Título: Mármol
Fandom: American Horror Story RPF Pareja: Evan Peters, Dylan McDermott, Ian Somerhalder
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18 Advertencias: lemon, muerte
Capítulos: 1
Resumen: una noche en un bar gay, un encuentro entre dos desconocidos y una invitación a algo inesperado.
* * * * *
La
música era tan intensa que apenas se podían oír las voces aun
hablándose al oído. Pero no importaba, la gente no iba allí para
hablar. Todos iban allí con otro objetivo en mente. Los cuerpos se
restregaban sudorosos unos contra otros. No importaba quién fuera,
un cuerpo era un cuerpo. Altos, bajos, delgados, musculosos. Todos
con pollas presionando contra pantalones ajustados. Evan no era una
excepción a nada de esto. Bailaba en medio de la pista entre dos
cuerpos a los que no se molestó en ponerles rostro. Había una
insistente polla presionando contra su raja y otra contra su paquete.
Ambos hombres eran más anchos de hombros que él, por su complexión
delgada tendía a atraer a esta clase de hombres, aunque ninguno se
le resistía si quería. Pero ellos no eran lo que estaba buscando
esa noche, eran solo un pasatiempo, tenía algo diferente en mente.
Encontró
lo que buscaba en la barra, sentado en un taburete con una cerveza en
la mano. Parecía nervioso, inseguro, pero su rostro era
maravillosamente perfecto. Su mandíbula cuadrada, sus pómulos
marcados, su nariz recta, sus labios carnosos, sus ojos... Dylan iba
a adorarlo. Ignorando sus quejas, se escabulló de los dos hombres
que estaban tan pegados a él que parecían a punto de fundirse y se
dirigió hacia aquel desconocido. Se apoyó en la barra frente a él
y le dedicó su encantadora sonrisa. Se inclinó sobre él y susurró
en su oído, sus labios rozando su oreja.
—¿Eres
nuevo por aquí?
El
hombre asintió, sus mejillas ruborizándose ligeramente. O eso
parecía, era difícil de distinguir con las luces de la discoteca.
Evan colocó una mano sobre su rodilla y se acercó un poco más.
—¿Y
querrías ir a alguna otra parte?
Solo
una mirada de sus profundos ojos negros y fue suficiente para
atraparlo.
—Claro...
Evan
lo tomó de la mano y salieron de la discoteca. El hombre lo siguió
hasta su coche como hipnotizado (lo estaba, o al menos se encontraba
en un estado muy similar) y no preguntó nada antes de subirse a su
coche.
—¿Cómo
te llamas?—preguntó Evan mientras conducía.
—Ian,
m-me llamo Ian—respondió aún con nervios.
Evan
se preguntaba si esta era su primera vez yendo a casa de un
desconocido o incluso su primera vez con un hombre. Eso sería
delicioso.
—Encantado,
Ian. Yo soy Evan—colocó una mano sobre su muslo y lo acarició
suavemente, rozando a veces con los dedos su entrepierna.
No
hubo más conversación, no era necesaria. Ambos sabían a lo que
iban o al menos Ian creía saberlo, en realidad no tenía ni idea de
lo que le esperaba.
Llegaron
a una antigua mansión en una zona donde las demás casas parecían
vacías. La casa tenía tres plantas con vidrieras en todas las
ventanas y paredes de piedra oscura, recubierta por enredaderas en la
parte inferior. El jardín que la rodeaba era frondoso pero
descuidado, casi salvaje. Tenía un aire lúgubre en la noche, tan
solo una luz en una de las ventanas en la última planta.
—¿Vives
aquí?—preguntó Ian al salir del coche.
—Sí,
con alguien más. Ahora te lo presento.
Evan
lo guió por los pasillos de suelos de madera que crujían casi a
cada paso.
—Tengo
que confesar que no te he traído aquí para follarte—comentó con
una sonrisa y sonrió aún más cuando le vio ponerse tenso—. Mi
compañero es un arista y siempre está buscando modelos para sus
obras. Bueno, yo los busco por él. Creo que vas a encantarle.
—¿Qué
clase de artista?—preguntó curioso o tal vez con algo de
desconfianza.
—Ahora
lo verás.
Abrió
la puerta de la única habitación iluminada en la mansión. Era
también la más grande, con ventanas en tres de las paredes y
prácticamente vacía. Había un diván rojo al fondo, una mesa con
un bloque de mármol y varios utensilios y una banqueta frente a ella
en la que había sentado un hombre de espaldas a ellos. No llevaba
camisa y podían ver su musculosa espalda y brazos bajo la luz de
múltiples lámparas.
—Dylan,
mira lo que te traigo—Evan se acercó a él, llevándose de la mano
a Ian.
