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Perversiones c2b


Título: Perversiones
Categoría: Naruto Personajes: Orochimaru X Kiba
Género: Romántico, Yaoi
Clasificación: +18 años
Advertencia: Lemon, Chan
Capítulo: 2b de 15 Finalizado: No
Resumen: Un joven que lo ha perdido todo acaba siendo el perro de un hombre perverso
Nota: Este fanfic es un conjunto de One-shots de distintas y extrañas parejas, tanto yaoi como yuri conectados entre si por pequeñas cosas.

No sabía porqué aquel chico le atraía tanto, tal vez era su mirada perruna o su fuerza interior por sobrevivir en el mundo solo, deseaba a aquel chico y lo iba a tener. Escuchó el agua correr en la ducha, entreabrió la puerta y observó a través de la mampara casi transparente el cuerpo de aquel chico. Estaba muy bien formado aunque aun era un niño, tenía algo marcados los músculos del pecho y los brazos y tenía un trasero firme y perfecto. Le gustaba aquel cuerpo y deseaba tenerlo cuanto antes. Pero debía esperar, no quería asustarle. Preparó la comida y esperó al joven sentado en el sofá con Akamaru en el regazo, el perro sentía algo de rechazo hacia aquel hombre pero no quería apartarse de él. Kiba salió del baño con apenas una toalla alrededor de la cintura, lo que excitó mucho al serpiente. El muchacho se sorprendió mucho al ver a Akamaru tan tranquilo en el regazo de un desconocido.

—Tu perro se porta muy bien—dijo Orochimaru dejándolo en el sofá para levantarse—te traeré algo de ropa y comeremos.

La lasciva mirada del serpiente hacía estremecer al joven y sin saber porqué algo en su cuerpo se empezaba a poner duro. Cogió la ropa que el mayor le ofreció y entrando de nuevo en el baño se cambió, le quedaba muy grande pero al menos era ropa limpia. Se puso algo nervioso al pensar que aquella ropa había tocado el cuerpo de aquel hombre y su entrepierna despertó más. Salió del baño con el rostro sonrojado, ¿Qué le estaba ocurriendo? Se sentó a la mesa, frente a él había un plato con abundante comida. No esperó a nada, se puso a comer con ansias igual que Akamaru junto a él en la misma mesa. Mientras lo observaba Orochimaru sonreía sentado frente a él.

—Si comes tan rápido te atragantarás—le dijo sin apartarle la vista de encima.

El muchacho levantó un segundo el rostro de su plato encontrándose con esa mirada de serpiente que le hizo sonrojar y comer más despacio como si le hubiera dado una orden. Después de comer se sentaron en el sofá.

—Dime Kiba, ¿no vas al instituto?—preguntó Orochimaru.

—No, no tengo libros ni dinero para comprarlos—contestó sin mirarle.

—Mañana irás al instituto que yo dirijo, no te preocupes por los libros, yo me encargo de todo—dijo sin más.

—Pe-pero señor, apenas me conoce, ¿Por qué va a hacer eso?—preguntó extrañado, nadie se había preocupado así por él.

—Porque sí, puedes tener futuro, pero solo si aprendes.

—En la calle se aprende mucho—se sentía incómodo con tanta caridad.

—Puedes quedarte a vivir aquí, es una casa muy grande y vivo yo solo—le dijo haciendo caso omiso de sus palabras.

— ¿Acaso no has escuchado lo que he dicho?—alzó la voz casi gritando ante la indiferencia del otro—No quiero tu caridad.

—No lo hago por caridad, eso no va conmigo—contestó sin preocuparse por su enfado.

—Entonces ¿Por qué lo haces?—le preguntó gritando y levantándose.

En el rostro del serpiente se dibujó una sádica sonrisa que hizo retroceder al joven unos pasos mientras su respiración se aceleraba.

—No importa porque lo hago—le dijo Orochimaru levantándose y acercándose mucho a él, tanto que sus labios casi se rozaban—simplemente agradece la ayuda.

Kiba imaginó como deseaba que se lo agradeciera, pero pensó que era imposible que quisiera eso. Podía sentir la respiración del serpiente sobre su rostro y algo en su interior se estaba revolviendo y algo externo se endurecía. Orochimaru sonrió aun más al sentir su excitación pero pensó que aun no era el momento, se dio la vuelta y se dirigió a la puerta cogiendo su abrigo.

—Tengo cosas que hacer, descansa un rato, puedes meterte en la cama si quieres, no creo que hayas dormido muy bien en el banco del parque—tras decir eso salió por la puerta dejando al joven temblando.

