Título: Una novela homoerótica
Fandom: Mentes Criminales Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: Lemon
Capítulos: 2 (2 de 2)
Resumen: Una de sus vecinas le da una caja llena de libros a Spencer, entre los cuales hay uno que alterará su comportamiento hasta el punto en que hasta su jefe se dé cuenta de que algo está pasando.
Dedicado a mi mejor amiga, Peach Peach, con mucho amor.
Capítulo 2
Tomaron un taxi ya que ninguno llevaba
coche a esas cenas y se dirigieron al apartamento de Spencer. El
trayecto pareció demasiado largo y silencioso, sin tan siquiera
rozarse entre ellos. Spencer sabía que Aaron (a diferencia de
Sather) guardaría las apariencias en público, incluso en un taxi,
pero se sentía tan hambriento de él que era casi una tortura.
Cuando llegaron frente a su apartamento, sus dedos «habilidosos»
forcejearon torpemente con el cierre del cinturón por lo ansioso que
estaba. Cuando al fin consiguió salir del taxi, sus manos temblaron
mientras intentaba atinar con la llave del portal. Entonces sintió
el cuerpo de Aaron tras él y se quedó paralizado. Sus grandes manos
le agarraron suavemente por los antebrazos y sus manos dejaron de
temblar. Sintió como si le estuviera enseñando a empuñar una
pistola. Su cuerpo tan cerca de él, su calor, su aliento en su
cuello...
—No tienes por qué estar nervioso.
No pasará nada que no quieras que pase y todo lo que pase será en
tus términos—le explicó tranquilamente, tan solo estabilizándolo
para que pudiera abrir la puerta.
Cuando consiguió entrar al portal,
Spencer se giró y le miró por primera vez a la cara desde que se
había dado cuenta de cuáles eran sus intenciones para esa noche.
—No tengo miedo de que hagas algo que
no quiera que hagas, sobre todo porque probablemente no haya nada que
no quiera que hagas, solo estoy nervioso porque esto aún parece
demasiado irreal. No imaginé que tú podrías estar... um...
interesado... Aún estoy esperando a que digas que esto es una broma
y que soy demasiado ingenuo por pensar que podrías estar interesado
en mí.
Aaron le miró por un momento con sus
cejas levemente fruncidas como si estuviera analizándolo (cosa que
probablemente estaba haciendo). Se acercó a él y le agarró por las
caderas con ambas manos, juntando sus cuerpos tanto que Spencer fue
capaz de sentir la erección en los pantalones de su jefe, justo
antes de perderse en la sensación de sus labios acariciando su
oreja.
—Lo único que vas a oír de mí esta
noche son cosas como de rodillas, abre la boca, separa las piernas o
qué bien se siente dentro de ti—y su voz era ronca y profunda como
si ya estuvieran en medio del sexo.
Las piernas de Spencer temblaron y se
agarró a los hombros de Aaron temiendo caer. Su respiración salía
en jadeos irregulares y realmente quería ponerse de rodillas allí
mismo y empezar ya, pero Aaron le rodeó la cintura con un brazo para
ayudarle a mantener el equilibrio y subió las escaleras junto a él.
Le dejó las llaves a Aaron esta vez, casi ya incapaz de distinguir
cuál era la de su puerta, y entraron rápidamente al apartamento.
Apenas se hubo quitado los zapatos,
Spencer se encontró de espaldas contra la puerta, la mirada de Aaron
sobre él y su cuerpo inmovilizándolo.
Dime qué hacer y lo haré. Dime que
haga algo.
—Yo no soy Sather. Por mucho que nos
parezcamos, el sexo no será igual conmigo. No voy a tratarte como a
una puta, eres preciado para mí y voy a hacerte el amor y a
adorarte. Eso no significa que vaya a ser todo dulce y convencional.
Exploraremos todos los fetiches que quieras y seré duro porque sé
que te gusta duro. ¿Te gusta duro, Spencer?—preguntó con una voz
ronroneante que fue directa a su entrepierna. Spencer asintió
efusivamente con la cabeza—. Dilo.
—Sí, m-me gusta duro... señor.
Aaron sonrió. No pensaba que le
gustara ser llamado «señor», pero sonaba demasiado bien entre
aquellos carnosos labios.
—Voy a cuidar de ti y a asegurarme de
que estás plenamente satisfecho. Y tú me dirás cuando algo no te
guste o quieras parar, porque no quiero hacerte más daño del que tú
quieras que te haga. ¿Lo has entendido?
