Título: La Casa Varia
Fandom: Katekyo Hitman Reborn!
Pareja: Xanxus, Squalo, Belphegor, Kikyo, otros (en varias parejas diferentes)
Autor: KiraH69
Género: Yaoi
Clasificación: +18 Advertencias: Lemon
Capítulos: 1
Resumen: un exigente príncipe, un posesivo jefe, un subordinado deseoso de satisfacer y un misterioso salvador. Solo sexo y nada más.
* * * * *
—Ah... Vamos, hazlo más duro... ¡Um! ¡Más!
—Belphegor-sama... esto se siente realmente genial. Sabía que los
rumores eran ciertos, pero no esperaba que me permitiera hacérselo a mí.
—Pues disfruta todo lo que puedas porque no lo volveré a hacer contigo,
eres un inútil—reprendió al joven soldado por no ser capaz de hacerlo más duro.
Pocos minutos después el soldado salió del cuarto de Bel entre enfadado
y avergonzado. Al no mirar por dónde iba, chocó contra un cuerpo fuerte que ni
se inmutó.
—Quien coj- ¡Ah! ¡Squalo-sama! ¡Lo siento, lo siento! ¡Lo siento mucho,
perdóneme!—rogó poniéndose de rodillas.
—¡¡Largo de aquí mocoso!!—le gritó, dándole una patada.
Squalo entró en la habitación de Belphegor y se encontró con el joven de
delicado y pálido cuerpo desnudo, de espaldas a él, con un líquido blanco
deslizándose entre sus muslos, tomándose una copa de vino.
—Parece que no has disfrutado mucho—le dijo al ver el rostro malhumorado
del rubio.
—Deberíamos escoger mejor a nuestros soldados. Últimamente todos son
unos inútiles—gruñó, tirándose boca abajo sobre la cama.
—¿Y no será que tú eres demasiado exigente? No eres nada fácil de
satisfacer, príncipe caprichoso—se sentó junto a él, observando su trasero y
sus muslos húmedos.
—¿Exigente? Puede ser. ¿Crees que tú podrías satisfacerme?—Belphegor se
incorporó y deslizó sus brazos por el cuello del mayor, sonriéndole insinuante.
Abrió sus piernas y se sentó sobre la entrepierna de su compañero, aparentemente
inmutable.
—Sabes que no puedo. Xanxus se enfadaría mucho con ambos—deslizó los
dedos de una mano por el pecho del príncipe, acariciando suavemente sus pezones
mientras la otra mano subía por su pierna hasta su trasero, que se movía
suavemente, frotándose con el miembro del mayor que comenzaba a endurecerse.
—Es cierto, últimamente está muy posesivo. Es una lástima que solo
podamos hacerlo delante de él. Ahora realmente quiero que me perfores con tu
polla—le susurró al oído, lamiendo su oreja, apretando su entrepierna con la
mano.
—Bueno... supongo que no tiene por qué enterarse—invadió la boca de
Belphegor con su lengua en un dominante beso. Conocía perfectamente las zonas
más sensibles de su boca y lo que más le gustaba.
—Tú sí que sabes besar, Squalo—rió el príncipe mientras se arrodillaba
frente a él.
Desabrochó la bragueta del mayor y sacó el miembro erecto, relamiéndose
los labios. Lo besó dulcemente en la punta, consiguiendo que palpitara, y lo
frotó con sus mejillas.
—Realmente tu polla es fabulosa, la amo... mn...—se metió el gran
miembro en la boca todo lo profundo que pudo y comenzó a moverse poco a poco de
arriba abajo, moviendo su lengua alrededor del falo.
—Eres muy goloso Bel—le dijo, acariciando los dorados cabellos—. Te ves
realmente lindo chupándomela, pero ya quiero metértela.
Le cogió y le tumbó sobre la cama. Se puso sobre él y recorrió su cuerpo
lentamente con las manos hasta llegar a sus caderas. Las levantó y comenzó a
tantear con la punta de su miembro la entrada ya dilatada por su actividad
anterior. Sus cabellos cayeron alrededor del menor como una fina cortina
plateada.
—Amo tus cabellos, son como finos hilos de plata... Amo cuando se
deslizan por mi cuerpo...—enredó sus dedos en las brillantes hebras y cubrió su
cuerpo con ellas, estremeciéndose al hacerlo.
