Título: Nuestro momento predestinado
Fandom: Mentes Criminales Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, violencia
Capítulos: 30 (30 de 30) FIN
Resumen: El gobierno dice que Spencer Reid es el Alma Gemela de Aaron Hotchner, y Aaron siempre ha confiado en el sistema, pero ese chico flacucho con pinta de ayudante de profesor universitario y claros problemas de personalidad no puede ser su Alma Gemela. No le queda otro remedio que casarse con él, pero eso no significa que tenga que aceptarlo como su pareja.
Nota: Atención, esta es una historia dura que involucra a niños que han sido violados y torturados. Estos hechos no se describen en sí, pero sí se habla posteriormente de ellos y también se incluye la muerte de menores.
Capítulo 30
6 meses después
Fueron cuatro horas y media de incómodo
viaje en la clase turista de un avión comercial. El tiempo en Las
Vegas era como siempre, seco y caliente, arena por todas partes. El
sol golpeaba fuerte sobre sus cabezas cuando llegaron. Spencer estaba
nervioso, cerca de un ataque de pánico y no sabía qué hacer
consigo mismo. Sus manos tan pronto se aferraban al brazo de Aaron
como se ponía a colocarle la ropa a Jack, a pesar de estar perfecta,
o se arreglaba la suya propia.
—Cariño, todo va a ir bien, va a
salir bien, no te preocupes.
—Aaron...—era una súplica, aunque
no sabía para qué exactamente.
Aaron le rodeó con un brazo a pesar
del calor y subieron a un taxi con la maleta. Después de dejar el
equipaje en el hotel, se dirigieron caminando al Sanatorio
Bennington.
—¿Cómo está?—le preguntó
Spencer al doctor, pareciendo casi que iba a salir corriendo.
—Tiene un buen día—respondió el
doctor Norman con una sonrisa.
Spencer asintió con la cabeza, miró a
Aaron y a Jack e inspiró profundamente.
—Vale. Vamos. Vale—con todo su
cuerpo tenso, se dirigió hacia la habitación de Diana Reid.
Se asomó a la puerta abierta y por
algún motivo se relajó en cuanto vio a su madre sentada junto a la
ventana con un libro en las manos. Esa era la imagen más agradable
que tenía de ella y a la que tantas veces se había aferrado en el
pasado.
—Mamá—la llamó con voz suave.
Diana levantó la mirada del libro y
una sonrisa iluminó su rostro. Dejó el libro a un lado y se levantó
de la silla.
—Spencer...
Se acercó a su hijo y el joven se
fundió en un largo abrazo con su madre. El corazón de Spencer latió
dolorosamente. La había echado tanto de menos, pero sentía tanto
miedo cada vez que iba a verla.
—¿A quién tenemos aquí?
Spencer se sorprendió cuando Diana se
apartó de él. Su mirada no se detuvo ni un segundo en Aaron, fue
directamente al pequeño que la miraba curioso. Se acercó a él y se
inclinó un poco.
—Tú debes de ser Jack—le dijo con
una mirada inquisitiva.
El pequeño asintió con la cabeza.
—¿Tú eres la mamá de Spencer?
—Así es, puedes llamarme abuela. Ven
conmigo.
Tomó a Jack de la mano y se lo llevó
hacia un sillón. Se sentó y sentó al pequeño sobre su regazo.
Comenzó a charlar con él y al poco rato ya estaba leyéndole un
libro. Spencer miró sonriente a Aaron, que parecía muy sorprendido.
Había ignorado por completo a su Alma Gemela, pero eso era en
realidad lo mejor que podría haber sucedido. Rodeó el brazo del
exagente con el suyo y se sentaron en el sofá de la habitación,
observando a Diana mientras leía al pequeño.
Había tenido miedo de que no aceptara
a Jack, había estado aterrado de que odiara a Aaron, pero ahora se
daba cuenta de lo ridículo que había sido eso. Se trataba de su
madre, de la persona que más le quería, de la persona que deseaba
su felicidad por encima de todo. Si él era feliz, ella era feliz por
él y era capaz incluso de aceptar a un fascista como yerno. Y no
podía alegrarse más de ver el cariño inmediato que había
desarrollado por Jack. Cuando les miraba sentados en esa silla,
sentía una inmensa calidez en su pecho, le recordaba a la época en
que ella le leía libros justo de ese mismo modo. Decidió en ese
momento, que llevaría a Jack a ver a su abuela tan a menudo como le
fuera posible.
