Título: Mafia versus Jigglypuff
Fandom: Teen Wolf Pareja: Peter Hale/Stiles Stilinski
Autor: Thecrasy Trabajo original: Mafia versus Rondoudou
Traducción: KiraH69
Género: Yaoi/Slash
Clasificación: +18 Advertencias: Lemon, Violencia
Capítulos: 1
Resumen: En el que Derek presenta su nueva conquista a su familia, Peter bebe té y Stiles juega con agujas de tejer. Oh, y también hay que luchar contra Jigglypuff.
(No os preocupéis por la chica, es un Steter, lo prometo).
* Imagen del fanfic original.
* * * * *
Kena
siguió a Derek a través del umbral de su casa, su pequeña mano
firmemente agarrada a la de él. Estaba un poco nerviosa, finalmente
iba a conocer a su familia. Era un gran paso para ella. Por suerte,
Derek estaría con ella. Sabía que la familia de Derek estaba
involucrada en asuntos de legalidad cuestionable, pero había
decidido no tenerlo en cuenta Estar con Derek era todo lo que le
importaba.
Derek
la condujo al vestíbulo de la casa con una sonrisa que mostraba sus
pequeños dientes de conejo. Le había asegurado que no toda su
familia estaba allí, no quería que se sintiera abrumada la primera
vez. No hacía tanto tiempo que estaban saliendo, pero podía sentir
que era él, el adecuado.
—Buenos
días, señorita Target. Bienvenida a la mansión Hale.
Una
voz a su derecha atrajo su atención. Girando la cabeza, se encontró
con un hombre que reconoció como el tío de su pareja. No era mucho
más alto que ella, quizás cinco centímetros, que compensaba de
sobra con sus tacones. Se percató con algo de satisfacción que, en
efecto, cuando se detuvo delante de ella, lo sobrepasaba por unos
centímetros. Sin embargo, no podía negar que tenía mucha clase. Su
traje de Armani gris resaltaba su musculoso cuerpo y la camisa azul
claro, con los primeros botones desabrochados, dejaba entrever un
pecho imberbe. Sus penetrantes ojos azules coronaban una nariz
aguileña y una boca llena.
El
hombre tenía una apariencia inofensiva a primera vista, pero cuando
te acercabas a él sentías que lo rodeaba un aura de peligro. Su
boca adquirió una curva cruel y sus ojos reflejaban toda la
inteligencia y la astucia del personaje.
Podía
afirmar sin equivocarse que estaba frente al Padrino de la familia
Hale. Kena tragó saliva. Al final puede que no fuera tan fácil como
lo había imaginado.
—Se...
Señor Hale. Buenos días.
El
susodicho sonrió y le tendió una mano que ella correspondió.
—Llámame
Peter, por favor. Continuemos esta conversación en mi despacho,
estaremos más cómodos. Derek, ¿nos traes un aperitivo?
Kena
siguió al hombre hasta su despacho. Era curiosamente una habitación
muy cálida. Estantes llenos de libros cubrían las paredes. Una
ventana daba a un jardín bordeado por el bosque. Los muebles de
madera oscura hacían juego con el suelo recubierto de alfombra y los
sillones de cuero esperaban a que se sentaran frente al escritorio.
En una esquina se hayaba un sofá, también de cuero, y había un
hombre echado en él.
Parecía
joven, no más de veinte o veintidós años. Su cabello castaño
estaba despeinado. Llevaba pantalones negros, una camisa roja y un
chaleco de traje con una pajarita negra. Se había quitado los
zapatos, unas Converse rojas, y los había dejado caer
descuidadamente al pie del sofá.
El
joven tenía una Nintendo 3DS en las manos y parecía fascinado por
lo que estaba haciendo. Sacó un poco la lengua, perdido en su juego,
y movió la consola al ritmo de los movimientos que parecía estar
haciendo en el juego. Finalmente, una expresión de decepción
descendió sobre su rostro y apagó la consola, desanimado. Levantó
la mirada y pareció sorprendido de encontrar a otras personas en la
sala.
—¡Peter!
¡Mi salvador! ¡Ayúdame, te lo ruego! ¡No consigo derrotar a
Jigglypuff! ¿Crees que es porque siempre uso a Daraen? ¿Debería
intentarlo con otra persona?
Peter
suspiró, viéndose molesto.
—Stiles.
No es el momento. Tenemos una invitada.
El
joven, Stiles, al parecer, se acercó a Peter por detrás y le pasó
el brazo sobre los hombros.
—¿Entonces
esta noche? Si lo consigues, no quedarás decepcionado. Prometo que
te lo compensaré...
