Autor: KiraH69
Fandom: Torchwood Pareja: Ianto x Kami
Género: Yaoi (Slash) Longitud: 3 capítulos
Clasificación: +18 Advertencia: Lemon
Resumen: En la más oscura celda de un laboratorio experimental el equipo Torchwood se encuentra a un alienígena al borde de la muerte. Se lo llevan a la base y quieren alimentarlo para que se recupere pero no saben cómo. Escuchan al alienígena susurrar "beso" y Ianto no duda en besarle. Solo entonces el ser completamente blanco reacciona y regresa a la vida pidiendo más.
Aclaración: La historia transcurre tras la segunda temporada y antes de la tercera. Kami, el protagonista alienígena, es original mío. Este es el primer fic que escribo desde que tengo a mi gata y decidí ponerle su nombre.
Cuando Ianto despertó se sintió desorientado. Miró el reloj, eran las seis y media pasadas. Se levantó, se puso la chaqueta y se preparó un café. Por un momento pensó en prepararle otro a Kami pero no estaba seguro de si podría tomarlo. Entonces recordó. Kami. ¿No había sido solo uno de tantos sueños extraños que solía tener? Fue hasta los monitores con la taza de café en la mano. Allí estaba, en el principal, la pequeña figura durmiendo en el banco de piedra, con los cortos cabellos casi blancos.
Se dirigió a su celda rápidamente. Entró en ella y le observó un momento detenidamente. Su piel también parecía haber perdido su suavidad.
“Kami.” Susurró para despertarlo, pero no reaccionó. “Kami, Kami.” Repitió un poco más alto. Pero solo obtuvo un leve gruñido. Se acercó más a él y le sacudió con suavidad mientras repetía de nuevo su nombre.
“Nn... Qué... Ianto...” Susurró al abrir los ojos.
Intentó incorporarse pero sus brazos no tenían fuerza. Solo pudo ponerse boca arriba.
“¿No tienes energía? ¿Cada cuánto debes comer?” Preguntó agachándose junto a él.
“Normalmente una vez a la semana es suficiente para una vida tranquila. Pero llevo mucho tiempo sin alimentarme. Tardaré un poco en recuperar mi estado normal.” Le explicó, manteniendo los ojos cerrados.
“Deberías habérmelo dicho antes.” Se inclinó sobre él, apoyando un brazo en el banco.
“No... No tiene porqué hacerlo.” Le dijo antes de que sus labios se juntaran.
Ianto se apartó un poco, contrariado.
“¿No quieres que yo te... alimente?” Preguntó levantándose.
“Si tengo que seguir encerrado en esta celda prefiero no estar consciente del todo, así el tiempo pasa más rápido.” Parecía que le costaba un gran esfuerzo decir cada palabra.
“Lo siento... Lo he intentado. He intentando que cambie de idea y te libere pero...”
“Lo sé. No se preocupe, al menos hay luz.”
“¿Eh?” Tuvo que sentarse en la orilla del banco, apenas podía oír su voz.
“Aquí hay luz. Hacía siglos que no veía la luz.” Estaba a punto de dormirse, quizá de perder la conciencia.
Ianto se inclinó sobre él y le besó. Kami ni siquiera habría podido resistirse, pero tampoco lo intentó. Estaba hambriento. Tras un largo contacto, Ianto se apartó a pesar de que los labios de Kami siguieron buscándolo.
“¿Por qué...?”
“Dijiste que no tenía porqué hacerlo, pero quiero hacerlo. Si no estás consciente no puedo hablar contigo.”
“Oh... Entiendo. Está bien, como quiera.”
¿Qué otra cosa puedo esperar de un humano? Me necesitan despierto para interrogarme.
Pensó Kami no muy sorprendido.
Ianto le observó, algo estaba mal. Con los ojos cerrados, tan tranquilo y quieto. Parecía un muñeco. Acarició su rostro con la punta de los dedos.
“Lo siento... Perdona, no debería forzarte así.” Le dijo levantándose.
Salió de la celda y Kami no abrió los ojos hasta que le escuchó marcharse.
“Qué hombre más extraño.” Susurró.
“¿Qué? ¿Ya has tenido problemas con ese ser?” Le preguntó Jack al verle llegar con el rostro desencajado.
“Es culpa tuya.” Murmuró. “¿Por qué tiene que estar encerrado si no ha hecho nada? No es peligroso.”
“¡Ya basta!” Gritó el Capitán. “No puedes saber con seguridad si es peligroso o no. Si quiere salir, que pierda ese orgullo suyo y se someta al interrogatorio. Aunque más que por orgullo me parece que no quiere por lo que podamos descubrir. Visítalo cuanto quieras pero no saldrá de ahí. No quiero más discusiones sobre este tema.”
Se metió en su despacho dando un portazo. Ianto apretaba con fuerza los dientes. Sus puños temblaban y sentía unas terribles ganas de golpear algo. Sus pies le llevaron solo. Fue rápido, casi corriendo hasta la celda de Kami. Pero no entró. Apoyó la frente contra el cristal. Su respiración agitada lo empañaba.
“¿Qué hace ahí?” Le preguntó tras un rato.
Ianto se había tranquilizado ya, su respiración se había normalizado.
“Lo siento... No puedo sacarte de aquí.”
“¿Por qué habla desde ahí? ¿Por qué no entra?” Kami se incorporó y se sentó en el banco, dejando espacio a su derecha.
Ianto entró en la celda y se quedó frente a Kami un momento. Los ojos dorados miraban hacia el suelo. Ianto se dio cuenta de que, desde la primera vez que abrió los ojos, Kami no había vuelto a mirarle a los ojos. Sintió un gran deseo de sostener su rostro entre las manos y mirar de cerca aquellos ojos dorados para después besarle. Pero tuvo que contenerse. Se acercó a él y se sentó en el banco a su lado.
“He hablado con Jack pero-”
“Basta. Es suficiente, no necesita decirlo más. Sé lo que piensa ese hombre y que usted se ha esforzado. No necesita seguir.”
“Es que no puedo entenderlo. ¿Cómo es posible que él no lo sienta?”
“Lo que a mí me sorprende es que usted sí pueda sentirlo. Es el primer humano que lo hace. Es extraño.”
“¿Qué quieres decir?”
“Lo que siente es real. Es algo que pueden sentir la mayoría de los seres. Sin embargo creía que los humanos no, ninguno antes lo había hecho. Por eso es extraño que usted lo sienta.”
“Así que este sentimiento es auténtico...” Murmuró con una sonrisa en su rostro.
Se quedaron en silencio. Era agradable. Sentados el uno tan cerca del otro que casi se rozaban. Kami se deslizó por la pared, cayendo hacia la izquierda. Ianto se apresuró a sostenerlo. Le abrazó con fuerza.
“Aún tienes hambre.”
Ianto ni siquiera preguntó, tampoco habría aceptado una negativa. Levantó el rostro de Kami y le besó. Pero sabía que aquello no sería suficiente así que continuó. Tumbó a Kami sobre el banco. Se quitó la chaqueta y la dobló poniéndola bajo su cabeza. Se arrodilló sobre él y se inclinó para besarle de nuevo. Y siguió besándole las mejillas, las orejas. Kami suspiró cuando mordió el lóbulo de su oreja.
“Eres sensible aquí.” Rió Ianto. Le sorprendió sacarle esa reacción.
Ianto siguió descendiendo por el pequeño cuerpo. Besó su cuello y lo lamió. Parecía aún más esbelto con el pelo corto. Subió lentamente su camiseta, acariciando su vientre de paso. Se la quitó lanzándola al suelo. Suspiró. A pesar de que él mismo le había puesto aquella ropa, estaba deseando volver a verle sin ella. Recorrió su marcada clavícula con la lengua. Descendió por su pecho y llegó hasta sus pezones. Pequeños, rosados y duros. Lamió aquellas deliciosas pepitas y las mordisqueó con suavidad.
“¡Nn!” Aquel gemido se escapó de los labios de Kami.
Ianto se sobresaltó. No esperaba conseguir aquel tipo de reacción en el alienígena. Entonces quiso conseguir más. El calor de su cuerpo comenzaba a aumentar. Se quitó la corbata y se desabrochó la camisa. Siguió descendiendo por el vientre de Kami. Sus músculos no estaban en absoluto marcados.
