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Tú, yo y el Nemeton [cap1]


Título: Tú, yo y el Nemeton
Fandom: Teen Wolf         Pareja: Peter Hale x Stiles Stilinski
Autor: KiraH69 
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18          Advertencias: lemon, violencia y todo tipo de parafilias
Capítulos: 13 (1 de 13)
Resumen: AU: las criaturas sobrenaturales son conocidas, pero no están necesariamente integradas en la sociedad. Es todo tan nuevo que las leyes aún no están desarrolladas para ellos y no todas las criaturas son aceptadas entre los humanos.
Con una manada consistente tan solo en su sobrino y él, tras haber vengado el asesinato de su familia por parte de cazadores furtivos, Peter se encuentra con un joven vampiro que trata de mantener en secreto lo que es por el bien de la carrera de su padre, el sheriff. Pero intentar vivir como un humano cuando ya no lo es resulta tarea imposible para Stiles, especialmente cuando el Nemeton se mete de por medio.
Aviso: las escenas de sexo contienen sangre, mordiscos, violencia, bestiality (con hombre lobo) y necrofilia (role play) entre otros, y son potencialmente mortales así que no las repitáis en casa. (Al menos no hay violación, ambas partes consienten a todo).
Nota: (Además de sexo (que hay un montón, alrededor de 1/3 de la historia) también hay acción de la otra, diferentes criaturas, peleas, etc).
Imagen original por Helljuss Art diseñada especialmente para este fanfic y coloreada por mí.

Prólogo

Con tantas cámaras grabándonos en nuestras ciudades era inevitable. La policía de todo el mundo se encontraba con casos que no parecían realizados por manos humanas y al visionar las grabaciones de cámaras cercanas se daban cuenta de que, ciertamente, no estaban ante algo humano. Los gobiernos intentaron ocultarlo al principio, temían el pánico que se pudiera desatar, pero, como siempre, los secretos se acaban descubriendo y cada vez más y más vídeos circulaban por la red, algunos reales, otros falsos. Finalmente, se aceptó que el mundo sobrenatural existía. Se dieron algunos incidentes menores pero, para sorpresa de los gobernantes, todo se quedó tranquilo. La gente, tanto humanos como criaturas, tenía demasiado miedo y no hubo las manifestaciones ni protestas (en contra o a favor) que los gobiernos se esperaban.
Hubo algunos intentos tímidos de integración, algunos intentos de acercamiento, pero había demasiado miedo a que se malinterpretara, a que se tomara mal por parte de unos o de otros. Se creó un apartado nuevo en los carnés de identidad: especie. Sin embargo, no era obligatorio registrarse como criatura y no les beneficiaba en nada así que muy pocos lo hicieron.
En la sociedad, no todas las especies eran tratadas por igual. Algunas, más abundantes e integradas en su día a día entre los humanos, fueron más fácilmente aceptadas, como el caso de los licántropos (una vez que dejaron claro que no se convertían en animales salvajes sedientos de sangre durante la luna llena). Otras criaturas se veían más afectadas por los mitos e historias negativas acerca de ellas y eran temidas y miradas con recelo. La mayoría de estas criaturas optaban por seguir ocultando su identidad.
Los gobiernos sí que tomaron algunas medidas respecto a los delitos ya que eso había sido el origen de todo. Estas nuevas leyes eran pocas e insuficientes, dejando a las criaturas sobrenaturales prácticamente desamparadas y con menos derechos aún de los que tenían cuando se les creía humanos. Sin tecnicismos, estas eran básicamente las nuevas leyes:
1. Si una criatura sobrenatural comete un delito contra un humano, será juzgado por las leyes humanas.
(En la práctica, las condenas eran mucho mayores que las que recibiría un humano y la presunción de inocencia era casi inexistente).
2. Si una criatura sobrenatural comete un delito contra otra criatura sobrenatural, será juzgado por las leyes sobrenaturales.
(Lo que no significaba nada ya que no existían leyes sobrenaturales, básicamente los dejaban a su suerte. La venganza en estos casos era lo habitual de ser posible).