Entonces,
para acompañar estas palabras, mordió suavemente el lóbulo de la
oreja de Peter.
Este
frunció el ceño y empujó al joven, pero su mirada entretenida le
quitaba todo el veneno que sus gestos pudieran tener.
Kena
se relajó un poco. En el fondo, el hombre era humano. ¿Qué puede
ser tan terrible? No parecía tan aterrador.
Derek
escogió ese momento para entrar en la sala. Llevaba una bandeja en
la que había colocado un servicio de té y un plato de galletas.
Sirvió a todos una vez que estuvieron acomodados antes de cerrar la
puerta y sentarse junto a su invitada. Peter tras su escritorio,
Stiles sentado en el reposabrazos y Derek y Kena en las sillas frente
a ellos.
Kena
tomó un sorbo de té. Limón. Su preferido. Sonrió y masticó una
galleta.
Peter
dejó su taza, puso los codos sobre el escritorio y cruzó los dedos
frente a su boca.
—¿Qué
tal si pasamos a temas serios, señorita Target? ¿O debería
llamarle señorita Argent?
Kena
perdió la sonrisa.
* * *
* *
—Por
favor. Para...
Peter
sonrió ante el gemido de Kena Target. Más conocida por el nombre de
Kate Argent. Que pensara que iba a pasar desapercibida iba más allá
de toda comprensión. Incluso Derek se había dado cuenta de que
estaba siendo manipulado y no era precisamente el más avispado. Y
además, su nombre era simplemente un anagrama de su verdadera
identidad. ¿Realmente pensaba que era tan estúpido?
—¿Realmente
pensaste que no nos daríamos cuenta de nada? Eres parte de la
delincuencia de esta ciudad, ¿creías que no sabríamos quién eres?
Stiles
puntualizó la pregunta de Peter con una puñalada en el costado.
Colocó la hoja sobre la piel desnuda de la joven y deslizó su
instrumento delicadamente siguiendo las costillas. La piel se abrió,
dejando salir un poco de sangre sobre los dedos enguantados del joven
que se había remangado para no mancharse.
Habían
estado trabajando durante una hora ya y no era la primera herida que
infligía a Kate. Tampoco sería la última. Frente a él había un
carro sobre el que estaban dispuestos una serie de escalpelos,
algunas pinzas, agujas, pequeñas y grandes, jeringas y diversos
viales llenos de líquidos de colores. Algunos instrumentos estaban
manchados de sangre, utilizados, y otros estaban a la espera de que
la inspiración del joven llegara.
El
voluble y juguetón joven había desaparecido para dar paso a un frío
profesional sin piedad alguna. Era la mano derecha del Padrino.
Kate
emitió un nuevo gemido de dolor.
—No
conseguirás absolutamente nada. No hablaré.
Peter
se acercó a la joven encadenada hasta acariciar su mejilla
delicadamente. Kate le escupió en la cara. Sin inmutarse, Peter sacó
un pañuelo de seda del bolsillo y se limpió.
El
sonido de su mano contra la mejilla de la prisionera resonó en el
silencio del almacén abandonado. Le obligó a levantar la cabeza
agarrándola del pelo. Susurró a unos centímetros de su oído.
—No
te he pedido que hables. No tengo ninguna pregunta para ti, las
acciones de tu miserable familia no me interesan para nada.
Los
ojos de Kate se abrieron como platos. Al fondo, Stiles cogió una
gran aguja de punto y giró su cabeza hacia ella. Las sombras cayendo
sobre su rostro tan solo dejaron entrever una juguetona sonrisa y dos
ojos brillando con frialdad.
—¿Por
qué me torturáis si no queréis nada de mí?
Peter
entornó los ojos y la soltó antes de apartarse unos pasos, dándole
la espalda.
—Intentaste
manipular a uno de los míos. Intentaste usarlo para llegar a
nosotros. ¿Realmente pensaste que tus acciones quedarían impunes?
Y, además, torturar a la gente es divertido, ¿verdad?
En
ese momento, Kate lo comprendió. No tenía ninguna oportunidad de
salir de allí. Había jugado y había perdido. No iba a salir del
almacén con vida.
* * *
* *
Peter
se encargó de quitarle los guantes a Stiles. Tras ellos, el cuerpo
sin vida de Kate Argent yacía en el suelo. Un reguero de su sangre
rompía la uniformidad roja de la camisa de Stiles. El joven no había
podido evitar el chorro que fluyó de la carótida de la mujer cuando
finalmente le había cortado la garganta.
Peter
tendría que comprarle otra camisa. Eso no le molestaba, más bien al
contrario. Le gustaba vestir a Stiles casi tanto como le gustaba
desvestirlo.