—Pequeño príncipe lascivo...—Squalo le penetró de un empujón, provocando
un profundo grito de dolor y placer en el menor—. Es una pena que estés tan
dilatado. Me gusta más cuando me aprietas bien fuerte. ¡Uh-!
El interior del pequeño se estrechó alrededor del miembro y le sonrió
pervertidamente.
—¿Así está mejor?—le preguntó sin dejar de acariciar los cabellos.
—Mucho mejor, pero si me muevo así te haré mucho daño—en su sonrisa se
podía ver que no le importaba mucho.
—Adelante, no te cortes—Belphegor movió suavemente sus caderas invitando
a que continuara.
Squalo comenzó a moverse intensamente, desgarrando el ardiente interior,
deleitándose con los dulces gemidos de doloroso placer del menor. Deslizó las
manos por su cuerpo sin dejar de mover las caderas. Acarició con la punta de
sus dedos la pálida piel, frotando suavemente los rosados pezones, apretándolos
y retorciéndolos, cada vez más duros. Llevó la mano hasta su rostro y acarició
los finos labios dejando que Belphegor lamiera sus dedos para después besarle
entrelazando sus lenguas fuera de sus bocas, derramando saliva por la comisura
de sus labios. Dio una potente embestida y el cuerpo entero de Belphegor se
agitó, corriéndose sin tener intención de ello sobre su propio vientre.
—Hoh... Eso ha sido rápido—rió Squalo, cogiendo con la punta de sus
dedos la blanca semilla, llevándosela a la boca para saborearla.
—Es por culpa de ese otro idiota que no pudo satisfacerme. Pero no te
preocupes, puedes seguir follándome hasta que te corras—lamió seductoramente
sus dedos manchados en semen y saliva, metiéndose tres en su boca como había
hecho anteriormente con el miembro de Squalo.
El peliplateado reanudó las embestidas cada vez más brutales, haciendo
fluir incluso sangre fuera del torturado interior. Mordisqueó el cuello de
Belphegor, dejando una marca que sería claramente visible con el tipo de ropa
que solía llevar.
—¿Puedo correrme dentro, príncipe?—le preguntó cuando llegaba al límite.
—Por supuesto, quiero toda tu leche dentro de mí—lamió su lengua
mientras apretaba fuerte el falo en su interior.
Al instante, Squalo se corrió, dejando al pequeño sentir su semilla
fluir por sus intestinos. Con una gran expresión de placer y satisfacción,
Belphegor se abrazó al mayor enredando las manos en sus cabellos, teniendo en
su mente solo la sensación del miembro ardiente en su interior y el líquido
fluyendo.
—Ah... Eres maravilloso, Squalo. Ojalá pudiera hacer esto contigo
siempre. Xanxus y tú sois los únicos que podéis satisfacerme así—le dijo sin
querer soltarse de él.
—A mí no me importaría, pero ya sabes cómo es Xanxus. Depende el día que
tenga puede matarnos por vernos así o unirse a nosotros—salió de su interior,
provocando el disgusto del otro—. Será mejor que vuelva antes de que se enfade.
Le dio un tierno beso en los labios y, tras limpiarse, salió de la
habitación.
—¡Ché! Qué poco romántico. Podría al menos haberme ayudado a limpiarme.
¡Uhg!—el dolor en su trasero y sus caderas le impidieron levantarse—. Bueno...
me quedaré un rato más así.
—¡¡Basura!! ¡¿Dónde demonios estabas?! ¡Te he estado llamando!—Xanxus
lanzó un bolígrafo que se clavó en la pared cuando vio entrar a Squalo en su
despacho.
—¿De qué se queja? No parece estar muy desatendido, Jefe—replicó,
observando al joven soldado que lamía avergonzado y algo temeroso la
entrepierna del pelinegro.
—Tuve que ordenárselo a esta basura porque tú no aparecías—dio un
puntapié al pobre chico y no tuvo que decir más para que saliera del despacho a
toda prisa—. Ven aquí, basura, y acaba el trabajo.
Sin quejarse, Squalo se arrodilló entre las piernas de su jefe. Comenzó
a lamer la erección, ya humedecida por la saliva del otro soldado.
—Qué obediente estás. ¿No me estarás ocultando algo?—era raro que su
subordinado acatara esa orden sin objeciones.
