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Keep Calm and Follow The Red String

Título: Keep Calm and Follow The Red String

Fandom: Teen Wolf         Pareja: Peter Hale/Stiles Stilinski (Steter)

Autor: KiraH69

Género: Slash, Yaoi

Clasificación: TP         Advertencias: ninguna

Capítulo único

ResumenUn encuentro accidental que tal vez no es tan accidental y un misterioso hilo rojo que les impide separarse.

Era agradable regresar al Reino Unido después de tantos años. La última vez que Peter había estado allí había sido durante sus estudios universitarios. Tenía muy buenos recuerdos de aquella época. Había sido la primera vez que se alejaba tanto de su familia y eso le había dado la libertad para experimentar como no había podido hacerlo antes. Ahora en sus treinta le gustaba rememorar aquella época mientras caminaba por las húmedas aceras bajo el cielo gris, con el viento agitando su ropa y su cabello. El clima también era algo que había echado de menos. El constante calor de California no era lo más apropiado para un lobo europeo como él (a diferencia de su hermana, había heredado la ascendencia de su abuela materna). Aquí al fin podía ponerse un abrigo y una bufanda como si fuera una capa de pelo sin asfixiarse de calor (aunque seguía necesitando mucha menos ropa que cualquier humano). Era finales de noviembre y la gente vestía gruesos abrigos y el set completo de gorro, bufanda y guantes. Peter solo llevaba su bufanda porque el rojo le sentaba bien y era increíblemente suave, un pequeño lujo que había adquirido nada más llegar allí.

Era una buena época para viajar, se libraría de celebrar Acción de Gracias con primos lejanos que no había visto desde hacía un año y de los que no quería saber nada, aunque tendría que regresar en Navidad para celebrarla con su manada. Si únicamente eran ellos no resultaba tan malo. Además, este año aprovecharía para llevarles regalos de allí.


El rojo de una cabina telefónica llamó su atención. Le había prometido a Cora que se haría una foto con una de ellas, pero cada vez que encontraba una, esta estaba rodeada de turistas. Había alguien dentro de esta, pero nadie más. Solo tenía que esperar a que saliera. Se acercó a la cabina y sacó su móvil. Tal vez sería aún mejor hacerle una videollamada a Cora desde allí, ya iba siendo hora de que se comunicara con su familia de nuevo después de todo.

La puerta de la cabina se abrió y quien estuviera dentro salió tan de repente, como si se hubiera tropezado y estuviera a punto de caer, que Peter no pudo evitar avanzar instintivamente para sostenerlo.

El chico soltó una exclamación de sorpresa al chocar contra él y se apartó tan rápido que chocó de espaldas contra la puerta de la cabina. Por un momento pareció incapaz de controlar sus extremidades y Peter solamente pudo observarlo con asombro. Balbuceando, el chico se incorporó y se arregló el abrigo mientras su rostro se ruborizaba de un rojo cada vez más intenso que se extendía también por sus orejas y por su esbelto cuello.

A pesar de su torpeza, tenía que admitir que era adorable. Su pelo castaño era un desastre, aunque no estaba seguro de si era por el viento o se había levantado así de la cama. Su piel pálida estaba salpicada de lunares que destacaban aún más con su sonrojo. Unos grandes ojos castaños miraban a todas partes menos a él y en el centro de su rostro se encontraba la nariz respingona más linda que jamás había visto. No era algo en lo que normalmente se fijaría, pero es que en este caso era realmente mona para tratarse de un chico. Si no dejaba de mirar esa nariz iba a resultar extraño.

D-disculpa, toda tuya—dijo, señalando la cabina.

Se dio la vuelta y echó a andar con algo de prisa.





Su corazón estaba latiendo acelerado. Más de lo habitual. Sí, chocar con un desconocido le había sobresaltado, pero esa no podía ser la única razón de que su magia estuviera de repente vibrando por todo su cuerpo. Stiles tenía un control casi completo de su magia, se había esforzado mucho para conseguirlo, y esto ya no era habitual.

Decidió que alejarse era la mejor opción, no podía perder el control en medio de Londres, demasiadas cámaras. Ni siquiera se había fijado en el tipo con el que se había chocado, más allá de que parecía un armario. Tan solo se dio la vuelta en cuanto se recuperó del sobresalto y prácticamente salió corriendo. Su cuerpo se sentía raro por culpa de su magia. Necesitaba detenerlo. Miró sus manos, esperando ver chispas saliendo de ellas.

