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Un Omega en la Unidad [cap3]


Título: Un Omega en la Unidad
Fandom: Mentes Criminales (crossover con Hemlock Grove y The Strain)
Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid y otras
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash, Omegaverso
Clasificación: +18         Advertencias: Lemon, Violencia
Capítulos: 5 (3 de 5)
Resumen: Para poder permanecer trabajando en la Unidad, Reid le ha ocultado a todo el mundo que es un omega y nunca ha buscado un alfa, pero está llegando a una edad en la que su cuerpo sufrirá graves daños si no se empareja pronto con uno. El único que sabe de su condición es Hotch, pero este no permite que ningún alfa se acerque a él por miedo a que decida prohibirle trabajar.
Capítulo 3

A pesar de arrestar a un asesino en serie, aquel había sido un día desastroso. Primero aquel hombre de olfato privilegiado les desvela a todos que es un omega y después su jefe confiesa que se está divorciando para tomarlo como su omega. Y parecía que ya lo tenía decidido, ni siquiera le había consultado. Tras la desaparición de Gideon, él se había convertido en su tutor legal así que podía tomarlo como su omega incluso sin su consentimiento. Era algo bastante habitual, muchos padres nombraban tutor al alfa con el que querían que sus hijos se emparejaran para que estos no pudieran rechazarlo (aunque sus circunstancias eran diferentes), pero no pensaba que Hotch fuera esa clase de alfa. ¿Tanto le obsesionaba el trabajo que estaba dispuesto a divorciarse y emparejarse con un omega a la fuerza solo para mantener a un miembro del equipo?

Decidió esperar unos días y ver cómo iban las cosas. Seguía yendo a la oficina como siempre, recubierto de olor a beta, porque esperaba que el rumor no se hubiera extendido por toda la oficina. Lo había hecho. Siguió haciendo su trabajo, aunque solo se encargaba de papeleo sin moverse de su escritorio. Tenía que acudir a unas entrevistas con unos presos esa semana, pero Hotch se las pasó a Rossi.

Escuchaba conversaciones entre sus compañeros y otros trabajadores del edificio sobre cómo había conseguido trabajar allí, si era adecuado que siguiera, si Hotch lo mantenía solo porque quería hacerle su omega, y un largo etcétera. Salvo García, que ya sabía de su situación al tener acceso a su expediente (lo que le ganó también una riña con Morgan por no haberle dicho nada), el resto de sus compañeros no volvió a tratarle del mismo modo. Cada uno en un grado diferente, pero su relación no era la misma con ninguno. J. J., la única beta del equipo además de García, seguía siendo amable, sonreía y le saludaba, pero resultaba más distante y menos amistosa de lo habitual. Prentiss era Prentiss, nunca demasiado abierta ni cercana, pero ahora también había dejado de hacer bromas y le dirigía la palabra solo lo justo y necesario. Rossi parecía herido, tanto con él como con Hotch por no haberle confiado ese secreto. Le saludaba y hablaba con él si era necesario, pero era como si se dirigiera a un desconocido. Morgan estaba directamente cabreado con ambos, no le dirigía la palabra, ni siquiera le miraba, y había tenido más de una discusión con Hotch y con otros compañeros.

Apenas pasada una semana, Reid se sentía tan mal en el trabajo que constantemente tenía que contenerse para no llorar sobre su escritorio y cuando llegaba a casa se iba directamente al baño a vomitar. No comía, apenas dormía y ni siquiera sentía que fuera útil en su trabajo. Reid quería quedarse en el equipo, pero tal vez el precio a pagar fuera demasiado alto, sobre todo cuando aquello había dejado de parecer una familia.

Tomó una decisión.

Al día siguiente fue a trabajar, recién duchado y sin olores artificiales sobre su cuerpo. Ya no los necesitaría. Las cabezas se giraban a su paso. No era habitual que un omega entrara en el edificio y, aunque ya lo conocían, con aquel olor lo veían de un modo completamente diferente, no era la misma persona.

Entró en la oficina, donde ya estaban J. J., Prentiss y Rossi, y les saludó inclinando la cabeza antes de subir directamente las escaleras hacia el despacho de Hotch.

—Reid...—murmuró Prentiss sorprendida, tanto como sus compañeros.

