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Wolves' Target [cap1]


Título: Wolves' Target
Fandom: Mentes Criminales          Pareja: Aaron Hotchner x Spencer Reid
Autor: KiraH69 
Género: Yaoi, Slash
Clasificación: +18          Advertencias: lemon
Capítulos: 4 (1 de 4)
Resumen: Spencer está emocionado por entrar a trabajar en la Unidad de Análisis de Conducta; también un poco nervioso porque es la primera vez que va a trabajar bajo las órdenes de un licántropo, el agente Aaron Hotchner, del cual no se dice nada bueno. Las cosas irán aún peor de lo que esperaba.
Nota: El único capítulo al que se hace referencia es el 5x21, «Exit Wounds», pero está modificado casi del todo. He alterado totalmente la línea temporal, sobre todo en lo referente a Spencer, y Hotch no se ha casado nunca y no tiene hijos (sorry, Jack), pero todo lo demás se explica en el primer capítulo.

Capítulo 1

Spencer estaba demasiado alterado esa mañana y los tres cafés que se había tomado ya no ayudaban. Iba a ser su primer día en la Unidad de Análisis de Conducta del FBI así que por supuesto que estaba nervioso. Con 22 años iba a ser el miembro más joven de la Unidad y del FBI en general ya que la edad mínima para entrar son 23 años, pero habían hecho muchas excepciones para él (incluido ignorar que no había sido capaz de superar todas las pruebas físicas de la Academia). Además, estaba el hecho de que el jefe de la Unidad, el Agente Especial Supervisor Aaron Hotchner, era un licántropo. Nunca había trabajado antes con uno y no tenía ningún prejuicio contra ellos, pero había oído que este agente era un tipo duro, serio, firme, implacable y que conseguía que hasta los agentes de policía más bravos se echaran a temblar con solo una mirada (en realidad esos eran los términos que él prefería utilizar, la gente utilizaba otros mucho peores). Tenía miedo de que su ineptitud para el trabajo de campo hiciera que le echara de una patada de la Unidad, no parecía del tipo que toleraba la torpeza y él, tenía que admitirlo, era bastante torpe.

A pesar de todos sus nervios y todos sus miedos, Spencer cogió su bolsa, el termo lleno de café y se dirigió a su nuevo trabajo. El temblor en su cuerpo aumentaba según se acercaba al edificio de la Agencia en Quántico. Con la identificación que le habían dado la semana anterior pudo pasar el control de seguridad y subió en el ascensor lleno de personal trajeado hasta las oficinas de la UAC. Cuando atravesó las puertas de cristal, se quedó mirando a su alrededor algo inseguro. Sabía que tenía que ir a hablar primero con el Agente Hotchner, pero no sabía siquiera si estaría en su despacho (ni cuál era su despacho) ya que había llegado tan pronto que aún no había nadie en los escritorios.

—¿Necesita algo?—una voz profunda y grave le sobresaltó. Un hombre de piel oscura y de su misma altura pero el doble de ancho se le acercó por detrás con un café en una mano y una bolsa en la otra. Su mirada inquisitiva y algo recelosa le hizo querer salir corriendo, pero se mantuvo inmóvil... bueno, todo lo inmóvil que podía estar en ese momento.

—Ah, um... So-soy el nuevo miembro de- de la Unidad de Análisis de C-conducta. Cre-creo que tengo que hablar con el Agente Especial Aaron Hotchner... um... ¿estará en...?—sabía que sus mejillas se estaban volviendo de un rojo intenso, no se había trabado tanto al hablar desde que tuvo que dar su primer seminario.

—¡Oh! ¿Tú eres ese Dr. Reid?—la expresión de su rostro se relajó al momento y pasó a ser de incredulidad. Le miró de arriba abajo, pensando probablemente lo que la mayoría, sino todos, solían pensar cuando le veían. Demasiado joven, socialmente torpe, aspecto de ayudante de profesor, recién salido de la escuela... Sabía que iba a tener que demostrar lo que valía, pero eso no le preocupaba, sabía que su inteligencia podía eclipsar cualquiera de sus carencias.

—S-sí, um...—respondió, agarrando con su mano libre la correa de su bandolera, sabiendo que a continuación venía el primer momento incómodo.

—Agente Especial Derek Morgan, bienvenido al equipo—el hombre le tendió la mano y Spencer la miró por un momento inseguro.