Spencer asintió con la cabeza, pero
sabía que tenía que decirlo.
—Sí, señor—su corazón latía tan
fuerte que apenas era capaz de escucharse a sí mismo.
—Buen chico.
La felicidad que explotó en su pecho
ante esas palabras debió mostrarse en su rostro porque Aaron sonrió
aún más. Oh, dios, esa sonrisa. Debería ser al revés, el
título del libro se refería a la sonrisa de Elliott, pero Spencer
realmente sentía que se estaba derritiendo al ver sonreír a su
jefe- amante. Su rostro se ruborizó un poco más al pensar en esa
palabra, pero decidió no darle vueltas en ese momento.
—Ahora, voy a hacer algo que llevo
años deseando hacer.
Spencer se preguntó qué era, hasta
que sintió los labios de Aaron sobre los suyos. ¿M-me está
besando? Era una pregunta muy obvia, pero entonces la lengua de
Aaron se deslizó sobre sus labios y Ah... Bueno, su cerebro
ya no estaba cooperando en ese momento precisamente. No estaba seguro
de qué hacer ni con su boca ni con sus manos, que se movían
nerviosas a los lados, pero cuando la lengua penetró en su boca, sus
caderas se movieron por su cuenta, frotándose contra Aaron. Sintió
una risa vibrar en sus labios y Aaron le agarró por las caderas y
las sujetó contra la puerta.
—Tan impaciente—susurró, aún con
sus labios rozándose—. Pero voy a tomarme mi tiempo, voy a
disfrutar de ti.
Le besó de nuevo y su lengua comenzó
a explorar su boca, cada rincón, cada zona que le hacía gemir y
ponerse aún más duro. Sin tan siquiera pensarlo, deslizó los dedos
entre los cortos y sedosos cabellos de Aaron, intentando profundizar
aún más el beso. Apretó su agarre, tirando suavemente del pelo y
un gruñido vibró a través de su cuerpo. Tardó varios segundos en
darse cuenta de que no lo había emitido él. Le gusta. Al
menos eso fue capaz de procesarlo.
Aaron solo soltó su boca cuando ambos
necesitaron recuperar el aliento. Cuando Spencer le miró, sintió
que podía correrse solo con ver el intenso deseo que había en sus
ojos.
—¿Qué quieres? ¿Qué necesitas?—le
preguntó, con sus rostros aún tan cerca que respiraban en el
aliento del otro.
—A ti... Aaron, te necesito, por
favor—suplicó, y la vergüenza parecía solo un estorbo en ese
momento.
—Ya lo veo—movió los pulgares
sobre sus caderas sin soltarle. Tan cerca de donde realmente quería
ser tocado, pero sin llegar a rozarle. Spencer emitió un gemido
desesperado y vio cómo Aaron se contenía para no embestir contra
él—. Cama.
Fue lo único que dijo y le soltó. Sin
pensarlo dos veces, Spencer le agarró por la muñeca y lo llevó
consigo a su habitación. Aaron lo detuvo antes de que se lanzara
sobre la cama y lo abrazó por detrás. Besó su cuello mientras sus
manos comenzaban a desabrochar su camisa. Solo labios y lengua, suave
y húmedo. Spencer ladeó la cabeza, dejándole más espacio y Aaron
subió por su mandíbula y volvió a bajar de nuevo hasta el cuello
de su camisa.
—Cuánto me gustaría marcarte a
plena vista para que todos supieran que eres mío—le susurró al
oído, trazando con su lengua la silueta de su oreja.
—¡Ngh! ¡Sí!—si aún conservara
algo de coherencia, se habría preocupado por cuánto le gustaba esa
idea.
—No, somos profesionales, no puedes
aparecer en el trabajo con un chupetón en el cuello, pero pienso
marcarte en muchos otros sitios.
Tan pronto como la camisa estuvo
desabrochada, la dejó caer al suelo y bajó por su cuello hasta
donde la camisa ocultaría cualquier marca. Spencer sintió dientes y
succión y sus piernas temblaron y Aaron era lo único que le
mantenía en pie. Sintió la dura erección contra su trasero y se
dio cuenta de que Aaron estaba tan excitado como él. Cualquier duda
voló de su cabeza, aunque no es que le preocuparan en ese momento.
Las manos de Aaron recorrieron lentamente su pecho. Frotó con la
yema del dedo un pezón hasta ponerlo duro y después lo pellizcó.
