Título: Juramento
Fandom: Teen Wolf Pareja: Peter Hale x Stiles Stilinski
Autor: KiraH69
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: TP Advertencias: ninguna
Capítulos: 1
Resumen: La manda McCall tiene la oportunidad de formar una alianza con una poderosa manada, pero para ello deben ofrecer a uno de sus miembros para un matrimonio.
* * * * *
La
manada Hopkins era grande y fuerte. Se encontraba al este de Beacon
Hills, lo que supondría un muro contra cualquier amenaza que llegara
de esa dirección. Su alfa parecía además justo y razonable. Un
pacto con ellos sería muy beneficioso para la manada McCall y, para
suerte de ellos, estaban dispuestos a pesar de que los McCall no
tenían mucho que ofrecer a cambio. Y ese era el problema. Alfa
Hopkins exigía una unión entre dos miembros de sendas manadas, un
matrimonio.
—¿Seguro
que no hay otra opción? Parece algo muy del siglo pasado—comentó
Kira preocupada, que no se había separado de Scott desde que habían
recibido la propuesta del alfa.
—Es
algo muy habitual entre manadas para sellar alianzas. Nuestra manada
lo hizo dos veces bajo el mando de mi madre—respondió Derek—. De
hecho, su propio matrimonio fue concertado.
—¿Y
quién será el o la elegida?—preguntó Lydia, tomando la mano de
Jackson y dejando claro con la mirada que no serían ninguno de los
dos.
—Bueno,
supongo que alguien que no tenga ya pareja—respondió Scott más
bien en tono de pregunta.
Los
miembros de la manada se miraron entre sí. Eso dejaba fuera a Lydia
y Jackson, a Scott y Kira, pero también a Derek que parecía estar
empezando algo con Braeden (y tampoco podían obligarle a algo así
después de todo lo que había sufrido, no podían alejarlo de su
hogar ni de la pequeña manada que habían conseguido formar). Eso
solo dejaba a dos personas en la manada: Stiles y Peter. Todas las
miradas se dirigieron al primero, dada la ausencia del segundo.
—No
podemos enviar a Peter. A saber lo que haría, eso podría acabar en
guerra—comentó el propio Stiles—. Así que yo soy la única
opción.
—Stiles,
no tienes por qué hacerlo—intervino de inmediato Scott, mirándole
con rostro de cachorrillo.
—Es
lo mejor para la manada y para Beacon Hills. Sabes que haría lo que
fuera para que este lugar fuera más seguro para mi padre y sus
hombres.
—Ni
siquiera sabes con quién van a casarte—le dijo Kira preocupada.
—No
creo que eso importe, ya nos las apañaremos.
La
conversación continuó durante más de media hora, unos aceptando la
decisión de Stiles mientras otros intentaban que cambiara de
opinión. Finalmente, Stiles se marchó del loft habiendo impuesto su
voluntad. No había expuesto la auténtica razón detrás de su
decisión; que nunca podría estar con la persona de la que estaba
enamorado por lo que no le importaba con quien acabara.
Aparcó
el jeep en la entrada de su casa. El coche patrulla no estaba y las
luces estaban apagadas así que su padre aún no había regresado del
trabajo. Salió del coche y en los pocos pasos en la oscuridad hasta
la puerta principal una sombra se acercó a él por detrás. Apenas
sintió el golpe en la nuca antes de quedarse inconsciente.
Cuando
comenzó a recuperar la consciencia, frunció el ceño; no por el
dolor de cabeza que debía tener, sino por la falta de él. Supo que
se encontraba en un coche por el sonido del motor y la vibración de
su asiento; lo cual también era una sorpresa, el no encontrarse en
un maletero. También se percató, moviendo disimuladamente las manos
y las piernas, de que no estaba atado. Abrió los ojos y vio el
paisaje de árboles pasar por la ventanilla y, reflejado en el
cristal, el rostro de Peter.
—Ugh...
¿Era necesario dejarme inconsciente?—se quejó con voz ronca.
—Por
precaución—respondió sin quitar la vista de la carretera.
Stiles
suspiró, poniendo los ojos en blanco. Se dio cuenta de la mano en su
muñeca y las venas grises que trepaban por el antebrazo de Peter,
absorbiendo su dolor. No estaba asustado, a estas alturas sabía que
Peter no le haría daño. Tras el terror de la Caza salvaje y los
últimos dos años de monstruos casi semanales podía decir que se
habían vuelto incluso amigos tras muchas horas de investigación
conjunta.
