Título: Un Omega en Gotham City
Fandom: Gotham Pareja: James Gordon x Oswald “Pingüino” Cobblepot
Autor: KiraH69
Género: Yaoi/Slash, Omegaverso
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, Mpreg
Capítulos: 1
Resumen: Oswald Cobblepot ha estado ocultando toda su vida que es un omega utilizando supresores ilegales, pero ahora tiene que dejarlos por cuestiones de salud y necesita a un alfa para pasar el celo. ¿Quién mejor que uno de los mejores hombres de Gotham? Y Jim no parece muy reticente.
Nota: Para quien conozca la serie: la historia se sitúa al inicio de la segunda temporada, con Cobblepot como jefe mafioso y después de reinstaurar a Gordon como detective, pero diverge de la historia original, los Galavan no existen y no hay ninguna fuga de Arkham, tampoco existe Lee.
Para quien no conozca la serie: Oswald “Pingüino” Cobblepot es un jefe mafioso y James “Jim” Gordon es un detective de la policía. Tienen una cierta relación de amistad-complicidad que nunca a agradado en absoluto a Gordon porque él es “honrado”, pero lo ha aprovechado de vez en cuando. No hace falta saber más para leer esta historia.
* * * * *
Llamaron
a la puerta del pequeño apartamento de Jim. Jim se dirigió a la
puerta con la pistola en la mano. El olor que percibió al otro lado
lo dejó confundido. Era un omega y parecía estar entrando en celo,
pero también olía a beta. Aunque estaba disuelto, ese olor le era
familiar, el de beta, pero el de omega jamás lo había sentido.
Abrió la puerta y lo que vio no le aclaró en absoluto lo que
percibía su nariz.
—¿Cobblepot?—preguntó,
confundido al ver al Pingüino en su puerta.
—¡Hola,
Jim! Cuánto me alegro de verte. ¿Cómo te va?—le saludó con una
brillante sonrisa. En apariencia era el mismo de siempre, con su
elegante traje, su repeinado pelo negro y esa sonrisa que nunca sabía
si era sincera o maliciosa; pero su olor era extraño, estaba
alterado de forma artificial, era una mezcla confusa de omega en celo
y beta.
—¿Qué
coño...? ¿Qué te...?—su cabeza daba vueltas, le costaba
centrarse porque no dejaba de intentar descifrar ese olor.
—¿Te
importa si entro?—Oswald aprovechó la confusión de Jim para pasar
y cerrar la puerta—. Supongo que te estarás preguntando qué
sucede con mi olor.
—Para
empezar.
—Verás...
llevo muchos años utilizando olor beta artificial y supresores para
ocultar que en realidad soy un omega—le explicó aún sonriente.
—Eso
es ilegal—replicó Jim frunciendo el ceño.
—Sí,
bueno, ¿en serio te sorprende que sea capaz de conseguir supresores?
Son más habituales de lo que crees en el mercado negro. El problema
es que... bueno, no pasan por la aprobación de sanidad, lo que
quiere decir que tienen ciertos efectos secundarios.
—¿Qué
clase de efectos secundarios?—le miró suspicaz.
Oswald
sonrió aún más. Jim no se daba cuenta, pero se estaba acercado a
él atraído por su olor, casi acorralándolo contra la puerta.
—Su
uso continuado durante largos periodos de tiempo puede causar
problemas de salud—le explicó, sintiendo aumentar la temperatura
de su cuerpo con la cercanía del alfa—. El médico me ha dicho que
debo dejarlos durante unos días y desintoxicar mi organismo pasando
un celo, el cual se desencadena a los dos días de dejar los
supresores, es decir, hoy.
—¿Y
por qué estás aquí?—sus rodillas se rozaron y podían respirar
en el aliento del otro. Jim no era consciente de lo que estaba
haciendo, el olor cada vez más claro del omega en celo lo estaba
hipnotizando.
—Necesito
a un alfa para desintoxicarme
o no será efectivo del todo. Tú eres el único alfa en el que puedo
confiar para algo... así...—sus labios ya estaban rozándose y
sentía su trasero gotear como no lo había hecho en años—. Creo
que no voy a tener que suplicar.
—Joder,
Cobblepot—gruñó el alfa. Golpeó la puerta con los puños a ambos
lados de la cabeza del Pingüino y se apartó de él, yendo hasta el
otro lado de la sala—. ¿Qué coño me estás haciendo?
—Absolutamente
nada. Esta es tu reacción a un omega en celo—respondió
encogiéndose de hombros. Él mismo estaba sorprendido por esa
reacción, desde luego no se la esperaba.
