Título: Hacienda
Fandom: X-men Pareja: Logan x Peter
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: TP Advertencias: ninguna
Capítulos: 1
Resumen: Muchos dirían que no le pegaba, que aquello no era para él, pero Logan estaba harto de pelear, estaba harto de no morir, estaba harto de ver a otros morir.
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Muchos
dirían que no le pegaba, que aquello no era para él, pero Logan
estaba harto de pelear, estaba harto de no morir, estaba harto de ver
a otros morir. La pequeña casa de madera en medio de la nada, la
hierva verde meciéndose en el viento, el corral de las gallinas, los
cuatro cerdos, las dos vacas y los dos caballos eran suficiente para
él. Las plantas no eran lo suyo, así que un hombre de la huerta más
cercana iba semanalmente a entregarle frutas y verduras a cambio de
huevos, leche y, si era momento de matanza, algo de carne. Aparte de
aquel hombre, nadie lo visitaba, nadie sabía siquiera dónde vivía.
O eso creía, hasta que el chico –más bien hombre ya– de pelo
blanco apareció en su puerta. Ni siquiera recordaba su nombre, pero
allí estaba, con las manos en los bolsillos de una cazadora
plateada, las gafas cubriendo sus ojos y el polvo manchando su ropa.
No había vehículo a la vista, sin duda había llegado allí
corriendo. No le sorprendía.
—¿Cómo
me has encontrado?—le preguntó, aún sin abrir la puerta
mosquitera.
—Buscando
en la guía telefónica—respondió con una sonrisa. Esa sonrisa sí
que la recordaba bien.
—No
tengo teléfono.
—Es
una forma de hablar. He tenido ayuda de la que tú ya sabes.
—¿Y
qué haces aquí?—preguntó secamente.
—¿No
vas a dejarme entrar?—se levantó las gafas con gesto chulo—. He
hecho un largo camino hasta aquí, estoy sediento y agotado.
No
había una sola gota de sudor en su frente, ni siquiera le faltaba el
aliento. Seguramente no había sido más que un viaje a la vuelta de
la esquina para él. Logan suspiró y abrió la puerta. El joven
–¿cuántos años tendría ya? Desde luego no era un crío como la
última vez que lo vio– pasó junto a él y, como si estuviera en
su casa, sacó una jarra de limonada de la nevera (sí, tenía de
eso) y se sirvió un vaso. Se sentó en una silla de la cocina –en
la única, porque solo tenía una, ¿para qué más?– y puso los
pies sobre la mesa. Logan los apartó de un manotazo y Peter (ese era
su nombre, ¿cierto?) le sonrió mostrando sus blancos dientes.
—Así
que el temible Lobezno se ha vuelto granjero. Quién lo diría.
Estaba
claro que su personalidad no había cambiado incluso si ahora su pelo
era corto y sus rasgos más maduros.
—¿A
qué has venido?—le preguntó cruzándose de brazos.
Peter
se quedó en silencio por un momento, mirándole fijamente. Esos ojos
negros lo penetraban como si vieran más allá de él o, mejor dicho,
como si lo vieran por completo, como nadie podía verlo.
—¿Me
creerías si te digo que te echo de menos?—lo hacía sonar como una
broma, pero por algún motivo parecía sincero.
—No
pienso volver. Sea lo que sea, no voy a hacerlo.
Peter
se quedó mirándolo de nuevo, pensativo. ¿A qué habría venido?
¿Qué era lo que quería realmente? Si había ocurrido alguna
catástrofe no pensaba meterse en medio. No iba a participar en
ninguna pelea, tratase de lo que tratase.
—¿Qué
tal si me enseñas el lugar?
Logan
frunció el ceño, pero Peter ya estaba en pie y dirigiéndose a la
puerta trasera. Salieron al porche trasero y Logan se resignó a
hacerle una visita por los diferentes corrales de los animales,
terminando en el de los caballos. Una yegua marrón clara, casi
dorada, con melena negra y un semental negro con manchas blancas en
las patas y los cuartos traseros. El caballo no dudó en acercarse a
ellos y Logan lo acarició, dándole un par de dulces que siempre
llevaba en el bolsillo.
—¿Puedo?—preguntó
Peter, mirándolo con fascinación.
—Adelante.
Peter
extendió la mano lentamente, apartándola un segundo cuando el
caballo resopló, y finalmente lo acarició. Por un momento Logan
pudo ver al chico que había conocido hacía años.
—Estoy
cansado—suspiró, sonando mayor de lo que era.
—Puedes
quedarte a dormir.
—No,
bueno, sí, lo haré—respondió con una sonrisa pícara—, pero
quiero decir que... estoy cansado de todo aquello, de las peleas, de
proteger, ser un héroe al que la mitad de la gente ve como un
monstruo. Estoy cansado de las personas.
Logan
entendía muy bien aquello, era una de tantas razones que le habían
llevado allí.
—¿Has
dejado los X-Men?
—Oficialmente—asintió—.
Dicen que puedo regresar cuando quiera, pero... no veo cercano ese
momento.
Logan
le miró con más atención. Notó las bolsas oscuras bajo sus ojos,
las arrugas en su frente, la prominencia de sus pómulos y los
nudillos en sus manos por la excesiva delgadez.
—¿Me
ayudas a preparar la cena?
Peter
le miró con sorpresa y sonrió.
—Tendrás
que enseñarme, la cocina no es lo mío.
—Te
enseñaré mientras hagas caso a lo que te diga.
—¡A
sus órdenes!
Regresaron
a la casa y se pusieron a preparar la cena. No volvieron a hablar del
pasado, de lo que estaban huyendo, de lo que se estaban escondiendo.
Porque sabían que era eso, pero era muy agotador cargar con el peso
del mundo sobre sus hombros.
Esa
noche, Peter se quedó a dormir en el sofá porque no había
habitación de invitados. La mañana siguiente lo acompañó a
ordeñar las vacas, mostrando tanta destreza como cualquiera que
jamás había pisado el campo. Comieron juntos y cenaron juntos,
intercambiando la mínima cantidad de palabras. Peter no parecía
tener la necesidad de hablar constantemente como cuando era un
adolescente. Después de la cena se marchó sin decir nada y por un
momento Logan pensó que eso era todo, que había tenido suficiente
de vivir en una granja, pero apareció minutos después con una
mochila al hombro. Esa noche volvió a dormir en el sofá y nadie
preguntó cuánto tiempo se quedaría.
Un
día terminaron los dos dormidos en el sofá tras ver una película y
al despertar Peter le miró con sus profundos ojos y se inclinó para
darle un beso. Logan no lo rechazó. A la noche siguiente
compartieron cama y cada día que siguió compartieron más. Peter se
convirtió en una presencia fija en la vida ya no tan solitaria de
Logan y este no tenía ninguna prisa por echarlo.
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