Título: Enfermedad
Fandom: Hannibal Pareja: Hannibal x Will
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: TP Advertencias: ninguna
Capítulos: 1
Resumen: Hannibal está sufriendo la enfermedad del amor, pero no quiere aceptarlo y confesarse a Will.
*Esta enfermedad no me la he inventado yo, la leí en un fic hace tiempo aunque no sabría decir en cuál.
* * * * *
Will
Graham era una persona interesante, sin duda. Era inteligente y su
capacidad empática era incomparable. También tenía una gran
predisposición para el mal. Hannibal estaba seguro de que no sería
muy difícil que atravesara esa tenue línea roja que lo separaba del
asesinato. Todo eso, sin embargo, no explicaba por qué Hannibal
había comenzado a toser pétalos rojos de rosas.
—Sabes
lo que significa, Hannibal—le dijo Bedelia en una de sus sesiones.
—Pero
no es posible, no veo a William de ese modo. Tan solo es... un
proyecto—replicó, caminando inquieto de un lado a otro de la sala.
—Miéntete
a ti mismo cuanto quieras, las rosas no mienten.
—Tengo
que hacer que paren o significarán mi muerte. Tengo que encontrar
alguna forma de borrar estos sentimientos.
—También
puedes decírselo a Will. Tal vez te corresponda—sugirió la
doctora.
—No,
no, eso es ridículo. Y aunque lo hiciera, yo no quiero una relación
con él. ¿De qué serviría?
Bedelia
suspiró. Era ya la segunda sesión en la que discutía esto con
Hannibal y su reacción seguía siendo la misma. Negaba sus
sentimientos por Will Graham al tiempo que intentaba encontrar una
forma de eliminarlos, lo cual era del todo ilógico.
—Bien,
tal vez debas darle tiempo entonces. Quizá solo sea un
encaprichamiento y se te pase en unos días—sabía que eso no era
más que una tontería y Hannibal también lo sabía, pero era lo que
quería oír.
—Cierto,
tan solo me he obsesionado y he hecho creer a mi mente en
sentimientos inexistentes. Tengo que desidealizar a William y
entonces dejaré de toser esos malditos pétalos.
Sí,
esa podría ser una buena idea de no ser por lo estúpida que era.
Bedelia lo sabía y en el fondo Hannibal también, la incapacidad de
contener sus nervios lo demostraba, nunca lo había visto tan
descompuesto.
La
mejor forma para desidealizar a William, era ver sus fallos y para
ello nada mejor que invitarlo a cenar. Hannibal acababa detestando a
la mayor parte de personas con las que comía. Sus maneras, sus
comentarios, sus gestos... eran de lo más irritante. Seguramente
sería igual con William.
No
fue difícil que aceptara cenar con él, una cena de amigos, de
colegas. Le aseguró que comería algo propio de los mejores
restaurantes franceses.
El
primer error de William fue llegar casi diez minutos tarde y desde
luego no había sido por no saber qué ponerse. Iba vestido con unos
viejos vaqueros y una camisa a cuadros desgastada. Desde luego nada
apropiado para una cena semiformal. Tenía mucho potencial con aquel
cuerpo, pero lo desperdiciaba del todo con esa ropa que ni siquiera
parecía de su talla. Si tan solo pudiera vestirlo él.
—Will,
adelante—le invitó sonriente.
Lo
dejó pasar delante de él y disimuló carraspeando la tos con los
primeros pétalos que salieron de su boca. Lo acompañó hasta el
comedor y le indicó su asiento. Will parecía nervioso o tal vez tan
solo era inseguridad. Se veía encantador de todos modos.
—Enseguida
traigo el primer plato—le informó, sirviéndole una copa de vino.
En
cuanto regresó a la cocina, Hannibal se puso a toser y esta vez no
eran solo pétalos, sino flores enteras que se atascaban en su
garganta. Esto tenía que terminar antes de que fuera a peor. Cogió
el primer plato y lo llevó al comedor.
William
no sabía cómo utilizar correctamente los cubiertos, por supuesto, y
sus modales dejaban que desear, aunque se esforzaba mucho por ser
correcto y resultaba adorable.
Hannibal
comenzó a toser y se cubrió la boca con una servilleta. Sentía su
garganta arder y ya sabía lo que iba a encontrarse antes de mirar la
servilleta, tallos con afiladas espinas manchadas con su sangre.
—Hannibal,
¿estás bien?—preguntó Will preocupado.
—Sí,
perfectamente. ¿Qué te parece la comida?—preguntó manteniendo la
compostura.
—Está
muy bueno. No soy ningún experto, suelo comer a base de congelados,
pero es lo mejor que he probado nunca—parecía algo avergonzado por
lo que acababa de decir él mismo, sus mejillas ruborizándose.
—Traeré
el segundo plato—y ya estaba pensando en que debía cocinar más a
menudo para él, al menos para que comiera de forma saludable.
Volvió
a toser más flores y tallos junto con más sangre en la cocina, el
dolor en su garganta era horrible. Llevó el segundo plato al comedor
y cuando vio a Will coger uno de los huesos de la codorniz con los
dedos creyó que ya estaba, que con eso se terminaría, pero entonces
se lamió los dedos y la boca de Hannibal salivó antes de volver a
toser. En esta ocasión no pudo disimularlo y Will se levantó y se
acercó preocupado a él. Las rosas se esparcían por el suelo,
manchando de sangre su carísima alfombra.
—Hannibal,
¿desde cuándo...?
Por
supuesto que lo había descubierto, inteligencia no era algo de lo
que careciera precisamente.
—No
entiendo cómo puede no corresponderte. ¿Quién sería tan estúpido
como para rechazar a alguien como tú?—murmuró, tal vez sin darse
cuenta de que lo estaba diciendo en voz alta.
Bueno,
William era inteligente, pero también tenía poca autoestima así
que Hannibal le pasaría por alto que no se diera cuenta de que él
era el causante de su angustia.
A
estas alturas era hora de admitirlo, estaba enamorado de William.
Daba igual lo que hiciera; aquello que odiaba en otros lo encontraba
encantador en él. No había nada que pudiera hacer para eliminar lo
bastante rápido estos sentimientos –podría matarlo, podría
deshacerse de él, pero tenía la sensación de que eso también
acabaría con él–, así que tan solo le quedaba aceptarlos.
—Will,
¿puedo suponer con eso que aceptas salir conmigo?—le preguntó con
voz ronca por su lastimada garganta.
—Ah,
¿yo? Pero... esto... Espera, ¿esto es por mí?—preguntó
totalmente incrédulo.
—Eso
me temo, mi querido Will—tomó sus manos entre las suyas y su
cuerpo se estremeció.
—Entonces,
supongo...—su rostro se ruborizó y agachó la cabeza intentando
ocultarlo—. Supongo que sería estúpido si te rechazo—rio
nerviosamente.
Hannibal
no pudo creer lo aliviado que se sentía al oír aquello. Ya no
volvieron a salir más rosas de su boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario