Título: Huyendo
Fandom: Chuck Pareja: John Casey x Chuck Bartowski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, algo de violencia
Capítulos: 11 (8 de 11)
Resumen: Al fin han conseguido reproducir el Intersect y de nuevo ordenan a Casey matar a Chuck. Nada interrumpe esta vez, pero... no puede hacerlo, simplemente no puede. Hora de huir.
Aviso: muchos de los lugares que se describen en esta historia son reales (carreteras, restaurantes, hoteles...), pero no así las personas; los personajes secundarios son totalmente inventados.
Capítulo 8
Pasaron junto a Saskatoon, pero no
llegaron a entrar y comenzaron a ir en dirección norte, por zonas
cada vez menos pobladas donde los bosques predominaban. Todo estaba
cubierto de blanco, con capas de nieve cada vez más gruesas ya que
había comenzado a nevar de nuevo al poco rato de dejar Rosetown y
aún no había cesado. No tardó en anochecer y, con densos bosques a
ambos lados de la carretera, solo veían lo que iluminaban los faros
de su todoterreno. Tuvieron que reducir significativamente la
velocidad para evitar un accidente, ya fuera con alguien que viniera
de frente o con las ruedas derrapando en alguna capa de hielo. Era
tarde, mucho más tarde de lo que habían planeado, pero sabían que
a unos cuántos kilómetros había un pequeño pueblo. Con suerte
encontrarían algún sitio donde dormir y, si no, siempre podían
dormir en el coche, que era bastante más espacioso que el anterior,
aunque aun así pequeño para dos hombres tan grandes como ellos (y
Alex contaba por dos).
Chuck miraba por la ventana hacia los
bosques y se preguntaba qué clase de animales habría allí.
Seguramente osos y lobos que podrían acabar con ellos sin pestañear.
Iba a vivir aquí, en un lugar rodeado de esta peligrosa naturaleza.
Decidió que no vería más pelis de terror. En ese momento comenzó
a oír un ruido extraño que parecía venir de lejos. Alex miraba
alrededor, escuchando el mismo sonido.
—Suenan como... ¿abejas?—preguntó
Chuck, incapaz de ver nada más allá de los faros.
—¿Te crees que hay abejas aquí? Eso
es... un helicóptero.
De repente unas luces iluminaron sobre
ellos. Tenían un helicóptero justo sobre sus cabezas. Chuck pudo
prácticamente sentir cómo Alex pasaba de estar relajado a meterse
por completo en modo agente.
—Mierda.
—N-no es posible, ¿no? Cómo... Es
imposible que nos hayan encontrado—después de lo que habían
pasado, de lo lejos que habían llegado, no podía ser. Alex le miró
con el ceño fruncido—. ¡Yo no les he avisado!
—Lo sé, idiota. Pero de algún modo
te han localizado. Llevamos ropa diferente, coche diferente, todo
diferente. Solo queda una opción.
—¿Cuál?
—Te han implantado un chip
localizador. Esa maldita rubia tuvo oportunidades de sobra cuando
acababas inconsciente.
—¿Q-qué hacemos entonces?—hace
unos días habría defendido a Sarah, pero hace unos días ni se
habría imaginado que su gobierno intentaría matarlo cuando no le
fuera útil.
—Quítate la ropa y búscalo. No
conseguiremos despistarlos si no lo sacamos.
Chuck lo hizo de inmediato. Mientras el
helicóptero los seguía desde el aire, se desabrochó el cinturón
de seguridad y se quitó toda la ropa de cintura para arriba,
comenzando a palpar sus brazos, su pecho, su vientre, sus costados,
su cuello, su espalda...
—Oh. Creo... creo que lo tengo.
Casi no alcanzaba a tocarlo, pero había
un extraño bulto en su espalda, junto a la columna, apenas notable.
Alex llevó una mano a donde le indicaba y pudo notarlo también.
Enderezó el volante y, antes de que Chuck tuviera siquiera
oportunidad de replicar, sacó su cuchillo, le empujó con una mano
contra la puerta del copiloto y clavó el cuchillo en su piel.
—¡Aaahhh! ¡JODER!—el grito de
Chuck resonó en todo el coche, pero Alex fue realmente rápido.
Con lágrimas en los ojos, se giró
cuando al fin le soltó y vio el pequeño aparato de plástico poco
más grande que un grano de arroz en los dedos de Alex manchados de
su sangre. Bajó la ventanilla y tiró el chip, volviendo a tomar el
volante.