—No,
no, eso es imposible, estamos entrenados para no reaccionar a los
omegas como el resto de alfas. Esto no es normal—replicó alterado,
forzándose a quedarse detrás del sofá como un escudo.
—¿Huh?—Oswald
le miró ahora con interés, intentando pensar tan claramente como su
mente medio nublada por el celo le permitía—. ¿Nunca has sentido
esto con un omega? Interesante.
—Tienes
que marcharte. Nng...—presionó su entrepierna contra el respaldo
del sofá, casi restregándose contra él para aliviar su erección a
punto de reventar los pantalones.
—¿Vas
a dejar que un omega en celo salga a la calle a estas horas de la
noche? ¿Quieres que me viole una panda de alfas salvajes y
despiadados?—le preguntó con expresión lastimera y claramente
manipuladora—. Peor aún, ¿estás rechazando a un omega en celo
que se te está ofreciendo?
—N-no
puedes consentir—negó con la cabeza intentando convencerse a sí
mismo.
—Planeé
esto hace días, he estado esperando el momento más adecuado, eso
deja claro que consiento. Pero si no quieres... supongo que tendré
que dejar que unos alfas cualquiera me violen en la calle—se dio la
vuelta y colocó la mano en la manija de la puerta.
—¡No!—saltó
sobre el respaldo del sofá y en un abrir y cerrar de ojos estaba
sobre el omega.
—Mhm~
Buena reacción—rio Oswald, pero aún veía duda en el rostro del
alfa, un intenso deseo acompañado de inseguridad, y sabía a qué se
debía. Su cuerpo aún estaba cubierto por olor beta artificial y
confundía al alfa—. Si me lo permites, voy a darme una ducha. ¿Por
qué no vas preparando nuestro nido?
Tuvo
que empujarle ligeramente para poder apartarse y dirigirse al baño.
Se quitó la ropa y la dejó perfectamente colocada antes de meterse
en la ducha. Limpió su cuerpo a conciencia, eliminando los últimos
rastros de olor beta que quedaban, lo único que en los últimos dos
días había evitado que descubrieran que era un omega. Cuando salió
de la ducha, estaba duro, su trasero húmedo y olía únicamente a
omega en celo.
Se
miró en el espejo y entonces se sintió algo inseguro. Nunca había
intimado con otra persona y tampoco se sentía cómodo con su
naturaleza omega, había estado tomando supresores casi desde que se
había presentado y estaba más acostumbrado a ser beta que omega.
Apenas había experimentado tres celos antes, el primero al llegar a
la pubertad y los otros dos cuando no le había quedado más remedio
que dejar los supresores para desintoxicarse, pero siempre los había
pasado solo. Ahora tenía un alfa que parecía bastante interesado en
él. No entendía por qué era así, había mostrado una reacción
demasiado intensa incluso frente a un omega en celo, pero no iba a
cuestionarlo en ese momento. El vacío en su vientre estaba
aumentando y pronto perdería la cabeza por culpa de la necesidad.
Salió
del baño cubierto tan solo con una toalla a la cintura y se asomó a
la habitación. Jim estaba dejando una cesta con fruta y barritas
energéticas junto a unas botellas de agua y refrescos al lado de la
cama. Había también unas cuantas toallas y un par de juegos de
sábanas, y había llevado los cojines del sofá y sacado otra
almohada. Oswald no pudo evitar sonreír, Jim parecía ser un alfa
muy atento, como se lo esperaba.
Antes
de darse cuenta, se encontró acorralado contra la pared con el
rostro del alfa enterrado en su cuello. Sintió sus labios y sus
dientes rozando su piel.
—Nnh...
Alfa...—suspiró con las piernas temblando.
Jim
le quitó la toalla y agarró su trasero con ambas manos. Gruñó en
lo profundo de su garganta al sentir con los dedos la humedad entre
sus nalgas. Ya no era capaz de pensar, el olor del omega le tenía
completamente absorto. Ya no pensaba en que el hombre que tenía en
sus brazos era Oswald Cobblepot, el Pingüino, solo que era el omega
más delicioso que había olido nunca. Había tenido que
desabrocharse ya los pantalones, estaba duro como una piedra y ahora
se restregaba contra el omega como un perro, entrando también en
celo.
Se
apartó y empujó al omega sobre la cama. Se arrodilló frente a él
y sin pensarlo tomó en su boca la pequeña erección del omega.
—¡Uwah!
¡Dios!—gritó Oswald al sentir la cálida boca del alfa envolver
su miembro.
Desde
luego eso era lo último que esperaba que hiciera, muchos alfas
consideraban eso rebajarse, pero por supuesto James Gordon no era esa
clase de alfa. Intentó mantener la compostura, pero fue simplemente
imposible cuando la lengua de Jim comenzó a recorrer su miembro.
