Título: El eXterminador
Fandom: The Strain Pareja: Vasiliy Fet x Original
Autor: KiraH69
Género: Slash / Yaoi Clasificación: +18 Advertencias: Lemon
Capítulos: 3 (2 de 3)
Resumen: Una historia alternativa situada a los inicios del apocalipsis vampírico centrada en Vasiliy Fet y Elliott Kaufman, un chico al que rescata de una manada de vampiros a punto de devorarlo. Convivirán juntos en una herrería mientras Vasiliy se prepara para exterminar a las criaturas que asolan su ciudad.
Capítulo 2
Llevaba tantos días sin dormir, sin tan siquiera poder
sentarse relajado, que durmió profundamente unas cuantas horas. Una sacudida lo
despertó, como si hubiera un terremoto. Se incorporó sobresaltado, pero solo
era Vasiliy, que se estaba tumbando a su lado.
—¿Qué haces?—le preguntó, teniendo que pegarse a la pared.
El hombre ocupaba casi dos tercios de la pequeña cama.
—Dormir. Ya es de día, pero puedes seguir durmiendo.
¿Cómo iba a dormir con él ahí? Bajó de la cama por los pies
y salió de la habitación. Fue a la zona de trabajo y echó un vistazo a lo que
Vasiliy había estado haciendo. Ya había fundido gran parte de la plata que
había conseguido y había fabricado un par de filos, aunque aún estaban sin
terminar. ¿Tan profundo había dormido que ni siquiera había escuchado los
golpeteos del martillo? No, supuso que si el dueño dormía arriba, aquello debía
de estar bien insonorizado.
Rebuscó entre las armas que Vasiliy había reunido. La
mayoría eran de acero, pero algunas bien podían cortarle la cabeza a una
criatura. Había espadas de todo tipo, tal vez se dedicaban a fabricarlas allí.
Tras probarlas casi todas, Elliott escogió la más fácil de manejar, una katana
japonesa. Si decapitaba con ella a esas criaturas no necesitaba la plata. Se
colocó en una zona despejada del taller y comenzó a practicar con la katana.
Imaginaba que tenía delante a esas criaturas y una y otra vez les cortaba la cabeza.
Pero movía la espada de forma descontrolada, solo estaba soltando toda la rabia
que llevaba dentro. Se desahogaba con aquellas criaturas imaginarias lanzando
gritos salvajes, con tanta intensidad que no se dio cuenta de que las lágrimas
comenzaron a salpicar de sus ojos.
No se detuvo hasta que sus músculos estuvieron agarrotados
y simplemente no pudieron más. Soltó la espada y cayó de rodillas al suelo,
jadeando y con el pulso acelerado. Las lágrimas ya se habían secado en sus
mejillas y ahora se sentía vacío, pero en el mejor sentido. La ira y la rabia
se habían desvanecido y el nudo que tenía en el estómago había desaparecido.
Sintió hambre por primera vez en días y subió a la cocina.
Mientras se preparaba beicon con verduras de bote, Vasiliy salió de la
habitación.
—¿El desayuno, Kaufman?—preguntó sentándose a la mesa,
aunque era ya casi mediodía.
—Ah, no, solo me estaba preparando algo… Casi no has
dormido, puedes volver a la cama y luego te cocinaré algo.
—He dormido suficiente, hay demasiadas cosas que hacer.
—Vale… Haré el desayuno.
Esta vez comieron juntos, sentados uno frente al otro en la
pequeña mesa de la cocina.
—Ya has recuperado el apetito—comentó Vasiliy viendo cómo
volaba la comida de su plato.
—Sí, supongo. Llevaba unos cuantos días sin comer.
—¿Qué has estado haciendo mientras dormía?
—Le eché un vistazo a las cosas que hay en el taller, a
todas esas armas. Y… bueno, estuve practicando un rato con una espada. Por
cierto, no tienes intención de quedarte aquí encerrado, ¿verdad? De ser así no
habrías necesitado reunir tantas armas.
—Eres avispado—rió Vasiliy—. Este es un buen refugio, pero
no pienso entregarles la ciudad a esos bichos, conseguiré acabar con ellos de
la forma que sea.
—¿Eres policía o algo así?
—¿Lo parezco?
—No sé, es que normalmente la gente pensaría en permanecer
a salvo, no en luchar.
—Soy exterminador, me deshago de las plagas y esta es una
muy gorda—Elliott se sorprendió, no se imaginaba a un exterminador con aquel
aspecto. ¿Cómo entraría con semejante cuerpo por los agujeros más pequeños?—.
¿Y tú a qué te dedicas?
—Diseño videojuegos.
Vasiliy le miró con una ceja levantada.
—Tienes pinta.
—¿Tengo que ofenderme?—preguntó frunciendo el ceño.
—No, pero eres flacucho y aunque no lleves gafas tienes
pinta de empollón. Te imaginaba con algo relacionado con los ordenadores, desde
luego no has hecho un trabajo físico en tu vida.
—Ah- Yo-...—¿Qué podía decir? Había acertado de pleno—. Yo
sí… tengo gafas, pero las perdí mientras escapaba.
El hombre frente a él se echó a reír a carcajadas y sintió
cómo sus mejillas se ruborizaban.
—¿De qué van esos videojuegos que haces? ¿De guerra, de
fútbol…?
—De… zombies—lo dijo tan bajo que esperaba que no le
hubiera oído, pero la risotada que soltó se lo dejó claro.
—Eso es bueno, sabes cómo defenderte de esos bichos, al
menos la teoría.
—No son zombis, eso no tiene nada que ver con los zombies.
—¿Seguro?
