Título: ...¡y acción!
Autor: KiraH69
Género: Yuri, romance Clasificación: +14 Advertencias: Lemon
Capítulos: 2 (1 de 2)
Resumen: Basil es una chica que trabaja de becaria en una serie de televisión. Su compañero de trabajo Ray, uno de los actores, la saca en varios vídeos que publica en su Twitter, los cuales llaman la atención de otra chica.
Capítulo 1
Sentada
en su cama, con una manta sobre las piernas y un bol de nachos a su lado,
encendió la tablet para ver una película. No había nada bueno en la tele, como
tantas otras noches. Revisó primero Facebook y después Twitter. Ignoró las
docenas de menciones y los siete mensajes nuevos; deslizó la pantalla
rápidamente y solo se detuvo cuando vio la imagen de perfil de Ray Kaufman.
Siempre leía sus tuits, solían ser divertidos, con imágenes y vídeos que
merecían la pena.
En
este caso era un vídeo presentado con el siguiente texto: «Tenemos un nuevo
miembro en el staff, dadle la bienvenida!». Ray, un hombre atractivo y joven,
en sus treinta, de casi dos metros de altura y el físico de un jugador de
hockey (de hecho lo había sido), apareció en pantalla, con su negra barba densa
y los ojos verdes. Se estaba grabando con su propio móvil mientras caminaba.
—Buenas
noches, chicos. Y chicas. Esta semana ha llegado una nueva becaria al equipo.
Viene de España y tiene un acento adorable.
—¡No
tengo acento!—se oyó una voz fuera de cámara.
—No
hablas inglés como un canadiense, ni siquiera como un americano o un inglés. Yo
a eso lo llamo acento.
La
cámara (el móvil) giró y en pantalla apareció una chica de pelo castaño corto
como el de un chico, unas gafas de pasta rojas, camisa blanca con corbata roja,
una chaqueta de cuero negra, vaqueros y botas negras. Estaba sentada al pie de
una escalera, apenas iluminada por una farola, con un montón de hojas sobre su
regazo y a ambos lados.
—Lo
que tú digas. ¿Qué haces?
—Presentarte
a nuestros seguidores. Vamos, saluda y preséntate.
La
chica miró al hombre tras el móvil con una ceja levantada.
—Sabes
que estoy trabajando, ¿verdad?
—¿Quieres
decir que yo no?
—¡No!—exclamó
frunciendo el ceño.
—Estoy
promocionando la serie. Venga, sígueme el rollo.
La
chica suspiró, giró la cabeza con apariencia molesta y volvió a mirar a la
cámara.
—Vale,
me llamo Basil Buendía, tengo 22 años y estoy aquí en Canadá haciendo mis
prácticas de último año de Audiovisuales en la serie The Death. ¿Ya?
—Diles
algo más, tus gustos, tus aficiones…
—¡No
voy a ligar con ellos!
El
móvil giró de nuevo hacia Ray.
—Bueno
gente, ahí está nuestra nueva becaria. Tiene carácter, ¿verdad?—sonriente guiñó
un ojo y el vídeo se acabó.
Se
quedó mirando la pantalla en negro de la tablet. Su corazón golpeaba con fuerza
en su pecho. Reprodujo el vídeo una vez más.
—Oye,
soy a la primera a la que le gustan tus vídeos, pero no me incluyas en ellos—le
dijo Basil, recogiendo los papeles.
—¿Por
qué no? Así te conocerán y tendrás más posibilidades de que te contraten—replicó
Ray, escribiendo el tuit.
—Yo
no soy (ni quiero ser) actriz, así que no necesito esa clase de publicidad.
—Toda
publicidad es buena. ¿Vamos a cenar algo calentito?—le tendió la mano para
ayudarle a levantar.
—Si
me invitas fuera.
Al
día siguiente.