—Lobo
siniestro, ¿qué planes tienes?—le preguntó, levantando la cabeza
de la ventanilla y chasqueando el cuello.
—No
voy a tolerar que te cases con un cualquiera de esa manada y te
lleven. Eres el mayor activo de nuestra manada. Scott, mi sobrino y
los demás están locos si te dejan ir así como así.
—Mmh...—Stiles
suspiró y se acomodó en el asiento—. Sabes que es lo mejor para
la manada. Los Hopkins pueden ofrecernos una gran protección.
—No
más protección de la que nos ofrece tus habilidades.
—Me halagas, pero mientras te tengan a ti no creo que haya ningún
problema—replicó.
—Hmm...
Stiles
no sabía qué significaba ese murmullo, pero tenía curiosidad por
saber a dónde pretendía llevarle así que no siguió discutiendo.
Aún era de noche, no llevaban mucho tiempo conduciendo y, por lo que
pudo reconocer en las señales de tráfico, se dirigían al norte.
¿Quizá lo estuviera llevando a Canadá? Era una posibilidad y de
ser así sería una lata regresar a Beacon Hills cuando le
convenciera de dejarlo ir.
Pero
Stiles se equivocaba. Apenas estaba amaneciendo cuando se desviaron
por una carretera secundaria y después por un camino de tierra
rodeado de árboles hasta llegar a un lago oculto en las
profundidades de Oregón. Se detuvieron frente a una cabaña de dos
plantas, la única que había a orillas del lago.
—Wow,
¿esta es tu guarida secreta?—preguntó Stiles, sorprendido por el
tamaño y el increíble aspecto de la cabaña, que era incluso más
grande que su propia casa.
—Es
la cabaña familiar. Aquí solían venir las parejas cuando querían
tener algo de intimidad o la familia en algunas fiestas.
—¿Cuándo
fue la última vez que vino alguien por aquí?—preguntó, saliendo
del coche.
—De
la familia, hace mucho, pero he enviado a un equipo de limpieza para
adecentarla antes de que viniéramos y para reponer las existencias.
—Por
supuesto, no puedes vivir en una cabaña sucia. ¿Y por cuánto
tiempo planeas que nos quedemos?
—El
necesario—podía sonar amenazador, pero Stiles aún tenía su móvil
en el bolsillo y sabía que el lobo le dejaría marchar si así lo
quería.
Stiles
se acercó al lago y caminó por el pequeño embarcadero.
—¿Y
aquí se puede nadar o hay alguna criatura peligrosa habitando las
profundidades?—preguntó sin gritar, sabiendo que el lobo podría
oírle desde la puerta de la cabaña.
—No
hay más que algunos peces, puedes bañarte si te apetece, pero no te
he traído bañador.
—No
importa.
Stiles
comenzó a quitarse la ropa, prenda por prenda, dejándola tirada en
el muelle. Podía sentir la mirada del lobo tras él, pero no le
preocupada. La luz del amanecer iluminaba su pálida piel según iba
descubriéndola. Por suerte era verano y aun a esas horas no hacía
frío, tan solo soplaba una suave brisa que movía la superficie del
agua. Cuando se quedó desnudo del todo, se lanzó al agua. Era
fresca, pero le ayudó a despejar la cabeza. Con tan poca luz no
podía ver bajo el agua, así que se quedó en la superficie,
flotando con los brazos y piernas extendidos como una estrella.
Observaba las nubes en aquel cielo anaranjado.
Vio
de reojo a Peter, de pie al borde del muelle. Sus ojos brillaban
sobrenaturales, fijos en él. Era una mirada hambrienta y Stiles
disfrutó de ella. No solía tener esa clase de miradas dirigidas
hacia él, salvo por parte del lobo cuando creía que no lo veía.
—Haré
el desayuno—le dijo Peter con casi un gruñido y se dio media
vuelta.
Stiles
permaneció en el agua un rato más, simplemente flotando. Se
preguntaba qué iba a suceder. No tenía intención de huir, sabía
que no sería necesario, tan solo tendría que convencer a Peter de
que ese matrimonio era lo mejor para todos. El lobo era inteligente y
tarde o temprano acabaría cediendo. Mientras, unas pequeñas
vacaciones junto al lago no estarían nada mal.
