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La marca de Jeckyll c2 (Fin)

Título: La marca de Jeckyll
Categoría: Get Backers  Personajes: Akabane X Katsuki
Género: Romántico Yaoi
Clasificación: +18 años
Advertencia: Lemon, violación, tortura.
Capítulo: 2 de 2 'Transportistas'  Finalizado: Sí
Resumen: Tras su encuentro en la Fortaleza Infinita, Katsuki siente algo que no deberia sentir por el Dr. Jeckyll y este intentará hacerle confesar con metodos dudosos.



—Katsu-chan, necesitamos tu ayuda para un trabajo ¿te apuntas?—Ginji le sonreía como siempre junto a Ban, sentados en la mesa del Honky Tonk, preparados para el nuevo trabajo que Heaven les había conseguido.

—Por supuesto Ginji-san, sabes que siempre puedes contar conmigo—respondió el moreno con su amable sonrisa.

—¡¡Genial!! Muchas gracias Katsu-chan.

— ¿Y qué es lo que tengo que hacer?—preguntó animado.

—Esta vez necesitamos que seas transportista—le contestó Ban.

— ¿Transportista? Está bien, dime los detalles.

—Tenemos que entrar en una gran mansión y sacar de allí unos objetos que nos han pedido. Tú tendrás que esperarnos en la puerta con un camión. Los llevarás a un almacén en un polígono cercano mientras nosotros entretenemos a los guardias y demás. Según nos han informado habrá mucha protección, por eso te acompañará otra persona.

— ¿Quien será? ¿Himiko-chan o Shido-kun?—el trabajo le estaba pareciendo bastante sencillo.

—No, ellos no pueden, ya hemos intentado pedírselo—respondió Ginji con cara tristona.

— ¿Entonces?

—No lo sabemos, Heaven lo traerá ahora y también te dará la dirección del almacén.

—Bien, estoy deseando empezar.

Por la puerta del local entró la rubia Heaven con su, como siempre, provocativa ropa seguida de una figura vestida de negro que todos conocían demasiado bien.

—Hola Katsuki-kun! Has aceptado el trabajo ¿verdad? Entonces él será tu compañero—dijo la rubia señalando a su acompañante.

—Katsuki-kun, hacía mucho tiempo que no nos veíamos—los violetas ojos de Jeckyll se fijaron el los castaños del de las cuerdas.

—A-Akabane-san… ¿tú vas a ser el transportista?—escuchar su nombre salir de la boca de aquel hombre había hecho que un escalofrío recorriera todo su cuerpo y ahora intentaba no temblar ante su mirada penetrante.

—Así es, seremos compañeros, ¿te parece mal, Katsuki-kun?—le sonrió y se sentó junto a él.

—Bueno, ya podemos empezar con los detalles—Heaven comenzó a contarle todo sobre lo que debían hacer.

Katsuki intentaba pegarse contra la pared, no quería ni siquiera rozar a aquel hombre, no quería volver a sentir su contacto, pensaba que si lo hacia no podría evitar soltar un gemido recordando lo que había sucedido en la Fortaleza Infinita. Pero al contrario de lo que creía, el Dr. Jeckyll ni tan siquiera volvió a mirarle.

—Entonces nos encontraremos en el puente e iremos a recoger los objetos a la puerta de la mansión ¿te parece bien Katsuki-kun?

— ¿Eh? Am, sí—el moreno ni siquiera estaba escuchando, tan solo podía recordar lo sucedido entre Akabane y él.

El pelinegro se marchó del Honky Tonk sin volver a mirar al de las cuerdas, quien por el contrario era incapaz de quitarle la vista de encima.

Llegó el día del trabajo y el Katsuki esperaba en el puente con impaciencia.

“— ¿Por qué estoy así? Se supone que no tendría que querer verlo, pero no puedo sacármelo de la cabeza. ¿Será resentimiento por todo lo que me hizo? Ese sádico se pasó, por suerte Jubei no podía ver el estado en el que me encontraba, habría sido demasiado vergonzoso ¿Cómo pude venirme con su ayuda? Es ilógico. Y encima me llenó el cuerpo de cortes, pero es extraño que ninguno dejara cicatriz.”

La bocina de un camión lo sacó de sus pensamientos. No conocía al conductor pero el acompañante era el Dr. Jeckyll. Subió al camión y se sentó en la parte de atrás sin decir nada.

“—Suerte que estamos acompañados, así no intentará hacer nada”—pensó el moreno observando a Akabane.

De pronto, cuando comenzaban a subir la colina que llevaba hasta la mansión, empezaron a disparar contra el camión reventando los cristales.

—Vaya, parece que ya empieza la diversión. Yo me encargare de ellos, vosotros seguir adelante hasta la puerta de la mansión—les dijo el pelinegro.

—Entendido—contestó el conductor.

El Dr. Jeckyll se bajó del camión en marcha y comenzó a pelear, o más bien a matar a aquellos que les estaban disparando. Katsuki llegó hasta la puerta de la mansión, donde Ginji y Ban estaban peleando contra unos cuantos tipos con muy mala pinta.

