Título: No Solo "Conocidos"
Fandom: Natsume Yuujinchou Pareja: Tanuma x Natsume
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Escolar, Romance, Sobrenatural
Clasificación: +18 Advertencias: Lemon
Capítulos: 1 (de 2)
Resumen: El mayor deseo de Tanuma es poder acercarse a Natsume y ser su mejor amigo, pero por mucho que lo intenta todo parece inútil. Hasta que un día, siguiendo a Natsume por el bosque, acaba en una mansión oculta, donde se encuentra con el propio Natsume.
Capítulo
1
Si
fuera capaz de verlos tan claramente como él quizás podríamos ser
un poco más cercanos. Quizás podría ayudarle cuando le atacan o
cuando intenta resolver sus problemas. Así podría hablar todos los
días con él. Tendríamos más cosas de las que conversar, podríamos
contárnoslo todo, no tendría secretos conmigo. Nos ayudaríamos
mutuamente y pasaríamos mucho tiempo juntos. Seríamos los mejores
amigos...
Aquellos
eran los pensamientos que pasaban cada día por la mente de Tanuma
Kaname. Sintiéndose incapaz de hablar con Natsume directamente,
Tanuma solo era capaz de observarle disimuladamente desde lejos como
se observa a la Luna. Completamente inalcanzable. A pesar de que
conocía su secreto y de que él mismo tenía una sensibilidad
especial hacia los youkai, su relación no era más que de simples
“conocidos”, como podría ser con cualquier otro compañero de la
escuela. Buscaba cada día el modo de acercarse un poco más a él,
deseaba con toda su alma tener al fin un amigo íntimo, sin embargo
parecía tarea imposible. Para lo único que servía era para
quitarle a Sasada, la presidenta de la clase, de encima o para darle
incluso más problemas. El único modo de acercarse más a él sería
teniendo sus mismos poderes, pero eso era imposible, apenas era capaz
de sentir levemente la presencia de youkais o vislumbrar su sombra.
Aun
así no quería rendirse. Siempre le observaba buscando el instante
en que al menos pudiera dirigirle una palabra. Pero al mínimo
despiste, Natsume se esfumaba como si fuera un fantasma. Tanuma se
preguntaba si quizá se había dado cuenta de que le miraba, pero eso
era poco probable, ni siquiera sería consciente de su presencia.
Una
de esas tardes en las que Natsume se iba rápidamente de la escuela y
se perdía junto a Nyanko-sensei en el bosque, Tanuma decidió seguir
el mismo camino que él había llevado ya que no tenía nada mejor
que hacer. Quizá pudiera llegar en el último momento cuando
estuviera en peligro como suelen hacer los héroes. Pero el bosque
era demasiado extenso y frondoso y pronto le perdió por completo la
pista. Se dio por vencido en aquella ocasión así que simplemente
buscó el camino de vuelta a casa. El bosque parecía volverse cada
vez más espeso y oscuro, la luz apenas pasaba entre las ramas y las
hojas de los árboles. Aquello parecía estarse convirtiendo por
momentos en una selva tropical. No daba un paso sin chocarse con un
tronco o sin ser azotado por una rama baja. Su pelo acabó
completamente revuelto y lleno de hojas y su ropa se rasgaba por
todas partes. Comenzaba a preocuparse. ¿Existía un bosque como
aquel tan cerca y no lo había visto antes? Lo más extraño de aquel
lugar era el silencio y la calma. Ni pájaros, ni insectos
revoloteando alrededor, el único sonido era el crujir del suelo al
pisar sobre él y el susurro de las hojas por el leve viento. La
noche comenzó a cernirse sobre él. No creía haber pasado tanto
tiempo en aquel bosque como para que el sol ya se hubiera ocultado
pero quizás había perdido la noción del tiempo igual que se había
perdido a sí mismo en aquel bosque. La desesperación comenzó a
abrirse paso en su pecho y el hambre en su estómago. Quería
regresar inmediatamente a casa pero no daba con la salida.
