NO DOY PERMISO para publicar ninguno de mis fanfics en ninguna plataforma.

Mi musa es un prostituto c2


Título: Mi musa es un prostituto
Categoría: FullMetal Alchemist    Personajes: Roy X Ed
Género: Yaoi
Clasificación: +18 años
Advertencia: Lemon
Capítulo: 2 de 4   Finalizado: No
Resumen: Roy es un escritor que encuentra inspiración cuando observa desde su ventana a un prostituto de cabellos y ojos dorados. En un día de tormenta no soporta ver cómo pasa frío y decide comprarlo para que vaya a su casa.

— ¡Roy! ¿Estás en casa? ¡Roy!—Edward llamó a la puerta tan estrepitosamente como siempre.
— ¡Ya voy! ¡Ya voy!—abrí la puerta bostezando y el rubio entró sin ninguna educación llegando rápidamente al salón-comedor-habitación completamente revuelto, en el que ni tan siquiera se pedía ver mi desecho futón bajo un montón de libros y papeles.
— ¿Cuándo demonios vas a recoger esto? ¿Y qué estabas haciendo? No veo el portátil encendido ni ningún papel servible escrito—hizo sitio en el suelo amontonando más libros en un rincón sin cuidado alguno.
—Estaba durmiendo—respondí sentándome frente a él.
— ¡¿Dónde?! Tu futón está inservible y tampoco hay sitio en el suelo para echarte.
—…—Mis mejillas se pusieron rojas y agaché los hombros.
— ¿Otra vez en la bañera?—afirmé con la cabeza—eso es fatal para tu espalda, si sigues con estas condiciones de vida vas a acabar muy mal.
—Mn… lo sé, pero últimamente no he tenido nada de tiempo para limpiar, me he pasado las noches sin dejar de escribir y el día durmiendo o buscando libros de referencia—le expliqué apoyando la cabeza en la mesa aun soñoliento.
— ¿Eso quiere decir que te he inspirado mucho?—me preguntó con su hermosa sonrisa algo perversa.
—Sí, estos días no has tenido muchos clientes y has estado bastante tiempo ahí abajo.
Ya habían pasado tres meses desde que le había confesado al joven y hermoso prostituto que trabajaba frente a mi piso, que era mi musa y gracias a él había podido a volver a escribir después de cinco años en blanco. Ahora nuestra relación se ha vuelto muy cercana y el bellísimo rubio llamado Edward viene a mi casa siempre que le apetece, especialmente en los días fríos. Pero a contrario de lo que pueden pensar, nuestra relación es únicamente amistosa, no he tocado ni un centímetro de la suave piel que cubre su ropa… y tentación no ha faltado.
—Precisamente por eso he venido—se levantó y se dirigió a la cocina a prepararse el té que especialmente yo había comprado para él, ya que lo mío es el café.
— ¿Qué sucede? ¿No ganas suficiente dinero?—normalmente era el que más clientes tenía en toda la calle, varios por noche. Dese a notar que vivo en un barrio de este tipo de ambiente y que me la paso mirando por la ventana por lo que sé cuantos clientes tiene cada prostituto, aunque mi atención siempre está centrada en Edward.
—Exacto, al parecer a los hombres les ha dado por tener “moral” incluso a los habituales—me dijo decaído, sentándose de nuevo con el té entre las manos.
—Vaya, eso debe dejarte sin mucho dinero—intentaba disimular la felicidad que me producía aquello, no el hecho de que no tuviera dinero sino el que menos hombres tocaran su cuerpo— ¿quieres que te preste dinero?
— ¡No! ¡Claro que no! ¿Cuántas veces te he dicho que no quiero caridad? ¡No soy un gigoló!—contestó exaltado.
—No es caridad, sería un préstamo—le dije manteniendo mi voz baja para no comenzar una discusión.
— ¡Que no! ¡No quiero eso! ¡quiero ganarme el dinero con mi trabajo!—puede parecer que es más deshonroso trabajar como prostituto que aceptar un préstamo, pero para Edward era un trabajo como otro cualquiera y a pesar de lo que se pueda pensar el rubio tenía un orgullo muy fuerte.
—Está bien, está bien ¿entonces qué puedo hacer?—le pregunté recostándome sobre los libros, arrugando algunos papeles.
Edward se levantó y poniendo los pies a ambos lados de mi cuerpo se sentó con su trasero sobre mi entrepierna.
—Págame por mi trabajo—me dijo con el rostro muy serio.
—Ya te dije que no me interesa—no pude evitar sonrojarme, sintiendo como los latidos de mi corazón se aceleraban.
—No digas tonterías, es evidente que te gusto, deja de pensar que eres completamente hetero, y si lo que te molesta es que sea un chico imagina que soy una mujer, no sería la primera vez que los que se acuestan conmigo lo hacen—me dijo acercando su rostro al mío.
— ¡No! ¡Jamás haría algo así! ¡No podría acostarme contigo pensando en otra persona!—le dije indignado—además el problema no es solo que seas un chico o que me crea totalmente hetero, que lo soy. Si no que, como ya te dije hace tiempo, jamás pagaría por acostarme con una perso-
De pronto un beso corto mis palabras, los labios de Edward se unieron fuertemente a los míos. Era un beso infantil, algo que no se esperaba de alguien con su trabajo, tan tierno y dulce… como un niño pequeño dando su primer beso. Cuando se separó agachó la cabeza apoyándola en mi hombro.
—Edward te he dicho-