—Ungh...
Jim...—se aferró a las sábanas y no pudo evitar embestir contra
la boca del alfa.
Jim
lo agarró por las caderas y lo sujetó contra el colchón. Le
apretaba tan fuerte que Oswald estaba seguro de que iba a dejar
marcas en su pálida piel y la idea le gustaba. El alfa murmuró al
sentir gotas de semen estéril en su lengua, enviando una vibración
por todo el cuerpo del omega. Comenzó a descender, jugando con las
bolas en su boca, y bajó por su perineo hasta sumergir la lengua en
su agujero.
—Nngh...—gruñó,
disfrutando del delicioso sabor del néctar del omega. Nunca le había
sabido tan bien, era una maravillosa ambrosía, tan dulce y tan
intensa. No podía parar. Lamió y succionó, limpiándolo a
conciencia mientras el omega se retorcía gimiendo como un gatito,
con las piernas bien abiertas y su pequeño miembro goteando sobre su
vientre.
—Alfa,
por favor... ¡Alfa!—suplicó, desesperado por tener algo más que
una lengua en su trasero. El dolor en su vientre crecía, se sentía
vacío y los extremos de sus nervios ardían necesitados.
Aun
así, se quejó cuando Jim apartó la boca de su trasero. El alfa se
incorporó, cerniéndose sobre él. Su rostro fue irreconocible por
un momento, tan serio, tan lleno de deseo y... oscuro. Oswald ya
pensaba que el agente tenía un lado oculto, pero ahora iba a
descubrirlo. Su agujero palpitó con antelación.
—Preséntate—le
ordenó, y Oswald se apresuró a obedecer.
Se
arrodilló en la cama, separó las piernas, apoyó la cabeza en el
colchón y llevó las manos a su trasero, separando las nalgas.
—Alfa...
Jim... Vamos, fóllame, alfa—le animó moviendo el trasero.
Se
estremeció al oír el gruñido del alfa tras él y entonces sintió
la punta dura del falo contra su entrada. Se quedó inmóvil,
expectante. La punta lo penetró lentamente y entonces Jim lo agarró
por las caderas y lo penetró hasta el fondo de una sola embestida.
El grito del omega llenó la habitación y unas lágrimas asomaron
por sus ojos por el dolor, pero tan pronto como la quemazón inicial
se desvaneció, se sintió lleno por la dura y caliente verga, pleno,
y cualquier clase de dolor desapareció. Sintió un placer tan
intenso, tan profundo dentro de él, algo que nunca había sentido,
que ni siquiera se percató de que se corría sobre las sábanas.
—Eso
te ha gustado, ¿hm?—le susurró Jim al oído, acariciando con sus
labios su oreja, lamiendo su cuello hasta la unión con su hombro.
—Joder,
sí—lo que salió de su boca fue apenas un susurro tembloroso—.
Sabía que serías un buen alfa—intentó reír, pero solo pudo
gemir.
James
se habría molestado en preguntarse si el Pingüino estaba
manipulándolo si no hubiera estado tan absorto en el placer de aquel
estrecho y virgen interior. En ese momento no era el Pingüino para
él, era un omega en celo suplicante, con un agujero húmedo y
caliente que necesitaba su polla desesperadamente. Y Jim quería
darle placer, quería complacerlo y llenarlo de su semen, de sus
cachorros, hasta que su barriga estuviera grande y redonda. Sacudió
la cabeza. No, no podía hacer eso. Eso era lo que quería su alfa,
su instinto más primario, pero era una locura. Follaría al omega,
le ayudaría a pasar el celo y se acabó.
Sacó
su miembro hasta que solo estuvo la punta dentro y volvió a
penetrarlo de una embestida. Por un momento perdió la cabeza, era
demasiado bueno, tan apretado, tan caliente, y era increíble que
Cobblepot pudiera emitir esos sensuales sonidos. Comenzó a
embestirlo a un ritmo demasiado rápido, demasiado brusco, sin
control. Sujetó al omega por un hombro con una mano para mantenerlo
justo donde quería mientras le agarraba por la cadera con la otra.
Jamás
había visto tan sumiso al Pingüino, se estaba ofreciendo por
completo, dejándole hacer lo que quería sin una sola queja, incluso
si era doloroso para él. Era un omega perfecto y no entendía por
qué lo había ocultado. Bueno, sí lo entendía, Gotham era un lugar
peligroso para un omega sin un alfa, pero él estaría encantado de
ser el alfa de un omega tan sumiso y adorable.
—¡No,
joder!—sacudió la cabeza. Eso no era posible, era una locura, una
estupidez.