En algún momento, la tensión dejó su
cuerpo y el cansancio por no haber dormido los últimos días de los
nervios pudo con él y se quedó dormido reclinado contra Aaron. Solo
en ese momento, cuando Diana estuvo segura de que su hijo dormía,
miró a su yerno con la expresión más dura y firme que Aaron había
recibido jamás. El exagente del FBI sintió que su sangre se
congelaba por un momento.
—Cuida bien de mi hijo—le dijo la
mujer con tono serio. No había necesidad de amenaza, no diría nada
delante del niño, pero estaba claramente implícita.
Llevaron a Diana a comer fuera y
pasaron con ella la tarde y la mañana del día siguiente. Su
atención estuvo prácticamente centrada en el pequeño hasta que
tuvo un momento a solas con su hijo antes de que se marchara.
—Has conseguido una familia.
—Sí, mamá.
—No te lo esperabas.
—No, ya había renunciado a ello.
—Pero ahora eres feliz, eso me
alegra. No puedo decir que me agrade tu marido, no después de lo que
me has contado—Spencer finalmente se lo había dicho todo, poco a
poco, en las cartas previas a ese día—, pero mi nieto es un amor y
quiero estar al día de todo lo que sucede en su vida y que me envíes
fotos o vídeos o cualquier cosa. Tengo que presumir de él con mis
compañeros.
—De acuerdo, mamá. Te prometo que te
mantendré al tanto de todo y él también te escribirá—respondió
sonriente.
—Y tenéis que visitarme más a
menudo, quiero verle crecer. Me recuerda tanto a ti—le miró con
tanta tristeza en el rostro que Spencer no pudo resistir y la abrazó
de inmediato.
—Mamá... te lo prometo, vendremos
tan a menudo como podamos. Me esforzaré para que podamos venir
regularmente. Incluso si yo no puedo venir, Aaron traerá a Jack para
que le veas.
—Te quiero, cariño.
—Yo también te quiero, mamá.
Tenía toda la intención de cumplir su
promesa. No dejaría que su madre se sintiera sola de nuevo,
compartiría con ella la felicidad de criar a Jack. Ahora tenía con
ella un nuevo vínculo, la entendía mejor que nunca. Ahora sabía lo
que era el miedo a la locura cuando alguien dependía tan
profundamente de ti y al mismo tiempo el no importarte en absoluto.
Siempre se había sentido culpable del estado en que se encontraba su
madre porque sabía que tras dejar la medicación por el embarazo y
tras dar a luz su enfermedad había empeorado irremediablemente.
Hasta ahora se había culpado a sí mismo por el simple hecho de
haber nacido, pero ahora comprendía la decisión que había tomado
su madre, la misma que él tomaría por Jack sin dudarlo ni un
segundo. Ni siquiera su cordura valía tanto como la vida de ese
niño.
El viaje de vuelta no resultó tan
largo ni tan terrible como el de ida. Spencer estuvo sonriendo todo
el tiempo.
—Ha ido tan bien—le besó—, tan,
tan bien—le besó de nuevo.
Ya habían acostado a Jack y cerrado la
puerta de la habitación.
—Te lo dije, sabía que no habría
ningún problema—Aaron rodeó su cintura con los brazos y dejó que
los besos siguieran por su cuello.
—No podías saberlo. Yo no
podía saberlo así que tú tampoco. Pero da igual, me alegro tanto
de que haya ido tan bien—le dio un último beso y se apartó de él.
Se quitó la camiseta, los pantalones, los calzoncillos y los
calcetines. Se quedó completamente desnudo delante de Aaron—.
Vamos, ¿a qué esperas?
—¿Cómo puedes tener tanta energía
después del viaje?—le preguntó Aaron, mirando detenidamente aquel
hermoso cuerpo.
—Oh, ¿estás diciendo que no tienes
energía para jugar un rato conmigo?—deslizó una mano por su
propio pecho, tanteando sus pezones oscuros, mientras acariciaba su
muslo con la otra, tan cerca de su miembro que comenzaba a despertar,
pero sin llegar a tocarlo.