Los casos en los que la víctima era una criatura y el agresor un humano resultaban difíciles, dependía mucho de la situación en particular. Lo único que se hizo al respecto fue prohibir a los cazadores de criaturas, que ahora eran cazadores furtivos. Aun así, si se descubría a alguno de ellos cazando el castigo no solía ser el mismo que si la víctima fuera humana.

A las criaturas sobrenaturales no les gustaba nada esta situación, pero era mucho mejor que la caza masiva que habían esperado así que permanecían callados por miedo a empeorar las cosas. Pero este silencio no aguantaría mucho.

Capítulo 1
Ahí estaba de nuevo, ese extraño olor con el que nunca antes se había topado. Un olor que definitivamente no era humano. Olía a sangre y a muerte. También había un toque residual a adolescente: hormonas, desodorante y libros de texto –aunque no podía decir con seguridad de si se trataba del olor de la criatura o si se había transferido a ella por el contacto con adolescentes (¿un estudiante o un profesor?)–. Mezclado con ello había un olor único que no era capaz de identificar. Era en esencia el mismo olor que emiten los hombres lobo en el sentido de que es característico de ellos, el olor que te permite identificarlos como hombres lobo, así que supuso que ese era el olor característico de la especie a la que perteneciera la criatura. Lo que significaba que nunca se había encontrado con uno de su especie. Por último, debajo de todo eso, como la base de un perfume, estaba el olor característico de esa persona, el olor que nadie más compartía y que lo identificaba como individuo. Y Peter tenía que admitir que no era... desagradable precisamente.
Hacía dos semanas que percibía rastros de este olor por la reserva. Los había seguido, pero siempre había terminado en la carretera perdiendo su rastro; probablemente se había subido a algún vehículo. Dos semanas. Al pensar en quién había nuevo en la ciudad en las últimas dos semanas no podía evitar pensar en el sheriff. El hombre se había tomado medio año sabático y acababa de regresar. Según Derek le había dicho, se había marchado de Beacon Hills junto a su hijo en agosto, lo que resultaba extraño ya que el chico se habría perdido el primer semestre del curso. Pero no podía imaginarse al sheriff vagando por los bosques de la reserva. Lo había comprobado de todos modos. Tras seguir el rastro un día y perderlo, había pasado con su coche frente a la comisaría y lo había visto allí trabajando, definitivamente no era él. Sin embargo, sí que percibió un ligero rastro de ese olor alrededor de la comisaría. O quizás solo era su imaginación. Estaba comenzando a molestarle no ser capaz de encontrar la fuente de ese olor, hasta que esa noche se dio cuenta de que el rastro del olor no lo estaba llevando hacia la carretera sino hacia otro lugar muy familiar.
El claro estaba apenas iluminado por una luna que dos días atrás era nueva. La hierba estaba húmeda y una fría brisa le hizo estremecer, o quizás fue la escena que tenía frente a él. Las patas del animal se sacudían sobre el tocón, pero no se podía liberar. Emitía unos lastimeros sonidos a los que nadie prestaba atención. Estaba desesperado, aferrándose a la vida como toda criatura con el más mínimo instinto de supervivencia. Una gota de sangre trazaba su camino por su cuello desde donde los colmillos perforaban su arteria. Pronto todo movimiento y sonido se detuvieron, incluido su corazón, y sus ojos se apagaron, muertos, mientras otros ojos brillaron de un intenso ámbar. Unos ojos que le miraron fijamente cuando se percataron de su presencia al borde del claro.