Spencer gimió sobresaltado y sintió la sonrisa de Aaron contra su
hombro. Su otra mano se deslizó hacia abajo trazando la línea de
los pantalones, tan provocativa, sin llegar a deslizarse dentro de
ellos.
—Aaron... señor, por
favor...—necesitaba más, estaba desesperado por más.
—Desnúdate y túmbate en la cama.
Spencer obedeció de inmediato,
bajándose los pantalones casi sin desabrocharlos, quitándose los
calzoncillos y los calcetines. Se tumbó en la cama y observó a
Aaron caminando hacia los pies de esta, desde donde tendría una
vista perfecta de su cuerpo.
—Abre las piernas, muéstrame lo que
tienes para mí.
Su miembro se sacudió ante esas
palabras y Spencer una vez más obedeció. Dobló las rodillas y
separó las piernas, exponiéndose por completo, e incluso llevó las
manos a sus nalgas y las separó, mostrándole su hambrienta entrada.
—Joder, Spencer...
Spencer se estremeció al oír su
nombre en una voz tan lasciva y profunda. Nunca imaginó que podría
sonar tan bien, nunca imaginó que podría excitarle tanto. Levantó
las caderas tentador y Aaron emitió un gruñido que sonó más
necesitado de lo que pretendía. Ese genio iba a acabar con él. Se
forzó a tomárselo con calma. Se quitó la chaqueta y la dejó en el
respaldo de una silla, se desabrochó la camisa y simplemente la dejó
abierta mientras se desabrochaba el cinturón y los pantalones. Se
habría sentido reticente a mostrar su torso cubierto de cicatrices a
cualquier otra persona, pero no sentía la más mínima inseguridad
con Spencer, sabía que lo encontraría atractivo en cada defecto.
—¡Nnh!—Spencer se contoneó,
sintiendo el deseo crecer desde su interior al tiempo que también
crecía la frustración. Demasiado lento. Pero no lo dijo en
voz alta porque quería ser un buen chico.
—¿Lo has hecho antes con un
hombre?—Spencer negó con la cabeza, apenas consciente de la
pregunta. El pecho de Aaron pareció hincharse orgulloso—. Bien, me
gusta saber que soy el único que ha tocado lo que es mío.
Spencer tembló porque estaba hablando
de él, Spencer era suyo, y no podía estar más de
acuerdo ni más feliz. No le sorprendía la posesividad de Aaron y le
parecía bien porque él era fiel y estaba más que dispuesto a
dárselo todo.
Cuando los calzoncillos cayeron al
suelo, estuvo a punto de correrse. ¡Es inmenso! Vale, nada
desproporcionado ni anormal, pero... ¿Eso va a entrar en mí?
Y en ese momento no estaba seguro de qué opinaba al respecto. Iba a
doler, sin duda, pero tenía la sensación de que pronto se olvidaría
del dolor y estaría lleno.
Completamente desnudo, Aaron subió a
la cama y avanzó hasta estar sobre él, arrodillado entre sus
piernas. Dejó un pequeño bote en la cama junto a ellos al que
Spencer no prestó mayor atención, no podía apartar la mirada de
aquellos intensos ojos oscuros. Por su expresión, parecía que
estaba a punto de devorarle. Acarició su rostro, recorriendo con el
pulgar el prominente pómulo, bajando por su mandíbula y llegando a
sus carnosos labios. Spencer se atrevió a sacar la punta de la
lengua y lamer su dedo, y abrió la boca para invitarle a entrar.
Aaron sonrió y dejó que chupara su dedo, imaginando lo bien que se
verían esos labios alrededor de su polla.
—Tan hermoso—murmuró casi para sí
mismo—. ¿Serás capaz de correrte dos veces esta noche? Porque
realmente quiero hacer que te corras ahora mismo, pero no quiero que
esto termine antes de que pueda penetrarte.
—Puedo... definitivamente
puedo—respondió, sacando el dedo de su boca con una expresión
desesperada. Por supuesto que podía, quizás más de dos, y aun si
no pudiera le daría igual, Aaron podía hacer lo que quisiera con él
aun si acababa inconsciente.
—Buen chico. Ahora date la vuelta,
ponte de rodillas y apóyate sobre tus antebrazos.