Kami quería moverse, quería actuar, pero estaba demasiado cansado. No podía hacer otra cosa que dejarse hacer.
Ianto bajó los pantalones junto a la ropa interior de Kami y desabrochó los suyos propios. El pequeño se quedó desnudo por completo. Su piel estaba caliente y había recuperado toda su suavidad. Y estaba erecto.
“Solo con esos besos te has puesto así.” Murmuró deslizando los dedos por su pubis raso. Ahora que se daba cuenta, a excepción de en su cabeza no tenían ni un solo vello en todo el cuerpo.
Descendió sobre el delgado miembro. Era tan pálido como el resto de su cuerpo y con la punta rosada. Besó el glande y deslizó su lengua hasta la base. El cuerpo de Kami se agitó y soltó un suave y largo gemido. Ianto abrió la boca y devoró por completo el miembro. Lo acariciaba en el interior de su boca con la lengua mientras subía y bajaba lentamente. Estaba cada vez más caliente.
Tan... lento... No puedo más.
Pensaba Kami. Era placentero pero agónico, como si solamente le estuviera tentando. Su cuerpo reaccionó, no podía soportarlo más. Se incorporó y apartó a Ianto. Le besó, jugando con su lengua, y no se separó de sus labios mientras se sentaba sobre él. Sacó el miembro de entre los pantalones. Estaba duro y palpitante. Los fluidos comenzaban a brotar. Frotó la punta contra su entrada y ya se iba a sentar sobre él cuando Ianto lo detuvo agarrándole por las nalgas.
“Espera, espera. Si lo haces así vas a hacerte daño.” Le dijo separándose de su boca.
Pero cuando vio el rostro sonrojado y agitado de Kami fue él quien quiso meterlo inmediatamente. Los ojos dorados se fijaron en los suyos, desesperados. Brillaban como una joya bajo el sol. Ianto pensó que no había nada más hermoso y se perdió en aquellos ojos.
Kami bajó sobre el falo, usando su peso para penetrarse hasta el fondo.
Grande... Arde... Qué buen sabor.
Pensaba Kami, quedándose un momento quieto, sintiendo palpitar el miembro en su interior. Comenzó a moverse lentamente. Los dedos de Ianto se clavaron en sus nalgas. Besó su cuello, sus hombros. Kami se deshizo de la camisa de Ianto. Se aferró a sus hombros. Sus movimientos se volvían cada vez más rápidos.
“Estrecho... Eres muy estrecho. Voy a... Mm...”
Fue acallado por los labios de Kami. Más rápido, más intenso. Mientras sus salivas se intercambiaban en su boca, Ianto derramó toda su simiente en el interior de Kami. Sus paredes le apretaron aún más y su boca succionó la lengua de Ianto.
Poco a poco se relajó y se dejó caer sobre el banco. Ni una sola gota de semen se derramó de su interior.
“Kami, tú no te has... corrido.” Dijo Ianto, dándose cuenta en aquel momento cuando ya había recuperado la noción de lo que le rodeaba.
“Sí lo hice... Pero yo no tengo esos fluidos humanos.” Contestó, tumbado pero con los pies en el suelo.
“¿Entonces te alimentas de ellos?” Le preguntó sin ser capaz de levantarse del banco. Estaba agotado y en las nubes. “Ah, lo siento, no quería...”
“Está bien.” Respondió tranquilamente. “No me alimento de ellos exactamente. Me alimento de sustancias que genera el organismo durante el sexo o preliminares. En su mayoría hormonas y neurotransmisores. También se generan en otras situaciones pero lo hacen junto a otras que son desagradables o no son momentos adecuados para absorberlas ya que necesito tomarlas a través de fluidos corporales.”
“Oh... Así que era eso. Es más normal de lo que esperaba.” Se le escapó un suspiro de alivio.
“¿Y qué esperaba?”
“No sé... Supongo que por las reacciones de Jack me había esperado algo más fantasioso.” Rió tristemente, dándose cuenta de que le había escuchado aun sin pretenderlo. Hubo un breve momento de silencio. “No se lo diré.”
“Lo sé.”
Ianto le observó un momento. No sabía lo que Kami podía estar pensando en aquel momento pero de algún modo se sentía feliz. Sentía que confiaba en él.
Se levantó y se vistió. Kami se había quedado de nuevo dormido. Le levantó las piernas sobre el banco y le tapó con la manta.
“Parece que te has ganado la confianza de ese alienígena. Habéis estado hablando un buen rato. ¿Qué te ha dicho?” Le preguntó Jack cuando subió.
“¿Por qué iba a decírtelo? Lo que hayamos hablado lo hicimos en confianza.”
“Porque soy tu jefe y es una orden. Cualquier cosa que diga un prisionero es importante y más de él, del que desconocemos todo.”
“Orden o lo que sea. Si Kami no quiere que lo sepas no seré yo quien te lo diga.”
“Ianto-”
“Chicos, tenemos trabajo.” Interrumpió Gwen antes de que la discusión fuera a más.
Cuando Ianto regresó a la base, ya casi de noche, se dirigió directamente a la celda de Kami. El pequeño estaba tumbado en el suelo con los pies sobre el banco.
“¿Qué haces ahí?” Le preguntó Ianto desde fuera.
“Pasar el tiempo. Esto es más aburrido cuando estás consciente.” Contestó con los ojos cerrados.
“¿Hay algo que pueda traerte para que te entretengas? Algún juego o-”
“Algo para dibujar.” Respondió incorporándose. Pareció animarse.
“Eso está hecho.”
Subió rápidamente y cogió cuaderno y lápiz.
“¿No piensas irte a casa?” Le preguntó Jack antes de que se fuera.
“No mientras Kami siga ahí encerrado.” Contestó y se marchó sin entretenerse más.
“¿Por qué no le liberas?” Preguntó Gwen. “Realmente no parece que sea malo y si Ianto piensa que-”
“Sabes muy bien que el criterio de Ianto no es muy fiable.”
“Cierto, se acuesta contigo.”
“¡¿Qué significa eso?!” Exclamó ofendido. “Me refería al caso de Lisa.”
“Pues más te vale arreglarlo con Ianto porque sino podríamos tener más problemas como aquella vez.”
“Ese maldito alienígena me está dando muchos dolores de cabeza.” Murmuró golpeando la mesa con el puño.
Ianto entró en la celda de Kami, que esperaba sentado en el banco. Le entregó los útiles y se sentó a su lado. Inmediatamente Kami se puso a dibujar.
“Así que sabes dibujar.”
“Es lo único que podía hacer cuando llegué aquí. Hasta que me encerraron.”
“¿Por qué te encerraron?” Preguntó, observándole con tristeza. “Oh, lo siento, no tienes que-”
“Deje ya de actuar de ese modo. No me importa contestar a lo que quiera preguntarme.” Le interrumpió para que no siguiera disculpándose. “Fue por la misma razón por la que estoy encerrado aquí. Soy diferente, extraño, de un mundo desconocido.”
“Pero con este aspecto no parece que lo seas. Podrías pasar perfectamente desapercibido entre los humanos, incluso alimentarte sin que se dieran cuenta.”
“Así es, pero cuando llegué aquí lo hice con mi aspecto original y no pensé que los habitantes de este planeta me tratarían de ese modo. Pero cuando me vieron se aterrorizaron, me llamaron demonio y me persiguieron para matarme o encerrarme. Adopté esta forma e intenté hablar con ellos. No entendía porqué me atacaban, pero fue aún peor. Se espantaron de que pudiera adoptar forma humana. Huí lejos y creí estar a salvo con este disfraz, dibujando. Pero un humano que conocía mi verdadero aspecto me encontró y, aprovechando un momento de debilidad, me atrapó y me encerró. Desde entonces he pasado de una celda a otra, demasiado débil como para huir.” Su voz parecía monótona, sin sentimientos. Pero Ianto percibió tanto dolor en ella que le resultó difícil contener las lágrimas.
“¿Pero por qué de ese modo? ¿Por qué en una celda como esa tan aislado y con tanta seguridad?” Tras saber tanto ya no podía controlar su curiosidad.
