Título: Huyendo
Fandom: Chuck Pareja: John Casey x Chuck Bartowski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, algo de violencia
Capítulos: 11 (11 de 11) FIN
Resumen: Al fin han conseguido reproducir el Intersect y de nuevo ordenan a Casey matar a Chuck. Nada interrumpe esta vez, pero... no puede hacerlo, simplemente no puede. Hora de huir.
Aviso: muchos de los lugares que se describen en esta historia son reales (carreteras, restaurantes, hoteles...), pero no así las personas; los personajes secundarios son totalmente inventados.
Estaba taaan relajado en la cama, entre
las mantas calentitas, toda para él. Le gustaba tener un cuerpo
caliente al que abrazarse para dormir, pero de vez en cuando estaba
bien poder estirarse en medio de la cama. Por la luz que entraba por
las rendijas de la persiana, debían de ser las diez, lo cual no
importaba demasiado, no necesitaba levantarse. Sin embargo, el que no
hubiera un cuerpo a su lado significaba que iba a ser despertado
pronto.
La puerta de la habitación se abrió
silenciosa, pero las maderas del suelo crujieron.
Ahí está.
Las mantas se movieron y la cama se
hundió con el peso de otra persona. Pronto tuvo un cuerpo desnudo
sobre él, cubriéndole como una de esas mantas, y una erección
presionando entre sus nalgas.
—Hueles a pólvora—le dijo con voz
somnolienta.
—Eso te gusta—respondió, besando
su hombro.
—Mm...
—Me he lavado, lo prometo—más
besos a lo largo de su cuello—. Y mira cómo estoy—movió las
caderas, restregando la erección contra su trasero.
—Siempre estás duro después de
cazar. Uhn... Haz lo que quieras—suspiró resignado. Su propio
miembro estaba reaccionando ya de todos modos.
—Qué sexy. ¿Y piensas
participar?—le preguntó, aunque no dejaba de besarle, cada vez más
intenso, mientras sus manos se deslizaban por debajo de su pecho
hacia sus pezones.
—Quizás, con los suficientes
alicientes... Nnh...—gimió suavemente cuando pellizcó sus
sensibles pezones.
—Parece que tu cuerpo es más
colaborativo que tú—mientras seguía frotando uno de sus pezones
hasta ponerlo duro, llevó la otra mano hacia su trasero y tanteó su
entrada—. Aún estás bastante suelto de anoche y algo húmedo.
¿Quieres que te prepare más?
—Nn... No, así está bien...—separó
más las piernas, doblando un poco las rodillas para darle mejor
acceso.
No esperó un segundo antes de empujar
su erección contra la estrecha entrada. Lo penetró lentamente,
sintiendo cómo se estiraba a su alrededor, como si ya tuviera su
forma grabada dentro (lo habían hecho tantas veces que bien podría
ser así). Los dulces gemidos se ahogaban en la almohada, cada vez
más despiertos. No se detuvo hasta que estuvo por completo dentro y
entonces dejó que su cuerpo se relajara, sabiendo cuánto le gustaba
sentir su peso sobre él. Movió sus caderas perezosamente, apenas
saliendo de él, tan solo un suave balanceo. El sexo relajado por la
mañana era lo mejor tras una noche de intensa pasión (y una
productiva caza).
—Nhn... Alex...—movió sus caderas,
intentando conseguir algo de fricción en su verga atrapada.
—¿Suficientes alicientes?—preguntó
burlón.
—Uhn, sí... fóllame ya...—y eso
sonó deliciosamente necesitado.
—Como desees.
Se sostuvo en sus antebrazos para
conseguir un punto de apoyo, pero no levantó del todo su cuerpo,
manteniéndolo inmovilizado contra la cama. Comenzó a embestir más
seriamente y ya desde la primera estocada consiguió rozar ese punto
maravilloso. Conocía su cuerpo tan bien a estas alturas.
Según aumentaba de velocidad y de
fuerza, el cuerpo de Chuck se derretía debajo de él. Temblaba y se
estremecía con dulces gemidos mientras su erección estaba
dolorosamente aprisionada contra el colchón. Necesitaba tocarse,
solo un poco de alivio, pero no podía levantar su cuerpo con la
maravillosa presión de Alex sobre él.
—Alex... por favor...
Ahí estaban, las primeras súplicas.
Cuánto le gustaba oírle suplicar.
—Dime, ¿qué quieres, mi amor?—le
preguntó besando su mejilla y sus cabellos revueltos que olían
tanto a sudor y sexo y Chuck.
—Mi... mi polla... por favor,
necesito...—era casi una tortura.
—Estoy seguro de que puedes correrte
así.
—Pero... pero quiero tu mano... por
favor... Usa tu mano, por favor... Tan grande y fuerte...
—Ungh... Realmente sabes cómo
provocarme—gruñó, dando una fuerte embestida hasta el fondo.
Ese pequeño demonio sabía qué decir
para salirse con la suya. Había aprendido en ese tiempo a
manipularle bastante bien, pero Alex estaba encantado de
permitírselo. Se arrodilló y lo levantó consigo, dejando que se
apoyara a cuatro patas, con su erección colgando pesadamente entre
sus piernas. Tomó el miembro en una mano mientras lo sujetaba por su
cadera ya marcada con la otra.