Fue
entonces, cuando sus pasos se habían vuelto ya incoherentes, cuando
pudo suspirar aliviado. Los árboles le abrieron paso y se encontró
frente a la puerta principal de una mansión oriental. No podía
saber sus dimensiones ya que los árboles estaban tan cerca de ella
que parecían fundirse. Construida enteramente de madera y piedra,
con materiales probablemente de aquel mismo bosque. La puerta, de
cuatro metros de altura y tres de anchura, era de piedra pulida y
estaba exquisitamente tallada con motivos florales. Inmediatamente se
abrió para él, aun pareciendo pesada se movía como si de papel se
tratara. Hubo un momento de duda, no sabía si aquello sería seguro.
Pero entonces, al otro lado del patio e iluminado por la tenue luz de
una lámpara de aceite, distinguió la figura de Natsume.
—¡Natsume!
¡Estás aquí Natsume!—corrió a través de la puerta y no se
percató cuando esta se cerró tras él.
—Oh,
Tanuma, qué bien que hayas venido, me sentía muy solo—le dijo con
una amable sonrisa.
—Natsume,
¿dónde estamos?—le preguntó algo avergonzado por su entusiasmo.
—No
lo sé, pero es un lugar hermoso ¿no crees?
El
joven observó a su alrededor. Ciertamente era un lugar muy bello,
iluminado por la blanca luna llena. El gran patio desde la entrada
principal hasta la vivienda era enteramente de hierva, a excepción
de unas piedras circulares que marcaban un ondulante camino al
interior. Los árboles de variados colores y tamaños bordeaban todo
el muro y sus ramas se mezclaban con las del exterior y el suelo
estaba salpicado de flores silvestres y de pequeños estanques que se
conectaban uno con otro bajo tierra. La vista se perdía sin saber
definir el final de la mansión, tarea aún más difícil en la casi
absoluta oscuridad.
—Vamos,
te mostraré el interior.
Natsume
sostuvo su mano para llevarle con él y el corazón de Tanuma latió
fuertemente en su pecho. Se descalzaron en la entrada y, guiados por
la luz de la lámpara de aceite, se adentraron en la gran mansión de
dos plantas. Adornada sencillamente con imágenes florales en las
puertas y muebles de madera sin detalles de oro o plata pero
delicadamente tallados, su humildad contradecía su tamaño. Pasaron
tres o cuatro habitaciones de considerable amplitud y llegaron a uno
de los salones principales donde una gran mesa alargada ocupaba todo
el centro de la estancia. Dicha mesa, iluminada con varios candiles,
estaba repleta de deliciosos manjares que hacían la boca agua de
solo mirarlos y olerlos.
—E-esto...
—Ha
sido preparado para nosotros, comamos y bebamos hasta hartarnos—le
invitó Natsume, sentándole junto a él en uno de los laterales de
la mesa.
Tanuma
no se pudo negar, su estómago rugía y siendo Natsume quien le
servía la comida en un plato no podía rechazarla. Uno tras otro fue
probando los platos, aunque eran demasiados para saborearlos todos.
Muslos fritos perfectamente dorados, ternera de la mejor calidad,
toda clase de pescado fresco, verdura variadamente cocinada, frutas
exquisitas de aspecto inmejorable y cualquier cosa que un groumet
pudiera desear comer.
—Ne,
Tanuma, di “ah”—Natsume le ofrecía con sus propios dedos una
pequeña y rosada fresa.
—¿Eh?
E-eso... Ah...—aun con su rostro ruborizado no pudo resistirse.
Comió
la fresa e incluso pudo sentir los dedos de Natsume acariciar sus
labios. El joven se le quedó mirando de cerca y cada vez más cerca,
con un leve rubor en sus mejillas. Su cuerpo se quedó paralizado,
fue incapaz de reaccionar hasta que los labios de Natsume se unieron
a los suyos. Suaves y mullidos, más cálidos de lo que los había
imaginado, por un momento le recordaron al tacto de un malvavisco.
