Autor: KiraH69
Fandom: Torchwood Pareja: Ianto x Kami
Género: Yaoi (Slash) Longitud: 3 capítulos
Clasificación: +18 Advertencia: Lemon
Resumen: En la más oscura celda de un laboratorio experimental el equipo Torchwood se encuentra a un alienígena al borde de la muerte. Se lo llevan a la base y quieren alimentarlo para que se recupere pero no saben cómo. Escuchan al alienígena susurrar "beso" y Ianto no duda en besarle. Solo entonces el ser completamente blanco reacciona y regresa a la vida pidiendo más.
Aclaración: La historia transcurre tras la segunda temporada y antes de la tercera. Kami, el protagonista alienígena, es original mío. Este es el primer fic que escribo desde que tengo a mi gata y decidí ponerle su nombre.
{Parece que hay otro sótano más. No aparece en los planos actuales pero sí en los más antiguos.} La voz de Gwen sonó a través de los auriculares.
“De acuerdo, vamos a echarle un vistazo.” Respondió Jack poniéndose en marcha.
“Deben de encerrar a los alienígenas que utilizan para los experimento en alguna parte pero todavía no hemos encontrado ni rastro de un sitio así.” Comentó Ianto, iluminando con la linterna las paredes humedecidas del primer sótano.
“Así es, estarán en ese sótano oculto. Hay que comprobar si queda alguno.”
“Había muchos en el laboratorio, ¿crees que tendrán más?”
“Es posible.”
Examinaron minuciosamente las oscurecidas paredes. El sótano estaba repleto de desagradables olores inidentificables, mezclados unos con otros hasta el punto de ser simplemente peste. Los restos médicos y aparatos oxidados de hacía décadas llenaban cada rincón. Las paredes estaban cubiertas casi en su totalidad por estanterías metálicas repletas de frascos con miembros sumergidos en formaldehído, ninguno de ellos humano. Tuvieron que apartar una por una aquellas estanterías para comprobar las paredes tras ellas pero no dio resultado.
Ianto estaba a punto de llegar al límite. Aquel olor penetrante le estaba mareando y sentía unas terribles náuseas. Sus piernas se tambalearon y se agarró a una estrecha estantería para no caer. Sin embargo la estantería se vino abajo con él. Un gran estruendo llenó el sótano. Los botes de la estantería se rompieron llenando el suelo con aquel apestoso líquido y los miembros.
“¡Ianto! ¿Estás bien?” Jack se acercó rápidamente al joven arrodillado.
“Sí... No ha sido nada.” Contestó intentando ponerse en pie.
Jack se agachó para ayudarle y entonces su linterna iluminó algo que llamó su atención. El líquido se estaba colando por alguna parte. Una ranura en el suelo, invisible en la oscuridad, lo estaba absorbiendo.
“Creo que lo has encontrado.” Sonrió el Capitán.
Allí estaba, una trampilla que daba al segundo sótano. Bajaron rápidamente por las estrechas y empinadas escaleras. Jack sostenía a Ianto por la cintura a pesar de la negativa de este. Agradecieron bajar allí. El aire estaba cargado y costaba un poco respirar pero al menos el olor no era tan nauseabundo.
Iluminando el sótano con sus dos linternas, caminaron por un largo pasillo por el que apenas cabían dos personas una al lado de la otra. En las paredes de piedra había puertas de metal, una cada cinco metros en ambos lados. Tenían cerrojos por fuera y un pequeño ventanuco de cristal blindado. Muchas de aquellas puertas estaban entreabiertas y las cerradas se podía ver que estaban vacías. Giraron una esquina a la derecha, otra vez a la derecha y una vez más a la derecha. Pensaron que llegarían al punto de partida pero no fue así. Aquel era el fondo del pasillo y no habían visto nada hasta llegar allí. Sin embargo en la pared del fondo había algo diferente al resto. Era una puerta de metal fuertemente blindada, con tres grandes cerrojos y no tenía ventanuco. Parecía que lo que había allí, si es que quedaba algo, era muchísimo más peligroso que los seres que habían estado encerrados en las otras celdas.