Era
viernes por la noche y, como siempre, tocaba un nuevo capítulo de The Death. Sofá, manta, palomitas y su
madre a su lado. Aunque a su madre no le gustaba este género, no tenía otro
remedio que verla. En el intermedio, sacó el móvil y echó un vistazo a Twitter.
Un nuevo tuit de Ray Kaufman. «¿Estáis disfrutando del episodio de hoy? Ahora
toca asustar a alguien, aunque hoy…». Reprodujo el vídeo. Aparecía primero el
rostro de Ray con una sonrisa perversa y después enfocaba oculto tras una
esquina a la espalda de alguien sentado en un banco de piedra rodeado de
papeles. No se podía distinguir quién era, llevaba una cazadora de cuero y un
gorro de lana rojo. Ray se acercó sigilosamente y a pocos pasos soltó un rugido
grave que pretendía ser aterrador. La figura apenas se inmutó, se giró
tranquilamente y le miró indiferente.
—Ah,
hola. ¿Qué haces?—le preguntó Basil, frunciendo el ceño al ver el móvil.
—Se
supone que asustarte.
—Oh,
ya. Aaaah, qué miedo—se burló con tono monótono.
—Sabes,
suelo tener bastante éxito asustando a la gente.
—Ya,
bueno, llevo viendo pelis de terror para mayores de 18 desde los siete años, no
es fácil asustarme.
—Si
no te dan miedo, ¿por qué ves pelis de terror?
—Porque
son divertidas, sobre todo las más cutres.
—Ya
que eres una experta, ¿cuál es tu peli de terror favorita?
—REC.
Es española, tenéis que verla, pero solo la primera. Ahora déjame trabajar.
El
móvil volvió a girar y mostró a Ray.
—Bueno
gente, esta noche hemos fallado, pero lo volveremos a intentar.
El
vídeo se terminó y la pantalla se quedó en negro. De nuevo sentía sus latidos
acelerados. Ahora estaba segura de qué se trataba.
—¿Ese
era Ray?—preguntó su madre, volviendo de rellenar el bol de palomitas.
—Sí,
¿quieres verlo?—en realidad tan solo quería volver a ver el vídeo.
—Creo
recordar haberte dicho que no me saques en tus vídeos—tuvo que apartar sus
papeles para que no se sentara encima de ellos.
—No
he podido evitarlo, quería ver tu cara asustada. ¡Pero nada, ni un gesto!
—Cuánto
lo siento—espetó sarcástica.
—Oye
Bas, mañana no hay grabación, ¿qué tal si vamos a tomar algo?
—Tú
no tienes grabación, pero yo sí tengo que trabajar—le dijo agitando frente a su
rostro los papeles.
—¿Entonces
no hay fiesta?
—No
hay fiesta.
—¿Y
no te da miedo estar aquí sola, sin nadie alrededor, casi a oscuras, sin saber
quién pueda aparecer…?
—¿Un
acosador como tú?—le cortó, mirándole de reojo.
—Por
ejemplo.
—Deja
de intentar asustarme, no te servirá.
—Algún
día descubriré tu punto débil—se levantó del banco y la dejó trabajando.
Dos
días después.
—Ray,
mira quién ha venido a visitarnos—le dijo su compañero de reparto, Dean
Collins, encontrándose con él en los alrededores del próximo escenario.
—¡Sarah!
Cuánto tiempo sin verte. ¿Has crecido?
—¿En
dos meses y a mi edad? Lo dudo—rió la joven.
—¿Y
qué haces por estos lares tan fríos?
—Bueno,
ya que estoy de vacaciones le he pedido a mi padre si podía venir a veros
trabajar.
—Estás
ya en el último curso, ¿verdad? El próximo año irás a la universidad.
—Sí,
aunque aún no tengo claro qué voy a escoger. Creo que esta podría ser una buena
oportunidad para decidirme.
—Disculpad,
tengo que ir a maquillaje. Luego te veo cariño—Dean se despidió de su hija con
un beso en la frente y se dirigió a la caravana de maquillaje.
