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El Demonio Castigado y el Íncubo 3 [cap10]


Título: El Demonio Castigado y el Íncubo 3
Tercer Libro: "La Sangre de los Kuroichi"
Fandom: The Map of Tokyo Savage
Pareja: Hageshii ♥ Konome y muchas más...
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Acción, Aventura, Romance, Sobrenatural
Clasificación: +18
Advertencias: Incesto, Lemon, SM, Violencia
Capítulos: 10 (de 24)
Resumen: Los cuatro habitantes de la Casa de Té reciben una aterradora visita inesperada. El padre de Hageshii aparece exigiéndole que encuentre a su hermano, el cual se ha escapado de casa por un amor humano. Pero las cosas no son como parecen, el hermano de Hageshii esconde un secreto que arrastrará a Hageshii a luchar a través de los mundos.
Konome, Takashi y Katsuragi son personajes de Dr.Ten, el resto son originales míos.


Capítulo 10

—Me parece que estamos en problemas—comentó Iveng observando a la horda de demonios que había aparecido frente a ellos.
—Hagii... ellos... ¿quieren matarnos?—preguntó el íncubo aterrorizado.
—No, solo quieren matarme a mí—a pesar de la situación en la que se encontraba, en el rostro del demonio había una gran sonrisa—.Iveng, ¿puedes cuidar un momento de Konome? Tengo algo de lo que encargarme.
—Kuroichi, no pierdas la cabeza—le advirtió el guardián.
—No te preocupes, solo jugaré un rato—comenzó a caminar hacia los demonios.
—¡Hagii!—gritó el pequeño para que el pelirrojo le mirara—. Ten cuidado, ¿vale?
—No te preocupes chiquito—le sonrió el demonio con confianza—, no voy a dejar que me hagan nada.
Desde la matanza de Kurai Daichi, Hageshii no se había enfrentado a tantos demonios juntos, miles de demonios que tenían como único objetivo su persona. En el pasado se había sentido mal por haber destruido a todos aquellos demonios y haberlos mandado al Inframundo. Pero ya no tenía por qué sentirse así, aunque los destruyera simplemente aparecerían en otro lugar del Inframundo y además no iba a pelear cegado por la furia como lo había hecho en el pasado, iba a tener plena conciencia de sus actos. Los demonios le rodearon y pasaron unos momentos hasta que uno dio el primer paso. Uno grande con tres ojos se abalanzó contra él con una espada de mayor tamaño que Hageshii. Fueron unas milésimas de segundo, un solo destello rojo, y se pudo ver cómo el demonio caía retorciéndose de dolor, con gritos agonizantes hasta que su cuerpo se volvió cenizas y el cálido viento del Inframundo se las llevó sin dejar rastro alguno. Hageshii, cuyos movimientos no habían sido vistos por nadie, rió a carcajadas y después les miró con soberbia.
—¿Eso es todo lo que podéis hacer?—alzó un brazo y sacó cuatro agujas, sujetándolas entre sus dedos—. ¿Quién va a ser el siguiente? Vamos, tengo sangre de sobra para todos.
La mitad de los demonios desaparecieron y los que quedaron bien estaban temblando de pánico y paralizados o bien eran tan idiotas como para no saber a quien se enfrentaban. Antes de que alguno más se abalanzara contra Hageshii, este lanzó cinco tandas de 20 agujas cada una, eliminando así a las primeras filas de demonios.
—Es inútil que intentéis vencerme, sois demonios de muy bajo nivel, no tenéis posibilidad alguna—les advirtió ya más serio, cansándose de ellos.
—No seas tan arrogante, demonio. Aquí hay algunos que sabemos luchar, o mejor dicho, pensar—un demonio, de los pocos que tenían aspecto humano en aquel lugar, se adelantó del resto.
—¿Uh? ¿Desde cuándo los demonios de tu nivel pueden pensar?—a pesar de ello, estaba esperando la actuación de su enemigo, con todos sus sentidos atentos.
—Para vencer a demonios como tú se necesita una estrategia, atarle las manos, no literalmente claro. Dime demonio ¿hay algo o alguien que pueda causar eso en ti?—aquel demonio señaló con la cabeza el lugar donde había dejado a sus acompañantes.
Hageshii se giró y pudo ver a un grupo de demonios acorralando a Iveng y a Konome. El guardián estaba inmovilizado y parecía inconsciente, a Konome lo tenían sujeto entre dos demonios y lloraba, mirando desesperado al pelirrojo.
—¡Heh! Así que eso es a lo que tú llamas estrategia—Hageshii le miró como si no le importara nada aquello.
—¿Es que esos no son tus compañeros?—el demonio tenía miedo de haberse equivocado.
—Son más que mis compañeros. El guardián es un buen amigo mío y el pequeño demonio es mi amante. Y eso significa que acabas de cometer el peor error de tu vida—sin tan siquiera mirar, Hageshii lanzó unas cuantas agujas al lugar donde se encontraba Konome y los demonios.
Ni una sola de las agujas rasguñó el cuerpo del pequeño o el de Iveng, todas dieron en un perfecto blanco, destruyendo a los demonios.
—¿Alguna estrategia más?—preguntó Hageshii, mirando sonriente al demonio que ahora temblaba aterrorizado—. ¿No tienes siquiera palabras? Bueno, en ese caso... —le lanzó una aguja y comenzó a retorcerse de dolor—. Ya no perderé más tiempo contigo.
