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Sexo, Muerte, Rock c10
Título: Sexo, Muerte, Rock
Categoría: Original
Género: Yaoi
Clasificación: +14 años
Advertencia: Lemon, Incesto, Violación
Capítulo: 10 de 14 Finalizado: No
Resumen: Sexo Muerte y Rock, las tres palabras que más le gustan al protagonista de esta historia
Un misterioso guitarrista llega a una nueva ciudad. Allí comienza a tocar en un bar de mala muerte donde se encuentra con joven muy inocente por el que empieza a sentir interes. Su jefe le manda hacer un trabajito especial que le dará problemas.
—Maldito sea, ese R lo ha enviado a propósito. ¡Me va a joder el plan! Gin es demasiado imprevisible, nunca sé que coño va a hacer. Si habla con Ryou lo estropeará todo. ¡¿Agh, qué demonios puedo hacer?!
El pelinegro caminaba por la calle con los puños apretados. Quería coger su moto y correr pero en ese estado no podía. Ni siquiera era capaz de pensar con claridad después del imprevisto asalto del peliplateado. Necesitaba tranquilizar su mente, lo haría con Sarah pero desgraciadamente, con las prisas, le había dejado en la habitación. En esos momentos solo le quedaba otra opción. Según los datos que le habían proporcionado, los hermanos Bineko tenían clases de idiomas en una academia dos días a la semana. El mayor entraba media hora antes que el pequeño y apenas faltaban quince minutos para ello. Tardó diez minutos en llegar a la academia. Los dos hermanos ya estaban esperando en la entrada. Cuando el moreno entró comenzó a caminar disimuladamente como si solo pasara por allí.
—Vaya, angelito, que sorpresa—le habló al oído sin que el rubio le hubiera visto.
—Ah! Argón. Ho-hola—estaba algo sobresaltado.
— ¿Qué haces aquí ángel?—acarició sus cabellos acercando el rostro.
—Em… etto… voy a esta academia—sus mejillas comenzaron a sonrojarse.
— ¿Y no vas a entrar?—acariciaba su rostro suavemente como si se tratara de una delicada escultura.
—A-aun me queda media hora—su respiración se aceleraba con la cercanía y las caricias de aquel hombre.
—En ese caso ¿Qué te parece si pasamos esta media hora juntos?—no le dejó contestar, le dio un tierno beso y aprovechando aquel estado de shock que creaba en el rubio, comenzó a caminar con él.
— ¿Puedo… hacerte una pregunta?—dijo el ojiaqua mirando al suelo, algo incómodo por el brazo que rodeaba su cintura pero a la vez era una buena sensación estar tan cerca de aquel hombre.
—Claro angelito, pregunta lo que quieras—el pelinegro le sonrió ¿Por qué lo hacía con tanta naturalidad? Era algo extraño en él y sin embargo con aquel rubio le resultaba sencillo.
— ¿De-de dónde viene? No sé nada de ti—preguntó no muy seguro.
— ¿Quieres conocerme mejor?—esa era buena señal.
—Em… bueno… so-solo si tú quieres contármelo.
—Será un placer—levantó su rostro con una mano y lo besó.
Le agradaba que quisiera saber más aunque no podía contarle la verdad prácticamente de nada. Por primera vez le disgustaba tener que mentir a alguien, pero no le quedaba otra opción.
— ¿Qué es lo primero que quieres saber?
— ¿De dónde vienes?
—De Londres—la primera mentira.
— ¿Y por qué estás aquí? ¿Tus padres trabajan aquí?
—No tengo padres. He venido acompañando a mi tutor—la segunda mentira.
—Oh! Lo siento, no quería…—el rubio sentía haber sacado ese tema.
—No te preocupes ángel, no pasa nada—lo acercó más a él mientras caminaban— ¿Qué más quieres saber?
— ¿Qué es lo que te gusta hacer?—ante la calidez del pelinegro el pequeño se sentía más confiado.
—Sobretodo tocar la guitarra, es mi pasión—una verdad incompleta también es una mentira.
—Tocas muy bien, me gusta mucho.
