Título: Hotter
Fandom: Original
Autor: KiraH69
Imagen de portada: Purin (¡gracias! ^^)
Género: Yaoi, Sobrenatural, Vampiros
Clasificación: +18 Advertencias: Lemon, S&M, Violencia, Violación
Longitud: 6 capítulos (3 de 6)
Resumen: Guido, un ex-sacerdote que se dedicaba a cazar vampiros antes de ser expulsado de la Iglesia, se topa con Nathan, un joven vampiro que pretende devorarle pero acaba siendo devorado por él.
Capítulo
3: Viejos conocidos.
Pude
sentirle nada más abrirse la puerta del ascensor. Maldije no haberme
vestido. No quería manchar la ropa de sangre de nuevo y tan solo me
había puesto los calzoncillos para estar en aquella casa. Ahora
provocaría más a ese tipo indeseable. Me apresuré en coger mi
cuchillo y apenas lo había agarrado cuando ya tenía a aquel maldito
encima de mí.
—Cuánto
tiempo sin vernos, mi querido Guido—su voz sonó muy cerca de mi
oído y sus dedos se deslizaron por mi espalda.
Un
escalofrío recorrió mi columna y por acto reflejo me aparté de un
gran salto de él. Estaba tan nervioso que casi tropecé con la mesa
de centro.
—¡¿Qué
demonios haces tú aquí?!—grité situando el cuchillo en posición
defensiva.
Me
sonrió con aquella mirada penetrante y perversa. Había cambiado
algo desde la última vez que le vi, ya no llevaba el cabello rubio y
largo ni los ojos azules, aunque el resto era exactamente igual, a
pesar de los años no había cambiado su esencia en absoluto. Seguía
igual de atractivo que siempre. Y a decir verdad, aquel estilo le
sentaba mucho mejor. Pero jamás me dejaría cautivar de nuevo por su
belleza.
—¿Qué
clase de saludo es ese? ¿No me has echado de menos en todo este
tiempo?—me preguntó con una burlesca pena fingida.
—Ni
lo más mínimo. Te he hecho una pregunta.
—Ah...
Siempre actuando tan frío—suspiró. Pero la sonrisa volvía a
deslizarse por su rostro—. En realidad esa pregunta debería
hacerla yo. Al fin y al cabo esta es la casa de mi creación.
—Tú...—por
un momento me quedé sin respiración—. ¡Cómo no! ¡Solo un
irresponsable como tú transformaría a un chico tan imberbe!
—¿Puedes
decir algo así habiéndote acostado con él? Quién sabe lo que el
sádico Guido le habrá hecho—se burló.
Cada
palabra que salía de su boca me molestaba, me cabreaba. Hacía
hervir mi sangre. Aquel hombre tenía ese efecto en mí, aún después
de tantos años.
—¡É-él
no me ha hecho nada malo!—gritó Nathan entrando jadeante en el
apartamento.
Olivier
se echó a reír. Nathan se veía realmente preocupado, tal vez
pensaba que iba a matarme.
—No
te preocupes cachorrito, no voy a hacerle daño. Puedo imaginar
perfectamente lo que te hizo, porque yo mismo se lo enseñé.
Los
ojos de Nathan se abrieron de par en par, sorprendido. ¡Maldito!
¿Por qué tuvo que decir aquello? Centrando mi atención en la
expresión de Nathan, temiendo lo que pudiera pensar, no pude
controlar mi reacción cuando la mano de Olivier rodeó mi cintura y
sus labios quisieron tomar los míos. Se detuvieron apenas a un
centímetro. Mi cuchillo se había clavado en su corazón, dejándolo
paralizado al instante. Su cuerpo cayó inerte al suelo, quedando
boca arriba. En su rostro se había congelado por un momento lo que
quería ser una sonrisa, y resultaba grotesco. Me acerqué
rápidamente a Nathan, que miraba perplejo al cuerpo de su maestro.
—No
imaginé que ese tipo pudiera ser tu creador—le dije.
Al
fin reaccionó y me miró.
—A-así
que os conocíais de antes.
—Sí...
bueno—me cabreaba solo recordarlo.
—¿Qué...
clase de relación tenéis?—agachó la cabeza. No sabía si estaba
preocupado, triste o molesto, o tal vez solo confundido.
—Ahora
absolutamente ninguna—me apresuré en contestar.
—Pero
la tuvisteis.
—Mm...
Sí... Pero hace ya muchos años. Verás...—respiré hondo, aquella
historia había cambiado por completo mi vida y aún no sabía si
para bien o para mal—. Le conocí cuando yo era poco más joven que
tú. Dos años antes había ingresado en la orden de los cazadores y
aquel mismo año me acababa de convertir en sacerdote. Apenas había
matado a un par de vampiros débiles cuando apareció él. Mató a mi
maestro, quien aún me guiaba, y a mí me arrebató casi toda mi
humanidad a lo largo de varios meses. Lo que dijo, por desgracia, es
cierto. Él me enseñó el gusto por la sangre y la tortura, a pesar
de no ser un vampiro—levanté su barbilla con mis dedos para que me
mirara. Aquella expresión triste tan tierna, tan humana, me agitaba
por dentro—. Pero desde aquel entonces no he vuelto a tener ningún
contacto con él, y tampoco quiero tenerlo.