—Pues
ya sabes, aquí estoy para lo que necesites—le dijo Vasiliy, dándole una palmada
en el hombro.
—Um…
En realidad… ¿Puedo pedirte una cosa?—miró de reojo, esperando a que su padre
desapareciera de vista.
—Claro,
lo que quieras—respondió sorprendido.
—Siempre
veo los vídeos que subes, ya lo sabes, y en los últimos salía una chica… una
chica nueva que acaba de llegar, una becaria—intentaba hacer parecer que no era
nada importante.
—¿Basil?—Ray
arqueó una ceja y la miró suspicaz.
—Sí,
ella. ¿Podrías presentármela?—se recogió el pelo tras las orejas con un gesto
nervioso.
—Claro…—sonrió.
No se lo esperaba de la hija de su compañero, a la que conocía desde hacía casi
tres años, pero le resultó divertido.
Basil
les vio llegar desde su puesto junto a la mesa de sonido. Por un instante,
sintió que su corazón le daba un vuelco y una fuerte presión sobre el pecho.
Ray llevaba a su lado a una chica (a la que sacaba más de una cabeza) de piel
pálida y una larga melena negra y lisa, con flequillo recto cubriendo su
frente; vestía un jersey de punto beige claro sobre una blusa rosa, unos
leggins azules de flores, botas marrones con borde de piel y un gran abrigo del
mismo color. Se estaban acercando a ella y Basil, por alguna razón, comenzó a
ponerse nerviosa.
—Bas,
esta es Sarah, la hija de Dean. Ha venido a ver un poco cómo trabajamos.
—Am…
Hola—le saludó Basil, casi olvidándose por un momento de cómo hablar en inglés.
—Hola,
encantada—Sarah le sonrió, una gran y deslumbrante sonrisa, y le miró directamente
con sus enormes y brillantes ojos castaños. Basil se quedó sin aliento. No fue
capaz de pronunciar palabra, no podía pensar.
—Bueno,
la dejo a tu cargo, cuídala bien—le dijo Ray, marchándose antes de que pudiera
reaccionar.
—E-espera,
¿qué se supone que tengo que hacer?—le preguntó, ya a unos metros de distancia.
—Enséñale
un poco esto, deja que te vea trabajar, esas cosas. Ten cuidado, es una niña
caprichosa.
—¡Eso
no es cierto!—exclamó Sarah a un Ray que ya no les hacía caso, llamando de
nuevo la atención de Basil.
—Um…
bueno…—no sabía qué hacer ni qué decir, mantuvo la vista fija en la mesa de
sonido, intentando evitar mirar a la chica.
—¿Hay
algo con lo que pueda ayudarte?—preguntó Sarah, acercándose un poco más a ella.
—Am…
Sí, bueno… el director y los demás van a llegar enseguida para rodar así que
vamos a prepararles sus sitios y los cafés.
La
mañana, como casi siempre, fue tan ajetreada desde ese mismo momento que no
pudieron detenerse a descansar hasta la hora de la comida.
—Cariño,
¿qué tal ha ido?—preguntó Dean Collins a su hija.
—Ha
sido muy entretenido, Basil me está enseñando muchas cosas—respondió sonriente.
—Me
alegro, vamos a comer juntos.
Le
rodeó los hombros con un brazo y se la llevó consigo, sin darle oportunidad a
que dijera nada. Basil se quedó mirando embobada cómo se alejaba.
—¡Hey!
Dio
un respingo cuando Ray le dio una palmada en la espalda.
—Vaya,
¿te he asustado?—preguntó riendo. Basil le miró de reojo y se puso a recoger
las cosas sin decir nada. Ray se extrañó—. ¿Has tenido un buen día?
—Como
siempre.
—Bueno…
como siempre no, hoy has tenido compañía.
—Sí,
me ha ayudado un poco.
—¿Solo
eso?