—Seguro. Bueno… algunas características se parecen a las de
los zombies de Resident Evil, pero los zombies no se queman con la plata o el
sol. Esos parecen más bien vampiros, alguna clase de vampiros mutantes o algo
así.
—Parásitos.
—¿Qué?
—Son parásitos. O vampiros parásitos, lo que sea. Los
humanos son solo el huésped, dentro llevan unos gusanos que los
transforman—comenzó a explicarle Vasiliy—. Por eso no debes dejar que te
muerdan, no solo pueden chuparte la sangre, también pueden inyectarte el
parásito con sus lenguas o incluso si te salpican con su sangre. Así te
transformarán en uno de ellos.
—¿Cómo sabes todo eso?
—He observado mucho. Para destruir una plaga, primero hay
que conocerla. Sus fortalezas y debilidades, su forma de vivir y de
reproducirse. Cuanto más sepas sobre ellos, más herramientas tendrás para
destruirlos.
Él podía hacerlo. Su mirada seria y decidida le decía a
Elliott que aquel hombre podía acabar con ellos. Podía ser perfectamente el
protagonista de cualquiera de sus videojuegos.
Cuando terminó de comer, Vasiliy se levantó de la mesa.
—Voy a salir, cuida del sitio.
—¡Espera! ¿A dónde vas?—preguntó Elliott siguiéndole escaleras
abajo.
—A recoger algunas cosas que podrían serme útiles.
—¿Puedo acompañarte?
Vasiliy se detuvo en medio de las escaleras y miró hacia
atrás con expresión de sorpresa.
—¿Quieres acompañarme?
—Sí… eso he dicho. Podría ser de ayuda, ¿no?
Vasiliy se lo pensó un momento, no estaba seguro de si
realmente le sería de utilidad o solo un estorbo, pero ya que quería ayudar…
—De acuerdo. Coge algún arma.
—Pero es de día.
—Esos bichos no son el único peligro ahí fuera tal como
está la ciudad.
Llevar una espada habría sido demasiado llamativo así que
Elliott escogió un cuchillo tipo militar y ató la funda a su cinturón.
Abrieron la puerta del edificio y entraron directamente en
la furgoneta por la parte trasera. Vasiliy condujo por las calles de la caótica
ciudad. De día se venían las columnas de humo asomar sobre los tejados, restos
de sangre por las calles, tiendas saqueadas y algún que otro cadáver
abandonado; pero era mucho más tranquila que durante la noche. Las criaturas
dormían ocultas en sótanos o en las alcantarillas y túneles, y la gente
permanecía refugiada en sus casas. Cada vez se oían menos sirenas; las fuerzas
del orden y servicios de emergencia estaban desapareciendo gradualmente.
En casi una hora llegaron a una gran nave industrial que
hacía de almacén. Fueron a una entrada lateral y Vasiliy cortó con unos
alicates la cadena que cerraba la puerta.
—Esto es allanamiento—comentó Elliott sin preocuparse
mucho.
—Estaré encantado de ver a la policía.
Las estanterías repletas ocupaban todo el almacén y llegaban
casi hasta el techo. Vasiliy conocía el lugar, iba directamente a coger lo que
necesitaba.
—¿Qué es?—le preguntó Elliott al ver que guardaba unas
cajas alargadas en una gran bolsa de lona.
—Lámparas ultravioleta portátiles. Imitan la luz solar y
freirá a esos bichos.
—¡Mola!—exclamó sorprendido.
—Toma, lleva estas—le cargó con una bolsa mientras llenaba
otra.
Salieron del edificio con las bolsas de lona a sus
espaldas. Elliott salía detrás de Vasiliy así que antes de verlo lo escuchó. Un
chasquido que reconoció como el martillo de una pistola.
—Vamos, de rodillas los dos—escuchó una voz desconocida.
Cuando Vasiliy al fin se apartó de su vista, vio a un chico
apuntándoles con una pistola. Llevaba una sudadera negra con la capucha puesta
y unos vaqueros rotos. Se notaba por su cara que era un drogadicto con mono y
la mano que sostenía el arma le temblaba.
—Dejad las bolsas en el suelo y dadme todo lo que tengáis.
¡Vamos, no tengo todo el puto día!—gritó sacudiendo la pistola.
Al ver que Vasiliy se arrodillaba lentamente, Elliott
también lo hizo. ¿Iba a rendirse tan fácilmente ante un drogata? Vasiliy sacó
su cartera y se la tendió al hombre. Cuando este fue a cogerla, Vasiliy le
agarró el brazo con el arma y le dio un puñetazo en el rostro. Se escuchó un disparo,
pero Vasiliy lo ignoró y tiró al atracador al suelo, golpeando su cabeza contra
el pavimento. Quedó inconsciente, casi muerto. Vasiliy cogió la pistola y se la
guardó, rebuscando en la ropa del chico por si tenía más munición, pero nada.
—Ngh…
Solo cuando escuchó un quejido tras él se dio la vuelta.
Elliott se estaba sosteniendo el muslo con ambas manos y podía ver la sangre
manchando el pantalón.
—¡Hey! ¿Estás bien?—le preguntó acercándose a él.
—Sí… Creo que solo me ha rozado, pero arde.
—Aparta las manos, déjame ver.
El pantalón estaba rasgado como si lo hubieran hecho con
unas tijeras desafiladas y había un corte en diagonal de diez centímetros por
la cara exterior del muslo que no dejaba de sangrar. Vasiliy se quitó la
chaqueta y arrancó una manga de su jersey, envolviéndola alrededor de la herida
y atándola con fuerza.
—¿Puedes levantarte?
—Sí, estoy bien.