—Nunca me atrevería a decir algo
así—respondió, desabrochándose ya el cinturón—. Prometí
cuidar de ti y lo decía en todos los sentidos.
Spencer sonrió y se relamió los
labios.
—Eso está mejor.
Se acercó a Aaron y se arrodilló
frente a él. Aaron tragó saliva, sabiendo lo que venía. Spencer le
desabrochó el pantalón y sacó el miembro aún flácido que
comenzaba a despertar. Sacó su lengua y lamió obscenamente de la
base hasta la punta. Bajo la atenta mirada de Aaron, siguió
lamiéndolo y chupándolo mientras lo frotaba con sus manos hasta que
estuvo del todo erecto. Entonces, envolvió los labios alrededor de
la punta y comenzó a penetrar su boca con la verga. Lentamente,
acostumbrando su boca al peso y la invasión. Relajó su garganta y
llegó un poco más profundo, siempre un poco más profundo cada vez
que lo hacía. Ahora era ya capaz de tomar más de dos terceras
partes y, cuando ya no pudo más, tragó a su alrededor.
—¡Ngh! Joder, Spence...—Aaron le
agarró con fuerza del cabello, esforzándose por controlarse.
—Mmh—murmuró entorno a la verga,
enviando vibraciones por todo su cuerpo.
Envolvió su mano alrededor de la base
del miembro que no podía tragar y le miró con esos grandes y
húmedos ojos. Sin duda se veía hermoso con su polla en la boca.
Aaron entendió lo que quería decirle y con un firme agarre en su
pelo sacó el miembro lentamente y volvió a penetrarle de nuevo. Comenzó con un ritmo suave que fue aumentando poco a poco, follando
la preciosa boca de Spencer mientras este permanecía totalmente
sumiso. Visto desde fuera, uno podría pensar que al ser virgen lo
había entrenado para satisfacerle, pero era más bien al contrario.
Había sido Spencer quien le había pedido, tímidamente, aquello la
primera vez y, bueno, Aaron no era tan idiota como para negárselo.
Spencer estaba aprendiendo poco a poco
lo que le gustaba a su pareja observando sus reacciones cada vez que
tenían sexo. Y aprendía rápido. Sus dedos eran mágicos, como
Aaron había imaginado. Acariciando sus bolas y su perineo mientras
penetraba su boca, deslizando un dedo en su interior para estimular
su próstata. Esos dedos eran largos y delgados, alcanzando
perfectamente lo que necesitaban.
—Suficiente—le dijo, sacando el
miembro por completo de su boca y encontrándose con la adorable
expresión de disgusto del joven—. Si me corro ahora en tu boca no
seré capaz de levantarla de nuevo.
—Hm... Eso sería una
lástima—respondió con voz ronca. Se levantó del suelo y se
arrodilló al borde de la cama, apoyándose sobre sus antebrazos y
levantando el trasero—. Vamos, estoy preparado.
—¿Preparado?—preguntó arqueando
una ceja.
Spencer le miró con expresión pícara.
—Me preparé antes, en la ducha—le
dijo sonriente.
—Mgh...—Aaron gruñó y su miembro
goteó—. Debería prepararte un poco más.
—No, por favor, quiero sentirlo—le
pidió moviendo su trasero provocativo.
Aaron era grueso y a Spencer le gustaba
sentir cómo su interior se abría a su paso y se adaptaba a él. Era
una pequeña quemazón que simplemente resultaba deliciosa. Incapaz
de decirle que no, Aaron sacó el bote de lubricante de la mesilla y
cubrió su miembro con una buena capa, esparciendo otro poco sobre la
entrada de Spencer. Separó sus nalgas con una mano y guió su
miembro con la otra. Presionó la punta contra la estrecha entrada
hasta que se abrió para dejarle paso. Spencer se tensó por un
momento, pero enseguida se relajó.
—Eres tan estrecho... Vas a hacer que
me corra antes de entrar del todo—le dijo con voz profunda, esa que
sabía volvía loco al joven, acariciando esas perfectas y redondas
nalgas, frotando con el pulgar el borde de la entrada que se contraía
sobre su verga—. ¿Qué harías tú entonces? Podría follarte con
mis dedos, sé que puedes correrte solo con mis dedos, o con mi
lengua. O podrías mostrarme cómo te masturbas con esos largos y
preciosos dedos tuyos usando mi semen de lubricante.