Spencer obedeció, aunque estaba algo
confuso. ¿No iba a hacer que se corriera primero? Con esta postura
parecía que iba a penetrarle ya, aunque primero necesitaba
preparación, quizás hiciera que se-
—¡Wah!—perdió el hilo de sus
pensamientos cuando sintió algo húmedo sobre su entrada. Solo fue
un breve instante, pero hizo que todo su cuerpo se sacudiera—.
¿Aaron?
—Solo relájate. Voy a hacer que tu
primer orgasmo conmigo sea algo memorable—le dijo, acariciando sus
nalgas y separándolas suavemente. Y si tenía ambas manos en sus
nalgas, ¿qué estaba...?
Oh.
Oh, dios.
¡Oh!
Entonces sintió aire sobre su entrada,
su aliento, y Aaron acarició su perineo con su lengua y subió sin
detenerse por su raja hasta la base de su espalda. Spencer se
estremeció y se derritió en la cama, sus brazos se deslizaron
fallando en sostenerle. Aaron le sujetó por las caderas y volvió a
levantarle, estabilizándole con su fuerte agarre que probablemente
dejaría marcas en su piel, o eso esperaba.
—Necesito tu culo en el aire. ¿Podrás
hacer eso, Spencer?—le preguntó, dando pequeños besos en sus
nalgas, rozándole de vez en cuando con sus dientes.
—S-sí... por favor, sigue...—se
esforzó por mantenerse en la posición en la que Aaron le quería.
No fue fácil porque su cuerpo parecía completamente desconectado de
su cerebro, pero no tenía intención de decepcionar a Aaron. ¿Y
correrse con su lengua en su trasero? Bueno, eso era algo que ni se
le había ocurrido soñar.
Aaron volvió a separar sus nalgas y
ahí estaba de nuevo, su aliento sobre su entrada que dejó paso a su
húmeda lengua y a sus labios. Le besaba y le lamía de un modo no
muy diferente a como le había besado en la puerta. No se dio cuenta
hasta varios minutos después que de su propia boca estaban saliendo
unos intensos gemidos que jamás había escuchado y que no parecían
en absoluto suyos. Se sentía demasiado extraño, demasiado intenso,
demasiado bien. Estaba tan absorto en el placer, que apenas se
percató cuando la lengua lo penetró, solo incrementó aún más su
placer. Su miembro se sentía pesado entre sus piernas, estaba tan
caliente, tan duro, tan a punto, y ni siquiera lo había tocado.
—Aaro... Aa... voy a...
Aaron no dijo nada, en su lugar comenzó
a follarle con su lengua, tan profundo como podía llegar, y aceleró
el ritmo cuando sintió los músculos contrayéndose a su alrededor.
Los sonidos que emitía su joven amante eran tan dulces que tenía
que esforzarse por mantener la concentración. Y entonces un largo y
profundo gemido y el cuerpo frente a él tembló y se desplomó en la
cama.
Probablemente se había quedado
inconsciente por unos minutos o tan embebido por el placer que el
mundo a su alrededor se había desvanecido, porque cuando abrió los
ojos estaba tumbado boca arriba junto a Aaron, con un brazo rodeando
su espalda y la cabeza apoyada en el amplio pecho de su jefe. Su otra
mano acariciaba su brazo y apartaba con cariño los cabellos húmedos
de sudor de su rostro.
—Podemos parar ahora si quieres.
Spencer tardó un momento en comprender
esa frase y otro más en buscar una respuesta, su cerebro aún estaba
puesto de endorfinas.
—Deberías consultarle a otras partes
de tu cuerpo antes de sugerir eso—le dijo, señalando vagamente con
un dedo a la oscura y seguramente dolorosa erección de la que aún
no se había encargado.
—Si no crees que puedas con más por
hoy, puedo ocuparme de eso yo mismo, no hay problema.
—Sí hay problema. Eso es mío, no
vas a ocuparte tú de ello—replicó, aunque estaba encantado de que
se preocupara tanto por él, definitivamente no era como Sather.
Sintió la risa de Aaron reverberar por todo su pecho. Se tumbó de
lado, aún apoyando la cabeza en su hombro, y dejó vagar su mano
sobre las múltiples cicatrices—. Estoy bien, más que bien. Nunca
había experimentado un orgasmo tan intenso y creo que hasta mi
cerebro se ha tomado unas vacaciones por un momento, lo cual sería
un milagro si creyera en los milagros.
—¿Entonces puedes con una segunda
ronda?—preguntó, sin poder ocultar del todo su tono esperanzado.
