Título: Deep Love Sea
Fandom: Sobrenatural (Supernatural) Pareja: Dean Winchester x OC
Autor: KiraH69
Género: Slash
Clasificación: +18 Advertencias: Lemon, Tragedia, Violencia
Capítulos: 2 (1 de 2)
Resumen: Los hermanos Winchester acuden a un nuevo caso en California, alguna criatura está devorando humanos junto al mar. Dean tiene el presentimiento de que ya sabe qué criatura es y está deseando confirmarlo.
Capítulo 1
—¿Hacia dónde vamos?—preguntó Dean, arrancando el Impala.
—A California—respondió Sam, mientras tecleaba en su portátil.
—¿En serio? ¿Y podemos pasar por Las Vegas?—rió Dean.
—No creo que tengamos tiempo. Alguna criatura está… devorando
humanos en la costa de Santa Cruz.
—¿Devorando? ¿Podría ser un hombre lobo?
—Claro, si ahora les ha dado por vivir en el agua.
—¿En el agua?—miró las imágenes que aparecían en la pantalla del
ordenador.
—¡Dean, cuidado!
Con un chirrido de ruedas, Dean enderezó el volante, habían estado
a punto de chocar contra otro coche.
—¿Te importaría no matarnos antes de llegar? En el agua, sí, eso
es lo que dicen los testigos. Una criatura surge del agua, se lanza sobre una
persona que va caminando por la costa, devora unos cuantos trozos suyos y
regresa al agua. Siempre por la noche.
—¿Hay alguna descripción de la criatura?
—Pues sí, es sorprendente que haya tantos testigos. La forma del
cuerpo es humana, pero el tono de su piel es más claro, aunque el color varía
de una descripción a otra; tiene algas en la cabeza, garras como un reptil… y
una aleta en la espalda.
—¿A cuántas personas ha matado?
—A tres, por ahora. Nadie al que haya atacado ha sobrevivido. Y
puede que sea más de una criatura, en uno de los ataques dicen que vieron a
dos. Por supuesto, las autoridades lo niegan todo, pero tampoco dan otra
explicación. Me pregunto si será algún duende del agua o algo así.
—Hmm.
Sam miró de reojo a su hermano con el ceño fruncido ante la
respuesta tan escueta, pero tan solo sacudió la cabeza suspirando y volvió la
atención a su ordenador. Había incluso una foto de la supuesta criatura, pero
bien podría ser uno de tantos montajes. Tan solo se distinguía una silueta
humanoide con una aleta dorsal y lo que parecían unas garras membranosas. Según
los periódicos y blogs, tenía tan aterrorizada a la ciudad que la gente ya no
se acercaba a la playa ni al paseo marítimo por la noche. Aquello resultaba
extremo en una ciudad conocida como la «ciudad del surf», popular sobre todo
por sus playas.
—Creo que acabamos de batir un récord, ¿a qué venían las prisas?—preguntó
Sam tras registrarse en el motel y subir a la habitación.
Dean había conducido al límite de velocidad, sobrepasándolo en muchas
ocasiones y no se había detenido. Llegaron casi una hora antes de lo que Sam
había calculado.
—Esas criaturas atacan de noche, ¿no? Mejor llegar mientras aún es
de día.
—Cierto, tenemos tiempo de ir a ver al forense.
Esperó algún comentario de su hermano, pidiendo ir primero a la
playa a ver chicas en bikini, pero por primera vez parecía concentrado en el
trabajo. Se pusieron los trajes y cogieron las placas del FBI. Se dirigieron a
la Oficina del Sheriff de Santa Cruz, en la esquina de la Avenida Soquel con
Chanticleer.
—Soy el agente Richard Kaufman y él es el agente Aaron Graham—se
presentó Sam, mostrando ambos sus placas—. Hemos venido por esos ataques que
han estado ocurriendo en la costa—le comentó al sheriff.
—Agentes, agradezco que hayan venido, pero no necesitamos su
ayuda, está bajo control—les dijo el hombre de escaso pelo y trajeado, que más
parecía un político que un agente de la ley, con el ceño fruncido y malos
humos.
—Bien, nos alegramos de que sea así, pero, ya sabe, tenemos que
rellenar informes. Nos iremos enseguida, ¿podríamos ver antes los cuerpos?
—Hmm… Está bien, claro. Bill, acompaña a los agentes al depósito.
—Sí, señor.
—Se lo agradecemos—sonrió Sam.
Un chico joven, bajo y delgaducho, un novato, acompañó a los
hermanos fuera del edificio. Cruzaron el aparcamiento y entraron en otro
edificio individual de una sola planta con las paredes exteriores repletas de
plantas. Dentro, las instalaciones eran mucho más amplias y luminosas de lo que
estaban acostumbrados a ver, se notaba que era la costa oeste.
—Agentes, ¿en qué puedo ayudarles?—les preguntó un hombre alto y
canoso nada más verles, sin que tuvieran siquiera que mostrar sus placas.
—Querríamos ver los cuerpos de las personas que han sido atacadas
en la costa estas tres últimas noches.
—Sí, esperaba que alguien viniera, este caso le viene grande a la
policía de aquí—les indicó que le siguieran.
—¿Por qué cree eso?—preguntó Sam.
—Bueno, llevo muchos años realizando autopsias, incluso de ataques
de tiburones y casos con asesinos en serie muy violentos, pero esto es lo más
brutal que he visto nunca.
El calor californiano desapareció en cuanto entraron en la morgue.
El forense abrió una de las neveras y sacó la bandeja deslizante con el cuerpo
sobre ella. Apartó la sábana blanca que lo cubría y ambos «agentes» tragaron
saliva al verlo.