—¿Qué iba a ocultarte? No seas paranoico—le contestó, lamiendo el
miembro en toda su extensión.
—¡¿Me quieres joder?! ¡No sabes mentirme, basura!—le agarró de los
cabellos y lo tumbó boca arriba en la mesa.
Bajó sus pantalones y se metió el miembro en la boca, lamiéndolo
ávidamente, haciendo estremecer a Squalo, sin que este pudiera contener algunos
gemidos.
—Sabes a otro hombre—se apartó de él y limpió la saliva de sus labios—.
¿Con quién te has acostado?—le preguntó, apretando el cuello del joven con una
mano, intensificando cada vez más el agarre.
—N-no... he... ugh- —aunque quisiera no podía hablar porque estaba a
punto de ser estrangulado.
—¿Con quién has follado?—le volvió a preguntar con una pervertida
sonrisa.
—B-bel... phe... g-...—a punto de perder la consciencia, Xanxus le soltó
y le dio un sonoro puñetazo en la cara.
—Con que follando con ese príncipe salido sin mi consentimiento... Te
mereces un castigo—abrió sus piernas de par en par y le penetró de una
embestida provocando que la sangre manchara el suelo y el grito de Squalo se
escuchara por todo el pasillo fuera del despacho.
—Hijo de- puta... eso duele... ¡Cabrón!—Squalo intentaba aguantar el
dolor mordiendo su propia mano.
—Así se supone que tiene que ser un castigo—comenzó a embestirle
brutalmente, desgarrando cada vez más el interior del peliplateado.
Los gritos de placer escondidos entre los de dolor de Squalo inundaban
el despacho y los oídos de Xanxus, que se ponía más duro a cada momento viendo
la cara de sufrimiento del subordinado.
Maldito sea... siempre busca
cualquier excusa para hacérmelo duro. No es capaz de hacerlo gentil siquiera
una vez. Vale que me guste duro, pero yo... aunque sea solo por una vez yo...
Los pensamientos ya no eran capaces de fluir por su mente. Estaba totalmente
atrapado en esa confusión de dolor y placer.
La mano de Xanxus envolvió de nuevo su cuello y sorpresivamente no fue
para estrangularlo otra vez, sino para acariciarlo suavemente. Llevó sus labios
hasta él y lo besó de un modo que resultó dulce, deslizando su lengua por las
rojas marcas que anteriormente le había dejado.
El jefe de los Varia disfrutaba sumamente dejando marcas en aquel cuerpo
que, aunque se negara, siempre se entregaba por completo a él.
—Parece que no te has desahogado por completo con ese mocoso, ya estás a
punto de correrte—lo acarició con la punta de sus dedos en puntos exactos, pero,
justo antes de que se corriera, Xanxus agarró el miembro con fuerza
impidiéndolo.
—Qu-qué... ¡Su-suelta...! ¡¡Deja que me corra!!—intentó apartar su mano,
pero su jefe le sujetó las muñecas por encima de la cabeza.
—Recuerda que te estoy castigando—sus embestidas aumentaron todavía más,
arrancando gritos de lo más profundo de su garganta.
Xanxus llegó al clímax derramando la simiente en su interior y fue solo
en ese momento cuando dejó que Squalo también se corriera sobre su chaqueta.
Salió de él bruscamente, causando otra punzada de dolor.
—¡Ah! Se me olvidaba, tienes que ir a hacer un trabajo. Aquí tienes la
información—lanzó una carpeta al peliplateado todavía tumbado sobre su mesa
medio desnudo—. Date prisa, es urgente.
—Bastardo... ¿Me lo dices ahora que no puedo ni andar?—Squalo se levantó
costosamente y sacó de un cajón del escritorio una caja de pañuelos, limpiando
la sangre que aún fluía de su trasero por entre sus muslos, ahora mezclada con
el semen de su jefe.
—No deberías quejarte tanto, basura. Ya estás acostumbrado a esto, ¿no?
Además te lo has ganado por follar con otros sin mi permiso—le agarró por los
largos cabellos y le dio un beso profundo, mordiendo al final su labio
inferior—. Nunca olvides que eres mío, basura—le empujó hacia la puerta y le
lanzó los pantalones y la carpeta con los datos del trabajo a la cara.