—Por supuesto que puedo, pero
necesitaré unos minutos para poder...—señaló con la cabeza hacia
su propia entrepierna. Era imposible que pudiera levantarlo ahora
mismo.
—Me tomaré mi tiempo preparándote.
Le besó y Spencer se estiró sobre él
para profundizar el beso. Más húmedo y mucho más lascivo que el
primero, todo lengua y saliva, con sus cuerpos frotándose el uno
contra el otro. Aaron gruñó y le apartó cuando rozó con la cadera
su erección. Spencer no pudo contener una risilla y su jefe le miró
con el ceño fruncido.
—¿Puedo chupártela mientras me
preparas?—le preguntó con una expresión tan inocente que dejó a
Aaron sin palabras y su miembro palpitó—. ¿Eso es un sí?—miró
de reojo a la verga que ya estaba goteando.
—Vas a matarme. Soy un viejo, ¿sabes
que puede darme un infarto?—pero a pesar de lo que decía, ya se
estaba levantando.
—Puedo empezar a darte un montón de
estadísticas e información sobre infartos o podría usar mi boca
para algo mucho mejor.
Esa frase iba a perseguirle en cada
caso cada vez que Spencer empezara a divagar.
Se sentó contra el cabecero y cogió
el bote de lubricante que había dejado en la cama. Spencer se
arrodilló a su lado, mirando casi con gula el miembro palpitante, y
se humedeció los labios con la punta de la lengua. Aaron tuvo que
usar todas sus fuerzas para no agarrarle en ese momento del pelo y
bajarle sobre su miembro. No quería tratarle así, pero estaba
llegando al límite y no hacía más que provocarle con cada gesto.
Sin embargo, no le hizo esperar mucho más. Spencer se inclinó sin
dudarlo un segundo y besó la punta de su miembro, chupando el
líquido trasparente que brotaba de él. Era salado y extraño, pero
no le molestó. Abrió la boca y tomó el glande, apretando sus
labios alrededor mientras lo acariciaba con su lengua.
—Ngh... Dios, Spencer.
Miró hacia arriba al oír el gemido de
Aaron y se colocó el pelo detrás de la oreja para poder verle bien.
Incluso aunque era su primera vez, parecía no estar haciéndolo nada
mal. Aaron estaba respirando pesadamente y eran evidentes sus
esfuerzos por controlarse.
—Puedes correrte en mi boca si
quieres. Aunque eres un viejo así que no sé si podrás penetrarme
después de eso. Cualquiera de las dos opciones me parece bien de
todos modos.
Aaron le miró fijamente, quizás
intentando regañarle con su mirada patentada, pero no era en
absoluto convincente en esa situación y Spencer tan solo rió y
lamió una larga línea desde la base hasta la punta del miembro.
—¡Wah!—Spencer gritó sorprendido
cuando sintió un frío líquido sobre su entrada. Aaron estaba
sonriendo ahora, habiéndose tomado su revancha.
—Vamos, concéntrate, voy a empezar a
abrirte así que ten cuidado de no morder.
Spencer intentó devolverle la mirada
de enfado, pero resultó en una expresión increíblemente adorable y
Aaron le besó en la frente. Derrotado, regresó su atención al
miembro erecto, tan duro y caliente en sus manos. No fue fácil
concentrarse cuando los dedos de Aaron comenzaron a acariciar su
entrada. Decidió no metérselo en la boca por miedo a hacerle daño
y en su lugar usó su lengua y sus labios, lamiendo y chupando a lo
largo de toda la extensión y las bolas.
Joder, era bueno, muy bueno, y Aaron
comenzaba a dudar de que aquella fuera su primera felación porque
era demasiado bueno, aunque sabía que sí lo era. Cuando la entrada
estuvo bastante húmeda y sintió que se relajaba, deslizó el primer
dedo dentro. Spencer se tensó en su regazo y detuvo sus atenciones.
—Shhh. Respira hondo, relájate—le
susurró, acariciando reconfortante su cabeza.
Solo unos segundos y Spencer asintió,
volviendo a centrarse en su tarea. La invasión inicial había
dolido, pero eso enseguida se había desvanecido y ahora el dedo
moviéndose en su interior estaba haciéndole sentir placer poco a
poco. Cuando el segundo dedo lo penetró fue incapaz de mantenerse
centrado en lo que tenía entre manos y algo frustrado dejó que el
miembro acariciara su mejilla mientras aún intentaba lamerlo de vez
en cuando y no perderse en la sensación de los dedos en su interior.