—Gracias, cuando toco en los bares lo hago para encontrar a gente como tú, que me atrae con un alma tan linda.
El rubio se sonrojó ¿Por qué se sentía así con él? El pelinegro los llevó a un bar donde no había casi nadie. Se sentaron en una mesa y pidieron unos refrescos.
— ¿Quieres preguntarme algo más?—rodeó el cuello del pequeño con un brazo y lo acercó a él hasta casi rozar sus labios.
—Em… ahora no se me ocurre nada—estaba temblando sabiendo lo que se acercaba.
—En ese caso ¿puedo pasar a algo más interesante no?
Lo besó de nuevo, esta vez más intensamente, poco a poco con más pasión. Acariciaba con una mano su rostro y sus cabellos mientras que la otra estaba en su cintura levantando peligrosamente el jersey. Con la punta de la lengua le acariciaba los labios y en cuanto el rubio le dio la oportunidad, la metió en su boca. Fue despacio para no asustarle, enredándose con su lengua y explorando la cálida y húmeda cavidad. Argón disfrutaba con los suaves gemidos que emitía inconscientemente el ojiaqua. Deslizando la mano bajo el jersey acarició su costado con la punta de los dedos provocando en el pequeño un escalofrío y un gemido algo mayor. Ryou no entendía aquello, esas sensaciones tan nuevas, tan cálidas, tan intensas ¿Por qué le gustaban tanto, por qué quería que siguieran? Acarició con una mano algo temblorosa los cabellos negros y la piel de porcelana.
—Ejem!—les llamó la atención el camarero tras la barra—este no es un sitio para esas cosas. Así que les pido que vayan a otro lugar para eso.
Argón dejó de besar al pequeño y miró al camarero con furia. Sus ojos comenzaban a brillar rojos lo que le hicieron parecer demoniaco ante el camarero, quien retrocedió y chocó con los vasos tras él. Un par de ellos cayeron al suelo y el estruendo hizo despertar al rubio de su dulce sueño. Al verlo Argón se frenó, en cualquier otra situación habría destrozado a aquel insignificante hombre pero no podía mostrarle ese lado suyo a Ryou.
—Vámonos de aquí angelito—le dijo levantándole de la silla.
—Ah, em… sí—estaba algo confuso, no sabía si tenía que agradecérselo al camarero u odiarle por haber frenado a Argón.
—Es una lástima que nos hayan interrumpido—dijo el pelinegro ya fuera del bar— ¿O querías que lo hiciera?
—¿Eh? Yo… etto…
—Si voy demasiado rápido solo dímelo, no quiero que te sientas mal—acarició su rostro y besó dulcemente su mejilla sonrojada.
Cuando se apartó, Ryou se adelantó hacia él y le dio un fugaz beso en los labios como si un niño diera un beso prohibido, dejando al pelinegro muy sorprendido. Enseguida agachó la cabeza, aun más sonrojado que antes, y se agarró las manos nerviosamente.
—Yo… no… no me siento mal, me-me gusta, solo que… bueno, es mi primera vez y me siento… extraño.
—Entonces haré que te sientas bien—le abrazó tiernamente acariciando sus rizados cabellos y apretándolo contra su cuerpo protectoramente.
El rubio se agarró al jersey juntándose más a él y enterró el rostro en su pecho, agradecido por aquel contacto. Era tan cálido el cuerpo de aquel hombre, con unas formas tan perfectas. Su corazón latía rápido al contrario que el de Argón, que podía oír calmado.
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—Así que era eso. No me digas, mi querido Argón, que te has enamorado de ese estúpido mocoso—decía para si mismo el peliplateado—espero que solo estés actuando, si no tendré que tomar medidas.
Gin observaba a los dos jóvenes desde el asiento de su coche a una distancia suficiente para que Argón no lo descubriera.
“—Estúpido Argón, ¿acaso cree que un mocoso como ese puede satisfacerle como lo hago yo? No puedo permitir esto, pero si me involucro directamente con el crío ese Argón me matará. No me queda de otra que manipular a alguien más para que los separe ¿tendrá algún hermano o tal vez los padres?"
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