No había chispas saliendo de ellas, pero sí un hilo rojo.

Se detuvo en seco y levantó la mano. Había un hilo rojo que parecía enganchado a uno de sus múltiples anillos. No era raro que algo se enganchara a sus anillos, era uno de los inconvenientes de utilizarlos (por prácticos que fueran para sus hechizos). Miró hacia atrás y se percató de que el hilo provenía de la bufanda de aquel tipo. Quien seguía mirándolo. Quizá porque le estaba destrozando la bufanda. Ups. Ahora sí que iba a pasar vergüenza. Forzó una sonrisa y se acercó algo dubitativo al tipo mientras intentaba desenredar el hilo de su anillo. Ahora que lo miraba, wow, el tipo (tenía que encontrarle otro nombre. Aunque probablemente ya tenía uno) era atractivo. Tenía unos intensos ojos azules, una ligera perilla adornando su rostro y, aun bajo el abrigo, se podía distinguir que tenía un cuerpo musculoso. Un DILF total. Por favor, no pienses en eso ahora, pensó, deseando evitar una situación aún más incómoda.

Justo antes de llegar ante aquel hombre, Stiles se dio cuenta de que el hilo no estaba enganchado a uno de sus anillos. Salía directamente de su dedo meñique. Joder. Eso definitivamente no era normal y la forma en que su magia se sentía tampoco así que tenían que estar relacionados entre sí. Mierda. ¿Cómo iba a explicar eso? Ni siquiera sabía qué era, qué estaba pasando.





Peter se percató, tan pronto como salió corriendo, del hilo que salía del dedo del chico. Antes que ningún otro pensamiento racional, lo primero que le vino a la cabeza fue la vieja historia que le contaba su abuela sobre el hilo rojo del destino. Entonces, pensó racionalmente que tan solo se le había enganchado un hilo de su bufanda al chocarse. Sin embargo, no pudo evitar tantear sus meñiques con los pulgares. Todo pensamiento racional voló cuando se dio cuenta de que un hilo salía de su meñique derecho.

¿Cómo iba a explicarle eso? ¿Cómo iba a decirle a un humano que literalmente estaban conectados con un hilo rojo?

¿Cómo iba a decirle que estaban predestinados?

Ni siquiera él se había creído aquella historia, por hermosa que le pareciera, cuando su abuela se la contaba de pequeño. Una historia de un amor predestinado. Una historia de dos lobos y un hilo que los une cuando se encuentran y están a punto de separarse y no volver a verse nunca. Un hilo rojo que evita que un amor predestinado no se cumpla.

Y ahora él, el soltero más deseado de Beacon Hills (y encantado de ello), se encontraba en esa situación. Su hermana se iba a reír a carcajadas.

Disculpa por eso, esta ciudad es una locura a veces y creo que me he contagiado o yo la he contagiado porque, la verdad, también era un poco caótico en casa. No pretendía ser grosero ni nada, no quería molestarte…

Tan pronto como se acercó, el chico empezó a hablar, simplemente a hablar. No tenía sentido nada de lo que decía, pero no dejaba de hablar y, mientras tanto, hacía algo con sus manos, como si estuviera intentando desenredar el hilo de los anillos que llevaba en sus dedos. Ahora tenía que explicarle que eso no era posible.

Peter le agarró las manos para mantenerlas quietas y se detuvo antes de hablar porque sintió calor, más calor del habitual para un humano, y un hormigueo como si hubiera electricidad estática. Entonces se percató de que el chico había dejado de hablar. Lo estaba mirando fijamente con esos grandes ojos. El lobo inspiró y, en efecto, ahí estaba el olor a magia. Aunque era casi imperceptible, era un olor que no se podía comparar a nada más y también era particular de cada persona. Así que no era un simple humano.

Creo que tenemos que hablar—le dijo Peter con una ceja arqueada.

¿Huh? Me parece que para soltarme esa frase primero tenemos que ser pareja—respondió el chico ladeando la cabeza.

Eso se puede solucionar.