Kiba entró en el dormitorio de aquel hombre ya que no encontró otro en la casa, todas las habitaciones, y eran varias, o estaban cerradas o llenas de libros. ‘Que tipo más extraño’ pensó para sí el joven, metiéndose en la cama con Akamaru en sus brazos. Sin darse cuenta se quedó dormido y tuvo extraños sueños con aquel hombre. Soñó que era su perro, que lo llevaba de una correa, que lo besaba y que lo poseía. ¡¿Pero por qué soñaba aquello?! No debía, era un hombre muy mayor para él, ¿pero porque tenía aquel sueño tan erótico con él? Además era un hombre, no podían. Era un sueño tan real, parecía estar sintiendo de verdad aquellos fríos labios sobre los suyos, en su cuello, en su pecho, aquella mano acariciando su miembro… abrió los ojos y la habitación estaba bacía. Kiba se levantó de la cama y se dio cuenta de que su entrepierna estaba totalmente despierta. Acabó de masturbarse y comenzó a recorrer la casa con curiosidad. Se paró en una habitación cuyas paredes estaban cubiertas por completo de libros. Tras observarlos un rato un libro con tapa negra sin ninguna letra llamó su atención. Lo cogió y lo abrió, tenía unas letras muy extrañas, no entendía nada y también había unos dibujos muy complicados y sin sentido. De pronto el libro se cerró en sus manos. Orochimaru estaba a su espalda y había cogido el libro.

—Esto no es para ti, pequeño—le dijo guardando el libro de nuevo.

—No me interesaba, solo estaba mirando—dijo saliendo de la habitación.

Orochimaru se adelantó con ligeros movimientos y se puso frente a él. Acercó su rostro al del joven, apenas los separaban tres centímetros.

—Puedes quedarte a vivir aquí, pero no fisgues en los libros que yo no te permita, hay cosas que tú no debes conocer—parecía una amenaza pero el joven estaba tan nervioso que no pensó en ello, el cuerpo de aquel hombre estaba demasiado cerca del suyo y el calor que comenzaba a sentir no le dejaba pensar. Orochimaru sonrió y se aparto de él—bueno, es hora de cenar.

Kiba se sentó esperando la deliciosa comida que preparaba su anfitrión y Akamaru subió de un salto a la mesa ansioso también por la comida. No les hizo esperar mucho, disfrutaron de una suculenta cena como la que nunca habían tenido. Después de la cena Kiba estaba muy nervioso, no sabía qué hacer ni dónde meterse. ¿Dónde iba a dormir? No creía que Orochimaru le dejara en el sofá, además no se hacía cama.

—Ve ya a dormir, mañana empezarás en el instituto—le dijo Orochimaru.

— ¿Puede darme una manta?—dijo esperando dormir en el sofá

— ¿Manta?, en la cama no hace frío—contestó el serpiente sabiendo lo que pensaba el chico.

— ¿Pe-pero usted dónde dormirá?—preguntó cada vez más nervioso.

—En la cama también, no creo que haya problema—al joven se le encogió el corazón y su respiración se aceleró preocupantemente. Sin saber que hacer entró en la habitación y se quedó de pie frente a la cama temblando— ¿Qué haces? Mañana vas a tener que madrugar—Kiba se metió en la cama quedándose lo más al borde que pudo. Al poco rato Orochimaru se tumbó junto a él. Este pudo sentir los nervios y la excitación del joven, ¿debía hacerlo esa noche?—Métete más dentro, te vas a caer.

El pequeño apenas se movió unos centímetros. Akamaru subió rápido a la cama y se puso sobre Orochimaru quien comenzó a acariciarle. Kiba se sorprendía enormemente al ver la simpatía que Akamaru expresaba al serpiente. Intentó calmarse y dormir, no iba a pasar buena noche por la cercanía de aquel hombre, pero lo intentaría. En seguida llegaron los sueños, o más bien las fantasías. Soñaba que el pálido cuerpo desnudo de aquel extraño hombre entraba en el baño mientras él se duchaba y sin decir una palabra comenzaba a besarlo y acariciarlo deslizando sus manos por las partes más íntimas de su cuerpo. Deseaba acariciarlo también, aquella piel de porcelana, deseaba probarla. Acarició aquellos pectorales, los besó y lamió dejándose abrazar por aquellos fuertes brazos que lo cobijaban y lo hacían sentir seguro.