Oswald
gimió dulcemente y llamó su nombre suplicante. Jim dejó de pensar
de nuevo como si la voz del omega fuera hipnótica, atrayéndolo
hacia él y haciéndole olvidar el resto del mundo a su alrededor.
Comenzó a sentir el nudo de su verga crecer y por un momento se
emocionó al pensar en anudar a su omega... hasta que recordó que no
debía hacerlo.
—Mierda,
tengo que sacarlo—murmuró, intentando sacar el miembro de su
interior antes de que fuera demasiado tarde.
—No,
no, no, no, por favor, no—suplicó Oswald, mirándole con expresión
desesperada y extendiendo una mano hacia él intentando sujetarlo—.
Lo necesito, alfa... por favor... anúdame...
Había
lágrimas en sus ojos, su rostro estaba ruborizado y los cabellos
húmedos y revueltos. ¿Cómo podía ningún alfa negarse a eso? Se
olvidó de que era totalmente contraproducente si no quería dejar
embarazado al omega y dejó que el nudo creciera en su interior hasta
que ya era imposible sacarlo. Ya no podía embestir, estaba atrapado,
apenas podía mecerse ligeramente. Movió al omega consigo hasta que
ambos quedaron tumbados de lado en la cama. Le rodeó el pecho con un
brazo mientras envolvía su pequeño miembro con la otra mano.
—Ahora
tienes que correrte para mí. Necesito que te corras. ¿Serás un
buen omega para mí?—le susurró al oído con voz profunda mientras
frotaba su erección.
—Sí,
sí, alfa, Jim, lo que quieras—respondió, ansioso por complacer a
su alfa, aunque su mente estaba ya tan nublada que ni siquiera había
entendido lo que le pedía. No importó. Se sentía bien,
increíblemente bien, el duro miembro estiraba sus paredes, el nudo
presionaba contra su próstata haciéndole sentir más lleno que
nunca y el cálido cuerpo del alfa cubría casi por completo el suyo.
Se corrió sin pensar en ello, con un agudo y largo gemido. Sus
paredes internas se contrajeron alrededor de la verga del alfa y Jim
hundió el rostro en el cuello del omega, gruñendo profundamente
mientras se corría en su interior. El abundante y caliente semen
llenando al fértil omega, una, dos y hasta tres veces durante la más
de media hora que estuvieron anudados.
Cuando
al fin el nudo se deshinchó del todo, Jim se apartó con cuidado de
Oswald y se levantó de la cama. Observó por un momento al omega,
tranquilo y relajado, satisfecho aunque solo fuera durante una o dos
horas hasta que llegara otra oleada de celo. Era el Pingüino, un
asesino y un manipulador, pero le costaba verle de ese modo en ese
momento. Ahora solo era un omega en celo, desprotegido y necesitado,
y era su deber como alfa cuidar de él. Lo limpió con una toalla
húmeda y después se limpió el mismo. Le hizo despertarse antes de
que llegara otra oleada de celo y le dio algo de comer y beber.
Oswald estaba apenas consciente, ni siquiera era capaz de enfocar la
mirada, disparaba los instintos protectores de Jim.
En
algún momento de los tres días que pasaron juntos, Jim miró su
teléfono. Tenía varias llamadas perdidas de Bullock y después un
mensaje en el contestador. «Hey,
cabrón, no contestabas y me he pasado por tu casa. ¡Podías haberme
dicho que tenías un culito caliente en la cama! He avisado a la
capitana, tómate tu tiempo, machote».
Jim sacudió la cabeza. Al menos no tendría que dar explicaciones,
si tenía que encargarse de un omega en celo estaba exento de ir al
trabajo.
En
el tercer día, al salir de la ducha, se encontró a Oswald en el
salón, vestido impecablemente con su traje, aunque su pelo no estaba
repeinado, probablemente porque no tenía el producto que utilizaba.
—¡Jim!—le
saludó sonriente—. No sé cómo agradecerte lo que has hecho por
mí. Admito que has sido aún mejor alfa de lo que me esperaba, y eso
que mis expectativas ya eran altas. Espero que podamos repetirlo
algún día, cuando deba desintoxicarme de nuevo.
—¿Vas
a volver a los supresores?—le preguntó cuando ya estaba a punto de
marcharse. Debería darle igual, pero por algún motivo le molestaba.
—Esta
ciudad no es sitio para un omega sin alfa—respondió encogiéndose
de hombros aún con una sonrisa.
Jim
estuvo a punto de ofrecerse como su alfa, pero consiguió morderse la
lengua a tiempo. Se había acabado, le había ayudado a pasar el celo
y ya no tenía por qué preocuparse más por él. Aun así, no le
gustó verle salir de su apartamento.