Q-q-qué- Es-estás… V-verás, no estaba… ¿Estás intentando ligar conmigo?—frunció el ceño confuso, como si fuera lo más inverosímil posible. No lo era, si lo hubiera visto en un bar le habría invitado a una copa sin dudarlo.

Estoy intentando decirte que sé de qué va esto—levantó la mano derecha, mostrándole el hilo rojo que salía de su meñique.

E-eso, es… ¿Lo sabes…?—preguntó, aún más confuso. Peter hizo brillar sus ojos y una expresión de reconocimiento se dibujó en el rostro del chico—. Oh. Eso tiene más sentido. ¿Tu casa o la mía?

¿Quién se está adelantando ahora?—replicó Peter con una sonrisa, algo sorprendido por su repentino cambio de actitud.

El chico se encogió de hombros y agitó los dedos. Solo entonces el lobo se dio cuenta de que aún le estaba agarrando las manos y lo soltó con calma para no parecer nervioso.

A menos que quieras andar por ahí con tu bufanda deshilachándose…

Mejor la tuya, yo estoy en un hotel—habría elegido la suya de todos modos. Hilo del destino o no, aún no conocía a ese chico y no podía confiar en él.

Stiles.

¿Disculpa?

Mi nombre, Stiles. Bueno, no es mi nombre real, es más un apodo, pero mi nombre es impronunciable, así que todos me llaman Stiles.

Stiles… encantado—casi pudo ver el escalofrío recorrer el cuerpo del chico, de Stiles—. Yo soy Peter.

Stiles tardó unos segundos en reaccionar, pero le dio un firme apretón de manos.

No deberíamos separarnos mucho, puede ser un problema—recogió el hilo que ya se había deshilachado de la bufanda y lo acumuló en sus manos—. No podemos llamar la atención.

Peter tomó su mano, casi sin pensarlo, y entrelazó sus dedos, recogiendo el hilo entre sus manos.

Te sigo.

Stiles se ruborizó, pero asintió. Se dio la vuelta y echó a andar con su mano entrelazada con la de aquel perfecto desconocido. Peter, sí, sabía su nombre, pero ni siquiera sabía qué clase de criatura era. Había muchos que podían hacer brillar así sus ojos.

Caminaron cogidos de la mano hacia su apartamento como si fueran una pareja, sin que nadie se fijara siquiera en ellos (la magia de Stiles tenía algo que ver en eso). No estaban lejos, Stiles se había conseguido un buen lugar en el centro de Londres, algo casi imposible para un chico de su edad (a menos que viniera de una familia adinerada).

Llegaron a una tienda esotérica y Peter tuvo el presentimiento de que no todo lo que había dentro era falso.

¿Trabajas aquí?—le preguntó.

Soy el dueño. Vivo arriba.

Pasaron el escaparate de la tienda y Stiles abrió la puerta de al lado. El apartamento también tenía acceso desde la tienda, pero era más fácil entrar desde el portal que también daba a los otros apartamentos del bloque. Subieron las escaleras y entraron en el apartamento A. Peter dio un paso atrás nada más cruzar el umbral. El olor a magia era muy intenso allí. Y el olor a Stiles. Era tan intenso y sin apenas contaminación de olores ajenos que era como meterse bajo su ropa e inspirar hondo.

Ey, ¿estás bien, Peter?—le preguntó cuando pasó varios segundos sin moverse.

Peter se aclaró la garganta y asintió con la cabeza.

Perfectamente—respondió. Mejor respirar por la boca.

Vale, am… Dijiste que sabías de qué iba esto, ¿no? Tal vez alguno de los libros que aún tengo en cajas hable del tema o pueda conseguir alguno nuevo, pero si me das una pista de con qué estoy tratando, sería una gran ayuda—sabía que los libros que ya había leído y que estaban en su biblioteca o en su tienda no contenían nada al respecto, recordaría algo así, pero debía de haber algo escrito al respecto, siempre lo había.

Estaba a punto de abrir una de las cajas que le acaban de llegar esa misma mañana, pero Peter colocó una mano en su hombro y lo detuvo.

Podemos sentarnos y te lo explicaré todo. ¿Tienes algo para beber?

Oh, sí, tengo café, bebidas energéticas, zumos… No hay alcohol, lo siento. Aunque sí puedo prepararte una bebida espirituosa para cambiaformas, aunque tendría que saber qué eres exactamente.