—La próxima vez me la chuparás como
es debido y me correré en tu boca, te lo prometo—le dijo Aaron,
enternecido por sus esfuerzos. Quizás Spencer no se daba cuenta,
pero ver su miembro frotar contra su mejilla, dejando gotas de
presemen en su pálida piel, era una de las cosas más sexys y
provocativas que había visto nunca, más aún con la expresión de
placer del joven. Tendría que darse prisa porque no iba a durar
mucho, aun solo con esa fricción.
El tercer dedo dolió un poco más y
Aaron tuvo que estirarle pacientemente por miedo a hacerle daño
mientras Spencer apoyaba la cabeza sobre sus piernas con los ojos
cerrados y gimiendo suavemente en una mezcla de dolor y placer.
—No sé si debemos hacerlo, no creo
que estés preparado.
El joven le miró con el ceño
fruncido, o al menos tan fruncido como podía dada la situación casi
de trance en la que se encontraba.
—Por el amor de dios, Aaron. Soy un
adulto, no un crío. Puedo soportar algo de dolor, sobre todo porque
sé que después se sentirá bien. Fóllame de una vez, Aaron.
Lo más sorprendente de eso fue que
consiguió decirlo de un tirón a pesar la falta de aliento y el
temblor en su voz. Era una orden, la primera que recibía de su
subordinado, y no aceptaba réplica. Aaron no dijo nada, sacó los
dedos de su interior y le ayudó a tumbarse boca arriba. Se
sorprendió al ver que ya estaba algo duro, aunque el dolor no le
había permitido ponerse erecto del todo. Se arrodilló entre sus
piernas y cubrió su miembro con más lubricante. Antes de penetrarlo
iba a preguntarle si estaba seguro, pero entonces Spencer levantó
las rodillas, sosteniéndolas con sus manos contra su pecho. Supo que
se enfadaría si lo demoraba más.
—Nnh...—de los rojos labios de
Spencer salió un quejido de dolor cuando la punta del miembro
atravesó el estrecho anillo de músculos.
—Relájate, respira hondo—le
susurró Aaron, acariciando sus muslos para intentar que se
relajara—. No cierres los ojos, Spencer, mírame a mí.
Spencer abrió los ojos, sin saber
cuándo los había cerrado, y fijó su mirada en los oscuros ojos de
su amante. Aunque tenía una expresión preocupada, sus pupilas
estaban dilatadas por el deseo. Ni siquiera él podía controlar eso
por mucho que intentara enmascarar sus emociones como de costumbre.
¿Cuántas veces le habría mirado así sin que él se diera cuenta?
Porque ahora estaba seguro de que lo que había entre ellos no era
solo por ese maldito libro, venía de mucho tiempo atrás.
—Buen chico. Mira, ya estoy del todo
dentro.
Bajó la mirada y se dio cuenta de que
la pelvis de Aaron estaba pegada a sus nalgas y su verga había
desaparecido completamente en su interior. Su propio miembro palpitó
y se puso más duro.
—Estás en mí...—murmuró, de
repente resultándole algo difícil de asimilar. Hotch era
heterosexual y no podía estar interesado en un hombre como él y
estaba penetrándolo y mirándolo con lujuria. Y mandó callar a su
cerebro porque no parecía más que pensar incoherencias y se sentía
demasiado bien como para distraerse con cosas inútiles—.
Muévete—le pidió y Aaron lo hizo y pudo sentir cada milímetro de
su falo moviéndose en su interior y todo su cuerpo se estremeció y
la parte racional de su cerebro al fin se apagó.
—Dios... Tan estrecho... tan
bueno...—jadeó Aaron mientras se sentía derretir en su interior.
Tenía que controlarse para no empezar
con un ritmo brutal. Nunca había sentido algo tan caliente y
apretado, era casi como si estuvieran fundiéndose y resultaba
difícil siquiera pensar. Y Spencer estaba tan increíblemente
hermoso, totalmente abrumado por el placer que había sustituido al
dolor cuando Aaron consiguió dar con ese maravilloso punto. Su
rostro ruborizado, jadeando y gimiendo, y su miembro ya goteando
sobre su vientre. Si pudiera tenerle así cada noche sería un hombre
feliz.