—Uhhnn... Aaron...—el joven gimió
y se contoneó frente a él.
Solo necesitaba su voz para llevarlo al
límite. Spencer era básicamente un adolescente en lo que respectaba
al sexo. Todo era nuevo para él y le gustaba experimentar. En esos
pocos meses habían avanzado rápido y probado muchas cosas
diferentes. Algunas las habían descartado (Spencer no podía
soportar las esposas ni nada metálico), mientras que otras las
habían añadido a su lista de habituales. No solían usar juguetes
porque el cuerpo del otro era lo bastante erótico para ellos, pero
había un par de dildos y plugs en el último cajón de la mesilla.
Cuando su miembro iba por más de la
mitad, le dio un par de toques en la cadera y Spencer se cubrió la
boca con ambas manos; entonces, lo penetró del todo de una
embestida. El gemido se ahogó en sus manos y unas gotas de semen
salpicaron la colcha. Spencer se quedó temblando por un momento y
Aaron permaneció inmóvil mientras el interior se adaptaba a él.
Tan estrecho, tan suave y tan caliente. Era lo mejor que había
probado nunca, era adictivo (aunque nunca usaría esa palabra) y era
abrumador. Quería pasar horas y horas follando aquel interior, pero
era tan bueno que siempre aguantaba menos de lo que querría, aunque
le gustaba quedarse dormido aún dentro de él.
—Aaron...—Spencer miró hacia atrás
con una expresión suplicante.
Aaron sonrió y le sujetó firmemente
por las caderas. Salió lentamente y volvió a entrar con suavidad
hasta el fondo. Así unas cuántas veces, con los suaves gemidos de
Spencer de fondo, hasta que no se sentía tan apretado. Entonces,
comenzó a aumentar el ritmo, a dar estocadas más fuertes y bruscas.
Spencer se aferró a las sábanas, mordiéndose el labio para no
hacer demasiado ruido. No le gustaba contenerse, le encantaba cuando
Jack se quedaba a dormir con Henry y podía ser todo lo ruidoso que
quisiera.
—¡Nnh!—tuvo que presionar su
rostro contra la colcha cuando Aaron encontró aquel punto.
—Oh, bien, ahora no me correré yo
primero—Aaron sonrió y se concentró en frotar ese punto cada vez
que entraba y salía.
Spencer se cubrió la boca de nuevo con
las manos y se dejó ir completamente. La sensación del grueso
miembro de Aaron perforando su interior, llenándolo por completo,
tan duro y caliente, frotando constantemente ese delicioso punto. Su
mente se quedaba en blanco, las sensaciones eran tan abrumadoras que
era incapaz de pensar y eso le encantaba.
Ni siquiera necesitó tocarse, cuando
las embestidas de Aaron se volvieron salvajes Spencer ya no pudo más
y se corrió sobre la colcha. Aaron continuó, marcando sus dedos en
las pálidas caderas, dejándose llevar hasta que él también se
corrió en lo más profundo con unas últimas sacudidas para vaciarse
por completo dentro de él.
Salió de su interior y observó la
entrada ahora abierta y roja, con un hilo de semen brotando de ella.
Simplemente hermoso. Spencer estaba agotado, casi dormido. No se
movería en un rato. Aaron le limpió con una toalla húmeda y
también se limpió a sí mismo antes de moverlo para meterlo en la
cama. Era la rutina, Spencer era incapaz de hacer nada después de un
orgasmo. Tumbado a su lado, le rodeó con un brazo y echó las
sábanas por encima de ellos, dispuesto ya a dormir.
—Mañana será extenuante—murmuró
Spencer, acariciando su pecho con los dedos, trazando con suavidad la
cicatriz en su cuello.
—Sin duda, pero estoy deseando
celebrarlo.
—Yo también. Ha llevado demasiado
tiempo, pensé que lo conseguiría antes.
—Has conseguido acelerarlo mucho y ya
está hecho, no le des más vueltas—acarició sus cabellos
revueltos y besó su frente.