— ¡Cállate idiota! Aun me sorprende que puedas decir cosas tan… inocentes—no sabía exactamente si estaba riendo o llorando, pero sentí que debía abrazarlo y así lo hice.
—Cuando nos conocimos dijiste que te caía bien, y eso era porque a mí no me interesaba tu cuerpo ¿Por qué haces esto ahora entonces? Si nos acostamos nuestra relación cambiará por completo y ya no te caeré tan bien. Edward… yo no quiero perderte… no solo porque seas mi musa, sino porque ahora eres la persona más importante para mí.
Edward levantó el rostro con lágrimas deslizándose por sus mejillas, me sonrió tiernamente y acercó de nuevo sus labios a los míos.
—No pienso cobrar por esto—me susurró antes de besarme, esta vez fue mucho más experto, lamiendo con su lengua mis labios y yo no pude evitar dejarme llevar.
—Edward… no entiendo…—intenté reaccionar cuando nos separamos.
—Para ser tan mayor eres un poquito corto—rió Edward mirándome con una increíble luz en su rostro—es cierto que me caíste y me caes bien porque no te interesa solo mi cuerpo, pero las personas que se quieren también hacen el amor y no solo les interesa el cuerpo.
—Pe-personas… que se… qu-quieren… hacer… el… a-a-a-am-amor…—de pronto mi mente se había quedado en blanco.
Sin dejar que me aclarara Edward volvió a besarme, invadiendo mi boca con su lengua recorriéndola al completo, mientras movía sus caderas simulando las embestidas. Deslizó los dedos por mi pecho, desabrochando los botones de mi camisa. Bajó con sus suaves labios por mi cuello dándome intensos besos, dejando caminos de saliva a su paso. Se apartó un momento y se quitó el jersey, no pude evitar mirar de forma algo lasciva su blanca piel y los rosados pezones. Sentí como el calor comenzaba a inundar mi entrepierna.
— ¿Edward? ¿Qué estás…?—pregunté aun en estado de shock.
—Vamos a hacer el amor, como una pareja de novios. Luego ya cuando acabemos decidiremos lo que significa ¿de acuerdo?—cubrió mi boca con la suya sin dejarme contestar y tan solo se separó un centímetro para susurrarme—puedes hacerme todo lo que quieras o hayas soñado—y volvió a cubrir mis labios.
¿Decía en serio esas palabras? Ya imaginaba que estaba acostumbrado a que le hicieran literalmente de todo, ¿pero hacérselo yo? Sinceramente había tenido muchas fantasías (debidas probablemente a mi exagerada y pervertida imaginación gracias a la cual soy escritor) en las que le hacía muchas cosas que no me atrevo ni a nombrar. Pero hacérselas en la realidad era algo muy distinto, no sabía si podría aguantar algo tan intenso. Mi cuerpo comenzó a agitarse y a subir imparablemente de temperatura especialmente en ciertas zonas que eran estimuladas por el trasero de Edward. Intenté liberar el futón de todos los libros que lo cubrían sin poder contenerme ya más, dejando toda la lógica y los pensamientos de lado. Tumbé al rubio sobre el futón colocándome sobre él y le miré un momento, llevé mis dedos hasta su rostro y lo acaricié suavemente bajando hasta su pecho, rodeando las rosadas tetillas, llegando hasta el cierre de su pantalón. Mi corazón latía a toda velocidad, no podía creer que lo tuviera de ese modo debajo de mí.
— ¿Estás seguro de hacer esto?—le pregunté sin saber si podría detenerme aunque su respuesta fuera no.
Su contestación fue un lametón en mi quijada y un fuerte apretón en mi entrepierna. Sin más dilación desabroché sus pantalones y me deshice de ellos junto a su ropa interior. Contemplé un momento su hermoso y aparentemente delicado cuerpo y comencé a besarle, bajando por su cuello, su pecho, succionando los endurecidos pezones, mordiéndolos delicadamente. Por mi cabeza pasó el pensamiento de que si le dejaba marcas sus clientes se molestarían al verlas y el que se molestó fui yo, solo pensar que otros hombres tocaban su hermoso cuerpo me enfurecía. Me levanté bruscamente y me metí en el baño.
— ¡Roy! ¿Qué pasa Roy?—aporreó fuertemente la puerta pero yo no podía contestar, mi mente estaba hecha un lio.
— ¡Márchate! Si quieres dinero está en el segundo cajón de la cómoda, pero márchate—le grité sentado en el borde de la bañera con la cabeza entre las manos, y con el pecho doliéndome a rabiar.
No hubo contestación de su parte, escuché la puerta de mi apartamento cerrarse y yo permanecí encerrado en el baño unas cuantas horas más.
No podía hacerlo, deseaba en ese momento más que nada en el mundo hacerle el amor, eso ya lo había asumido y ya no me importaba si era gay o no, pero no podía hacerlo sabiendo que esa misma noche otro hombre tocaría su cuerpo, sabiendo que se entregaría a cualquiera que le ofreciera algo de dinero. Si cruzaba la frontera corporal no podría soportar ni tolerar nunca más que otra persona lo tocase, lo querría solo para mí. Pero eso era algo imposible, Edward jamás dejaría su trabajo por mí, por lo tanto yo jamás podría tenerlo entre mis brazos como si fuéramos amantes. Probablemente aquel día se había estropeado la relación que hasta entonces teníamos pero yo ya no podía hacer nada.