Se acercaron lentamente. Ambos hombres se lanzaron una mirada de complicidad, sabían que aquello podía ser muy peligroso. Jack forzó las cerraduras y permaneció un momento sin abrir la puerta.
“¿Preparado?”
Ianto levantó su arma y afirmó con la cabeza. El Capitán abrió la puerta de golpe y ambos apuntaron al interior. Pero nada pasó. Estaba silencioso y sobre todo oscuro. Iluminaron con sus linternas el interior de aquella celda y lo que se encontraron en primer lugar fueron unos barrotes como los de una cárcel.
“Doble seguridad.” Murmuró Jack.
Iluminaron más allá de los barrotes. Apenas pudieron distinguirlo, oscuro y sucio como la celda. Un silueta sentada en el suelo, apoyando la espalda contra la pared. Poco a poco pudieron reconocerlo. Tenía los brazos en alto y separados, sujetos a la pared con unos grilletes en las muñecas, y no podía moverlos ni lo más mínimo. Sus piernas estaban extendidas y algo separadas. Una larga melena caía sobre su rostro, cubriéndolo por completo, y llegaba hasta el suelo arremolinándose. Todo oscuro, negro.
“Entremos.”
El Capitán abrió a golpes la cerradura de los barrotes ya oxidada y se acercaron a la figura. No parecía peligrosa, ni siquiera parecía viva. Lo observaron de cerca detenidamente. Era el cuerpo desnudo de un hombre. La sangre seca cubría ambos brazos. La piel, cubierta de polvo y suciedad, estaba arrugada como una pasa. Ianto pisó algo pegajoso. Había un gran charco de sangre seca alrededor de la pierna izquierda. Cerca del tobillo había un agujero en la pierna, de unos 7 centímetros de diámetro, que llegaba hasta el hueso. Parecía un gran mordisco.
“¿Pero qué-?”
“Las ratas. Se han estado alimentando de él.” Explicó Jack.
“Pero no está podrido. ¿Cómo es posible...?”
“Porque sigue vivo. No es humano. Tiene pinta de llevar aquí mucho tiempo sin comer ni beber y sigue vivo.”
“Parece humano.” La mano de Ianto acarició los secos y sucios cabellos con suavidad. Fuera humano o no, no podía evitar sentir lástima por él. Parecía un cadáver pudriéndose.
“Solamente es un disfraz.”
“Hola, me llamo Ianto. ¿Puedes oírme?” Le preguntó agachándose. No hubo respuesta. “¿Qué haremos con él?”
“Vamos a llevárnoslo, no podemos dejarlo aquí. Además quizá todavía pueda vivir.”
Rompieron los grilletes y el hombre cayó de lado sin mostrar reacción alguna. Ianto le sostuvo. Olía a la sangre seca y a deshechos de rata. Su piel estaba fría. Colocó la larguísima melena sobre su regazo y le cogió en brazos. Era realmente ligero. Jack salió primero de la celda e iluminó el camino hasta el exterior.
“¿Qué clase de alienígena es?” Preguntó Gwen, observando el cuerpo tendido sobre la camilla de autopsias.
“No lo sé. Hay muchas clases de alienígenas desconocidos ahí fuera, aunque pocos pueden obtener un disfraz humano como este. Tenemos dos opciones: que él mismo nos lo diga o abrirle e investigar a fondo.”
“Ya que no tenemos un médico capaz de hacer adecuadamente lo segundo, me inclino por lo primero. Además aún sigue vivo, no estaría bien matarlo así porque sí sin saber nada.” Comentó Ianto.
“De acuerdo, pero antes que nada habrá que limpiarlo. Encárgate tú, Ianto. Gwen, investiga si tenían algún otro almacén.”
“Estoy en ello.”
El Capitán y Gwen se marcharon de la zona médica dejando solos al alienígena inerte y a Ianto. Cogió un balde con agua y una esponja y se puso a su lado. Escurrió la esponja, cogió delicadamente la muñeca derecha del alienígena y comenzó a frotarla con suavidad. Estaba destrozada, faltaba medio centímetro de carne a su alrededor. Hasta ese punto había estado forcejeando para liberarse.