—Sabes que le doy vueltas a todo. ¿El
lunes firmas el contrato?
—Sí, aunque no empezaré hasta la
siguiente tanda, en un mes.
—Serás un profesor.
—Sí.
—Profesor Hotchner—su voz sonó
provocativa y se ganó un gruñido de Aaron, que le miró suspicaz—.
¿Sabes? Pensar en ti en un estrado frente a toda una clase de
futuros agentes me hace sentir un hormigueo ahí abajo.
—Mgh... Spence...—fue advertencia,
pero sabía que solía tener más bien el efecto contrario al
intencionado en su pareja. Los dedos de Spencer bajaron por su
vientre, acariciando la forma de sus abdominales y siguieron bajando
lentamente—. No tengo energía para eso.
—Oh, ¿preferirías que te trajera un
vaso de leche caliente y las pantuflas?—le preguntó burlón
mientras sus dedos se enredaban en su vello púbico.
—Soy un cuarentón ya, no un
veinteañero sobrecafeinado como tú—respondió mirándole con los
ojos entornados. La diferencia de edad era terrible algunas veces.
—Cierto, pero creo que puedo hacer
que te sientas con ganas.
Su mano se deslizó entre sus piernas,
acariciando sus bolas, el perineo y frotando con la yema del dedo su
entrada. Aaron gruñó y separó inconscientemente las piernas. Cerró
los ojos ante la deliciosa invasión cuando Spencer lo penetró con
su dedo y separó un poco más las piernas.
—Mmgh... Vale.
Spencer sonrió y se levantó de
inmediato. Cogió el lubricante y se arrodilló entre las piernas de
Aaron. El mayor parecía mirarle molesto, pero Spencer sabía que era
solo porque acababa de perder una batalla, pronto lo tendría
gimiendo y suplicando. Se untó los dedos de lubricante y le hizo
levantar las piernas hasta que tuvo una perfecta vista de la entrada.
Se relamió los labios y su miembro ya erecto de nuevo palpitó.
Cubrió la entrada de lubricante y deslizó un dedo fácilmente en su
interior. Aaron suspiró y su cuerpo se relajó. Spencer comenzó a
mover el dedo, frotando solo de vez en cuando la próstata con
suavidad.
—Nnh... Spence...
—¿Qué quieres, mi amor?
—Más...—su voz era casi un jadeo,
comenzando a mover sus caderas intentando conseguir más fricción,
más profundo, más lo que fuera.
—¿Oh? Parece que tenías energía
escondida en alguna parte—sonrió y no esperó un segundo en
conceder su deseo. Lo penetró con otro dedo y los abrió en tijera
en su interior.
—¡Nh!—Aaron gimió, apretando los
dientes, y embistió contra el aire.
—Shhh... Tienes tan poco autocontrol,
Aaron—rió mientras sus dedos seguían haciendo magia dentro de él.
Tan pronto como pudo, añadió un
tercer dedo. Tenía un poco de prisa, su miembro ya estaba goteando y
sabía que podía correrse sin apenas tocarse tan solo observando a
Aaron.
—Suficiente... vamos...—prácticamente
se lo ordenó. Aaron ya estaba duro de nuevo y no podía esperar más.
Spencer no se hizo de rogar. Sacó los
dedos de su interior y cubrió su miembro de lubricante. Presionó la
punta de su verga, mucho más delgada y algo más larga que la de
Aaron, contra la entrada y atravesó el estrecho anillo de músculos.
Aaron suspiró, soltando el aire que no se había dado cuenta que
estaba conteniendo. Spencer continuó, penetrándolo muy lentamente,
hasta que estuvo por completo dentro de él.
—Uhn... Se siente tan bien,
Aaron...—se inclinó y le besó casi desesperado. Le gustaba
besarle, le gustaba sentirle por completo cuando estaba dentro de él,
en cada fibra de su cuerpo, con el semen brotando de su entrada.
Aaron rodeó su cintura con las piernas
y movió sus caderas, necesitando que comenzara a moverse.
Spencer lo hizo de inmediato, más por instinto que conscientemente.