Squalo salió del despacho echando humo y se fue a su cuarto para darse
una ducha antes de salir a trabajar.
—Squalo-sama, ¿se encuentra bien?—le preguntó un sirviente que recogía
su ropa sucia mientras se duchaba, al ver las manchas de sangre.
—Entra aquí—le ordenó desde el baño.
El joven pelirrojo entró muy nervioso en el baño, sabiendo perfectamente
lo que iba a suceder. Abrió la puerta, encontrándose con la imagen de la piel
morena de aquel cuerpo musculado y los plateados cabellos siendo acariciados
por el agua que caía. Si no conociera ya la personalidad terrible de aquel
hombre, sin duda habría dicho que era un ángel recién llegado de los cielos.
—Ya, no te sonrojes tanto y ven a ayudarme—le dijo Squalo, cerrando el
grifo y apoyándose contra la pared dándole la espalda.
El pequeño sirviente ya sabía perfectamente lo que tenía que hacer,
igual que lo había hecho tantas otras veces cuando su amo volvía de ser «torturado»
por el jefe. Cogió una esponja y jabón y limpió los restos de sangre de su ano.
Metió sus dedos envueltos en jabón muy despacio y suavemente, agitándose al
escuchar los gemidos que Squalo intentaba contener. Le limpió por dentro todo
lo que pudo y cuando terminó no pudo contenerse y lamió el agujero acabando de
limpiar los restos que quedaban.
—¡Idiota! ¡Eso no es necesario!—aunque se quejó, no hizo nada para
evitarlo, disfrutando del dulce contacto.
—Lo lamento—avergonzado por su propia excitación, se limitó a aplicarle
la pomada en silencio, intentando ignorar la erección que creía cada vez más en
sus pantalones—. Ya he terminado, Squalo-sama.
—Bien, ahora hazte cargo de esto—el mayor se dio la vuelta y le puso
delante del rostro el miembro completamente levantado.
—¡Ah! Yo... uh...—no podía negar que lo estaba deseando, pero no creía
tener el nivel suficiente como para haberse ganado el derecho de hacer aquello.
—¡Date prisa! Esto ha sido culpa tuya—golpeó su mejilla con el glande,
queriendo acabar rápido para ir a su trabajo.
—Uhm... ¡S-sí!—la mayoría de las veces que le curaba, Squalo acababa
erecto por el simple hecho de tocar aquella zona tan sensible, pero nunca le
había pedido que le aliviara, echándole siempre después de terminar.
Cogió la verga con ambas manos y la frotó despacio, sintiéndola palpitar
como suplicando por más. Le dio un beso en la punta, chupando los fluidos que
comenzaban a salir, y luego deslizó la lengua por toda su extensión hasta que
llegó a los testículos y los masajeó con su boca.
Wa... Qué bueno es... ¿Cuántas
veces habrá hecho esto? Se preguntaba el peliplateado intentando contener
los gemidos.
La boca del pelirrojo se movía de arriba abajo por el miembro goteante
sin dejar de lamerlo y saborearlo un solo segundo, sin dejar un centímetro de
piel sin atender. El pequeño sirviente estaba a punto de llegar al clímax sin
ser siquiera tocado, por la excitación que le suponía tener el miembro de su
amo en la boca y poder tener el honor de hacerle sentir bien.
Squalo pisó suavemente la entrepierna del sirviente, masajeando el
miembro a través de la ropa que estaba a punto de reventar.
—No... Squalo-sama... si hace eso eyacularé ya...—le dijo, sacando un
instante la verga de su boca, sin poder contener el estremecimiento de su
cuerpo.
—Ah... Voy a correrme...—Squalo agarró los rojos cabellos, volviendo a
meter el miembro en su boca.
En un instante, el pequeño estaba tragando toda la simiente de su amo
mientras él mismo derramaba la suya dentro de su ropa interior, ayudado por el
pie de Squalo.
—Ya... lárgate...—le dijo Squalo, apartándose de él algo avergonzado por
mostrar tanta debilidad.
—S-sí, Squalo-sama—el pequeño sirviente salió corriendo, salpicando por
todas partes con el agua de sus pantalones. Su rostro estaba sonrojado, pero su
corazón estaba latiendo sumamente feliz por haber tenido aquel privilegio.
