Título: ...¡y acción!
Autor: KiraH69
Género: Yuri, romance Clasificación: +14 Advertencias: Lemon
Capítulos: 2 (2 de 2) FIN
Resumen: Basil es una chica que trabaja de becaria en una serie de televisión. Su compañero de trabajo Ray, uno de los actores, la saca en varios vídeos que publica en su Twitter, los cuales llaman la atención de otra chica.
Capítulo 2
A
la mañana siguiente Basil se encontró con Ray de camino al comedor.
—Estabas
equivocado—le dijo como saludo mientras se ponía a caminar a su lado.
—Buenos
días a ti también. ¿En qué crees tú, erróneamente, que me equivocaba?
—A
Sarah no le intereso, solo quería hablar conmigo de… de cosas de chicas.
—¿Entonces
no es lesbiana?
—Eso
no es asunto tuyo, pero sea como sea, no está interesada en mí.
—¿Cómo
estás tan segura?
—Ya
te lo he dicho, solo quería hablar conmigo de algo, nada más.
—¿Y
no podría ser eso una excusa?
—¡Déjalo
ya! Te equivocaste y punto—gruñó molesta.
—Soy
más viejo y más listo que tú, es poco probable que me equivoque.
Basil
se echó a reír, dándole unas palmadas en el musculoso brazo.
—Dejémoslo
en más viejo.
Ray
soltó unas sonoras carcajadas y le revolvió el pelo.
Tras
una mañana intensa de trabajo, al mediodía los jefes anunciaron que no habría
rodaje por la tarde así que tenían el resto del día libre.
Mierda, pensó
Basil. En circunstancias normales le habría encantado tener medio día libre,
pero en ese momento solo quería estar ocupada.
—¡Genial!
¿Qué tal si damos una vuelta por la ciudad y me la enseñas?—le propuso Sarah
muy animada.
—Um…
La verdad es que no la conozco, solo he ido a dos tiendas. No salgo mucho de
aquí—tenía que rechazarlo de algún modo. No quería estar con ella a solas
porque esos indeseados sentimientos la agobiaban, prefería alejarse cuanto
fuera posible de ella aunque de ese modo no pudiera disfrutar de su compañía.
—Entonces
la conoceremos juntas. Podemos comer por ahí.
—Am…
Claro, de acuerdo. ¡Ray!—en cuanto le vio por el rabillo del ojo le llamó, era
su salvavidas—. Vamos a ir a dar una vuelta y a comer por la ciudad, ¿te
vienes?
Ray
se acercó a ellas, miró a una y a otra, reconociendo la llamada de auxilio en
los ojos de Basil y una fingida sonrisa en el sombrío rostro de Sarah.
—Lo
siento chicas, hoy ya tengo una cita, pero me encantará unirme a este trío otro
día.
Basil
se quedó pálida según veía marcharse a su salvavidas de plomo. Esta serie se va a quedar sin uno de sus
protagonistas porque yo lo mato.
—¿Nos
vamos entonces?—le preguntó Sarah, recuperando el brillo en su mirada.
—Sí…
Voy a dejar las cosas en la caravana y nos vemos en la entrada.
Se
fue corriendo a su caravana, esperando encontrarse allí con Eve y que esta
pudiera acompañarlas, pero no estaba. Jo-der.
Toda una tarde sola con Sarah, iba a acabar con una úlcera de estómago por el
estrés.
Cuando
llegó a la entrada, Sarah aún no estaba. Solo tardó unos minutos y apareció
arreglada para una cita. Llevaba un vestido de tirantes azul marino ajustado
hasta la cintura y de falda amplia ondulada, bastante por encima de las
rodillas, y debajo una blusa blanca de cuello redondo; tenía unos zapatos de
tacón bajo a juego con el vestido y un abrigo gris con doble botonadura que
llevaba desabrochado. Le daba un aire algo infantil, tal vez escolar,
desprendiendo una inocencia que cautivó por completo a Basil.
—Perdona
que te hiciera esperar, quería cambiarme de ropa—le dijo mientras se abrochaba
el abrigo.
—Está…
bien…—apenas podía escuchar, estaba ensimismada. Cuando se percató, cerró la
boca y sacudió la cabeza—. Si vas así cogerás frío, no deberías resfriarte de
vacaciones.
Se
quitó la bufanda palestina negra y roja y se la puso alrededor del cuello. Lo
hizo sin pensar, como algo que debía hacer llevada por un deseo de cuidarla.