“No sé si puedes entenderme, ni siquiera si puedes oírme, pero quiero que sepas que no vamos a hacerte daño. Cuidaremos de ti.” No sabía qué más decirle, tampoco si aquellas palabras serían ciertas.
Limpió la sangre y la suciedad de su brazo y descubrió que su piel era blanca y rugosa. Poco a poco fue limpiando todo su cuerpo, cada rincón de él. La piel parecía adherida directamente a los huesos, marcando cada uno de ellos. El alienígena no mostró ningún signo ni siquiera de estar consciente. La mordisqueada herida de la pierna no sangraba, estaba muy pálida. Llegó entonces a la cabeza. Echó todo el cabello hacia atrás y limpió el rostro delicadamente. Los labios estaban completamente contraídos y los ojos hundidos al igual las mejillas. Usó el grifo extensible para lavar el cabello. Mientras la suciedad desaparecía, se descubría unas hebras tan blancas como su piel.
Carece de color.
Pensó Ianto secando por último el cabello.
“Ya era hora, te has tomado tu tiempo.” Dijo el Capitán bajando al área médica.
“Parecía una estatua que llevan siglos sin limpiar.” Lo cierto era que no se había percatado del tiempo.
“Y probablemente así sea.” Jack se quedó junto a la cabeza del alienígena. “Bien, empecemos. Es probable que apenas tengas energía para seguir respirando pero si haces un esfuerzo quizás podamos ayudarte a recuperar tu energía. Dime, ¿de qué te alimentas?” Le preguntó acercándose a unos centímetros del cadavérico rostro.
No hubo ningún tipo de respuesta.
“¿Qué haces?” Preguntó Gwen desde arriba.
“Intento hablar con él, pero no parece servir de mucho.” Contestó girándose hacia ella.
Fue solo durante un instante. Probablemente había sido una ilusión, pero por un momento Ianto creyó haber visto moverse a aquellos contraídos labios.
“¿Por qué no dejas que se recupere primero? Dale comida y agua para que recupere energías.” Sugirió Gwen.
Acercó el oído a su boca y pudo sentir su respiración en un difícil intento de hablar.
“Eso haría, si fuera humano. Pero resulta que es un alienígena por lo que es probable que no coma lo mismo que nosotros. ¿Quieres que lo envenene?”
¿Beso?
Aquello fue lo que Ianto creyó escuchar.
“Vale, perdona. No hace falta que te pongas así, solo quería ayudar.” Respondió molesta.
“Entonces sigue con la búsqueda- ¡Ianto! ¡¿Qué narices estás haciendo?!” Exclamó Jack.
Sin pensárselo mucho, Ianto había besado a aquel alienígena. Solamente rozaba sus labios. De pronto sintió como si su aliento fuera absorbido por aquel ser.
“¡Ianto para!” Gritó el Capitán apartándole de la camilla.
El pálido ser cogió una gran bocanada de aire. Su pecho se hinchó y sus extremidades se sacudieron levemente.
“¿Qué has hecho?” Preguntó Jack observando al alienígena.
“Nada... Solo... besarle.” Ianto no podía apartar los ojos.
Se acercaron de nuevo cautelosamente a la camilla. Gwen bajó corriendo junto a ellos.
“¿De qué te alimentas? ¿De aliento? ¿De energía vital?” Preguntó Jack con rostro serio y preocupado. Ya estaba pensando que debía encerrar de nuevo a aquel ser.
“Sssexxoo...” El alienígena emitió un leve y siseante susurro.
“¿Sexo? ¿En serio?” Gwen parecía más indignada que sorprendida. “No sé por qué pero por alguna razón parece que esto te viene como anillo al dedo, Jack.”
“Debe de alimentarse de energía vital a través de las relaciones sexuales. Eso que has hecho a sido muy peligroso Ianto, podría haberte matado.” Le reprendió.
“Lo siento. Es que parecía... necesitado.” Sus ojos seguían clavados en la esquelética figura que había vuelto a la vida.
“Bueno, supongo que por una vez puedo alimentarle.” No es que sintiera lástima por aquel ser, solo quería información y para eso le necesitaba con más energías.