—¡Ché! Después de lo de Belphegor, si Xanxus se enterara de esto ambos
seríamos hombres muertos... Joder, pero ese chico es realmente bueno... quiero
follarlo—decía para sí mismo, preparándose para salir a su trabajo.
Fueron cinco horas de viaje hasta que llegó a su destino en un país
helado. Caminó por las tierras nevadas, en busca del lugar donde se suponía que
estaba una de las bases de los Millefiore, aquellos enemigos que empezaban a
hacerse notar y que ya les tocaban las narices. A pesar de su resistencia, su
cuerpo ya comenzaba a notar las consecuencias del frío extremo, siendo sus
movimientos cada vez más lentos y su respiración más forzada. Por mucho que
buscaba y caminaba no conseguía encontrar rastro de seres vivos en aquel helado
desierto. Al principio, había pensado que por qué narices le mandaba a él a una
misión de reconocimiento, pero ya lo entendía, cualquier otro soldado habría
muerto ya congelado hasta los huesos. Pero él no tardaría en correr el mismo
destino, su mente comenzaba a ponerse en blanco, siendo incapaz de pensar ya,
caminando lo que podía como un autómata. Sus cabellos se confundieron con la
nieve, el negro traje dejó de verse siendo ocultado rápidamente por la ventisca
y en unos minutos el cuerpo de Squalo fue cubierto por completo.
—Nn... Qué demo... ¡¡Voi~!!—cuando Squalo abrió los ojos por completo,
se dio cuenta de que estaba en un lugar desconocido.
—Por favor, estate tranquilo. Has estado congelado durante un buen rato,
no gastes las pocas energías que te quedan inútilmente—un joven de larga melena
color agua al igual que sus ojos rasgados estaba tumbado a su lado.
—¿Quién eres tú? ¿Huh?—Squalo miró hacia abajo y se dio cuenta de que
ambos estaban desnudos y en el mismo saco—. ¿Qu-qué cojones has-?
—No te alteres tanto, no hemos hecho nada de lo que debas preocuparte,
tan solo he intentado calentar tu cuerpo—el joven se incorporó con sensuales
movimientos, quedando a la altura del peliplateado—. Verás, te encontré hace
unas horas enterrado en la nieve y te traje a mi refugio. Te he tenido que
calentar con mi cuerpo para que no murieras de hipotermia—recorrió su propio
pecho con la punta de los dedos, rodeando los rosados pezones y llegando hasta
la entrepierna semioculta todavía por el saco.
—Ugh... ¿Y tú quién eres?—le preguntó, molesto por la agitación de su
cuerpo al observarlo.
—Me llamo Kikyo, encantado de conocerte—le dijo con una amable sonrisa—.
¿Puedo saber tu nombre?
—Hun... Squalo—le miraba desconfiado, sin poder descifrar las
intenciones de aquel hombre que le resultaba tan extraño—. ¿Dónde estamos
exactamente?
—En mi refugio, no muy lejos de donde te encontrabas. Es un pequeño
centro de investigación, aunque solo estoy yo.
El peliplateado observó a su alrededor. Una habitación pequeña con una
calefacción en el medio, unos cuantos armarios por las paredes y un par de
puertas metálicas.
—No tengo más tiempo que perder aquí—Squalo salió del saco y sintió que
la cabeza le daba vueltas al levantarse.
—Te he dicho que no gastes las pocas energías que tienes. Deberías
escuchar a la gente cuando te habla—le agarró por los brazos para que no cayera
y lo sentó de nuevo sobre el saco—. Quédate aquí, te traeré algo de comer y tu
ropa.
Sin ser capaz de replicar por lo agotado que estaba, Squalo se metió en
el saco, acercándose a la estufa para calentarse más. Observó cómo su anfitrión
se ponía una túnica blanca bastante ancha que apenas le llegaba por debajo del
trasero y que dejaba todo su cuello y clavículas al descubierto. Con la escena
de aquel hermoso cuerpo contoneándose sensualmente frente a él, Squalo no pudo
evitar sentir el calor llegar a su cuerpo en lugares indebidos. Kikyo salió de
la habitación, dejando pensativo al peliplateado.
No se ha puesto calzoncillos, fue
lo único cuerdo que pasó por su mente.
Se tumbó de nuevo, intentando no pensar en aquel lindo hombre que había
salido de la nada.