—¿Ahora qué?—preguntó,
poniéndose de nuevo la ropa.
—Ahora harás lo que yo te diga,
exactamente como te lo diga, sin una sola queja, sin dudarlo y, por
favor, sin hacer una de las tuyas—le pidió, casi suplicando.
—¿Una de las mías? ¿Cómo que una
de las-? Espera, ¿qué quieres que haga?
—Aún no lo sé. Tengo que ver qué
van a hacer, nuestra única opción por ahora es seguir por esta
carretera—detestaba eso, sentirse atrapado. Las alternativas eran
muy escasas y peligrosas—. Pero, sea lo que sea, hazlo sin
protestar, ¿entendido?
—Entendido—respondió, sin llegar a
sonar en absoluto convincente.
Pero cuando Alex estaba a punto de
repetir que le obedeciera, el helicóptero descendió frente a ellos
y tuvo que dar un volantazo al tiempo que frenaba para evitar chocar
con él. El coche dio un par de vueltas sobre la carretera helada y
finalmente se detuvo de lado a pocos metros del helicóptero, con la
puerta del copiloto hacia él. Los focos les iluminaban directamente
así que apenas era capaz de distinguir nada, pero Chuck pudo ver
varias figuras saliendo del aparato. Era grande y oscuro, como una
bestia que había llegado a devorarlos justo cuando estaban llegando
al final feliz. Las bestias del bosque no tenían ni comparación.
—Chuck. ¡Chuck!—Alex le sacudió
del brazo para conseguir su atención—. Escúchame. Cuando te haga
la señal, corre hacia el bosque y no mires atrás.
—¿Qué señal? Espera, no, no voy a
dejarte aquí, no vas a hacerte el héroe, no sobreviviré ahí fuera
solo de todos modos—si tenía que morir prefería hacerlo ahí con
él que congelado y perdido en medio de esos bosques.
—Chuck, ¿recuerdas la conversación
que acabamos de tener?—sostuvo su rostro con ambas manos, mirándole
fijamente a los ojos—. Obedece. Corre y no te detengas, yo te
encontraré, te lo prometo—realmente no creía poder mantener esa
promesa, pero tenía que conseguirle una oportunidad.
—V-vale, vale.
Eso era todo lo que podía hacer, no
tenían más tiempo para discutir. Alex sacó una pistola de debajo
de su asiento, comprobó el cargador, la recámara y quitó el
seguro. Cogió una mochila de la parte de atrás y sacó una linterna
que le dio a Chuck y un abrigo para que se pusiera encima del que ya
llevaba. Abrió su puerta y salió del coche, arrastrando a Chuck con
él. Parapetados tras el coche, le hizo agacharse para no ser un
blanco y él apuntó su pistola por encima del techo. Las luces del
helicóptero le impedían distinguir nada con claridad, pero sí
reconoció una de las siluetas que se aproximaba.
—Has tardado más de lo que esperaba,
Walker—se hizo oír por encima del ruido del helicóptero.
—Tira tu arma y entréganos a Chuck,
agente Casey—le pidió la mujer, apuntándole también con una
pistola, junto a varios hombres más.
—Estoy seguro de que sabes que no voy
a hacer eso—respondió, manteniendo su voz firme, completamente en
su papel de agente, de soldado, incluso si por dentro no se sentía
tan seguro—. Y ya no soy agente.
—Eso parece. ¿Sabes?, eres la última
persona de la que me esperaba esto. Eras tan extremadamente fiel a tu
país que parecías un robot sin voluntad propia y ahora... Ahora
eres un traidor—muy lentamente se acercaba. Alex sabía que estaba
ganando tiempo, que querían estar en las mejores posiciones posibles
antes de atacar. La negociación era solo una pantomima—. ¿Quién
te está pagando, Casey? ¿Cuál es la cifra mágica para que el
agente Casey traicione a su país?—con eso se dio cuenta de que esa
mujer no tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero en ese momento
ya no importaba, no escucharía nada de lo que tuviera que decir y
tampoco iba a permitir que la CIA pusiera sus manos sobre Chuck. Lo
único que esperaba era que Chuck no la creyera—. Vamos, Casey,
nadie tiene por qué salir herido.
Ante esas palabras, como si una luz
roja se hubiera encendido en su cerebro, Alex empujó a Chuck con el
pie. Este le miró por un momento, inmóvil, no queriendo dejarle
allí, pero Alex volvió a empujarle más fuerte y Chuck finalmente
salió corriendo. Los disparos comenzaron de inmediato.
