Título: Huyendo
Fandom: Chuck Pareja: John Casey x Chuck Bartowski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, algo de violencia
Capítulos: 11 (7 de 11)
Resumen: Al fin han conseguido reproducir el Intersect y de nuevo ordenan a Casey matar a Chuck. Nada interrumpe esta vez, pero... no puede hacerlo, simplemente no puede. Hora de huir.
Aviso: muchos de los lugares que se describen en esta historia son reales (carreteras, restaurantes, hoteles...), pero no así las personas; los personajes secundarios son totalmente inventados.
Capítulo 7
Despertando lentamente, sintió como si
estuviera sumergido en un líquido muy denso. Su cuerpo se sentía
envuelto por completo. Era casi sofocante, pero abrumadoramente
agradable. Cuando el sueño quedó atrás, se dio cuenta de que,
además de por las mantas, estaba arropado por el cuerpo de Alex,
totalmente inmovilizado en su abrazo. Una de sus piernas por encima
de las suyas y el brazo alrededor de su torso, reteniendo también
sus brazos que mantenía doblados contra el pecho. No lo tenía del
todo encima suyo, pero estaba igualmente atrapado. Y no le importó.
Verle tan posesivo y protector con él le hacía sentir mariposas en
el estómago (aunque nunca se lo diría o volvería a acusarle de sonar como una chica).
—¿Despierto?—le preguntó Alex con
una voz ronca y profunda. Dada su posición, no habría imaginado que
estuviera también despierto.
—Um, sí, buenos días—respondió
mientras su compañero se desenlazaba de él—. Ha sido una noche
realmente bu-uuuhh?
Miró con ojos desorbitados cómo Alex
se metía bajo las sábanas y le agarraba por las caderas para
tumbarle boca arriba. No iba a hacer lo que estaba pensando que iba a
hacer, ¿verdad? Entonces Alex le separó las piernas. Sus fuertes
manos le agarraban por encima de las rodillas, sujetándole
firmemente contra el colchón. Sintió su húmeda lengua recorrer la
cara interna de su muslo y no pudo contener un gemido de sorpresa y
placer. Y Alex no se detuvo, siguió lamiendo sus muslos, cerca de la
ingle, con lo que Chuck pensó era una excesiva cantidad de saliva.
Se cubrió la boca con ambas manos, pero no era suficiente para
contener los gemidos. Y cuando Alex succionó su piel tan arriba como
los calzoncillos le permitían, el joven se sacudió, embistiendo al
aire con su dolorosa erección aprisionada, y probablemente toda la
pensión pudo oír su gemido.
Alex salió de debajo de la sábana y
le miró con una sonrisa soberbia. Sabía que un par de minutos más
y conseguiría que se corriera solo con eso. Pero no era eso lo que
buscaba. Lo tumbó de lado y le bajó los calzoncillos, echándose
tras él.
—E-espera, qué vas a... No irás
a...—de repente estaba tenso, nervioso, a punto de salir corriendo
porque aún no estaba preparado para eso.
—Shh. Confía en mí.
Y solo con esas palabras Alex consiguió
que el joven se relajara por completo en sus brazos y le dejara
hacer. Se ajustó a su cuerpo, le dejó sentir su erección contra la
raja de su trasero y la deslizó entre sus muslos.
Oh, por eso tanta saliva. Es lo
único que pensó antes de que su mente se quedara en blanco cuando
Alex comenzó a embestir contra él. Se aferró a las sábanas ante
los bruscos movimientos, aunque los fuertes brazos que lo rodeaban no
iban a permitir que se apartara lo más mínimo. Tan dura y caliente,
sentía como si la verga lo perforara aunque solo estaba frotando
entre sus muslos, rozando también sus bolas de paso.
—Aprieta más—le susurró con voz
grave y profunda.
Chuck se estremeció, gimió y
finalmente obedeció. La simple idea de lo que estaba pasando le
excitaba tanto que su miembro ya goteaba. Podía ver la punta de falo
asomar entre sus piernas con cada embestida. Solo quería tocarlo.
Llevó las manos a él y cuando lo tocó sintió un gruñido vibrar
por toda su espalda y Alex le mordió en el cuello. Dolía e iba a
ser una marca junto a tantas otras que ya tenía, y Chuck inclinó la
cabeza a un lado, sintiendo esos dientes clavarse en su piel hasta
casi rasgarla. Era un animal, casi una bestia, y en algún momento
Chuck tendría que plantearse por qué eso le ponía tanto, pero
ahora solo se dejó llevar y se corrió al sentir la simiente en sus
manos con las últimas y bruscas embestidas.