—Este ha sido el último, Gregory Silter, de cuarenta y dos años.
Como ven, es un hombre de una fuerza física considerable, para reducirlo se
necesitaría más de un hombre y, sin embargo, no hay ninguna señal de lucha, ni
tampoco se ha encontrado ninguna clase de químico en su cuerpo con el que
pudieran haberle dormido o debilitado.
—Perdone, ¿que no hay señales de lucha?—preguntó Sam mirándole
escéptico.
—No, todo lo que ven no fue causado por ninguna pelea. Verán, sin
que el señor Silter pudiera pelear, primero atacó al cuello, seccionando…
arrancando junto al pedazo de carne también la carótida. Mientras el señor
Silter se desangraba, el atacante comenzó a arrancar pedazos de otras partes de
su cuerpo, centrándose sobre todo en el vientre y los órganos internos, aunque
sin tocar los intestinos. El hígado ha desaparecido casi por completo, uno de
los riñones también y el otro está por la mitad, arrancó parte de los pulmones
y del corazón no hay ni rastro.
—Dice «arrancar», pero… ¿podrían ser mordiscos?
—Humanos no, al menos. Es cierto que hay marcas de dientes, pero
no son de ningún felino grande ni de perro… Si no fuera imposible diría que se
parecen más a los de un tiburón, muy pequeño ya que el diámetro de la supuesta
mordedura no es mucho mayor que el de una mordedura humana. Además, la parrilla
costal estaba intacta, lo que quiere decir que para sacar el corazón tuvo que
haber introducido la pata o lo que sea por dentro de él y sacarlo. Los pulmones
también están arrancados, no mordidos, a diferencia del resto. Pero hay otra
razón por la que creo que no es el ataque de ningún animal. Fíjense en esto—señaló
el hombro de la víctima—. El atacante sujetó al señor Silter por el hombro
mientras le… devoraba, seguramente para mantenerlo inmóvil. Si se fijan, en la
parte frontal hay una sola marca de uña, mientras que en la posterior hay
cuatro.
—Tenía pulgar—comentó Sam.
—Exactamente. Sin embargo, la marca de la uña no es humana, es más
gruesa y se hundió un par de centímetros en la carne. Eso no lo hace una uña
humana.
—Se está contradiciendo doctor, si no es el ataque de ningún
animal, pero tampoco es humano, ¿qué es?—por supuesto, él lo imaginaba, pero
quería conocer la opinión del doctor.
—Bueno… Yo creo que es un hombre, pero intenta engañarnos con
alguna clase de disfraz. No es difícil, y menos hoy en día, fabricarse un
guante con algún tipo de garras de este tipo para atravesar la carne, y quizás
alguna clase de aparato con colmillos alrededor para simular el efecto de un
mordisco. A mí me parece que no es más que un psicópata con ganas de llamar la
atención.
—Ya veo… ¿El resto de las víctimas están en las mismas
condiciones?
—Las mismas o peores. La chica de anteanoche quedó casi vacía.
—De acuerdo, muchas gracias por su tiempo.
—A ustedes, agentes. Espero que cojan pronto a ese loco y la gente
vuelva a salir a pasear por la noche.
—Haremos todo lo que esté en nuestra mano.
Salieron del edificio, con el sol ocultándose ya por el horizonte,
y recorrieron el aparcamiento hasta dejar el recinto y regresar a su coche.
—No has abierto la boca, ¿qué te pasa?—le preguntó Sam a su
hermano.
—Nada. Vamos a la costa, ya se está haciendo de noche.
—Deberíamos investigar primero qué puede ser.
—No hay tiempo, no podemos dejar que ataque a nadie esta noche—Dean
puso en marcha el coche y bajó hacia la playa por la Avenida Chanticleer. Si
hoy no podemos cazarlo, tenemos todo el día de mañana para buscar información.
—Está bien. No tengo ni idea de qué puede ser, ese ataque es
brutal, como un animal salvaje. Su única intención es devorarlos. Se ha
centrado sobre todo en los órganos internos, tal vez eso sea importante.
Corazón, riñones, hígado, pulmones…
Sentía que estaba hablando solo, Dean no parecía siquiera
escucharle así que suspiró y dejó de hablar. Se comportaba de forma extraña
desde hacía rato, pero no parecía tener intención de contarle porqué.
Enseguida llegaron a la costa. Las calles aún seguían ajetreadas
en el interior de la ciudad, pero según se acercaban a la playa había cada vez
menos gente, hasta que en el paseo marítimo ya no había ni un alma.
—La costa es demasiado larga, no podremos vigilarla toda—comentó
Sam, observando por la ventanilla las calles vacías.
—Iremos al faro, desde allí podremos ver la mayor parte.
Aparcaron el coche junto a la entrada del muelle y siguieron el
camino hasta el faro. Soplaba una brisa suave en una noche cálida, perfecto
para un paseo, para divertirse en el parque de atracciones junto a la playa o
para tomar algo en las terrazas de los bares a orillas del mar, pero no había
nadie. Miraban a un lado y a otro, pistola en mano por si esa criatura
aparecía. Ellos eran los únicos cerca de la costa, convirtiéndose así en el
cebo perfecto. Entre la espuma de las olas que chocaban contra las rocas que
rodeaban el faro creían distinguir sombras, pero no eran más que engaños del
agua.
Sam miró, tal vez por instinto, hacia su hermano, unos metros más
cerca del faro. Más allá, al borde de las rocas, vio a la criatura surgida
directamente del agua. Alzó la pistola, pero no podía disparar con su hermano
justo en medio.
—¡Dean, cuidado!—gritó.
Dean se giró y apuntó, pero no sonó ningún disparo.
—¡Dean!
—¡No dispares, Sam!—le pidió, levantando una mano.