Corrió y corrió y corrió por nieve
que tragaba sus pies en una oscuridad casi completa. El haz de la
linterna se sacudía frente a él, la única fuente de luz que
desaparecía en la plena oscuridad del bosque. El cielo estaba
completamente cubierto por densas nubes que no dejaban de soltar
nieve y, aun si no hubiera sido así, las espesas ramas de los
árboles tampoco habrían permitido pasar la luz del cielo nocturno.
Solo había oscuridad y frío y nieve y terror. Y los disparos de
fondo.
Chuck quería darse la vuelta y
regresar. No podía dejar a su compañero allí, no podía perder a
Alex. Pero sabía que solo sería un estorbo, como siempre había
sido. ¿Qué haría armado solo con una linterna? Oh, aún llevaba el
cuchillo de Alex en su bolsillo. Sí, eso sería de gran ayuda,
pensó sarcástico.
En algún punto de su carrera se
detuvo. Sabía que Alex le había dicho que no se detuviera, pero lo
hizo. Sus piernas estaban exhaustas de correr en la nieve, le dolían
y temblaban. Apenas podía respirar, si se cubría el rostro con el
cuello del abrigo no entraba suficiente aire; si no se lo cubría, el
aire que entraba era helado y le congelaba los pulmones.
Se apoyó en un árbol e iluminó con
la linterna el rastro de huellas que había dejado. Qué ridículo
era huir en la nieve, podrían encontrarle enseguida. Solo esperaba
que Alex lo hiciera primero. Si seguía vivo.
Por supuesto que está vivo, tiene
que estarlo, es Alex... Por dios, que esté vivo; si no, habría
muerto por su culpa.
Se deslizó por el árbol hasta quedar
sentado en el nevado suelo. Apagó la linterna y se hizo una bola,
intentando conservar el calor y protegerse del aire helado. Su único
objetivo en ese momento era no comenzar a llorar para que las
lágrimas no se congelaran en su rostro. Sabía que no iba a aguantar
mucho así, pero no era un superviviente, no sabía qué otra cosa
hacer. Solo podía esperar.
—¡¿Qué estás haciendo ahí?! ¡Te
dije que no te detuvieras!—Alex le agarró por el abrigo y lo
levantó. La nieve que se había acumulado sobre él cayó según le
sacudía para hacerle reaccionar.
Por un momento creyó que estaba
alucinando, quizás inconsciente en la nieve, pero no, Alex estaba
allí, de verdad.
—Estás vivo—su voz fue apenas un
susurro.
—¡Por supuesto que estoy vivo!
Vamos, tenemos que ocultarnos.
Le rodeó la espalda con un brazo y lo
llevó consigo, iluminando el camino con su propia linterna. Chuck
aún no podía creer que realmente le hubiera encontrado, que
estuviera allí con él. Estaba tan feliz, aun si morían congelados
en el bosque, estaba tan feliz de tenerle de nuevo con él.
Estaba seguro de que Alex no conocía
la zona, pero por algún motivo que se le escapaba, parecía saber
hacia dónde se dirigían. Los árboles estaban cada vez más
separados unos de otros y comenzaron a aparecer pequeñas formaciones
rocosas. Finalmente se encontraron frente a un desfiladero. El río
fluía a varios metros por debajo de ellos y la pared al otro lado
era todavía más alta que el lado en el que se encontraban. Había
recovecos y cavidades por todas partes y algunas zonas eran
totalmente verticales.
—¿Cómo vamos a pasar por
aquí?—preguntó, viendo que estaban atrapados.
—No vamos a hacerlo. No te pares—le
forzó a seguir caminando a lo largo del desfiladero.
Pronto al otro lado apareció otra
pared de piedra y antes de darse cuenta se encontraron entre una
pared de varios metros de altura y el río también a varios metros
por debajo de ellos. Y el camino se hacía cada vez más estrecho.
—Baja.
—¿Qué? ¡¿A dónde?!—exclamó,
viendo el río como el único sitio al que bajar.
Alex le guió hacia unas rocas que
descendían casi formando una escalera hacia otro saliente un poco
por debajo de donde se encontraban. Bajó por delante de él,
ayudándole e indicándole dónde pisar. Muy despacio, con cuidado de
la nieve acumulada, bajaron al rellano y Chuck se dio cuenta de que
había una pequeña cueva, apenas una concavidad de poco más de un
metro de profundidad y ni metro y medio de altura. Alex se sentó en
el suelo de tierra y le tendió la mano.