Sintiéndose aún aturdido, observó el
líquido blanquecino en sus manos y se llevó una a la boca sin
pensarlo. Antes de que pudiera lamerlo, con la lengua ya fuera, Alex
le agarró por la muñeca y le apartó la mano.
—Si haces eso te follaré ahora
mismo—le advirtió.
—Ungh...—en realidad no estaba
seguro de si quería o no, pero antes de que pudiera decidirse, Alex
tomó sus manos y las limpió en las sábanas—. Menos mal que no
vamos a dormir más aquí. Por cierto, ¿cuáles son los planes para
hoy?
Alex salió de la cama y comenzó a
desnudarse mientras los ojos de su compañero permanecían fijos en
él.
—Iré a por las identidades, tú
esperas aquí y cuando regrese nos marchamos.
—Espera, ¿vas a ir solo? Es un sitio
muy peligroso.
—Precisamente por eso. No quiero
estar pendiente de ti, no quiero encontrarte esta vez desangrándote
en un callejón y allí no vas a entrar conmigo. Si voy yo solo puedo
centrarme al cien por cien, si vas tú acabará mal.
—Pe-pero podrían-
—No van a matarme—le interrumpió—,
no les conviene para su negocio. Un cliente muerto en su local y se
les acabó el chollo. Estaré bien, no tienes de qué preocuparte.
—Lo haré de todos modos—replicó
con el ceño fruncido. ¿Cómo podía parecer tan seguro de sí mismo
aun estando completamente desnudo? Era injusto que impusiera incluso
así.
—De acuerdo, pero desde aquí.
Se dio una ducha rápida y salió por
la puerta antes de que Chuck pudiera siquiera decirle que tuviera
cuidado porque no quería darle la oportunidad de convencerle para
que le dejara acompañarle.
Chuck se asomó por la ventana. La
nieve cubría las aceras y los coches aunque la carretera ya había
sido limpiada.
—No puedo creer que diga esto, pero
realmente espero que robemos un coche, me moriré si hacemos el resto
del camino andando—murmuró para sí mismo.
Nunca había estado en una ciudad
nevada, pero no podía disfrutarlo porque su mente estaba en otra
parte y por primera vez no era en Los Ángeles. Solo quería que
regresara vivo, incluso si era con algún golpe. Solo vivo. Le
necesitaba y no solo para llegar a un lugar seguro.
Sacudió la cabeza. Se había prometido
no pensar en eso, no cuestionar lo que sentía o dejaba de sentir,
solo actuar sobre sus deseos. Aunque era cada vez más difícil.
Cuando los minutos pasaron y sumaron ya
más de una hora, Chuck se puso nervioso y comenzó a dar vueltas por
la habitación. Se dio una ducha rápida y se vistió, impaciente
porque regresara. No quería pensar en lo que podría haberle pasado
en ese lugar, otra vez no.
Sabía que no podía ir allí, pero
tampoco podía quedarse esperando en la habitación. Se puso la
chaqueta y bajó al portal. Con las manos metidas en los bolsillos y
la mitad inferior de la cara oculta en el grueso cuello de la
chaqueta, esperó frente a la puerta, viendo pasar a la gente que iba
hacia sus trabajos, la mayoría armados con paraguas aunque en ese
momento no llovía y el cielo estaba bastante despejado.
—Así que lloverá o nevará más
tarde—murmuró para sí.
Un coche aparcó en un hueco libre a un
par de metros de la puerta. Chuck no le estaba prestando atención,
miraba hacia el lado opuesto de la calle por donde se suponía que
tenía que aparecer Alex.
—¡¿Qué estás haciendo ahí?!—su
voz le sobresaltó y su cuerpo se sacudió, pero Chuck sintió un
inconmensurable alivio—. Vas a congelarte. No estás en condiciones
de-
Se quedó sin habla cuando Chuck
prácticamente se le lanzó encima y le abrazó con fuerza rodeando
sus hombros. Hundió el rostro en su cuello e inspiró profundamente.
Por algún motivo su olor le hacía sentir seguro, disipaba la
ansiedad que sentía. Alex suspiró y correspondió al abrazo,
sintiendo la punta fría de su nariz contra su cuello.
—¿Estás herido?—le preguntó sin
apartarse de él, su voz amortiguada contra su chaqueta.
—No, estoy perfectamente.