Vasiliy le cogió por el brazo y prácticamente lo levantó de
un tirón. Se echó ambas bolsas a la espalda y las llevó hasta la furgoneta que
habían aparcado en la misma calle mientras Elliott caminaba hacia ella
cojeando. Regresaron de inmediato a la herrería.
—Sube arriba, hay un botiquín en alguna parte—le dijo
Vasiliy.
Dejó las bolsas con las cajas de las lámparas en el taller
y cuando fue a subir a la planta de arriba se encontró a Elliott aún al
principio de las escaleras cojeando.
—Vamos, chico—se lo echó al hombro como un saco y subió con
él las escaleras.
—¡Bá-bájame! ¡Puedo caminar solo!—gritó avergonzado.
Vasiliy ignoró sus quejas y lo llevó hasta la cama.
—Espera ahí y quítate los pantalones.
Regresó un momento después con un botiquín blanco. Se
arrodilló frente a Elliott, ya sin pantalones, y rebuscó entre los objetos del
botiquín.
—E-espera, ¿qué vas a hacer?—preguntó asustado al verle
sacar aguja e hilo.
—Hay que coserlo. No te preocupes, te pondré anestesia.
—Yo… yo creo que con un vendaje…
—¿Voy a tener que tratarte como a un niño pequeño?—se
burló, mirándole de reojo.
Elliott apretó los dientes y tragó saliva. Vasiliy sacó una
botella de alcohol y echó un chorro sobre la herida.
—¡Nnnnh!—Elliott contuvo un grito.
A continuación, sacó una jeringuilla con un líquido
transparente. La destapó y pinchó cerca de la herida. Esperó un poco a que
hiciera efecto mientras preparaba los vendajes para después.
—Lo siento—murmuró Elliott.
—¿Por qué?
—Al final no he servido de nada y solo he acabado herido.
—Idiota. Ha sido culpa mía que te disparara, debería estar
disculpándome yo.
—No, si hubiera estado solo me habría matado. Realmente no
valgo para esto. ¡Wah! ¡Gah!—todo su cuerpo se puso tenso cuando la aguja
atravesó su piel.
La anestesia no había hecho efecto del todo y aún podía
sentirlo. Apretó con fuerza los ojos para no verlo también, esperando que así
fuera menos doloroso. Su torso temblaba y estrujaba las sábanas con ambas
manos.
—Ya está, relájate—le dijo Vasiliy dándole una palmada en
el muslo.
Elliott suspiró y se dejó caer sobre la cama, cubriéndose
el rostro con las manos. Nunca había sentido tanto dolor, nunca se había hecho
ninguna herida seria por la que tuvieran que coserle ni se había roto ningún
hueso. Sintió que había dejado de ser el creador del videojuego para ser uno de
los personajes, concretamente el inútil secundario que solo es una carga. Pero
por lo menos ahora formaba parte de la acción.
Se estremeció sin darse cuenta cuando sintió las manos de
Vasiliy rodear su muslo mientras le vendaba. Escuchó una risilla.
—¿De qué te ríes?—preguntó, mirándole de reojo.
—¿Hace cuánto que no te masturbas? Se te está poniendo dura
con un hombre tocándote. ¿O es que eres gay?
—¡¿Qué?! ¡Claro que no!—exclamó incorporándose.
Vasiliy se levantó del suelo y se arrodilló entre sus
piernas. Elliott cayó hacia atrás, apoyándose en los codos. La sonrisa de
Vasiliy mirándole desde arriba le hizo temblar.
—¡Wah! ¡N-no toques! Ngh…—gruñó.
Su cuerpo se sacudió cuando la mano de Vasiliy presionó su
miembro por encima de los calzoncillos. Lo frotó con fuerza con sus dedos y
Elliott se retorció, apretando los dientes para que su boca no emitiera ningún sonido.
Intentó apartarse, pero Vasiliy solo tuvo que rodear su pierna con un brazo
para que no pudiera escapar.
—¿Por qué haces esto?—preguntó, cubriéndose el rostro con
los brazos.
—Es divertido. Mírate, aunque te quejes, tu polla parece
estar disfrutándolo—no se borraba de su cara aquella sonrisa perversa.
Le bajó los calzoncillos y el miembro se sacudió al
liberarse. Elliott no podía creer que estuviera ya tan duro. Llevaba más tiempo
conteniéndose del que creía, debía de ser eso, no encontraba otra explicación
para excitarse con un hombre. Su pecho subía y bajaba descontroladamente
mientras Vasiliy comenzaba a masturbar su verga de forma ruda. Se cubrió la
boca con ambas manos ahogando un gemido cuando se corrió en la mano de aquel
hombre.
—Huh… Eso ha sido rápido—se burló Vasiliy, observando el
semen resbalando entre sus dedos.
No podía dejar de mirar a aquel pequeño chico ruborizado
hasta las orejas que temblaba delante de él. Los pantalones le empezaron a
apretar dolorosamente.
—Date la vuelta—le ordenó y él mismo le cogió por una
pierna y le tumbó boca abajo.
Cuando sintió los dedos húmedos en su trasero, Elliott
intentó escapar gateando, pero Vasiliy le agarró firmemente por la cadera y le
atrajo hacia sí.
—¿Qué vas a hacer? ¡Suéltame!—gritó aterrado.
—Seré amable, no te preocupes—untó el semen que cubría sus
dedos en la entrada de Elliott y comenzó a frotarla.
—¡No, no! ¡Para! ¡Eso es imposible! ¡No quiero esto!—siguió
gritando, sin conseguir que Vasiliy le prestara atención.