Un café está bien—prefería tener la mente clara en ese momento.

De acuerdo, café. Me vendrá bien uno.

Stiles desapareció en la cocina, llevando tras de sí el hilo rojo, y Peter se quedó allí en medio del salón, observando a su alrededor. Era un apartamento inglés tradicional, con un estampado horrible en la pared y muebles antiguos. No se esperaba eso de un chico tan joven. Tal vez solo lo tenía alquilado y no le permitían remodelarlo. Aunque lo demás, todas las decoraciones que seguramente podrías encontrar también en su tienda y los libros distribuidos por estanterías por todas partes con títulos relacionados con la magia y lo sobrenatural, eran sin duda suyos. Podía reconocer algunos de aquellos libros, los tenía en su propia biblioteca, pero muchos le eran completamente desconocidos. Mantenerse quieto sin husmear era un duro pulso contra su curiosidad, pero tenía autocontrol (aunque Stiles no se lo pusiera fácil).

Stiles regresó con una bandeja y Peter intentó parecer lo más desinteresado posible. Dejó la bandeja en la mesa de centro. Había llevado incluso leche y azúcar, no había preguntado cómo tomaba el café, aunque Peter lo prefería solo.

Ah, puedes quitarte el abrigo. ¿Quieres qué…?—Stiles hizo unos vagos gestos con las manos indicando un perchero junto a la puerta.

No, tranquilo—Peter ni siquiera se había dado cuenta de que aún seguía con el abrigo. Esto del hilo estaba afectándole, normalmente era mucho más desenvuelto con cualquiera y en cualquier situación. Se quitó el abrigo y lo colgó en la percha antes de sentarse en el sofá, pero se dejó la bufanda. Cuando se percató de que el hilo se habría quedado enganchado en el abrigo, miró hacia él, pero de algún modo el hilo estaba suelto en el suelo. Era mágico después de todo.

Disculpa que no se me dé bien esto de ser hospitalario, no suelo recibir muchas visitas aquí. Normalmente, solo atiendo a gente por trabajo en la trastienda, no recibo a nadie aquí.

Se quitó la chaqueta y se sentó en el sillón frente al sofá. Evitó mirar fijamente a Peter porque, tenía razón, bajo el abrigo tenía muy buen cuerpo. Un jersey demasiado fino para aquella época cubría sus musculosos brazos y su musculoso pecho y su musculoso todo. Nada raro en un cambiaformas, pero Stiles parecía tener cierta debilidad por este en concreto.

No te preocupes, yo también estoy algo… conmocionado por esto. Ni siquiera pensaba que fuera real, la verdad.

¿Que fuera real el qué?—preguntó Stiles frunciendo el ceño—. ¿Qué es esto?

Peter tomó aire y se preparó. No estaba seguro de si su reacción sería buena o mala. Algunas personas se entusiasmarían con la idea de una persona predestinada para ellas, pero otras rechazarían que tuvieran que estar con alguien porque una fuerza cósmica así lo había decidido. Fuera cual fuera su reacción, tendría que aceptarla, no iba a imponerle algo así a nadie.

¿Has oído hablar del hilo rojo del destino?

Stiles miró hacia un lado, pensativo, rascándose la barbilla.

Creo que he leído uno o dos mangas al respecto. Algo sobre una conexión entre almas gemelas…—de repente se dio cuenta de lo que había dicho y abrió los ojos como platos—. Espera, no te referirás a eso, ¿no? Solo es un invento de las mangakas para… bueno, vender más—comentó con una risa nerviosa—. Y supongo que habrá algún mito japonés en el que se hayan basado, pero, por favor, dime que no te estás refiriendo a eso—suplicó, mirando a Peter casi con desesperación.

Dejando de lado el problema que tenían entre manos, era bastante sorprendente la forma en que el rostro del chico había pasado por al menos cinco emociones diferentes según hablaba. Era realmente expresivo y el lobo no podía evitar observarlo con demasiada atención. Parpadeó, esperando que sus ojos no estuvieran brillando, y volvió su atención a lo que le estaba preguntando.

La verdad es que no sé nada del mito japonés, ni siquiera yo creía en estas cosas hasta, bueno, hoy. Pensaba que solo era un cuento de mi abuela, uno de tantos que me contaba de niño, pero está claro que no—levantó la mano donde el hilo todavía colgaba de su dedo.