“No morirás de todos modos así que puede saciarse como si fueras un buffet libre.” Gwen soltó una corta risa más bien de resignación. Sabía lo que seguía así que se marchó, no le apetecía ver el espectáculo.
“¿Tú te quedas?”
“Sí.” Realmente no había pensando en lo que iba a suceder, solo no quería apartarse de aquel indefenso ser.
“¡Ho~h! ¿Quieres mirar?” Jack se acercó a él y cogió su mentón con los dedos. “¿Quieres ver cómo lo hago con otro hombre, bueno, alienígena?”
“No hagas que las cosas suenen tan sucias. Solo vas a alimentarle.” Quería que lo hiciera rápido, sentía que aquel ser estaba agonizando.
“Mm... Cierto. Pero podría hacer los preliminares contigo, ya que ese parece no moverse mucho.”
“Jack, termina de una vez.” Contestó apartando la mano que comenzaba a descender por su cuello.
“Pero no puedo siquiera ponerme duro solo mirando a algo como eso.”
“¿En serio? Creí que te ponías cachondo con cualquier cosa.”
“Qué poca estima me tienes...” suspiró con una sonrisa en su rostro. “Como sea, ¿me ayudas o le dejamos pasar hambre?”
Aquello fue como encender un interruptor. De repente Ianto estuvo dispuesto a cualquier cosa. Deslizó la mano hasta su cinturón y lo desabrochó. Jack sonrió complacido. Agarró el rostro de Ianto con una mano y se abrió paso a su boca con la lengua por delante. Ianto deslizó su mano dentro de su ropa interior y comenzó a frotar el miembro. Sus lenguas jugaban en el interior de sus bocas unidas.
Ianto estuvo a punto de perderse en aquel placer, pero no pudo evitar echar un vistazo de reojo al ser tendido en la camilla. Aquello le hizo reaccionar y apartó al capitán.
“Ya estás duro.”
“¿Eh? Espera, no irás a...”
“Es culpa tuya por ponerte duro tan rápido. Iba a hacerte una felación pero no a hecho falta.” Se acercó a la camilla y se puso junto a la cabeza del alienígena. Su respiración era entrecortada, apenas entraba aire por su boca.
Jack se sintió molesto. Frunció el ceño y se tragó la rabia. Sabía que si decía algo se vería como un niño caprichoso. Se acercó al alienígena y se arrodilló sobre la camilla. Se bajó los pantalones hasta las rodillas y abrió las piernas del alienígena.
“Parece que lo vaya a hacer con un viejo decrépito o peor, con un cadáver. Se me pondrá flácida.”
“¿En serio? ¿Es tu primera vez?” Contestó mirándolo de reojo.
“¿Por qué no te pones a su espalda y le sujetas? Al menos así mientras lo hago te veré a ti.” En aquel momento solo quería hacerlo con Ianto.
“De acuerdo.”
Ianto incorporó al alienígena y se sentó tras él. La cabeza de blancos cabellos cayó sobre su hombro. Jack le agarró por la nuca y le atrajo hacia sí para besarle. Sin separarse de sus labios penetró al alienígena. Era estrecho, le costaba avanzar. Pudo sentir la sangre derramarse sobre su miembro. Rasgó aquel apretado interior, no se molestó en ser gentil con él.
El pálido cuerpo se sacudió y Ianto se apartó de la boca del Capitán.
“¿Funciona?” Preguntó sin saber si aquello era buena señal.
“Sí... supongo.” Jack estaba cada vez más molesto. ¿Por qué le prestaba tanta atención?
Comenzó a embestir con fuerza, con ira. Parecía ciertamente que lo estaba haciendo un cadáver, y como tal no le importaba hacerle daño. Se sentía cada vez más molesto viendo cómo Ianto miraba a aquel ser.
La respiración de aquel alienígena se volvió más intensa. Giró el rostro hacia Ianto. Abrió su boca, parecía estar pidiendo algo. Ianto no lo dudó. Le besó suavemente, acariciando sus cabellos.
“¡Ianto para!” Gritó Jack agarrándole del hombro, saliendo del interior del alienígena.