Sintió una sacudida por todo su cuerpo que le hizo
retorcerse de dolor cuando Vasiliy introdujo el primer dedo. Se quedó encogido
aferrado a las sábanas, sintiendo que las lágrimas estaban a punto de
desbordarse.
—Hmm… Supongo que esto no es suficiente. Tendré que
conseguir lubricante—dijo Vasiliy para sí mismo. Le dio un sonoro cachete en el
culo—. Tranquilo, no voy a metértela ahora.
Elliott sintió un pequeño alivio, pero enseguida se puso
tenso de nuevo cuando escuchó cómo se desabrochaba los pantalones. Notó algo
duro e increíblemente caliente entre sus nalgas. Vasiliy estaba frotando el
falo contra su raja.
—Tienes poco culo para hacer esto—le dijo mientras apretaba
sus nalgas con ambas manos.
—No soy una mujer. ¡Para de una puta vez!—se sintió
frustrado cuando en respuesta escuchó la risa de Vasiliy.
—Apuesto a que puedo sacarte más gemidos que a una mujer.
Le hizo juntar las piernas y deslizó la verga entre sus
muslos mientras le sostenía por las caderas. Le embestía como si estuviera
penetrándolo, frotando sus testículos y rozando ambos miembros entre sí, y
Elliott comenzaba a sentir que se le levantaba de nuevo.
—Frota nuestras pollas juntas—le susurró Vasiliy,
obligándole a llevar una mano hasta su entrepierna.
Elliott obedeció y frotó ambos miembros, sintiendo contra
su mano las «penetraciones» de Vasiliy. Los dos estaban goteando,
increíblemente calientes. Movía sus caderas inconscientemente al ritmo de las
embestidas, frotando su trasero contra la entrepierna de Vasiliy. Se sentía tan
bien que ya había dejado de preocuparse, solo quería correrse otra vez. No
hicieron falta más que unas cuantas embestidas salvajes más para que salpicara
su propia mano de simiente soltando un profundo gemido. Quedó tendido boca
abajo sobre la cama con su mano empapada, pero aquel no era solo su semen,
también Vasiliy se había corrido al mismo tiempo.
—Me ha gustado ese gemido, lo has hecho muy bien—le dijo
Vasiliy, dándole otro cachete en el trasero.
Se levantó de la cama y se abrochó los pantalones para
luego salir de la habitación sin decir nada más.
Al principio Elliott fue incapaz de pensar, luego se fue
dando cuenta de lo que había hecho y se sintió profundamente avergonzado,
hundiendo el rostro entre las sábanas. Se levantó y fue con una ligera cojera
al baño. Quería darse una ducha y eliminar todos los fluidos que cubrían su
cuerpo, pero no podía mojar el vendaje así que se lavó como pudo. No quería
volver a ponerse después la misma ropa, estaba sucia, el pantalón roto por
donde había atravesado la bala y los calzoncillos salpicados de semen.
—Quiero matarle, de verdad que quiero matarle—murmuró
mientras metía su ropa en la lavadora junto con las sábanas de la cama.
Se quedó desnudo en medio de la cocina. ¿Qué podía hacer
ahora? Rebuscó en el armario que había en la habitación, pero todos los cajones
estaban vacíos. Bajó al taller. Ya por las escaleras podía escuchar los
golpeteos del martillo. Asomó la cabeza, ocultando su cuerpo tras la entrada.
—¡Fet!—le llamó, intentando hacerse oír por encima de los
martilleos—. ¡Fet!
Vasiliy le miró de reojo y siguió martilleando la pieza de
plata candente.
—Si quieres algo ven aquí.
—¡No puedo! ¡Escúchame un momento!
Pero Vasiliy siguió con su trabajo ignorándole por
completo. Elliott apretó los dientes, molesto, y salió de su escondite,
cubriendo sus partes con las manos.
—¡Fet!—gritó ya a su lado.
Vasiliy dejó el martillo y se giró hacia él. Elliott
retrocedió un paso por instinto.
—¿No crees que es un poco ridículo que intentes ocultar tu
polla después de lo que acabamos de hacer?—le preguntó sonriendo.
—Di lo que quieras. ¿Hay algo de ropa que pueda ponerme?
—Mm… Ponte mi chaqueta, no hay otra cosa por aquí—le dijo
señalando a una silla donde había colgado la chaqueta.
Elliott la miró con el ceño fruncido, no le hacía ninguna
gracia tener que ponerse la chaqueta de ese hombre, pero ir desnudo por ahí no
era mejor. Se la abrochó y le sobraba por todos lados, pero gracias a eso le
llegaba por debajo del trasero.
—En la próxima salida hay que conseguir algo de ropa.
—Sí, señorita—se burló Vasiliy—. ¿Cuándo estará la comida?
—¿Hah? ¿Te crees que soy tu mujer? ¿Quieres que cocine para
ti y después follarme?—gritó molesto.
Un fuerte golpe del martillo le hizo dar un salto hacia
atrás. Vasiliy le miró con una expresión muy seria.
—Yo fabrico las armas, ¿qué haces tú? ¿O es que piensas
estar aquí de gorrón?—le preguntó—. No te preocupes, no te follaré, en contra
de tu voluntad—añadió.
Elliott se mordió el labio inferior. No tenía nada que
decir en su defensa, realmente no podía hacer otra cosa. Agachó la cabeza y se
dio la vuelta. Le había hecho sentir un completo inútil.
Salió del taller y volvió a subir a la cocina para preparar
la comida. Era ya por la tarde, pero si tenían que dormir de día también tenían
que adaptar sus horarios de comida.
Se sentía incómodo con la chaqueta de Vasiliy, olía
fuertemente a él y no llevaba nada más debajo, estaba rozando sus partes. Luego
tendría que lavarla también.