Le
besé con dulzura, acariciando nuestros labios. Nuestras lenguas se
tantearon y se enredaron lentamente como dos serpientes. Mordió mi
labio suavemente y el beso tomó sabor a sangre. Apartó su boca de
la mía y me miró con el ceño fruncido en una expresión
suplicante. Parecía decirme que aquello no era suficiente y en
seguida obedecí su petición.
Le
empujé sobre el sofá y me arrodillé sobre él. Sus ojos vacilaron
sobre la figura inmóvil en el suelo de Olivier, que nos miraba de
reojo mientras intentaba librarse de la parálisis; pero era inútil,
aun siendo tan poderoso como él, tardaría un buen rato en sacarse
el cuchillo profundamente hundido, o al menos eso pensaba.
—Guido,
él...
—Deja
que mire—le interrumpí y antes de que pudiera negarse a hacerlo
allí, le besé y dejé que perdiera la cordura en el sabor de mi
sangre.
Deslicé
mis manos bajo su camiseta, presionando su carne con la yema de mis
dedos hasta sentir sus huesos. Pellizqué sus pezones y sus caderas
se balancearon hacia mí, frotando su entrepierna contra mi muslo.
Los gemidos pronto comenzaron a brotar de sus labios. Mordí con
fuerza su pecho, rasgando su piel; arañaba sus costados y la sangre
manchaba mis dedos, pero en un instante los rasguños desaparecían y
la carne enrojecida volvía a ser blanca y pulcra. Era hermoso por su
eternidad pero en cierto sentido era frustrante no poder dejar marcas
en aquel delicado cuerpo. Me molestaba.
Quería
provocarle mayores sensaciones, no era suficiente con mis manos, al
menos para mí. Desabroché su cinturón y lo saqué del pantalón.
Lo até alrededor de su cuello y cuando me miró extrañado pareció
un perrillo suplicante. Sonreí, excitado, mi entrepierna palpitó
con anticipación. Cuando di el primer tirón a la correa, Nathan
gritó y tosió. Cuando el cinturón se aflojó, adelantó su mano
hacia mí, asustado. Quiso quitarse la correa con la otra mano pero
lo detuve. Me incliné sobre él y le besé dulcemente en la mejilla,
por donde discurría una fina lágrima.
—No
tengas miedo. Recuerda que no puedes morir, y yo nunca te mataría.
Solo entrégate a mí y disfruta del dolor.
Pareció
obedecerme sin pensarlo, al instante sus manos perdieron fuerza. Le
quité los pantalones, dejándole solo con la camiseta y el abrigo
sobre el que se tumbaba. Su miembro ya estaba erecto y un hilo rojo
se deslizaba desde la punta. Por supuesto yo también estaba duro,
verlo en aquel estado era suficiente para despertar mi polla, que ya
salía fuera de mis calzoncillos, pero quería mucho más.
Arrodillado
entre sus piernas, tiré de nuevo de la correa y presioné mi
entrepierna contra la suya. Moví mis caderas frotando nuestras
pollas juntas al tiempo que seguía tirando firmemente de la correa,
manteniendo una mano sobre su pecho para que no se moviera.
Por
supuesto Nathan no podía ahogarse, no necesitaba el oxígeno para
vivir, en realidad no necesitaba ni respirar, pero apenas llevando
unos meses transformado seguía manteniendo aquella costumbre y la
sensación de asfixia era la misma que la de cualquier humano. ¡Qué
emocionado estaba! Nunca había tenido la oportunidad de probar
aquello.
Presioné
mi pene contra su entrada y de una embestida le penetré hasta el
fondo al mismo tiempo que soltaba la correa. Su miembro se sacudió,
salpicando la sangre sobre su pecho, mientras en su garganta se ahoga
un profundo grito.
—Hoh~
Te has corrido solo por eso. Eres realmente una perra cachonda.
Su
rostro se ruborizó avergonzado e intentó ocultarlo con sus brazos.
Sus calientes paredes se contrajeron sobre mi miembro y tuve que
contener la respiración para no eyacular yo también.
De
pronto un cuerpo se cernió sobre mí. Olivier rodeó mi pecho con un
brazo y me agarró de los cabellos con la otra mano. Estaba tan
concentrado en Nathan que no pude evitarlo, ni siquiera me percaté
de que ya se había librado del cuchillo. Sus colmillos se hundieron
en mi cuello y la sangre comenzó a brotar de mi cuerpo y a llenar su
boca.
—¡No!
Olivier no bebas, tiene muy poca, lo matarás. ¡No lo mates!
Aquel
grito desesperado de Nathan fue lo último que escuché antes de caer
inconsciente.
Continuará...
Pre-precioso °o° me encanto un poco corto pero increible
ResponderEliminar