Cuando
Gordon regresó a su escritorio tras ir a por un café, se encontró
a la pequeña ratera sentada en su silla.
—Selina,
¿qué estás haciendo aquí?—le preguntó con el ceño fruncido.
—He
venido a ofrecerte cierta... información—respondió sonriente,
apoyando los pies sobre la mesa.
—¿Qué
clase de información?—Jim le apartó los pies de un manotazo y se
cruzó de brazos.
—Información
sobre el Pingüino.
La
mención de ese nombre hizo que todo su cuerpo se tensara. Hacía
semanas que no oía nada de él y tampoco lo había visto desde que
había pasado el celo con él. Eso no debería molestarle, pero lo
hacía.
—¿Por
qué iba a querer información sobre él?—replicó, intentando
hacer ver que no le importaba.
—No
lo sé. Después de que los dos desaparecierais durante los tres
mismos días hace cuatro meses pensé que tal vez... tuvieras
interés—le dijo con una sonrisa felina. Jim maldijo para sus
adentros. Creía que nadie había descubierto aquello, pero ella lo
sabía—. Pero si no quieres...—se levantó de la silla con ademán
de marcharse.
—Espera.
¿Qué sabes?—si ya lo sabía no tenía nada que perder.
La
chica extendió la mano con la palma hacia arriba.
—Cincuenta.
—Cin-
Ngh—Jim gruñó, pero sacó un billete de cincuenta de su cartera y
se lo puso en la mano.
—Se
ha descubierto recientemente que el Pingüino es en realidad un
omega. Sus lacayos están algo molestos al respecto, no les agrada
estar bajo las órdenes de un omega, y aquellos a la espera de ocupar
su lugar están un tanto... alterados. Ya sabes, esperando el momento
más oportuno.
—Joder...—que
algo así sucediera era previsible si se enteraban de su situación,
lo que le extrañaba más era que lo hubieran descubierto después de
haber logrado ocultarlo durante años. ¿Pero por qué se estaba
preocupando por él?—. Bien, lárgate.
—¿No
quieres conocer el resto de la información?—preguntó levantándose
frente a él.
—Suéltalo—respondió
molesto, ya no estaba de humor para aguantarla.
La
chica extendió de nuevo la mano. Jim la miró con ojos entornados.
—Te
prometo que merece la pena—le aseguró con una sonrisa. El
detective resopló y dejó otro billete en su mano—. Digamos que el
Pingüino... está esperando polluelos.
Hizo
un gesto redondeado con ambas manos sobre su vientre y se marchó
sonriente.
—Joder.
Durante
varios minutos Jim se quedó en blanco allí de pie.
—Hey,
socio, ¿qué pasa?—Bullock llegó y le dio una palmada en la
espalda antes de ir a su escritorio.
—Tengo
un problema.
—¿Qué
clase de problema?—preguntó extrañado.
—Un
problema de nueve meses.
—Oh,
joder. ¿A quién has dejado preñada?—se levantó a toda prisa de
su mesa y se acercó a su compañero.
—Tengo...
tengo que irme—cogió su arma del cajón y salió a toda prisa de
la comisaría, ignorando las preguntas de su compañero.
Cogió
su coche y aceleró. Mierda,
mierda, mierda.
Maldijo una y otra vez. ¿Qué demonios esperaba? Había anudado a un
omega en celo múltiples veces. ¿Es que tenía que ir a clases de
educación sexual? Este era el resultado esperado, de hecho, era el
resultado que había deseado durante el celo, al menos su lado alfa
se había esforzado por conseguirlo. Ahora, sin embargo, su mente
racional le decía que era una auténtica locura. ¿Cómo iba a tener
un hijo con el Pingüino? Aunque, en ese momento, su alfa gritaba por
ir al encuentro de su omega y protegerlo, más aún sabiendo que
estaba en peligro por culpa de todos sus enemigos y rivales. Y eso
era justo lo que estaba haciendo, antes de darse cuenta ya estaba
frente a la casa del Pingüino.
Había
seguridad extra y un ambiente cargado. No le gustaba nada, se puso en
alerta. Percibió un olor extraño nada más entrar. Era similar al
olor que había percibido del Pingüino cuando le había ido a
visitar en celo, mezcla de olor omega y beta, pero esta vez sin celo
y con... algo... diferente. Intuía qué era, pero no podía
identificarlo por culpa del olor beta artificial. Sin embargo, lo
supo nada más ver a Cobblepot. Estaba frente a la chimenea
encendida, con su pelo repeinado y su elegante traje. Su chaqueta se
abría y mostraba una suave curva en su vientre bajo el chaleco.