Cuando vio su expresión sorprendida, se dio cuenta de lo que había hecho y se
puso como un tomate.
—Ah-
B-bueno… n-no pega con tu ropa… Iré a buscarte otra cosa—solo quería salir
corriendo y esconderse en un rincón, pero Sarah le agarró por la manga de la
chaqueta deteniéndola.
—¡No!
Está bien, esta me gusta—se ajustó la bufanda más al cuello y ocultó la mitad
inferior de su rostro tras ella. Aun así, se notaba claramente que sonreía.
El
corazón de Basil latió con fuerza y sintió que se derretía, las piernas le
temblaban.
—En-entonces,
¿vamos?—sin tener ya una bufanda para ocultar su propio rostro ruborizado, solo
pudo girarse hasta casi darle la espalda.
—Sí,
vamos.
Mientras
paseaban hacia el centro de la ciudad, Basil era incapaz de pensar en nada,
solo podía mirar de reojo a la preciosa chica que le acompañaba.
—Llevas
poco tiempo aquí, pero ya eres muy cercana a Ray, ¿verdad?—le preguntó Sarah
tras un largo rato de silencio.
—Sí,
soy una gran fan de su personaje y en cuanto llegué Eve me lo presentó. Pensé
que me enamoraría de él como del personaje, pero enseguida me di cuenta de que
no tenía nada que ver y nos hemos hecho muy amigos, me cae muy bien.
—Así
que no tienes… nada con él.
Basil
rió. Antes de llegar allí, lo había pensado en muchas ocasiones, pero después
de conocerle, le resultaba una idea absurda.
—No,
no tenemos nada, solo somos buenos amigos.
Creyó
ver un atisbo de alivio en el rostro de Sarah, pero no lo entendió. ¿Tal vez le
gustaba Ray? Eso podría tener más sentido. Pero si Ray se acercaba a ella,
estaba segura de que su padre le mataría. ¡Le doblaba la edad!
—¿A
qué tiendas has ido?—le preguntó según se acercaban a las calles principales.
—Pues…
a un par de tiendas de comics.
Por favor,
que no se burle, pensó, apretando los dientes.
—¿Te
gustan los comics?—preguntó sorprendida, pero sin una pizca de burla en su
tono, más bien interés.
—Más
bien los mangas, comics japoneses.
—Oh,
también echan dibujos de ellos en la tele, ¿no? ¿Como Sailor Moon o Doraemon?
—¡Sí!
Se llaman animes. Hay cientos, aunque la mayoría de los que emiten en televisión
aquí o en España son para niños.
—¿Me
llevas a una de esas tiendas? Quiero que me enseñes sobre esos mangas.
—¡Claro!—exclamó
emocionada al ver el interés de la chica.
La
charla durante el resto del camino hasta la tienda de comics consistió en una introducción
al mundo del manga y el anime. Basil no había hablado con tanto entusiasmo
desde hacía mucho tiempo y Sarah sonreía al ver el cambio que había producido
en ella sacar aquel tema, por fin parecía sentirse cómoda y ser ella misma. En
la tienda le mostró unos cuantos mangas y compraron un par de ellos, a pesar de
la poca selección que tenían. La conversación no se detenía y se encontraba en
un terreno que dominaba, así que Basil no tenía tiempo ni motivos para sentirse
incómoda de nuevo. Esperaba que fuera así durante el resto del día, pero no
pudo ser.
—¿Vamos
al cine?—le preguntó Sarah cuando salieron del restaurante italiano en el que
habían comido.
—U-um…
claro—respondió sin tenerlo claro.
No
estaba segura de si eso sería bueno o malo. Por un lado no tenían que hablar ni
que mirarse, pero por otro iban a estar en una sala a oscuras, una sentada al
lado de la otra, con lo cual iba a estar de todo menos tranquila.
Era
lunes así que las salas estaban prácticamente vacías. En el pequeño cine local no
había mucho entre lo que elegir, pero acordaron una película policiaca con
buena crítica. Ninguna de las dos estaba realmente interesada en ella, pero no
había nada mejor. Compraron unos dulces y entraron en la sala. A pesar de que
había poco más de una docena de personas, Sarah se quedó en la última fila, en
los asientos del lateral derecho, dejando solo uno libre entre ella y la pared
y unos ocho o diez asientos libres a la redonda. Tenían sitios mejores para ver
la película, pero Basil no se quejó, tampoco le importaba mucho.