—Ray,
¿qué quieres?—Basil comenzaba a impacientarse—. Tengo que ir a comer y no tengo
mucho tiempo así que ve al grano, por favor.
—De
acuerdo. Tú eres lesbiana, ¿verdad?
Basil
detuvo lo que estaba haciendo, levantó la cabeza y miró a su compañero con
expresión sorprendida.
—Creo
que es la primera vez que me lo preguntan de forma tan directa. Sí, bueno, soy
bisexual para ser exactos. ¿Pero a qué viene eso?
—¿Cómo
que a qué viene? A Sarah, a eso viene.
—Oh.
—Bas,
me estás empezando a poner de los nervios—gruñó, frotándose las sienes con los
dedos—. ¿Solo «oh»?
—Deja
lo de «Bas». Y te he dicho que vayas al grano.
—¿Es
que no te gusta Sarah?
—¡Claro
que me gusta! Estaría loca si no me gustara—soltó un resoplido, sacudiendo la
cabeza.
—¡Genial,
porque a ella también le gustas!
Basil
pareció quedarse congelada. Miró de reojo a Ray, algo recelosa.
—¿Te
lo ha dicho ella?—preguntó frunciendo el ceño.
—No,
pero…
Basil
suspiró. Terminó de recoger sus cosas y se encaminó hacia su caravana. Ray echó
a andar tras ella
—Espera,
no me lo ha dicho así directamente, pero lo primero que ha hecho al venir ha
sido pedirme que te la presentara.
—¿A
mí?
—Sí,
te vio en los vídeos que subo a Twitter y quería conocerte.
—Y
de ahí sacas que le gusto. ¿Eres idiota?
—Más
respeto a tus mayores.
—Perdón.
¿Es usted idiota?—se burló.
—Así
mejor. ¿Pero por qué no ibas a gustarle?
—¿Y
por qué iba a gustarle? Una chica como ella puede estar con quien le dé la
gana, no va a escogerme a mí. Además, no creo que le vayan las chicas.
—¿Tienes
un radar para lesbianas?—Ray soltó una carcajada.
—No
sé si funciona con chicas, pero con los chicos por lo menos sí.
—Bueno,
pues tal vez no funcione con chicas, porque yo creo que le gustas.
Basil
se detuvo, se dio la vuelta y le miró de frente.
—Ray,
déjalo. No quiero hablar más del tema, no voy a hacerme ilusiones para luego
decepcionarme. Se acabó.
Echó
a andar de nuevo y entró en su caravana.
—¿Eve,
estás ahí?—preguntó dejando las cosas.
—Sí,
ya salgo—una chica apareció de la habitación a la izquierda, algo bajita y
rubia, de ojos azules y con traje pantalón. Era Evelynn Durand, de 24 años. Las
dos jóvenes se habían conocido cuando Eve había estado como alumna de
intercambio en la universidad de Basil dos años atrás. Habían compartido piso y
gracias a que ella trabajaba ahora para la serie The Death, había conseguido que aceptaran a Basil como becaria y de
nuevo compartían vivienda, aunque ahora era una caravana—. ¿Qué tal ha ido el
día con tu nueva aprendiz?
—No
creo que una aprendiz pueda tener otra aprendiz a su vez. Pero bien, me ha
ayudado bastante.
—Me
alegro, al parecer va a quedarse unos días por aquí, tal vez hasta que acaben las
vacaciones de Navidad—le informó, poniéndose el abrigo—. ¿Vamos a comer?
Una
tarde más de trabajo y Sarah se acercó a Basil, saliendo ya del comedor, cuando
terminó la cena con su padre.
—¿Estás
libre ahora?—le preguntó, con las manos entrelazadas a la espalda y una gran
sonrisa.
—Um…
Sí, ¿por?—Basil apartó la mirada, se ponía nerviosa tan solo con que se le
acercara.