Aunque ni siquiera se había acercado, habían podido percibir el olor del omega y la profunda tristeza que desprendía. Rossi pasó junto a sus compañeras y fue a grandes zancadas tras Reid. Le alcanzó cuando ya estaba en el pasillo de arriba y le agarró del brazo. Spencer se puso tenso y nervioso, agachando la cabeza. El olor sacudió el instinto de Rossi e inconscientemente acarició el brazo del omega de forma tranquilizadora. Le miró fijamente. Era su compañero, el joven genio con el que llevaba años trabajando, pero con ese olor parecía otra persona, le resultaba difícil reconocerlo.

—Está bien, Reid. No te preocupes, no pasa nada—le dijo con tono suave, solo queriendo que el omega dejara de sufrir.

Spencer sabía a qué venía esa reacción, era solo su instinto alfa queriendo cuidar de él. Por eso prefería disfrazarse de beta, no soportaba que lo trataran como un niño inútil que necesitaba ser protegido.

Rossi se apartó y le dejó seguir, quedando algo aturdido por su propia reacción. Hotch supo quién se acercaba antes siquiera de que llamara a la puerta. Que hubiera ido a la oficina con su olor natural no podía ser nada bueno.

—Adelante—respondió cuando llamó.

—Hotch, tengo que hablar contigo.

El joven entró y se quedó de pie frente a la mesa, retorciendo la correa de su bandolera entre sus manos.

—¿Qué pasa?

—He... he decidido dejar la Unidad—el nudo en su garganta apenas le dejaba hablar.

—No—respondió tajante. Se levantó de su mesa y se acercó a Reid hasta que estuvo frente a él, apenas a un palmo de distancia.

—Creo que es lo mejor. Ya nadie me quiere aquí, no confían en mí, no pueden trabajar conmigo de este modo. Quedándome aquí solo causaría problemas. Y así no tendrás que divorciarte de Haley. Ya no tienes que emparejarte conmigo para que me quede, puedo encontrar otro alfa que me ayude con el celo.

—Estás equivocado, completamente. Mi divorcio con Haley está a punto de ser oficial, todo está firmado, solo falta el certificado.

—Pe-pero solo ha pasado semana y media desde que el doctor Karev...—estaba confuso, creía que todo había empezado con su desmayo.

—Hace más de un año que comencé con el divorcio y no lo he hecho solo para que permanezcas en la Unidad. Incluso si dejaras el trabajo, cosa que espero que no suceda, seguiría manteniendo mi intención de emparejarme contigo.

Hablaba en serio y Reid estaba cada vez más aturdido, no entendía qué estaba pasando.

—¿Por qué...?

Hotch inspiró hondo. Nunca lo había dicho en voz alta, solo había estado en su cabeza, ni siquiera le había dicho a su ahora exmujer que ese era el motivo principal de su divorcio.

—Estuve interesado en ti desde que llegaste. Nunca me había atraído ningún hombre hasta entonces así que lo ignoré. Sin embargo, cuando llegué a casa de Gideon y tú estabas allí, oliendo a omega... supe que estaba enamorado de ti. Y que tú también estabas interesado en mí. Comencé a pensar en el divorcio, en prepararlo todo para poder emparejarme contigo, pero entonces Gideon desapareció y yo me convertí en tu tutor. No consideré apropiado emparejarme contigo en esa situación, no en ese momento. Decidí esperar y hacer las cosas de forma correcta.

El corazón de Reid estaba latiendo tan fuerte en su pecho que estaba seguro de que Hotch podía escucharlo. Era cierto, el omega había estado interesado en Hotch desde la primera vez que lo había visto, pero era un hombre casado, un alfa completamente fuera de su alcance. Se había rendido desde el principio. Con el tiempo se había acostumbrado a su presencia y su cuerpo ya no reaccionaba como la primera vez, con su trasero goteando hasta el punto en que tuvo que cambiarse de calzoncillos.

Y, de repente, ahora Hotch le confesaba que estaba enamorado de él. Eso era tan imposible. Sentía que le estaba gastando una broma pesada. Un alfa como Aaron Hotchner jamás estaría interesado en un omega como él. Era un buen analista del comportamiento y jamás había visto ningún signo en Hotch que le indicara que le gustaba. Aunque lo cierto era que el olor a beta con el que se cubría también enmascaraba ante su propia nariz los olores a su alrededor, de lo contrario habría podido oler la excitación en el alfa el día en que se conocieron.