—¡Oh, joder, sí!—exclamó Chuck
cuando sintió el firme agarre en su erección.
Desde ese momento todo lo que salió de
su boca fueron gemidos e incoherencias, a las que Alex ya estaba tan
acostumbrado que ni se molestaba en intentar entender. Sabía lo que
sus cuerpos querían, que solía ser lo mismo, así que se guiaba por
ello. Embestidas más rápidas y más fuertes, el sonido de sus
cuerpos chocando haciendo eco en la habitación y su mano
masturbándolo al mismo ritmo. Nunca podría cansarse de ese intenso
calor que le envolvía y le derretía.
—Chuck... Córrete para mí, Chuck—le
susurró al oído con voz grave.
Sus palabras le llevaron al límite,
como tantas otras veces, y el joven se corrió sobre las sábanas con
un largo gemido. Su interior se contrajo alrededor de la verga que lo
perforaba y Alex no pudo más, se vino dentro de él, tan profundo
como pudo, mezclando la nueva simiente con la de la noche anterior.
En cuanto le soltó, Chuck cayó sobre
la cama, listo para irse a dormir de nuevo en cuanto pudiera dejar de
jadear. Alex salió de su interior y se tumbó a su lado, dándose
unos minutos para recuperarse antes de volver al trabajo.
—¿Qué has cazado hoy?—preguntó
Chuck, acomodando la cabeza en su pecho.
—Un jabalí, bastante grande. Iré
ahora a la carnicería para venderles lo que no necesitamos. ¿Quieres
que compre algo?—sus dedos trazaban círculos en el costado y la
espalda de Chuck. Se sentía tan bien simplemente estar ahí tumbado.
—Pienso y detergente, creo que no
hace falta nada más.
—Vale, vuelvo en un rato—le besó
en la frente y se forzó a salir del acogedor calor de la cama a pesar de las quejas de su pareja porque si no, no querría salir en
todo el día.
Tras pasar por la carnicería del
pueblo y después cargar pienso y detergente en la camioneta, hizo
una última parada en la panadería y compró un par de los pasteles
que más le gustaban a Chuck. Cuando se dirigía a casa, un coche
extraño pasó frente a él. Era un todoterreno negro con los
cristales tintados. Conocía todos los coches de la gente del pueblo
y ese no era uno de ellos y tampoco parecía un coche de turistas, de
los cuales tampoco había demasiados por allí. Al coger la carretera
hacia casa, enseguida vio que le estaban siguiendo. Maldijo para sus
adentros. ¿No podían tener unos pocos años más en paz antes de
eso?
Detuvo la camioneta en medio de la
carretera y salió a esperarles. Minutos después había dos
cadáveres entre los arbustos y sus manos olían de nuevo a pólvora.
Aparcó el todoterreno en la cuneta, subió a su camioneta y regresó
a casa.
Chuck se sobresaltó cuando entró a
toda prisa en la casa llamando su nombre.
—¿Qué pasa?—salió de la cocina
aún con el delantal puesto.
—Recoge un par de maletas, tenemos
que irnos—le dijo, comenzando a recoger lo que necesitaban del
armario de la entrada.
—¿Irnos? ¿A dón...? Oh, te
refieres a irnos—le costó un momento, pero reconoció la
expresión de «agente» en el rostro de Alex. Hacía ya tanto tiempo
que no la veía.
—Sí, nos han encontrado—ante la
preocupación en el rostro de Chuck, dejó lo que estaba haciendo y
se acercó a él. Le abrazó con fuerza y besó su frente y su
mejilla—. Estaremos bien, no te preocupes.
Chuck suspiró y le rodeó los hombros
con los brazos. Mirando los intensos ojos azules llenos de amor pudo
relajarse e incluso sonreír.
—Si estoy contigo sé que estaré
bien—le dio un beso—. ¿A dónde iremos?
—Australia.
—¿Australia?—le miró
boquiabierto—. ¿Pasamos de congelarnos el culo al desierto?
—Vastas extensiones de tierra que nos
permitirán aislarnos como lo estamos aquí. Además, eres de Los
Ángeles, no tendrás problemas con el calor.
—¿Cazarás cocodrilos y canguros
para mí?—preguntó burlón.
—Cazaré todo lo que necesites.
—No caces canguros, me gustan los
canguros—replicó frunciendo el ceño.
Alex se echó a reír y le besó de
nuevo, esta vez perdiéndose durante un momento en la agradable
sensación de su boca. Cuando separaron sus labios, Chuck le miró
con felicidad en sus ojos a pesar de saber lo que les esperaba en los
próximos días.
—¿Puedo enviarle una carta a Ellie
antes de dejar el país?—le preguntó esperanzado. Tanto tiempo sin
saber de él seguramente le había resultado muy doloroso a su
hermana. También había sido doloroso para él, pero sabía que
había sido lo correcto.
—Sí, por supuesto, la enviaremos de
camino—un último adiós antes de, con suerte, desaparecer para
siempre.
—Te quiero.
—Yo también te quiero. Pongámonos
en marcha.
FIN
Noooooo. Porque no los dejan en paz. Gracias por esta historia hermosa. Haz otra,por favor. Plisssss
ResponderEliminar