Era su primer beso y no quería que terminara nunca, sería feliz si
se fundiera con Natsume en aquel instante. Pero sus labios tuvieron
que separarse. Su corazón palpitaba tan rápido que temía que
Natsume se diera cuenta, sin embargo la dulce sonrisa de él le calmó
(todo cuanto era posible). Silenciosamente y ambos con las mejillas
sonrojadas casi hasta las orejas, regresaron a la cena, pero poco
pudieron meter ya en su estómago.
—Um...
¿Re-regresamos a casa?—preguntó Tanuma, siendo apenas capaz de
mirarle a la cara, con su voz temblorosa.
—Es
tarde, ¿por qué no dormimos aquí? Estamos solos y hay muchas
habitaciones—sugirió Natsume.
—¡Oh!
S-sí, está bien...
Estaba
emocionado y cada vez más nervioso. No esperaba que nada más
sucediera aquella noche, ni en su imaginación había llegado más
lejos. En realidad solo pretendía ser amigo de Natsume, pocas veces
había querido pensar en aquello por miedo a acabar resultando
demasiado raro. Sin embargo no podía negar sus sentimientos.
—Mira
qué hermoso, podríamos usar esta habitación—al abrir la puerta
de una de las habitaciones de la laberíntica mansión se encontraron
con un patio interior, en el centro del cual había un gran cerezo
florecido iluminado por la luna con un aura casi fantasmagórica.
Sacaron
dos futones de un armario y los colocaron juntos cerca de la entrada
al patio donde pudieran ver bien el cerezo. Era extraño tener los
futones pegados. Cuando se metieron en ellos, vestidos como estaban,
era difícil moverse sin meterse en el futón del otro. Tanuma era
quien estaba más cerca de la entrada al patio, sin embargo apenas
observaba el cerezo, tan solo quería ver el apacible rostro de
Natsume.
—Buenas
noches Tanuma—le sonrió dulcemente.
—S-sí,
buenas noches—respondió nervioso.
Tanuma
no creía poder tranquilizarse para dormir. Pero cuando imaginaba no
poder alterarse más, Natsume deslizó la mano dentro de su futón y
la enredó con la suya. Tanuma pensó que entonces se daría cuenta
de cuán nervioso estaba, que incluso comenzaría a sudarle la mano.
Pero no fue así, pronto un profundo sueño cayó sobre él sin que
pudiera resistirlo y sus ojos se cerraron por sí solos. Aquella
noche no soñó nada, o al menos no recordaba haberlo hecho y tampoco
fue consciente del tiempo que pasó.
—Um...
¿Na-natsume?—al abrir los ojos y ver el techo de aquella
habitación recordó lo que había pasado.
—Buenos
días Tanuma—le sonrió el joven sentado a su lado—. O buenas
tardes, debería decir.
—¿Tardes?
¿Qué hora...? ¡Oh, ya es de noche!—exclamó al ver la luna que
seguía plena sobre el cerezo.
—No
te preocupes, podemos seguir aquí cuanto queramos—Natsume acarició
su rostro con la punta de los dedos—. Mira, tengo algo de dango,
¿qué te parece si nos lo comemos mientras paseamos por el jardín?
—Sí,
está bien.
Tras
encontrar al fin la salida, caminaron por el jardín mientras
saboreaban el delicioso dango multicolor. La luz de la luna iluminaba
su paso entre las variadas flores y arrancaba reflejos plateados de
los pequeños estanques. Caminando cerca uno del otro, sus ropas se
rozaban y tímidamente se cogieron de la mano, mirándose de reojo.
Los palillos del dango quedaron vacíos y juguetearon con ellos
nerviosos.
—Tanuma...—Natsume
apretó su mano y se quedaron quietos bajo uno de los frondosos
árboles.
—Mm...
Na-natsume...
El
joven se sentía fascinado por el pálido rostro más brillante que
la luna y los claros cabellos moviéndose ligeramente con la brisa.