“Para ellos era valioso, por varias razones que no quiero explicar. No querían que escapara, pero tampoco querían que nadie me robara.”
“Entiendo...” No necesitaba más explicación, él mismo había experimentado la razón por la que no querría que se lo arrebataran.
No preguntó más. No quiso sacar más recuerdos dolorosos a la superficie aunque Kami no pareciera afectado.
“¿Tienes hambre?” Quería cambiar de tema y aquel fue el primero que le vino a la cabeza.
“¿Va a seguir alimentándome?” Preguntó sin levantar la vista del papel.
“Por supuesto, incluso a los prisioneros se les da de comer. Solo si quieres, claro.” Le costaba mucho disimular que estaba deseando besarle.
Kami cerró el cuaderno y lo dejó en una esquina en el suelo. Se levantó y se sentó a horcajadas sobre Ianto. Acarició su rostro con una mano, deslizando los dedos por su corto cabello hasta la nuca. Sus ojos dorados brillaron con deseo.
“Que aproveche.” Susurró entremezclando sus alientos.
En aquel momento Ianto sintió como si de verdad fuera a devorarlo. Se besaron con fuerza, acariciando sus lenguas. Mientras sus salivas se mezclaban, las manos se pusieron en marcha. Deshicieron la corbata de Ianto, desabrocharon su camisa y también sus pantalones. La lengua de Kami descendió por su cuello, su pecho, besándolo y dejando marcas con pequeños mordiscos.
Ianto suspiró. Le hacía estremecer. Le había gustado saborear su cuerpo pero aquello tampoco estaba nada mal.
Kami siguió bajando hasta su pantalón. Solo con su boca sacó de entre las ropas el miembro de Ianto. No había tardado mucho en ponerse erecto. Deslizó su lengua por él hasta la punta y la metió en su boca. La succionó, rodeándola con su lengua. El líquido transparente comenzó a brotar y Kami sorbió cada gota. Subió y bajó sobre el miembro sin dejar de mover su lengua.
Cálido... Es realmente bueno en esto.
Ese fue uno de los pocos pensamientos que pasó por la nublada mente de Ianto. Las manos de Kami se movían por los lugares que su boca no podía abarcar mientras llevaba el miembro hasta el fondo de su garganta. Ianto no podía más. Agarró los cabellos de Kami para apartarle pero este no quiso. Siguió moviendo su lengua hasta que el espeso líquido se derramó en su boca. Lo tragó con un gemido de placer.
“Ah... No... no tenías porqué...” Jadeó Ianto, acariciando su mejilla sonrojada.
“¿Y desperdiciar algo tan delicioso?” Kami se puso en pie. Bajó sus pantalones a la altura de los muslos. “¿Todavía puede seguir?” Le preguntó, mostrando su erección.
El miembro de Ianto palpitó. No estaba seguro pero su propio cuerpo se lo dijo. Se levantó y cogió a Kami por el trasero, levantándolo del suelo. Le apoyó contra la pared del fondo y le bajó lentamente, penetrándolo. Las piernas de Kami rodearon su cintura y se abrazó con fuerza a él. Los movimientos se volvieron cada vez más rápidos. Sus cuerpos se frotaban muy apretados. La ropa estorbaba. Quería arrancársela pero en aquel momento no podía soltar su trasero. El calor llegó al límite y también sus cuerpos. La simiente se derramó en lo más hondo de Kami, provocando un profundo gemido en él.
“Gracias por la comida.” Le susurró Kami al oído.
Ianto le bajó sobre el banco de piedra y le subió los pantalones. Se sentó a su lado, exhausto.
“¿Cómo te encuentras?” Le preguntó con la voz aún algo agitada.
“Muy bien, a este paso me recuperaré rápido. Es realmente enérgico.” Contestó relamiéndose los labios.
“Espero que no...” Murmuró.
No supo si Kami le había oído, pero si lo hizo lo ignoró por completo. Cogió el cuaderno del suelo y se puso a dibujar. Ianto se abrochó lentamente la camisa sin quitarle los ojos de encima y cuando se abotonó por completo se dio cuenta de que lo había hecho mal. Pero no le importó comenzar de nuevo, era una buena escusa para seguir allí un rato más.
“No puedo entenderlo...” Aquellas palabras se escaparon de sus labios, no pretendía decirlas.
“¿El qué?” Preguntó Kami sin levantar la vista del dibujo.
“Oh... Que... que te tuvieran miedo. Sin importar tu aspecto, no puedo entenderlo.”
“Al parecer mi verdadero aspecto es demoníaco para los humanos.” Kami suspiró y su mano se detuvo un momento sobre el papel. “Nunca había oído nada sobre ese tipo de seres y al principio no lo entendí. Pero pronto me lo imaginé por cómo me trataron.”
“Muéstramelo.”
“¿Eh?”
“Muéstrame tu verdadera apariencia.” Le dijo incorporándose.
“No, no lo haré.” Kami se levantó y caminó hasta el otro lado de la celda, apretando el cuaderno contra su pecho. “No puedo mostrártelo a ti- a usted.”
“¡Me has tuteado!”
“No se preocupe, no lo haré más.”
“¡No! Ese es un buen avance, puedes seguir haciéndolo.” Le dijo sonriente. Se aproximó a él hasta que pudo rozar con sus labios los negros cabellos. “Quiero acercarme más a ti, quiero conocerte. Por eso quiero que me muestres tu verdadera forma. Además estoy seguro de que si no lo haces no serás capaz de confiar del todo en mí.” Cuando Ianto fue a agarrarle por los hombros, se dio cuenta de que estaba temblando. “Kami... Lo- lo siento, no pretendía...” Ianto le abrazó con fuerza, maldiciéndose por haber sido tan impulsivo. “Perdóname.”
“No estoy preparado para mostrar mi cuerpo real.” Murmuró Kami. Las palabras apenas salían de sus labios.
“Entiendo...” Después de todo el sufrimiento que había pasado por culpa de su verdadera apariencia era normal que temiera volver a experimentarlo. “Está bien, tranquilo, lo entiendo. Siento habértelo pedido.”
Kami entrelazó su mano con la de Ianto y se quedaron en silencio largo rato. Lentamente Kami se tranquilizó.
“¿Puedo quedarme a dormir aquí esta noche?”
“¿Acaso es de noche?” Preguntó apartándose y volviendo al banco.
“¿Eh? Oh, sí, es de noche ya.” ¿Cómo iba a saberlo metido en aquella celda?
“Haga lo que le plazca, pero no creo que le resulte muy cómodo dormir aquí. Solo hay un banco y es mío.” Contestó dibujando de nuevo.
“Con el suelo me conformo.” Contestó sonriendo.
Aunque habría preferido dormir abrazado a ti.
ese
Pensó estirando la manta sobre el suelo. Se tumbó y observó a Kami mientras este seguía dibujando. Sin darse cuenta acabó durmiéndose antes incluso de que Kami se echara.
“Mira Jack, he estado buscando algún otro caso de un ser como Kami. No hay nada sobre alienígenas pero he encontrado esto.” Le dijo Gwen frente a las pantallas.
“¿Qué es? ¿Hay más como él?” Fue a toda prisa junto a su compañera. Deseaba encontrar algo contra el alienígena.
“Es un demonio sexual, se llama Íncubo. Quizás te suene más su versión femenina, Súcubo. Según la creencia y mitología popular europea de la Edad Media, se supone que se posa encima de la víctima durmiente, especialmente mujeres, para tener relaciones sexuales con ellas. Un íncubo puede buscar tener relaciones sexuales con una mujer para convertirse en el padre de un niño. Algunas fuentes indican que puede ser identificado por su antinatural frío pene.”
“Del embarazo no creo que haya que preocuparse y lo último habría que preguntárselo a Ianto.”
“Y aquí lo importante.” Continuó mirándolo de reojo. “La tradición religiosa sostiene que tener relaciones sexuales con un íncubo o súcubo puede resultar en deterioro de salud o incluso hasta la muerte. Las víctimas viven la experiencia como un sueño sin poder despertar de este. El íncubo succiona la energía corporal de la persona en el momento de la copulación, de esta manera vive o se hace más fuerte. En casos extremos de acuerdo a quienes los estudian, puede llegar a darle un paro al corazón de la víctima e incluso matarla por la succión energética ocasionada, dejando a la víctima débil o enfermiza.”