Bajó la pistola y la guardó. La criatura comenzó a avanzar hacia
él al mismo tiempo que Dean también se acercaba a ella, muy lentamente.
—¡¿Dean, qué estás haciendo?!—no podía creerlo, ¿por qué no le
disparaba?
—¡Sam! ¡No. Dispares!—le dijo alto y claro.
Estaban tan solo a medio metro, observándose. Dean contemplaba
tranquilo, aunque con su corazón acelerado, los ojos rosas que le miraban,
grandes y brillantes, pero casi humanos. La criatura sonreía, apenas con la
comisura de los labios, pero Dean sabía que sonreía. Su piel lavanda, húmeda,
brillaba con la luna y los cabellos caían alrededor de su rostro hasta los
hombros, verde-azulados.
—Esperaba que estuvieras aquí—dijo Dean. Un «hola, ¿qué tal?», un «cuánto
tiempo» no eran apropiados, solo podía ser sincero.
—Esperaba que vinieras—respondió la criatura, y su dulce voz
pareció estar bajo el agua, con unos extraños ecos como en una caverna.
Volvieron a quedarse en silencio, mirándose sin necesidad de decir
nada. Finalmente, Dean sonrió, hasta casi echarse a reír, y le abrazó. La
criatura se quedó sorprendida, pero enseguida correspondió al abrazo, hundiendo
el rostro en su cuello.
—¡Nh!—la criatura emitió un gemido sobresaltada.
—¿Qué?—Dean se apartó confuso—. ¿Qué es esto?
Dean tocó unas algas que cubrían la piel en el costado izquierdo
de la criatura.
—No lo quites, es un vendaje—le dijo presionándolo suavemente para
que no se despegara.
—¿Te han herido?—le preguntó preocupado.
—Está bien, en un rato habrá desaparecido.
—¡Dean!—le llamó Sam, acercándose a ellos aún con el arma
preparada—. ¿Qué está pasando aquí? ¿Este es el monstruo que ha matado a esas
personas?
—¿Qué? ¡No! Joder, no—sacudió la cabeza frunciendo el ceño—. Mira,
Sam, te presento a Gyobi. Es un nunmyo, vamos, una sirena.
—¿Es tu hermano?—preguntó la criatura—. Oh, encantado de
conocerte, Sam. Dean me habló mucho de ti.
Con una sonrisa, sin mostrar sus dientes, le tendió la mano para
saludarle. Su rostro, a pesar de parecer casi extraterrestre, tenía una expresión
dulce y amable. Sin embargo, Sam le miraba desconfiado y miraba desconfiado su
mano, con membranas entre sus largos dedos, con uñas grises afiladas pero
cortas. Miró a su hermano y Dean le respondió asintiendo con la cabeza.
Finalmente Sam le tendió la mano, pero en lugar de agarrar su mano, Gyobi le
agarró por el antebrazo suavemente. Sam aceptó el saludo sin dejar de estar
alerta.
—A mí me parece que sí puede haber sido la criatura que mató a
esas personas—dijo Sam.
—Te he dicho que no ha sido él, sino otros de su… especie.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque le conozco—le dijo tajante—. Gyo, ¿cómo han podido
herirte? Deberías poder espantar a unos mocosos sin despeinarte.
Sam se sorprendió por la preocupación que veía en el rostro de su
hermano.
—Esta vez es diferente. No son unos críos y no son solo tres o
cuatro.
—¿Cuántos son?—preguntó Sam.
—Once, y yo no puedo con todos. Mientras me enfrento a unos, los
otros aprovechan para atacar humanos.
—Dean, ¿puedes venir un momento? Tenemos que hablar.
Reticente, siguió a su hermano alejándose unos cuantos pasos de la
criatura.
—Oye, ¿sabes que estás hablando con un monstruo? ¡Hasta le diste
un abrazo!—intentaba susurrar pero estaba poniéndose de los nervios.
—¿Y tú sabes que puede oírte? Tiene muy buen oído—le dijo con una
sonrisa burlona.
Sam miró a Gyobi y este asintió con la cabeza. El nunmyo se acercó
a ellos sin borrar la amable sonrisa de su rostro.
—Sam, no soy un monstruo como los que vosotros cazáis. La sal y la
plata son tan útiles contra mí como lo son contra un humano corriente y
clavarme una estaca funcionará tan bien como funcionaría en cualquier animal—le
explicó con tranquilidad, con un verdadero deseo de que entendiera—. La luz del
sol puede hacerme daño; pero no me convertirá en cenizas, solo me quemará la
piel porque nosotros vivimos en las profundidades oscuras y no tenemos
protección contra ella.
—Eso no cambia que seas un monstruo.
—Nosotros nacemos, nos alimentamos, crecemos, nos reproducimos y
morimos. Somos animales como lo son los humanos, como las ballenas o los
tiburones. Que mi aspecto te parezca monstruoso no nos convierte en monstruos.
—Os alimentáis de humanos.
—No están en nuestra dieta habitual. Podemos alimentarnos de
vosotros como de cualquier otro animal, pero como norma en nuestra sociedad no
está permitido venir a cazar humanos, por nuestro propio bien. Pero ahora…—agachó
la cabeza, juntando las manos frente a su pecho.
—¿Qué está pasando?—le preguntó Dean, apoyando una mano sobre su
hombro.
—Sabemos que se acerca el Apocalipsis. Algunos piensan que si los
humanos van a desaparecer, si los demonios van a alimentarse de ellos, ¿por qué
no hacerlos nosotros también?
—Aunque os descubran ya no quedará nadie que os persiga—añadió
Dean.
—Exacto. La mayoría prefiere no meterse en esto, pero, siendo yo
el único con intención de detenerlos, once ya son demasiados.