Mientras, en el mundo real, el joven se había acercado al pelinegro. Le acariciaba sumergido en su fantasía, respirando agitadamente, gimiendo suavemente, rozando su cuerpo contra el del mayor, sobretodo la erección que comenzaba a surgir e su entrepierna. Orochimaru sonreía agradecido por la oportunidad. No estaba seguro de hacerlo esa noche pero el pequeño le había abierto la puerta. Se puso sobre él y comenzó a besar su pequeño cuello dejándole seguir en su fantasía un rato más. Lo desnudó por completo y contempló aquel cuerpo tan delicado y vulnerable durante unos momentos para después seguir con sus besos y caricias. Lamió las rosadas tetillas poniendo enseguida duros los pezones sin poder resistirse a morderlos causando que el moreno despertara de su fantasía.

—Ah! ¿Qué…? ¡O-orochimaru!—Kiba se sonrojó como un tomate al descubrir a aquel hombre sobre él en aquella posición, su cuerpo completamente desnudo y en su parte baja algo levantándose.

—Relájate Kiba, has sido tú el que ha empezado, no puedes negarme que lo deseas—le digo acariciando suavemente su miembro.

—Am… n-no, yo no…—el chico estaba muy confuso, no entendía como había llegado a eso.

—Mi pequeño, tus fantasías eran tan intensas que las estabas expresando con tu cuerpo vivamente—le dijo besando sus labios, explorando su cavidad haciendo estremecer al moreno.

Bajó los labios por su cuello, por su pecho, lamiendo y mordisqueando haciendo que le pequeño no pudiera contener los gemidos de placer. Llegó hasta su miembro y comenzó a lamerlo con su lengua experta. Se metió el pequeño pero duro miembro en la boca mientras Kiba cerraba fuertemente los ojos agarrándose fuertemente a las sábanas sin entender porqué hacía aquello.

—O-oro-chimaru… esto no… no está bien. ¿Por qué hace… esto?

—Mi niño, olvida todo eso, ahora tan solo disfruta—deslizó un dedo hasta su entrada y comenzó a meterlo despacio.

El moreno arqueó la espalda y emitió un grito de dolor. Era demasiado estrecho, lógico para un virgen. Orochimaru sacó el dedo y decidió ir más despacio. Siguió concentrándose en la felación, acariciando suavemente aquel pequeño cuerpo para que se relajara. Kiba se vino enseguida en la boca del pelinegro con un largo gemido que sonó realmente dulce. El mayor bebió aquella semilla y una perversa sonrisa volvió a aparecer en su rostro. Dejó descansar unos momentos al jadeante moreno mientras lo ponía boca abajo y levantaba su trasero. Comenzó a lamer su linda entrada haciendo temblar al pequeño.

—N-no, Orochimaru eso… eso es sucio, no lo haga ah!—intentaba controlar sus gemidos pero era imposible.

—Con un chico tan hermoso como tú no puede ser sucio. Relájate y disfruta, voy a hacer que sientas el mayor placer.

Introdujo un dedo en su interior y comenzó a moverlo circularmente. El pequeño gemía y se retorcía ¿estaba sintiendo placer con aquella invasión? No era posible, pero no quería que parara. Orochimaru introdujo otro dedo sin dejar de moverlos, siguió besando su cuello y su espalda, su suave piel con aquel dulce olor, realmente lo volvía loco. Metió un tercer dedo para dilatarle un poco más y no hacerle demasiado daño. Pegó su pecho a la espalda del pequeño, lamiendo su cuello y su rostro y acariciando sus tetillas, disfrutando de aquel frágil calor.

—Ya estás preparado, ahora relájate y confía en mí. Te dolerá un poco al principio pero te prometo que después disfrutarás mucho—lo puso boca arriba y comenzó a introducir la punta de su miembro.

El moreno gritó de dolor, a pesar de que lo había dilatado, el miembro del pelinegro era demasiado grande para su virgen entrada. Aun así siguió introduciendo el falo despacio. Poco a poco, como el mayor había dicho, aquel dolor desaparecía dando paso a un placer desconocido. Orochimaru pudo introducir todo su miembro, aunque tendría que ir con cuidado si no quería causar serios daños al pequeño, pero por ser la primera vez era suficiente. Comenzó a envestir lentamente al moreno, abrumado por su estrechez. Kiba se retorcía y gemía por aquella maravillosa mezcla de dolor y placer. Se agarró a los hombros del pelinegro e inconscientemente intentaba hacer que las envestidas fueran más profundas, quería que el contacto con aquel hombre fuera mayor. Cuando el ritmo de sus envestidas aumentó y apenas podía controlarse, se vino en el interior del joven y este de nuevo entre sus vientres quedando exhausto sobre las retorcidas sábanas.