“Así que como imaginé, tiene sexo con los humanos para absorberles la vida.”
“Pero no estamos seguros de que Kami sea uno de esos íncubos. Sería mucha casualidad, ¿no crees? Además Ianto sigue vivo y la verdad es que nunca le había visto con tanta energía.” Gwen sabía que aquello no eran más que celos.
“No estamos seguros de ello, puede actuar lentamente. Hasta que no se someta al detector de mentiras no saldrá de esa celda.” Zanjó la conversación regresando a su despacho.
En aquella celda no se podía saber el momento del día que era. Cuando despertó Ianto tuvo que mirar su reloj para asegurarse de que era ya hora de levantarse. Miró hacia arriba y observó a Kami. Seguía dormido, tumbado boca abajo, con un brazo colgando fuera del banco. Su mano estaba cerca del rostro de Ianto. La besó. Los dedos se sacudieron y Kami despertó. Levantó la cabeza y se asomó al suelo.
“Lo siento, no quería despertarte.” Le dijo en voz baja.
Kami se deslizó hasta tumbarse sobre Ianto. Parecía medio dormido todavía. Le besó y comenzó a frotarse contra su cuerpo.
“Qué buen despertar.” Suspiró Ianto cuando Kami comenzó a descender por su cuerpo.
Kami desabrochó los pantalones de Ianto e inmediatamente comenzó a lamer el miembro.
“Espera, espera, yo también quiero hacértelo.” Le dijo Ianto incorporándose sobre sus codos.
Kami se giró, sin sacar el miembro de su boca, hasta que su trasero estuvo frente al rostro de Ianto. Este bajó el pantalón y se relamió los labios al ver el rosado lugar. Besó la entrada de Kami y la lamió metiendo su lengua. El trasero de Kami se sacudió y tragó profundo el miembro de Ianto ahogando un gemido. Los dedos de Ianto entraron en el palpitante agujero. Lo extendió poco a poco hasta que pudo meter tres dedos.
“¿Ves? Con esto se sentirá mejor que metiéndolo de golpe.” Le dijo, sorprendido por su flexibilidad.
Kami sacó el miembro de su boca y se adelantó, apartando la mano de Ianto, hasta quedarse sobre el falo. Se sentó y metió el miembro de golpe, usando su peso. Su espalda se arqueó y un agudo gemido salió de su garganta. Se quedó quieto durante un momento y su interior se estrechó.
“Hey, date la vuelta, quiero verte el rostro.” Le dijo antes de que se moviera.
Algo a regañadientes, Kami se giró hasta quedar de frente a Ianto. Claro que quería ver su cara. Solamente en aquel momento mostraba expresiones en su hermoso rostro. Sus mejillas se sonrojaban y sus facciones se contraían en una expresión de placer. Kami comenzó a mover sus caderas, subiendo y bajando lentamente. Ianto agarró sus muslos pero las manos de Kami le apartaron con brusquedad. Siguió moviéndose cada vez más rápido sin dejar que Ianto hiciera nada.
No soy más que su alimento y la comida no se mueve.
Pensó para sí, con una sonrisa en el rostro.
Pero cuando estaba a punto de llegar ya no pudo aguantar más. Agarró a Kami por las caderas y le bajó de golpe, embistiéndolo con fuerza. Derramó el semen en sus entrañas, provocando un profundo gemido en Kami.
Cuando su respiración se tranquilizó, se levantó y se sentó de nuevo en el banco a dibujar. Ianto rió.
“No te va eso de charlar después de hacerlo, ¿verdad?” Dijo vistiéndose.
“¿Quiere conversar? Adelante.” Respondió Kami sin levantar la vista del papel.
“Ahm...” Titubeó mientras se acababa de arreglar el traje. “¿Por qué dijiste que Jack sabía mal?” Soltó lo primero que se le pasó por la cabeza. “¿Es que no tiene las mismas hormonas que los demás?”
Maldición, ¿por qué he tenido que hablar de Jack?
Se arrepintió inmediatamente.
“Tiene las mismas hormonas, pero en aquel momento estaban mezcladas con algunas desagradables, probablemente por su humor.”
“¿Eso puede ser?”
“Por supuesto. Todos los sentimientos y emociones están causados por hormonas y neurotransmisores. Algunas hormonas tienen un desagradable sabor para mí y están relacionadas con emociones como la ira, irritación, enfado y muchas otras del estilo.”
“Entiendo. Jack no tenía muchas ganas de hacer aquello y no estaba de muy buen humor.” Rió suavemente.
Se alegraba de aquello. Si Jack no hubiera tenido aquel desagradable sabor, él no habría podido tomar su lugar.
“¿Y yo sé bien?” Le preguntó entonces.
“Supongo.”
Ianto se percató del leve cambio que hubo. Kami había agachado un poco más la cabeza sobre el papel y los músculos de su nuca se habían tensado.
“¿Supones? Si sabes qué no te gusta también deberías saber qué te gusta.” Se sintió con ganas de jugar un poco con el adorable alienígena.
“¿A sí? Al hambriento poco le importa comer un manjar o los restos.” Contestó intentando parecer indiferente.
¿A qué narices viene esto de los sabores? Me estoy alimentando de él ¿no? Eso debería ser suficiente.
Pensó Kami algo molesto.
“Oh. Entiendo... Los restos.” Murmuró cabizbajo.
¿Qué ilusiones me había hecho? Soy el único con el que puede hacerlo, ¿qué más da el sabor?
Por alguna razón sintió un dolor en el pecho en aquel momento.
Ianto se levantó y sin decir nada más salió de la celda. Miró de reojo a Kami mientras se iba, este no reaccionó lo más mínimo.
“Parece que has tenido problemas con ese alienígena.” Comentó Jack cuando le vio sentado en el sofá, con una taza en la mano derecha y la cabeza apoyada en la otra.
“Cállate.”
“¿Por qué no te olvidas ya de él? No vas a tener más que problemas y dolores de cabeza. Aunque fuera bueno, eso no significa que sea conveniente para ti. Sigue siendo un alienígena con una falsa apariencia humana, y unos sentimientos y una forma de pensar diferente a la nuestra.” Se acercó lentamente a él hasta rozar la punta de sus zapatos. “Déjate de tantas complicaciones y disfruta lo que ya tienes.”
Sí... Quizá debería hacer eso...
Pensó. No quería volver a sentir ese dolor, esa indiferencia por parte de Kami.
El Capitán se inclinó sobre él, apoyando una mano sobre el respaldo del sofá, y le besó dulcemente.
“Vamos a pasar un buen rato tú y yo.” Le susurró al oído.
Ianto no se resistió, en aquel momento no podía. Jack le quitó la chaqueta y desabrochó su camisa. Comenzó a besarle el cuello bajando lentamente.
Kami...
Ianto se sobresaltó. Por su mente había pasado la imagen de Kami y no podía apartársela de la cabeza. Se estaba poniendo duro pero no por los besos de Jack sino por el recuerdo de lo que acababa de hacer con el alienígena.
“¡Para!” Gritó apartándole.
“¿Qué te pasa?”
“Lo siento, no puedo, solo... solo pienso en él.”
Sin comprender lo que le sucedía, Ianto se levantó y salió a toda prisa de la base.
Caminó por las calles tempranas de Cardiff sin rumbo fijo. No quería encerrarse en su apartamento y no sabía a qué otro lugar ir. El cielo estaba completamente encapotado, no se veía un solo rayo de sol. Las luces de las farolas ya se habían apagado, casi parecía de noche. La hora punta para ir al trabajo ya había pasado y las tiendas aún no había abierto así que no había mucha gente por la calle. Hacía frío, Ianto tenía mucho frío porque se había olvidado su abrigo. No podía pensar. Por su cabeza solo aparecía la imagen de Kami, una y otra vez. Aún podía sentir el calor y el tacto de su cuerpo. Y solo quería volver a sentirlo.
¿Qué demonios me está pasando?
