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Un Omega en la Unidad [cap4]


Título: Un Omega en la Unidad
Fandom: Mentes Criminales (crossover con Hemlock Grove y The Strain)
Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid y otras
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash, Omegaverso
Clasificación: +18         Advertencias: Lemon, Violencia
Capítulos: 5 (4 de 5)
Resumen: Para poder permanecer trabajando en la Unidad, Reid le ha ocultado a todo el mundo que es un omega y nunca ha buscado un alfa, pero está llegando a una edad en la que su cuerpo sufrirá graves daños si no se empareja pronto con uno. El único que sabe de su condición es Hotch, pero este no permite que ningún alfa se acerque a él por miedo a que decida prohibirle trabajar.

Capítulo 4


El domingo por la noche, ya casi lunes, todos los miembros del equipo recibieron una llamada. Reid recibió un mensaje de Hotch a continuación.

«Voy a recogerte».

—¿Qué pasó con Jack?—le preguntó cuando se subió al coche.

A Hotch le gustó que fuera lo primero que le decía al verle, pero le decepcionó un poco que ya estuviera cubierto de olor beta (aunque hubiera sido él quien se lo había ordenado).

—Acabo de dejarle con Haley. Estaba tan dormido que ni se ha enterado.

—¿Es tan grave que no podía esperar al lunes?

—Eso me temo.


Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. Eduardo Galeano.


Llegaron al aeropuerto y subieron al avión en dirección a Pittsburgh, Pensilvania.

«He visto muchas cosas, pero esto es... Dios mío», suspiró García en la pantalla del ordenador. «Esta era la familia Liboiron; padre, madre y tres hijos de 4, 7 y 12 años. Los encontraron... muertos ayer por la mañana en su casa».

—Muertos es decir poco—intervino Morgan para quitarle el peso de seguir relatando aquello—. Entraron a la fuerza en su casa y el padre fue asesinado a golpes, al igual que el hijo mediano; las otras víctimas murieron apuñaladas y los colocaron a los cinco sentados, formando un círculo en medio del salón.

—Les arrancaron los ojos. El señor Liboiron aún estaba vivo, por suerte los otros ya estaban muertos—añadió Prentiss—. Los ojos se encontraron en un bol con trozos de un espejo de la misma casa.

—A todos les falta algún órgano, riñón, hígado, corazón... pero los encontraron en la misma casa, aunque les faltaban trozos.

«Oh, dios, no puedo oír más, no puedo oír más», la analista se cubrió los oídos mientras cerraba los ojos con fuerza.

—Parece alguna clase de ritual—comentó Reid—. Les colocaron monedas sobre la lengua, hay velas rojas que podrían no ser de la casa, lo que indicaría una preparación previa, restos de alguna bebida con hiervas y dejaron una cuerda que no fue utilizada con las víctimas.

—¿Un ritual satánico?

—No veo ningún símbolo que pueda identificarse con un ritual satánico, parece más bien una mezcla incoherente de varios rituales diferentes o simplemente algo inventado para su conveniencia.

—Al parecer son dos sujetos, han encontrado esperma de un alfa y un omega—leyó Hotch.

—No han violado a las víctimas, significa que tuvieron sexo entre ellos después de asesinarlas.

—Parte de su ritual, probablemente. Apostaría a que el que asesina a golpes es el alfa y el que apuñala es el omega—comentó Rossi, mirando con el ceño fruncido las fotografías del escenario repleto de sangre.

—Es tan extraño que un omega asesine. El alfa debe de tenerlo completamente bajo su control.

—No es imposible que un omega sea un psicópata, pero por su naturaleza más sumisa suelen contener sus instintos—explicó Reid como si él mismo no fuera un omega—. Apenas un 0,05 % de la población penitenciaria son omegas. Tan solo hay registrados dos asesinos en serie omegas que actuaran solos en los últimos treinta años, mientras que hay algunos más que actuaron bajo órdenes de sus alfas. Pero, por el modo en que se realizaron las puñaladas, yo diría que este omega no estaba siendo coaccionado.

—Eso quiere decir que lo hacen de mutuo acuerdo. Ambos son psicópatas, tal para cual.

—Y lo peor de todo es que hace media hora se encontraron los cuerpos de la familia Skarsgard en las mismas condiciones. Nos han enviado algunas fotos, pero en cuanto lleguemos iremos directamente al escenario.

—¿Dos noches seguidas? Ahora entiendo la urgencia—comentó Morgan.