—Huele bien—Vasiliy entró a la cocina cuando estaba ya
terminando.
—Espera solo un par de minu- ¡¿Huh?!—se puso tenso cuando
sintió el cuerpo de Vasiliy pegarse a él.
—Me sorprende que puedas hacer algo decente con esta comida
en lata—se pegó aún más a él y deslizó una pierna entre las suyas.
—Di-dijiste que no me follarías—no podía evitar retorcer su
trasero sobre el muslo de Vasiliy cuando este presionaba contra él.
—En contra de tu voluntad—le susurró al oído.
—Esto es en contra de mi voluntad.
—No te estoy follando.
—Eso es trampa—se quejó, intentando centrarse en la comida
o se le acabaría quemando.
—Es culpa tuya, me estás provocando así vestido. Pareces
una mujer vestida con la camiseta de su novio.
La cuchara con la que removía la comida se resbaló de su
mano y cayó salpicando al suelo. Elliott consiguió apartarse de Vasiliy, tropezando
y casi cayendo. Recogió la cuchara y la echó al fregadero.
—¡No soy una mujer!—gritó con las mejillas encendidas, un
par de metros alejado de él.
—Ya lo veo—miraba sonriendo hacia su mitad inferior.
Elliott agachó la mirada y vio el bulto que se levantaba
bajo la chaqueta. Se llevó rápidamente las manos a la entrepierna para
cubrirlo.
—Esto no tiene nada que ver contigo, es algo fisiológico y
natural—le dijo muerto de vergüenza.
—¿De verdad? ¿Así que te pondrías igual de duro si te
tocara cualquier otro hombre, incluso una de esas criaturas?—preguntó riendo
mientras se acercaba lentamente.
—¡No! ¡Claro que no! ¡Deja de burlarte de mí!
—No puedo, es demasiado divertido—deslizó los dedos por su
rostro hasta agarrarle por los cabellos de la nuca y echó su cabeza hacia
atrás—. Tus mejillas se ponen casi tan rojas como tu pelo.
Elliott ni siquiera pudo evitar lo que llegó. No solo
habría sido imposible soltarse, sino que le pilló completamente por sorpresa.
Vasiliy le besó, invadiendo de inmediato su boca con la lengua. Elliott intentó
apartarse, pero la mano de aquel hombre le sujetaba con demasiada firmeza, casi
dolorosamente. Un gruñido se convirtió en gemido cuando Vasiliy le apretó la
nalga bajo la chaqueta con la mano que le quedaba libre. Todo su cuerpo se
sacudió y se restregó sin darse cuenta contra Vasiliy. Aquel beso le estaba
dejando sin respiración, era increíblemente bueno. Era una experiencia extraña
porque nunca había sido el dominado en un beso, pero por desgracia no podía
decir que le disgustara. Cuando Vasiliy se apartó de su boca, inconscientemente
se puso de puntillas para buscar más.
—Qué maleducado soy, he estado a punto de follarte y ni
siquiera te había besado.
—N-no era… necesario…—jadeó Elliott, intentando
recomponerse.
Cuando Vasiliy le soltó, estuvo a punto de caer al suelo,
pero chocó contra la encimera y se sujetó a ella.
—¿Ya está la comida?—preguntó Vasiliy, sentándose a la
mesa.
Elliott quedó desconcertado. ¿No pensaba seguir? ¿No iba a
hacer nada más? La erección en su entrepierna presionaba dolorosamente contra
la chaqueta, pero pedirle que le ayudara sería demasiado vergonzoso e irse a
aliviarlo él mismo a la habitación lo sería todavía más. Recuperó la compostura
y volvió a la comida que seguía cocinándose al fuego. Quedó un poco chamuscada,
pero aun así estaba buena. Se sentó a la mesa frente a Vasiliy y empezaron a
comer. Era realmente difícil hacerlo sintiendo aquel calor en su entrepierna,
ni siquiera era capaz de pensar y no hacía más que retorcerse en la silla.
Tampoco era fácil para Vasiliy, los pantalones le apretaban, pero él no dejaba
que se notara en su rostro, al contrario que Elliott. Era increíblemente
divertido verle sufrir.
—Si lo pides por favor puedo masturbarte—le dijo sonriendo.
—¡Muérete!
Se levantó sacudiendo la silla y se puso a fregar sin haber
terminado aún de comer. Cuando Vasiliy terminó, dejó los platos junto al
fregadero y le agarró el trasero con una mano.
—Voy a seguir trabajando.
—No hace falta que me toques el culo para decir eso.
—Tampoco pasa nada por hacerlo.
—¡¿Cómo que no pasa nada?!—exclamó, pero Vasiliy ya se
marchaba sin hacerle caso.
Después de fregar y tender la ropa en un destartalado
tendedero, Elliott se quedó sin nada que hacer. Solo podía esperar a que
llegara la hora de la cena. Bajó al taller y observó desde unos cuantos metros
cómo trabajaba Vasiliy fundiendo la plata hasta que este le miró.
—¿Necesitas algo?
—No, solo… me preguntaba qué tenías planeado hacer para
acabar con esos parásitos—se acercó solo un poco, sin quedar al alcance de sus
manos.
—Para cazar necesitas conocer a tu presa: de qué se
alimentan, cómo se reproducen, sus horarios, sus nidos, sus debilidades—le
explicó mientras volvía al trabajo—. Les he estado observando y conozco la
mayor parte de estos puntos, ahora solo me queda encontrar sus nidos. Para
erradicar una plaga hay que destruir su nido. Creo que la mayoría vivirá por
las alcantarillas o túneles del subsuelo, por suerte me los conozco bastante
bien debido a mi trabajo así que no será difícil moverme por ellos e
investigar.