“No...” La huesuda mano se aferró a la solapa de la chaqueta. “No absorbo... vida... No morirás...” Murmuró con voz suave pero más enérgica que la última vez.
“Entonces está bien.” Respondió Ianto volviendo a besarle.
“No está bien. ¿Cómo puedes creerlo? Es un alienígena moribundo, te dirá lo que sea para vivir.”
Ianto no le hizo caso alguno. Sentó al alienígena sobre sí. Desabrochó su pantalón y el miembro erecto salió de él. La piel del alienígena se había vuelto ligeramente más suave y su cuerpo parecía menos esquelético. Sus brazos se aferraron a los hombros de Ianto y él mismo movió sus caderas para que el miembro le penetrara.
Caliente... Su cuerpo está cada vez más caliente.
Pensó Ianto.
Cuando su miembro penetró hasta el fondo un escalofrío le recorrió. Era apretado, cálido y le absorbía al profundo interior. Él mismo se sintió arder, una hormigueante sensación recorría todo su cuerpo.
Jack les observaba. No quería ver aquello pero debía hacerlo, al mínimo rastro de peligro para Ianto debía detenerlo. Sin embargo ambos parecían solamente disfrutar.
Las manos de Ianto se aferraron a las caderas del alienígena y sus movimientos se aceleraron. Su mente se nubló. Abstraído de lo que le rodeaba, solo podía sentir el cuerpo del alienígena y por alguna razón no era desagradable en absoluto.
La espalda del alienígena se arqueó. La simiente se derramaba en su interior. Inspiró profundamente. Los largos cabellos flotaron a su alrededor y se tiñeron de negro. Su piel se volvió tersa y suave. Su cuerpo recobró las formas de un ser humano sano.
Ambos compañeros le miraban sorprendidos. Ianto, sentado aún bajo él, se sintió emocionado. Era hermoso, un joven muy hermoso. Con unos carnosos labios rosados, unos brillantes cabellos azabaches y una piel blanca y pulcra. El alienígena abrió los ojos de largas pestañas y le observó. Eran dorados y resplandecían como joyas. Acarició su rostro con una mano y le dio un suave beso.
“Gracias por la comida.” Le dijo con una suave voz.
El alienígena sacó el miembro de su interior y bajó de la camilla. Los negros cabellos ondularon a su alrededor llegando hasta las rodillas. Ianto también se levantó, no podía quitarle los ojos de encima. Le sacaba una cabeza al alienígena.
“Sigues vivo. ¿Cómo te encuentras Ianto?” Preguntó Jack, mirando desconfiado al revivido ser.
“Bien, realmente bien. Ha sido... increíble.” Tanto así que sus piernas temblaban.
“Por supuesto. Esa suposición de que absorbo vida ha sido ridícula, propia de un humano.” Contestó indignado. “No le he causado daño alguno, más bien diría que lo contrario.” Miró de reojo a Ianto y se relamió los labios sin que este pudiera verlo.
“¿Cómo te llamas?” Preguntó Jack. A cada palabra que oía de aquel ser se enfadaba un poco más.
“Pero qué mal educado. Antes de preguntar el nombre a nadie debería presentarse usted.” Aunque bien poco le importaba.
“No seas tan engreído. Acabamos de-”
“Yo me llamo Ianto Jones, él es el Capitán Jack Harkness y la mujer que está por arriba es Gwen Cooper.” No quería que aquello siguiera como una pelea y Jack estaba de un humor extraño aquel día.
“Me llamo... Mm... creo que Kami”
“¿Crees?”
“Han pasado muchos años sin utilizar ni oír mi nombre. Ni siquiera recuerdo mi apellido.”
“Ya veo... Por cierto, ¿cuántos años llevas ahí encerrado?” Preguntó Ianto curioso.
“¿En qué año estamos?”
“Dos mil doce.”
“Vaya... ha sido más de lo que pensaba.” Su voz se llenó de tristeza y su rostro se ensombreció. “En un lugar como ese se pierde la noción del tiempo.”
Seguía sin responder pero Ianto no quiso preguntar más. Aquello debía de ser muy doloroso para Kami.