Bajó sus piernas, dejando que rodeara
su cintura con ellas, y se inclinó hasta tomar sus hinchados y rojos
labios, devorando los gemidos y los balbuceos que estaba seguro eran
su nombre o algo incoherente. Spencer rodeó sus hombros con los
brazos y se aferró a su espalda con una mano, dejando marcas rojas
con sus uñas, mientras agarraba sus cortos cabellos con la otra, lo
que le animó a embestir con más fuerza. Ya apenas salía de él,
tan solo sacudía las caderas contra él como si pudiera ir más y
más profundo en cada estocada.
En algún momento Spencer se corrió
sin ser capaz siquiera de avisarle y sus paredes se estrecharon,
llevando a Aaron al límite, derramando su semilla en lo más
profundo.
Al fin, fue lo único que cruzó
la mente del joven segundos antes de perder el conocimiento.
Cuando abrió los ojos estaba de nuevo
en brazos de Aaron, cubiertos con las sábanas y se sentía limpio y
algo entumecido. Sonrió. Acarició el cuello de Aaron con su rostro
y se acomodó con la cabeza en su hombro y rodeando su torso con un
brazo.
—¿Cómo te sientes?—le preguntó
Aaron con una voz algo ronca.
Spencer pensó por un momento porque
sabía que esa pregunta no se refería solamente a cómo se sentía
físicamente.
—No estoy seguro de cómo explicarlo,
pero—carraspeó porque se dio cuenta de que estaba casi afónico—,
creo que me siento como debería sentirme. Es absurdo, pero...
—Se siente correcto, como si así es
como debería ser. No es absurdo, Spencer, yo también lo siento.
—¿Qué significa eso?
—Significa que esto es lo que tenía
que pasar, era el destino que acabáramos así. Y no empieces a darme
razones de por qué el destino no existe, estoy demasiado cansado
como para mantener los ojos abiertos.
—Oh, el destino existe y por diversas
razones, pero tienes razón, no voy a empezar con eso—suspiró y
dejó que una sonrisa se formara en su rostro exhausto—. Pero
tendría que haber pasado mucho antes, hemos perdido demasiado
tiempo.
—No, ha pasado cuando tenía que
pasar. Cuando ambos estábamos preparados y el momento era oportuno,
no antes.
—Hm... Hablar así no va contigo.
—Me pongo filosófico cuando pienso
en ti.
Spencer rio y se arrepintió al momento
cuando sintió una punzada en su trasero.
—Mañana estarás dolorido—le dijo
algo preocupado.
—Técnicamente ya es hoy y es sábado,
puedo estar dolorido—suspiró contento, acomodándose para no
sentir el dolor—. Además, no ha sido sexo duro como decías, al
menos no creo que eso pueda considerarse «duro».
—No iba a ser duro tu primera vez, no
quería asustarte—besó su frente y estrechó el brazo a su
alrededor—. Pero si estás preparado para mí la próxima vez que
venga, te follaré nada más entrar contra la puerta sin tan siquiera
quitarme los zapatos.
—Nnh...—gimió involuntariamente,
restregándose contra él.
—Duerme—le ordenó con una sonrisa.
—Mh.
Cuando despertó a la mañana
siguiente, lo primero de lo que se dio cuenta Spencer fue de que no
había tenido pesadillas y había dormido de un tirón por primera
vez en años. Lo siguiente de lo que se dio cuenta fue del cálido
cuerpo que tenía pegado a la espalda y de la mano que acariciaba sus
cabellos dulcemente y que le había despertado.
—Lo siento, tengo que irme a recoger
a Jack, no quería irme sin avisarte—le susurró Aaron, dándole
pequeños besos en el cuello y el hombro.
—Mm... ¿Café?—murmuró aún
adormilado.
—Claro.
Spencer hizo una pequeña mueca al
sentir el dolor en su espalda y trasero, pero no era tan malo como
había esperado. Se puso su pijama y salió a poner la cafetera
mientras Aaron se ponía la ropa con la que había ido la noche
anterior a la cena. Más valdría que se cambiara de ropa antes de ir
a buscar a Jack o Jessica se daría cuenta de que anoche no había
dormido en casa. Lo que no sabía es que a Aaron eso no le importaba.
Cuando Aaron entró en la cocina y vio
al adormilado Spencer apoyado contra la encimera, le agarró por las
caderas y le dio un profundo beso que le dejó bien despierto y con
los ojos bien abiertos.
—Buenos días—le dijo sonriente.
—Buenos días—respondió Spencer
algo aturdido.
—Tengo que llevar a Jack a un
partido, ¿te vienes después a comer con nosotros?