Regresó a su casa y se metió en la ducha. Ni el agua fría ni la caliente pudo tranquilizarle. Intentó distraerse durante todo el día, viendo la televisión, leyendo, en el ordenador, escuchando música, pero nada funcionaba. Aquel día no regresó a la base, no quería ver a nadie. El sueño no le llegó hasta ya muy tarde, y cuando se durmió tuvo las fantasías que había intentado evitar despierto.
Capítulo 2
Cuando Ianto despertó se sintió desorientado. Miró el reloj, eran las seis y media pasadas. Se levantó, se puso la chaqueta y se preparó un café. Por un momento pensó en prepararle otro a Kami pero no estaba seguro de si podría tomarlo. Entonces recordó. Kami. ¿No había sido solo uno de tantos sueños extraños que solía tener? Fue hasta los monitores con la taza de café en la mano. Allí estaba, en el principal, la pequeña figura durmiendo en el banco de piedra, con los cortos cabellos casi blancos.
Se dirigió a su celda rápidamente. Entró en ella y le observó un momento detenidamente. Su piel también parecía haber perdido su suavidad.
“Kami.” Susurró para despertarlo, pero no reaccionó. “Kami, Kami.” Repitió un poco más alto. Pero solo obtuvo un leve gruñido. Se acercó más a él y le sacudió con suavidad mientras repetía de nuevo su nombre.
“Nn... Qué... Ianto...” Susurró al abrir los ojos.
Intentó incorporarse pero sus brazos no tenían fuerza. Solo pudo ponerse boca arriba.
“¿No tienes energía? ¿Cada cuánto debes comer?” Preguntó agachándose junto a él.
“Normalmente una vez a la semana es suficiente para una vida tranquila. Pero llevo mucho tiempo sin alimentarme. Tardaré un poco en recuperar mi estado normal.” Le explicó, manteniendo los ojos cerrados.
“Deberías habérmelo dicho antes.” Se inclinó sobre él, apoyando un brazo en el banco.
“No... No tiene porqué hacerlo.” Le dijo antes de que sus labios se juntaran.
Ianto se apartó un poco, contrariado.
“¿No quieres que yo te... alimente?” Preguntó levantándose.
“Si tengo que seguir encerrado en esta celda prefiero no estar consciente del todo, así el tiempo pasa más rápido.” Parecía que le costaba un gran esfuerzo decir cada palabra.
“Lo siento... Lo he intentado. He intentando que cambie de idea y te libere pero...”
“Lo sé. No se preocupe, al menos hay luz.”
“¿Eh?” Tuvo que sentarse en la orilla del banco, apenas podía oír su voz.
“Aquí hay luz. Hacía siglos que no veía la luz.” Estaba a punto de dormirse, quizá de perder la conciencia.
Ianto se inclinó sobre él y le besó. Kami ni siquiera habría podido resistirse, pero tampoco lo intentó. Estaba hambriento. Tras un largo contacto, Ianto se apartó a pesar de que los labios de Kami siguieron buscándolo.
“¿Por qué...?”
“Dijiste que no tenía porqué hacerlo, pero quiero hacerlo. Si no estás consciente no puedo hablar contigo.”
“Oh... Entiendo. Está bien, como quiera.”
¿Qué otra cosa puedo esperar de un humano? Me necesitan despierto para interrogarme.
Pensó Kami no muy sorprendido.
Ianto le observó, algo estaba mal. Con los ojos cerrados, tan tranquilo y quieto. Parecía un muñeco. Acarició su rostro con la punta de los dedos.
“Lo siento... Perdona, no debería forzarte así.” Le dijo levantándose.
Salió de la celda y Kami no abrió los ojos hasta que le escuchó marcharse.
“Qué hombre más extraño.” Susurró.
“¿Qué? ¿Ya has tenido problemas con ese ser?” Le preguntó Jack al verle llegar con el rostro desencajado.
“Es culpa tuya.” Murmuró. “¿Por qué tiene que estar encerrado si no ha hecho nada? No es peligroso.”
“¡Ya basta!” Gritó el Capitán. “No puedes saber con seguridad si es peligroso o no. Si quiere salir, que pierda ese orgullo suyo y se someta al interrogatorio. Aunque más que por orgullo me parece que no quiere por lo que podamos descubrir. Visítalo cuanto quieras pero no saldrá de ahí. No quiero más discusiones sobre este tema.”
Se metió en su despacho dando un portazo. Ianto apretaba con fuerza los dientes. Sus puños temblaban y sentía unas terribles ganas de golpear algo. Sus pies le llevaron solo. Fue rápido, casi corriendo hasta la celda de Kami. Pero no entró. Apoyó la frente contra el cristal. Su respiración agitada lo empañaba.
“¿Qué hace ahí?” Le preguntó tras un rato.
Ianto se había tranquilizado ya, su respiración se había normalizado.
“Lo siento... No puedo sacarte de aquí.”
“¿Por qué habla desde ahí? ¿Por qué no entra?” Kami se incorporó y se sentó en el banco, dejando espacio a su derecha.
Ianto entró en la celda y se quedó frente a Kami un momento. Los ojos dorados miraban hacia el suelo. Ianto se dio cuenta de que, desde la primera vez que abrió los ojos, Kami no había vuelto a mirarle a los ojos. Sintió un gran deseo de sostener su rostro entre las manos y mirar de cerca aquellos ojos dorados para después besarle. Pero tuvo que contenerse. Se acercó a él y se sentó en el banco a su lado.
“He hablado con Jack pero-”
“Basta. Es suficiente, no necesita decirlo más. Sé lo que piensa ese hombre y que usted se ha esforzado. No necesita seguir.”
“Es que no puedo entenderlo. ¿Cómo es posible que él no lo sienta?”
“Lo que a mí me sorprende es que usted sí pueda sentirlo. Es el primer humano que lo hace. Es extraño.”
“¿Qué quieres decir?”
“Lo que siente es real. Es algo que pueden sentir la mayoría de los seres. Sin embargo creía que los humanos no, ninguno antes lo había hecho. Por eso es extraño que usted lo sienta.”
“Así que este sentimiento es auténtico...” Murmuró con una sonrisa en su rostro.
Se quedaron en silencio. Era agradable. Sentados el uno tan cerca del otro que casi se rozaban. Kami se deslizó por la pared, cayendo hacia la izquierda. Ianto se apresuró a sostenerlo. Le abrazó con fuerza.
“Aún tienes hambre.”
Ianto ni siquiera preguntó, tampoco habría aceptado una negativa. Levantó el rostro de Kami y le besó. Pero sabía que aquello no sería suficiente así que continuó. Tumbó a Kami sobre el banco. Se quitó la chaqueta y la dobló poniéndola bajo su cabeza. Se arrodilló sobre él y se inclinó para besarle de nuevo. Y siguió besándole las mejillas, las orejas. Kami suspiró cuando mordió el lóbulo de su oreja.
“Eres sensible aquí.” Rió Ianto. Le sorprendió sacarle esa reacción.
Ianto siguió descendiendo por el pequeño cuerpo. Besó su cuello y lo lamió. Parecía aún más esbelto con el pelo corto. Subió lentamente su camiseta, acariciando su vientre de paso. Se la quitó lanzándola al suelo. Suspiró. A pesar de que él mismo le había puesto aquella ropa, estaba deseando volver a verle sin ella. Recorrió su marcada clavícula con la lengua. Descendió por su pecho y llegó hasta sus pezones. Pequeños, rosados y duros. Lamió aquellas deliciosas pepitas y las mordisqueó con suavidad.
“¡Nn!” Aquel gemido se escapó de los labios de Kami.
Ianto se sobresaltó. No esperaba conseguir aquel tipo de reacción en el alienígena. Entonces quiso conseguir más. El calor de su cuerpo comenzaba a aumentar. Se quitó la corbata y se desabrochó la camisa. Siguió descendiendo por el vientre de Kami. Sus músculos no estaban en absoluto marcados.
Kami quería moverse, quería actuar, pero estaba demasiado cansado. No podía hacer otra cosa que dejarse hacer.
Ianto bajó los pantalones junto a la ropa interior de Kami y desabrochó los suyos propios. El pequeño se quedó desnudo por completo. Su piel estaba caliente y había recuperado toda su suavidad. Y estaba erecto.
