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O-miai
Título: O-miai
Categoría: Death Note Personajes: Mello, Near
Género: Yaoi
Clasificación: +18 Advertencia: Lemon
Capítulos: One-shot
Resumen: Desde que era pequeño he sabido que ya había una persona con la que me iba a casar. Mis padres habían concertado mi matrimonio con unos amigos suyos desde antes de nacer. Sé que hay muchos a los que les han hecho lo mismo y también supongo que yo no soy el primero al que le pasa esto, pero a mí me cambio la vida para siempre.
Desde que era pequeño he sabido que ya había una persona con la que me iba a casar. Mis padres habían concertado mi matrimonio con unos amigos suyos desde antes de nacer. Sé que hay muchos a los que les han hecho lo mismo y también supongo que yo no soy el primero al que le pasa esto, pero a mí me cambio la vida para siempre.
El día del desastre:
— ¡Mello! Date prisa o llegaremos tarde ¿no querrás hacer esperar a tu futura esposa?—grito mi madre mientras yo acababa de ponerme ese horrible traje tan incomodo.
—Maldita bruja, desde el principio yo no quería esto…—murmuraba continuamente.
Era una gran molestia tener que casarme con una mujer que no conocía ¿Cómo podían seguir pasando cosas como esa en estos tiempos? Pero bueno, tampoco es que importara mucho quien fuera, hasta sería mejor si me lo arreglaban porque de ser por mí no me interesaría en casarme. Es un dolor en el trasero tener que buscar una chica y salir con ella, aguantando todas sus tonterías… no creo que pudiera encontrar esposa por mi mismo.
Fuimos al lugar de la reunión, una habitación privada en un hotel bastante lujoso. Mi madre y yo estábamos sentados solos en la habitación, esperando a los otros.
— ¿De verdad tengo que hacer esto? ¿Y si no me gusta?—le pregunté a mi madre enfurruñado.
— ¿Acaso crees que puedes elegir? Tú no es que seas muy agraciado que digamos—me contestó con una falsa sonrisa.
—No puedo creer que mi madre me esté llamando feo a la cara—mascullé cada vez más enfadado.
La puerta de la habitación se abrió en ese momento.
—Perdón por el retraso, había mucho tráfico—una mujer bastante parecida a mi madre, de su misma edad aproximadamente, entró en la habitación seguida de una figura que se ocultaba a su espalda— ¿eh? ¿Aiko, donde está tu hija?—preguntó extrañada la mujer.
— ¿Hija? Yo no tengo hijas—le contestó mi madre—este es mi hijo Mello, el que se va a casar con tu hija.
—Yo no tengo hijas tampoco, este es Near, mi hijo, el que se supone se iba a casar con tu hija—contestó la otra mujer poniendo delante suyo a un chico bajito, de cabellos blancos forzosamente peinados y ojos negros.
— ¡MADRE! ¡¿No me digas que concertasteis esto sin saber si el otro tenía una hija?! ¡Estáis locas de remate!
—Pero yo te envié una foto en la que se veía claramente que era un chico—dijo mi madre ignorándome.
—Yo no he recibido ninguna foto—contestó extrañada la otra.
En ese momento vi como el rostro de Near se sonrojaba y desviaba la mirada nervioso.
—Bueno, no importa, será una bonita anécdota—dijo mi madre riendo—Near, siéntate con Mello y charlar un rato mientras tu madre y yo nos vamos por ahí.
— ¡Madre!—le grité pero de nuevo me ignoró por completo. Ambas mujeres se marcharon dejándonos solos— ¡Estúpidas madres!
Near se quedó mirando al suelo algo cohibido y se sentó frente a mí. Se hizo un pesado silencio. Saqué de mis bolsillos una tableta de chocolate, tenía que tranquilizarme.
—Mierda, solo queda un trozo—mascullé llevándomelo a la boca.
— ¿Te… te gusta el chocolate?—preguntó dándome una chocolatina—la compré antes.
La acepté sin dudarlo, jamás rechazaba chocolate viniera de quien viniera.
—La foto, ¿la tienes tu verdad?—le pregunté con el ceño fruncido.
—Ah! Um…—se sonrojó aun más y rebuscó de nuevo en sus bolsillos.
Puso sobre la mesa una fotografía mía de cuando tenía 6 años, parecía bastante sobada. A diferencia de ahora, tenía el pelo muy corto y como siempre con cara de mal humor.
—Es evidente viendo esta foto que soy un chico ¿Por qué no dijiste nada a tu madre?—le pregunté sin comprender.