Se oyó un fuerte golpe de las olas contra las rocas. Los hermanos
vislumbraron un destello en los ojos de Gyobi y, de repente, desapareció de su
vista. Se giraron y le vieron justo en el momento en que se lanzaba sobre otro
nunmyo.
—¡¡Gyo!!—gritó Dean.
Las dos criaturas se enzarzaron en una pelea. Sam era incapaz de
distinguir cuál de las dos era Gyobi, ambos tenían los mismos cabellos, la
misma brillante piel lavanda y casi la misma complexión. Se revolcaban por el
suelo y se golpeaban de forma no muy diferente a como lo harían dos humanos.
Uno de ellos dominaba claramente sobre el otro, inmovilizándolo contra el
suelo. Era Gyobi, Dean lo reconocía claramente y sabía lo fuerte que era.
—¡Cuidado!—Sam apuntó con su pistola a la nueva criatura que
surgió del agua, detrás de ellos.
El nunmyo esquivó el disparo y se lanzó sobre los hermanos al
tiempo que otro más aparecía a su lado. Cuando los vio, Gyobi lanzó de una patada
al nunmyo contra el que luchaba de vuelta al agua. En un instante se abalanzó
sobre las nuevas criaturas que atacaban a los cazadores, derribando a ambos de
una embestida. Se puso en pie de espalda a los hermanos con los brazos
estirados de forma protectora y gritó. Fue el grito de una bestia, similar al
graznido de un gran pájaro con los ecos del agua en él. Las dos criaturas
retrocedieron. En sus rostros se podía distinguir la ira mezclada con el miedo.
Otro furioso grito más y los dos nunmyos saltaron al agua. Gyobi miró a su
alrededor, asegurándose de que ninguno más se ocultaba entre las olas.
—¡Gyo!—le llamó Dean, acercándose a él.
—¿Estáis bien?—les preguntó volviéndose hacia ellos.
—Gyo… te han herido—le agarró por los hombros y observó el arañazo
que sangraba en su clavícula.
Gyobi lo miró sorprendido, ni siquiera se había dado cuenta.
—Es… está bien, solo es un rasguño, no pasa nada. ¿Vosotros estáis
bien?
Pero Dean no parecía escucharle, solo le miraba preocupado.
Acarició su mejilla y el corazón de Gyobi latió con fuerza. Apretó los labios,
agachando la mirada.
—Dea-... Mn—el cazador le acalló con un beso.
Gyobi se estremeció y se aferró a su chaqueta. Sus piernas
temblaron. Su corazón latía acelerado como no lo hacía en ninguna otra situación.
Desde que le había visto- no, desde que había llegado a la costa persiguiendo a
sus compañeros, había anhelado aquello. Tanto como Dean.
—Nunca pensé que te vería herido—susurró, aún rozando sus labios.
—Lo siento.
—¡No te disculpes! No dejaré que vuelvan a hacerte daño—dijo
decidido.
—¡Dean! ¡¿Qué coño estás haciendo?!
—Mierda…—se volvió hacia Sam, rascándose la cabeza—. Verás Sam,
esto es un poco complicado así que te lo explicaré en otro momento, ahora
deberíamos-
—De eso nada. ¿Estabas... besándote con un monstruo?—aún no podía
creer lo que había visto.
—Ya te he dicho que no es un monstruo, es otra especie.
—¡Ese no es el asunto! ¿Por- por qué le brilla la cara?—Sam no
pudo evitar fijarse en cómo las mejillas de Gyobi comenzaban a iluminarse con
un suave resplandor.
—Ah, eso—Dean rió, mirándole de reojo—. Se está sonrojando. Es un
poco tímido.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque le hice sonrojar muchas veces—respondió orgulloso. Sam se
quedó con la boca abierta. No creía lo que estaba imaginando—. Ya te he dicho
que es complicado de explicar así que, ¿qué tal si nos centramos en evitar que
maten a otra persona esta noche?
—Voy a regresar al agua, os avisaré si sucede algo.
—Espera, no, no puedes regresar, no voy a dejar que te ataquen de
nuevo—le agarró por ambos brazos con rostro serio y decidido, pero cuando Gyobi
sonrió inclinando la cabeza a un lado, se dio cuenta de la estupidez que estaba
diciendo. ¿Cómo iba a impedirle regresar? Ni siquiera podía permanecer mucho
más tiempo fuera del agua sobre dos piernas—. Está bien, pero ten cuidado. Nos
reuniremos aquí antes del amanecer.
—Prometido.
Antes de soltarlo, Dean le dio un rápido beso y se quedó allí de
pie viendo cómo Gyobi se acercaba a las rocas y daba un largo salto hasta
hundirse de cabeza en el oscuro océano.
—Sus… sus piernas…—Sam no estaba seguro de lo que había visto y no
dejaba de observar el lugar en el que la criatura había desaparecido.
—Te lo dije, es una sirena—y, como tal, sus piernas se habían
transformado en el mismo salto en una cola para ser solo una aleta lo que
desaparecía en el agua—. Será mejor que nos separemos, yo iré al paseo del
parque de atracciones.
Aprovechó el estupor de su hermano para alejarse de allí antes de
que reaccionara y comenzara a hacerle más preguntas.
Recorrieron arriba y abajo la costa de la ciudad. Apenas vieron a
nadie, tan solo algunas personas volviendo a sus casas, a toda prisa. Los
únicos sospechosos allí eran ellos mismos y tenían que esconderse de la policía
cuando aparecía. Al volver de su paseo por el parque de atracciones vacío, Dean
vio la silueta de una criatura surgir del agua cerca de las rocas del faro.