Incluso si el olor era confuso, no había duda, estaba embarazado. Y
era suyo, de eso sí estaba seguro.
—Jim...
Cuánto me alegro de verte—le saludó con una sonrisa, pero no
parecía sincera del todo, se veía inseguro, nervioso—. ¿Necesitas
algo?
Sin
decir palabra, Jim se acercó a grandes pasos y cuando estuvo frente
al omega se arrodilló. Oswald se quedó sin aliento por un momento,
mirándole boquiabierto. El alfa colocó sus manos sobre el
redondeado vientre y presionó la frente contra él. Ahí estaba su
hijo. Sintió algo abrumador que no podía describir, una profunda
felicidad, orgullo. Era su hijo, su descendencia.
—Jim,
esto... yo...—Oswald tenía el corazón acelerado y estaba
aterrado. Se había preparado para enfrentarse a lo que fuera, a
quien fuera. Se defendería a sí mismo y a su hijo de cualquier
enemigo o amigo, mataría haciendo sufrir primero a cualquiera que
amenazara sus vidas, pero no estaba seguro de cómo enfrentarse a
Jim, al padre de su hijo, a su alfa, si este los rechazaba.
—Deberías
habérmelo dicho, es mío—le dijo sin apartarse.
—Sí,
lo sé, lo siento, yo... no estaba preparado para esto, no me lo
esperaba. Creí que podría regresar a ser un beta después de pasar
el celo, esto... no estaba en mis planes—tenía una ligera
esperanza viendo alfa de que quizás... quizás...
Ni siquiera sabía qué era ese quizás, no se había permitido
pensar en un futuro con el alfa.
Jim
se levantó y llevó al omega hasta una silla, sentándose en otra
junto a él. Le rodeó la cintura con un brazo y colocó la otra mano
sobre su vientre. Oswald estaba sin palabras, no comprendía qué
estaba haciendo el detective, qué estaba sucediendo.
—No
puedes quedarte aquí, estás rodeado de enemigos, estás en
peligro—le dijo sin dejar de acariciar su vientre.
—Tengo
que estar aquí, soy el jefe, no puedo-
—No
te lo estoy pidiendo. Vas a venir conmigo y voy a marcarte. Vamos a
emparejarnos y cuidaré de mi hijo. No voy a permitir que os toquen
un solo pelo a ninguno de los dos.
El
omega sintió un hormigueo por todo su cuerpo. Esas palabras no
podrían haberle hecho más feliz, jamás habría creído que Jim
tomaría la responsabilidad hasta ese punto, aunque, por otro lado,
era el único hombre en aquella ciudad que haría algo así. Sin
embargo, no podía aceptarlo.
—Lo
siento, Jim—levantó la mano hasta su rostro y lo acarició
suavemente—. Créeme, me encantaría obedecerte y te prometo que
seré el omega más obediente en el dormitorio, pero me ha costado
sangre, sudor y lágrimas llegar hasta donde he llegado y no voy a
perderlo. Soy el jefe. Tengo que estar aquí.
Jim
miró a los ojos a Oswald. Serios y determinados. Había una razón
por la que nadie había sospechado jamás que el Pingüino era un
omega. Tenía el carácter de un beta y no pocas veces había actuado
como un alfa. Había pasado de llevarle el paraguas a Fish Mooney a
liderar el crimen en Gotham, pasando por encima de docenas de alfas.
Oswald Cobblepot era un omega que no podía ser sometido.
Gordon
estaba duro en sus pantalones. A muchos alfas no les gustaban los
omegas que no se sometían, pero él no podía evitar estar excitado.
—Te
marcaré, nos emparejaremos y cuidaré de mi hijo, pero viviré aquí.
Eso es lo mínimo que voy a aceptar.
Oswald
sonrió de oreja a oreja y le dio un pequeño beso algo tímido.
—¿Qué
hay de tu trabajo, detective? ¿Vas a unirte a mí?—aunque ya
conocía la respuesta a esa pregunta.
—Soy
policía e intentaré seguir siéndolo, aunque tendré que hablar con
la capitana. Sin embargo, pase lo que pase, mi hijo y mi omega son mi
prioridad.
—Tan
buen alfa—sonrió el omega y le besó de nuevo. Jim respondió
intensificando el beso, lamiendo sus labios, y Oswald gimió
dulcemente.
Oh,
dios,
cuánto había echado de menos esos dulces sonidos. Su olor, su sabor
y ese maravilloso interior. No había querido admitirlo siquiera para
sí mismo, pero nunca se había sentido tan bien con nadie. Creía
que era cosa del celo, que con el tiempo se le pasaría, pero no
había sido así.
—El
dormitorio—murmuró contra sus labios.