—Yo… desde que me dijeron que había una persona con la que me iba a casar siempre he querido conocerla. Cuando vi tu foto yo solo tenía cinco años y sabía que eras un chico pero aun así yo… me enamore de ti. Me esforzaba mucho para ser una buena esposa para ti. Sentía que era tuyo y todavía lo siento así.
— ¡Idiota! ¿Es que no sabes que los hombre no pueden casarse?—me parecía increíble y asqueroso que pudiera tener esos sentimientos hacia mí.
—En algunos lugares de Europa y America sí—las lágrimas estaban a punto de desbordarse por sus ojos.
—Me importa una mierda. Yo jamás me casaría con un tío, es algo repugnante—le contesté recostándome sobre el respaldo del asiento.
—L-lo siento… no quería que me odiaras—comenzó a llorar silenciosamente y rápido se fue de la habitación.
Me quedé algo pensativo, el había dicho que se sentía mío… cierto, yo siempre lo había sentido así, aunque no conociera a esa persona, desde siempre había sabido que esa persona me pertenecía. Pero él era un chico y esa idea no me atraía para nada. Tenía que despejarme la cabeza, aquello había sido muy molesto. Salí de la habitación y me fui a dar un paseo por el río. Lo que más me molestaba de todo o más bien me confundía era que, cuando las lágrimas habían caído por el rostro de Near, con aquel sufrimiento, mi corazón había latido muy fuerte.
—Oye niñito ¿a qué vienen esas lágrimas?
— ¿Quién ha hecho llorar a un angelito como tú?
Escuché unas voces bajo el puente y sentí curiosidad. Allí había tres matones y uno de ellos tenía arrinconado a Near, que estaba temblando muy asustado.
—Nosotros podemos consolarte ¿Qué te parece?—le dijo uno de ellos cogiendo su rostro por la barbilla.
—Oye tú ¿no sabes que es de mala educación tocar las cosas de los demás sin permiso?—le dije sintiéndome molesto.
— ¿Quién te crees que eres para hablarme así?—me dijo el muy estúpido encarándome.
—Soy el dueño de ese niño—cierto, lo había sido desde antes de nacer. Era mío y solo mío, sin importar si me gustaba o no, era mío.
— ¡Me importa una mierda!—me gritó y seguidamente lanzó un puñetazo.
Lo esquivé sin ningún problema e hice que se tragara mi zapato. Quedó en el suelo con la boca llena de sangre.
—Ah! Se me olvidaba, también soy el chico más fuerte de la zona sur—les dije sonriendo perversamente.
— ¿Más fuerte? Eso no ha sido más que suerte ¡Bastardo!—intentó golpearme el rostro pero tan solo se llevó un rodillazo en el estómago.
— ¿Suerte? Le que tenéis vosotros si os queda un hueso entero cuando acaba con vosotros.
—Mierda…—masculló el que aun no había recibido—chicos vámonos, nos vengaremos otro día.
—Sí…
Los tres se marcharon de allí con el rabo entre las piernas. Near se quedó sollozando, aun temblando. Parecía un niño pequeño, realmente infantil, lloroso como un cachorrillo abandonado… no, más bien parecía un gatito con el que jugar, al que hacerle llorar más, no me extrañaba nada que hubiera atraído a aquellos macarras.
— ¿De… de verdad piensas… que soy… tuyo?—preguntó frotándose los ojos.
Sin contestarle le cogí por el brazo y lo llevé hasta mi casa tirando de él. Near no dijo ni una palabra, tan solo me miraba desde atrás sin comprender. Lo metí en mi cuarto y me quedé mirándole un momento. Me di cuenta de que su rostro y su ropa estaban algo manchados de tierra.
— ¿Por qué estás tan sucio?—le pregunté sacando unos pañuelos del cajón.
—Um… me caí en el borde del río—se limpió el rostro con ayuda de sus propias lágrimas.
—Cámbiate de ropa. La mía te quedará algo grande pero no importa—le dije, o más bien ordené, entregándole una de mis camisetas.
—Gracias…—su rostro se sonrojó y comenzó a quitarse la camiseta.
Observé su liso pecho, de piel extremadamente pálida y unas tetillas rosadas a las que no me pude resistir. Pellizqué uno de ellos y Near dio un respingo, chocando contra mi escritorio. Se cubrió el pecho con la camiseta que tenía por los brazos y no se atrevió a mirarme con el rostro cada vez más deliciosamente sonrojado.
—No pensé que los pezones de los hombres también fueran sensibles—le dije sonriendo, deseando ver más aquellas reacciones tan infantiles, deseando provocar más lágrimas en ese niño mayor de edad.
— ¿Qué… ha-aces?—me preguntó con la voz rota mientras yo lo acorralaba contra la mesa.