¿Un cuento de tu abuela? ¿Exactamente qué decía ese cuento?—Stiles se movió hasta sentarse al borde de su asiento con los codos apoyados en las rodillas.

Lo miraba con tanta atención que Peter se quedó sin palabras por un momento. Normalmente, la gente no estaba tan interesada en oír lo que tenía que decir, no desde que sus sobrinos habían pasado de la etapa de “mi tío es supergenial” a “me avergüenza que me vean en público contigo”. Se aclaró la garganta e intentó fingir que no le afectaba para nada ser el centro de atención de aquel chico.

Cuando dos almas gemelas se encuentran y están a punto de separarse sin darse cuenta de que lo son, aparece un hilo rojo que los une para evitarlo. Pensaba que solo se aplicaba entre hombres lobo, pero parece que también se manifiesta si el alma gemela es humana.

Así que eres un hombre lobo… Espera, eso no es lo importante—sacudió la cabeza, agitando una mano—. ¿Y cómo nos quitamos este… hilo? Ya nos hemos encontrado y nos hemos dado cuenta de que somos almas gemelas. ¿No debería haber desaparecido?

Peter le miró, arqueando una ceja. Decía almas gemelas con tal escepticismo que Peter casi podía ver las comillas alrededor de las palabras.

Me parece que tú no crees que seamos almas gemelas.

Stiles resopló y se echó hacia atrás en el sillón con una postura demasiado relajada como para realmente serlo.

Sinceramente, soy bastante escéptico con el tema de las almas gemelas. Me resulta difícil creer que el universo se preocupa tanto por mí como para elegir o crear la persona perfecta para mí. Aunque considerando que tú eres mayor, supongo que sería al revés. ¿Fui creado para ser tu pareja perfecta?—arrugó el rostro en una breve expresión de disgusto—. Admite que es difícil de creer. Además, una bruja ya leyó mi futuro y me casaré a los 35 con una chica afín a las plantas.

Peter se quedó mirándolo con la boca abierta por un momento. No podía creer lo que acababa de oír, no podía creer que su alma gemela hubiera dicho algo así.

¿En serio crees en lo que te dijo una bruja más que en lo que estás viendo con tus propios ojos?—le preguntó, sacudiendo la mano y agitando el hilo.

¡Ey! No hables mal de las brujas, yo también soy un brujo–exclamó ofendido.

Era extraño encontrar a un hombre brujo, normalmente la mayoría eran magos. A diferencia de las mujeres, los hombres no solían tener tanta afinidad con la naturaleza y la magia, por lo que tenían que utilizar medios artificiales para realizar magia. Peter tenía que admitir que estaba algo impresionado.

De todos modos, no, no voy a creer en lo que estoy viendo solo porque esté delante de mis narices. Conozco demasiados trucos como para creer en cualquier cosa sin antes analizarla y asegurarme de que es real.

Stiles se levantó del sofá y se dirigió a las cajas aún sin abrir que había tenido intención de investigar antes. Con un leve gesto de su dedo, la caja se abrió limpiamente, como si la hubieran cortado con un cúter, y Stiles comenzó a sacar libro tras libro y a ponerlos sobre una mesa. Dicha mesa estaba en un área detrás del sofá que, en principio, debería de ser el comedor, pero por la única silla que había y por los diversos objetos extraños que se podían ver sobre armarios y estanterías, Peter podía adivinar que era su zona de trabajo. Se levantó con calma y lo siguió a la mesa. Observó durante un rato, apoyado contra el respaldo del sofá, mientras el chico leía el índice de cada libro y en ocasiones pasaba páginas más rápido de lo que una persona normal podría leer. Tenía pósits de varios colores a un lado de la mesa y de vez en cuando los iba pegando en las páginas de los libros. Por la forma en que escogía los colores, parecía tener un sistema. Podía admitir sin duda que estaba sintiendo cierto interés por esta criatura y por el modo en que funcionaba su mente.

Tengo algunos libros al respecto en la biblioteca de la manada y otros sobre temas que también te pueden interesar en mi biblioteca personal–le propuso con voz sugerente.

¿No vives con tu manada?—preguntó sin apartar la vista de sus libros y, al parecer, sin percatarse de su flirteo.