Ahora nada interfería. Podía percibir el olor de Hotch con una mezcla de inquietud y deseo. El olor del alfa hacía su cuerpo vibrar. Pensar que aquel hombre podía desearle le hizo apretar las nalgas. Ya comenzaba a humedecerse. Su cuerpo necesitado gritaba que se presentara para él. Y al ver la suave sonrisa en el rostro de Hotch, se dio cuenta de que su olor lo estaba delatando.

—Por supuesto que no te forzaré. Si no quieres emparejarte conmigo, no te impediré buscar otro alfa, pero...

Acarició su mejilla ruborizada con el dorso de los dedos, apenas rozando su piel. Spencer presionó el rostro contra su mano, buscando más contacto. Su cuerpo se estremeció y su temperatura aumentó. Quería ser tocado. ¿Por qué aún estaban vestidos?

—Alfa...

—Lo sé. Solo espera un poco más, quiero hacer las cosas bien. Te haré mi omega en cuanto el divorcio sea oficial—le costaba todo su autocontrol no hacerlo en ese mismo momento, el omega se le estaba ofreciendo y sabía lo ansioso que se encontraba.

Spencer asintió con la cabeza, pero no se apartó.

—Pero, Reid- Spencer, tienes que seguir trabajando aquí hasta entonces, si te marchas te asignarán otro tutor y podría ser que no lo permitiera.

El omega agachó la cabeza con expresión triste y apretó los labios.

—Me quedaré, pero, si los demás no quieren trabajar conmigo, sería mejor que no os acompañara a los casos.

—Como quieras, pero ya te dije que eras imprescindible.

—Si no confían en mí, seré una carga.

Hotch acarició sus cabellos, colocando los mechones sueltos detrás de la oreja. Apenas podía resistir. Quería consolarlo, hacerle sonreír, pero si empezaba no pararía. Se apartó y dejó que Reid se marchara. Resultó extrañamente difícil, como si tuvieran que romper una cuerda que los unía.

Spencer bajó a su escritorio. Vio desde arriba que Morgan ya había llegado. Se esperaba alguna mueca o comentario de desagrado por oler a omega, pero en su lugar su compañero se le quedó mirando pasmado.

—¿Reid?—preguntó como si no lo conociera.

El omega agachó la cabeza. Solo quería marcharse de allí, no quería enfrentarse a eso. Quizás pudiera conseguir una baja hasta poder emparejarse con Hotch. No soportaba más murmullos ni más desprecios.

—Tranquilo, no pasa nada—le dijo Morgan, retirándose un paso.

Desprendía un olor que intentaba ser tranquilizador. Spencer se sorprendió, no era agresivo en absoluto como los últimos días. Acostumbrado a fingir ser beta, el joven no era consciente del poder que ejercía su olor omega sobre los alfas. Despertaba en ellos no solo el deseo, sino también su instinto protector. La mayoría no podía permanecer impasible si veían que estaban haciendo sentir mal a un omega.

Morgan regresó a su escritorio, pero no podía dejar de observar al omega. Aquella mañana hubo un extraño ambiente en la oficina, algo inquieto, pero no desagradable. La gente era amable con él, incluso más de lo habitual, y habían dejado de chismorrear a sus espaldas.

—¡Reid!—Morgan le llamó por la tarde cuando ya se marchaba a casa. Spencer se detuvo en el descansillo frente al ascensor. No se preocupó ya que el día había sido bastante tranquilo y su compañero parecía relajado—. Oye... solo quería disculparme por cómo te he tratado estos días. Entiendo que la gente se habría quejado por tener a un omega trabajando aquí, no te habrían dado la oportunidad de demostrar tus capacidades. Y si nosotros lo sabíamos, al final se hubiera descubierto.

—Debería habéroslo dicho, siempre quise hacerlo, pero es algo que no me gusta siquiera a mí—se sentía tan aliviado de que su compañero, su mejor amigo, ya no siguiera enfadado con él—. He sido menospreciado muchas veces por ello y no quería que me sucediera también aquí.

—Está bien, lo entiendo, no te preocupes. Y, sabes, creo que... deberías dejar de ocultarlo, dejar de usar ese olor beta. Podría ser incluso útil para los casos, los testigos e incluso los culpables se abrirían mucho más fácilmente a un omega.