Sarah
se quitó el abrigo, dejándose puesta la palestina, y al sentarse en el asiento
plegable contiguo al de Basil, esta no pudo evitar fijarse en sus piernas. El
vestido se subía ligeramente así que dejaba al descubierto la mitad de sus muslos.
Apartó bruscamente la mirada e hizo como si observara la sala de cine. No se le
daba bien disimular, Sarah lo había notado perfectamente. Sonrió mirando su
rostro ligeramente sonrojado de reojo. Se había percatado desde el principio de
que sus piernas eran un fuerte punto de atracción para la becaria y había
soportado el frío casi helador con un vestido sin medias para que así siguiera
siendo.
Las
luces de la sala se atenuaron hasta apagarse, quedando solo las luces de
emergencia, y la pantalla se encendió. Tras unos cuantos minutos de anuncios en
los que se terminaron casi todos los dulces, comenzó la película. Basil deseaba
que fuera un poco más interesante, tal vez así sentiría menos deseos de mirar a
la linda chica sentada a su lado. Había una luz de emergencia cercana, lo
suficiente para que pudiera ver el contorno de sus pechos cubiertos, las
arrugas que formaba el vestido sobre su regazo y la silueta de sus piernas. Se
preguntó si podría ver cómo la observaba, tal vez si la oscuridad y las gafas
no le permitían percatarse, pudiera observarla durante toda la película y así
quitarse ese deseo de encima.
Basil
se sobresaltó, y a punto estuvo de gritar, cuando la mano de Sarah se posó
sobre la suya, fuertemente apretada en un puño sobre su rodilla. Con suavidad
tomó su mano y la llevó sin dudar hasta su pierna, hasta la zona descubierta
por el vestido. Basil se puso tensa, inmovilizando su mano cerrada en un
intento inútil de no rozar su piel.
—Puedes
tocar tanto como quieras—le susurró Sarah al oído.
Sus
ojos se encontraron, por primera vez desde que habían entrado en la sala, y
aquellos grandes y brillantes ojos que parecían inocentes conmocionaron a
Basil, porque no tenían nada que ver con la provocativa invitación que le
acababa de hacer. Por un momento pensó que tenía que haber malentendido algo,
que no podía ser que le dejara acariciar sus piernas; pero estaba sonriendo
mientras mantenía su puño sobre la piel desnuda de su muslo. Entonces, su
mirada volvió a la película como si nada y soltó su mano sin apartarla. Le
estaba dejando vía libre. Ningún pensamiento racional cruzó su mente en ese
momento. Solo quería tocarla, quería acariciar aquellas piernas perfectas con
las que había estado soñando (dormida y despierta) desde la primera vez que la
había visto.
Abrió
al fin el puño, muy lentamente, y posó su mano sobre la pierna de Sarah, en la
zona más cercana a la rodilla. Increíblemente suave. Esa era la piel de una
chica linda, fría por llevarla descubierta con aquel tiempo, y que por algún
motivo sentía completamente diferente a la suya propia. Por un momento pensó
que mantener su mano allí inmóvil le satisfaría, pero sus deseos crecieron como
un fuego alimentado por gasolina. Subió lentamente la mano, aún por la zona
descubierta, volviendo a bajar una vez más hacia la rodilla y subiendo de
nuevo, muy despacio. Estaba intentando memorizar aquella sensación. Pero había
algo que deseaba más y no sabía si le dejaría. Aun así lo intentó, siempre
podía detenerla e iría lo suficientemente despacio para no sobresaltarla.
Sintió el borde del vestido contra su mano y poco a poco fue subiendo por el
muslo, apenas rozando su piel, empujándolo hacia atrás en su camino. Sarah no
dijo nada, sintió que su cuerpo se estremecía levemente, pero ni siquiera la
miró; por el contrario, separó ligeramente las piernas, invitándole a
continuar. Volvió a mover su mano, acariciándola más intensamente, arriba y
abajo, poco a poco, mientras sus dedos palpaban a conciencia pero con suavidad
la cara interna del muslo. La sedosa piel estaba entrando en calor, podía
sentirlo claramente. También podía ver bajo la tenue luz cómo su pecho subía y
bajaba algo más agitado y notaba su cuerpo algo inquieto. Pero no parecía
sentirse incómoda ni tener miedo, solo parecía estar excitándose.