Ya no hubo ningún demonio más que se atreviera a enfrentarse a él, todos desaparecieron llenos de pánico. Hageshii fue corriendo junto al íncubo y lo abrazó fuertemente.
—¡Lo siento, lo siento! ¡Tenía que haber estado más atento, perdóname!—le dijo besando su mejilla y su cuello desesperadamente.
—¡Hagii! ¡Hagii! Estoy bien, no te preocupes—le dijo apartándole un poco—. No has dejado que nos pase nada, por eso todo está bien.
—Konome...—le miró con ojos enternecidos—. Sigamos, cuanto antes acabemos antes podremos regresar a casa y hacer el amor.
—¡Hum! Pero... Iveng...
Hageshii ni siquiera se había parado a mirar al guardián, que estaba tumbado inconsciente junto a ellos.
—Tendré que llevarlo a cuestas hasta que despierte. No puedo creer que sea tan débil como para dejarse vencer por unos demonios como esos—suspiró el pelirrojo cogiendo al guardián de dos metros y medio de altura a su espalda, cuyas piernas quedaban arrastrando por el suelo.
—¡No Hagii! No es así, él me protegió y por eso lo golpearon fuerte—le explicó acariciando por encima de la capucha la cabeza del guardián, notando tan solo una calavera.
—Ya veo, en ese caso tendré que darle las gracias cuando despierte—ya empezaba a perder la cuenta de las que le debía al guardián.
Comenzaron a caminar de nuevo en la misma dirección en la que iban, pero en esta ocasión ni un solo demonio se aparecía frente a ellos. Todos los que de casualidad se cruzaban huían despavoridos. Al parecer ya se había extendido la noticia de que un demonio despiadado de alto nivel rondaba por aquellos lares destruyendo a los demonios que se le ponían por delante. Al poco rato Iveng comenzó a despertarse y forcejeó con Hageshii aún medio dormido.
—¡Cálmate, cálmate! Soy yo, estás a salvo—rió el pelirrojo poniéndolo de pie.
—¡Ah! ¡L-lo siento! Luché contra esos demonios pero-
—Ya, ya, ya me lo ha contado Konome—le dijo dándole unas palmaditas en la espalda, o más bien en las vértebras—. Así que... muchas gracias por intentar protegerlo.
—Si no lo hubiera hecho me habrías matado ¿me equivoco?—rió Iveng.
—Cierto, bueno, sigamos caminando. ¿Queda mucho camino?—preguntó el demonio.
—No, unos pocos kilómetros, si vamos corriendo llegamos en media hora.
—¡Muy bien! ¡En marcha entonces!—cogió al íncubo sobre su hombro como si fuera un saco de patatas y comenzaron a correr a gran velocidad.
—¡¡Hagii!! ¡Me mareo! ¡Bájame!—gritaba el pequeño, sacudiendo las piernas y la cola.
—Aguanta solo un poco, llegaremos rápido—le contestó acariciando su trasero con la mano que tenía libre.
No llegó a la media hora y ya se encontraban en la base de una montaña, cuya cima estaba coronada por el castillo más grande que jamás habían visto. De paredes completamente negras y altos torreones retorcidos en espiral entre sí, acabados en agudos picos, era más grande que cualquier edificio que existiera en la Tierra.
—Jo-der.
—Nyaa...
—¿A que impresiona? Ese es el castillo de Hades y, lo siento mucho, no puedo acompañaros más allá—les dijo el guardián, sintiendo el pánico invadirle cuanto más se acercaba a aquel lugar.
—No te preocupes. Muchísimas gracias Iveng, te debo otra.
—Me debes demasiadas Kuroichi, por eso no las cuento—le dio un par de palmadas en la espalda con la esquelética mano y se dio la vuelta—. Bueno, yo me voy ya, tengo un trabajo que hacer.
—Bien, es hora de ver al tío—estiró sus brazos, dispuesto ya a escalar la empinada y escarpada montaña.
—Sí, mucha suerte Hagii—Konome también se marchaba siguiendo al guardián como si nada.
—¿Y tú a dónde vas?—Hageshii lo cogió por el cuello de la sudadera—. ¿Estás huyendo?
—Esto... Yo te espero aquí, ¿vale?—le dijo temblando visiblemente.
—¿Y eso por qué? No voy a dejarte andar por el Inframundo sin mí. ¿Es que acaso tienes miedo?
—Kuroichi, por si no te habías dado cuenta, el aura que desprende este lugar es aterradora, hasta a mí me afecta. Aunque apenas la sientas por tu gran poder, un demonio como Konome es muy perceptible a ella—le explicó Iveng volviéndose hacia ellos.
—¿Oh? Así que es eso. Bueno, en tal caso...—cogió al pequeño en brazos apretándolo contra su cuerpo—evitaré que la sientas.
—¿Y cómo piensas hacer eso?—le preguntó con curiosidad el guardián.
—Haré que solo pueda sentir mi aura.
Hageshii se concentró, aquello no era fácil para él pero tenía que esforzarse por el pequeño. Consiguió aumentar su aura, pero tenía que concentrarla solo a su alrededor para que los demonios que estuvieran cerca no la percibieran. Konome sintió de pronto una gran paz a su alrededor, era un sentimiento muy agradable el que lo envolvía. El amor de Hageshii lo estaba abrazando, ocultando ya la aterrorizadora aura del lugar.
—¿Esto está mejor?—le preguntó el pelirrojo acariciando sus cabellos.
—Sí... se siente bien...—le dijo algo atontado.
—Bien, entonces subamos. Adiós, Iveng.
—Adiós y suerte Kuroichi.

Continuará...

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