—Me
gustaría charlar un rato, ha habido tanto trabajo que ni siquiera hemos tenido
oportunidad y… hay algo de lo que me gustaría hablar contigo.
El
corazón de Basil se aceleró. ¿Podría ser que Ray tuviera razón? No, no era
posible, mejor descartarlo o acabaría malinterpretando las cosas.
—Claro,
¿quieres que vayamos a mi caravana?—allí, con Eve cerca, no tendría ningún
problema, sería un terreno seguro.
—Mejor
a la mía, estoy sola así que no molestaremos a nadie—sin que pudiera
replicarle, echó a andar hacia la caravana.
A
la mierda el terreno seguro.
Llegaron
a la caravana de Sarah, una de las pequeñas que apenas se solía usar. Basil se
sintió algo reticente a entrar. Realmente no quería hacer nada que acabase
estropeando las cosas como era habitual en ella. Pero no pudo rechazar la
invitación cuando Sarah le sonrió en el umbral de la puerta.
—Discúlpame
un momento, voy a cambiarme de ropa. Siéntete como en tu casa—le dijo,
señalando la entrada a la sala de estar, que hacía las veces de cocina y
comedor.
A… ¿a
cambiarse de ropa?, Basil tragó saliva. Ow,
joder, creo que estoy demasiado salida, deja de pensar cosas.
Se
sentó en el sofá verde que había a lo largo de uno de los laterales de la pequeña
sala (realmente solo eran unos cuantos cojines rectangulares alineados sobre
una estructura de madera bastante estrecha).
—Perdona
que te haya hecho esperar.
—No
im… porta—Basil se quedó con la boca abierta cuando le vio acercarse.
Vestía
unos minishorts de pijama rosas con una sudadera blanca y amplia que le quedaba
por encima de ellos y que dejaba al descubierto la mayor parte de sus hombros.
Sus piernas eran perfectas, simplemente perfectas, al menos para el gusto de
Basil; no eran excesivamente delgadas, tenía unos bonitos muslos bien torneados
y unas caderas anchas. Y su cuello era fino y largo, lo que resultaba perfecto
con aquella larga melena negra.
¿Quiere
matarme? Su
corazón latía con fuerza. Tragó saliva. Apartó la mirada, buscando un punto en
la sala donde fijar la vista.
—¿Quieres
tomar algo?
—N-no,
estoy bien—mentira, no estaba bien, pero un refresco no iba a solucionar su
problema.
Sarah
se sentó muy cerca de ella, con las piernas dobladas sobre el asiento. Basil
(mal) disimuladamente hizo como si se acomodara y se apartó un poco. Intentaba
mantener una sonrisa en su rostro, pero resultaba forzada.
—¿De
qué querías hablar?—le preguntó, fingiendo que observaba la sala.
—Verás,
perdona que sea tan directa, pero… ¿a ti te gustan… las chicas?
No
estaba comiendo ni bebiendo nada, pero Basil sintió que se atragantaba y
comenzó a toser.
—L-lo
siento, no pretendía molestarte.
—No,
no, por extraño que resulte, no es la primera vez que me lo preguntan hoy. Pero
no me molesta, tranquila—le dijo, intentando recuperar el aliento.
—Entonces…—Sarah
le miró, con sus brillantes ojos y una expresión de inseguridad.
Basil
volvió a apartar rápidamente la mirada. No
te precipites, no te precipites.
—Sí,
me gustan. ¿Es tan evidente?
—Bueno…
—Vale,
no importa. ¿Por qué me preguntas eso de todos modos?
—Es
que…—se removió indecisa en el asiento, retorciendo el bajo de la sudadera
entre sus manos. Basil tuvo que forzarse a apartar la mirada, de nuevo—, hace
un tiempo que creo- que sé que me gustan las chicas, pero nunca he tenido
oportunidad de hablar de esto con nadie. Me gustaría algo de consejo, no sé
cómo encontrar a otras chicas a las que también les gusten y esas cosas.