Tiró
los guantes a una bolsa de basura y la dejó junto al cuerpo de Kate.
Con una señal de su mano indicó a tres de sus hombres que se
encargaran de limpiar el almacén. Colocó su brazo alrededor de la
cintura de Stiles y lo acompañó hasta el coche. Ambos se sentaron
en la parte de atrás mientras su chófer se encargaba de llevarlos a
casa.
Una
vez en la Mansión Hale, Peter llevó a Stiles hasta el baño adjunto
a su dormitorio. Besó al joven, quien respondió con entusiasmo.
Sacó la camisa del pantalón de Stiles antes de desabrochar todos
los botones. Cuando hubo terminado, puso las manos sobre los
pectorales de su segundo, acariciando la piel de sus hombros, antes
de descender por sus brazos, quitándole la ropa de paso.
Stiles
se estremeció cuando su boca se posó delicadamente contra su
clavícula, esparciendo pequeños besos y suaves mordiscos sobre la
pálida piel. Peter apretó su agarre en las caderas de su joven
amante, que gimió echando la cabeza hacia atrás, exponiendo su
garganta.
Peter
no perdió un segundo antes de atacar la piel expuesta, toda dulzura
olvidada. Hundió los dientes en su carne y Stiles emitió un sonido
que consiguió que a Peter se le subiera la sangre a las orejas. Se
apartó un poco y admiró la marca que acababa de dejar, chupando y
lamiendo la piel para aliviar algo el dolor. Las manos de Stiles en
su pelo evitaban que fuera muy lejos. Las tomó en sus manos y
depositó un beso sobre los nudillos antes de dejar que sus manos
vagaran por el cuerpo de Stiles.
Los
zapatos, el pantalón y los boxers de Stiles pronto se encontraron
con su camisa en el suelo y el joven le dio la espalda a Peter,
inclinándose para quitarse los calcetines, exponiendo sus partes
íntimas a su amante. No pudo evitar colocar las manos sobre los dos
globos de carne, masajeándolos entre sus manos. Stiles se incorporó,
se giró y se apoyó contra el pecho de Peter.
El
mayor amaba a su segundo, con toda su alma, pero este pequeño
demonio sabía cómo presionar sus botones para conseguir que se
excitara de tal modo que ya no pudiera ser amable, dejando reinar la
brutalidad (pero nunca la violencia).
A
Stiles le encantaba cuando era duro y sabía cómo hacérselo
entender a Peter. Como con esa mano en sus calzoncillos que
rápidamente acariciaba su miembro, consiguiendo que se endureciera
completamente.
—Adoro
tus manos, ¿lo sabías?—susurró Peter gimiendo bajo las
sensaciones de placer mezcladas con ligero dolor. La mano de Stiles
estaba seca contra su miembro—. Son capaces de dar tanto placer,
pero igualmente tanto dolor. Me encanta cómo puedes proporcionar a
la vez alivio y desesperación. Me encanta que los demás aún te
subestimen. Me encanta ver la sorpresa en sus ojos cuando revelas tus
auténticos colores. Todos te consideran mi juguete, ya sabes. No
saben lo despiadado que puedes ser. Me encanta ver la expresión en
sus rostros cuando se dan cuenta.
Peter
puntualizó cada palabra con pequeños mordiscos a lo largo de la
garganta y la clavícula de Stiles, marcando al joven como suyo.
—Cuando
mataste a Kate antes, me excitó tanto. Quería tomarte allí mismo,
me gustó tanto verte ejecutar mi justicia. Ver su sangre fluyendo
por tus dedos. Ver tus manos quitándole la vida. Es tan afrodisíaco
para mí.
Stiles
gimió.
—MIS
manos dejarán de tocarte y se encargarán de mí si TUS manos no se
ponen en marcha.
Peter
se rio burlón y llevó a su amante por la habitación. Lo tumbó en
la cama y colocó sus manos sobre la cabeza.
—Mis
manos se pondrán en marcha, no te preocupes. Igual que mi lengua, mi
boca y mis dientes. Pero... tienes que quedarte quieto. Si tus manos
dejan esta posición, me detendré por completo. Tendrás que
apañártelas tú solo. ¿Lo has entendido?
Stiles
gimió y movió la pelvis, incitando a Peter para que hiciera algo.
—No,
no. No te oigo. ¿Lo has entendido?
—Sí,
maldito, lo he entendido. Encárgate de mí ahora.
Eso
hizo reír a Peter de nuevo.
—Tan
autoritario. Mi precioso juguetito.