Le miraba tan de cerca que incluso podía ver su reflejo en aquellos
ojos que le tenían hipnotizado y sus rosados labios le tentaban a
devorarlos. No pudo resistir más y juntaron sus ansiosas bocas. Sus
brazos rodearon el cuerpo del otro, juntándose aún más, y el beso
se volvió profundo, usando por primera vez sus lenguas inexpertas.
Puede que su técnica no fuera buena, pero había tanto deseo en
aquel beso que poco importaba. Solo se separaron cuando ambos
tuvieron que recuperar el aliento.
—Natsume...
yo... no sé...
Su
mente estaba confusa, no porque no entendiera sus sentimientos, sino
todo lo contrario. Sabía perfectamente lo que sentía en aquel
momento por su compañero y eso era lo más extraño, que de una
noche a otra sus sentimientos se tornaran de semejante modo y tan
claramente. Quizás era que siempre los había estado escondiendo en
su interior y había sido Natsume quien los había liberado.
—Está
bien, no tienes que pensar nada—le acalló con una sonrisa tierna—.
Podemos vivir esto tal y como lo sentimos, sin tener que darle un
nombre o pensar en los demás. Aquí estamos solos tú y yo.
—Natsume...—con
su corazón saltando feliz, Tanuma se abrazó a su compañero y allí
estuvieron durante un rato.
Tanuma
no se percató en ningún momento de que animal alguno, grande o
pequeño, habitaba aquel lugar; tampoco se dio cuenta de que ni luna
ni estrellas se movían por el firmamento, ni de que la brisa soplaba
siempre con la misma fuerza y dirección, rodeando la casa. Bajo la
feliz ignorancia, Tanuma siguió a su compañero al interior de la
casa y se encontraron con un festín igual, exactamente igual, al de
la noche anterior. Pero Tanuma no formuló pregunta siguiera en su
mente, sus pensamientos colapsaban con la esencia de Natsume. Tras el
banquete digno de un rey y sin apenas probar bocado por el
nerviosismo propio de los recién ennoviados, Natsume y Tanuma se
dirigieron a los baños por sugerencia del primero.
No
puede ser, no puede ser, ¡¡vamos a bañarnos juntos!! Antes no
habría pasado nada pero ahora... ahora nosotros... ahora yo...,
Tanuma estaba tan nervioso que no dejaba de ponerse en las peores
situaciones.
—¿Tanuma?
Vamos, el agua está caliente—su voz resonó en las paredes y el
suelo de piedra del baño.
Antes
de que se diera cuenta, Natsume estaba ya desnudo, apenas sosteniendo
frente a él una pequeña toalla blanca. Tanuma se quitó la ropa y
entró al gran baño. Sus dimensiones parecían más bien las de una
piscina y estaba iluminado por una gran fila de candiles sostenidos
en la pared. Se acercó a la zona de las duchas donde Natsume ya se
remojaba y, dejando la toalla en un reborde de la pared, comenzó a
echarse agua por encima. Cerraba fuertemente los ojos, no quería
mirar a Natsume, temía la reacción de su cuerpo. Tras limpiarse con
aquel aromático jabón, Tanuma esperó a que Natsume estuviera en la
bañera para entrar él. Eso había sido un error, en el camino hacia
la enorme bañera el rostro del joven se sonrojaba por momentos
mientras intentaba cubrir sus partes todo cuanto podía con las manos
mientras que la mirada de Natsume no era demasiado disimulada.
—El
agua está genial ¿no crees?—le preguntó Natsume rompiendo el
hielo.
—S-sí...
Es muy... agradable...—realmente era incapaz de apreciarlo, estaba
demasiado tenso.
—Tanuma...
¿no estás a gusto?—su compañero parecía preocupado por él y se
acercó un poco, acortando la distancia de dos metros que el otro
había dejado entre ellos.
—Ah-
Um... S-sí... Cla-claro...—ya era incapaz de controlar su propia
voz.
Natsume
se acercó un poco más a él y cuando rozó su brazo, Tanuma se
sobresaltó, agitando todo el agua a su alrededor.
—Oh...