“Solo con esos besos te has puesto así.” Murmuró deslizando los dedos por su pubis raso. Ahora que se daba cuenta, a excepción de en su cabeza no tenían ni un solo vello en todo el cuerpo.
Descendió sobre el delgado miembro. Era tan pálido como el resto de su cuerpo y con la punta rosada. Besó el glande y deslizó su lengua hasta la base. El cuerpo de Kami se agitó y soltó un suave y largo gemido. Ianto abrió la boca y devoró por completo el miembro. Lo acariciaba en el interior de su boca con la lengua mientras subía y bajaba lentamente. Estaba cada vez más caliente.
Tan... lento... No puedo más.
Pensaba Kami. Era placentero pero agónico, como si solamente le estuviera tentando. Su cuerpo reaccionó, no podía soportarlo más. Se incorporó y apartó a Ianto. Le besó, jugando con su lengua, y no se separó de sus labios mientras se sentaba sobre él. Sacó el miembro de entre los pantalones. Estaba duro y palpitante. Los fluidos comenzaban a brotar. Frotó la punta contra su entrada y ya se iba a sentar sobre él cuando Ianto lo detuvo agarrándole por las nalgas.
“Espera, espera. Si lo haces así vas a hacerte daño.” Le dijo separándose de su boca.
Pero cuando vio el rostro sonrojado y agitado de Kami fue él quien quiso meterlo inmediatamente. Los ojos dorados se fijaron en los suyos, desesperados. Brillaban como una joya bajo el sol. Ianto pensó que no había nada más hermoso y se perdió en aquellos ojos.
Kami bajó sobre el falo, usando su peso para penetrarse hasta el fondo.
Grande... Arde... Qué buen sabor.
Pensaba Kami, quedándose un momento quieto, sintiendo palpitar el miembro en su interior. Comenzó a moverse lentamente. Los dedos de Ianto se clavaron en sus nalgas. Besó su cuello, sus hombros. Kami se deshizo de la camisa de Ianto. Se aferró a sus hombros. Sus movimientos se volvían cada vez más rápidos.
“Estrecho... Eres muy estrecho. Voy a... Mm...”
Fue acallado por los labios de Kami. Más rápido, más intenso. Mientras sus salivas se intercambiaban en su boca, Ianto derramó toda su simiente en el interior de Kami. Sus paredes le apretaron aún más y su boca succionó la lengua de Ianto.
Poco a poco se relajó y se dejó caer sobre el banco. Ni una sola gota de semen se derramó de su interior.
“Kami, tú no te has... corrido.” Dijo Ianto, dándose cuenta en aquel momento cuando ya había recuperado la noción de lo que le rodeaba.
“Sí lo hice... Pero yo no tengo esos fluidos humanos.” Contestó, tumbado pero con los pies en el suelo.
“¿Entonces te alimentas de ellos?” Le preguntó sin ser capaz de levantarse del banco. Estaba agotado y en las nubes. “Ah, lo siento, no quería...”
“Está bien.” Respondió tranquilamente. “No me alimento de ellos exactamente. Me alimento de sustancias que genera el organismo durante el sexo o preliminares. En su mayoría hormonas y neurotransmisores. También se generan en otras situaciones pero lo hacen junto a otras que son desagradables o no son momentos adecuados para absorberlas ya que necesito tomarlas a través de fluidos corporales.”
“Oh... Así que era eso. Es más normal de lo que esperaba.” Se le escapó un suspiro de alivio.
“¿Y qué esperaba?”
“No sé... Supongo que por las reacciones de Jack me había esperado algo más fantasioso.” Rió tristemente, dándose cuenta de que le había escuchado aun sin pretenderlo. Hubo un breve momento de silencio. “No se lo diré.”
“Lo sé.”
Ianto le observó un momento. No sabía lo que Kami podía estar pensando en aquel momento pero de algún modo se sentía feliz. Sentía que confiaba en él.
Se levantó y se vistió. Kami se había quedado de nuevo dormido. Le levantó las piernas sobre el banco y le tapó con la manta.
“Parece que te has ganado la confianza de ese alienígena. Habéis estado hablando un buen rato. ¿Qué te ha dicho?” Le preguntó Jack cuando subió.
“¿Por qué iba a decírtelo? Lo que hayamos hablado lo hicimos en confianza.”
“Porque soy tu jefe y es una orden. Cualquier cosa que diga un prisionero es importante y más de él, del que desconocemos todo.”
“Orden o lo que sea. Si Kami no quiere que lo sepas no seré yo quien te lo diga.”
“Ianto-”
“Chicos, tenemos trabajo.” Interrumpió Gwen antes de que la discusión fuera a más.
Cuando Ianto regresó a la base, ya casi de noche, se dirigió directamente a la celda de Kami. El pequeño estaba tumbado en el suelo con los pies sobre el banco.
“¿Qué haces ahí?” Le preguntó Ianto desde fuera.
“Pasar el tiempo. Esto es más aburrido cuando estás consciente.” Contestó con los ojos cerrados.
“¿Hay algo que pueda traerte para que te entretengas? Algún juego o-”
“Algo para dibujar.” Respondió incorporándose. Pareció animarse.
“Eso está hecho.”
Subió rápidamente y cogió cuaderno y lápiz.
“¿No piensas irte a casa?” Le preguntó Jack antes de que se fuera.
“No mientras Kami siga ahí encerrado.” Contestó y se marchó sin entretenerse más.
“¿Por qué no le liberas?” Preguntó Gwen. “Realmente no parece que sea malo y si Ianto piensa que-”
“Sabes muy bien que el criterio de Ianto no es muy fiable.”
“Cierto, se acuesta contigo.”
“¡¿Qué significa eso?!” Exclamó ofendido. “Me refería al caso de Lisa.”
“Pues más te vale arreglarlo con Ianto porque sino podríamos tener más problemas como aquella vez.”
“Ese maldito alienígena me está dando muchos dolores de cabeza.” Murmuró golpeando la mesa con el puño.
Ianto entró en la celda de Kami, que esperaba sentado en el banco. Le entregó los útiles y se sentó a su lado. Inmediatamente Kami se puso a dibujar.
“Así que sabes dibujar.”
“Es lo único que podía hacer cuando llegué aquí. Hasta que me encerraron.”
“¿Por qué te encerraron?” Preguntó, observándole con tristeza. “Oh, lo siento, no tienes que-”
“Deje ya de actuar de ese modo. No me importa contestar a lo que quiera preguntarme.” Le interrumpió para que no siguiera disculpándose. “Fue por la misma razón por la que estoy encerrado aquí. Soy diferente, extraño, de un mundo desconocido.”
“Pero con este aspecto no parece que lo seas. Podrías pasar perfectamente desapercibido entre los humanos, incluso alimentarte sin que se dieran cuenta.”
“Así es, pero cuando llegué aquí lo hice con mi aspecto original y no pensé que los habitantes de este planeta me tratarían de ese modo. Pero cuando me vieron se aterrorizaron, me llamaron demonio y me persiguieron para matarme o encerrarme. Adopté esta forma e intenté hablar con ellos. No entendía porqué me atacaban, pero fue aún peor. Se espantaron de que pudiera adoptar forma humana. Huí lejos y creí estar a salvo con este disfraz, dibujando. Pero un humano que conocía mi verdadero aspecto me encontró y, aprovechando un momento de debilidad, me atrapó y me encerró. Desde entonces he pasado de una celda a otra, demasiado débil como para huir.” Su voz parecía monótona, sin sentimientos. Pero Ianto percibió tanto dolor en ella que le resultó difícil contener las lágrimas.
“¿Pero por qué de ese modo? ¿Por qué en una celda como esa tan aislado y con tanta seguridad?” Tras saber tanto ya no podía controlar su curiosidad.
“Para ellos era valioso, por varias razones que no quiero explicar. No querían que escapara, pero tampoco querían que nadie me robara.”
“Entiendo...” No necesitaba más explicación, él mismo había experimentado la razón por la que no querría que se lo arrebataran.
No preguntó más. No quiso sacar más recuerdos dolorosos a la superficie aunque Kami no pareciera afectado.