—La hora del asesinato en ambos casos se sitúa alrededor de las seis de la tarde, tenemos menos de dieciocho horas para evitar que vuelvan a actuar.



Era simplemente imposible caminar por la casa de los Skarsgard sin pisar la sangre que cubría los suelos enmoquetados. Los cuerpos aún estaban sentados en círculo en el salón, los padres y tres hijos, con una gran cantidad de sangre y órganos destrozados en medio, un bol lleno con sus ojos y trozos de espejo, y velas rojas derretidas repartidas por todas partes. Apestaba a sexo incluso a pesar del fuerte olor de la sangre y las velas.

—Agentes, ¿a qué nos estamos enfrentando?—les preguntó el jefe de policía, sintiendo náuseas ante aquella escena.

—Se trata de un ritual entre un alfa y un omega. Es algo personal y no van a detenerse—respondió Hotch.

—El hecho de que ambas sean familias con tres hijos puede que sea importante, deberíamos intentar avisar a las potenciales víctimas—sugirió Rossi.

—Sí, nos comunicaremos con la prensa.

—¿Creen que ellos estarán escuchando?

—Es posible, pero no creo que les importe. No quieren mérito por los asesinatos, esto es solo algo entre ellos dos—respondió Reid.

«Tenemos huellas y ADN de ambos sujetos, pero no constan en ninguna base de datos», les informó García mientras se dirigían al departamento de policía.

—No puedo creer que estos sean sus primeros delitos.

—No lo son, seguramente fueran menores cuando cometieron los otros—replicó Hotch.

—Deben de ser muy jóvenes, seguramente ronden los veinte—comentó Prentiss.

—Pero son inteligentes y organizados. Lo tienen planeado. Llevan las velas, la bebida y la cuerda, también su propio cuchillo. Conocen a las familias, saben el número de hijos y que tendrán tiempo para su ritual antes de que los descubran. Llevan tiempo planeando esto.

—García, revisa las cámaras cercanas y busca coches que no pertenezcan a las familias de los dos vecindarios, pero que hayan pasado varias veces por la zona en el último mes.

«Estoy en ello, señor».

—¿No hay nada más que podamos hacer?

—Daremos el perfil y se lo comunicaremos a los medios, puede que alguien los reconozca.

Y hubo llamadas, bastantes, sobre parejas de jóvenes adolescentes, algunos pequeños delincuentes o vándalos, pero nada que les llevara a sus sujetos. La lista de coches que les dio García tampoco ayudó, era demasiado extensa. Visitaron el otro escenario. Aun sin los cuerpos, se podía adivinar lo que había sucedido allí. Pero no les aportó nada nuevo. Ya eran las dos de la tarde, aún no tenían nada y el reloj no dejaba de correr. Sabían que cinco personas más iban a morir a las seis de la tarde y no podían hacer nada para impedirlo.

—Creo que deberíamos centrarnos en el ritual—comenzó Reid, que no había dejado las fotografías ni un minuto a pesar de que ya las tenía grabadas en su memoria—. He estado estudiándolo y veo diferentes rasgos de ritos gitanos y del vudú. Los han... deformado para que se adapten a sus necesidades. Es posible que alguno de los sujetos se criara entre estas culturas y haya adaptado los ritos a sus necesidades. Creo que buscamos a alguien de origen gitano. No es difícil aprender los ritos del vudú de forma superficial, pero es muy difícil adquirir conocimiento sobre ritos gitanos si no se ha nacido en una familia gitana.

—García.

«Oído cocina. Jóvenes de origen gitano, estoy en ello».

Mientras esperaban, siguieron investigando y recibiendo llamadas que no les llevaban a nada.

«¡Lo tengo lo tengo lo tengo! Peter Rumancek, un omega de 17 años que se mudó hace medio año a Pittsburgh. Entró al instituto, pero lo abandonó a los pocos días. Por desgracia los únicos datos que tengo sobre él son los de su expediente del colegio con una dirección falsa y no consta ningún vehículo ni suyo ni de su madre, Lynda Rumancek».

—¿Creen que pueda ser él?—preguntó el jefe de policía.

—Es posible. García, busca a otros alumnos que abandonaran el instituto al tiempo que él—le pidió Reid.

«Am... Solo hay uno, Roman Godfrey, un alfa».

—¿El hijo de los Godfrey?—exclamó el agente.

—¿Los conoce?

