Título: Inyección
Fandom: Hannibal Pareja: Hannibal x Will
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +14 Advertencias: violencia
Capítulos: 1
Resumen: Era otra cena más en casa de Hannibal. Todo parecía normal hasta que despertó en un lugar desconocido sin recordar haberse ido a casa.
* * * * *
Era
otra cena más en casa de Hannibal. La comida estaba tan deliciosa
como siempre y la conversación igual de estimulante. Todo parecía
normal hasta que despertó en un lugar desconocido sin recordar
haberse ido a casa. De repente se encendieron unas luces
fluorescentes en el techo y tuvo que entrecerrar los ojos para
acostumbrarse a la luz. Intentó moverse, pero se dio cuenta de que
su torso, cabeza, brazos y piernas estaban completamente
inmovilizados contra aquella camilla o lo que quiera que fuera.
Sentía el metal bajo su cuerpo, bajo todo su cuerpo, estaba desnudo.
—¿Cómo
te encuentras, Will? ¿Te duele la cabeza? Puede ser un efecto
secundario—la voz de Hannibal lo sobresaltó.
Por
algún motivo no se sorprendió. Llevaba tiempo sintiendo la
oscuridad que emanaba de él, la oscuridad a la que le arrastraba,
pero no esperaba que sus acciones fueran contra él, creía que al
menos se habían hecho amigos después de todo ese tiempo.
—¿Envenenaste
la comida?—preguntó, apenas pudiendo verlo por el rabillo del ojo.
—No,
por favor, jamás le haría eso a tu comida. Te inyecté un sedante.
Tuve que usar uno algo fuerte ya que necesitaba trasladarte hasta
aquí.
—No
estamos en tu casa—era evidente, Hannibal no cometería un fallo
como aquel.
—En
efecto. Es una propiedad muy aislada, nadie nos molestará—le
explicó con calma.
—¿Qué
vas a hacerme?
Hannibal
se paró a su lado y Will pudo ver por primera vez su cara, estaba
sonriendo. Una suave sonrisa, como si no pasara nada malo, como si
aquello fuera normal.
—Will...
llevo mucho tiempo pensando en esto, en cuánto deseo que seas mío.
Pero una relación convencional no sería suficiente, te quiero solo
para mí. Pero para conseguir eso necesito que dependas de mí de
forma absoluta.
Cogió
una jeringuilla con un líquido blanco, acarició el brazo derecho de
Will casi con reverencia y le inyectó lo que quiera que fuera
aquello.
—No
tienes por qué hacer esto. Seré tuyo, solamente tuyo—sabía que
dijera lo que dijera no iba a servir de nada. Si Hannibal había
tomado una decisión, nada iba a hacer que cambiara de opinión, pero
tenía que intentarlo.
¿Depender
de él de forma absoluta? ¿Qué quería decir con eso? ¿Mantenerlo
encerrado? No, no podía ser eso, al menos no solo eso. De lo
contrario no estaría sintiendo su brazo entumecerse.
Cuando
escuchó una sierra eléctrica todo su cuerpo se tensó, aquel sonido
vibró en cada fibra de su ser llenándolo de terror.
—Hannibal...
—No
te preocupes, Will. Recuerda que fui cirujano, quedará perfecto.
—No,
no, no. ¡Hannibal!—gritó, intentando ahogar el sonido de la
sierra conectando con su carne.
Fue
rápido, antes de darse cuenta escuchó cómo dejaba su brazo en otro
lugar. Will estaba sollozando e hiperventilando para entonces.
—Shh...
shh... Todo estará bien, cuidaré muy bien de ti, te lo prometo—le
aseguró acariciando su cabeza con una mano enguantada y húmeda.
No
estaba seguro de si estaría manchada de sangre, de su
sangre, tampoco estaba seguro del tiempo que había pasado. Su mente
estaba nublada, se sentía como si cayera por un vacío. Tal vez era
la pérdida de sangre o el shock de todo aquello.
Por un momento creyó que todo había terminado, pero el alivio duró
poco. Hannibal dio la vuelta a la mesa con su instrumental e inyectó
de nuevo aquella sustancia en su brazo izquierdo. La sierra se
encendió y Will gritó con todas sus fuerzas antes de quedarse
inconsciente.
Despertó lentamente, en una cama con sábanas de seda y con la
cabeza sobre el almohadón más cómodo del mundo. Y esas desde luego
no eran ni su cama ni su almohada. Abrió los ojos y trató de
incorporarse, pero no pudo. Vio las paredes rojas a su alrededor, una
habitación elegantemente decorada y una cama con cuatro postes sobre
la que yacía su cuerpo. Levantó la cabeza y miró hacia abajo. Una
sábana blanca de seda cubría su cuerpo, pero se dio cuenta de que
no había tanto bulto bajo ella como se suponía. Intentó levantar
los brazos y solo se encontró con dos muñones doloridos en su
lugar. Lo peor era que estaba seguro de que si levantaba la sábana
encontraría lo mismo en sus piernas.
—D-dios.
Jod-der—así que eso era lo que quería decir con depender de él—.
¡Hannibal!
El hombre entró por la puerta con una sonrisa y una bandeja en las
manos.
—¿Sí,
Will?
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