Oswald
se estremeció, sintiendo unas gotas de lubricación mojar sus
calzoncillos. Se levantó de la silla y guió a su alfa hasta su
habitación. Apenas habían cruzado la puerta Jim ya tenía las manos
sobre él. Gordon lo llevó hacia la otra puerta dentro del
dormitorio, adivinando que era el cuarto de baño. Abrió la ducha
para que el agua se calentara y comenzó a quitarle la ropa sin
preocuparse por dónde la dejaba, quitándose la suya al mismo
tiempo. Cuando estuvieron desnudos, entraron juntos en la ducha. Jim
quería follarlo cuanto antes y marcarlo, pero lo primero era
eliminar el olor a beta. Ahora solo era el olor artificial, el omega
había dejado los supresores en cuanto había descubierto que estaba
embarazado. Lo recorrió con la esponja, solo limpiándolo,
acariciando de vez en cuando el redondeado vientre. Cobblepot se
sentía apreciado, cuidado y, sobre todo, nervioso. Aún no podía
creer que ese increíble alfa quisiera hacerle su omega.
Cuando
salieron de la ducha, Jim secó su cuerpo a conciencia y después sus
cabellos.
—¿Estás
seguro de esto?—le preguntó Oswald, mirándole bajo su flequillo
revuelto con la toalla sobre la cabeza. Jim acercó la cadera hacia
él y Oswald sintió su enorme erección contra su vientre—. Ngh...
Quizá sí.
—No
vas a volver a usar ese olor artificial. Ya saben que eres un omega,
no es necesario.
—No
me respetarán—se sentía intranquilo, no le agradaba la idea de
pasear por ahí como un omega, nunca lo había hecho.
—La
mezcla de olor beta y omega resulta confusa, les molesta. Siendo tú,
puedes hacer que te respeten como omega, estoy seguro de eso—sonrió
porque sabía que Cobblepot era capaz de eso y de más—. Además,
estarás marcado por mi olor, eso lo hará más fácil.
El
omega inclinó la cabeza a un lado, mostrándole su cuello, sumiso,
ofreciéndose para ser marcado. Jim acarició con los dedos su pálido
cuello, sin marcar, relamiéndose los labios.
—De
rodillas—le ordenó, tirando la toalla al suelo frente a él.
Como
había dicho, Oswald sería un obediente omega en el dormitorio, le
encantaba obedecer a su alfa, así que se arrodilló de inmediato,
con algo de ayuda de Jim, y sin esperar otra orden tomó el duro
miembro entre sus manos. Ya no era un novato, había sido algo torpe
las primeras veces, pero Jim le había enseñado bien, le había
entrenado durante aquellos tres días para satisfacerlo a él y no se
le había olvidado. Sacó la lengua y recorrió la verga desde la
base hasta la punta, siguiendo la gruesa vena palpitante. Metió el
glande en su boca y succionó. Intentó no sonreír al oír el gemido
de su alfa, pero unas gotas de lubricación se deslizaron por sus
muslos.
—Eso
es, eres muy bueno en esto—le dijo acariciando sus cabellos aún
húmedos.
El
omega murmuró con el miembro en su boca, feliz por el alago que
había recibido de su alfa, y su murmullo vibró por todo el cuerpo
de Jim. Jim le agarró con fuerza de los cabellos y respiró hondo
intentando contenerse, resistir. No quería correrse todavía, quería
disfrutar aún más de esa maravillosa boca. Oswald descendió sobre
el miembro, sintiéndolo llenar poco a poco su boca, rozando el cielo
con la punta, sintiendo su peso sobre su lengua, tan caliente y
grande. Sus muslos temblaban, sintiendo un hormigueo en su
entrepierna. Estaba a punto de correrse sin necesidad siquiera de
tocarse, pero entonces Jim le apartó, sacando el miembro de su boca.
—Nnh...
Alfa...—se quejó con tono lastimero.
—Shh.
La próxima vez. Me correré en tu cara o en tu boca, donde quieras,
pero ahora quiero anudarte y marcarte cuanto antes—extendió las
manos hacia él y le ayudó a levantarse. Le dio un dulce beso,
saboreándose a sí mismo en su boca—. A la cama, boca arriba.
Oswald
obedeció de inmediato. Entró en la habitación y se tumbó en la
cama boca arriba, separando las piernas. Jim entró tras él y se
arrodilló entre sus piernas. El omega las separó aún más,
invitándolo a entrar en su cuerpo. Jim acarició el ligeramente
abultado vientre y comenzó a recorrerlo con besos, murmurando
palabras de adoración. Era su hijo, su descendencia, y ya lo amaba
más que a nada en el mundo.
—Alfa...
márcame...—suplicó, rodeando la cintura de Jim con sus piernas.