Durante un instante se preparó para pelear, pero enseguida lo reconoció. Subió
por el camino a toda prisa, encontrándose con su hermano que también lo había
visto, y se reunieron en el faro con Gyobi.
—¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?—le preguntó Dean preocupado.
—No ha pasado nada. Se han retirado para discutir qué hacer. Hoy
no atacarán—respondió tranquilizándole.
—¿Cómo estás tan seguro?—preguntó Sam, intentando entrar en su
círculo.
—Les he oído.
—¿Y si mienten?
—No, eso no va así—intervino Dean—. Ellos no mienten, no son como
nosotros.
—¿A sí? Dime una cosa, Gyobi, ¿alguna vez has comido carne humana?
Gyobi se quedó sorprendido por la pregunta, pero antes de que Dean
pudiera evitarlo, asintió con la cabeza.
—Sam, esto no importa ahora.
—¿Tú lo sabías?
—Sí, lo sabía, pero fue hace mucho y… Déjalo, te aseguro que Gyobi
está aquí para proteger a los humanos no para comérselos—no quería tener que explicarlo
todo en ese momento. Volvió su atención a Gyobi—. Entonces, si no van a atacar
hoy, ¿podemos ir al motel?
—Sí, deberíais ir y prepararos para mañana.
—De «deberíais» nada, tú vienes también.
—¿Dean?—le llamó su hermano sorprendido.
Gyobi también estaba sorprendido y observaba a Dean con los ojos
muy abiertos. Le sonreía, una sonrisa pícara que conocía, y sus mejillas se
iluminaron levemente. Agachó la cabeza frotándose las manos inquieto.
—¿Entonces vienes?—acarició su caliente mejilla con los dedos.
Gyobi asintió. Simplemente no podía negarse, ni quería. Dean se
quitó la chaqueta y le rodeó los hombros con ella.
—Vamos, démonos prisa.
—¿Dean, de verdad vamos a llevarlo al motel?—preguntó Sam yendo
tras ellos.
—Si queremos detener a esos nunmyos tenemos que contar con su
ayuda.
—¿Seguro que es por eso?
—No, pero también es una buena excusa.
—¿Y cómo vamos a entrar con él en el motel? Me parece que llama
bastante la atención.
—Venga ya, hemos hecho cosas mucho más difíciles.
Abrió la puerta del coche para que Gyobi entrara en el asiento de
atrás y le cubrió con una manta que sacó del maletero.
No tardaron mucho en llegar al motel. Dean entró primero y se puso
frente al mostrador.
—Buenas noches—saludó el recepcionista.
—¡Buenas! Oiga… mi hermano ha encontrado una chica, ya sabe, en
una fiesta de disfraces. Y, para una vez que pilla el pobre, no me apetece
dormir con ellos en la misma habitación, ¿le importaría darme otra habitación?
—Por supuesto, no hay ningún problema—respondió sonriente,
encantado por cobrar otra habitación.
—Que tenga una buena bañera si es posible—añadió Dean.
Mientras el recepcionista anotaba la habitación y le daba la
llave, Sam entró rápidamente con Gyobi, cubierto con la manta sobre los hombros
y con la cabeza gacha, y subieron las escaleras. Dean subió detrás de ellos,
jugando con la llave en la mano.
—Esperad, vamos a esta—les dijo abriendo una habitación en el lado
opuesto.
—¿Por qué ahí?
—Porque esta tiene bañera. ¿Lo ves? Lo conseguimos sin problemas—dijo
orgulloso, entrando en la habitación.
—Genial—respondió Sam algo molesto—. ¿Hablamos ahora de cómo
acabar con esas criaturas?
—¿Te importa ser un poco más delicado? Se trata de su familia—le
advirtió, viendo la expresión decaída de Gyobi, que no decía nada.
—Se trata de unos monstruos que devoran humanos.
—¡No son monstruos, son otra especie!
—¡¿Qué más da?!
—Por favor—la voz de Gyobi resonó por encima de las suyas con el
eco de una caverna—. No es necesario que discutáis por eso. Sam tiene razón,
hay que detenerlos.
Dean suspiró y les dio la espalda. Era normal que su hermano no
entendiera aquello, él tampoco lo habría hecho de ser al contrario.
—Está bien, ¿alguna idea de qué podemos hacer?
—¿Cómo se les mata?
—¡Sam!
—Como matarías a cualquier humano. Nos curamos algo más rápido,
pero nuestra anatomía no es muy diferente.
—Salvo que puedes transformar tus piernas en una cola.
—En todo caso sería al revés; mis piernas no son como las
vuestras, puedo modificar los músculos y huesos de mi cola para que tomen la
forma de piernas humanas. Sin embargo, lo importante –el corazón, los órganos
internos, el cerebro– todo está en el mismo lugar y tienen unas funciones
iguales o muy similares a las humanas.
—¿Así que basta con que les dispare en el corazón o en la cabeza?
—Exactamente.
—¡Sam, espera! Estás hablando de matar a sus hermanos, antes de
eso tendríamos que buscar otras maneras…
—¿En serio quieres dejar vivir a unos monstruos?
—¡No son-!—Dean apretó los dientes y respiró hondo intentando
calmarse—. Dejemos esto por ahora, mañana hablaremos de ello. Ahora vete a la
otra habitación.
—¿Piensas quedarte a solas con él?—preguntó sorprendido mientras
era empujado hacia la entrada.
—Y no me esperes despierto—Dean le cerró la puerta en las narices.
—Dean…—Gyobi le miraba preocupado.
—Lo sé, lo sé, pero no puedo soportar que hable así. No entiende
lo que sufres con esto.
—No puedes culparle, tú tampoco lo entendiste al principio.
—Ni siquiera se da cuenta de que no eres un monstruo.
