todo planeado, siempre.
—Qué bien me conoces. Vamos a comer
algo, aún es pronto.
Caminaron unos minutos y entraron en un
bar-cafetería. Era oscuro y no tenía muy buena pinta, tan solo
había un par de personas, seguramente trabajadores de la zona. Pero
estaban en las afueras, no podían pedir más. Al menos allí ninguna
camarera simpática les preguntaría por su vida.
Pidieron un par de sándwiches y café
y se sentaron en un rincón.
—¿Cuál será nuestra tapadera a
partir de ahora?—preguntó Chuck después de que les llevaran la
comida.
—No actúes como un turista y no te
preguntarán nada.
—¿Pero y si lo hacen?
Alex suspiró y dio el primer bocado a
su sándwich.
—Pareja, de Edmonton, visitando a
unos familiares. Los mismos trabajos que la otra vez. Y ten claro que
a partir de ahora ya no eres estadounidense. ¿Entendido?
—¿Por qué otra vez pareja?—preguntó
más por curiosidad que porque le desagradara.
—Porque no quiero que expliques otra
vez que sacaste los rizos de tu madre.
Chuck sonrió y sintió sus mejillas un
poco calientes. No, actuar no era lo suyo, mejor dejaba que se
encargara Alex, había salido bien en Cokeville.
—¿Y ahora qué? ¿Cuál es el
plan?—preguntó curioso.
—Yo hago lo que tengo que hacer y tú
obedeces a lo que te ordeno.
—Me pides—le corrigió.
—¿Hm?
—Ya no eres agente y los amigos
piden, no ordenan.
Alex se le quedó mirando fijamente con
el ceño fruncido. Chuck se dio cuenta de que tal vez le había
molestado al decirle que ya no era agente, seguramente eso aún le
dolía.
—L-lo siento, no quería... um...
Siento mucho que hayas tenido que dejar de ser agente por-
—¿Nos consideras amigos?—le
interrumpió, ya cansado de que se disculpara.
—¿Eh? Cla-claro. ¿Tú no?
Estaba salvándole la vida, a estas
alturas no podía considerarle de otro modo, aunque quizás Alex no
lo veía igual, tal vez él solo lo hacía porque era lo correcto.
Seguía mirándole fijamente y era incapaz de adivinar lo que estaba
pensando. Tenía miedo de que de repente le soltara que nunca
consideraría amigo a un friki como él.
—Está bien. Vámonos ya—dio el
último sorbo a su café y se levantó de la mesa.
—¿Está bien?—repitió confuso y
le siguió hasta la puerta—. ¿Qué significa «está bien»? ¿Está
bien que te considere mi amigo? ¿Significa que-
—Que no vamos a hablar de
sentimientos ahora y preferiblemente nunca—respondió tajante y
casi amenazador.
Chuck asintió con la cabeza y dio un
paso atrás algo intimidado. Realmente ya no le tenía miedo a Alex,
pero aún le seguía inspirando algo de respeto. Alex vio su reacción
amedrentada y no le gustó, no era esa su intención. Suspiró y
colocó una mano en su espalda, haciéndolo pasar por la puerta del
bar en lo que intentó ser un gesto amable.
Cuando salieron del bar ya caían
algunas gotas de lluvia, pero segundos después parecía estar
diluviando. Tuvieron que echar a correr en busca de un sitio para
refugiarse. Llegaron a la entrada de unos pequeños cines
abandonados, pero a esas alturas ya estaban empapados.
—¡Fiu! Vamos a tener que comprar
algún abrigo, chubasquero o algo, así empapados vamos a acabar
enfermos.
—Ggh...
El gruñido de Alex le sobresaltó.
—Ah, um, lo-
—Si vuelves a disculparte me
cabrearé—le advirtió. Entonces miró a Chuck y vio sus rizos
empapados aplastados contra la frente y las gotas de agua recorriendo
su rostro algo sonrojado por la agitación de la carrera. Su corazón
latió con fuerza y tragó saliva. Le dio la espalda, no podía
seguir mirándole—. Te disculpas tantas veces que cuando lo digas
de verdad no significará nada—sintió la necesidad de aclararlo
para que no malinterpretara su amenaza.
—V-vale—le miró algo confuso por
su comportamiento.
Alex se sentó en un banco de piedra en
medio de aquel soportal donde estaban las taquillas. Se peinó el
pelo empapado hacia atrás. Estaba molesto consigo mismo por no haber
anticipado el tiempo, con la ropa que llevaban solo podían aguantar
algo de fresco, nada apropiado para el clima de Canadá, y ahora
estaban calados hasta los huesos.