Stiles
comenzó a decir algo, pero fue interrumpido por Peter, que tomó su
boca y se encargó de reclamar su territorio. Sin ninguna dulzura,
con fuerza y voluntad. Las manos del mayor comenzaron acariciando las
costillas de su amante para acabar provocando sus pezones. Stiles se
derritió bajo este tratamiento y sus manos acabaron enredándose en
el pelo de Peter. Este se apartó de inmediato. Se levantó y dejó
la cama para ir a buscar una silla de cuero frente al escritorio. La
colocó al pie de la cama y se sentó en ella.
—Te
lo había advertido, pequeño. Tendrás que apañártelas solo.
Estaba contento con hacerte venir con mi boca y mis manos. Tomarte.
Duro. Detenida y profundamente—suspiró y se acomodó en su asiento
con aire apenado—. Lástima, creo que tendré que conformarme con
mirarte.
—¿Qué?
¡No, vuelve!—gritó Stiles, sentándose en la cama.
—Lo
aceptaste, Stiles—respondió Peter con aire desinteresado—.
Dijiste que lo habías entendido y, aun así, a la primera
oportunidad, desobedeciste.
—¡Pero,
Peter! Eres irresistible, ¿cómo quieres que mantenga mis manos
alejadas de ti?—preguntó Stiles con un mohín. Comenzó a
acariciarse lentamente, mirando a Peter fijamente a los ojos.
Este
se rio sombrío.
—¿Esperas
una segunda oportunidad? Está bien, te la daré, pero con una
condición. No tienes derecho de correrte antes de que yo te lo
permita. Si te corres antes de que te lo diga, dormirás en el sofá
durante una semana. ¿Lo has entendido?
Stiles
gimió desesperado. Adoraba cuando Peter daba muestras de autoridad
como esa. No sabía si sería capaz de mantener la promesa, pero ya
había cometido un error esa noche, no quería decepcionar a Peter de
nuevo. Asintió.
—De
acuerdo, lo entiendo.
—Bien.
Con
estas palabras, Stiles se tumbó en la cama y Peter se colocó sobre
él, sentándose sobre sus muslos. La entrepierna de Peter frotó
contra la erección desnuda de Stiles y, con una sonrisa depredadora,
onduló sus caderas, frotando ambos sexos el uno contra el otro.
Stiles
jadeó y después gimió gravemente por la sensación antes de atraer
a su amante por la chaqueta para un violento y apasionado beso. Peter
se permitió unos segundos antes de retomar el control. Dejó vagar
sus manos sobre todo el cuerpo de su jadeante amante.
Pronto,
Stiles separó las piernas y Peter se colocó entre el espacio creado
por él.
Stiles
gimió. Le encantaban los juegos de poder con Peter, en la cama. Ver
a su amante aún totalmente vestido, tan solo con los pantalones
desabrochados, mientras él estaba completamente desnudo le hacía
sentir malicioso. Stiles colocó sus manos sobre los pectorales de
Peter, acariciándolos a través de la camisa, antes de deslizar sus
manos hacia su pantalón. Agarró sus nalgas, amasándolas
suavemente, antes de atraerlo contra sí para tener un poco más de
fricción en su necesitada erección.
Peter
le provocó un momento, frotando ligeramente contra él mientras
atacaba su garganta con sus dientes, dejando más marcas en la pálida
piel. Tras unos minutos, se incorporó, admirando su trabajo.
Stiles
estaba tumbado en su cama, su blanca piel contrastando con el color
oscuro de las sábanas. Su pelo estaba despeinado, los ojos
brillantes. Tenía las mejillas enrojecidas por el deseo y la
excitación, y los labios hinchados por los besos. Su erección
descansaba en su estómago, dura y goteando, pero, por encima de
todo, su garganta estaba cubierta por marcas de dientes y chupetones,
la marca que Peter había dejado sobre el tapiz virgen que era el
cuello de Stiles.
Peter
sintió un arrebato posesivo crecer dentro de él ante esa imagen,
entumeciendo su cerebro y confundiendo sus pensamientos. Solo quería
una cosa, proclamar esta criatura deliciosa, hacerla suya, poseerla y
conservarla cuidadosamente por toda la eternidad.
Aún
sentado en sus talones, atrajo a Stiles hacia sí, sentándolo a
horcajadas en su regazo y colocando las manos en la parte baja de su
espalda.
—¡Espera!—jadea
Stiles. Entonces se echó hacia atrás, arqueando la espalda,
confiando en que Peter le sostuviera. Hurgó en el cajón de la
mesita de noche para volver con un bote de lubricante—. ¿No vas a
necesitar esto?—añadió con aire pícaro.