¿Es por mí? ¿No estás cómodo conmigo?—preguntó con el rostro
entristecido.
—¿Eh?
¡N-no! No es eso... ¡en absoluto! Solo que... yo...
—Menos
mal—suspiró el joven—. Qué alivio, temía que te encontraras
mal a mi lado. Tanuma, siempre he querido ser cercano a ti y temía
que con esas cosas raras que he hecho me odiases.
El
corazón de Tanuma se conmovió y no pudo contenerse. Le estrechó
entre sus brazos olvidando toda la vergüenza, mientras susurraba su
nombre. Se miraron durante un instante y se besaron nuevamente. El
calor de sus cuerpos aumentaba aún más gracias al calor del agua
que les envolvía. Sin ser consciente de lo que hacía, las manos de
Tanuma acariciaron el pálido cuerpo de Natsume, recorriendo su
espalda y sus caderas. De pronto sintieron que algo chocaba en sus
entrepiernas. Ambos miembros estaban erectos y se frotaban entre
ellos mientras se levantaban.
—¡Ah!
L-l-lo-lo siento...—el aire apenas salía de su garganta y su
lengua temblaba.
—Está
bien Tanuma. Yo estoy igual así que no tienes que disculparte—sus
mejillas estaban ruborizadas y le miraba tímidamente.
—Q-q-qué
debería... hacer...—no sabía cómo salir de aquella situación.
Antes
de que pudiera hacer nada, Natsume le abrazó juntando sus cuerpos.
Sus miembros se frotaron y, tan solo con aquello, cada fibra de
Tanuma se estremeció.
—Solo...
solo alívialo—le pidió Natsume ocultando el rostro en su cuello.
Tanuma
no fue capaz de responder. Casi como si sus manos se movieran solas,
mientras rodeaba su cintura con una juntándolo a él, acariciaba con
la otra sus miembros juntos. Primero apenas con la punta de los dedos
titubeando, pero al escuchar los suaves suspiros que emitía su
compañero comenzó a frotarlos más vigorosamente. Uno rozaba contra
el otro, calentándose más que el agua. Los líquidos blanquecinos
comenzaron a manchar la limpia bañera y sus cuerpos se estremecían
abrazándose fuertemente. Estaban tan ansiosos los dos jóvenes que
no tardaron mucho en mezclar su simiente con el agua.
Ya
en la habitación, dispuestos a pasar otra noche en la intimidad de
la solitaria mansión sabiendo que si salían fuera las cosas se
volverían mucho más complicadas, usaron esta vez solo uno de los
futones que ni siquiera habían recogido. Era ilógico que se
hubieran vestido después del baño, pues sabían que no iban a durar
mucho más así. Natsume, poco más pequeño que Tanuma, se
acurrucaba en sus brazos mientras se besaban dulcemente, conociendo
al detalle la boca del otro. Sus cuerpos no bajaban de temperatura,
por el contrario comenzaban a transpirar y la ropa resultaba molesta.
Sin necesidad de decir nada, se quitaron ambos la parte superior
mientras echaban a un lado la colcha.
—Natsume...
¿hasta dónde puedo...?—no se atrevía a decirlo, ni siquiera a
pensarlo, pero lo ansiaba con todo su cuerpo.
—Hasta
el final, podemos llegar hasta el final—contestó el otro con una
pícara sonrisa.
El
corazón de Tanuma dio un salto en su pecho e inmediatamente la
lujuria se apoderó de él. Tumbó a Natsume boca arriba en el futón
y se colocó entre sus piernas. No sabía muy bien cómo hacerlo y
suponía que su técnica no sería ni mucho menos buena, así que
simplemente se dejó llevar por sus instintos. Lenta y cautamente,
por si el otro se echaba para atrás, comenzó a descender con suaves
besos por su cuello. Aquella deliciosa piel no distaba mucho del
color y la suavidad de los pétalos del cerezo que acompañaba su
noche y les observaba desde el patio. Cuando la cálida lengua se
deslizaba por su cuello y pecho, Natsume suspiraba con los ojos
entrecerrados mientras acariciaba los cabellos negros de su
compañero.