— ¡Katsu-chan al fin llegas!

—Toma, mete esto en el camión y largaos, nosotros les entretendremos, aun nos falta otra cosa por recuperar—le dijo el del Jagan.

—Está bien, tened cuidado.

El moreno metió los objetos que le habían dado en el camión y se pusieron en marcha. Alguno de aquellos “protectores” intentaron atacarle pero fácilmente se libró de ellos con sus cuerdas. Pasaron por el lugar donde habían dejado al doctor pero allí solo había muertos con aquella característica marca en forma de J en su espalda.

—Akabane-san…—el moreno no pudo evitar susurrar su nombre.

—Aquí estoy Katsuki-kun—el pelinegro se encontraba a sus espaldas sin un solo rasguño.

—Es-estás bien…—el de las cuerdas estaba sobresaltado.

—Por supuesto que lo estoy ¿acaso creías que esos estúpidos podrían hacerme algo?—el Dr. Jeckyll se acercaba poco a poco a él.

—Am… no, claro que no, solo que…—se estaba poniendo nervioso y su corazón comenzaba a latir con fuerza ante la cercanía de aquel hombre.

— ¿Estabas preocupado por mi?—sonreía divertido ante la posibilidad de haber marcado tan profundamente al moreno.

—E-eh… bueno… ahora eres mi compañero… —era incapaz de reaccionar, ni siquiera sabía si lo que quería era huir o acercarse más a él.

—Katsuki-kun, eres muy fácil de descifrar ¿lo sabias?—acarició su rostro con la punta de los dedos bajando por su cuello.

El pequeño suspiró y cerró los ojos un instante mientras intentaba tranquilizar a su cuerpo que no dejaba de vibrar descontrolado. El Dr. Jeckyll sacó un bisturí y realizó un fino corte en el cuello del moreno quien tembló y calló al suelo sintiendo las piernas como gelatina.

— ¿Quieres más verdad? Te quedaste con ganas la última vez—el pelinegro sonreía perversamente mirándole desde arriba. Cerró la puerta que comunicaba con la cabina del conductor y se acercó de nuevo al joven—Pídemelo, quiero oír tus suplicas.

El cuerpo del de las cuerdas ya estaba muy excitado a pesar de que apenas le había tocado. En su cabeza seguía intentando resistirse a aquel deseo que provocaba Akabane en él con tan solo su presencia.

—Yo… yo no… no deseo eso… ¿Por qué iba a querer más?—agachaba el rostro para no ver al pelinegro y que este no viera su rostro sonrojado.

—Muy bien, en ese caso no haré nada—con una sonrisa mayor a la anterior el pelinegro pasó a la cabina y se sentó en el asiento del copiloto.

El moreno estaba sobresaltado, pensaba que a pesar de su negación el doctor insistiría y volvería a hacer lo de la otra vez. Y, en el fondo, tal vez lo deseaba.

Llegaron al almacén donde debían dejar la mercancía sin más incidentes y una vez que lo descargaron todo el camionero se marchó dejando solos a los otros dos transportistas.

—Bueno Katsuki-kun, aquí acaba el trabajo. Ha sido un placer trabajar contigo, tal vez nos veamos en otro encargo. Adiós—el pelinegro se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a la ciudad.

“— ¿Va a marcharse? ¿No va a hacerme nada? pero yo… yo…” ¡A-Akabane-san!

— ¿Sí?—el Dr. Jeckyll apenas giró la cabeza para verle por el rabillo del ojo.

—Akabane-san yo… yo quiero… —Al moreno le resultaba muy difícil pronunciar aquellas palabras. Su corazón golpeaba muy fuerte contra su pecho y le costaba respirar.

—Dilo.

—Yo… ¡¡¡YO QUIERO QUE ME POSEA!!!—al darse cuenta de las palabras que habían salido ya incontrolables de entre sus labios se tapó rápidamente la boca y se sonrojó aun más.

—Buen chico, ¿Ves como no era tan difícil?—el pelinegro había aparecido rápidamente a sus espaldas pegando su cuerpo al de él. Acarició los labios del moreno con los dedos y lamió su cuello—voy a hacerte disfrutar mucho.