Peter
no dijo nada. Se conformó con coger el bote que Stiles le ofrecía y
lo vertió sobre sus dedos.
No
perdió tiempo molestando a Stiles, el ansia de tomarlo era demasiado
fuerte. Introdujo rápidamente un dedo, después un segundo y después
un tercero. Su boca tenía dificultades para dejar la garganta de
Stiles, probablemente era la parte de su cuerpo que prefería, esa
columna de carne blanca tan tentadora. Su otra mano hacía pequeños
círculos en la parte baja de la espalda de su amante. Stiles tenía
la cabeza echada hacia atrás, ambas manos aferradas al pelo de Peter
y empujando su cara contra su garganta, como si lo quisiera más
cerca de él.
—Estoy
listo, Peter. Te quiero en mí. Ahora.
Peter
no podía rechazar a su compañero. Lubricó rápidamente su erección
y se posicionó contra la entrada de Stiles. Suavemente, empujó, sin
prisa, hasta que llegó hasta el fondo. Ninguno de los dos hombres se
movió. Stiles saboreó la sensación de estar lleno, completo, y
Peter intentó no disfrutar sentir el calor de su amante cernirse a
su alrededor, envolviéndolo, aprisionándolo, acogiéndolo en su
seno.
Entonces,
dulcemente, sin prisa, Peter comenzó a moverse. Ligeros movimientos
de sus caderas, levantando al mismo tiempo un poco a Stiles para
volver a bajarlo sobre él. Poco a poco, sus movimientos se
incrementaron y la paciencia pronto dio paso a la pasión.
No
había más sonido en la habitación que el choque de piel contra
piel y las respiraciones jadeantes, entrecortadas con gemidos rotos o
exclamaciones rápidamente ahogadas por besos.
Stiles
relajó una de sus manos, soltando el hombro de Peter para colocarla
sobre su propia erección. Peter lo detuvo inmediatamente chasqueando
su lengua desaprobando.
—No,
Stiles—murmuró Peter—. Esta noche quiero ser yo el único que te
proporcione placer. Yo y solo yo. Esta noche tu orgasmo me pertenece
a mí.
Ante
estas palabras, Stiles gimió y hundió el rostro en la curva del
cuello de Peter, murmurando un insulto ahogado. Peter rio suavemente
y con un gesto salió de Stiles. Lo tumbó de espaldas y se colocó
entre sus piernas antes de volver a penetrarlo hasta el fondo de un
solo movimiento. De inmediato comenzó a balancear sus caderas
adelante y atrás, embistiendo sin piedad contra la próstata de
Stiles, quien no podía más que gemir. El joven rodeó la cintura de
Peter con sus piernas y hundió las manos en su pelo, tirando y
acariciando su cabellera.
—¿Vas
a correrte, Stiles? ¿Sin tocarte, solo con mi polla perforándote?
¿Solo por sentirme entrar y salir de lo más profundo de ti?
¿Marcándote, poseyéndote? Vente, Stiles. Vente para mí. Córrete,
ahora. Mi preciosa criatura.
Stiles
le obedeció. Una embestida, una segunda y después una tercera
fueron suficientes. Entonces, Peter soltó sus caderas para aferrarse
a las sábanas. El joven arqueó la espalda, echó la cabeza hacia
atrás y, con un silencioso grito, se corrió, vertiendo la simiente
sobre su estómago. Peter gimió intensamente ante esta imagen. Salió
del cuerpo de su amante y se masturbó sin delicadeza alguna. Salpicó
sobre el estómago de Stiles.
Jadeando,
Peter se dejó caer junto a su amante. Recuperó el aliento,
aprovechando unos minutos de felicidad postcoital. Entonces,
perezosamente, levantó la mano y mezcló ambas semillas en el
vientre de Stiles. Una vez hecho, suspiró y, sin ninguna gana, se
levantó para ir al baño a buscar algo para limpiarles.
Cuando
regresó, Stiles tenía su maldita Nintendo 3DS en la mano y la
contemplaba con aire inspirado. Peter gimió por dentro. Cuando
Stiles tenía esta expresión, nunca era buena señal. El joven
levantó la cabeza, mirada pícara, y Peter contuvo la respiración.
—¿Sabes
qué, Peter? Acabo de tener una idea. Si consigues derrotar a
Jigglypuff, compraré las bragas rosas de las que llevas tanto tiempo
hablando. ¿Qué te parece?
* * *
* *
Tras
una noche en vela y numerosos tirones de pelo, Peter finalmente se
las arregló para derrotar a Jigglypuff.
FIN
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