“¡Ah! ¡Kami, tus muñecas y tu pierna están sangrando!” Ianto se acercó rápidamente a él.
La sangre brotaba como una cascada de las heridas aún sin curar.
“El flujo sanguíneo se ha restablecido, por eso vuelven a sangrar.” Kami no parecía muy preocupado.
“Si sigue así te desangrarás.”
Ianto rápidamente cogió vendas, gasas y líquidos que no sabía muy bien qué eran ni si servirían. Tenía que curarle de inmediato.
“Tranquilo, aunque me desangre no moriré.” Sus piernas temblaron y se tambaleó. A punto estuvo de caer al suelo pero Ianto soltó todo lo que llevaba y le sostuvo, sentándole en una silla. “Aunque sí puede ser un problema.”
“Te curaré ahora mismo.”
Ianto fue a coger más vendas pero Kami lo detuvo. Manchó su mano de sangre.
“Está bien, no necesito esas cosas.”
Ianto se arrodilló frente a Kami y este le besó. Un largo y profundo beso, solo necesitó eso para sanar por completo sus heridas. Ahora solo quedaba la sangre ya derramada.
“Increíble...” Murmuró Ianto acariciando las muñecas de Kami.
“¿De qué te alimentas exactamente?” Preguntó Jack a sus espaldas. “¿Si no te alimentas de energía vital de qué lo haces? ¿Y por qué te alimentaste de Ianto y no de mí?”
“Sabía mal.”
“¿Qué?”
“Tenía muy mal sabor, por eso no me alimenté de usted.” Dijo despectivo. “Ianto sabía mucho mejor.” Murmuró para sí mismo mientras observaba al trajeado joven limpiarle las manos delicadamente. Quiso besarle de nuevo, el sabor aún no se había desvanecido de su boca.
“Deja de evadir nuestras preguntas.” Agarró a Ianto del brazo y lo levantó. “¿De qué te alimentas?”
“No es de su incumbencia y no tengo porqué responder a nada.” Contestó con el ceño fruncido.
“Te hemos salvado la vida, lo menos que deberías-”
“¿Salvarme la vida? En primer lugar yo no estaría en este pútrido planeta de no ser por los humanos, y no me habría pasado siglos encerrado en una celda de no ser por los humanos y fueron los humanos quienes me torturaron de aterradoras formas durante todos esos siglos. No les debo nada, ni a ustedes ni a ningún otro humano. Lo máximo que oirán de mí será dar las gracias por la comida ya que soy un poco más educado que ustedes.” El odio era palpable en su voz, pero lo que Ianto sintió más profundo fue un terrible sufrimiento.
Jack suspiró. Sus sentimientos se estaban descontrolando y se le estaba yendo la situación de las manos.
“Comprendo eso. Pero tú debes comprender que no puedo dejarte salir de aquí sin saber si eres un peligro para la raza humana. Estabas encerrado en la celda más protegida de aquel lugar, es lógico pensar que eres muy peligroso. Si no respondes a nuestras preguntas y nos permites utilizar un aparato para saber si dices la verdad, tendré que encerrarte de nuevo.”
“¡Jack!” Exclamó Ianto sorprendido.
“Es nuestro trabajo, no podemos dejar suelta por la ciudad una amenaza, tampoco podemos permitir que camine a sus anchas por aquí.” Contestó dispuesto a no echarse para atrás. “¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?”
“Prepáreme una bonita celda.”
“¿Seguirás encerrado solo por cabezonería?”
No creí que fuera tan estúpido.
Pensó el Capitán. Había imaginado que aquello funcionaría.
“Creo que ustedes lo llaman orgullo.” Respondió Kami. “Jamás me he humillado ante los humanos, ni un grito, ni una lágrima, y esta no será la primera vez.”
Sin que Ianto pudiera hacer nada, Jack cogió al alienígena del brazo y lo llevó hasta las celdas. Entonces algo llamó la atención del Capitán. Mientras caminaban frente a las celdas de los sapos, la reacción de estos fue algo fuera de lo común. Se acercaron lentamente al cristal y observaron silenciosamente a Kami.