¡Mierda! Ya era demasiado
tarde, su entrepierna estaba dura y solo tenía una opción para arreglar
aquello, aunque eso gastara las energías que le quedaban.
Comenzó a masturbarse dentro de aquel saco, frotando fuertemente su miembro
teniendo en su mente la imagen de aquel desconocido de cuerpo tan erótico. ¿Por
qué tenía una mente tan calenturienta? ¡Ni que fuera todavía un adolescente!
—¡O-ho! Qué chico más atrevido, haciendo estas cosas en el lugar de un
desconocido—Kikyo entró en la habitación con las ropas del Varia en la mano y
en su rostro se dibujó una gran sonrisa—. Supongo que esto no lo necesitarás de
momento—dejó las ropas a un lado y se acercó con una mirada pícara al joven—.
¿Puedo ayudarte con esto?—pisó suavemente la erección bajo el saco, haciendo
estremecer a Squalo, quien todavía no había podido reaccionar.
—¡¡Vo-voooi!! ¿Qué crees que estás...?—bajo la corta túnica pudo ver de
cerca la blanca zona entre sus muslos y su miembro comenzando a ponerse duro.
Su falo palpitó más fuerte y su mano no pudo evitar deslizarse a esa
zona normalmente prohibida. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kikyo y
acarició los plateados cabellos sonriente. Ambos se habían dado vía libre para
continuar con aquello. El joven de ojos marinos fue lamido suavemente por la
cara interna de sus muslos, agitando cada fibra de su cuerpo. Squalo lamió su
miembro, masajeándolo con los labios y deslizó la mano por su pierna,
acariciándola suavemente, hasta llegar a su trasero. Frotó con la punta de sus
dedos la entrada, que ya parecía querer abrirse para recibirlo.
—Eres tú el que tiene más urgencia y sin embargo yo soy el más atendido,
eso no está nada bien—no era más que una excusa, si seguía con la felación no
sería capaz de aguantarse.
Apartó al peliplateado y abrió el saco para poder ver la erección ya
goteante. Kikyo se puso de rodillas sobre él y la golpeó suavemente con la
punta de los dedos, agitando el cuerpo del otro.
—O-ho, esto sí que necesita atención urgente—se recogió el sedoso
cabello tras las orejas y se inclinó sobre la erección, besándola dulcemente en
la punta para después mirarle con gran picardía en los ojos.
La erección palpitó de nuevo, mostrando la excitación en aumento del Varia.
La húmeda cavidad bucal tragó hasta el fondo el miembro, sin dejar de frotarlo
con la lengua. Squalo intentaba contenerse, pero era tanto el placer que le
proporcionaba que sus gemidos brotaban incontrolables de sus labios. Cuando
estuvo al límite, enredó los dedos en los cabellos aqua y empujó la erección a
lo más profundo de su garganta, soltando su semilla.
—¡Umg! ¡Agh!—con el rostro sonrojado y algo sofocado, Kikyo sacó el
miembro de su boca y un último chorro de semen manchó sus labios y mejillas.
Recuperó aliento, mirando excitado a su compañero. Nadie podía negar que
era un ser realmente bello y que estuviera cubierto con su simiente lo hacía
todavía más atractivo para el peliplateado.
—Te ves aún mejor así—le dijo Squalo, inclinándose hacia él.
Lamió el líquido blanco de su rostro y sus lenguas acabaron entrelazadas
juntas en un profundo beso que duró hasta que sus cuerpos les pidieron algo
más. Los dedos de Squalo se deslizaron astutamente hasta la entrada de Kikyo
mientras este besaba y lamía su cuello, moviendo a su vez las caderas frotando
ambos miembros palpitantes. Sus cuerpos jadeantes y sudorosos estaban ansiosos
por tener más del otro. Cuando apenas el segundo dedo de Squalo comenzaba a
entrar, el ojiaqua apartó su mano y se incorporó, situándose sobre el falo
totalmente erecto.
—No, espera, todavía no te he dilatado lo suficiente—pero sin atender a
lo que le decía, comenzó a penetrarse, sentándose poco a poco sobre el miembro.
Tan estrecho y caliente, sin apenas haber sido abierto, aprisionaba más el
miembro de su invitado cuanto más profundo llegaba, hasta que Kikyo estuvo
completamente sentado sobre él.