—Para él lo soy, mi apariencia es igual a la de los monstruos que
cazáis.
Dean rió sacudiendo la cabeza.
—¿Bromeas?—sostuvo su rostro con ambas manos, acariciando la suave
piel de sus mejillas, y sonriendo mientras miraba sus brillantes ojos rosas—.
Yo nunca me he encontrado con un monstruo tan lindo.
Gyobi se puso tenso y agachó la cabeza. Sus mejillas comenzaron a
iluminarse levemente. A Dean le encantaba aquella expresión.
—¿Tienes sed?—le preguntó, besando su frente.
La criatura asintió y Dean le acompañó al baño. Abrió el grifo de
la ducha y Gyobi entró de inmediato en la bañera, poniéndose bajo el chorro de
agua. Se sintió refrescado y casi gimió de gusto. Su piel se estaba secando a
cada segundo que pasaba fuera del mar, pero ahora estaba de nuevo
agradablemente húmeda. Las agallas a ambos lados de su cuello se abrieron,
dejando pasar el agua a través de ellas y absorbiendo el oxígeno. Lo hacía
igualmente con sus pulmones, pero aquello era mucho más natural.
Miró de reojo al humano mientras este se quitaba la ropa. Le
gustaba aquella piel morena, recubierta de vello (del que él carecía) y los
músculos que se marcaban y denotaban su fuerza. Sin duda, sabía que él era
mucho más fuerte que cualquier humano, pero en su especie la fuerza no
resultaba de unos músculos prominentes así que sus extremidades eran bastante
delgadas. El pecho de Dean era amplio, con unos hombros anchos, y recordaba lo
que era ser abrazado por él. Firmeza. Una sensación que no conocía entre los de
su especie. La aleta encogida en su espalda se sacudió ligeramente cuando vio caer
los pantalones. Ahí estaba la otra parte que le gustaba.
Dean entró en la bañera y se colocó tras él, oliendo el agua de
mar en su pelo, que caía ondulado hasta por debajo de los hombros. Fue Gyobi
quien, impaciente, dio un paso atrás y rozó sus cuerpos. Suspiró al sentir el
calor de la piel humana, con los brazos de Dean rodeando su torso.
Deslizó las manos por su vientre muy lentamente, descendiendo
hacia su imberbe pubis con una mano mientras subía por su pecho con la otra.
Sentía el suave cuerpo estremecerse de pies a cabeza en sus brazos.
—Muchas veces he temido que esta sensación solo hubiera sido una
alucinación, que algún monstruo me hubiera hecho soñar todo aquello—le susurró
al oído, mordiendo la puntiaguda oreja.
—¿Y era un buen sueño o una pesadilla?—no podía evitar que en su
rostro apareciera una sonrisa que mostraba en parte sus pequeños y afilados
dientes triangulares como los de un tiburón.
—¿Bromeas?—Dean le dio la vuelta agarrándole por la cintura. Su
mirada era tan seria y penetrante que le dejó sin aliento—. Has sido la
fantasía con la que me he masturbado todas las noches.
Las mejillas de Gyobi se iluminaron ruborizadas. Dean sonrió.
Aquel rostro tan adorable realmente le excitaba. Le acercó, juntándolo a su
cuerpo, y le besó. Sus lenguas se tantearon y comenzaron a jugar en las bocas
de uno y otro. Gyobi rodeó sus hombros con los brazos y Dean pudo sentir las
manos palmeadas aferradas a sus hombros casi como ventosas. Deslizó las manos
por su suave piel y agarró con fuerza sus nalgas. Firmes y abundantes, tenían
la forma perfecta para encajar con sus manos. Gyobi gimió, presionando su
cuerpo contra él. Movía sus caderas, excitado con el intenso masaje que el
cazador le daba a su trasero.
—Te has puesto cachondo muy rápido—le dijo Dean, sintiendo el
miembro del nunmyo presionar contra él.
—Nn…—agachó la cabeza avergonzado, ocultando el rostro contra su
pecho.
—¿Quieres correrte primero? Así podrás disfrutar más relajado del
resto.
Gyobi asintió, sabiendo él mismo que de todos modos no aguantaría
mucho. Sentía que todo su cuerpo entraba en calor simplemente pensando en lo
que iban a hacer. Se sobresaltó al sentir la mano de Dean envolver su miembro.
—Mira lo duro que estás y apenas acabamos de empezar—rió Dean,
sacudiendo el miembro con suavidad.
Rodeó la cintura de la criatura con un brazo y le puso de lado,
dejando visible la verga erecta. Gyobi se cubrió el rostro con las manos,
incapaz de superar la vergüenza. Sus piernas temblaban y una parte de él quería
salir corriendo, pero no tenía ninguna intención de hacerlo. Los dedos del
cazador presionaron arriba y abajo su miembro, y su respiración comenzó a
agitarse.
—Gyo, déjame verte la cara, no me prives de ese placer—le dijo,
besando sus manos.
Algo dubitativo, Gyobi bajó las manos, juntándolas sobre su pecho.
—Eso es. ¿Sabes que lo que más me excita es ver tu rostro
brillante?
—Mm… Te encanta avergonzarme—miró hacia otro lado, notando
aumentar el brillo en sus mejillas. A él no le gustaba, se sentía como una
medusa, pero disfrutaba la mirada del cazador sobre él.
—Claro que sí—respondió sonriente, atacando de nuevo sus labios.