—Oh…—ahora
lo entendía, de eso se trataba. Basil experimentó sentimientos contradictorios,
por un lado se sentía aliviada porque se había quitado una gran presión de
encima, pero por otro se sentía decepcionada (a pesar de que no se había
querido hacer ilusiones) porque aquella preciosa chica no estaba interesada en
ella, solo quería consejo de una persona igual a ella—. Me temo que no acudes a
la persona indicada. Nunca he sido muy sociable así que no he tenido muchas
relaciones, ni han durado mucho, y tampoco he ido a bares de ambiente ni sitios
por el estilo. Sí que puedo ayudarte a encontrar gente así por Internet, te
aseguro que hay a montones, pero eso es todo.
—Y
esas chicas con las que has salido, ¿cómo supiste que eran lesbianas?
—En
realidad una de ellas de hecho no lo era, o no sabía que lo era. Me gustaba, la
entré y funcionó (durante un par de meses, luego acabó mal). La otra me lo
confesó en privado después de que yo lo dijera públicamente en clase, tampoco
duró.
—¡¿Lo
dijiste en clase?!—le preguntó sorprendida, poniéndose de rodillas sobre el
asiento y agarrándose a su brazo.
—Um…
sí. No es que vaya gritándolo por ahí, pero unos idiotas estaban metiéndose con
los homosexuales, yo me cabreé y lo solté. Nunca lo he ocultado, si surge o me
lo preguntan, no tengo ningún problema en decirlo.
Por favor,
apártate, apártate. La zona del brazo donde le agarraban sus manos se sentía
caliente y sus rodillas estaban pegadas a su pierna. Aquellos perfectos muslos
atraían su mirada como imanes.
—¿Nunca
se han metido contigo por ello?
—Claro,
algún idiota me ha insultado, ¿pero por qué iba a importarme lo que diga
alguien que no me importa? Además, cuando tú lo asumes como algo natural, algo,
no solo de lo que no tienes que avergonzarte, sino que es tan normal como ser
heterosexual, la mayoría de ellos se quedan demasiado desconcertados como para
saber qué decir. Es divertido que, cuando te miran extrañados al preguntarte si
eres lesbiana, tú les respondas con un despreocupado «sí, ¿por?» y ellos se
queden mudos con cara confusa como si les hablaras en chino.
Sarah
se echó a reír, una risa tan dulce y melodiosa que Basil se quedó embobada
mirándola. Quería besar esos labios carnosos y acariciar su mejilla sonrojada.
Sacudió la cabeza y se levantó del sofá.
—Bueno,
mañana hay que trabajar así que me voy ya. Te pasaré unas páginas donde podrás
conocer gente que probablemente te ayudará más que yo.
Antes
de que Sarah pudiera decir nada para que se quedara un rato más, Basil ya
estaba saliendo de la caravana. Se asomó a la puerta para despedirla y el frío
aire de fuera envolvió sus piernas desnudas así que tuvo que cerrar rápido.
Basil
regresó a su caravana. Eve ya estaba en la cama, o al menos en su habitación.
Basil se quitó la ropa y se metió en la ducha, con el agua bien fría.
Necesitaba despejar su mente, recuperar el control de sí misma y asumir la
realidad, dejándose de fantasías imposibles. Pero le resultaba difícil, muy
difícil, porque aquella chica era perfecta, su ideal (al menos hasta donde
había conocido), el que nunca creyó encontrar. Quizás fumara, lo detestaba,
aunque olía demasiado bien para ello, un olor fresco y floral, algo cítrico.
Tal vez le gustara ir de fiesta y beber hasta emborracharse, en ese caso
difícilmente serían compatibles y todo acabaría muy pronto. ¿Acabar? Ni
siquiera iba a empezar. Tenía que dejar ya de pensar que tenía alguna
oportunidad, cuantas más ilusiones se hiciera, cuanto más fantaseara, más
doloroso sería después.
Continuará...
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