En la noche me asomé a la ventana cuidando de que él no pudiera verme. Como esperaba allí estaba, sentado en el banco, esperando a un cliente, con la misma expresión de siempre en su rostro, frío y sereno. Solo podía ver su sonrisa cuando iba a mi apartamento y charlábamos ¿se la mostraría a alguno de sus clientes? Pensar que le enseñaba esa luz a otra persona, a uno de esos hombres a los que solo les interesaba por su cuerpo, me ponía enfermo. Pero ese pensamiento no había aparecido precisamente ese día, ¿Cuándo habían cambiado mis sentimientos? ¿Cuándo había dejado de verle solo como a mi musa? O tal vez seguía haciéndolo y simplemente no quería compartir mi inspiración con nadie. No estaba seguro de nada, pero cuanto más pensaba en ello más dolía mi pecho, un dolor que me resultaba desagradablemente familiar y que hace tiempo creía que no podría volver a experimentar. Lo único que deseaba es que esta vez no acabara como la última. Pasé toda la noche mirándole, y al contrario que los demás días, fui incapaz de escribir una sola palabra, mi mente se había bloqueado de nuevo y sabía que no regresaría a la normalidad hasta que lo arreglara todo con Edward, pero eso me resultaba imposible en ese momento.

1 comentario:

  1. Genial!! ha ido exactamente como Yami esperaba!! esto tiene futuro si que si!!! hay que leer màs a ver que màs pasa!!! ññ
    Arigato por seguirle a esto! Yami està contento!!

    ResponderEliminar