“¿Por qué se comportan así?” Preguntó Jack mirándolos extrañado.
“Es algo que los humanos no pueden entender.” Contestó entrando por sí mismo en la celda.
“Cuando te des cuenta de la estupidez que estás cometiendo podrás salir.” Se dio la vuelta y se encaminó por el pasillo.
“Los celos son muy malos consejeros, Capitán.”
“¡¿Qué has dicho?!” Se volvió rápidamente hacia él.
“Es demasiado evidente. Intente disimularlo un poco o empezará a resultar ridículo.”
Jack apretó los dientes. Golpeó el cristal con el puño. Los sapos comenzaron a gritar y a sacudirse en sus celdas.
“Si tengo la más mínima duda de que seas aunque sea una pequeña amenaza para la humanidad, jamás saldrás de aquí.” Amenazó con una sombría voz.
Ni siquiera él mismo sabía de dónde salía ese odio.
Cuando escuchó la puerta cerrarse, Kami se sentó en el asiento a la izquierda de la celda. Se apoyó contra la pared y lentamente se deslizó hasta quedar tumbado en aquella cama de piedra. Estaba fría. Resultaba algo molesta contra su piel desnuda. A pesar de acabar de comer, Kami estaba totalmente agotado. Aquel alimento había llegado solo para recuperar la apariencia y funciones básicas de su cuerpo. Cerró los ojos y se sumió en un profundo sueño.
“Jack, encontré otro almacén.” Le comunicó Gwen en cuanto le vio aparecer.
“Vamos a por él.” Se puso el abrigo militar y se dirigió a la salida. “Ianto, vamos.”
El joven miraba la celda de Kami a través de los monitores y era reticente a marcharse. La figura tumbada de aspecto cansado le preocupaba.
“Ianto, nos vamos.” Dijo el Capitán firmemente. Aquello era una orden.
Ianto lo aceptó a regañadientes y los tres se marcharon.
“Oye, ¿qué pasa al final con ese alienígena?” Preguntó Gwen mientras iban en el coche.
“No sabemos qué es ni si es una amenaza. Tampoco quiere colaborar así que permanecerá encerrado hasta que decida acceder al interrogatorio.” Contestó Jack.
“Yo no creo que sea peligroso. No se alimenta de energía vital y parece pacífico, no ha intentado hacernos daño.”
“Parece mentira que te dejes engañar tan fácilmente por un alienígena.”
“No sabes si está mintiendo o no. ¿Es que tú no lo has sentido? Solo hay que verle para darse cuenta de cuánto ha sufrido. Se ha pasado siglos en una oscura celda, quién sabe lo que le habrán hecho durante todo ese tiempo, y tú le has vuelto a encerrar. No es de extrañar que odie a los humanos y tú no le das razones para lo contrario.” Ianto parecía realmente enfadado. Solo quería regresar.
“Si estuvo encerrado de ese modo seguramente fuera una amenaza. No voy a arriesgarme a que haga daño a nadie. Permanecerá encerrado hasta que se someta al detector de mentiras y no hay más que hablar.” El Capitán zanjó la conversación.
Unas horas más tarde Ianto estaba frente a la celda de Kami. Llevaba en brazos varias prendas de ropa. Kami estaba dormido. Abrió la puerta y dejó las telas a su lado en el suelo. Se arrodilló y observó el pálido rostro. El poco color que había cogido ya había desaparecido. Los cabellos estaban cogiendo un tono levemente gris. Adelantó su mano y antes de llegar a tocale Kami abrió los ojos.
“Ah, perdona.” Ianto se levantó y se apartó un paso.
“¿Qué hace aquí?” le preguntó Kami.
Se incorporó lentamente. Sus brazos temblaron al sostenerle. Se quedó sentado apoyado contra la pared.
“Solo... Solo he venido a traerte algo de ropa y una manta para dormir.” Respondió acercándole la ropa. Kami adelantó la mano. Estaba temblando levemente. “Te ayudaré.” Se dio cuenta de que Kami no iba a pedir ayuda pero esperaba que la aceptara.