—Ah... realmente... hacía tiempo que no disfrutaba de esto, no suele
venir mucha gente por aquí—comenzó a
mover sus caderas, sacando y metiendo el miembro despacio, sintiéndolo
frotar sus paredes apretadas.
La vista que tenía Squalo era sin duda sublime. Aquel cuerpo de piel
clara desnudo sobre él con cabellos aqua agitándose a su alrededor, con el
rostro sonrojado de placer, jadeando levemente y viendo incluso entrar y salir
su verga del absorbente agujero. No podía evitar ponerse incluso más duro
viendo aquella deliciosa escena y el cuerpo de Kikyo se estremecía cada vez que
lo notaba palpitar fuertemente.
—Ung... vas a derretirme... estás demasiado caliente y apretado...—se aferró
a sus caderas, moviéndose también él con las embestidas cada vez más duras.
—Pero me estás perforando tan duro que me vas a romper—Squalo tumbó a
Kikyo sobre el saco, sujetando sus piernas abiertas.
—No puedo evitarlo, estás irresistible—comenzó a embestirle, llegando
hasta el fondo con cada estocada.
Vio el ardiente cuerpo bajo él sacudirse cuando tocó el punto. Sabiendo
ya cómo moverse, sus penetraciones frotaron cada vez más la zona sensible de
aquel joven que comenzaba a perder el control de sí mismo.
—Squalo... voy a correrme... ¡Ah!—sus gemidos llenaron la habitación y
el semen se derramó sobre su pecho al tiempo que el peliplateado lo vertía en
su interior.
Squalo quedó jadeando con la cabeza oculta en el cuello de Kikyo,
sintiendo el roce de los suaves cabellos que lo atontaban con su olor frutal.
—¡Mierda! ¡¿Qué cojones estoy haciendo?!—como despertándose de un sueño,
Squalo se incorporó bruscamente y se dio cuenta de que había dejado de lado
toda la misión—. ¡Joder! ¡Xanxus se va a cabrear!
Salió bruscamente del interior de Kikyo provocándole dolor y mucho
desagrado, le gustaba tener la cálida verga dentro. Squalo se vistió bajo la
atenta mirada del otro joven y salió de allí rápidamente.
—¿Pero acaso sabe a dónde ir?
Un delicioso sueño hacía que en el rostro de Belphegor se dibujara una
sonrisa mientras dormía. Tumbado desnudo boca abajo sobre su cama, con el semen
de Squalo todavía deslizándose por su agujero. Xanxus entró en la habitación y
observó la provocativa figura del joven, relamiéndose los labios con una
perversa sonrisa. Deslizó su lengua por su espalda de arriba abajo, hasta
acabar en aquel punto repleto de fluidos. Bel se estremeció y gimió
profundamente, contoneando suavemente su cuerpo. Xanxus separó ambos glúteos y
comenzó a lamer el agujero, tragando la semilla de Squalo con gusto. Los
gemidos del rubio se volvieron más profundos y se aferraba a las sábanas aún
sumido en su sueño.
Xanxus se incorporó y sacó su verga erecta de entre las ropas. Se
arrodilló a horcajadas sobre el joven y no dudó ni un segundo antes de
penetrarlo hasta el fondo. Bel gimió mientras despertaba. No se sobresaltó,
aquella sensación de estar completamente lleno solo podía causarla un hombre.
—Jefe...
—Shhh. Duerme—le susurró Xanxus con voz profunda, acariciando sus
cabellos.
Por supuesto que no podía dormir, pero fingió que sí. De vez en cuando
estaba bien cumplir con alguna de las fantasías de su jefe. Xanxus siguió
embistiendo en su interior, con movimientos fluidos y profundos, hundiéndole en
el colchón. Y los gemidos de Bel quedaban ahogados en la almohada mientras se
esforzaba por mantenerse inmóvil.
—Cuando Squalo vuelva, haré que le folles—gruñó, presionando su rostro
contra la almohada, casi asfixiándolo.
Belphegor se corrió con su miembro aplastado entre su vientre y el
colchón al tiempo que sentía la simiente de su jefe mezclándose con la que ya
tenía dentro. No podía esperar a ver la cara de Squalo cuando lo follara
mientras Xanxus miraba.
FIN
Muy bueno, me gusto.
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