—Ven.
Chuck suspiró y prácticamente se
derrumbó en su regazo. Se sentó a horcajadas y le rodeó el cuello
con los brazos. Apagaron las linternas y durante largo rato se
quedaron en silencio simplemente abrazándose. Ahora Chuck fue
consciente de lo realmente agotado que se encontraba. Qué bueno
sería poder estirarse en un colchón, abrigado en una cama de ese
pueblo al que iban a llegar. Incluso el coche parecía un oasis ahora
mismo, en aquella cueva que apenas les protegía del aire y la nieve
constante. Pero al menos estaba con Alex.
—Vamos a congelarnos aquí—pretendía
ser una broma, pero era una posibilidad demasiado real.
—Estaremos bien, solo tenemos que
esperar hasta que se marchen. Desabróchate el abrigo.
—Oh, sí, esa es una fantástica
idea—pero viendo que Alex lo hacía, él también se desabrochó el
abrigo—. ¡Oh, dios! ¡Estás herido!
Cuando Alex se abrió el abrigo, pudo
ver la mancha y el agujero en su jersey, en su hombro izquierdo.
—Sí, bueno...—encogió el otro
hombro como si quisiera quitarle importancia.
—Te han disparado, te han dado—no
podía creerlo. Estaba herido, en un lugar así. En una oquedad en
medio de los bosques. ¿Qué demonios podía hacer? No tenía nada
con que curarle, se desangraría, moriría allí junto a él.
—Yo he hecho más agujeros—intentó
esta vez ser él quien hiciera la broma, pero solo consiguió que las
lágrimas que Chuck había contenido con tanto esfuerzo acabaran
derramándose por sus mejillas—. Hey, hey, de verdad, estoy bien.
Es de entrada y salida, no hay ninguna arteria importante dañada,
estaré bien. Mira, haremos esto: saca el brazo de la manga del
abrigo, vamos—mientras Chuck obedecía casi como un zombie, él
cortó un pedazo de la parte inferior de su jersey con el cuchillo y
se lo dio—. Presiónalo contra la herida, ¿vale? La pared
presionará el otro lado—ahogó un quejido de dolor cuando Chuck
hizo lo que le pidió. No era grave realmente, pero en una situación
así podía ser mortal—. Bien, ahora esto—entonces, Alex abrochó
el lado derecho de su abrigo con el izquierdo de Chuck y lo mismo con
el contrario. Ambos abrigos estaban ahora unidos y sus torsos estaban
en contacto, dándose calor el uno al otro—. ¿Ves? Así estaremos
bien, calientes. Ahora descansa, nos iremos de aquí en cuanto se
vayan ellos.
Chuck asintió, aunque apenas parecía
haberle entendido. Sollozó, intentando controlar las lágrimas. Sacó
el otro brazo de la manga del abrigo y rodeó su cintura con él
mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro bueno. Alex pudo sentir el
frío de sus lágrimas y la calidez de su aliento contra su cuello.
Habían estado tan cerca, tan, tan cerca. Solo un día más y habría
cumplido con su objetivo. Estarían a salvo en un pequeño pueblo
perdido donde nadie les buscaría. Esa maldita mujer lo había
arruinado todo. Cuánto deseaba poder matarla con sus propias manos,
lento y doloroso. La haría llorar y suplicar y no le concedería
misericordia porque no lo merecía, la haría sufrir hasta el último
segundo.
De repente, todos esos pensamientos se
esfumaron cuando comenzó a sentir temblar a Chuck en sus brazos. Su
rostro estaba caliente, más de lo que debería en esa situación, y
cuando le llamó una y otra vez no reaccionó.
—No, no, no, no me hagas esto, no,
por favor—le abrazó con fuerza, besando su frente y su mejilla
húmeda de sudor—. Chuck, no puedes hacerme esto, esto es por ti,
no tiene sentido sin ti. Te necesito, por favor, Chuck.
No recordaba haber sonado tan
desesperado en toda su vida. Lo había dejado todo, su vida, su
trabajo, su país por él y volvería a hacerlo sin dudarlo, había
conseguido aún más de lo que esperaba, pero nada de eso tendría
sentido si ahora el joven moría en medio de aquel bosque. Sabía que
ni siquiera intentaría salir de allí si no era con él.
—Dios mío.