El alienígena afirmó levemente con la cabeza.
Ianto cogió los calzoncillos. Lentamente se los puso, acariciando aquella suave piel. No quiso darse prisa. No podía dejar de observarle y pronto estaría vestido y ya no podría hacerlo. Le puso los pantalones negros y la camiseta azul. Ninguno era de su talla, le quedaban bastante grandes, pero era lo que había encontrado en el almacén. Le conseguiría algo mejor. Sacó la larga melena de entre la camiseta y cayó ligera sobre el banco.
“¿Podría traer algo para cortar mi pelo?” le pidió Kami.
“¿Quieres cortarlo?” Era lo normal pero le parecía demasiado hermoso como para cortarlo.
“Es incómodo llevarlo tan largo y destaca. Se supone que no debo destacar.” Murmuró estas últimas palabras.
“De acuerdo.”
Ianto salió de la celda y se dirigió a la zona del café. Cogió unas tijeras y regresó hacia las celdas pero fue interceptado por el Capitán.
“¿A dónde vas con eso?” Le preguntó mirando las tijeras.
“Voy a la celda de Kami, quiere cortarse el pelo.”
“Tú y una potencial arma en la celda de un alienígena desconocido. Qué buena idea.” Dijo con un marcado tono sarcástico.
“Si lo prefieres puedes hacerlo tú, ya que eres inmortal.”
“No pienso concederle un capricho a ese engreído. Haz lo que se te antoje pero yo no me hago responsable.”
“Nadie te lo ha pedido.”
Ianto le esquivó y fue rápidamente a la celda de Kami. Se le encontró de nuevo durmiendo. No había tardado mucho pero el agotamiento había podido con él. Entró en la celda y Kami despertó.
“Traigo unas tijeras. ¿Quieres cortártelo tú o me permites hacerlo a mí?”
Kami se incorporó y se colocó en la orilla del banco, sin decir nada. Ianto pudo imaginar lo que quería. Sostuvo una hebra de cabello entre sus dedos. Era suave y cada vez más grisácea, pero brillante. Sintió remordimientos al cortarla. Dejó apenas 5 centímetros de largo. Poco a poco fue cortando el resto de la melena del mismo modo. En silencio.
Cuando terminó tenía mucho más volumen y era algo más oscuro. Guardó las tijeras y recogió los mechones de pelo que había dejado cuidadosamente sobre el banco. No quedó ni uno solo esparcido por ahí.
“Gracias.” Murmuró Kami. Había hecho un gran esfuerzo para no dormirse mientras le cortaba el pelo pero ya no podía más. Se había quitado un gran peso de encima, se sentía más ligero, y se quedó dormido mientras Ianto aún seguía en la celda.
Ianto salió de la celda y le dejó descansar.
“Regresas con vida.” Rió Gwen, que había escuchado su conversación con Jack, preparándose ya para irse a casa.
“Por supuesto. No es malo, no tiene que ser malo solo por ser alienígena.”
¿Es que solamente yo puedo sentirlo?
“Supongo, nos vemos mañana.” Se despidió dirigiéndose a la salida. “Adiós Jack.”
Gwen salió de la base mientras Jack bajaba las escaleras.
“Ianto, ¿qué tal si nos olvidamos un rato de todo lo que ha pasado hoy?” Le dijo acercándose a él. Se dio cuenta entonces de que Ianto estaba observando la celda de Kami a través del monitor. “Olvídate de él, déjalo ya. Vamos a pasar un buen rato tú y yo.”
Le rodeó la cintura con un brazo pero Ianto le apartó bruscamente.
“No pasaré un buen rato mientras Kami está encerrado injustamente en esa celda. Apártate de mí.”
“¡Haz lo que quieras! Cuando ese alienígena te ataque no acudas a por mi ayuda.” El Capitán se fue ofendido, encerrándose en su despacho.
Ianto se sentó frente a los monitores y observó a Kami de reojo mientras trabajaba, hasta que él también se echó a dormir allí mismo, en el sofá.
Continuará...
Hermoso!!! *u* me ha conquistado la trama!!!~!!! m imagino al lindo alienigena...
ResponderEliminar