—Natsume...
eres muy hermoso—susurró contemplando su cuerpo bajo él iluminado
por la luna mientras, titubeante, le bajaba los pantalones donde ya
despertaba algo.
—Um...
No digas esas cosas, es vergonzoso...—se quejó sonrojado.
—Lo
siento, no he podido evitarlo—rió suavemente, algo más confiado.
Descendió
de nuevo sobre su cuerpo, jugueteó en su ombligo con la lengua
provocando que Natsume se agitara y siguió bajando por el ya desnudo
joven. El delicioso olor floral del jabón se había impregnado en
todo su cuerpo y resultaba embriagador en cada rincón. Tanuma
observó un instante el miembro erecto y se relamió los labios. Besó
la punta y lo lamió de arriba a abajo, acariciando el liso vello
púbico casi tan claro como su cabello. Los suspiros se convirtieron
poco a poco en gemidos y deleitaron los oídos de Tanuma, quien se
excitaba cada vez más. Su miembro estaba ya completamente erecto y
manchaba su ropa interior sin necesidad de haber sido tocado.
—No...
Tanuma... voy a venirme...—gemía abrumado, al sentir el interior
de la cálida boca rodeando su verga.
—Hnn...
Eg- Está bien, puedes hacerlo—contestó sacando el delgado miembro
de su boca al ver que no podía hablar, pero no tardó nada en volver
a introducirlo.
—Ah...
Pe-pero tú... tú no... ¡Nn! ¡Ah!
Ni
una palabra más pudo articular, con un agudo gemido derramó todo su
semen en la boca de su compañero, quien lo tragó gustoso a pesar
del extraño sabor.
—No
es justo... tú todavía no...
—¿Puedo
hacerlo en ti?—Tanuma bajó sus pantalones, su miembro estaba
completamente erecto y goteando.
—Oh...
Claro—contestó sonriente, alzando los brazos hacia él.
Tanuma
se inclinó y le abrazó. Mientras le besaba, sus dedos húmedos por
fluidos de ambos se deslizaron furtivos hasta su entrada. Tanteándola
primero, se atrevió al fin a meter uno de ellos. El cuerpo de
Natsume se agitó levemente y le abrazó más fuerte.
—Es
muy... estrecho... ¿estará bien?—preguntó dudoso.
—Sí...
No te preocupes, aunque duela un poco está bien, si es contigo está
bien—contestó con agitada respiración y con la mirada de un
animalillo indefenso.
—Natsume...
Natsume...—el joven se sentía tan fascinado que le costaba
reprimirse.
Antes
de que su interior se hubiera acostumbrado al primer dedo, ya había
introducido el segundo y pronto los sustituyó por algo mayor. No
pudo esperar a hacerlo lentamente y, para no hacerle sentir mal por
ello, Natsume contuvo sus gemidos de dolor todo cuanto pudo. En
apenas unos segundos la mitad del falo estaba disfrutando del
ardiente interior, pero era tan estrecho que todavía no podía
entrar más.
—In-increíble...
tú interior se siente increíble, Natsume...—jadeó con todo su
cuerpo temblando.
—Ah...
Me... me alegra que te guste...—rió suavemente mientras abría más
sus piernas.
—¿Puedo...
puedo moverme?—preguntó Tanuma sin poder resistir.
—Sí,
hazlo.
Y
sin esperar más, Tanuma movió sus caderas sacando el miembro hasta
dejar solo la punta dentro e introduciéndolo de nuevo, más profundo
cada vez. Las paredes le aprisionaban pero se sentía más libre poco
a poco, hasta poder embestir con comodidad hasta el fondo. Los
gemidos de Natsume llenaban la habitación, excitando aún más (si
eso era posible) a su compañero y perdiéndose en la noche.