Casi saltó del banco cuando Chuck se
sentó al otro lado tras él, presionando espalda con espalda. Le
costó todo su autocontrol mantenerse inmóvil. Permanecieron allí
en silencio, escuchando la lluvia caer sin cesar. Alex consiguió
calmarse concentrándose por completo en la espalda mojada de su
compañero contra la suya. Sabía que tenía que hacer las cosas de
forma correcta. Tenía que dejar atrás su antigua vida y comenzar la
nueva con buen pie. No tenía por qué seguir actuando cuando el
propio Chuck había dicho que quería conocer su verdadero yo.
—Para un espía, o cualquier agente,
es difícil tener amigos—comenzó a explicar en un tono suave, casi
como si estuviera hablando consigo mismo—. Pueden resultar heridos
por tu culpa, pueden usarlos contra ti o pueden acabar resultando ser
otros espías que intenten matarte. No es fácil. Te acostumbras a
mantener a la gente a cierta distancia segura tras una barrera y
luego es difícil dejarlos pasar—inspiró profundamente. Cada
palabra que pronunciaba parecía salir a la fuerza de su boca—. Empiezo a pensar que he pasado demasiado tiempo trabajando como
agente. No creo que sea fácil dejar de actuar como uno, dejar
acercarse a la gente, pero si tengo que hacerlo prefiero comenzar
contigo. Confío en ti. Así que... sí, te considero mi amigo, pero
me temo que tendrás que tener algo de paciencia conmigo.
Se hizo el silencio y Alex tuvo miedo.
No sabía cómo iba a reaccionar Chuck, ni siquiera sabía si lo que
había dicho tenía algún sentido. Sintió su espalda tensarse y
pensó que iba a levantarse y alejarse, pero en su lugar llevó la
mano hacia atrás y agarró su muñeca. Chuck quería girarse y
abrazarle, pero sabía que Alex no lo aceptaría.
—Yo... Ah... am... T-tengo paciencia,
mucha. Yo, um...—su respiración estaba agitada y su corazón latía
acelerado. ¿Cómo expresarle cuánto se alegraba de que le
considerara su amigo? Quería decirle que podía confiar en él, que
le ayudaría a dejar de ser un agente y volver a abrirse a la gente,
que podrían superarlo juntos, pero su cerebro no era capaz de formar
frases lógicas en ese momento, simplemente se sentía demasiado
feliz.
Alex presionó su tembloroso agarre con
su mano libre, permaneciendo tan solo en silencio con sus espaldas la
una contra la otra. El joven supo que no necesitaba usar palabras, ya
había conseguido hacerse entender.
Tardó casi una hora en dejar de
diluviar y aún siguió chispeando durante un rato, pero ya estaban
cansados de permanecer en aquel soportal.
—Tienes razón, esto solo va a ir a
peor, compraremos algo en la próxima tienda que veamos—le dijo
Alex mientras caminaban intentando permanecer bajo los tejadillos.
Según se adentraban en la ciudad,
aumentaba el flujo de gente y también los incómodos paraguas. Alex
perdía constantemente de vista a su compañero y eso no le gustaba.
Sin teléfonos móviles ni otra forma de comunicarse sería difícil
encontrarse de nuevo si se separaban. Le rodeó la cintura con el
brazo y lo acercó a su cuerpo, impidiendo que la gente pasara entre
ellos.
—Escucha, mantente cerca. Si nos
separamos y no podemos encontrarnos, nos reuniremos en el desguace,
¿de acuerdo?
Cuando Chuck no respondió le miró y
vio su rostro agachado ruborizado, con los labios presionando tensos
en una fina línea. Estaba evidentemente nervioso, sorprendido por su
gesto. Pensó en soltarle, pero decidió no hacerlo al ver que Chuck
ni siquiera hacía ademán de apartarse. Incluso si el chico estaba
algo tenso, siguieron caminando pegados el uno al otro y poco a poco
Chuck fue relajándose en el fuerte brazo que lo rodeaba.
Llegaron a una tienda de ropa masculina
y se compraron sendos jerséis y abrigos, poniéndoselos allí mismo.
Por suerte ya había dejado de llover, pero igualmente compraron un
paraguas por si acaso. Chuck salió de la tienda con su camisa del
Compra Más en la mano. Se quedó mirándola por un momento,
recordando. No iba a necesitarla de nuevo, no iba a regresar allí,
ya no sería un Nerd Herd. Y, por algún motivo que aún no
entendía, a pesar de que significara no volver a ver a su hermana, a
Morgan o a cualquiera de sus amigos y conocidos, se sintió bien al
tirar la camisa en un contenedor.
Alex tan solo le observó en silencio
en aquella simbólica despedida de su pasado y esperó hasta que
regresó al momento en el que estaban.
—Vamos—volvió a colocar la mano en
su cintura a pesar de que ya no había paraguas acaparando la calle y
Chuck no rechazó el gesto.
Continuará...
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