—Claro, me encantaría—ni siquiera
se lo pensó dos veces, tampoco era nada poco habitual. Sirvió dos
tazas de café y llenó la suya de azúcar—. Oh.
—¿Hm?—dio el primer sorbo a su
café, sabiendo ya lo que pasaba por la mente del genio.
—¿Ahora qué?—preguntó Spencer,
mirándole algo inseguro—. ¿Somos... pareja o solo... bueno...?
—Spencer, hablaba en serio cuando
anoche dije que cuidaría de ti y me aseguraría de que estuvieras
plenamente satisfecho. No solo anoche y no solo respecto al sexo. Lo
llevo deseando mucho tiempo, pero, como dije anoche, siento que este
realmente es el momento apropiado para que estemos juntos. ¿No
sientes lo mismo?
Spencer dejó su taza en la encimera y
se abrazó a Aaron, rodeando su cintura por debajo de la chaqueta.
Hundió el rostro en su cuello inspirando profundamente y suspiró
feliz al sentir sus manos acariciar su cabeza y su espalda.
—Va a ser difícil en el
trabajo—murmuró sin apartarse de él.
—Estamos acostumbrados a separar
nuestras vidas privadas del trabajo, la mayor parte del tiempo. Y no
tengo ninguna duda de que los demás lo entenderán. Merecemos ser
felices.
Spencer levantó la cabeza y sonrió
mirándole a los ojos.
—Quiero hacerte feliz.
Aaron supo sin dudarlo cuánta verdad y
cuánto significado llevaban esas palabras.
—Yo también.
Tras un largo beso ‒ suave y
cariñoso, nada como los de la noche anterior ‒ se separaron y
Aaron echó un último trago a su café. Cuando ya iba a marcharse,
llamaron a la puerta. Spencer fue a abrir y se encontró a su vecina
con su ropa de estar por casa.
—¡Buenos días! No te habré
despertado, ¿verdad?—le saludó sonriente.
—No, tranquila. ¿Qué pasa?
—Verás, es que entre los libros que
te traje el otro día puede que hubiera uno que... bueno, no fuera mi
intención meter en la caja. Tiene un título ñoño, de esos de
novela romántica, algo de una sonrisa o algo así. Si no lo has
leído todavía...
—Lo tengo en mi casa—Hotch apareció
tras Spencer y miró a la mujer de arriba abajo.
—Ah—por un segundo se quedó en
blanco y entonces se dio cuenta. Pelo negro corto. Hombros anchos.
Traje impecable (sin corbata, pero qué bien le sentaba). Ojos
castaños. Ceño fruncido. Unos cuarenta años. Voz profunda.
Intimidante. E increíblemente atractivo—. ¡Ooooh!
Su sonrisa se hizo imposiblemente
amplia, parecía que tenía que doler, y sus ojos brillaron,
consiguiendo con todo ello una apariencia de loca.
—Puedo traerlo otro día si quieres
recuperarlo—añadió Aaron al ver que la chica parecía sin
palabras. Entonces Kirah se percató de la posesiva mano en la
cintura de Spencer y los chupetones que el cuello bajo de su camiseta
dejaban ver.
—Oh. No, está bien, está
perfectamente bien. Puedes quedártelo. Podéis quedároslo. Ah, um,
creo que tengo que irme, sí... Siento haber interrumpido. ¡Buenos
días!
Se dio media vuelta y se dirigió a las
escaleras, subiéndolas a saltos de dos en dos.
—Así que esa es la vecina que te dio
los libros.
—Sí, Kirah—dijo con una mueca de
disgusto, aún no perdonándole por colarle ese libro aun si había
sido sin querer.
—Parece que tendremos una fan.
—¿Huh?
—Parecía bastante emocionada por
vernos juntos. Probablemente ese libro no es el único de su
colección.
—Genial, ahora voy a formar parte de
las fantasías homoeróticas de mi vecina.
Aaron se echó a reír, una de esas
pocas veces que Spencer le había visto reír de verdad. Le dio un
beso de despedida en la puerta aún abierta y después otro,
intentando alargar el momento de marcharse a pesar de que iba a verlo
durante la comida.
—Tengo que irme, te llamo después
para quedar—dijo finalmente, recuperando la compostura—. Y creo
que deberías darle las gracias a tu vecina por el libro.
Spencer arqueó una ceja.
—Oh, sí. Gracias, Kirah.
¡De nada, guapo!
FIN
Kyaaaaaa, me encanto
ResponderEliminarMe fascinoooo
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