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Sexo, Muerte, Rock c8







Título: Sexo, Muerte, Rock
Categoría: Original
Género: Yaoi
Clasificación: +14 años
Advertencia: Lemon, Incesto, Violación
Capítulo: 8 de 14 Finalizado: No
Resumen: Sexo Muerte y Rock, las tres palabras que más le gustan al protagonista de esta historia
Un misterioso guitarrista llega a una nueva ciudad. Allí comienza a tocar en un bar de mala muerte donde se encuentra con joven muy inocente por el que empieza a sentir interes. Su jefe le manda hacer un trabajito especial que le dará problemas.

Llegó el descanso antes de la última hora.

—Angelito ¿Qué te parece si nos vamos ahora?—dijo el pelinegro al rubio que tenía delante.

— ¿Ahora? Pero aun queda otra clase—contestó sin atreverse a mirarle a los ojos, se había puesto demasiado cerca.

—Lo sé, pero estoy un poco aburrido y me gustaría charlar un rato contigo a solas—le dijo Argón girando su rostro hacia él con la punta de los dedos en su barbilla.

—Em… etto… yo…—tartamudeó el pequeño sonrojándose.

—Vamos, no tenemos tiempo—el pelinegro copió la cartera de ambos con una mano y con la otra agarró del brazo al rubio y lo llevó con él.

—E-espera… no podemos—sus quejas no fueron escuchadas.

Consiguieron salir del instituto sin que ningún profesor los viera. Comenzaron a caminar guiados por Argón. Ryou lo observaba a su lado, le parecía un hombre dominante, un líder nato, solitario y fuerte. Capaz de hacer que cualquiera le siguiera como había hecho él. Argón se giró a verle y sonrió ante el sonrojo en sus mejillas.

— ¿Te gusta mirarme?—le preguntó poniéndose frente a él acariciando su rostro—si que eres tierno, angelito.

Las mejillas del rubio ardían y su corazón se aceleraba con el aumento de la cercanía del rostro del pelinegro al suyo.

“—Otra vez, lo va a hacer otra vez, otro… beso”—era el pensamiento que aparecía en su mente.

No sabía si lo deseaba o si quería apartarse, pero eso habría sido imposible, su cuerpo estaba paralizado. Sintió los labios del otro suavemente, su cuerpo estaba paralizado. Cerró los ojos fuertemente, su cuerpo temblaba, su corazón parecía querer salirse del pecho. Aquellos labios tan dulces, tan suaves, tan tiernos que acarician los suyos como si se fueran a romper por un contacto más agresivo. Cuando dejó de sentir aquel fantástico contacto tardó unos segundos en abrir los ojos para encontrarse con una tierna sonrisa del pelinegro.

—Sí que son dulces los labios de un ángel—aquellas palabras hicieron que las mejillas del rubio se pusieran aun más rojas de lo que ya estaban.

Argón no quiso seguir con más, aquello ya era suficiente por el momento, no debía ir demasiado rápido con alguien tan inocente. Rodeó sus hombros con un brazo para que siguiera andando junto a él ya que parecía estar en shock.

— ¿Te disgusta que te bese?—preguntó Argón cuando Ryou ya se había recuperado un poco.

— ¡¿Eh?! ¡¡No!!—Sin darse cuenta lo había dicho con demasiada energía, lo que hizo que agachara la cabeza algo avergonzado—yo… etto… es que nunca…

—Tranquilo, lo entiendo. Si en cualquier momento piensas que voy demasiado rápido solo fréname—le dijo mirándole de reojo.

— ¿De-demasiado rápido?—no entendía a que se refería ¿Qué pensaba hacer?

Argón solo sonrió, se lo iba a pasar muy bien con su nuevo juguetito.

Se sentaron en el banco de una plaza. Ryou sonrojado retorcía en sus manos el asa de su cartera, estaba muy nervioso, no sabía qué decir. Porqué se sentía así, normalmente se sentía cómodo hasta con los desconocidos, pero aquel hombre… aquel hombre era distinto al resto y no sabía porqué. Sacó la única forma que tenía de tranquilizarse, su bloc de dibujo. Siempre que dibujaba se abstraía del mundo, en aquel momento era su única opción. Ryou comenzó a dibujar el paisaje de la plaza, se concentró en las formas, en las texturas, intentando olvidarse del hombre que tenía a su lado y que lo observaba curioso. Pasaron veinte minutos y seguían en silencio, el dibujo ya estaba muy avanzado gracias a la ágil mano del pequeño. Argón observaba cada movimiento, cada expresión de aquel ángel que parecía estar en otro mundo. Era muy probable que se sintiera igual que cuando él tocaba la guitarra. El pelinegro se levantó sin que el otro se percatara de ello y regresó enseguida poniéndole una palmeta frente a él. El rubio le miró saliendo de su mundo.

—Gracias—le dijo dejando el lápiz y cogiendo la palmera.

—No hay de qué, me gustan los chicos golosos—el rubio se sonrojó de nuevo y bajó la mirada—veo que te gusta dibujar y lo haces realmente bien.