“¿Tienes hambre?” Quería cambiar de tema y aquel fue el primero que le vino a la cabeza.
“¿Va a seguir alimentándome?” Preguntó sin levantar la vista del papel.
“Por supuesto, incluso a los prisioneros se les da de comer. Solo si quieres, claro.” Le costaba mucho disimular que estaba deseando besarle.
Kami cerró el cuaderno y lo dejó en una esquina en el suelo. Se levantó y se sentó a horcajadas sobre Ianto. Acarició su rostro con una mano, deslizando los dedos por su corto cabello hasta la nuca. Sus ojos dorados brillaron con deseo.
“Que aproveche.” Susurró entremezclando sus alientos.
En aquel momento Ianto sintió como si de verdad fuera a devorarlo. Se besaron con fuerza, acariciando sus lenguas. Mientras sus salivas se mezclaban, las manos se pusieron en marcha. Deshicieron la corbata de Ianto, desabrocharon su camisa y también sus pantalones. La lengua de Kami descendió por su cuello, su pecho, besándolo y dejando marcas con pequeños mordiscos.
Ianto suspiró. Le hacía estremecer. Le había gustado saborear su cuerpo pero aquello tampoco estaba nada mal.
Kami siguió bajando hasta su pantalón. Solo con su boca sacó de entre las ropas el miembro de Ianto. No había tardado mucho en ponerse erecto. Deslizó su lengua por él hasta la punta y la metió en su boca. La succionó, rodeándola con su lengua. El líquido transparente comenzó a brotar y Kami sorbió cada gota. Subió y bajó sobre el miembro sin dejar de mover su lengua.
Cálido... Es realmente bueno en esto.
Ese fue uno de los pocos pensamientos que pasó por la nublada mente de Ianto. Las manos de Kami se movían por los lugares que su boca no podía abarcar mientras llevaba el miembro hasta el fondo de su garganta. Ianto no podía más. Agarró los cabellos de Kami para apartarle pero este no quiso. Siguió moviendo su lengua hasta que el espeso líquido se derramó en su boca. Lo tragó con un gemido de placer.
“Ah... No... no tenías porqué...” Jadeó Ianto, acariciando su mejilla sonrojada.
“¿Y desperdiciar algo tan delicioso?” Kami se puso en pie. Bajó sus pantalones a la altura de los muslos. “¿Todavía puede seguir?” Le preguntó, mostrando su erección.
El miembro de Ianto palpitó. No estaba seguro pero su propio cuerpo se lo dijo. Se levantó y cogió a Kami por el trasero, levantándolo del suelo. Le apoyó contra la pared del fondo y le bajó lentamente, penetrándolo. Las piernas de Kami rodearon su cintura y se abrazó con fuerza a él. Los movimientos se volvieron cada vez más rápidos. Sus cuerpos se frotaban muy apretados. La ropa estorbaba. Quería arrancársela pero en aquel momento no podía soltar su trasero. El calor llegó al límite y también sus cuerpos. La simiente se derramó en lo más hondo de Kami, provocando un profundo gemido en él.
“Gracias por la comida.” Le susurró Kami al oído.
Ianto le bajó sobre el banco de piedra y le subió los pantalones. Se sentó a su lado, exhausto.
“¿Cómo te encuentras?” Le preguntó con la voz aún algo agitada.
“Muy bien, a este paso me recuperaré rápido. Es realmente enérgico.” Contestó relamiéndose los labios.
“Espero que no...” Murmuró.
No supo si Kami le había oído, pero si lo hizo lo ignoró por completo. Cogió el cuaderno del suelo y se puso a dibujar. Ianto se abrochó lentamente la camisa sin quitarle los ojos de encima y cuando se abotonó por completo se dio cuenta de que lo había hecho mal. Pero no le importó comenzar de nuevo, era una buena escusa para seguir allí un rato más.
“No puedo entenderlo...” Aquellas palabras se escaparon de sus labios, no pretendía decirlas.
“¿El qué?” Preguntó Kami sin levantar la vista del dibujo.
“Oh... Que... que te tuvieran miedo. Sin importar tu aspecto, no puedo entenderlo.”
“Al parecer mi verdadero aspecto es demoníaco para los humanos.” Kami suspiró y su mano se detuvo un momento sobre el papel. “Nunca había oído nada sobre ese tipo de seres y al principio no lo entendí. Pero pronto me lo imaginé por cómo me trataron.”
“Muéstramelo.”
“¿Eh?”
“Muéstrame tu verdadera apariencia.” Le dijo incorporándose.
“No, no lo haré.” Kami se levantó y caminó hasta el otro lado de la celda, apretando el cuaderno contra su pecho. “No puedo mostrártelo a ti- a usted.”
“¡Me has tuteado!”
“No se preocupe, no lo haré más.”
“¡No! Ese es un buen avance, puedes seguir haciéndolo.” Le dijo sonriente. Se aproximó a él hasta que pudo rozar con sus labios los negros cabellos. “Quiero acercarme más a ti, quiero conocerte. Por eso quiero que me muestres tu verdadera forma. Además estoy seguro de que si no lo haces no serás capaz de confiar del todo en mí.” Cuando Ianto fue a agarrarle por los hombros, se dio cuenta de que estaba temblando. “Kami... Lo- lo siento, no pretendía...” Ianto le abrazó con fuerza, maldiciéndose por haber sido tan impulsivo. “Perdóname.”
“No estoy preparado para mostrar mi cuerpo real.” Murmuró Kami. Las palabras apenas salían de sus labios.
“Entiendo...” Después de todo el sufrimiento que había pasado por culpa de su verdadera apariencia era normal que temiera volver a experimentarlo. “Está bien, tranquilo, lo entiendo. Siento habértelo pedido.”
Kami entrelazó su mano con la de Ianto y se quedaron en silencio largo rato. Lentamente Kami se tranquilizó.
“¿Puedo quedarme a dormir aquí esta noche?”
“¿Acaso es de noche?” Preguntó apartándose y volviendo al banco.
“¿Eh? Oh, sí, es de noche ya.” ¿Cómo iba a saberlo metido en aquella celda?
“Haga lo que le plazca, pero no creo que le resulte muy cómodo dormir aquí. Solo hay un banco y es mío.” Contestó dibujando de nuevo.
“Con el suelo me conformo.” Contestó sonriendo.
Aunque habría preferido dormir abrazado a ti.
ese
Pensó estirando la manta sobre el suelo. Se tumbó y observó a Kami mientras este seguía dibujando. Sin darse cuenta acabó durmiéndose antes incluso de que Kami se echara.
“Mira Jack, he estado buscando algún otro caso de un ser como Kami. No hay nada sobre alienígenas pero he encontrado esto.” Le dijo Gwen frente a las pantallas.
“¿Qué es? ¿Hay más como él?” Fue a toda prisa junto a su compañera. Deseaba encontrar algo contra el alienígena.
“Es un demonio sexual, se llama Íncubo. Quizás te suene más su versión femenina, Súcubo. Según la creencia y mitología popular europea de la Edad Media, se supone que se posa encima de la víctima durmiente, especialmente mujeres, para tener relaciones sexuales con ellas. Un íncubo puede buscar tener relaciones sexuales con una mujer para convertirse en el padre de un niño. Algunas fuentes indican que puede ser identificado por su antinatural frío pene.”
“Del embarazo no creo que haya que preocuparse y lo último habría que preguntárselo a Ianto.”
“Y aquí lo importante.” Continuó mirándolo de reojo. “La tradición religiosa sostiene que tener relaciones sexuales con un íncubo o súcubo puede resultar en deterioro de salud o incluso hasta la muerte. Las víctimas viven la experiencia como un sueño sin poder despertar de este. El íncubo succiona la energía corporal de la persona en el momento de la copulación, de esta manera vive o se hace más fuerte. En casos extremos de acuerdo a quienes los estudian, puede llegar a darle un paro al corazón de la víctima e incluso matarla por la succión energética ocasionada, dejando a la víctima débil o enfermiza.”
“Así que como imaginé, tiene sexo con los humanos para absorberles la vida.”