—Así que ahora mismo no sabes exactamente dónde puedan
estar.
—Correcto. Antes de meterme ahí abajo tengo que tener las
armas adecuadas.
Elliott asintió con la cabeza y salió del taller sin decir
nada. Entró al despacho y encendió el ordenador del escritorio, esperando que
tuviera Internet. Sonrió cuando la pantalla del buscador apareció, al fin
podría ser de utilidad.
Unas horas después, cerca de la madrugada, Elliott fue
corriendo al taller, donde se escuchaban martilleos.
—¡Fet! ¡Fet!—le llamó, haciéndose oír por encima del
golpeteo.
—¿Cuál es la emergencia?
Con una gran sonrisa, Elliott le tendió un mapa doblado.
—No necesito un mapa, conozco la ciudad—respondió Vasiliy.
—¡No! No es eso, míralo.
Vasiliy dejó el martillo y extendió el mapa en una de las
mesas que había a lo largo de la pared, apartando los trastos que la cubrían.
En el mapa de la ciudad había señalados con rotulador rojo unos cuantos lugares
con círculos y dentro de ellos un número.
—¿Qué se supone que son?
—Posibles zonas de nidos—respondió orgulloso.
—¿Cómo las has encontrado?—preguntó Vasiliy incrédulo.
—Con Internet. A pesar del gran caos que hay en la ciudad,
la gente sigue publicando en las redes sociales las cosas que les suceden. He
buscado los avistamientos de criaturas y hay una cantidad inmensa, pero
filtrándolos he conseguido reducir las zonas. Las que tienen el número en negro
son las más fiables, son lugares en los que han visto salir o entrar a los
parásitos en las alcantarillas o bocas de metro; las demás son zonas en las que
ha habido varios avistamientos o encuentros cerca del amanecer o el anochecer,
que es cuando más cerca estarían de sus nidos.
Vasiliy observó el mapa con expresión de sorpresa. Habría
tardado días o incluso semanas pateándose la inmensa red de túneles y alcantarillas
para poder reunir toda aquella información.
—Vas a ser más útil de lo que parecías—comentó sonriendo.
—Gracias, supongo.
—¿Y qué puedo hacer para compensarte por tu duro
trabajo?—Vasiliy dejó el mapa a un lado y acorraló a Elliott contra la mesa.
—Con que dejes de tocarme el culo me conformo—respondió
frunciendo el ceño.
—No, eso no es una opción—metió ambas manos debajo de la
chaqueta y le agarró con fuerza las nalgas.
—¡Ngh! ¿Por qué no?—gruñó sintiendo aquellas enormes manos
masajear su trasero de forma más que provocativa.
—Porque me gusta tu trasero.
—Dijiste que tenía poco culo, ¿cómo puede gustarte? No se
parece al de una mujer.
—Ya, cierto, pero no veo a ninguna mujer por aquí.
Aquel comentario molestó a Elliott más de lo que querría
admitir. No le estaba usando más que como sustituto de una mujer simplemente
porque no tenía ninguna allí. Era odioso. Solamente era el sustituto de una
mujer. Se decía que tampoco quería otra cosa, pero eso era humillante. Le dio
un codazo en el brazo y se escabulló por un lateral, apartándose de él.
—Voy a preparar la cena.
Vasiliy se quedó plantado sin entender aquella reacción,
pero volvió al trabajo sin darle mayor importancia. Cenaron poco después,
cuando estaba a punto de amanecer, en un absoluto silencio. En cuanto Elliott
terminó, se levantó y recogió sus platos.
—Deja los platos en el fregadero cuando termines, luego
fregaré—dicho eso se marchó de la cocina.
Se metió en la habitación y se echó sobre el desnudo
colchón. Se moría de sueño, pero sobre todo quería dormir todo cuanto pudiera
antes de que Vasiliy se acostara también. Sin embargo no fue tan fácil, se
sentía incómodo vestido solo con la chaqueta, no dejaba de percibir el olor de
aquel hombre en la prenda y su ropa aún estaba demasiado húmeda para ponérsela.
Cuando todavía no había conseguido relajarse siquiera para
dormir, Vasiliy entró en la habitación y tan solo se quitó las botas antes de
echarse en la cama a su lado. Elliott fingió estar ya dormido, esperando que así
le dejara en paz, pero con los ojos cerrados, el olor que desprendía se le hizo
imposible de ignorar, era aún más intenso que en la chaqueta.
—Apestas—gruñó—. Date una ducha.
—¿No será que te pone cachondo?—se burló Vasiliy.
—¡Claro que no, apestas a sudor!
Iba a incorporarse de la cama cuando Vasiliy se le echó
encima y le obligó a tumbarse de nuevo. No tenía la misma expresión perversa de
siempre, estaba serio y parecía incluso malhumorado.
—No me gustan los jueguecitos. No voy a adivinar lo que
estás pensando, así que si tienes algo que decir, dilo directamente.
Elliott tragó saliva y reunió valor. Para su propia
sorpresa, fue capaz de decírselo mirándole a los ojos.
—Es humillante ser el sustituto de una mujer. No me importa
cocinar y lo que sea, pero que uses mi cuerpo como si fuera el de una mujer es
denigrante—ya está, lo había soltado, y tenía que mantener la expresión seria y
el ceño fruncido, tenía que mantenerse firme.
Vasiliy se quedó un momento mirándole fijamente.
—Eres idiota—dijo.