Rozó
la fina tela de las bragas con el borde de su mano y el dedo meñique y Sarah no
dijo nada. Esta vez no se cortó. Frotó con el anular y el meñique, sin dejar de
acariciar el muslo con los demás, la caliente zona entre sus piernas. Sarah tan
solo se agitó un poco sobre el asiento y emitió un leve suspiro, pero sin
ninguna intención de detenerla. Basil se centró en aquel lugar, frotando por
encima de la tela hasta que comenzó a sentir la humedad traspasarla. Apartó la
tela a un lado con los dedos y acarició directamente la piel. Sarah se cubrió
la boca con la palestina, respirando pesadamente; se aferró al brazo de Basil
con una mano y apoyó el rostro contra su hombro. Basil solo tuvo que inclinarse
un poco para rozar con sus labios los perfumados cabellos. La humedad envolvió
uno de sus dedos cuando penetró entre las cálidas paredes. Sarah ahogó un
gemido mordiendo la bufanda al tiempo que movía sus caderas inconscientemente.
Un dedo más invadió su interior y comenzó a moverse, entrando primero con suavidad
y después con fuerza. Basil observaba maravillada las reacciones de su cuerpo,
sus piernas desnudas sacudiéndose, sus pechos presionando contra su brazo y
aquel hermoso rostro semioculto, con los ojos al borde de las lágrimas por
tener que contenerse. El sonido de la película se volvió intenso, algunos
disparos y sirenas en una trama que hacía mucho habían dejado de seguir,
superponiéndose a los gemidos que ni la bufanda pudo silenciar cuando Sarah se
vino.
Jadeando,
se quedó abrazada al brazo de Basil, con la cabeza apoyada contra ella,
mientras que esta no apartaba la mano de su pierna. Basil estaba aturdida, no
podía creer lo que acababa de hacer. No había podido resistirse y ahora su
cuerpo se sentía increíblemente caliente, pero no podía hacer nada al respecto.
Poco
antes de que la película terminara, ambas salieron de la sala sin que nadie se
percatara de ello. Empezaron a caminar de vuelta a las caravanas en silencio.
No fue hasta casi llegar que Basil tuvo que preguntarlo.
—¿Por
qué me dejaste… hacer eso?
Sarah
pareció sorprenderse por la pregunta.
—Porque
me gustas, claro.
Basil
apretó los sabios, agachando la cabeza.
—No
tienes que conformarte conmigo solo porque sea la única a la que conoces—era un
pensamiento que llevaba mucho rato rondándole la cabeza.
—¡¿Qué?!—Sarah
se detuvo, mirándole con el ceño fruncido—. No me estoy conformando, me gustas
de verdad. Te vi en unos vídeos que subió Ray y me gustaste desde ese momento,
por eso le pedí a mi padre que me dejara venir aquí. ¡Y si mi padre no trabajara
en la serie, habría venido igualmente!
Su
mirada seria le resultó tan adorable que a Basil le fue muy difícil resistirse
a abrazarla, pero apretó con fuerza los puños dentro de los bolsillos de su
chaqueta y apartó los ojos.
—Yo…
realmente no se me dan bien las relaciones, no acabará bien. Tú puedes salir
con quien quieras, puedes encontrar a alguien mucho mejor.
—Pues
quiero salir contigo—le dijo firme.
Basil
apretó los dientes y negó levemente con la cabeza sin decir nada. De nuevo
comenzó a caminar de vuelta hacia las caravanas y Sarah tan solo la siguió. No
comprendía por qué se negaba de aquel modo aun a pesar de lo que acababan de
hacer. Sabía que le gustaba, tampoco ocultaba el hecho de que le gustaban las
mujeres, ¿entonces, por qué no quería salir con ella? Si al menos le diera una
razón más lógica que «puedes encontrar a alguien mejor», quizás podría intentar
solucionarlo o hacerle entrar en razón, pero así no había manera.
Ya
oscurecido, Basil le acompañó entre las caravanas de camino a la suya. Se quedó
a un par de metros de ella, solo esperando a que Sarah entrara, con la mirada
fija en el suelo. Sarah, al pie de los escalones, miró hacia su puerta. Apretó
los labios, presionando la bufanda contra ellos. Se dio media vuelta y se
plantó frente a Basil.
—Entra
conmigo—le pidió. Antes de que Basil hablara, sabiendo que se negaría, se
acercó un poco más hasta pegarse a su cuerpo—. Por favor, entra.