Dean masturbó su húmedo miembro, volviendo a masajear sus nalgas
con la otra mano. La hermosa criatura temblaba excitada en sus brazos. Por un
momento de camino a allí, había pensado que tal vez después de tantos años ya
no sentiría lo mismo, quizás le viera como a un monstruo, como lo veía su
hermano; pero no, estaba experimentando los mismos sentimientos que años atrás,
la misma desenfrenada lujuria que la última vez que se habían acostado, el
mismo deseo de hacerle gemir, gritar y llorar en sus brazos. Aquel ser seguía
siendo lo más adorable que había visto nunca.
Gyobi gimió estremeciéndose cuando no pudo más y derramó su semen
sobre la mano del cazador.
—Wao, cuanta cantidad—Dean jugó con el semen entre sus dedos y se
lo llevó a los labios. Relamió el líquido blanquecino mientras sostenía a la
criatura, que apenas podía mantenerse en pie. Gyobi se sorprendió cuando sintió
algo duro contra su costado. Bajó la mirada y se cubrió la boca al ver la verga
completamente erecta. Tragó saliva. Se había puesto así por él, seguía
gustándole.
Se arrodilló y su rostro quedó a la altura del miembro. Dean
sonrió.
—Ten cuidado con los dientes—le dijo, acariciando sus cabellos.
Gyobi tomó la verga entre sus manos, dura como una piedra y tan
caliente que iba a derretirse. Movió las caderas inquieto, frotando sus muslos.
Besó el palpitante tronco, restregándolo contra su rostro. Lo lamió de abajo
arriba, introduciendo el glande en su boca y profundizando tanto como podía.
Dean temía aquellos dientes afilados, esperaba que no hubiera perdido práctica,
aunque el pensamiento de que lo hubiera hecho con otro le cabreó. No tenía
sentido, pero no podía evitarlo. La visión del rostro de la criatura devorando
con gula su verga eliminó de un plumazo aquellos pensamientos. Lo tragaba hasta
el fondo de su garganta, acariciándolo constantemente con su lengua como él
mismo le había enseñado.
—Voy a correrme—le dijo acariciando sus cabellos.
Gyobi sabía lo que eso significaba. Cubrió el glande con la boca,
acariciando el orificio con su lengua, mientras frotaba con rapidez el resto
del miembro con sus manos. Sí, así era como le gustaba, lo recordaba
perfectamente. La simiente se derramó en su boca, espesa y caliente. Succionó
la punta, extrayendo hasta la última gota, y lo tragó todo.
—¿Estaba bueno?—le preguntó, limpiando con el pulgar sus labios.
—Sí… Dean, no puedo más… ¡Fóllame!—suplicó, presionando su
entrepierna con ambas manos, con lágrimas asomando por sus ojos.
El corazón de Dean latió con fuerza, era irresistible. Le tomó en
brazos y salió de la bañera.
—Lo siento, tendrás que aguantar un rato fuera del agua.
—Donde sea, solo hazlo rápido.
Le tumbó en la cama, empapando la colcha, y se arrodilló sobre él.
Su cuerpo temblaba de excitación y frotaba su miembro de nuevo erecto. Observó
el vendaje de algas en su costado izquierdo y lo tocó con suavidad con los
dedos.
—Oh. Ya está curado—no se había acordado hasta ese momento de la
herida.
Cuando levantó la mirada se sorprendió ante la expresión de Dean.
Apretaba los dientes con el ceño fruncido, parecía furioso mientras retiraba
las algas. Quería destrozar a quien le hubiera hecho aquello, arrancarle la
cabeza de cuajo.
—Está bien, no ha sido nada—alzó la mano y acarició su mejilla. La
expresión de Dean se relajó de inmediato—. No fue nada, tranquilo.
Dean se inclinó sobre su pecho y besó su suave piel salada. Bajó
lamiendo su delgado torso carente de pezones, pero igualmente sensible. Los
gemidos comenzaban a hacer eco en la habitación. Siguió por su vientre mientras
Gyobi se estremecía, y se detuvo junto al vendaje. Lo retiró con suavidad,
descubriendo su piel completamente curada. La besó y lamió, y después succionó
con fuerza.
—¡Hya!—Gyobi gritó sorprendido y su aleta dorsal se sacudió.
—Está sensible.
—Todo mi cuerpo se pone sensible cuando me tocas tú—se cubrió el
rostro con los brazos avergonzado.
—¿Solo yo? ¿Cuando te tocan otros no?—preguntó curioso, aunque
realmente prefería no saber.
—No lo sé, no me ha tocado nadie más—respondió como si nada.
Dean se quedó sorprendido. Se incorporó y le apartó los brazos
para poder mirarle a la cara.
—¿En serio no lo has hecho con nadie? ¿Desde la última vez que nos
acostamos?—su corazón latía con fuerza, no podía creerlo.
Gyobi asintió. No comprendía por qué le resultaba tan extraño, era
lo normal para él. De repente, Dean le separó las piernas, arrodillándose entre
ellas.
—Oye, voy a penetrarte ya.
—¿Eh? Qué… D-de repente…—se quedó sin palabras al ver lo grande
que estaba su verga.
—Lo siento, me has puesto muy cachondo con lo que has dicho—le
levantó las piernas, sosteniéndolas por los muslos.
—¿Qué he dicho? ¡Nh!—contuvo un grito al sentir la punta del
miembro contra su entrada.
Poco a poco comenzó a entrar en el cálido agujero, que parecía absorberlo
con ansia. Oh, aquella maravillosa sensación que había añorado por tanto
tiempo. Estiró la columna, echándose hacia atrás, y sus caderas se sacudieron,
penetrándole casi hasta el fondo de una embestida.
—Ngh… Tan estrecho como siempre. Pero es tan húmedo y flexible que
ni siquiera necesito dilatarte, es perfecto.