—Eres mío, puedo hacer lo que quiera contigo—le contesté apartando la molesta camiseta.
Near se puso aun más nervioso pero pareció que lo aceptaba, no intentó negarse a lo que comencé a hacerle. Lo senté sobre la mesa y volví a pellizcar y jugar con sus pezones.
— ¡Ah…!—gimió con una voz extremadamente sexy.
—Jeje, pareces una mujer, tanto tu cuerpo como tu voz—poco a poco me estaba sintiendo más excitado, quería seguir oyendo esa sensual voz.
La tentación me pudo, lamí aquellos pezones que se habían puesto duros como pepitas. Los mordí y los saboreé como si fueran los de una mujer… no, eran mejores que los de una mujer. Poco a poco fui perdiendo el control y besé todo su cuerpo dejando pequeñas marcas a mi paso, subiendo hasta su clavícula, sus hombros y su cuello, escuchando los gemidos cada vez más altos.
—No aguanto más, quiero metértela—le susurré al oído mordiendo su oreja—pero eres un hombre y no tengo ni idea de cómo hacerlo ¿te la meto directamente?—pregunté bajando despacio sus pantalones.
— ¿Ah? N-no… eso no… primero hay que dilatar… la entrada… o dolerá mucho—me contestó agarrándose a mis brazos, muy avergonzado por sus propias palabras.
—Dilatarla ¿eh? Bien, entonces enséñame—le dije quitándole los pantalones junto a la ropa interior, dejándole completamente desnudo.
—Um… ¿Ti-tienes lubricante o algo?—preguntó cubriendo como podía su miembro erecto.
—Claro—saqué del cajón el bote medio vacío y se lo entregué.
Near se quedó un momento paralizado y después eché un chorro del lubricante en sus dedos. Se los llevó al trasero y comenzó a meterlos despacio. Su rostro se sonrojo aun más y alguna lágrima comenzó a caer por sus mejillas.
—Tiene que haber alguna postura mejor ¿Por qué demonios no tendré un espejo en mi cuarto? —susurré deseando verlo todo de el a la vez—Túmbate en la cama—le dije cogiéndole por el brazo que no estaba ocupado—con el trasero levantado y el rostro girado hacia mí.
—E-es muy vergonzoso…—dijo intentando resistirse.
—Mejor aun, quiero ver más de estas expresiones—le dije tumbándole sobre la cama.
Near siguió lubricando y dilatando su entrada con el rostro sobre la almohada volteado hacia mí, con alguna lágrima cayendo por él. Cogí una chocolatina de mi arsenal y me la comí mientras observaba. “El lubricante nunca se ha utilizado para nada mejor” pensé. Me estaba excitando demasiado, no sabía cuanto tiempo iba a resistir.
—Ah… nn…—al parecer estaba disfrutando mucho con aquello.
Dejé la media chocolatina que quedaba a un lado y me puse a su espalda sacando los dedos que tanto le hacían gozar.
—Ya es suficiente, es mi turno—le penetró desde atrás llegando hasta el fondo de un solo empujón.
Near gritó y se retorció y por su rostro se derramaron brillantes lágrimas. Le embestí con fuerza, disfrutando de aquella gran estrechez.
—Ah! ¡Duele! ¡Mello me duele!—ignoré por completo sus quejas, era evidente que lo estaba disfrutando mucho.
Toqué con la punta de mis dedos su miembro goteante y con apenas un roce se vino sobre las sábanas contrayendo su entrada, provocándome gran placer.
—Que niño más malo, te has venido antes que yo—le susurré al oído lamiendo su oreja— ¿tan bien se siente mi polla en tu culo? Dímelo ¿Cómo se siente?
—…L-la cosa de Mello… se siente bien… está muy caliente…—contestó costosamente con gran vergüenza.
Yo no tardé en venirme en su interior, me estaba estimulando demasiado. Comparadas con él, ahora las mujeres me parecían muy aburridas. Salí de su interior y besé su espalda, sus caderas, sus muslos goteantes de mi propio semen… quería cada rincón de él, quería dejar marcas por todo su cuerpo. Le puse boca arriba y lo penetré de nuevo. Aquello había pasado de ser una asquerosidad en mi mente a resultarme el placer mayor del mundo y una necesidad.
—Yo también quiero tocar a mello—me dijo alzando las manos a mi pecho.
Sonreí complacido y me quité la corbata y la camisa. Near acarició mi pecho con la punta de sus dedos con una expresión de deseo en el rostro realmente erótica. De pronto se abrazó a mi cuello juntando nuestros cuerpos. Fue en ese momento que tomé conciencia de lo que estaba pasando. Los latidos de su corazón estaban acelerados al máximo, sus lágrimas empapaban mi cuello y la forma en que se aferraba a mí era como si me fuera a escapar en cualquier momento.