El
corazón de Basil latió con fuerza. Sus grandes y brillantes ojos la miraban
suplicantes. El rostro enmarcado por los negros cabellos. Las mejillas
ruborizadas y la punta de la nariz también rosada por el aire frío en contraste
con su piel pálida como una flor de cerezo. Los labios entreabiertos, de un
rosa intenso al natural. Aún no la había besado.
Basil
asintió aturdida con la cabeza. Sarah la tomó de la mano apresuradamente y la
llevó consigo al interior de la caravana.
—Ponte
cómoda—le dijo, dejándola en el salón-comedor y desapareciendo acto seguido en
la habitación.
Reaccionando
como si despertara de un sueño, Basil no entendía por qué había accedido a
entrar. Bueno, sí que lo entendía, la mera visión de aquel rostro anulaba toda
su razón. Se quitó la chaqueta, dejándola sobre los asientos de la mesa, y se
sentó en el sofá. Unos pocos minutos después, Sarah regresó y Basil se quedó
sin aliento. Se había cambiado de ropa y llevaba un vestido blanco de tirantes
finos y amplísimo escote, ajustado en el cuerpo y con la falda ondulada que
cubría su trasero y poco más.
—¿Quieres
matarme?—murmuró Basil sin poder dejar de observar su cuerpo.
—¿Hm?
¿Qué decías?—preguntó Sarah mientras encendía su portátil sobre la mesa.
—No…
¿Qué vamos a hacer?—apartó la mirada hacia el otro lado de la sala.
—Ver
una peli. O anime, lo que quieras—abrió el buscador y escribió «anime online».
—Acabamos
de ver una película.
—¿Segura?
Porque yo no recuerdo nada—rió mientras entraba en la primera página que
aparecía. Basil tampoco recordaba absolutamente nada, al menos de la película
en sí—. Pon el que quieras.
Se
apartó, dejándole vía libre en el ordenador. Incapaz de negarse a nada de lo
que decía, Basil suspiró resignada y se puso a buscar en la página web. Suzumiya Haruhi no Yuuutsu sería un buen
anime para que se iniciara en ese mundo así que puso el primer capítulo. Volvió
a sentarse en el sofá y Sarah se acomodó a su izquierda, completamente pegada a
ella y entrelazando los brazos de ambas.
Basil
tragó saliva, veía y sentía la presión de su pecho derecho contra su brazo. El
vestido era fino, de verano, aunque no hacía frío en la caravana. Se ajustaba a
su cuerpo tanto que casi parecía pintado sobre él, a excepción de la corta
falda que no se había molestado en colocar al sentarse y dejaba completamente
visibles sus muslos, apenas tapando su ropa interior. Cubría sus pechos del
mismo modo que lo haría un sujetador algo pequeño, hablando de lo cual, Sarah
no llevaba uno. Pensó que aquel vestido debía de ser una talla inferior, lo que
no sabía era si lo tenía desde hacía tiempo o lo había comprado así a
propósito, aunque no parecía viejo. Mantenía los brazos muy pegados al cuerpo,
lo que hacía que los pechos resaltaran aún más y se hiciera más pronunciada la
línea entre ellos. Los pezones erectos se marcaban en la tela, incluso creía
poder ver una sombra de la aureola a través del fino tejido. Mientras reía
viendo el anime, el tirante derecho se deslizó de su hombro y la tela se separó
de la piel. El cuerpo de Basil se puso tenso, suplicando ver un poco más, solo
un poquito más. Se había olvidado por completo de disimular que estaba mirando,
simplemente no podía apartar los ojos.
—Puedes
tocar—escuchar su voz al oído no le hizo reaccionar ni apartar la vista, era lo
único que necesitaba para romper la última cadena que la retenía.
Se
soltó de su brazo y le rodeó la espalda, deslizando la mano izquierda por su
vientre mientras hacía lo mismo con la derecha. Los negros cabellos rozaban su
rostro, envolviéndola en ese embriagador olor. Subió las manos, acariciando el
suave vestido, hasta que llegó al borde de los pechos y los presionó hacia
arriba, haciendo que se alzaran, se juntaran y resaltaran aún más. Al
aflojarse, el otro tirante también cayó, aún manteniendo los pechos cubiertos
por la tela algo más suelta.
—No
te contengas—no solo le estaba dando permiso, se lo estaba pidiendo.