—Mm... Quizás, pero... los policías no me harían caso, nadie me escucharía ni me tomaría en serio—esa había sido su mayor preocupación desde el principio, ser tratado como un niño ignorante, ignorado.

—¡Nosotros nos encargaríamos de que lo hicieran! Reid, creo que sería una baza a nuestro favor y... bueno, es agradable tenerte por aquí—se rascó la cabeza algo nervioso.

Sí, era agradable tener el olor de un omega en la oficina, era como llenarla de flores recién cortadas, relajaba la tensión que a veces se acumulaba entre los alfas, los volvía más mansos.

—Coincido con Morgan, es agradable tener a un omega entre tanto alfa—intervino Rossi, llegando al ascensor.

—Um... Gracias...—sus mejillas estaban sonrojadas, se sentía feliz por ser aceptado de nuevo. Los alfas pudieron percibirlo y sonrieron—. Pero tendré que consultarlo con Hotch, no sé si le parecerá bien.

—Claro, él es tu tutor y... va a...

—Eso no es cosa nuestra, Morgan—le interrumpió Rossi.

—Sí, lo siento. Bueno, ¿quieres que te lleve a casa?

—Am, no, iré a hablar con Hotch sobre esto, pero gracias.

Se despidieron y Reid subió las escaleras hasta el despacho de Hotch.

—Ha sido un buen día, ¿verdad?—le preguntó, al ver lo contento que se veía.

—¡Sí! Morgan se ha disculpado por lo de estos días, no me lo esperaba.

—Yo sí. No era más que una pataleta, solo seguía con ella porque no se daba cuenta de cuánto te hacía sufrir. Tu olor natural tiene un gran poder.

—De eso quería hablarte. Morgan y Rossi me han sugerido que trabaje sin olor beta. Creen que podría sernos útil a la hora de tratar con familias o sospechosos.

—Porque bajarán la guardia ante ti. Sí, lo he pensado, pero no me gusta la idea. Aún eres un omega sin marcar y las oficinas o los departamentos de policía a los que vamos están llenos de alfas y no puedo confiar en ellos. Puedes venir a la oficina sin el olor beta, pero cuando salgamos a un caso tendrás que usarlo, al menos hasta que nos emparejemos.

—Sí, alfa—respondió sonriente.

Spencer no estaba molesto en absoluto, le alegraba que Hotch se preocupara por él y quisiera protegerlo, y cuando mencionaba el tema de emparejarse, simplemente se sentía feliz. Hotch le devolvió la sonrisa y cerró la carpeta que tenía sobre su mesa.

—Si me das unos minutos, te acompaño a casa.

—¡Claro!

Mientras Spencer esperaba en su escritorio, Hotch se apresuró en terminar y guardar lo que era más urgente. Normalmente, habría salido más de una hora después, pero hoy tenía un motivo para salir de trabajar a su hora.

—Así que, ¿seguirás trabajando aquí aun después de emparejarnos?—le preguntó mientras conducía hacia su piso.

—Esta es mi familia. Si ellos me aceptan, me gustaría seguir trabajando en la Unidad. Aunque la decisión final será tuya.

—Nunca te impediría trabajar, Spencer. Por supuesto que me preocupa que estés en este trabajo con lo peligroso que es, pero sé lo capaz que eres. Que ahora sepan que eres un omega, que te haga mi omega, no cambiará todos estos años que has trabajado para la Unidad y lo bueno que eres en tu trabajo.

Reid estaba tan feliz que su sonrisa iluminaba la noche. No necesitaba decir nada, Hotch podía sentirlo y le llenaba de una inconmensurable paz. Sería agradable tenerlo como omega en la oficina, un oasis en medio de la pesadilla que constituían sus casos.

Dejó a Spencer en su apartamento, esperando hasta que vio encenderse las luces del piso antes de marcharse. Al día siguiente, sábado, fue a recoger a su hijo a casa de su exmujer. La mujer beta tenía pocos derechos sobre el niño, pero Hotch había permitido que se lo quedara entre semana ya que él no podría cuidarlo apropiadamente por su trabajo y era mejor que estuviera con su madre a dejarlo con una niñera. Cuando Jack entró en el coche, olfateó a su alrededor.