—U-um... n-no...—agitó la mano con el brazo pegado al cuerpo en un torpe saludo—. Germófobo—dio como excusa, aunque no era exactamente la verdad, pero solía funcionar.

Morgan asintió, mirándole con una ceja arqueada pero aún sonriendo.

—Hotch ya debe de estar en su despacho, siempre llega pronto... J. J., ven—Morgan le hizo un gesto a una mujer rubia que acababa de llegar—. Este es el Dr. Spencer Reid, el nuevo miembro.

—Ah, encantada—la mujer también le miró de arriba abajo con una sonrisa, probablemente analizándolo (claro que van a analizarte, ese es su trabajo). Le tendió la mano y antes de que Spencer dijera nada, Morgan se inclinó hacia ella.

—No da la mano, es germófobo—Spencer sintió que había un punto de burla en su tono, pero prefirió dejarlo pasar, como siempre.

—Oh, de acuerdo. Soy Jennifer Jareau, puedes llamarme J. J., es un placer—se presentó, inclinando levemente la cabeza. Seguía sonriendo y Spencer sentía que, aunque aún tenía sus reservas, era una sonrisa sincera y eso le agradaba.

De nuevo, cuando intentó dirigirse al despacho que J. J. le indicó para ver a su jefe, dos miembros más de la Unidad aparecieron, presentándose como Emily Prentiss y David Rossi. Los cuatro le estaban rodeando y generalmente se habría sentido realmente incómodo y nervioso en una situación así, pero con ellos se relajaba por momentos. Saben cómo tratar con víctimas de todo tipo, quizás estén utilizando alguna clase de técnica para que me confíe, pensó mientras analizaba a cada uno de ellos. Por supuesto, ese era también su trabajo ahora.

—¿Qué estáis haciendo ahí?—un hombre trajeado de pelo negro entró por las puertas de cristal con una carpeta en la mano.

—Hotch, ¿no estabas en tu despacho?—preguntó Morgan.

—No, estaba con Strauss—su mirada se dirigió a la cara desconocida y todos los demás parecieron dar un paso atrás para dejarle escrutar al nuevo—. Y usted es...

Spencer se quedó congelado. Tenía delante al famoso Aaron Hotchner y su mirada con el ceño fruncido estaba a la altura de su reputación, conseguía que sus piernas temblaran y sentía la necesidad de disculparse aunque no sabía por qué. Solo reaccionó cuando Morgan le dio un mal disimulado codazo.

—S-Spencer—respondió recordando de pronto su nombre—. Spencer Reid, doctor Spencer Reid, el nuevo miembro de-

—¿Qué es ese olor?—le interrumpió, arrugando la nariz.

—¿Eh? Oh, ah, eso. E-es un olor artificial, al parecer mi olor natural no gusta a los licántropos así que desarrollé un olor artificial para enmascararlo—aunque por la expresión de Hotch, no parecía agradarle tampoco.

Genial, ni siquiera se le había pasado eso por la cabeza. Estaba tan acostumbrado a utilizar el olor artificial que ya ni pensaba en ello, nadie se lo había mencionado tampoco en muchos años. Realmente esperaba que no fuera un problema, las cosas podrían ponerse feas si un licántropo olía su olor natural.

—En la sala de reuniones en cinco minutos—informó Hotch sin comentar nada más y se dirigió a su despacho.

Hubo silencio por un momento y miradas yendo entre el jefe y el nuevo.

—Bueno... no te preocupes, no suele estar de muy buen humor después de hablar con Strauss—intentó consolarle Prentiss, pero por sus expresiones aquello no era lo habitual.

—Oye, ¿qué es eso de que tu olor no les gusta a los licántropos?—preguntó Morgan, probablemente intentando distraerle de lo que acababa de pasar.

—Mm... Cuando entré en la pubertad, los licántropos de mi instituto se volvieron agresivos a mi alrededor, incluso los que normalmente eran tranquilos, y a veces intentaban incluso atacarme—y generalmente lo conseguían, pero eso no iba a decirlo—. Descubrí que lo que provocaba esa reacción era mi olor. A los adultos también les afectaba probablemente, pero no actuaban al respecto, mientras que los adolescentes no tenían tanto autocontrol. Así que desarrollé un olor artificial para enmascarar el mío y llevo utilizándolo desde entonces. Me sorprende que, um... el Agente Hotchner se diera cuenta, lo he perfeccionado lo suficiente como para que la mayoría no lo perciba.