—¿Hah? Cómo te-
—Si quisiera una mujer—le interrumpió—, me habría
conseguido una, pero ahora encuentro más divertido jugar contigo. Aunque me
trajeras a la mejor puta de la ciudad, seguiría queriendo follarte a ti, así
que déjate de gilipolleces.
Elliott se quedó sin palabras, ahora sí que no entendía
nada. ¿Eso significaba que no podría escapar de él aunque encontraran a una
mujer? ¿Y a qué venía ese interés por él?
—Por qué tengo que ser- ¡Hn!—antes de que pudiera aclarar
sus ideas, se sobresaltó al sentir la mano de Vasiliy deslizarse por su muslo y
colarse debajo de la chaqueta.
—Ahora gime un rato para mí—le susurró, acariciando su
miembro.
—Y-yo no gimo- Nh...—justo en ese momento se le escapó uno
cuando Vasiliy apretó su pene.
—Así me gusta.
Elliott se cubrió el rostro con los brazos, lo notaba
caliente y sabía que se estaba poniendo colorado.
—Si te tapas así la cara, no podré besarte—le dijo Vasiliy.
Por alguna razón, Elliott apartó los brazos sin pensarlo.
No quería que le besara ni nada, de verdad, pero… Solo vio la perversa sonrisa
de Vasiliy antes de que sus labios se unieran. Sus lenguas juguetearon en las
bocas de ambos mientras Vasiliy desabrochaba la chaqueta. Cuando se apartó,
Elliott quedó jadeando con la boca abierta, con su cuerpo completamente al
descubierto.
Vasiliy se relamió los labios como si estuviera a punto de
devorarlo, y Elliott se sintió así. Deslizó las manos por su flaco vientre y
subió por su pecho, presionando con tanta fuerza que le hacía estremecer con
aquellas enormes manos. Juntó sus pectorales como si fueran los pechos de una
mujer y se inclinó sobre él. Elliott se puso tenso al sentir sus labios contra
su piel y el hormigueo de la barba, y cuando su lengua lo acarició ahogó un
grito de sorpresa. Comenzó a sentir el calor aumentar en su cuerpo según
Vasiliy le besaba y acariciaba intensa y rudamente. No era en absoluto ni dulce
ni amable, pero se sentía increíblemente bien. Recorrió todo su pecho y siguió
bajando por su vientre. Su corazón casi se detuvo cuando vio sus labios
envolver el miembro casi erecto del todo.
—¡No, no, para! ¿Qué estás haciendo?—intentó apartarle
empujando su cabeza, pero no pudo moverle ni un milímetro.
Vasiliy le ignoró y comenzó a lamer y a acariciar el
miembro tal como le gustaba que se lo hicieran a él. No dudó de que lo hacía
bien cuando comenzó a escuchar los suaves gemidos de Elliott, que se cubría el
rostro con las manos, avergonzado.
No podía creer que un hombre se la estuviera chupando, no
podía creer que Vasiliy lo estuviera
haciendo. Elliott notaba un increíble calor en su cara por la vergüenza, pero
se sentía tan bien que ya era casi incapaz de pensar, solo quería más.
—¡Ah! ¡No, no pares!—exclamó cuando Vasiliy apartó la boca
de su miembro.
—¡Huh! Así que te está gustando—le dijo relamiéndose los
labios.
—¡Sí! Por favor, sigue, Fet—le suplicó, apartando las manos
del rostro. Ya le daba igual la vergüenza, necesitaba más, necesitaba terminar.
Vasiliy sonrió y volvió a introducir en su boca el miembro
goteante. El chico gimió con intensidad al sentir de nuevo el calor y la humedad.
Movía sus caderas intentando que fuera más profundo y se contenía para no
llevar las manos a su cabeza.
—Ngh… Pa-para… Fet, voy a…—ya no podía aguantar más.
Vasiliy lo sacó de su boca y le masturbó hasta que se
corrió salpicando su propio vientre. Elliott se quedó jadeando, aferrándose a
la almohada con la cabeza dándole vueltas.
—¿Es la primera vez que te la chupan?—le preguntó Vasiliy,
aunque era bastante evidente por su reacción.
—Es… ¿Es la primera vez… que la chupas tú?—replicó,
intentando recuperar el aliento.
Vasiliy rió en respuesta. Se inclinó sobre Elliott y le
besó brevemente.
—Ahora es mi turno—le dijo.
Desabrochó su pantalón, que ya estaba a punto de reventar,
y sacó la gran verga erecta. Elliott tragó saliva, su tamaño era exagerado, si
intentaba metérsela le partiría por la mitad. Vasiliy le levantó ambas piernas,
sosteniéndolas juntas, apoyando las pantorrillas sobre su hombro. Deslizó el
falo entre los muslos de Elliott y este lo vio surgir junto a su miembro.
—Espera… acabo de correrme, déjame descansar—le suplicó,
sin poder dejar de mirar.
—¿Crees que puedo esperar tal como estoy?—ya había
aguantado demasiado y realmente no era capaz de esperar más.
Sosteniendo sus piernas con firmeza, comenzó a embestirle
como si estuviera penetrándolo. Tan duro e intenso que el sonido de sus cuerpos
al chocar hacía eco en las paredes de la vacía habitación. Elliott no podía
creerlo, pensaba que ya no podía más, pero la estimulación de la verga de
Vasiliy rozando con la suya hizo que volviera a ponerse duro. Llevó las manos a
su entrepierna y envolvió con ambas los dos miembros, sintiendo en ellas las
embestidas. ¿También le follaría así si la tuviera metida en su trasero? Realmente
le rompería, pero las mujeres debían de volverse locas con eso. Sería increíblemente
doloroso, sin duda. Sería… ¿Por qué pensaba tanto en ello? Mejor que no llegara
el momento de descubrirlo, ¿verdad?