Gyobi no podía hablar, estaba absorto en el placer de ser llenado,
y no solo físicamente; su corazón también se sentía pleno. El humano al que no
había podido olvidar en todos esos años estaba de nuevo con él, estaban unidos,
y era quizás incluso mejor que antes. Su cuerpo parecía recordar la forma del
miembro y lo añoraba. Encajaban perfectamente. Dean no esperó ni un segundo, en
cuanto estuvo completamente dentro sacó de nuevo la verga hasta que apenas
quedó la punta y le embistió con todas sus fuerzas, arrancando un agudo grito
que parecía salir de las profundidades del océano.
—Tan… profundo…—jadeó la criatura, llevando las manos hacia el
lugar donde sus cuerpos se unían. El miembro desaparecía por completo en él,
parecían estar fusionados.
Las estocadas comenzaron de forma salvaje e intensa. No podía
contenerse, ya tendría tiempo para hacerlo más despacio. La expresión de
intenso placer de Gyobi lo volvía loco. Con sus mejillas encendidas, se
aferraba a la almohada de la cama hasta rasgar la tela sin darse cuenta. Todo
lo que estaba a su alrededor se desvanecía hasta que solo quedaban ellos dos y
la sensación de estar sumidos en un líquido denso como miel.
El sonido de los gemidos y de sus cuerpos chocando llenaba la
habitación y atravesaba las paredes; incluso Sam en la otra habitación podía
escucharlos. Era increíble que su hermano estuviera haciendo aquello.
—D-dean… Voy a…—su voz apenas salía de su garganta y no tenía
control alguno sobre su cuerpo. Las embestidas certeras y constantes contra los
puntos más sensibles de su interior le estaban volviendo loco.
—Yo también… Voy a llenarte con mi semen—gruñó Dean con voz ronca,
sosteniéndolo por las caderas y penetrando tan profundo como podía.
El interior se volvió aún más estrecho cuando Gyobi se corrió con
un intenso gemido. Al momento sintió la simiente derramarse en su interior y
vio aquella expresión de placer en el rostro del cazador que le asaltaba tantas
veces en sus fantasías.
Salió lentamente de él y se tumbó a su lado, jadeando exhausto.
—Ah… Esto es mejor de lo que recordaba—Dean no pudo evitar reír,
se sentía feliz. Miró de reojo a la criatura, cuyas mejillas seguían brillando
y parecía aturdida—. Tan lindo…
—¿Hm?—apenas le había oído, seguía centrado en las sensaciones que
permanecían en su cuerpo.
—No, um… Vamos, te llevo de vuelta a la bañera.
Se levantó de la cama y tomó en brazos a la criatura. La llevó
hasta la bañera y nada más dejarla recuperó la cola. Gyobi se estremeció bajo
el agua de la ducha y puso el tapón para que se llenara. Dean se arrodilló
junto a la bañera y acarició sus cabellos.
—¿Todo bien? ¿Necesitas algo?
—No, estoy bien. Deberías ir con tu hermano.
—Mm… Gyo, ¿qué tienes pensado hacer? Estos no son como aquellos
críos a los que podías espantar simplemente con un grito, ¿verdad?
—No, no son como ellos—su rostro se puso serio y oscuro.
—¿Entonces?
—Bueno, mi prioridad ahora, dado su comportamiento, es evitar que
maten a nadie más.
—¿A qué precio?
Gyobi agachó la cabeza. Su pecho dolía con solo pensar en ello.
—Ya sabes que no era muy apreciado en mi familia desde hacía mucho
tiempo; después de relacionarme con un humano lo fui aún menos. Tras esto, es
probable que no me quieran tener cerca, pero aun así haré lo que considero
correcto. Asumiré las consecuencias, sean cuales sean.
Estaba decidido y no cambiaría de opinión aunque lo perdiera todo,
que para él era su familia. Dean lo sabía y sentía su dolor. Ojalá pudiera hacer
eso él solo y quitarle esa carga de los hombros, pero por muchos monstruos y
demonios a los que se hubiera enfrentado, no era rival para un nunmyo.
—Voy a hablar con Sam. Descansa—le dio un largo beso en la frente.
Se vistió, salió del baño y apagó la luz. Bajó las persianas y
cerró las cortinas de la habitación antes de salir. Ya estaba amaneciendo y no
quería que la luz le molestara.
—Dean, ¿puedes explicarme qué narices pasa aquí?—le preguntó su
hermano nada más entrar en la habitación.
—Pasa que tenemos un serio problema con esos nunmyos.
—¡Tú sí que tienes un serio problema! ¿En serio te has... acostado
con ese monstruo?—les había oído, pero aún no podía creerlo.
—Sammy, mientras sigas considerándolo un monstruo no voy a
intentar explicártelo porque no lo vas a comprender—se sentía tan relajado en
ese momento que ni siquiera podía discutir por mucho que le provocara su
hermano.
—¿Qué hay que comprender? Te has tirado a un monstruo, que además
es un tío, por cierto—caminaba de un lado a otro de la habitación gesticulando
exageradamente con las manos.
—Eso da igual—se dejó caer sobre la cama, necesitaba dormir un
rato.
—¿Da igual? ¿Desde cuándo eres gay?—le estaba cabreando que se lo
tomara con esa calma, que ni siquiera intentara justificarlo.
—No soy gay y tampoco me lo he «tirado», hemos hecho el amor.
—Para eso tendrías que estar enamorado.
Sam no obtuvo respuesta. Imposible, no podía ir en serio. Aquella
criatura tenía que estar haciéndole algo. Tal vez sí era como las sirenas con
las que se habían topado anteriormente, quizás le había drogado para que
creyera estar enamorado.
—Si tengo que matarle, lo haré.
—Primero tendrás que matarme a mí—no era broma, le protegería con
su vida sin dudarlo.
Continuará...
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