No
hacía falta que se lo dijera de todos modos porque no tenía intención de
contenerse. Acarició la base de ambos pechos, levantándolos, juntándolos y
separándolos, con suavidad para no hacerle daño en ningún momento. Eran
simplemente perfectos y le encantaba ver su movimiento. Acarició con la yema
del dedo ambos pezones. Podía notarlos endurecerse aún más ante su contacto.
Pellizcó ambos al mismo tiempo y Sarah dio un respingo. Basil besó su pelo y su
oreja a través de los mechones, y sus suspiros y suaves gemidos fueron a sus
oídos como cantos de sirena. Basil deslizó los dedos bajo la tela y sintió por
primera vez su verdadero tacto, tan increíblemente suave y cálido. Tomó ahora
con ambas manos sus pechos, cubriéndolos por completo. Como había imaginado,
tenían el tamaño perfecto para llenar sus manos. Los acarició y comenzó a
masajear intensamente, provocando que Sarah soltara un gemido, pegando su
espalda contra ella. Presionó los pezones, hundiéndolos en la maleable carne, y
luego tiró de ellos sin que llegara a resultar doloroso.
—¡Nh!—Sarah
gimió y frotó sus muslos entre sí, subiendo las piernas al sofá—. Basil… me
alegra mucho que mis pechos te gusten, pero… tócame aquí también, por favor—levantó
la falda del vestido, mostrándole unas bragas blancas con el dibujo de una flor
rosa en el centro.
Manteniendo
aferrado uno de sus pechos, Basil deslizó una mano por su muslo, acariciando
lentamente el interior hasta llegar a la humedecida tela. Nada más tocarla se
dio cuenta de lo excitada que estaba. Le hizo separar las piernas y deslizó una
mano debajo de la ropa, acariciando con los dedos el liso pubis y siguiendo
hasta el sedoso interior. No podía creer que estuviera ya tan húmeda. Un
doloroso deseo comenzó a atormentarla.
Quiero
penetrarla. Si fuera un hombre podría hacerlo. Llegar hasta lo más profundo.
Satisfacerla como solo un hombre podría hacerlo. Conectarse a ella.
Era
una frustración que se retorcía en su pecho como una garra destrozando sus
entrañas. Se levantó, tumbando con suavidad el cuerpo de Sarah sobre el sofá.
—¡No!—llamó
la joven, creyendo asustada que iba a marcharse.
Pero
Basil no tenía intención de irse, se arrodilló frente a ella y le quitó la ropa
interior. Viéndola así, con los hermosos cabellos negros cayendo sobre el cojín
del sofá, sus perfectos pechos de pezones rosados y erectos al descubierto, el
vestido blanco ajustado a su vientre y juntando sus maravillosas piernas algo
avergonzada, Basil sintió que jamás podría olvidar aquella imagen, sintió que
jamás podría dejar de estar enamorada de ella.
Se
adelantó y acarició su rostro, su caliente mejilla. Sarah sonrió, tan
dulcemente que le parecía un ángel.
—¿Puedo
besarte?
Sarah
se sorprendió ante esa pregunta. Rió enternecida y extendió los brazos hacia
ella, rodeando su cuello. Basil la besó, tratando sus labios como si fueran el
manjar más delicioso. Tan suaves, mullidos… Introdujo la lengua en su boca y
Sarah respondió con la suya acariciándola. Pasaron largo rato besándose,
entrelazando sus lenguas e intercambiando saliva mientras Basil seguía
masajeando sus pechos. A ambas les gustaban los besos, se sentían en una nube.
—Ah…—Basil
se separó al fin, contemplando los ojos entrecerrados de Sarah y sus labios
enrojecidos—. Si pudiera penetrarte…
El
pensamiento salió de su boca con vida propia. Era un deseo tan fuerte que no
podía retenerlo en su mente. Sarah abrió los ojos sorprendida y solo entonces
Basil se dio cuenta de lo que había dicho. Apartó la mirada avergonzada,
incorporándose en el sofá.
—Puedes
hacerlo—se apresuró en decir Sarah, casi con entusiasmo.
Se
levantó del sofá con sus piernas flaqueando, la tomó de la mano y la arrastró
consigo hasta la habitación. Abrió su maleta, en la que aún quedaban algunas
cosas, y sacó un paquete envuelto en papel marrón.
—Lo
compré antes de venir. No sabía si lo utilizaría o no, pero… no dejaba de
imaginar cómo sería—sus mejillas se ruborizaron según le entregaba el paquete.