—¿Entonces por qué demonios has
tardado tanto?—al fin levantó la cabeza y le miró frunciendo el
ceño—. Me estabas preocupando, no puedes desaparecerte tanto
tiempo sin-
Alex sacó unas llaves y se las puso en
la mano. Indicó con la cabeza al coche en el que había venido.
—Sube. Voy a por nuestras cosas.
—¿Lo has robado?—preguntó,
mirando el todoterreno blanco de Ford.
—¿Se te ha congelado el cerebro?
¿Cómo iba a tener las llaves habiéndolo robado? Vamos.
Chuck tomó las llaves y subió al
coche, agradecido por la calefacción en marcha. Cuando Alex regresó
y metió sus bolsas en la parte de atrás, frunció el ceño al verle
en el asiento del conductor.
—¿Qué estás haciendo ahí?—le
preguntó, abriendo la puerta del copiloto.
—Mi turno de conducir—sonrió.
Alex suspiró y se sentó de copiloto,
tomando una bolsa que había en el asiento.
—Ve hacia el noreste y toma la salida
de la 564.
—Entendido. Por cierto, ¿no
llamaremos un poco la atención con este coche? Es un poco... grande.
—Es de los más habituales aquí y no
quiero quedarme tirado en medio de la nieve en el camino. Come—le
puso delante un bollo de pan relleno de beicon y queso. Cuando Chuck
fue a cogerlo, Alex le apartó la mano—. Estás conduciendo.
Muerde.
—¿Vas a darme de comer?—preguntó
mientras masticaba ya.
—Preferiría que comieras tú solo,
pero ya que te empeñas en conducir no me queda otro remedio.
Chuck sonrió. El duro exagente se
estaba ablandando. Para cuando salieron de la ciudad, ya se había
terminado el bollo, bebiendo durante los semáforos café de un
termo. Alex hurgó en la bolsa y le mostró un teléfono móvil muy
anticuado.
—Irrastreable. Yo tengo otro igual.
Tiene mi número en marcación rápida—le explicó y se lo metió
él mismo en el bolsillo del pantalón—. Solo para emergencias si
nos separamos.
—Preferiría no separarnos.
—Yo también, pero puede ser
inevitable.
—Mm...—realmente no le gustaba nada
la idea—. ¿Ahora qué? ¿Directos a Black Lake?
—Serán unas 19 horas de viaje sin
contar las paradas para comer. Dormiremos en algún sitio de camino y
con suerte llegaremos mañana por la noche o de madrugada.
Tras casi cinco horas de viaje, se
detuvieron en una pequeña ciudad llamada Rosetown. Echaron gasolina
y comieron en una hamburguesería en la misma carretera, que no
estaba nada mal a pesar de formar parte de una cadena de restaurantes
canadienses.
—¿Sabes? Estando en Canadá me
gustaría comer algo más... canadiense.
—No te preocupes, cuando lleguemos
cazaré un ciervo y podrás cocinarlo—lo dijo tan serio que a Chuck
le costó por un momento darse cuenta de que era una broma. ¡Alex
nunca bromeaba!
—Lo curioso es que no dudo de que
puedas cazar un ciervo. El hecho de que yo pueda cocinarlo es otro
tema.
Cuando le vio reír, creyó que
definitivamente estaba soñando. ¿Qué pasaba con Alex? Nunca le
había visto reír así, ni siquiera cuando iba de incógnito. Estaba
relajado, como si su aspecto de tipo duro no fuera más que una
armadura que se estuviera cayendo a pedazos. Se sintió feliz y un
poco orgulloso porque quizás eso se debía a él.
Regresaron al coche, intercambiando
asientos. Chuck estaba algo incómodo en sus pantalones, llevaba
medio duro desde que le había visto reír. No entendía por qué
había causado esa reacción en él. Cuando Alex iba a arrancar,
colocó la mano en su muslo y acarició insinuante, cerca de la
entrepierna. Alex le miró de reojo arqueando una ceja.
—¿En el coche?—preguntó,
sorprendido por la iniciativa del joven.
—Tenemos cristales tintados. Solo
déjame...—se humedeció los labios nervioso—, chupártela.
Alex gruñó, ese gruñido que Chuck
había aprendido a identificar como excitación, y arrancó el coche.
—Vamos a un sitio más privado.
Con Chuck ya desabrochándole los
pantalones, salió del aparcamiento del restaurante y cruzó la
carretera hasta un descampado, donde aparcó alejados de cualquier
testigo potencial, dejando el coche en marcha para que la calefacción
siguiera funcionando.