Por un segundo, Peter tensó su cuerpo, preparado para pelear de ser necesario, pero la criatura no pareció muy preocupada por él. Dirigió de nuevo su mirada al cervatillo que descansaba sobre su regazo y muy lentamente, como si se estuviera exhibiendo ante su nueva audiencia, sacó los colmillos del cuello del animal. Peter pudo ver claramente que tan solo los dos colmillos superiores no eran humanos; medían unos dos o dos centímetros y medio, extremadamente afilados. El chico –porque era eso, un chico, un adolescente de unos dieciséis años con una sudadera roja y vaqueros rotos, el pelo rapado, la piel imposiblemente blanca salpicada de lunares y una nariz respingona que Peter no encontraba adorable, en absoluto– se relamió casi obscenamente los labios y después los dientes, dejando que los colmillos volvieran a adoptar un tamaño humano. Sus ojos regresaron a su color humano, que Peter no era capaz de identificar en la distancia con esa oscuridad. Se reclinó con una mano apoyada sobre el tocón, donde estaba sentado con las piernas cruzadas, justo en su centro, mientras con la otra mano acariciaba la piel del animal de un modo casi dulce. Y sonrió. Una sonrisa sin mostrar dientes que bien podría ser la de un chico inocente, travieso pero humano. Parecía que simplemente estaba pasando un rato relajado. Habría sido una escena casi de cuento de hadas con el cervatillo dormido sobre el joven de no ser porque los ojos del animal estaban abiertos y vacíos de vida, y aún había sangre en la barbilla del chico. Era macabro y Peter no pudo evitar estremecerse y sentir calor acumularse en su vientre.
Viendo que la criatura no parecía tener intención de iniciar la conversación, Peter avanzó hacia el tocón lentamente, en guardia ante cualquier posible ataque, porque la apariencia inofensiva del chico no podía engañarle. Se detuvo a tres pasos del tronco. Le sorprendió que el olor no fuera mucho más intenso allí de lo que lo había sido en los bosques, aunque sí podía distinguir más claramente los diferentes matices.
El hijo del sheriff, supongo—porque el chico olía la comisaría. Olía más a olores ajenos que a su propio olor, lo que no era habitual. Algo característico de su especie, supuso.
El mismo—respondió, arqueando una ceja en sorpresa—. ¿El lobo feroz?
Peter no pudo contener una sonrisa perversa mostrando fugazmente sus propios colmillos.
El mismo—dio un paso más hacia el tocón sin pensarlo—. Pero, a pesar del atuendo, tú no pareces Caperucita Roja.
El chico se miró a sí mismo, como si no recordara qué ropa llevaba, y soltó una carcajada.
Quizás he querido atraer inconscientemente al lobo que me ha estado persiguiendo todos estos días por los bosques.
Peter entornó los ojos, analizando al chico atentamente. No podía fiarse de su apariencia ni por un segundo, sentía que si se confiaba demasiado acabaría como el cervatillo.
Así que sabías que te estaba siguiendo—comentó sin darle demasiada importancia.
Por supuesto. Era divertido buscar el equilibrio entre alejarme lo suficiente para que no llegaras a verme y mantenerme lo bastante cerca para que no perdieras mi rastro. Mi olor se desvanece muy rápido y no es muy intenso, como puedes comprobar.
Ante esto, Peter no estaba seguro de si estar cabreado o fascinado. El chico había estado jugando con él como si fuera un perro de rastreo y, más sorprendente aún, había conseguido engañarle por completo. La mayor parte del tiempo había pensado que seguía un rastro de horas, pero el chico probablemente estaba a metros por delante de él. Si hubiera tenido latido, probablemente habría podido oírlo, pero no tenía, su corazón no latía. De hecho, tampoco estaba respirando, ni parpadeando. Incluso sus ojos –ámbar oscuro como las sombras en un vaso de whisky– parecían muertos. Tan solo el movimiento de los músculos de su rostro al sonreír y su mano acariciando al cervatillo te permitían saber que estaba... quizás vivo no era la palabra más apropiada. Incluso su piel estaba fría e inhumanamente tersa y sin poros cuando pasó el pulgar por su barbilla para limpiar la sangre seca. ¿Y cuándo se había acercado tanto a él como para tocarlo? ¿Por qué estaba tocándolo? Peter tuvo que usar todo su autocontrol para no mostrar sorpresa ante su propia acción inconsciente. Tenía que fingir que era un gesto planeado y no que su cuerpo había actuado totalmente por su cuenta, así que se llevó el pulgar a la boca y lamió la sangre con la punta de la lengua. Vio un brillo depredador en los ojos de la criatura –vampiro, probablemente, aunque no iba a asumir nada hasta haber investigado un poco más– y, bueno, había sido una buena jugada después de todo.
¿Y qué está haciendo el hijo del sheriff alimentándose en el bosque?—preguntó como si nada hubiera pasado.