—Sí, son una de las familias más importantes de la ciudad, pero el hijo es... problemático. Ya ha cumplido los 18, pero lleva años jugando con mujeres, sobre todo prostitutas, y es un kamikaze con el coche. Se ha metido en alguna pelea, pero nada que tenga que ver con esto.

—Es él, son ellos. García, busca a ambos, empieza por el coche de Roman Godfrey. Necesitamos saber dónde están ahora.

«Sí, señor».



La luz de la luna llena entraba por las ventanas, iluminando el salón junto con las velas. Le ofreció sus dedos y su amante los lamió con gula, recorriéndolos con su lengua, provocativo. Rodeó su cintura con el brazo y lo acercó más hacia sí, sustituyendo los dedos por su boca. Se dieron un lascivo beso sabor metálico, todo lengua y saliva.

—¿Quieres más?—le preguntó, tanteando los restos a su lado sin apartar la mirada de sus dilatados ojos.

—Te quiero a ti—le rodeó el cuello con los brazos, con sus muñecas atadas.

—Tan ansioso—sonrió. Untó la sangre por su pálido rostro, recorriendo con el pulgar los carnosos labios—. Preséntate.

Roman se apartó y se arrodilló de espaldas a él, inclinando el cuerpo hasta que su pecho rozó contra el suelo y su trasero desnudo quedó en pompa.

—Nunca me canso de esta vista—se relamió los labios con la saliva acumulándose en su boca.

Se desabrochó los pantalones y los bajó hasta las rodillas junto con los calzoncillos. Mientras acariciaba sus redondas nalgas con una mano, llevó la otra a su propio trasero. Estaba goteando abundantemente. Tomó su lubricación con los dedos y la llevó a la entrada de Roman.

—Peter, fóllame ya.

El omega le agarró por los cabellos y echó su cabeza hacia atrás.

—Te follaré cuando quiera follarte, mi putilla.

—Ngh... nh...—Roman gimió al sentir dos dedos penetrándolo.

Era tan estrecho y caliente. No se aflojaba por mucho que follaran. Peter le abrió con sus dedos, deseando penetrarlo ya, pero fascinado por ver cómo el agujero se abría como una boca hambrienta, se contraía pidiendo ser alimentado. Sentía la lubricación deslizarse por sus muslos. Cubrió su miembro con un poco más de ella y lo presionó contra la entrada.

—¡Nh! ¡Sí, Peter, fóllame!—suplicó emocionado al sentir el duro miembro.

—¿Qué eres, Roman?—le preguntó, deteniéndose antes de penetrarlo.

—Un omega. Soy tu omega, Peter, tu omega—lo repitió una y otra vez como un mantra hasta que Peter lo perforó y sus palabras se tornaron en gemidos.

—Eres mi puta, Roman—le susurró al oído cuando llegó al fondo, quedándose inmóvil por un momento—. Joder, voy a derretirme, eres tan estrecho. Me encanta que parezcas un virgen cada vez que te follo.

—Alfa... Dios, alfa...—su voz temblaba, al igual que sus piernas.

—Ya voy, putilla impaciente.

Lo agarró con fuerza de las caderas y comenzó a embestir. No fue lento ni amable, fue duro y salvaje. Se sentían como animales. Eran animales. Rodeados de presas, desnudos, cubiertos en sangre y fluidos, entregándose al sexo como el único propósito de su existencia. Los gemidos llenaban la habitación y sus sombras se proyectaban sobre los cinco silenciosos espectadores. Tan caliente, tan intenso. El interior contrayéndose sobre él, el delgado cuerpo retorciéndose de placer bajo el suyo. Hambriento por su polla, Roman era el perfecto omega, salvo porque no era un omega. Pero era su omega. Incitado por las palabras de ánimo del lujurioso rubio que estaba a punto de correrse solo con la polla en su interior, Peter no podía ni quería contenerse, ni siquiera cuando escuchó las sirenas acercarse.

—¡FBI, no se muevan!—los gritos los rodearon, pero no escucharon.


Peter siguió follando a su omega hasta que ambos se corrieron, él en lo más profundo del caliente cuerpo y Roman sobre la sangre que encharcaba la alfombra. Quedaron tendidos en el suelo, exhaustos. Solo querían descansar, quedarse dormidos con sus cuerpos entrelazados, pero los agentes del FBI los separaron y los esposaron. Ninguno se resistió, sentían que aún estaban conectados.

Continuará...

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