—Espera—le dijo cuando estaba a
punto de sacar el miembro de entre sus calzoncillos. Chuck le miró
molesto como si hubiera interrumpido algo importante y no pudo evitar
reír—. Ve atrás, estaremos mejor.
Chuck obedeció de inmediato, pasando
al asiento de atrás y apartando las bolsas que tenían allí. Alex
le siguió y se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los
tobillos antes de sentarse en el asiento de en medio. El joven se
arrodilló entre sus piernas, relamiéndose los labios ante el
miembro que ya empezaba a reaccionar. Alex no iba siquiera a
preguntarle si estaba seguro, él lo había pedido y, por la
expresión en su rostro, realmente lo deseaba. Pero sí le detuvo
cuando fue a lamerlo directamente mientras aún estaba medio flácido.
Le agarró de los rizos y tiró de ellos, consiguiendo un delicioso
gemido.
—Ponlo duro primero, con tus manos—le
ordenó.
Soltó sus cabellos y los acarició,
bajando hacia su cuello y dejando allí su mano, masajeándolo
suavemente. Chuck pareció disfrutarlo, entrecerrando los ojos y
relajándose casi de inmediato. Tomó el miembro con ambas manos y
comenzó a frotarlo como había hecho la mañana anterior, conociendo
ya ciertos puntos de placer con los que no tardó en conseguir una
erección completa. Sonrió satisfecho.
—Te ves demasiado confiado para ser
tu primera vez. Ya veremos cómo es tu técnica—inconscientemente
presionó un poco más los dedos alrededor de su cuello. No quería
mostrarlo, pero estaba un poco ansioso. No recordaba cuántas veces
había soñado con tener esos labios alrededor de su polla.
—Enséñame—le pidió, con una
mirada entre ansiosa y tímida—. Enséñame lo que te gusta y lo
que no.
Estaba básicamente pidiendo que le
entrara para satisfacerle. Alex no pudo disimular en ese estado de
desnudez cuánto le atraía la idea.
—Empieza como te gusta a ti y después
ya veremos. Y ten cuidado con los dientes. No me importa un poco de
fricción, pero no muerdas.
Chuck se pasó la punta de la lengua
por los dientes y cuando Alex lo vio apretó el agarre en su nuca
como advertencia.
—Nnh... Nada de morder,
prometido—estaba comenzando a gustarle demasiado la mano en su cuello.
Se inclinó sobre el miembro rojizo y
tragó saliva. Primero con su lengua lamió solo la punta y el sabor
le resultó extraño, pero aún más el tacto. Probó con sus labios,
besando y chupando el glande. Era una sensación extraña, no tenía
otro modo de describirla, pero no le desagradaba del todo, podría
acostumbrarse. Bajó con su lengua por el falo, recorriendo la
prominente vena de arriba abajo. Entonces se percató también del
intenso olor, tan masculino y apropiado para Alex. Para su sorpresa,
en lugar de echarle para atrás, sintió el deseo de sumergirse en
él. Masajeó la base del miembro con sus labios, utilizando también
su lengua, y sintió el vello púbico en su nariz y su mejilla.
—Joder, Chuck—estaba jodido, muy
jodido si con esa penosa técnica tenía su miembro ya goteando solo
por ver la cara de ese chico disfrutando tanto con su polla.
—¿Hm?—murmuró alrededor de su
miembro—. ¡Nh!—Alex le agarró del pelo y le apartó.
—Chúpalo como dios manda o no lo
hagas.
—Pero parece que te está gustando
como lo hago, o al menos a esa parte le gusta—frotó la yema de un
dedo sobre el orificio, arrastrando el líquido transparente.
—Ggrh. Lo que me gusta es esa
expresión de éxtasis que pones como si mi polla fuera lo más
delicioso del mundo—con la mano firmemente en su cabeza, le hizo
incorporarse hasta que sus rostros estuvieron tan cerca que podría
besarle—. Puedes dormir con ella en tu boca si quieres, pero ahora
chúpala como se debe o pongámonos en marcha.
Chuck emitió un gemido desesperado que
le hizo creer que tal vez se lo estaba pensando o al menos la idea le
gustaba. Le hizo volver a bajar y presionó su rostro contra su
entrepierna. Chuck de inmediato empezó a lamer el falo, frotándolo
al mismo tiempo con ambas manos. Esta vez centrado en su tarea, metió
el miembro en su boca. Primero solo el glande, acariciándolo con su
lengua, centrándose en el frenillo. Después fue bajando poco a
poco, acostumbrándose a la invasión de su boca, al peso sobre su
lengua, al calor y al líquido brotando de la punta.