El
tiempo no transcurría, la luna seguía en su cenit sobre el cerezo
en flor y allí continuó. En el fragor del sexo, Tanuma no era
consciente de los minutos o las horas que pasaban mientras sostenía
entre sus brazos a su anhelado amigo pero tampoco se preguntó por
qué no amanecía. En algún momento, cuanto estuvo exhausto, se
durmió abrazado a su amante.
Al
abrir de nuevo los ojos tras el largo sueño reparador, la luna
seguía en lo más alto, pero aquello no fue en lo que Tanuma se
fijó, sino en el ruborizado rostro del joven que le miraba tumbado
desnudo a su lado.
—Mm...
¿Te... te encuentras bien, Natsume?—le preguntó acariciando su
mejilla.
—Sí,
estoy muy bien, me siento muy bien—contestó con una suave voz.
Tanuma
se sentía en las nubes, no podía existir una situación más ideal
y la felicidad en su pecho no podía ser mayor.
De
pronto sintió como si sus dedos, posados sobre la blanca mejilla,
dejaran por un momento de tocarla aun sin haberlos apartado.
Imaginaciones suyas, pensó. Vibraciones comenzaron a recorrer el
suelo y cada vez se sintieron más intensas hasta que se convirtió
en un terremoto. Los escasos muebles temblaban moviéndose de su
sitio en incluso las vigas parecían estar a punto de derrumbarse.
Todo fue tan repentino que Tanuma era incapaz de reaccionar ante
aquella interrupción.
—¿Qué...
qué está pasando? ¿Un terremoto?—preguntó mirando a su
alrededor.
—¡Tanuma!—de
un salto Natsume se abrazó a él desesperado.
Confuso,
el joven correspondió al fuerte abrazo y quiso decirle que no se
preocupara, que él lo protegería, pero su cabeza comenzó a doler
terriblemente y las palabras quedaron ahogadas entre los quejidos que
intentaba contener. Quizás eran las sacudidas del terremoto o el
dolor inusual, pero por alguna razón creyó ver cómo Natsume se
desvanecía entre sus brazos como un fantasma. Y no solo era Natsume,
todo a su alrededor se retorcía y desaparecía como al despertar de
un sueño. Dejó de sentir todo aquello que le rodeaba, le parecía
estar cayendo como si el suelo también se hubiera desvanecido. Todo
se volvió negro y cuando abrió los ojos pensó, Menos
mal, debo haberme mareado, porque lo primero que vio
frente a su ojos fue el rostro de Natsume.
—Tanuma,
¡Tanuma! ¿Estás bien, cómo te encuentras?—le preguntó con
expresión muy preocupada.
—Estoy...
bien, tranquilo Natsume—contestó intentando dibujar una sonrisa en
su rostro a pesar de lo aturdido que estaba.
Queriendo
calmar también a su compañero, rodeó a Natsume con un brazo y
acarició su mejilla con la otra mano, acercando sus labios para
besarle.
—¡Waaaagh!—lo
que recibió no fue un dulce beso de Natsume, sino la contundencia de
su puño en plena barbilla.
—¿¡Qué
se supone que hacías!?—le preguntó apartándose varios metros de
él.
—S-solo
iba a... ¿Uh? Natsume... tu ropa... ¿por qué estás
vestido?—preguntó extrañado.
—¿Por
qué no iba a estarlo?
Tanuma
miró a su alrededor. La habitación no estaba, la mansión tampoco,
ni rastro de ella. ¿Se la había tragado el terremoto? Él mismo
también estaba vestido con su uniforme. Por la luz que veía entre
los árboles debía ser algo más de medio día y junto a ellos
también estaba Nyanko-sensei.
—Reacciona
mocoso, acabas de salir de una ilusión—le dijo el minino que se
acariciaba la panza tumbado contra un árbol como si acabara de comer
un gran banquete.
—¿Ilusión?
No... no, no, eso no es posible, aquello era real, lo sé, pude
sentirlo... ¡Natsume!—quiso levantarse y correr a su lado pero se
mareó y tuvo que seguir recostado contra el árbol.