Claro que sí, soy la mano izquierda de mi alfa, debo estar cerca, pero hay ciertos libros que es mejor que no estén al alcance de todos, seguro que lo entiendes.

Aquello le hizo detenerse. No estaba seguro si era la parte de “mano izquierda” (había sido un riesgo decirle algo así, muchos lo consideraban un trabajo sucio, solo apto para personas ya de por sí peligrosas, psicópatas. No era del todo cierto, por supuesto, pero no sabía qué opinión tendría Stiles al respecto) o lo de los libros “peligrosos” lo que había llamado su atención, pero pudo ver cierto interés en su rostro (sin rastro de miedo, por suerte) y era extraño que no pudiera olerlo estando tan cerca. Debía de estar usando algún tipo de magia para camuflar su olor. Eso no le hacía ninguna gracia, pero no iba a reprochárselo.

¿Y para ser exactos, qué libros tienes?—preguntó Stiles y siguió pasando las páginas del libro, intentando no demostrar demasiada curiosidad (y fallando completamente).

Seguro que hay muchos de tu interés. En la gran biblioteca de la manada–se aseguró de recalcar lo de “gran”—, hay muchas primeras ediciones y libros únicos que no encontrarás en ningún otro sitio. Y en mi biblioteca personal… bueno, esos no se los dejo ver a cualquiera.

¿Cómo de grande es esa biblioteca exactamente?—ya no se molestó más en intentar disimular su interés.

Peter miró alrededor casualmente y, ahora que tenía su atención, cruzó los brazos sobre el pecho de un modo que sabía que resaltaba sus músculos (mejor aprovechar todos sus encantos).

Más grande que este apartamento. Con estanterías del suelo al techo.

Quizá no pudiera olerlo, pero la dilatación de sus pupilas y la aceleración de sus latidos eran más que suficiente para delatar su interés.

¿Estás intentando seducirme?—aún intentaba mantener la fachada porque, ey, aún tenía algo de orgullo y no iba a caer por el primero que le ofreciera unos libros bonitos.

Si está funcionando…–casi ronroneó.

Se apartó del sofá y se acercó lentamente, deslizando los dedos sobre la superficie de la mesa, acariciándola. El movimiento lo distrajo por un momento, pero los ojos de Stiles enseguida volvieron a su rostro. Aún podía sentir su reticencia, pero estaba dispuesto a romperla poco a poco. Se detuvo junto a él, sin tocarle, pero lo bastante cerca como para que el más mínimo gesto acabara en roce.

Eres muy inteligente, no me cabe duda–le susurró, tan cerca de su oído que el chico se estremeció–, y muy poderoso si eres un brujo. Tanto que eres capaz de ocultarlo incluso de alguien como yo.

Los halagos no te llevarán a ninguna parte–replicó, aunque el rubor en sus mejillas lo contradecía.

Solo estoy estableciendo hechos. Como el hecho de que yo también soy muy inteligente-.

Y modesto, no te olvides de eso.

Hechos, como he dicho. No voy a rebajar la verdad cuando precisamente estoy intentando que veas lo que tienes delante–quizá eso no había sido demasiado sutil y no estaba en sus planes decirlo, pero Stiles levantó las cejas en una expresión de curiosidad, así que lo consideró un buen movimiento–. También soy uno de los pocos hombres lobo capaces de una transformación completa en toda Norteamérica. Soy fuerte y hábil, tan solo un idiota se plantearía pelear contra mí, e incluso esos se lo pensarían dos veces con mi reputación. Pertenezco a la manada más antigua y extensa de todo Estados Unidos. En una sola de nuestras cámaras acorazadas hay más reliquias mágicas antiguas de las que jamás has visto y muchas de ellas las he reunido yo–Peter se detuvo por un momento cuando la respiración de Stiles se aceleró en ese último punto. Sus dedos se contrajeron como si quisieran agarrar algo, tal vez a Peter, y este lo permitiría si así lo quería–. Y, por supuesto, tendrías un acceso completo a todo ello.

¿Si…?

Peter sonrió, sin duda era inteligente.