Estaba salivando tanto que goteaba por
la longitud hasta la base. Pasaba poco a poco de ser extraño a
increíble. Entonces se atrevió a rozarlo suavemente con sus dientes
y se ganó un profundo gruñido de aprobación. Comenzó a mover su
cabeza arriba y abajo, arriba y abajo, succionando cuando llegaba a
la punta y metiéndolo cada vez más profundo. Consiguió un ritmo
estable gracias a la mano de Alex en su cabeza que le guiaba, sin
forzarle nunca a tragarlo más profundo de lo que podía.
—Eres bastante bueno cuando
quieres—trató de sonar impasible, pero su voz se notaba afectada—.
Usa más tu lengua y masajea mis bolas con una mano.
Chuck obedeció, jugando con sus bolas
entre sus dedos mientras intentaba mantenerse concentrado en lo que
hacía su boca. Le resultó más difícil de lo que esperaba, sobre
todo con el calor en su entrepierna que presionaba atrapado en sus
pantalones.
—Mírame—le ordenó, y Chuck
obedeció. Sus ojos acuosos por el esfuerzo y sus rizos totalmente
revueltos. Esos preciosos labios envolviendo su verga y el increíble
calor de su boca. Le encantaría pasar horas viendo y sintiendo esa
obra de arte, pero su miembro estaba suplicando alivio ya. Era
un poco vergonzoso durar tan poco, pero ahí había algo más que las
sensaciones físicas—. Quiero correrme en tu boca, pero si no
quieres tendrás que apartarte ahora—y soltó su cabeza, dejándole
a él la decisión.
Chuck pareció pensárselo por un
momento y, finalmente, sacó el miembro de su boca, pero solo hasta
la punta. Siguió chupando y succionando mientras frotaba el resto de
la verga con una mano y las bolas con la otra.
—Nggh... joder...
El joven pudo reconocer los signos del
orgasmo aproximándose y se preparó. Aun así, no pudo evitar
sorprenderse cuando la simiente salpicó dentro de su boca, tan
abundante que tuvo que tragar parte en ese momento. Cuando Alex hubo
terminado, soltó su miembro que empezaba a ponerse flácido y se
centró en el extraño sabor del semen en su boca. Jugó con él con
una expresión casi de placer con los ojos entrecerrados y después
lo tragó.
—Vas a matarme—jadeó Alex, pasando
la mano por sus cabellos, esta vez más dulcemente.
—No es la intención—se sorprendió
ante su propia voz ronca e intentó tragar saliva.
Alex hurgó entre las bolsas y sacó
una botella de agua. Chuck bebió un largo sorbo, aunque eso no quitó
del todo el sabor de su boca, pero tampoco le importaba.
—¿Soy aceptable entonces?—preguntó
con una sonrisa tonta, como si hubiera sido él el que hubiera
recibido la felación.
—Más que aceptable, sobresaliente.
Ven aquí, me toca—le levantó, tirando de su brazo.
—Ah, no, no es neces- ¡Ahnnh!
Apenas tocó su paquete, Chuck se
corrió intensamente, sus piernas fallándole y cayendo sobre Alex.
Este le ayudó a sentarse sobre su regazo, mirándole con una sonrisa
engreída en el rostro. El joven se quedó jadeando con la cabeza
apoyada en su hombro, hacía años que no se corría en sus
pantalones.
—Realmente lo has disfrutado,
¿eh?—preguntó Alex burlón.
—Por suerte para ti, sí. Ahora
debería cambiarme los calzoncillos antes de que sea realmente
incómodo.
—Esta noche te devolveré el favor—le
susurró al oído antes de dejarle levantarse de su regazo.
Chuck gimió, impaciente porque llegara
la noche. Se cambió de calzoncillos en el asiento de atrás mientras
Alex volvía delante y emprendieron de nuevo la marcha.
Cada capítulo es Casi un ataque ir su.intensidad y la espera es otro por la desesperación. Gracias este fin me encanta
ResponderEliminaryo casi mori pensando que no iba a ver este fin de semana y wooow sorpresa muero este fic es mi adoracion me encanta..!!!
ResponderEliminarPerdón por el retraso u_u Se me hace un poco complicado publicar los sábado así que es probable que a partir de ahora publique los domingos, depende de la semana.
EliminarY me alegra que te guste tanto ^^
¡Necesito maaas!
ResponderEliminarEscribes increíble <3