—Tanuma,
no sé lo que soñarías pero todo era una ilusión creada por un
youkai. Llevas dos días desaparecido. Ayer no fuiste a la escuela y
como anoche no pasaste por casa, tu padre vino a ver qué había
pasado, te he estado buscando todo el día con Nyanko-sensei. Al
parecer ese demonio sumerge a sus víctimas en una ilusión mientras
se alimenta de ellas—explicaba Natsume mientras el otro le
escuchaba incrédulo—. Siento no haberte encontrado antes, supongo
que debe haber sido terrible para ti, pero ya ha pasado todo.
—Yo
no lo creo tanto—comentó Nyanko-sensei mientras se levantaba y se
ponía en marcha.
—¿Qué
quieres decir? Tanuma ha estado atrapado en una ilusión dos días, a
saber lo que ese youkai le ha mostrado—replicó acercándose al
joven para ayudarle a levantarse.
—Nada
malo seguramente. Ese youkai puede crear ilusiones pero no puede
forzar a sus víctimas a quedarse en ellas, si Tanuma hubiera querido
escapar lo habría hecho sin problemas. Por eso es que muestra a sus
víctimas sus más profundos deseos, para que no deseen huir.
¿Verdad, Tanuma?—bien poco le importaba a él, pero no estaba de
más fastidiarle un poco por haberle hecho recorrerse medio bosque en
su busca.
—Uh...
Tanuma, eso es...
—Lo
siento... siento haberos molestado de este modo... Ahora estoy
bien—ignoró sin tan siquiera tocarle la mano que le ofrecía
Natsume y se levantó por su cuenta.
Sin
atreverse a levantar la cabeza, Tanuma comenzó a caminar tras
Nyanko-sensei y Natsume tras ellos, sin decir nada más.
El
joven estaba más que aturdido, seguía sin poder creer que todo lo
que le había sucedido en aquellas noches fuera solo un sueño pero
tampoco podía ser de otro modo, algo tan fantástico como aquello
solo podía suceder en un cuento y no precisamente para niños. Aun
así no quería pensar que ya todo había terminado, que el profundo
amor y deseo se habían quedado solo en su mente. Dio vueltas a su
cabeza buscando el modo de que aquello fuera real pero no lo halló,
buscando después la forma de empezarlo de nuevo con el verdadero
Natsume pero lo dio por imposible y, por último, buscó la manera de
olvidarlo para no ser atormentado por aquellas irrepetibles noches...
pero eso tampoco era posible. Los falsos recuerdos se habían quedado
grabados en su memoria como si hubieran sido reales y no dejaban de
aparecerse en su mente en cualquier momento del día. Atormentaban
sus noches impidiéndole dormir por el calor y la excitación que
sacudían su cuerpo, y le avergonzaban por el día cuando su rostro
se sonrojaba en medio de una clase o su entrepierna se abultaba más
de lo debido.
¿Y
qué decir del verdadero Natsume? Seguirlo era ya impensable, hacía
de todo para no volver a verlo, para no cruzarse con él y mucho
menos hablarle. Si le veía llegar de lejos por un pasillo se metía
en la primera clase que encontraba aunque no fuera la suya, o bajaba
a saltos las escaleras o tomaba la ruta más larga a la escuela. Y
si, aun con todo eso, no podía evitar encontrarse con él, le era
completamente imposible mirarle a los ojos, se sentía la persona más
sucia por haberle hecho todo aquello en esa ilusión, sabiendo que,
como bien había dicho Nyanko-sensei, aquellos eran sus más
profundos deseos. Y aun así, sabiendo que no había nada bueno en
aquello y que su mente debía estar trastornada, Tanuma no podía
evitar amar a Natsume y desear tomarlo como ya lo había hecho en su
imaginación. Pero aun deseándolo con toda su alma, jamás se
atrevería a ello porque sabía que a cualquier mínimo intento
arruinaría lo poco que quedaba entre ellos. Si bien ya no podían
llamarse amigos y apenas compañeros, eso era mucho mejor que el odio
o el desprecio que Natsume pudiera sentir hacia su retorcida persona.
Continuará...
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