Alex levantó la cabeza. Estaba tan
concentrado en intentar despertar a Chuck que ni siquiera se había
dado cuenta de que Sarah Walker estaba frente a ellos. Pero no se
movió. ¿Qué podía hacer? Con su hombro herido y desangrándose
perdería cualquier tipo de lucha contra ella y ni siquiera le
quedaban balas.
—Le estás protegiendo—parecía
atónita, como si estuviera frente a una alucinación.
—Por supuesto, idiota. ¿Realmente
creíste que me vendería?—su voz sonó con más desprecio del que
pretendía, pero ya no estaba en condiciones de disimular.
—Es... estás... ¿Estás enamorado
de él?—por cómo sonó esa pregunta, parecía que creyera
imposible que Alex, mejor dicho, el agente Casey se enamorara.
—Eres un genio, ¿eh?—qué bien se
sentiría viéndola caer por ese precipicio.
—Pero... ¿Por qué te lo llevaste?
—Realmente no sabes nada—soltó una
risa cansada. Esa mujer no era más que un títere como todos los
demás, como él mismo lo había sido—. Han conseguido replicar el
Intersect y Beckman me ordenó matarlo porque ya no es útil y podría
resultar un peligro.
—Y tú te lo llevaste para
protegerle... porque estás enamorado de él.
—No. Porque no merece morir después
de todo lo que ha luchado en una causa que no era la suya, después
de todo lo que ha sufrido sin ser culpable de nada. No merece que su
país lo asesine después de haberle servido arriesgando su vida sin
tener ninguna obligación de ello. No es justo y no quiero luchar por
un país que trata así a alguien que ha sacrificado tanto por él.
—Estás enamorado de él—pese a ser
la tercera vez que lo decía, aún resultaba extraño.
—Deja de repetir eso, mujer. Hago
esto porque es lo correcto—replicó irritado.
Walker se les quedó mirando por un
momento, aún valorando la situación. No sabía nada de que hubieran
replicado el Intersect ni de que hubiera órdenes de asesinar a
Chuck, ella solo tenía que recuperarlo, pero no sentía un atisbo de
mentira en las palabras de Casey y sabía que ese hombre lo daría
todo por su país así que si había hecho algo así debía de tener
verdaderos motivos de fuerza mayor.
—Os he visto flotar río abajo,
claramente muertos. Ordenaré al equipo ir a buscar vuestros cuerpos,
pero no sería raro que en un lugar así no aparecieran—era lo
correcto.
Miró por última vez a Chuck,
temblando febril. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde. Se dio
la vuelta y se marchó. Alex casi no podía creerlo, al final tendría
que darle las gracias a esa mujer (aunque no pensaba hacerlo).
Regresó su atención por completo a
Chuck y le repitió una y otra vez que estarían bien, que en poco
rato podrían salir de allí, que solo tenía que aguantar un poco
más. Escuchó voces por encima de ellos que se fueron alejando y
esperó hasta que el helicóptero pasó sobre ellos y siguió río
abajo. Cuando consideró que era seguro, separó los abrigos y salió
del refugio. Se echó a Chuck, ahora completamente inconsciente,
sobre el hombro bueno y subió, no sin dificultad, las rocas hasta el
camino por el que habían llegado. Regresó por el bosque hacia la
carretera. Cada paso era un suplicio, la pérdida de sangre haciendo
mella en él.
Apenas lo creía cuando al fin llegó a
la carretera y se encontró con su todoterreno aún atravesado en
medio. Metió a Chuck en la parte trasera, subió tras el volante y
encendió la calefacción al máximo. Se puso en marcha bajo un cielo
que comenzaba a aclarar con las primeras luces del alba. Habían
pasado ahí fuera más tiempo del que creía, ni siquiera se había
percatado de que en algún momento había dejado de nevar. Su cuerpo
se sentía entumecido, no sentía dolor ‒ eso no es bueno ‒
y se esforzaba por mantener los ojos abiertos. ¿Por qué estaba
oscureciendo de nuevo?
El coche giró bruscamente y se salió
de la carretera, chocando contra el primer árbol que encontró. Un
claxon reverberó por unos minutos en el bosque y después nada, solo
el sonido de los animales diurnos despertando.
NNNOOOOO.!!!!!!!
ResponderEliminarestan tan cerca de su libertad nooooo por favor..!!! wooow esto estuvo muy intenso de verdad lo ame..!!!!
Noooooooooooo. Noooooooooooooo. Noooooooooooo. Maldad pura. Porqueeeeee. Quiero llorar
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