— ¿Te ha gustado verdad? Mi pequeño, eres realmente estrecho, me encantaría poder hacer esto todos los días—le dijo besándole dulcemente.

—Pero esto… no está bien, no podemos hacerlo—decía todo lo contrario de lo que deseaba.

—Si no se lo cuentas a nadie no podrán impedírnoslo—le dio un último beso y le dejó dormir.

~~~~~~~~ FIN RECUERDOS ~~~~~~~~

Metió toda la longitud de su dueño en la boca disfrutando de aquel frío sabor. A pesar de estar excitado Orochimaru apenas aumentaba de temperatura. Subió y bajó muy lentamente sabiendo que aquellos movimientos torturaban a su dueño, procurando no dejar de mover la lengua, también le daba pequeños mordiscos que hacían suspirar levemente al serpiente y el joven sabia que eso era lo más que podía conseguir, su amo procuraba no mostrar su excitación y su placer. Orochimaru agarró sus cabellos para que aumentara el ritmo ya que no soportaba tanta lentitud. Al poco rato se vino en la boca del joven, quien saboreó la leche de su dueño. Al ver la cara de placer del joven al beber su líquido la sonrisa de su rostro aumentó y se volvió perversa. Agarró al joven por el cuello y lo puso boca abajo en la mesa dejando sus caderas fuera para tener un buen ángulo de penetración. Acaricio sus nalgas y sus muslos y lamió y mordisqueó su espalda mientras rozaba su miembro casi completamente erecto de nuevo, contra su raja. El joven gemía y disfrutaba de aquellas manos expertas que recorrían su cuerpo y aquella lengua que tanto lo excitaba. Él también tenía una norme erección y necesitaba que su dueño la satisficiera, pero tenía miedo de que se le antojara no hacerlo. Pero por suerte no fue así. Cuando Orochimaru lo penetró de un empujón sin haberlo preparado antes, provocándole tremendo dolor, comenzó a acariciar con una mano la erección de su perro subiendo y bajando al mismo ritmo de sus envestidas. Kiba gemía y lloraba por el dolor procurando no gritar para no alertar a los que se encontraban fuera. Junto a ellos se encontraba Akamaru que los observaba también excitado. Con una última envestida Orochimaru se vino en el interior de Kiba y este en su mano. El joven se quedó tendido sobre la mesa jadeando mientras de su entrada caía sangre mezclada con la semilla de su amo. Orochimaru lo agarró por el cabello levantándole y lamiendo las lágrimas que caían por sus mejillas. Le dio un intenso beso explorando su cavidad con la lengua y dejando al joven sin respiración.

—Ve a clase, llegas tarde—le dijo echándolo a un lado y sentándose en su sillón frente a su mesa.

El joven no esperaba mimos pero tampoco le gustaba tanta indiferencia. Abrió uno de los cajones de la mesa y sacó unos pañuelos, aquella no era la primera vez que lo hacían allí y hasta tenía unos calzoncillos de repuesto que tuvo que utilizar porque los suyos estaban cubiertos de sangre y semen.

— ¿Esta tarde vas a estar libre?—preguntó Kiba.

En los últimos días apenas veía a su dueño, salvo cuando llegaba por la noche muy tarde a la casa que compartían o por la mañana un rato antes de ir a clases o en la comida si no se había ido.

—No lo creo, tengo muchas cosas que hacer—le contestó sin tan siquiera mirarle.

Enfadado por aquella actitud que tanto detestaba salió del despacho sin decir nada más con Akamaru en brazos.

Antes Orochimaru aprovechaba cualquier ocasión para poseerle, todas las tardes las pasaban con sexo (eso sí, después de haber hecho los deberes el joven) y si algún día no podía, notaba como su dueño se ponía de mal humor y maldecía los cielos. Pero en la última semana no era así.

— ¡Akamaru! ¡¿Otra vez?!—gritó el joven palpando la erección de su perro—no es bueno que te excites mirándonos, no es normal.

Comenzó a acariciar el miembro del animal mientras este lamía su cuello disfrutando del sabor de su dueño.

—‘Cuanto me parezco a él, no soy más que el perro de Orochimaru’—pensó el joven entristecido disfrutando de aquellos lametones mientras su perro se corría en su mano.

FIN

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