Lo llevó al interior del almacén y cerró la puerta. La única luz que había era la de la luna que entraba por unos pequeños ventanales en la parte más alta. Comenzó a besa al de las cuerdas sintiendo como su cuerpo temblaba entre sus manos. Sacó uno de sus bisturís y rápidamente se deshizo de la molesta ropa que cubría al pequeño. Deslizó las manos por su espalda comenzando a realizar pequeños cortes que hacían vibrar al moreno cuyos gemidos eran callados por los labios del pelinegro que saboreaba la sangre que había provocado con mordiscos en sus labios. El calor de ambos cuerpos aumentaba al igual que el ritmo de sus respiraciones y sus latidos. El corazón de Katsuki parecía desbocado en su pecho como si en cualquier momento fuera a explotar. Deseaba aquello, sin ninguna razón lógica, lo deseaba desde que le había besado por primera vez con aquellos labios tan fríos que solo él podía llamar tiernos. El doctor tiró una de las sabanas que cubrían los objetos de aquel almacén al suelo y tumbó al moreno sobre ella. Se quitó tranquilamente el abrigo y el sombrero observando el rostro sonrojado y ansioso de su amante sabiendo que ya era suyo. Se colocó sobre él y comenzó a besar su pecho desnudo realizando pequeños cortes con su bisturí que volvían loco al moreno. Lamió los sensibles pezones y los mordió provocando que finos hilos de sangre y saliva se deslizaran por su pecho. Comenzó a masturbar al de las cuerdas, primero con su mano y luego con su boca, torturando su miembro con movimientos lentos e intensos. El pequeño gemía y arqueaba su espada por aquel doloroso placer.

—A-Akabane-san… no puedo más… me vengo… por favor… —suplicaba al pelinegro queriendo liberarse de una vez de aquella presión.

—De eso nada, aun queda mucho más, esta vez te haré sufrir un poco más porque la última no pude divertirme todo lo que me hubiera gustado.

Puso de rodillas boca abajo al moreno, acariciando su trasero y lamiendo su entrada. Katsuki intentó desahogarse él mismo con una mano pero el Dr. Jeckyll se lo impidió atándole las manos con su corbata a la espalda.

—Eres un chico muy malo, no debes hacer nada que yo no te permita, ahora me perteneces—su sonrisa era perversa, el moreno estaba asustado pero ya no podía hacer nada, el placer lo dominaba por completo.

Akabane sacó un par de bisturís e introdujo por el mango uno a uno en el interior estrecho del pequeño que se retorcía del dolor. El doctor tenía una mirada ardiente, estaba disfrutando mucho más que cuando mataba, aquel chico despertaba en él un deseo que ya creía desaparecido. Era tan sensible, tan dulce, tan inocente… todo lo que a él le faltaba lo tenía aquel muchacho y se lo podía arrebatar de aquella forma tan placentera. Acarició la piel que había entre los testículos y la entrada ahora invadida por los bisturís del pequeño y se le antojó marcarla. Sacó una nueva arma y realizó unos cortes en aquella zona diferentes a los que le había hecho hasta ahora. Katsuki intentó apartarse pero el pelinegro se sujetó firmemente. Después de realizar los cortes sacó los bisturís de su trasero y los sustituyó bruscamente por su duro miembro que estaba ya listo. Provocó mucho dolor y sangre en la entrada del pequeño pero que al cabo de una cuantas envestidas se torno en intenso placer.

—Katsuki-kun, eres realmente estrecho, es muy agradable—le susurró al oído.

Salió de él un instante para ponerle boca arriba y penetrarle nuevamente con dureza. Quería observar aquel rostro tan hermoso, ahora aun más, con las mejillas de un color carmesí intenso con lágrimas rodando por ellas pero con una expresión de gran placer.

—Ah! Aka-bane-san! ¡Más! Ah!—su corazón estaba descontrolado y para él el mundo entero había desaparecido, tan solo quedaban ellos dos y ese enorme placer.

Sentir el duro miembro de aquel hombre en su interior era lo que había esperado desde aquella vez y el placer que sentía era mucho mayor al que podía haber imaginado. Sin necesidad de ayuda alguna se vino entre sus vientres con un gemido mayor a los anteriores mientras el pelinegro admiraba aquella expresión de éxtasis y se venía a su vez en el interior del moreno. Se quedó unos instantes dentro de él, disfrutando de aquel calor que le daba, de aquella vista tan maravillosa, para después salir bruscamente del moreno, levantarse y vestirse como si nada hubiera ocurrido.

—A-Akabane-san…—el moreno quería pedirle que se quedara con él, quería preguntarle si lo volverían a hacer pero no se atrevía.

—A partir de ahora eres mío, me perteneces solo a mí. Si algún otro intenta follarte verá la marca que te he hecho y sabrá que eres mío y si aun así te hace algo le mataré. Porque ahora solo yo puedo tocarte, ¿te ha quedado claro?—le dijo mirándole mientras se colocaba el sombrero.

—Sí, Akabane-sama—respondió el moreno con una sonrisa de felicidad en su rostro. Sabía que aquello era lo único que podría lograr de aquel hombre, pero eso le demostraba que le deseaba, que le quería solo para él, supo que aquella era su forma de decirle “te amo”.

Cuando el Dr. Jeckyll se marchó Kastuki intentó calmarse un poco antes de salir. Llevó los dedos hasta aquel corte distinto que le había hecho por debajo de su entrada. Los cortes formaban una J, la marca de Jeckyll. Supo que aquello dejaría una cicatriz que nunca se borraría y pensó “Soy suyo, solo suyo para siempre” y sonrió aun más feliz.

FIN

1 comentario:

  1. sta rmoso l fanfic t qdo mga bn spro q agas mas con sta pareja

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