“Pero no estamos seguros de que Kami sea uno de esos íncubos. Sería mucha casualidad, ¿no crees? Además Ianto sigue vivo y la verdad es que nunca le había visto con tanta energía.” Gwen sabía que aquello no eran más que celos.
“No estamos seguros de ello, puede actuar lentamente. Hasta que no se someta al detector de mentiras no saldrá de esa celda.” Zanjó la conversación regresando a su despacho.
En aquella celda no se podía saber el momento del día que era. Cuando despertó Ianto tuvo que mirar su reloj para asegurarse de que era ya hora de levantarse. Miró hacia arriba y observó a Kami. Seguía dormido, tumbado boca abajo, con un brazo colgando fuera del banco. Su mano estaba cerca del rostro de Ianto. La besó. Los dedos se sacudieron y Kami despertó. Levantó la cabeza y se asomó al suelo.
“Lo siento, no quería despertarte.” Le dijo en voz baja.
Kami se deslizó hasta tumbarse sobre Ianto. Parecía medio dormido todavía. Le besó y comenzó a frotarse contra su cuerpo.
“Qué buen despertar.” Suspiró Ianto cuando Kami comenzó a descender por su cuerpo.
Kami desabrochó los pantalones de Ianto e inmediatamente comenzó a lamer el miembro.
“Espera, espera, yo también quiero hacértelo.” Le dijo Ianto incorporándose sobre sus codos.
Kami se giró, sin sacar el miembro de su boca, hasta que su trasero estuvo frente al rostro de Ianto. Este bajó el pantalón y se relamió los labios al ver el rosado lugar. Besó la entrada de Kami y la lamió metiendo su lengua. El trasero de Kami se sacudió y tragó profundo el miembro de Ianto ahogando un gemido. Los dedos de Ianto entraron en el palpitante agujero. Lo extendió poco a poco hasta que pudo meter tres dedos.
“¿Ves? Con esto se sentirá mejor que metiéndolo de golpe.” Le dijo, sorprendido por su flexibilidad.
Kami sacó el miembro de su boca y se adelantó, apartando la mano de Ianto, hasta quedarse sobre el falo. Se sentó y metió el miembro de golpe, usando su peso. Su espalda se arqueó y un agudo gemido salió de su garganta. Se quedó quieto durante un momento y su interior se estrechó.
“Hey, date la vuelta, quiero verte el rostro.” Le dijo antes de que se moviera.
Algo a regañadientes, Kami se giró hasta quedar de frente a Ianto. Claro que quería ver su cara. Solamente en aquel momento mostraba expresiones en su hermoso rostro. Sus mejillas se sonrojaban y sus facciones se contraían en una expresión de placer. Kami comenzó a mover sus caderas, subiendo y bajando lentamente. Ianto agarró sus muslos pero las manos de Kami le apartaron con brusquedad. Siguió moviéndose cada vez más rápido sin dejar que Ianto hiciera nada.
No soy más que su alimento y la comida no se mueve.
Pensó para sí, con una sonrisa en el rostro.
Pero cuando estaba a punto de llegar ya no pudo aguantar más. Agarró a Kami por las caderas y le bajó de golpe, embistiéndolo con fuerza. Derramó el semen en sus entrañas, provocando un profundo gemido en Kami.
Cuando su respiración se tranquilizó, se levantó y se sentó de nuevo en el banco a dibujar. Ianto rió.
“No te va eso de charlar después de hacerlo, ¿verdad?” Dijo vistiéndose.
“¿Quiere conversar? Adelante.” Respondió Kami sin levantar la vista del papel.
“Ahm...” Titubeó mientras se acababa de arreglar el traje. “¿Por qué dijiste que Jack sabía mal?” Soltó lo primero que se le pasó por la cabeza. “¿Es que no tiene las mismas hormonas que los demás?”
Maldición, ¿por qué he tenido que hablar de Jack?
Se arrepintió inmediatamente.
“Tiene las mismas hormonas, pero en aquel momento estaban mezcladas con algunas desagradables, probablemente por su humor.”
“¿Eso puede ser?”
“Por supuesto. Todos los sentimientos y emociones están causados por hormonas y neurotransmisores. Algunas hormonas tienen un desagradable sabor para mí y están relacionadas con emociones como la ira, irritación, enfado y muchas otras del estilo.”
“Entiendo. Jack no tenía muchas ganas de hacer aquello y no estaba de muy buen humor.” Rió suavemente.
Se alegraba de aquello. Si Jack no hubiera tenido aquel desagradable sabor, él no habría podido tomar su lugar.
“¿Y yo sé bien?” Le preguntó entonces.
“Supongo.”
Ianto se percató del leve cambio que hubo. Kami había agachado un poco más la cabeza sobre el papel y los músculos de su nuca se habían tensado.
“¿Supones? Si sabes qué no te gusta también deberías saber qué te gusta.” Se sintió con ganas de jugar un poco con el adorable alienígena.
“¿A sí? Al hambriento poco le importa comer un manjar o los restos.” Contestó intentando parecer indiferente.
¿A qué narices viene esto de los sabores? Me estoy alimentando de él ¿no? Eso debería ser suficiente.
Pensó Kami algo molesto.
“Oh. Entiendo... Los restos.” Murmuró cabizbajo.
¿Qué ilusiones me había hecho? Soy el único con el que puede hacerlo, ¿qué más da el sabor?
Por alguna razón sintió un dolor en el pecho en aquel momento.
Ianto se levantó y sin decir nada más salió de la celda. Miró de reojo a Kami mientras se iba, este no reaccionó lo más mínimo.
“Parece que has tenido problemas con ese alienígena.” Comentó Jack cuando le vio sentado en el sofá, con una taza en la mano derecha y la cabeza apoyada en la otra.
“Cállate.”
“¿Por qué no te olvidas ya de él? No vas a tener más que problemas y dolores de cabeza. Aunque fuera bueno, eso no significa que sea conveniente para ti. Sigue siendo un alienígena con una falsa apariencia humana, y unos sentimientos y una forma de pensar diferente a la nuestra.” Se acercó lentamente a él hasta rozar la punta de sus zapatos. “Déjate de tantas complicaciones y disfruta lo que ya tienes.”
Sí... Quizá debería hacer eso...
Pensó. No quería volver a sentir ese dolor, esa indiferencia por parte de Kami.
El Capitán se inclinó sobre él, apoyando una mano sobre el respaldo del sofá, y le besó dulcemente.
“Vamos a pasar un buen rato tú y yo.” Le susurró al oído.
Ianto no se resistió, en aquel momento no podía. Jack le quitó la chaqueta y desabrochó su camisa. Comenzó a besarle el cuello bajando lentamente.
Kami...
Ianto se sobresaltó. Por su mente había pasado la imagen de Kami y no podía apartársela de la cabeza. Se estaba poniendo duro pero no por los besos de Jack sino por el recuerdo de lo que acababa de hacer con el alienígena.
“¡Para!” Gritó apartándole.
“¿Qué te pasa?”
“Lo siento, no puedo, solo... solo pienso en él.”
Sin comprender lo que le sucedía, Ianto se levantó y salió a toda prisa de la base.
Caminó por las calles tempranas de Cardiff sin rumbo fijo. No quería encerrarse en su apartamento y no sabía a qué otro lugar ir. El cielo estaba completamente encapotado, no se veía un solo rayo de sol. Las luces de las farolas ya se habían apagado, casi parecía de noche. La hora punta para ir al trabajo ya había pasado y las tiendas aún no había abierto así que no había mucha gente por la calle. Hacía frío, Ianto tenía mucho frío porque se había olvidado su abrigo. No podía pensar. Por su cabeza solo aparecía la imagen de Kami, una y otra vez. Aún podía sentir el calor y el tacto de su cuerpo. Y solo quería volver a sentirlo.
¿Qué demonios me está pasando?
Regresó a su casa y se metió en la ducha. Ni el agua fría ni la caliente pudo tranquilizarle. Intentó distraerse durante todo el día, viendo la televisión, leyendo, en el ordenador, escuchando música, pero nada funcionaba. Aquel día no regresó a la base, no quería ver a nadie. El sueño no le llegó hasta ya muy tarde, y cuando se durmió tuvo las fantasías que había intentado evitar despierto.
Continuará...
LOS AMO XD
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