Para que lo sepas, tengo un nombre, Stiles.
Stiles—repitió el nombre saboreando cada letra con un tono profundo. Por la expresión en el rostro del chico –Stiles–, seguramente se habría estremecido de ser posible, o ruborizado, lo que, probablemente, no era posible—. Yo soy Peter.
Bueno, Peter—se vio nervioso por un momento y apartó la mirada. Eso le hizo recordar a Peter que, a pesar de que la apariencia de los vampiros no delataba su edad, en este caso Stiles era exactamente lo que aparentaba, un adolescente, alimentándose de un cervatillo que él mismo había cazado con sus manos desnudas, pero un adolescente al fin y al cabo—. Mi padre me compra sangre de animal en la carnicería, pero no está ni cerca de satisfacerme así que una o dos veces por semana vengo a alimentarme de algo vivo—le explicó dando unas palmadas al lomo del animal—. No se lo digas a mi padre, no lo sabe.
¿Por qué se lo ocultas?—preguntó curioso.
No le gusta—respondió encogiéndose de hombros—. No quiere que cace como si fuera un animal.
Pero tampoco eres humano.
No, no lo soy—sus ojos brillaron por un instante—, pero él intenta aferrarse al Stiles humano que crio. Sin embargo, a mi organismo eso le importa poco. ¿Qué más da? Algunos comen chucherías a escondidas, yo bebo sangre de ciervo.
Sabes que si te registras como vampiro pueden darte sangre humana en el hospital.
Mi padre no quiere que beba sangre humana. Después de todo no es necesario, puedo sobrevivir con sangre de animal—hizo una mueca de disgusto arrugando su adorable nariz.
Siendo «sobrevivir» la palabra clave, supongo.
Sí, bueno, además estamos intentando mantenerlo en secreto—no parecía que fuera a elaborar más, pero siguió ante la mirada inquisitiva de Peter—. A la gente no le gusta los vampiros. Ya sabes, con el estigma de beber sangre humana y todo eso. Y a los que les gustan o creen que brillamos a la luz del día o que somos unos caballeros afeminados, lo cual...—hizo un gesto general con su mano sobre sí mismo—. Así que, si se llegara a saber que el hijo del sheriff es un vampiro, no creo que le fuera muy bien en las siguientes elecciones. No sería tan malo si fuera un hombre lobo, pero, en fin, no fue mi elección.
¿Te mordieron sin consentimiento?—no debería haber hecho esa pregunta, de hecho, debería alejarse lo más posible de ese espinoso tema.
Sí... Fue un completo lío, la verdad. Mi padre tuvo que tomarse una baja del trabajo para poder pasar, ya sabes, los primeros meses conmigo lejos de aquí para, bueno, tomar el control—apartó al cervatillo de su regazo y se levantó, visiblemente incómodo por hablar de ello—. Y como el bastardo que me transformó se largó antes siquiera de que... despertara, y no es que haya mucha información fiable sobre vampiros en ninguna parte, me llevó algo más de tiempo de lo deseable.
Bajó del tocón y pasó junto a Peter, dirigiéndose hacia la línea de árboles.
¿Vas a dejarlo ahí?—le preguntó Peter, señalando con la cabeza hacia el cadáver del cervatillo.
Algún animal se lo comerá, yo ya he tenido mi parte, hay que compartir—respondió encogiéndose de hombros y siguió caminando.
Peter no le siguió, tan solo observó la roja sudadera hasta que desapareció de la vista. Como Stiles había dicho, su olor no permaneció allí mucho tiempo, unos minutos después ya no había rastro de él, tan solo del cadáver del cervatillo que comenzaba a descomponerse. Sentía curiosidad por el chico, por ese deseo de complacer a su padre intentando mantener la ilusión de ser aún humano. Probablemente no era solo por su trabajo sino también, como en el caso de muchos humanos, por su negativa a aceptar el mundo de lo sobrenatural. Pero Stiles parecía dispuesto a dejarle vivir en su fantasía, aun si eso requería hacer cosas que le disgustarían a sus espaldas.
Decidió regresar a casa e investigar un poco acerca de los vampiros.

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