—Fet, des… despacio…—jadeó con voz temblorosa.
—Llámame Vasiliy.
—Va-Vasiliy…—le resultaba algo vergonzoso llamarle por su
nombre, aunque tendría que ser más extraño llamarle por el apellido en esa
situación—, más despacio… Vasi… ngh… me voy a… ¡Nh!
Cerró los ojos y con un fuerte gemido Elliott se corrió,
pero no fue solo su semen el que le salpicó. Cuando abrió los ojos vio a Vasiliy
jadeando, aún sosteniendo sus piernas. Su corazón latió con fuerza al ver la
seria e intensa expresión en su rostro. No supo qué era, pero no podía dejar de
mirarle.
Vasiliy dejó sus piernas sobre la cama y se sentó a su
lado. Deslizó una mano por su vientre, untando por todo él como si fuera una
crema el semen que lo manchaba, el de ambos. Elliott encogió el estómago e
intentó detener su mano sin éxito.
—Idiota… Ahora tengo que lavarme—se quejó, sin querer mirar
lo que le estaba haciendo.
—Te acompaño.
Vasiliy le tomó en brazos, dejando su chaqueta sobre la
cama, y Elliott dio un grito de sorpresa.
—¡Bájame! ¡Puedo ir yo solo!
Pero aunque pataleó, Vasiliy no le hizo caso y le llevó
hasta la ducha. Abrió el grifo y dejó que el agua fría empapara a Elliott
mientras él se quitaba la ropa fuera. Completamente desnudo imponía aún más,
tenía más músculos que los protagonistas de sus videojuegos. No eran exagerados
ni desagradables, simplemente perfectos como una escultura. Cuando entró en la
ducha, Elliott se echó hacia atrás hasta chocar contra la pared. Si no
levantaba la cabeza solo podía ver los pectorales de aquel hombre.
—N-no cabemos los dos—dijo intentando apartar la mirada.
—No te preocupes, no usaremos toda la ducha.
Le acorraló en la esquina y levantó su rostro agarrándole
del pelo. Le besó profundo y largo rato mientras el agua fría caía sobre ellos.
Con la mano que le quedaba libre le agarró el trasero con fuerza, casi
levantándole del suelo, y Elliott gimió sin que los labios de Vasiliy le soltaran.
Elliott podía sentir la gran verga erecta frotar contra su vientre. El agua
fría no conseguía que se calmara, debía de ser doloroso. Llevó las manos hasta
ella y comenzó a acariciarla.
—Nh...—emitió un leve gemido cuando Vasiliy al fin rompió
el beso.
—Lo haces bien, Elli, pero hazlo un poco más duro, como te
masturbas tú—le susurró al oído.
¿Elli? Le había sonado casi burlón.
—No me llames El- ¡Ah!—gimió cuando Vasiliy mordió con
suavidad su cuello.
Mientras el pequeño chico le masturbaba su enorme miembro,
Vasiliy comenzó a besar, lamer y morder su delgado cuello, escuchando junto a
su oído los dulces gemidos de Elliott. No sabía por qué le ponía tan cachondo
ese chico, pero tampoco le preocupaba, solo se dejaba llevar por sus deseos.
Cuando ya no pudo aguantar más, se irguió y comenzó a
masturbarse él mismo. Miró a Elliott de cerca, a sus brillantes ojos castaños
entrecerrados y sus mejillas ruborizadas, y le besó de nuevo. Elliott también
se masturbaba. No debería poder hacerlo más, pero había vuelto a excitarle.
Solo consiguió sacar unas gotas, pero se estremeció con intensidad como la
primera vez. Con un gruñido Vasiliy también se corrió salpicando su vientre.
Elliott acarició con sus dedos el líquido blanquecino que enseguida desapareció
con el agua.
—¿Podemos… podemos ducharnos de verdad ahora?—preguntó
jadeando, apoyado de lado contra la pared.
—Sí, dúchate.
Vasiliy salió de la ducha y se secó con una toalla. Si
seguía ahí con él volvería a ponerse duro de nuevo así que era mejor marcharse.
Elliott se quedó aturdido, mirando hacia la puerta del baño. Sacudió la cabeza
y se llevó las manos a la cara para frotársela, pero antes de hacerlo percibió
el intenso olor que el miembro de Vasiliy había dejado en ellas. Abrió con más
fuerza el grifo del agua fría y se puso directamente bajo ella.
Cuando volvió a la habitación, Vasiliy le esperaba con el
botiquín abierto. Le indicó con la cabeza que se sentara en la cama. Examinó la
herida con cuidado.
—Bien, parece que no está infectada por ahora. Ten cuidado
porque no estamos en condiciones de ir a un hospital.
—Lo sé, tendré cuidado.
Elliott estaba nervioso mientras Vasiliy le curaba la
herida y la vendaba de nuevo, estaba esperando que comenzara a tocarle como lo
había hecho antes. Sin embargo, cuando Vasiliy se levantó y guardó el botiquín
sin tocarle más de lo necesario, Elliott se quedó algo confuso, incluso
decepcionado.
No, no, no, no, yo no
quiero que haga nada, se dijo para sí mismo sacudiendo la cabeza. Recogió
la chaqueta de la cama y volvió a ponérsela. Se tumbó en el colchón con la
espalda pegada a la pared. Cuando Vasiliy regresó, se echó a dormir a su lado
sin prestarle atención. Elliott se sentía algo inquieto, pero finalmente el
sueño pudo con él y se quedó dormido con el olor de aquel hombre envolviéndole.
Continuará...
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