Le embistió con fuerza y siguió a un ritmo que no era perfecto,
demasiado irregular, solo desesperado, perdido, pero que volvía loco
a Aaron, frotando su próstata con casi cada estocada. El joven
besaba su rostro y su cuello y sus dedos dejaban marcas rojas en su
piel. Era una sensación demasiado intensa y maravillosa como para
poder controlarse.
—Aaron... Aaron...—susurraba
suplicante su nombre una y otra vez cada vez que sus labios no
estaban en contacto con su piel. Llevó una mano entre sus vientres y
comenzó a frotar el miembro de Aaron que estaba ya tan, tan cerca—.
Te quiero... te amo tanto... soy tan feliz...
Aaron se vino con todo lo que le
quedaba en esa maravillosa mano que lo frotaba. Él no necesitaba
palabras sucias, saber que Spencer era feliz lo era todo para él. Su
interior se contrajo alrededor de la verga del joven y este también
se vino dentro de él, con su cuerpo temblando y gemidos que ahogaba
en su boca.
Quedaron exhaustos. Ahora sí que ya no
podían más, ninguno de ellos.
Aaron aparcó frente a la puerta del
garaje y Jack salió corriendo del coche en dirección a la entrada.
Era una casa de dos plantas más desván, con exterior de ladrillo y
tejado oscuro, con la puerta y los marcos de las ventanas en blanco.
Tenía un pequeño porche y un cuidado jardín delantero. Spencer
llegó a la puerta donde el pequeño saltaba impaciente y la abrió.
Jack entró corriendo, pasó entre todas las cajas que había en la
entrada y subió las escaleras. Spencer esperó a Aaron y entraron
juntos en la casa con las últimas maletas.
Habían estado llevando los días
previos al viaje a Las Vegas todas sus cosas, aunque la mayoría aún
permanecían en las cajas. A excepción de la cama de Spencer y los
muebles de la habitación de Jack, todo lo demás se había quedado
en el apartamento. El resto de muebles eran nuevos, acordes al tamaño
de la nueva casa. No eran precisamente de casa de revista, Spencer
tenía un gusto extraño y prácticamente nada pegaba con nada, pero
eran acogedores y cómodos. El amplio salón y el comedor estaban
unidos, y la enorme cocina tan solo separada por una barra de
desayuno. Había un baño y una habitación de invitados abajo;
arriba tenían dos habitaciones y dos baños más, además de una
habitación de juegos para Jack y un despacho para Aaron. El desván,
que era bastante grande y luminoso, se iba a convertir en la
biblioteca/despacho para Spencer. Por último, en la parte de atrás
tenían un enorme jardín, suficiente para que Jack pudiera jugar y
para organizar comidas para todos los amigos, incluso juntando a los
de la UAC con los del CRI.
Eso era justo lo que iban a hacer esa
noche. No importaba que aún hubiera cajas por todos lados, querían
celebrar, tenían mucho que celebrar. Después de recoger todo lo que
pudieron por la mañana mientras Jack jugaba en su sala de juegos,
Morgan y Ethan llegaron pronto por la tarde para ayudar a prepararlo
todo, montando la mesa en el jardín y preparando la barbacoa.
—¿Cómo fue la visita a tu madre?—le
preguntó Ethan.
—Mejor de lo que esperaba, en
realidad. Estaba bastante aterrado, pero al final estuvo bien todo el
tiempo y no te imaginas cuánta ilusión le hace ser abuela, no se
apartaba de Jack ni un momento. Incluso se puso a leerle un libro
como me leía a mí de pequeño.
—¿Y con Aaron?
—Eso es otro tema. No le agrada, pero
decidió ignorarlo prácticamente por completo por el bien de Jack y
el mío propio, así que al final todo fue bastante agradable. Aunque
detesto Las Vegas, hay arena por todas partes.
Morgan se echó a reír y le dio una
fuerte palmada en la espalda que lo sacudió.
—Tenemos que ir un día a la playa—le
dijo.
—No será conmigo—negó
rotundamente con la cabeza.
—¿Ni siquiera para que Jack
juegue?—preguntó Ethan.
—Ugh... Ya veremos—no podía
negarle nada a Jack.
García llegó también temprano con un
montón de dulces cocinados por ella misma y una gran pancarta que
les hizo colocar sobre la puerta del jardín.
—¡Gracias Penny!—le dijo el
pequeño con un gran abrazo cuando vio la pancarta.