Basil
lo abrió sin poder hacerse idea de qué sería. Descubrió una caja de cartón de
un llamativo rosa con el frontal transparente. Dentro se veía un dildo del
mismo rosa; tenía forma de L con uno de los extremos largos y el otro más corto
y grueso. Sabía para qué servía, pero no podía creer que Sarah tuviera algo
como eso. No era perfecto, no podría cumplir del todo su deseo, pero sí era lo
más que podría acercarse.
—¿Puedo
usarlo?—preguntó, empezando a abrir la caja.
Sarah
asintió, retorciendo el bajo del vestido entre sus manos sin molestarse en
cubrir sus pechos. Basil sacó el objeto de líneas curvas de la caja junto a una
loción lubricante.
—¿Estás
segura? Puede que sea algo doloroso…—tenía que preguntarlo, tenía que
asegurarse, pero realmente quería utilizarlo.
—Contigo
estaré bien, no tengo miedo—sonrió mientras se sentaba en la cama con la
espalda pegada a la pared y las piernas dobladas contra el pecho.
No
llevaba la ropa interior así que Basil podía ver perfectamente su sexo húmedo.
Dejó ambos objetos sobre la cama y comenzó a desvestirse. Apenas se daba cuenta
ahora de que Sarah era la única mostrando su cuerpo. Se quitó las botas, los
pantalones y las bragas, todo ello negro. Sarah se cubría la mitad inferior de
la cara con la falda del vestido, pero no apartaba los ojos. Basil vertió un
chorro de lubricante sobre el extremo más corto y grueso del dildo, y no dudó
un solo segundo antes de penetrarse con él. Sarah emitió un gemido al verlo. Se
acercó, arrodillándose frente a ella. El falo rosa se alzaba ante su rostro
como si fuera el verdadero miembro de Basil. Tomó el frasco de lubricante sobre
la cama y recubrió el dildo con una abundante cantidad. Lo frotó con ambas
manos, extendiendo el frío líquido sobre él y moviendo al mismo tiempo el
extremo corto en el interior de Basil. Desde su altura, la visión que tenía
Basil era maravillosa, algo que siempre había soñado. Una chica linda, de hecho
la más hermosa que había visto nunca, acariciaba su (falso) miembro. No iba a
pedirle que lo chupara ahora que estaba recubierto de lubricante ya que, al fin
y al cabo, no sentiría nada, aunque podría correrse con solo verla. Lo dejaría
para otra ocasión, ahora sentía algo más urgente. Tumbó a Sarah sobre la cama,
arrodillándose sobre ella. Acarició sus muslos, separando sus piernas,
acercándose hasta que la verga rozó la entrada dispuesta a recibirla.
—Última
oportunidad—ni en sus peores pesadillas se detendría en ese momento, pero sabía
que, si se lo pedía, lo haría.
—Deprisa,
por favor…—suplicó, separando con sus dedos los labios del hambriento sexo.
Basil
ya no volvió a dudar. Frotó con la punta del falo la rosada entrada y poco a
poco comenzó a penetrarla. No podía creer que realmente lo estuviera haciendo,
como tantas otras veces lo había soñado, y con la chica más bella que jamás
había podido imaginar. Una sensación más allá de la felicidad o el gozo ardía
en su pecho, ensombrecida en parte por el temor a que todo no fuera más que un
sueño. Pero ese pensamiento quedó ahogado cuando los gemidos de Sarah
comenzaron a llenar la habitación. Se aferraba a las sábanas, con los ojos
fuertemente cerrados, mientras la gran verga se abría paso en su interior.
Basil sabía que no era su primera vez. No sabía si lo había hecho ya con algún
chico o ella sola, pero no iba a preguntarlo, prefería quedarse con la segunda
opción.
—¿Estás
bien?—preguntó Basil cuando el dildo estuvo por completo en su interior.
—Nh…—no
era capaz de hablar, tan solo asintió con la cabeza.
No
sabía si era cierto así que no se atrevía a continuar. Se quitó la camisa y el
sujetador, el calor comenzaba a ser insoportable. Se inclinó sobre ella y besó
su fino cuello, bajando poco a poco mientras lamía y besaba, asegurándose de no
dejar marcas, esperando a que se acostumbrara al falo en su interior. Bajó por
la clavícula y siguió hasta los pechos. Acariciándolos con sus manos, comenzó a
recorrer con su lengua los duros pezones, envolviéndolos con sus labios,
mordiéndolos con mucha suavidad y succionándolos con fuerza. Sarah gimió y su
cuerpo se estremeció, pero Basil no se detuvo y chupó con más intensidad
aquellos esponjosos pechos, olvidando todo lo demás.