El
hombre se dio la vuelta y con sus intensos ojos azules analizó
minuciosamente el rostro de Ian, casi como si fuera un cirujano
plástico. La barba de varios días cubría la mitad de su rostro,
pero podían distinguirse atractivos y muy masculinos rasgos bajo
ella.
—Me
gusta. Siéntate allí—le ordenó con tono brusco, indicando el
diván—. Ponte cómodo pero con la cabeza recta mirando hacia mí.
Dylan
no esperó a que obedeciera, cogió de nuevo sus herramientas y
continuó tallando el bloque de mármol que con mucha imaginación
podía suponerse que sería un busto. Evan le dio un suave empujón
en la espalda a su invitado y Ian se dirigió al diván. No sabía
por qué lo hacía, por qué accedía a ser su modelo, ni siquiera
sabía si le pagarían por ello, pero era difícil resistirse a esos
dos atractivos hombres. Se sentó en el diván y mantuvo la cabeza
recta como le habían ordenado.
Por
algún motivo no se sorprendió cuando Evan se arrodilló entre las
piernas de Dylan y le desabrochó el pantalón. Comenzó a chupársela
como si aquella fuera su rutina. Dylan ni siquiera apartó su
atención del bloque de mármol, no parecía interesado en absoluto.
Sabía lo maleducado que podía resultar, pero Ian no podía apartar
los ojos de ellos y, después de todo, eran ellos quienes se estaban
exhibiendo ante él voluntariamente. El sonido del cincel contra el
mármol y la boca de Evan chupando aquella polla eran los únicos
sonidos que se escuchaban.
La
luz del sol comenzó a entrar por las ventanas y Ian se dio cuenta de
que debían de haber pasado horas, pero ni siquiera se había
percatado del paso del tiempo. Evan seguía de rodillas frente a
Dylan, no parecía cansarse nunca y el escultor no parecía afectado
por sus esfuerzos. Ian sí que estaba afectado, su polla presionaba
contra sus ajustados pantalones y resultaba doloroso. Quería poder
tener esa boca para aliviarse, pero no estaba seguro de si era una
posibilidad.
—Es
suficiente—declaró Dylan, rompiendo por primera vez el silencio.
—¿Puedo
ocuparme de nuestro modelo entonces?—preguntó Evan, incorporándose
con seductores movimientos. Cada uno de sus movimientos eran
seductores, el tono de su voz también sin importar lo que dijera,
siempre parecía estar insinuando algo, incluso la expresión de su
rostro era lasciva.
—Adelante.
Ian
no tenía duda de qué significaba aquello. Era su turno. Aunque no
podía imaginarse de hasta qué punto llegaría.
Evan
se acercó a él, moviendo sus caderas de forma hipnótica con una
sonrisa en el rostro, sus labios hinchados después de haberla estado
chupando durante horas. Se quitó la ropa frente a él, mostrando su
piel pálida y su cuerpo musculoso pero aún delicado. Era hermoso,
de una forma casi inhumana, como si él mismo fuera una estatua de
mármol. Y aquellos ojos parecían tragarte por completo.
Ian
reaccionó cuando se sentó a horcajadas sobre él. Sus manos fueron
a las caderas del chico (porque era un chico, no podía tener más de
dieciocho, tal vez veinte años. Realmente esperaba que no fuera
menor) y acarició su suave piel mientras Evan le desabrochaba los
pantalones. No dudó un segundo en empalarse en su polla erecta. Un
delicioso gemido salió de su boca y Ian sintió que podía correrse
solo con aquel sonido. Pero no lo hizo. Evan comenzó a follarse con
su verga, agarrándose a sus hombros para poder hacerlo con más
fuerza, más rápido.
Era
tan intenso que a Ian le costaba respirar, estaba sudando y sentía
su corazón palpitando con demasiada rapidez. Tenía que pararlo,
necesitaba que fuera más lento, necesitaba un descanso, pero cuando
fue a hablar no tenía fuerzas para que las palabras salieran.
Intentó mover los brazos, pero tampoco pudo. Era como si le
estuviera absorbiendo toda su energía, iba a desmayarse en cualquier
momento.
Evan
observó la luz dejar los ojos del hombre. Cada vez había menos vida
que absorber hasta que no quedó nada. Gimió con satisfacción y se
levantó, sacando el miembro ya flácido de su interior. El cuerpo
inerte de Ian cayó hacia un lado en el diván y Evan lo colocó para
que su cabeza estuviera recta. Su expresión se había congelado en
una de puro placer y fue en ese momento cuando Dylan comenzó a
esculpir sus rasgos, era esa la expresión que quería capturar en su
busto.
—Buen
trabajo—comentó sin apartar la mirada de su trabajo.
—Ha
sido un placer—respondió Evan, tumbándose en el diván con las
piernas sobre el regazo del cadáver.
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