—¡Papá, huele a caramelos! ¿Tienes caramelos?—preguntó sonriente.

—¿Caramelos? No, no tengo... Oh—entonces se dio cuenta, aún permanecía el olor que Reid había dejado la tarde anterior—. ¿Te gusta el olor, Jack?

—¡Sí! Huele a caramelos y a parque.

Hotch sonrió, no podía ser mejor. Sacó su teléfono y envió un mensaje.

«¿Puedo hacerte una visita con alguien?».

En apenas unos segundos recibió la respuesta.

«Claro, ¿con quién?».

«Ya lo verás».

Arrancó el coche y se dirigió a casa de Reid. El omega abrió la puerta y se quedó mirando sorprendido al pequeño.

—¡Caramelos!—exclamó Jack, entrando en la casa sin pedir permiso.

—Ho-Hotch, ¿qué...?

—Llámame Aaron cuando estemos fuera de la oficina—le dijo, entrando él también.

—Vale, pero... ¿por qué has traído a Jack?—miraba sorprendido al niño, que se sentaba en el sofá y se acomodaba en el rincón donde él solía sentarse a leer, ojeando los libros sobre la mesita.

—Hace mucho que no le ves, ¿verdad?—Hotch lo contemplaba con una sonrisa.

—Sí, hace cuatro años, era solo un bebé. Pero por qué...

—Esta mañana he ido a recogerlo a casa de su madre. Cuando ha entrado en el coche le ha olido a caramelos y a parque, igual que ahora.

—Yo no tengo caramelos—le miró confuso.

Hotch rió y el omega se quedó sorprendido porque jamás reía. Su corazón se aceleró.

—Está oliendo a ti, para él hueles a las cosas que le gustan.

—¿Qué significa eso?

—Sabes lo que significa.

—Sé lo que significa en un adulto, ¿pero en un niño?

Aaron tomó su mano y se conformó con eso, no queriendo hacer nada indebido delante de su hijo.

—Significa que serías una buena madre para él.

En aquel momento Spencer sintió que estaba a punto de desmayarse. Tenía lógica, aunque su cerebro aún no pudiera procesarlo. Hotch iba a hacerle su omega, lo que significaba que él estaría al cuidado de su progenie, es decir, Jack y, tal vez, algún hijo propio. Eso era demasiado para pensar todavía, ni siquiera tenía aún el certificado de divorcio. Pero en algún momento tendría que hacerse a la idea.

—He pensado que sería bueno que te fuera conociendo antes de que te marque. Aunque, si no te sientes cómodo, podemos irnos.

—No, no, me parece bien, solo me ha pillado por sorpresa.

Tragó saliva y reunió valor como si fuera a enfrentarse a un sudes. Se acercó al pequeño, arrodillándose frente al sofá.

—Hey—en realidad no sabía qué decir.

—Hey—respondió el pequeño.

—Me llamo Spencer.

—Yo soy Jack. Hueles a caramelos, ¿me das unos?

—Am... No tengo caramelos, debe de ser mi champú—respondió peinándose nervioso el cabello—. Yo... trabajo con tu padre, ¿sabes?

—Mi papá atrapa a la gente mala, ¿tú también?

—Sí, yo también.

Hotch observaba ensimismado a las dos personas más importantes de su vida. Hablaron un rato y después Spencer cogió un libro y comenzó a leérselo a Jack (aunque probablemente se lo sabía de memoria), mientras el pequeño se acomodaba apoyado contra él.

Salieron a comer, dieron un paseo por el parque y regresaron al apartamento de Spencer para ver una película infantil que habían alquilado, con el pequeño acurrucado entre ellos en el sofá. Antes de darse cuenta, aquello se había convertido en un día en familia, aunque Reid aún no formara oficialmente parte de ella. Aaron estaba inmensamente feliz por ver que se llevaban tan bien. Con los tres en el sofá, para él sencillamente olía a hogar.


Después de la película, se despidieron, sin tan siquiera un beso. Hotch aún no le había besado, apenas le tocaba casualmente. Sabía que estaba esperando para hacer las cosas correctamente, pero su cuerpo estaba ansioso. Dijo adiós con una sonrisa y se encerró en su habitación. No solía masturbarse aparte del celo, pero el olor del alfa lo rodeaba y su cuerpo ya estaba preparado para tener sexo.

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