No voy a decir que si te conviertes en mi pareja, no quiero que una decisión así esté condicionada por ningún motivo. Sin embargo, si decidieras venir a Estados Unidos y ofrecerte como emisario de la manada… Estoy seguro de que mi hermana podría considerarlo, nuestro emisario actual ya está buscando a alguien para que lo sustituya, y eso nos daría tiempo para conocernos–la sonrisa en su rostro no era precisamente pura.

No–respondió en menos de un segundo.

¿No?—Peter se quedó aturdido por un momento, parpadeando como si no pudiera comprender lo que tenía delante (no lo comprendía, realmente no podía, ¿quién podía rechazar semejante oferta?).

El chico suspiró y se cruzó de brazos, dando un paso hacia atrás para poder al menos tener espacio para respirar.

Mira, yo también tengo una reputación aquí, una muy grande. Pero no es solo que sea el tercer brujo más poderoso de toda Europa (y sí, en Estados Unidos sería el número uno, pero viendo vuestro nivel en cuanto a magia, no es nada de lo que estar orgulloso)—desdeñó con un vago gesto de la mano—, sino que tengo mi vida aquí, una vida que me gusta, un trabajo que adoro, y si no soy el emisario de una de las manadas del Reino Unido no es porque no me lo hayan pedido. Insistentemente. ¿Sería interesante echarle un vistazo a esas reliquias mágicas? Sí, pero no es algo tan tentador como para plantearme dejar mi vida aquí.

Entonces yo vendré aquí—replicó Peter, casi interrumpiéndolo.

Stiles lo miró con el ceño fruncido.

¿Dejarías tu vida en Estados Unidos, tu puesto como mano izquierda de tu manada y toda esa reputación, para venir aquí a vivir por un supuesto vínculo del destino del que no sabemos nada?—su interés se estaba convirtiendo en sospecha y eso no podía ser.

Con lo que me has contado sobre ti ya me atraes más de lo que me ha atraído nadie en toda mi vida. Estoy cansado de la vida monótona con la manada y resulta agobiante en muchas ocasiones. Estas eran unas vacaciones para tomarme un respiro de todo aquello. Y llevo años entrenando a mi sobrina menor para que tome el relevo como mano izquierda y está más que preparada, no los dejaría indefensos. Tampoco los abandonaría por completo, seguiría visitándolos, pero no es tan extraño que un miembro de la manada se vaya a formar la suya propia o a unirse a otra si encuentra la motivación adecuada. ¿Y qué mejor motivación que la de poder haber encontrado a la persona destinada para mí?

Stiles frunció aún más el ceño y empezó a morderse el labio inferior. Lo estaba analizando, estaba analizando cada palabra que había dicho. Peter intentó mantenerse sereno bajo su escrutinio, pero no podía evitar sentir que algo dentro de él se rompería si lo rechazaba, algo que ni siquiera sabía que existía hasta ahora. Entonces se percató de que el hilo había desaparecido. No lo sentía en su dedo ni tampoco lo veía alrededor de Stiles aunque su mano estuviera oculta bajo otro brazo. Eso tenía que ser una buena noticia.

De acuerdo, pero tendrás que encontrar un trabajo, no pienso mantenerte, y si decides unirte a una manada de aquí (cosa que dudo que acepten, no son muy abiertos), que ni se les ocurra insistir en que sea su emisario. Y nos lo tomaremos con calma. No pienso saltar directamente a la cama contigo, quiero citas. Por mucho que este hilo tuyo diga que estamos destinados–agitó la mano donde antes había estado el hilo y ya no había nada, sin darse cuenta siquiera del cambio—, juzgaré por mí mismo si me interesas como pareja.

Trato hecho—respondió Peter sin dilación y extendió su mano para un apretón.

Stiles lo aceptó y fue en ese momento cuando se dio cuenta de la ausencia del hilo. Peter sonrió y, aprovechando su distracción, llevó la mano hasta sus labios y le dio un beso en los nudillos.

Si algo sabemos hacer los hombres lobo, es cortejar.

Stiles se ruborizó, pero suspiró en derrota. Tampoco tenía nada que perder y puede que aún pudiera ver esa cámara acorazada y ambas bibliotecas.

3 comentarios:

  1. Considerarías continuarlo? Es que me gustaría leer más coqueteo entre ellos, y sería interesante ver todas las armas de Peter xd

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  2. Yo hubiera caído cn las bibliotecas jsjsjsjsj

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