—Ba…
basi… No puedo más… por favor…—la voz suplicante de Sarah le hizo reaccionar.
—¡Ah!
L-lo siento…
—Muévete…
por favor, no puedo esperar más—pidió, extendiendo una mano hacia ella y
rozando su vientre con la punta de los dedos.
—Oh—había
pensado que le estaba haciendo daño, pero en realidad quería más.
Basil
sostuvo sus muslos levantados y comenzó a mover sus caderas, suave y
lentamente. Al tiempo que la penetraba, Basil también podía sentir el extremo
contrario moverse en su interior. Ambas lo sentían al mismo tiempo. Pero lo que
más le excitaba era la propia visión de Sarah. Gemía y jadeaba, los sonidos más
dulces que jamás había oído, y su cuerpo se sacudía y temblaba, con sus
preciosos pechos rebotando al ritmo de las embestidas de forma hipnótica
mientras rodeaba su cintura con las piernas como si no quisiera dejarla ir. Si
fuera un hombre ya se hubiera corrido en su interior hacía rato. De forma
instintiva, sus estocadas se aceleraron cuando la joven estaba a punto de
llegar al clímax. Sarah extendió los brazos hacia ella, con ojos llorosos y la
boca abierta, y Basil la abrazó con fuerza, con el rostro enterrado en sus
cabellos, mientras ambas se venían al mismo tiempo.
Basil
miraba al techo de una caravana que no era la suya, tumbada en una cama que no
era la suya, con un cálido cuerpo a su lado que poyaba la cabeza sobre su
pecho. Debería sentirse feliz, debería ser la persona más feliz del mundo, pero
no podía. El cuerpo desnudo a su lado se revolvió despertando.
—Mm…
Buenos días—murmuró somnolienta.
—Buenos
días—acarició sus cabellos y besó su frente por encima del flequillo.
Sarah
rió dulcemente, abrazándose a ella.
—¿Sigues
pensando que no puedes salir conmigo?—preguntó, descansando la cabeza sobre su
hombro.
—Sí.
Pero haré lo que tú quieras, de todos modos no puedo resistirme cuando me
seduces.
Sarah
se incorporó, apoyándose sobre su pecho. La miró con una expresión triste y
confusa.
—No
lo entiendo. ¿Por qué no quieres estar conmigo?
—Claro
que quiero estar contigo, te aseguro que nada me haría más feliz, pero esta
relación tiene una fecha de caducidad muy corta.
—¿Y
eso por qué?—incluso aquella expresión dolorosa era increíblemente bella, lo
que solo consiguió que sufriera más.
—En
un par de meses, cuando termine el rodaje de la serie, regresaré a España, y es
probable que no vuelva nunca aquí, o en mucho tiempo.
—Pe…
pero podrías conseguir un trabajo aquí, ¿no?
—Estaría
bien, pero será casi imposible.
—Entonces
yo puedo ir allí, puedo ir a vivir a España—le dijo desesperada. Sarah no comprendía
por qué le decía aquello con semejante tranquilidad, como si no le importara.
—Tú
ahora irás a la universidad y para cuando termines habrá pasado demasiado
tiempo y probablemente ya te habrás olvidado de mí y habrás encontrado a
alguien mejor.
—Deja
de hablar así—sus ojos estaban casi al borde de las lágrimas.
—Solo
soy realista. Voy a sufrir mucho con esto, pero no quiero hacerme ilusiones y
sufrir más de lo necesario. Aunque, como te he dicho, haré lo que tú quieras.
Si quieres que estemos juntas en el tiempo que me quede aquí, lo haré, y te
prometo que pondré todo mi empeño en buscar un trabajo, pero es casi imposible
que lo consiga. Y si quieres que lo dejemos ahora, también lo aceptaré.
—¿No
vas a luchar por mí?—las lágrimas ya se deslizaban por sus mejillas
silenciosamente.
—Si
creyera que pudieras ser feliz conmigo, lucharía.
Esto
no es más que una fantasía y no voy a alargarla más porque lo que deseaba
contar está contado, así que dejo el final a vuestra imaginación.
FIN
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