—Llámale simplemente Hotch—le aclaró Morgan—. Y siempre ha tenido un sentido del olfato excepcional, incluso para un licántropo, así que no me extraña que lo notara.

—Vamos, tenemos un caso—les dijo J. J., dirigiéndose hacia la sala de reuniones.

Allí, Spencer se presentó al último miembro del equipo, la analista de sistemas Penélope García, una mujer... colorida, pero sin duda la más amigable y abierta de todos y la única que no le analizó de arriba abajo.

Esa misma mañana, sin tan siquiera saber cuál era su mesa, Spencer acompañó al equipo en su primer caso. La actitud de Hotch hacia él siguió siendo la misma que la de su primer encuentro, al menos al principio. Spencer decidió que lo mejor era quedarse callado y no intervenir por ahora, solo era su primer día y no quería meter la pata ni molestar, pero no siempre era capaz de seguir sus propios consejos. No podía evitar soltar datos precisos cuando sus compañeros hacían suposiciones y Hotch parecía aún más molesto con eso, cortándole enseguida en cuanto empezaba a divagar, a veces simplemente con una mirada. Probablemente piensa que, por inteligente que sea, lo que digo es totalmente inútil, lo que era cierto en algunas ocasiones. Los demás intentaban animarle, pero no servía de nada; si no caía bien al jefe, no duraría mucho allí.

Tras regresar a Quántico, no sintió que hubiera sido de ninguna ayuda en ese caso, a pesar de que sus compañeros le decían que lo había hecho bien. Al menos ellos eran agradables.

Se sentó en la que le dijeron sería su mesa (quizás no por mucho tiempo) y siguió con su informe sobre el caso que había empezado ya en el avión. Cuando lo terminó (el último de todos) y fue al despacho de Hotch a entregárselo, este le echó un vistazo rápido y frunció el ceño.

—¿Cuántas páginas tiene esto?—le preguntó, viendo que era aún más largo que el del resto de sus subordinados juntos.

—Am... ¿Demasiadas? L-lo siento, tengo memoria eidética, lo recuerdo todo. Me he puesto a escribir y no he pensando en... l-lo siento—Muy inteligente, Spencer, multiplicar el trabajo de tu jefe.

Hotch contuvo un suspiro molesto y dejó la carpeta con el informe sobre los demás.

—Vete a casa—le dijo secamente.

—Ha-hasta mañana, H-Hotch—se despidió incómodo y tuvo que controlarse para no salir corriendo de allí.

Morgan quiso invitarle a tomar algo a un bar, pero aún no tenía la confianza suficiente para ir con ellos y consiguió escaquearse alegando que aún tenía que terminar su mudanza. Un rato después estaba sentado en el sofá de su nuevo apartamento, estanterías llenas de libros poblando las paredes y ni una sola caja por vaciar a la vista. Con unos capítulos antiguos del Dr. Who en la televisión y una taza de café en la mano, reflexionó sobre lo que había vivido esos tres días que había durado el caso.

Sin duda había sido una experiencia intensa, había visto el lado más horrible de la humanidad y el sufrimiento de varias familias. Con todo ello, se sentía un poco avergonzado por lo fascinante que le había resultado y cuánto había disfrutado trabajando aunque apenas había sido de ayuda. Sus compañeros le habían aceptado enseguida y, más o menos cercanos, todos eran agradables.

Había pasado la mayor parte del tiempo con Rossi y este le había dado consejos para soltarse un poco y sobre las cosas a las que debía prestarle atención. Morgan, por su parte, actuaba casi como un hermano mayor; había cogido confianza con él rápidamente y no dudaba en darle palmadas en la espalda o golpecitos en el brazo a pesar de su reticencia. J. J. era agradable, hacía casi el papel de madre de todos; por un momento se preguntó si tal vez tendría una relación con Hotch, pero lo descartó cuando la escuchó hablar con su pareja, un tal Will. Prentiss era más cerrada, aún no había intercambiado palabra con ella, pero era buena en su trabajo. Y García... bueno, a ella aún no llegaba a comprenderla, sentía que era como una caja sorpresa envuelta en papel de colores, pero era muy animada y al parecer ponía motes a todo el mundo (¿geniecillo adorable?).