—Te amo… te amo mucho…—susurró tembloroso.
Aquello era excesivo para mí, me abrumaba demasiado. Le aparté delicadamente de mí, queriendo hacer como si no hubiera dicho aquello. Seguí besando su cuerpo, embistiéndole de nuevo, esta vez observando el lindo rostro sonrojado y cubierto de lágrimas. ¿Cómo podía resultar tan delicioso su rostro de sufrimiento? Near tenía una nueva erección ya apunto y se me ocurrió otra cosa para hacerle sufrir más. Cogí la corbata de mi traje que tenía tirada a nuestro lado y la até alrededor de su miembro bastante fuerte.
— ¿Ah? ¿Mello qué haces?—preguntó mirando asustado lo que le hacía.
—Esto impedirá que te corras—contesté con una risa perversa.
—No… por favor…—suplicó intentando quitárselo.
—Estate quieto, te recuerdo que eres mío, así que puedo hacer lo que quiera contigo—le dije sujetando sus manos por encima de la cabeza— ¿De acuerdo?
Afirmó con la cabeza desviando la mirada, me pareció un gatito realmente lindo. Lamí sus lágrimas y di un suave mordisco a su mejilla. Lo senté sobre mí manteniendo sus brazos a la espalda y moví mis caderas a un fuerte ritmo. Besaba y mordisqueaba su cuello y sus hombros, disfrutando de aquellos gemidos que sonaban junto a mi oído.
—Me-mello… suéltame por favor… ah! ¡No me lo quitaré! ¡Solo quiero abrazarte!—me suplicó intentando juntarse todo lo posible a mí.
—No—era demasiado, el amor que quería entregarme era más de lo que yo podía soportar. Yo no quería su amor, tan solo su sufrimiento, el sufrimiento que yo le estaba causando. Era mío, era la posesión más preciada que tenía desde antes de nacer. Quería mostrar, dejar bien claro que solo iba a ser mío y no dejarle ver que era él quien me estaba poseyendo a mí.
Le tumbé en la cama y con una última embestida me vine en su interior, sintiendo el mayor orgasmo de toda mi vida. Me quedé un momento en su interior sin moverme, observando su rostro sonrojado, sus lágrimas, su miembro erecto ansioso por venirse, aquella visión tan maravillosa.
— ¿Sientes que vas a estallar?—le pregunté acariciando suavemente su miembro.
—Po-por favor… no toques… duele…—me pidió con espasmos en su cuerpo.
—Dime. ¿He sido mejor que tus otros amantes? Se sincero o será peor—le dije masturbándole.
—Um… yo… no he tenido otros amantes… nn…—por sus mejillas cayeron aun más lágrimas.
—No te burles de mí, lo has hecho demasiado bien como para ser virgen—susurré intensificando la velocidad.
—Es cierto… ah… yo nunca he estado con nadie… nm… ni siquiera me han dado mi primer beso en los labios… yo quería que lo hicieras tú… solo tú… nunca me acerqué a nadie mucho por eso… solo tú…—esta vez sus lágrimas no eran de dolor físico o de vergüenza, esas lágrimas hicieron que mi corazón doliera mucho.
—Así que he sido el primero… —acaricié su rostro suavemente, era tan tierno…—es cierto, aun no te he dado un beso en los labios. Te daré uno que nunca podrás olvidar.
Besé sus labios suavemente y lo intensifiqué poco a poco, metiendo mi lengua en su interior, explorando cada rincón. Sin apartarme de sus labios, desaté la corbata de su miembro y lo acaricié intensamente. Near se vino rápidamente con un gran espasmo de todo su cuerpo, ahogando el gemido en mi boca. Cuando se calmó me aparté de él, observé su rostro lleno de placer y satisfacción, jadeando pesadamente, con los ojos cerrados y lágrimas cayendo de ellos, su pecho manchado abundantemente por su semen. Salí de su interior y me tumbé agotado a su lado, nunca me había sentido así, era una sensación, un sentimiento muy extraño y totalmente nuevo para mí.
—Mello…—puso la mano sobre mi brazo y se acurrucó contra mí como un gatito—sé que no me amas pero por favor, deja que me quede a tu lado aunque sea de este modo, el menos hasta que te canses de mí.
Cogí la media chocolatina que había dejando antes y se la di a morder.
—Ni se te ocurra irte con otro, eres mío para siempre—le dije rodeando sus hombros con el brazo, apretándolo contra mí.
—Um… gracias…—sollozó feliz.
Fin
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