Regresó
a la cabaña, viendo su acogedor interior por primera vez, llevando
la ropa en la mano. Cogió la toalla que le esperaba en el perchero
de la entrada, se secó y se la puso alrededor de la cintura. En la
cocina, Peter servía el desayuno en una barra americana. Huevos
revueltos como a Stiles le gustaban, beicon, salchichas, tostadas y
Pop-tarts que Peter odiaba pero que sabía que a Stiles le
encantaban. Esa no era la primera vez que Peter cocinaba para él,
era un magnífico cocinero, y los demás lo sabrían si aún no
estuvieran tan recelosos de él.
—¿Cuál
es el plan?—preguntó tras tomar el primer bocado de huevos—.
¿Piensas retenerme aquí hasta que Scott y los demás entren en
estampida para rescatarme?
—No
necesitas que los demás te rescaten, encontrarías la forma de huir
por tu cuenta mucho antes de que ellos se enteren siquiera de dónde
estás.
—¿Entonces?
—Desayuna.
Stiles
suspiró y puso los ojos en blanco, pero obedeció. Los ojos de Peter
seguían fijos en él y le hacían sentir caliente. No podía evitar
sentir ese hormigueo en el estómago. Peter terminó antes que él y
salió de la cocina. Regresó poco después con un jersey y un
pantalón de chándal doblados en las manos.
—Vístete—le
ordenó.
—Empiezas
a sonar como tu sobrino usando el mínimo de palabras—replicó,
pero cogió la ropa.
No
era ropa suya, el jersey con cuello de pico le quedaba demasiado
ancho en los hombros. Estaba claro que era ropa de Peter y su corazón
latió con fuerza un momento. ¿No había tenido tiempo de coger ropa
de su casa o quería que llevara su ropa? Sintió su rostro
ruborizado porque ya sabía la respuesta.
—Ponte
cómodo, puedes quedarte en la habitación que quieras—le dijo
Peter, recogiendo los platos del desayuno.
—¿Puedo
quedarme en la tuya?—se le había escapado. Era un pensamiento que
se había escapado de sus labios, pero no iba a retirarlo.
Peter
le miró fijamente con una expresión ilegible y Stiles lo tuvo claro
en ese momento.
—Eso
es lo que quieres, ¿no? Por eso te has molestado en secuestrarme. No
quieres que me case porque me quieres para ti.
—No
he dicho eso—replicó el lobo sin mucha fuerza.
—No
te rías de mí. ¿O ahora piensas que soy estúpido?—se encaró a
él, cruzándose de brazos.
—Nunca.
—Entonces.
Has estado cortejándome los últimos meses y ahora me secuestras
porque no quieres que me case a pesar de que es lo mejor para la
manada. Dime, ¿a qué conclusión debo llegar?
Peter
apretó las mandíbulas y tragó saliva. Era como si se estuviera
preparando para un combate y Stiles no comprendía el porqué hasta
que se dio cuenta; temía ser rechazado. Stiles se relajó y se
acercó al lobo. Levantó el cuello del jersey e inspiró
profundamente dentro de él.
—No
tengo el olfato de un lobo, pero nuestros olores combinan muy bien.
Escuchó
el gruñido de Peter y abrió los ojos para encontrarse con los ojos
brillantes del lobo.
—No
me provoques—le advirtió Peter, sus manos cerradas en puños y
pegadas a sus costados como si intentara evitar tocarle.
—Si
no lo hago, no actuarás. Eres poco atrevido para un lobo
siniestro—replicó con una pequeña sonrisa.
—Esto
es serio. Yo no soy una relación casual.
—¿Crees
que yo sí? Mi idea de una relación es un todo o nada, un para
siempre, casita con valla blanca y niños correteando por los
pasillos. ¿Coincidimos en eso?—le preguntó casi desafiante.
—Puede
arreglarse.
Peter
tomó su rostro con una mano e hizo lo que llevaba tanto tiempo
deseando hacer, más de lo que pensaba confesar. Sus labios se
unieron y parecían encajar como piezas del mismo puzle. Fue casto,
pero largo y cálido. Stiles no dudó en rodear los hombros del lobo
con sus brazos, deslizando los dedos por su perfecto pelo.
—Supongo
que ya no soy candidato para el matrimonio concertado—murmuró
Stiles con sus labios aún rozando los de Peter.
—No.
Mataré a cualquiera que te toque—respondió el lobo con un
gruñido, abrazándole con fuerza.
—¿Me
lo juras?—preguntó con una sonrisa.
—Tú
eres el dios por el que juro.
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