—Am…yo… no lo creo, solo soy un principiante.

—Eso no importa, muchos pintores son grandiosos desde principiantes. Y se nota que tú tienes talento. ¿Puedo ver algún otro dibujo?

—Claro—el pequeño le pasó el bloc que estaba por terminarse.

Argón comenzó a pasar las páginas parándose bastante en cada dibujo. La mayoría eran de paisajes, había alguno de su hermano y de Nao. Y entonces vio uno suyo, sobre el escenario, por la ropa era de su primer concierto. En la imagen solo estaba él con su guitarra, el resto solo eran sombras. El rubio se dio cuenta del dibujo que estaba mirando y le arrebató enseguida el bloc de las manos apretándolo contra su pecho, más rojo que un tomate.

—Em, e-etto… yo… es-es que… bueno yo…—estaba nervioso y avergonzado, quería que la tierra lo tragase.

—No pasa nada, me gusta mucho y me halaga—se acercó a él sonriente, rodeó su espalda con un brazo, acercó sus labios a los del pequeño y mientras los rozaba suavemente le quitó el bloc de las manos ante la sorpresa del pequeño y antes de que reaccionara lo besó tiernamente unos segundos dejándolo en shock de nuevo—déjame ver el resto—le susurró cuando se apartó.

El chico no reacciono y Argón siguió viendo sus dibujos sonriente. El siguiente era nuevamente de él. De su encuentro en el baño, solo su rostro, un retrato muy fiel a la realidad. La siguiente imagen era un paisaje, calles cercanas al local donde tocaba. La siguiente de su encuentro en el parque, con más luz, una escena más dulce. Y la última del siguiente concierto, cuando había entrado en la trastienda y lo había visto hablar con su guitarra.

—Per-perdona—susurró el rubio.

— ¿Por qué pides perdón?—preguntó extrañado el mayor.

—Bueno… no te pedí permiso para dibujarte—estaba sonrojado hasta las orejas y miraba al suelo.

Argón dejó el bloc a un lado, rodeó los hombros del pequeño con un brazo y con la punta de sus dedos levantó su barbilla y acercó su rostro.

—Me agrada mucho que me hayas dibujado, significa que has pensado en mí y eso me gusta.

Le besó de nuevo, más intensamente, un beso más mojado. La gente que pasaba no se fijaba en ellos, parecían una pareja corriente gracias al rostro algo afeminado del ojiaqua, podía hacerse pasar perfectamente por una mujer. Después de separar los labios le dio un dulce beso en la mejilla.

—Me halaga haber encontrado a un ángel tan dulce como tú—el pequeño intentaba decir algo pero era incapaz—vamos, ya habrán acabado las clases. Argón le acompañó hasta la puerta del instituto cuando estaba tocando la campana. Le dio un suave beso en los labios y lo dejó allí algo confuso.

“—Ángel… me llama ángel…”—pensaba embobado mirando el camino por donde se había marchado el guitarrista.

“—Vaya, al final no hemos hablado mucho—pensaba el pelinegro sonriente—pero los besos han sido muy placenteros”

~~~~~~~~~~~SEXO~~~MUERTE~~~ROCK~~~~~~~~~~~~

—Ryou!!—lo llamó el pelirrojo.

— ¿Dónde estabas? No estabas en tu clase ¿Qué ha pasado?—le preguntó algo atorado el moreno.

—Em… lo siento yo… bueno… me salté la última clase—era incapaz de mentirles.

— ¿Pero por qué has hecho eso? Tú nunca te has saltado las clases.

—Em… es que…—no sabía que explicación darles para que no se enfadaran.

— ¿Ha sido él verdad? ¿Ese bastardo te ha convencido para irte con él no?—Sora estaba comenzando a alterarse.

—Sora, por favor, cálmate—Nao cogió al moreno por los hombros desde atrás temiendo que se pasara.

—En cuanto encuentre a ese carbón lo voy a hacer picadillo.

—Hermano, no es culpa suya, yo acepté—dijo cabizbajo.

— ¿Qué te ha dicho ese hijo de puta, que te ha hecho?

— ¿Eh?—el rubio estaba extrañado, no entendía qué le pasaba.

—¡¡Sora cálmate!!—el pelirrojo lo agarró por los brazos y lo puso contra las verjas—no le ha pasado nada, tienes que tranquilizarte.

Nao parecía más furioso que el moreno quien agachó la cabeza intentando controlarse. Ryou les miraba extrañado, no entendía lo que les estaba ocurriendo. El pelirrojo se apartó y les dio la espalda.

—Me largo—dijo alejándose.

— ¡N-Nao!—el rubio le llamó pero este no volteó—lo siento, lo siento mucho, yo no quería… perdóname por favor.

Estaba cabizbajo, con los ojos aguados a punto de llorar. Al verlo así el mayor no pudo más que abrazarle y enterrar el rostro en sus rizos dorados. Le dolía en el alma el sufrimiento de su hermano, verle llorar, aunque resultaba hermoso, también era un suplicio. Regresaron a casa sin decir una palabra.

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