—Encantada, cariño. Estoy tan feliz
por ti—la analista correspondió al abrazó con un fuerte achuchón
levantándolo en brazos.
Después se fue a ayudar a Hotch en la
cocina y pronto se les unió Satu mientras Spencer, Morgan y Ethan
planeaban junto al pequeño la casita que pensaban construir en el
árbol del jardín.
—Tengo un doctorado en ingeniería,
creo que puedo diseñar una casa del árbol.
—¿Sí, genio? ¿Y eres capaz de
cortar un tablón sin acabar hiriendo a alguien?—replicó Morgan.
Jack les dejó solos en cuanto llegó
Henry y se fue a jugar con él mientras los padres de este observaban
relajados en unas sillas. Connor se convirtió en el compañero de
juegos de los pequeños nada más aparecer. Era como un niño grande
y Ethan no podía evitar quedarse mirándolo embobado de vez en
cuando.
—Sonríes como un idiota cuando estás
enamorado—le dijo Spencer, dándole un pequeño codazo.
—¿No puedes usar tus contactos con
alguna agencia para que nos podamos casar antes? La espera me está
matando.
—¿Qué importancia tiene eso? Ya
vivís juntos y todo.
—Es importante, quiero tener los
papeles firmados y sellados. Además, no podemos empezar los trámites
de adopción hasta entonces y mírale, va a ser un padrazo.
—Estas cenas acabarán llenándose de
niños, J. J. y Will ya van a por el segundo.
—¿Y no te encanta eso?—le preguntó
Ethan.
—Lo adoro.
Cuando llegaron, David y Emily
decidieron dejar a todos a lo suyo mientras se tomaban una copa de
vino con Alex.
—He oído que el chico se lo está
tomando con calma—comentó Rossi.
—¿Con calma? En absoluto—respondió
Alex—. El trabajo sigue siendo una locura y ahora que nos estamos
volviendo más conocidos cada vez más. La única diferencia es que
ahora, si no está en un caso fuera de la ciudad, va a comer todos
los días a casa y procura irse pronto por la tarde.
—Me preocupaba que prestara más
atención a los niños de su trabajo que a su propio hijo, pero
parece que lo está haciendo bien. Por otro lado, no me gustó que
Hotch dejara la UAC como lo hizo—comentó Emily—, pero admito que
nunca le había visto tan feliz y relajado, le sienta bien ser padre.
—Siempre quiso serlo, aunque no se lo
imaginaba de este modo—añadió David—. Pero, en fin, mientras
sea feliz eso es lo que importa.
La conversación no se detuvo a lo
largo de toda la cena entre unos y otros. Ambas familias eran ya una,
unidos por la pareja que los había invitado. Era agradable,
estresante, pero agradable. Aaron y Spencer eran felices de ver a
toda su familia reunida, sin secretos, sin ocultar quienes eran, sin
ocultar sus sentimientos. Los malos recuerdos del pasado eran ya solo
parte del pasado y Jack estaba recuperado y era un niño feliz. No
podían pedir más.
—Papá...
—¿Hm?
—Ahora tengo muchos tíos—dijo
Jack, sentado en el regazo de Spencer tras la cena, con todos los
invitados charlando relajados alrededor de la mesa, disfrutando de la
agradable noche en el jardín—. Nunca imaginé que tendría una
familia tan grande.
—Y todos te quieren y cuidarán de
ti—le dijo Aaron, acariciando los rubios cabellos que habían
comenzado a crecer de nuevo.
Con una cálida
sensación en su pecho ante esa idea, Spencer apoyó la cabeza sobre
el hombro de su Alma Gemela mientras observaba sonriente la colorida
pancarta que colgaba sobre la puerta trasera de su nuevo hogar:
«Bienvenido a casa, Jack Reid-Hotchner».
FIN
Me gustó mucho está historia y aunque fue larga la sentí corta, por ser tan buena quería leer mas.
ResponderEliminarHermosooooooo
ResponderEliminarHermoso la lectura 💜
ResponderEliminarMe gustó mucho esta historia, no lo había querido leer porque no me interesaba del todo, pero me encantó tanto que ya es la segunda vez que la Leo 💖💖💖💖
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