En cuanto a Hotch, bueno, ese era otro tema. Solo se había dirigido directamente a él para enviarle con Rossi y para mandarle callar. No parecía caerle en gracia y eso era extraño, normalmente caía bien a sus superiores y no tanto a sus compañeros. Pero, claro, jamás había trabajado para un licántropo. Miró de reojo los libros que ocupaban más de media estantería. Todos eran sobre licántropos. Los había comprado nada más saber que su jefe iba a ser uno. Había leído anteriormente libros sobre licántropos, pero tampoco se había interesado especialmente en el tema.

Hotch era claramente un líder Alfa. A los Alfas les gusta tener una manada, probablemente Hotch considere a la Unidad su manada. Rossi sería otro Alfa, sin duda, pero no tenía problemas para seguir órdenes (ni tampoco para reprender a su líder si hacía falta); Morgan sería Beta, el segundo de Hotch; Prentiss sería Gamma, solo porque no le interesaba ser beta; J. J., a pesar de que hacia el exterior podría parecer Delta, era también Gamma, sin duda era una mujer fuerte y con carácter; García sí sería Delta, aunque todos respetaban su trabajo a pesar de su bajo rango (eran humanos, después de todo); y él... bueno, él de momento era un extraño.

Los Alfas cuidan de su manada y vigilan muy de cerca quién entra en ella, quién se acerca a los suyos. Hotch ni siquiera le conocía, no le había entrevistado ni elegido él mismo, se lo habían impuesto. Era normal que se sintiera desconfiado, era un intruso en su manada. Spencer tendría que demostrar que merecía un puesto en su manada, ganárselo.

Su espalda se puso recta cuando se dio cuenta de lo que pasaba.

—Ugh... no...—gruñó, agachando la cabeza.

Puede que hubiera empezado a sentir algo por su jefe. ¿Tan pronto? Bueno, no era algo inhabitual, siempre había tenido cierta atracción hacia los hombres maduros (no pensaba indagar en el motivo tras ello) y el agente Aaron Hotchner era inteligente, un líder nato, dominante y, admitámoslo, increíblemente atractivo. Spencer no tenía la más mínima esperanza, se callaría sus sentimientos como siempre había hecho. No pensaba hacerse ilusiones porque sabía que sus probabilidades eran casi nulas. En primer lugar, era su jefe y ese trabajo le estaba gustando demasiado como para perderlo por liarse con su jefe. Además, las relaciones entre licántropos y humanos eran muy escasas, al menos relaciones a largo plazo. Por último, pero realmente lo único importante, un hombre como Hotch nunca se interesaría por alguien torpe y asocial como él, ¡ni siquiera le caía bien!

Sacudió la cabeza y apartó la idea de una posible relación con su jefe de su mente. Su único objetivo sería caerle bien, al menos que confiara en él para el trabajo, y el único modo que tenía de hacer eso era siendo útil en los casos. Decidido, apagó la televisión, sacó unas carpetas con casos antiguos que se había llevado y se puso a leerlos.

No fue fácil. Caso tras caso, Hotch confiaba un poco más en él, aunque seguía tratándole como a un extraño, nada que ver con cómo trataba a los demás compañeros, y parecía encontrar sus divagaciones realmente molestas. Cuando se dio cuenta de que arrugaba la nariz en disgusto cada vez que pasaba cerca de él, Spencer se puso a trabajar con la fórmula de su olor artificial. Los licántropos se guían mucho por su olfato, pueden juzgar a una persona simplemente por su olor. Tal vez esa era la razón por la que le caía mal. Intentó cambiar la fórmula de modo que no le resultara desagradable a su jefe, pero que siguiera ocultando su olor natural (lo último que deseaba era enfrentarse a un Sudes licántropo y que este le atacara por culpa de su olor). Sin embargo, no consiguió ninguna mejora; cada vez que cambiaba de olor, Hotch le miraba con el ceño fruncido y volvía a arrugar la nariz. Dio la batalla por perdida dos meses después tras seis intentos.

Entonces llegó Alaska.

4 comentarios:

  1. cHAMA NECESITO LA CONTINUACIÓN. LA EXIJO

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  2. Quiero massssss🙏🙏🙏🙏🙏🙏

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Se ve interesante, esperaré la continuación !!!!! :)

    Gracias por este primer capítulo :)

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