—Tan
impaciente—sonrió Jim, subiendo con besos por su pecho, tomando en
su boca uno de los erectos pezones. Succionó con fuerza y el omega
gimió y se contoneó debajo de él. Llevó una mano a su trasero y
sintió el agujero húmedo, tan húmedo por él y solo para él.
Deslizó un dedo dentro y otro más, pero no estaba en celo así que
no podía entrar directamente o le haría daño y eso era lo último
que quería. Abrió el estrecho agujero con sus dedos, acariciando
las suaves paredes, estirándolo poco a poco, sin dejar de besar su
pecho y su cuello. Lamió el lugar donde iba a marcarlo al tiempo que
metía un tercer dedo.
—Por
favor... por favor... alfa...—el omega se estaba derritiendo,
estaba desesperado, no podía, no quería esperar más.
—Está
bien, está bien.
¿Cómo
podía negarse a esas súplicas? Sacó los dedos de su interior y se
los llevó a la boca, saboreando el delicioso néctar. Tenía un
sabor algo diferente al habitual, un toque picante que le habría
dicho que estaba embarazado si no fuera ya evidente. Levantó sus
piernas y guió con una mano el miembro hasta su entrada. Lentamente,
sin detenerse, perforando el estrecho y caliente canal hasta que
estuvo completamente asentado dentro. Su mente se quedó en blanco
por un momento. Permaneció inmóvil, intentando no correrse en ese
instante, intentando controlar el nudo que ya comenzaba a crecer. El
omega no era el único que estaba ansioso. Que su omega estuviera
embarazado y sin marcar le tenía nervioso.
Los
brillantes ojos azules, casi plateados, le miraron fijamente en una
expresión tan tranquila y feliz que nunca había visto en el
Pingüino. Como si cada uno de sus planes hasta ahora hubiera estado
trazado con este propósito último y al fin hubiera conseguido
alcanzar su mayor meta. Sabía que no era así, que eso estaba fuera
de los planes de ambos (o al menos eso creía), pero parecía que el
destino, ese titiritero tras las cortinas del oscuro Gotham, había
estado planeando esto desde el primer capítulo. Y sentía que quizás
debería darle las gracias.
Se
inclinó sobre el omega y le besó, suave y dulcemente, mientras
comenzaba a mover las caderas, apenas saliendo de su interior antes
de volver a entrar hasta el fondo. Tenía un poco de miedo a hacerle
daño, no podía evitarlo al sentir la barriga bajo su vientre, pero
los gemidos de Oswald enseguida lo animaron a continuar, a ir más
rápido, más duro. Dejarse llevar por ese delicioso interior. El
sonido húmedo de sus cuerpos chocando llenaba la habitación,
armonizado con los lascivos gemidos del omega y los profundos
gruñidos del alfa. El calor era denso y cubría sus cuerpos de
sudor. Jadeaban y sentían que no podían respirar si no era en la
boca del otro. Los besos eran constantes, largos y profundos. Y Jim
recorría su cuello con sus labios, saboreando lo que iba a ser suyo,
dejando crecer el deseo y la necesidad.
Cuando
el nudo comenzó a crecer, Jim detuvo sus embestidas y, sin salir de
él, dio con cuidado la vuelta al omega hasta que pudo ponerse a su
espalda, ambos tumbados de lado en la cama. Siguió sacudiendo las
caderas tanto como el nudo se lo permitía, con las manos en el
vientre del omega.
—Córrete
para mí—le susurró al oído, y esa era una orden absoluta que
Oswald había aprendido a obedecer sin necesidad de nada más. El
omega se vino con un largo gemido, contrayendo su interior alrededor
de la verga del alfa.
Y
justo en ese momento, cuando Jim se corría al tiempo que su omega,
mordió su cuello, rasgando la piel, marcándolo realmente como su
omega.
Era la primera vez que marcaba a alguien y el sabor metálico de la
sangre estalló en su boca como el más delicioso afrodisíaco. Se
corrió de nuevo, apenas habiendo terminado de eyacular, y el omega
comenzó a llorar, en silencio, simplemente feliz. Nunca se había
atrevido siquiera a imaginar que sería el hombre más afortunado de
Gotham. Había llegado a ser el jefe del crimen de esa ciudad a la
que llamaba hogar, pero además ahora tenía como su alfa al mejor
hombre de toda la ciudad e iba a darle un hijo; y pronto, muy pronto,
incluso si Jim rechazaba la idea en ese momento, también lo tendría
trabajando para él, con él, por él.
me encato esto si he visto la serie con mi hermano y algo asi pense gracias por hacerlo realidad..!!!
ResponderEliminar